El Mapa del Murciélago

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Sparks, así es como me llamo. Hasta mi nombre suena raro. Tengo dieciséis años, y tengo que confesar que estoy segura de haber nacido en el mundo equivocado. A menudo tengo ganas de que explote, y me da absolutamente igual llenarme de tripas, sangre, músculos y resto de comida a medio digerir. Quizá eso me convierte en alguien realmente espeluznante.

No tengo padre, no tengo madre, ni familia. Así que sí, ¡soy huérfana! Yuju, supongo. Estoy segura de que mi madre tuvo que ser alguien parecido a Nancy Downs de The Craft (1996) y mi padre probablemente tuviese rasgos del Joker. No por su risa ni nada de eso, sino porque puedo apostar a que he heredado su pasión por coleccionar insectos que han estirado la pata o animales en botes de formol. He viajado de orfanato en orfanato. Al principio me ponían pegas por llevar conmigo mis bichos, no obstante, al final los hospicios me llegaron a conocer tanto que no decían nada.

A los cinco me castigaron encerrándome tres días en un armario húmedo lleno de ratas por contar cuentos sobre maldiciones a las niñas de mi habitación. Una de las niñas, Agnes Gibbs, pasó tanto miedo que se hizo pis y manchó toda la cama. Por eso, me pillaron. Con once, intenté disecar la rana de Meghan Koch, y me pasé otros buenos días reclusa, limpiando los pasillos del Refugio Sutton. Lo único bueno de ese castigo fue que pude robar Bórax, que sirve tanto para dejar tu casa como los chorros del oro como para disecar.

Hace unas semanas todo cambió. Una familia de Florida me adoptó inesperadamente. Me subieron a un coche azul, y me llevaron a la soleada costa, como presa. Los primeros días tuve que llevar gafas de sol porque, acostumbrada a vivir en lugares sombríos, mis ojos ardían por la intensidad de los rayos del cielo.

La casa de los Hammond es... diferente. Reluciente por fuera, y por dentro, cada habitación de un color vibrante que llena el lugar de luz. Incluso el jardín tiene un tono verde tan vivo que asusta. Es un maldito circo donde las sonrisas son tan amplias y tan continuas que se vuelven aterrorizantes.

La señora Hammond se empeña en darme abrazos. Cuando se acerca huele a jazmín y a salitre, y yo cuento hasta siete rígida como un palo esperando a que acabe de achuchar. El señor Hammond entra cada noche a arroparme y a insistirme en que lea un libro familiar, luego me dice: «Dulces sueños Sparks. No sabes lo contentos que estamos de que estés con nosotros». Curioso, porque la señora también repite mucho eso de: «No sabes lo contentos que estamos de que estés con nosotros».

En el Macy Hammond High School las cosas se parecen bastante al Refugio Sutton. Es decir: nadie me habla, todos me odian y cambian de lado cuando me ven pasar. Fácil y sencillo. Ser el bicho raro no es nada nuevo para mí. Sin embargo, en este caso, puede ser que la circunstancia haya empeorado, porque además de ser el bicho raro oficial, soy también la nueva hija adoptiva y excéntrica de Araco Hammond, el director y bisnieto del fundador del instituto: Arioch Hammond.

Así que, si la situación te parece que roza el extremo del desconsuelo, siento mucho tener que decirte que no. Que la cosa todavía puede empeorar y está a apunto de hacerlo porque es San Valentín, y todos en el instituto están esperando recibir una carta de amor, y yo en cambio estaría feliz solo con no recibir ninguna carta con inscripciones tipo: «Bicho raro», «Vete a tu casa» o «Huerfanita» de parte de las Ellas: Ella Daniels, Ella Winters y Benton Ella. Rubias y más malas que yo.

A última hora del día miro por la ventana, mientras todos se muestran entre sí ufanos las declaraciones de amor recibidas. Ella Daniels, por supuesto, es la que más ha conseguido reunir. El sol está bajando y la luz anaranjada entra por los cristales. Cada vez está más oscuro, y no puedo evitar esbozar una sonrisa pensando que me he librado. No he recibido ninguna carta de amor, algo a lo que estoy acostumbrada, si bien tampoco he recibido ningún improperio.

Espera, ¿qué es eso? Fuera, junto a la ventana veo algo que se mueve. Creo que es un animal que revolotea chocando contra el cristal. Está provocando un ruidito muy molesto. ¿Es que nadie lo escucha? Entorno los ojos para enfocar mejor y entonces lo veo: es un, ¿murciélago? Sí... un bonito murciélago negro con los ojos redondos bien abiertos. Estiro el brazo y consigo alcanzar la ventana que se abre con un clic. El animal entra furtivamente volando directo hacia mí y nadie, absolutamente nadie, es consciente de lo que ocurre. Es como otra dimensión. Siguen ahí, compartiendo confidencias sobre sus cartas de San Valentín.

El murciélago se posa sobre mi mesa y abre la boca, escupiendo un papel hecho una bola arrugada y llena de babas. Sin vacilar cojo el papel mientras el mamífero me mira con las pupilas dilatadas, a rebosar de adoración. Aliso el papel y leo en un susurro:

Läs mig och gör eta egin nazazu hizlari. Prata med mig så ska eta ez dakizuna esango dizut. —Me pregunto, qué significa esto...

De pronto, del hocico del murciélago sale una voz profunda y penetrante. Una voz que podría pertenecer a un sabio pensador:

—Gracias por leer el conjuro, Sparks. Ahora puedo darte el mensaje que necesitas escuchar pero que no sabes. No muy lejos de aquí, alguien te espera. Más cerca de lo que crees, alguien te observa. Aunque no lo pienses, alguien te quiere. Esta criatura te adora tal y cómo eres. Repite en voz alta «Visa dig burua», y verás el camino.

Visa dig burua —repito segura, sin titubear ni un segundo.

Con la última «a», el conjuro escrito desaparece, y en su lugar se dibujan unas líneas de tinta negra. Un vetusto mapa con tres puertas, y sobre cada puerta un objeto: un pendiente, una máscara y un anillo.

—Sígueme, Sparks —apremia el murciélago alzando el vuelo.

—¡Eh, espera! —le digo—. Dime, ¿quién me escribe?, ¿qué es eso de criatura? —. De pronto reparo en que quizá sea una venganza. Un engaño. Una vendetta por comportarme como un ser cruel y roto.

—No te lo puedo decir.

—Vamos, anda —suplico—. ¿Es verdad? ¿Alguien... alguien me quiere o no debo fiarme de ti?

—Debes confiar en mí. Esta criatura ama cada centímetro de tu cuerpo. Adora cada chispa en tu interior.

—¿Y cómo es? ¿Cómo es la criatura?

—No puedo decírtelo. —Hace una calmada pausa y continúa—. Sin embargo, debo decirte que es la criatura más bella que jamás hayas imaginado.

¿Será cierto? ¿Será la criatura más bella que jamás haya imaginado? Me imagino sus ojos, su mirada. Escucho su latido dentro de mi pecho. Visualizo un brillo potente en su piel.

—¿Por qué no puedes decirme nada más?

—Sencillamente, porque nunca la he visto —explica apaciblemente.

—¿Cómo que no lo has visto? Entonces... ¿Cómo sabes que no es una criatura horrible?

—Porque lo sé. Y no puedo verla porque solo tú puedes llegar hasta ella. Debes encontrar los objetos. ¿Lo ves en el mapa? El pendiente de Arioch, la máscara de Alyssa y el anillo de Araco.

—¡¿Arioch, Alyssa y Araco?! —pregunto con sorpresa. Alyssa y Araco son la señora y el señor Hammond, y hasta donde sé, Arioch es el bisabuelo de Araco. ¿Qué tienen que ver ellos en todo esto?

—Eso es. Las joyas hechizadas de la familia Hammond.

—No entiendo... ¡Eh, espérame! —exclamo al ver que el murciélago vuela aprisa.

Trazo el camino tras el animal, y poniendo atención en el mapa caigo en la cuenta de que ambos llevan al mismo lugar: la sala del conserje. Entro y me inunda un olor a lejía y productos de limpieza. ¿Puede ser que me esté volviendo loca?, ¿qué hago siguiendo a este bicho? Debería disecarlo. ¿En qué momento me he hecho amiga de un bicho?

Pero inmediatamente salgo de mis pensamientos y lo veo. En una caja llena de objetos perdidos, el murciélago junto a un pendiente de oro brillante. Tomo la joya y no pasa nada. Se me ocurre que quizá... quizá debería ponérmelo. Así que lo engancho con cuidado en mi oreja.

Nada más soltarlo, una puerta se abre tras las escobas dejando ver unas escaleras de piedra que bajan. Nos adentramos en la tiniebla subterránea y bajamos lentamente, dejando arriba un instituto de Florida, de lo más normal. Ante mis ojos, se extienden unas suntuosas mazmorras, y mientras las recorro, una voz comienza a apoderarse de mi cabeza:

—Sparks, sé que me escuchas. —La voz sale del pendiente—. Te espero al otro lado, donde mi fuego espera encontrarse con tu brasa. Sigue caminando, Sparks.

Definitivamente, estoy chiflada. Siempre he pensado que soy diferente, quizá simplemente algo no funciona bien dentro de mí. Escuchar voces nunca ha sido sano.

—¿Lo escuchas verdad? —pregunta el murciélago al verme desconfiar.

Asiento una vez, y continuo el camino. No tengo nada que perder.

—A tu derecha —apremia la voz desconocida.

Ladeo mi cabeza hacia la derecha. Sobre la pared, una máscara se ilustra en uno de los tenebrosos cuadros de la mazmorra. Estiro la mano, intuyendo que algo ocurrirá si pruebo a coger la máscara. Y así es, una vez toco el lienzo, soy capaz de agarrar la máscara y traerla hacia mí. Hacia el mundo real. Es una máscara de huesos. Un cráneo de vaca con unos cuernos increíbles.

Cierro los ojos para atármela, y al abrirlos brota una figura. Una criatura increíblemente bella. Parece de mi edad. Una chica con las facciones marcadas, una mirada compleja y misteriosa. Pronto me percato de que no es del todo auténtica. Una capa de transparencia se superpone. La chica es como un fantasma. Es cierto: es la criatura más bella que haya visto nunca. Es como si un extraño poder me llevase hasta ella. Como un imán.

—Me ves, ¿verdad? —dice.

—Te veo. —Consigo articular—. Pero...

—Ya... no estoy completa. Recuerda: necesitas las tres joyas para llegar hasta mí —asevera mientras desaparece.

—Por aquí. —Urge el murciélago ante una nueva puerta.

Hipnotizada ante tanta armonía, decido continuar. En varias ocasiones veo cómo la criatura aparece para indicarme el camino. Tras unos largos minutos deambulando llego a una habitación redonda. Una estancia con un dibujo geométrico sobre el suelo. Al contrario que antes, la puerta aparece sin ningún objeto y accedo. No obstante, una vez allí algo no va bien.

De improviso, la habitación comienza a girar a una velocidad estrepitosa haciéndome caer al suelo por la inercia. Intento poner las manos para frenar el golpe, pero mi cabeza choca contra el suelo.

Minutos después, logro abrir los ojos luchando contra el terrible dolor que se ha instaurado en mi sien. Ante mí se alza una silueta terrible. El murciélago ha desaparecido, y en su lugar se presenta un monstruo: Una Mantícora con una grandiosa cabeza de león y alas de dragón. En sus garras algo brilla: un anillo.

—Si deseas verme, debes luchar. —La voz de la criatura se apodera de mis entrañas.

—¿Luchar? —grito provocando eco. Seguidamente, un rugido aterrador inunda la sala circular—. ¡Me va a machacar!

—Confía en mí —ruega la voz—. Concéntrate en tu pecho. La magia está en tu interior.

¿La magia? Desde luego estoy desequilibrada. Lo único que se me ocurre es pensar en todas las películas y libros de brujas, magos, hechizos y dragones que he visto a lo largo de mi miserable vida. Pienso en mi madre biológica como siempre me la he imaginado, oscura y tenebrosa, y en mi padre biológico como un coleccionista del terror y la histeria. Si ese poder existe, está en mí.

Cierro los ojos con fuerza y aprieto los puños tan fuerte que me clavo las uñas en la palma de las manos. Dejo la mente en blanco, y en lugar de ver chiribitas en la oscuridad por la fuerza de mi gesto, veo una luz morada e intensa que penetra cada poro de mi piel. Noto el aliento de las fauces de Mantícora sobre mi cara, y solo me sale gritar.

Abro la boca para liberar el aullido más desgarrador de la historia, y con el grito sale la luz morada que quema al ser, dejando entre sus cenizas un precioso anillo dorado con una piedra de cuarzo negro. Sutilmente me acerco al anillo, y meto el dedo corazón en el círculo. Dejo que caiga hasta encajar a la perfección en mi mano.

De un momento a otro, las cenizas arrancan a vibrar y de ellas surge ella. La criatura. Entera, de carne y hueso. Real. Me quedo enganchada mirando sus ojos.

—¿Quién eres? —pregunto con firmeza—. ¿Qué me ha pasado?

—Soy Lilú, y tú eres... Sparks.

—¿Cómo sabes quién soy?

—Te conozco desde que llegaste a este mundo.

—Desde que...

—Tu mundo no es este. Tu mundo es mi mundo Sparks. ¿Nunca te has parado a pensar por qué sientes que eres de otro planeta? —pregunta acercándose—. Es porque eres de otro planeta. Bueno, no de otro planeta exactamente, sino, de otro mundo.

—¿El mismo mundo que el de los Hammond?

—Sí. —Generando una carcajada de suficiencia—. Los Hammond también son parte de tu mundo.

—¿Qué hago aquí? ¿Qué soy?

—Eres un ser mágico. Formas parte de la historia de las Brujas de Ham. Por tu sangre corre magia. Magia muy poderosa.

—¿Y qué era esa... cosa?

—¿Castañar? Es mi guardián. Es una Mantícora encerrada en un murciélago. Sin él no puedes llegar a mí, y él nunca puede verme si estoy.

—¿Lo he... matado?

—Oh, no. No te preocupes por él. Está más que acostumbrado a ser quemado y resucitar —explica acortando la distancia aún más.

La chica me levanta la mandíbula suavemente para mirarme cara a cara.

—Eres increíble. Muy especial, Sparks.

—¿Por qué hoy? Si soy tan especial, ¿por qué has dejado que viva así todos estos años?

—Hoy es el día de San Valentín, o mejor dicho, el día de la Divina Iluna, la nigromante más poderosa de nuestro aquelarre —explica acariciando mi rostro con sus cálidas manos—. Y además, —añade dejando solo unos centímetros entre nosotras— tienes dieciséis años, y ha llegado tu momento.

Quiero hablar, pero sus jugosos labios tocan los míos. Su boca comienza a hacerse líquida y gaseosa al mismo tiempo, y ambas, fundidas en un beso oscuro, sórdido y macabro, nos desintegramos para aparecer en un edificio desconocido.

—¿Dónde...?

—Es la mansión de los Hammond, cerca de Oban en Escocia.

—¡¿Cómo que en Escocia?! —cuestiono—. No fastidies.

—No sabes cuánto llevo esperándote Sparks. Ven. Te enseñaré esto.

Una sensación de hogar me invade. Estoy donde debo estar. San Valentín, no ha estado tan mal finalmente. Quizá a partir de ahora, debería llamar a este el día de la Divina Iluna.

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💜 El Mapa del Murciélago es una historia de fantasía y romance. Del descubrimiento del primer amor

🏳️‍🌈 Ha sido creada para participar en el concurso de San Valentín de la comunidad Wattpad LGBTQ ES (Azúcar, flores y multicolores).

©️ Todos los derechos reservados. Queda prohibida cualquier adaptación sin permiso del autor.

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