009

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Aquella noche, Eris entró a la casa sin muchas ganas. Había discutido con Rabastan unas horas atrás y no estaba de humor para tener que soportar a Sirius. Aún así, puso su mejor cara y caminó hasta el comedor donde ya había algunas personas reunidas. Faltaban otras cuantas pero supuso que eran los que habían ido a por Harry.

Remus estaba sentado junto a Sirius pero ella los ignoró por completo y sólo se dirigió a su lugar habitual en la esquina para escuchar las reuniones. Lupin la miró preocupado, ni siquiera lo había mirado o le dirigió una palabra despectiva a Sirius. Algo andaba mal pero no podía averiguarlo ahora, tendría que esperar al final de la reunión para hablar con ella.

La reunión dio inicio pero Eris ni siquiera logró poner atención a las palabras que decían aunque tampoco era que le importara mucho. Todo era sobre las nuevas noticias y puntos donde debían hacer guardias pero nada de aquello era del interés de la chica. Si iba a esas reuniones, era solo para salir de su casa y no tener que lidiar con Rabastan aunque en esa casa, tenía que soportar a Sirius.

Pasaron alrededor de treinta y cinco minutos cuando escucharon llegar a Alastor. Eris regresó a la realidad y vio entrar a varias personas al comedor. Molly salió, cerrando la puerta tras ella y hablando con el recién llegado Harry. Eris aún no lo conocía pero había escuchado hablar de él muchísimo y de todos los problemas y líos en los que se había metido en los últimos años. Le recordaba bastante a James, quien era un imán de problemas andante.

La reunión duró cuarenta minutos más, de los cuales Eris prestó atención a sólo cinco. Todos comenzaron a abandonar el lugar y cuando Eris iba a salir para buscar un poco de aire exterior, se encontró de frente con el niño Potter.

Lo miró por un largo momento con el ceño fruncido y se acercó a él para tomarlo con fuerza de la barbilla. Harry estaba confundido pero no puso resistencia alguna. Eris sintió una clase de déjà vu, en serio era idéntico a James y era como verlo nuevamente vivo.

—Eres igual de feo que tu padre —dijo con una sonrisa y lo soltó de su agarre.

Harry confundido la vio alejarse hacia la puerta principal y luego vio a Sirius.

—Es mi hermana —explicó— no le hagas caso.

Harry olvidó el extraño momento por completo y sonrió al ver a su padrino, a quien corrió a abrazar con entusiasmo. Remus los vio con una sonrisa pero luego miró en dirección por donde Eris se había ido y decidió ir tras ella.

Salió de la casa, hacía frío afuera pero era soportable. Eris estaba del otro lado de la calle sentada en una banca de madera. Remus se acercó en silencio y tomó asiento a su lado.

—¿Me dirás que sucede? —preguntó luego de un momento en silencio pero sin dejar de mirar al frente.

Ella negó. Tenía los brazos cruzados y sus labios formaban una línea recta.

—Discutí con Rabastan, eso es todo.

La miró con preocupación.

—¿Sobre qué?

—No quiero hablar de eso, Remus.

—Entiendo. Lo siento.

Hubo un largo silencio aunque no fue para nada incómodo. Era bastante relajante, especialmente para Eris, que necesitaba un poco de espacio para aclarar sus ideas. Los últimos días se había sentido muy estresada y su cabeza iba a explotar en cualquier segundo.

—Tal vez no lo sabías, pero durante años intercambié cartas con James —dijo de pronto Eris con una pequeña sonrisa y mirando a la nada recordando algo.

Remus la miró sorprendido. No tenía ni dea.

—¿De verdad?

Ella también lo miró dejando salir una risa.

—Sí. Cuando Sirius se fue de la casa... yo estaba preocupada y le mandé una carta a James, le pedí que no le dijera nada a mi hermano y creí qué tal vez lo haría o que simplemente tiraría mi carta al fuego, pero en realidad me respondió. Él también se preocupaba por Sirius y estaba feliz de que yo quisiera saber sobre él. Aún guardo todas sus cartas, la mayoría hablaban de lo que hicieron durante el verano o de otras tonterías. Siempre decía que Sirius estaba muy bien —frunció el ceño ante el recuerdo— nos hicimos amigos de una extraña manera. Las cartas dejaron de ser sobre Sirius en algún momento e incluso me invitó a su boda pero obviamente no podía ir. También me mandó una foto donde Sirius está cargando a Harry y James está a su lado. Harry se parece mucho a James.

La expresión de Eris era triste, como si hubiera dicho la verdad a medias y no confiara lo suficiente en Remus para ser totalmente sincera. El castaño quería identificar cuál era la mentira en todo eso, pero no lo logró.

Remus no supo qué decir. No tenía ni idea de eso y seguramente nadie más que ellos sabían de eso. Si tan sólo Sirius lo supiera, no le hablaría de la forma en que lo hace. Eris siempre se ha preocupado por él pero él no parece notarlo.

—Sí, son muy parecidos. Yo también me sorprendí cuando le di clases en tercer año —se aclaró la garganta— aunque... si te soy sincero, nunca le encontré mucho parecido a Lily. Supongo que es una réplica de su padre.

Eris dejó salir una risa pero enseguida lo miró con curiosidad.

—No tenía idea de que habías sido profesor en hogwarts.

Remus rió mientras asentía.

—Solo por un año, fue el mismo año en que Sirius escapó y las cosas se complicaron al final pero eso no importa.

Eris lo miró fijamente.

—Tengo dos hijos —dijo de pronto. Tal vez era que ya estaba muy sentimental pero debía contarle antes de volverse loca con tanta presión en su cabeza— se llaman Owen y Oliver, son mellizos y tienen tres años.

Remus parpadeo confundió. ¿Qué?

—No tenía ni idea —se acomodó en su asiento. Estaba muy confundido.

—Hace diez meses más o menos decidí que ya no quería estar con Rabastan y sabía que él no me daría el divorcio por nada del universo. Entonces decidí que escaparía con mis hijos y comenzaríamos una nueva vida lejos de él. Se suponía que él estaba de viaje pero regresó antes de lo planeado y me descubrió. Tuvimos una fuerte pelea y cuando desperté al día siguiente... —su voz se quebró— mis bebés ya no estaban. Rabastan se los llevó a quien sabe dónde y para evitar que me aleje de él, no me dirá dónde están. A él no le importan los niños, sólo le importa tenerme a su lado.

—Ese maldito... —

—Comencé a ayudar a la orden solo para recuperar a mis hijos. Son sólo unos bebés y los extraño tanto. Remus... por favor dime que me ayudarás a encontrarlos —desde que la conocía, jamás había visto esa expresión en el rostro de Eris. Estaba verdaderamente desesperada.

Él la miró con cierta tristeza. No entendía lo que se sentía perder a un hijo pero ahora estaba aún más furioso con Rabastan. Se acercó a Eris para abrazarla y ella aceptó con gusto la muestra de afecto. Era la segunda vez en su vida que la veía de esa manera y lo odiaba.

—Te lo juro, Eris. Haré lo que sea para ayudarte a encontrar a tus hijos.

Ella se acomodó en el pecho del hombre, cómoda con la calidez que le brindaba.

—Hubo un tiempo en que amé a Rabastan —dijo luego de un momento— si iba a estar casada con él, al menos iba a hacer el intento para que funcionara por eso mismo tuvimos hijos. Pero él es un demente obsesionado por el control. No me dejaba hacer muchas cosas que disfrutaba y quería que estuviera todo el tiempo encerrada en casa. Nunca me golpeó pero siempre gritaba aunque le recordaba que yo podía gritar aún más fuerte. Ahora se controla porque sabe que lo puedo dejar en cualquier momento sin que me importen mis hijos pero todo el tiempo discutimos por lo mismo. Si aún no lo he matado, es porque antes necesito saber dónde están mis bebés.

Remus no dijo nada y probablemente no era necesario. Eris sólo necesitaba desahogarse y él estaba muy feliz de brindarle su hombro para que llorara y escucharla con mucha atención hasta que se sintiera mejor.

Cuando Eris regresó a la normalidad, se puso de pie y entró a la casa con Remus detrás de ella pero apenas pasaron junto a la sala cuando vieron a Sirius y la bomba estalló.

—Pero miren quien volvió —habló Sirius mientras ponía los ojos en blanco— me sorprende que Remus siga con vida. Le has estado lavando el cerebro y ya no parece él mismo.

Ella se cruzó de brazos. Ya estaba muy irritada y Sirius solo la estaba haciendo enojar más.

—¿Cuál es tu maldito problema, Sirius?

—Tú eres mi maldito problema, Eris —bufó— siempre andando por ahí como si fueras la reina de este lugar. Dumbledore podrá confiar en ti, pero yo no. Sé que eres una maldita arpía que va soltando su veneno por ahí cuando otros —se señaló a sí mismo— hemos tenido que aguantar peores cosas.

Eris casi comienza a echar humo por las orejas y para este punto, ambos alzaban la voz. Remus quería detenerlos pero no sabía qué hacer.

—¿Crees que eres el único que ha sufrido, Sirius? —habló molesta Eris— que estuvieras detrás de unas rejas no te hace el más lamentable de esta casa.

—Por supuesto, ahora te quieres hacer la víctima —replicó Sirius con fingida diversión.

Eris dejó salir una risa sin gracia. Remus quería intervenir, pero sabía que era mejor que se dijeran sus cosas ahora, ya sería su turno de intervenir en caso de que la cosas se pusieran feas.

—No fuiste el único que perdió algo, Sirius. ¿Te has molestado en preguntarle a Remus cómo se sintió la noche que mataron a James y Lily? ¿La misa que supuestamente mataste a Peter y te llevaron a Azkaban? Por años Remus vivió con eso, pero qué importa, simplemente llegaste a lamentarte tu triste existencia y lo mucho que sufriste en ese asqueroso lugar.

Sirius le dirigió una rápida mirada a Remus. No había pensado en ello en lo absoluto y ahora se sentía culpable porque sabía que era cierto.

—Toda tu vida has vivido en una burbuja, Sirius —continuó— Y ahora no eres tan diferente a cómo lo eras antes. Sigues siendo un mocoso engreído que espera que los demás solucionen tus problemas.

Sirius la miró con odio y retándola con la mirada.

—Si tienes algo que decir, mejor dilo ahora.

Hubo un momento de silencio, ambos hermanos se miraron fijamente. Cualquier palabra que saliera de sus bocas... no habría marcha atrás.

—Siempre traté de protegerte a ti y a Regulus. Pero eso no te importó.

—¿Tú? ¿Y de qué se supone que nos protegiste? —preguntó con burla pero mirándola despectivamente.

—Tu problema, es que sólo piensas en ti mismo y no te importa nadie más además de ti. Eres un terco egoísta vanidoso.

—Pues ilumíname, Eris —levantó las manos— siempre fuiste la perfecta niñita que nunca mató ni a una mosca pero ahora resulta que eres la buena del cuento.

Eris suspiró y se cruzó de brazos pensando en si debería decir las siguientes palabras. Pero ya estaba harta y la ira inundaba sus venas. Sirius no tenía ningún derecho a hablarle de esa forma.

—Me casé con Rabastan por ti —confesó finalmente, Sirius la miró confundido. Incluso Remus pareció sorprendido.

—No me culpes de tus desgracias. Nuestros padres arreglaron ese matrimonio desde el momento en que naciste. Igual que el matrimonio de Reg y el mío.

La chica negó con una risa sarcástica. Puso los ojos en blanco y luego volvió a mirar fijamente a su hermano.

—No me importa si me crees o no, pero será mejor que lo sepas de una vez. Nuestros padres decidieron anular el matrimonio cuando les dije que quería convertirme en auror, tardé meses en convencerlos. Suplique y les rogué que anularan el matrimonio con Lestrange. Pero luego tú te fuiste de la casa y estalló el caos. Mamá te borró del árbol familiar y papá no era capaz de mirarnos a los ojos a Regulus o a mi. Te fuiste con tu amigo Potter, ¿pero cuánto tiempo ibas a sobrevivir de la caridad? Estabas acostumbrado a un estilo de vida, Sirius y tarde o temprano te ibas a quedar sin nada. Porque además, no sabes hacer otra cosa que estirar la mano y esperar que te solucionen la maldita vida —lo miró con lágrimas de rabia en los ojos— ¿crees por un segundo que Regulus o yo nos alegramos de que te marcharas? ¿De verdad creíste que el tío Alphard te dejó esa gran herencia por ser tan noble? —hizo un par de comillas con las manos— sabía que mis padres no iban a permitir que tomara ni una sola moneda para dártela y también sabía que no ibas a aceptar absolutamente nada de mi o de Regulus, porque eres un terco egoísta. Me casé con Rabastan solo para no dejarte desamparado en la calle. Tomé una generosa cantidad de dinero de la caja fuerte de Rabastan y le pedí a Alphard que te lo diera bajo su nombre. Los Lestrange se ahogan en su propio oro y a él no le importaba que tomara todo lo que yo quisiera siempre y cuando fuera una buena esposa, siempre obediente y bonita para él. Dejé a un lado mis sueños por ti, Sirius. Te puse por encima de mis propias necesidades y aún así te atreves a decir que eres el ser más lamentable de esta tierra cuando no tienes ni idea de lo qué pasa afuera de tu bonita burbuja. Te amaba, Sirius igual que a Regulus. Ustedes dos lo eran todo para mi pero jamás te diste cuenta de eso. Y cuando decidí que era suficiente de aguantar a Rabastan... cuando quise alejarme de esa maldita casa, él se llevó a mis hijos y los ocultó de mi y si quiero volver a verlos, no me puedo separar de él.

Algo dentro del cerebro de Sirius hizo click, pero no logró reaccionar y en su lugar, se dejó caer en el sillón detrás de él con la mirada perdida. ¿Hijos? ¿Eris tenía hijos? ¿Tenía sobrinos?

Remus se acercó a Eris y colocó ambas manos en sus hombros. La chica se sintió mejor bajo su toque y lo miró con una sonrisa agradecida.

—Vamos, Eris. Creo que Sirius tiene algunas cosas que pensar ahora mismo.

Ella asintió y se fue junto a Remus pero sólo llegaron al pasillo cuando la chica abrazó con fuerza a su contrario ocultando su rostro en su pecho. Remus no dijo nada y sólo acarició con suavidad la espalda de Eris. Había sido una noche larga para ella.

No estaba triste, más bien estaba furiosa con ella misma.

—No tenía que saberlo —dijo sin separarse del pecho del hombre— se supone que nadie debía saber eso.

—Está bien, Eris. Tal vez era lo mejor, ahora que Sirius lo sabe tal vez cambie algo dentro de él.

Alzó la mirada y Remus le dirigió una sonrisa. Ella también sonrió un poco. Lupin colocó ambas manos en las mejillas de la chica y limpió con cuidado los restos de lágrimas.

—Creo que lo mejor será que regrese a casa. Sólo quiero dormir y mañana tengo un desayuno con Rabastan y los Malfoy.

A Remus no le gustaba escuchar a Eris decir que tenía que hacer cosas con Rabastan. La quería para él y solo para él. Pero ya llegaría su momento.

—De acuerdo. Te vendrá bien un descanso.

Rompieron el contacto y comenzaron a caminar. Remus se percató que un par de pelirrojos estaban ocultos cerca, pero no mencionó nada al respecto. Probablemente todos los presentes en esa casa habían escuchado los gritos de Eris y Sirius.




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