ii. the one that shouldn't have been born

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Al terminar sus lecciones con el Maestre, Ed se guardó la carta que su madre le había dejado en el bolsillo, algo que lo había estado mortificando durante una semana. Decidió que dar un paseo por los jardines sería algo que lo aliviaría.

Su madre solía decirle lo hermosas que eran los jardines de la fortaleza roja, y él lo comprobó cuando llegó. Las vistas eran tan hermosas e inigualables que le hacían querer estar ahí todo el día.

Lamentablemente tenía deberes con Ser Otto que tenía que cumplir y no podía darse el lujo de quedar mal frente a él, o frente algún otro habitante del castillo.

Unos suaves tarareos le sacaron de sus pensamientos. El niño se asomó por detrás de una de las columnas que daban a los jardines. Vió un vestido de color lavanda agachado entre los arbustos y unos mechones de color blanco, saltó de alegría al notar quién era.

─¡Helaena, hola! ¡Digo p-princesa! ─se corrige el niño rápidamente, la susodicha se levantó del suelo y dejó revelar su tranquilidad impasible.

Helaena le sonrió ligeramente al chico.

─Buenos días, Eddie, ¿Qué tal tus lecciones con el Maestre? ─reprime una sonrisita ante su apodo.

─Aburridas, sólo quería salir de ahí y venir a jugar contigo o con Valenya, ¿Quieres jugar un ratito? Aún no empieza el entrenamiento con Ser Harwin así que tengo un poquito de tiempo.

Ed se puso nervioso cuando observó la mariposa en la mano de Helaena. Cuando ella se la extendió, casi le dió un infarto.

─Tómala.

─¡¿Qué?! Ni hablar, ¿Acaso quieres que me dé un infarto?

─Es una mariposita, no te hará nada.

─¿Cómo estás tan segura?

Helaena resopló divertida.

─Porque la mariposa no es Malisanne para estarte envenenando, Eddie ─dice Helaena divertida, recordando las actitudes de su hermana menor con el chico.

Le parecían de lo más divertidas, pero estaba segura de que sí los ponía a convivir más, ellos dos se llevarían bastante bien.

Cuando Ed hizo un puchero preocupado, Helaena negó con la cabeza.

─Era sólo un chiste. Tranquilo, no voy a dejar que te asuste.

El niño asiente y mira la mariposa fijamente.

─Tengo miedo, odio a los insectos ─habla Ed, el brazo rígido y duro mientras la princesa Helaena trata de alzarlo.

La de ojos lavanda se empeña en alzar el brazo de su mejor amigo, con quejidos y súplicas. Ed se queda rígido en su lugar, bajo el sol de los jardines. Finalmente, la princesa Helaena se cansa y le observa con simpatía y algo de diversión.

─Vamos Eddie, solo es una mariposita ─Tully niega con los ojos muy abiertos y sisea.

─Es. Un. Insecto ─Helaena ríe abiertamente antes de negar con la cabeza.

─Ah pero si fuera Rhaenyra la que te dice que lo hagas ─Ed se sonroja y baja la vista.

─Es que ella es muy bonita ─le menciona con timidez, luego frunce el ceño, se cruza de brazos y cierra los ojos con un pequeño (gran) sonrojo en sus mejillas─, además ¡Ella será la reina! No la puedo desobedecer.

─Supéralo, Eddard, está casada.

Helaena rueda los ojos y se cruza de brazos mientras bufa. Luego se le ocurre una idea maravillosa.

─Te he contado que reclamé a Dreamfyre, ¿No? ─Ed asiente emocionado, olvidándose por completo de la mariposa─. Si dejas que la mariposa se ponga en tu dedo, iremos a volar juntos.

─¡No es justo! ─reclama el muchacho, Helaena lo mira de reojo con una sonrisa. Levanta el dedo índice y no pasa mucho tiempo para que una pequeña mariposa se color verde se pose en su dedo.

─A mi me parece injusto también. ¿Un vuelo en dragón por sostener una mariposita? Debió ser una araña.

─¡No, no! ─Ed extendió el dedo, esperando a que Helaena le pasase la mariposa─. Pásamela ahora.

Helaena ríe y con cuidado, coloca la pequeña mariposa en el dedo índice del chico Tully, que gime aterrorizado y con los ojos cerrados.

Luego de un rato el joven abre los ojos y ve a la pequeña mariposa en su dedo, batiendo sus alas. Las expresiones del niño comienzan a relajarse y después de un rato, miraba a la pequeña criatura con fascinación. Le devuelve una mirada a Helaena, que lo mira con un pequeño brillo en los ojos.

La mariposita sale volando después de unos segundos. Ed mira a la mariposita volar, mientras que Helaena lo sigue mirando a él, solamente a él.

─Me debes ese vuelo ─dice sin apartar la vista por donde se había ido la mariposa.

─Supongo que sí.

Ambos quedan en un silencio, antes de que Ed lo rompa.

─Entonces...la princesa Rhaenyra...

─Supéralo.

Ed baja la cabeza.
─Bueno.

Ambos niños jugaron un rato con todas las maripositas que pasaron por el lugar (Ed aún se ponía a chillar cuando veía a una acercarsele), hasta que el ruloso tuvo que partir a su entrenamiento.

¡Incluso sostuvo una hormiga en el dedo por tres minutos!

[•••]

El entrenamiento había resultado ser un implacable desastre.

Todo había ido bien al principio, los enfrentamientos eran normales, Ed seguía perfeccionando su técnica con la espada pero la verdad es que iba de mal en peor. Si seguía usándola, iba a sacarle un ojo a alguien. E incluso el rey había ido a verles entrenar.

Luego, Ser Criston Cole sugirió una pelea entre el primogénito de la reina Alicent y primogénito de la princesa Rhaenyra. Ser Harwin intervino diciendo que no era justo y el otro caballero hizo ciertas insinuaciones que sacaron de sus cabales a Ser Harwin, el cuál terminó golpeándolo.

Ed sintió ganas de virotearlo, pero él quedó perplejo al ver cómo se necesitaron cuatro hombres para evitar que el volviera a atacar a Ser Criston Cole.

Ahora que lo pensaba, Ser Harwin era muy guapo. Esos rulos que le cubrían el rostro y esa imponente imagen que siempre irradiaba respeto. Ed siempre se ponía nervioso cuando él estaba cerca, tal vez por lo intimidante que era.

Quién sabe.

Okay, ahora se estaba desviando demasiado del tema. La cosa es que Ed no sabía que hacer con la carta que le había mandado su madre, era extraña e inusual.

Él definitivamente no era bueno con las letras, si quería responder a la carta, necesitaría ayuda con eso. Tal vez alguien mayor que él, una mujer estaría bien, ¿No? No podía pedirle ayuda a un niño porque a lo mejor no iban a querer ayudarlo.

Pensó en sus posibles opciones.

¿Rosella?

Ni hablar. Ella le caía bien, pero pasaba todo el tiempo con la princesa Malisanne, y ella le daba miedo. Ed no le caía bien a Malisanne, se notaba a leguas.

Pensó en su siguiente opción.

¿La reina Alicent?

No había manera. Tal vez ella lo miraría con desdén y le rechazaría apenas solicitara su ayuda. Además, pareciera ser que ella odiaba a Ed tanto cómo la princesa Malisanne lo hacía.

¿La reina Rhaenyra?

Ed soltó un suspiro bajito y sintió sus mejillas arder.

Era precisamente por eso que no podía ir con ella. Solamente haría el papel del tonto con ella, se pondría a balbucear cosas sin sentido frente a ella y se avergonzaría.

Tampoco podía ir con Valenya porque ambos terminarían jugando. O tal vez Valenya llamaría a su madre para que ayudara a Ed y el terminaría diciendo estupideces sin sentido.

O peor.

La princesa Rhaenyra vería su letra tan espantosa y se reiría de él. Eso no podía pasar.

Finalmente, pensó en su mejor opción. La reina Davinia.

La verdad es que si es sincero, ella había sido su primera opción. Pero estaba tan avergonzado por su encuentro anterior que ya ni siquiera podía verla a la cara sin sentir vergüenza.

Sin darse cuenta, había estado yendo en dirección a los aposentos de la reina.

Una vez el niño llegó a la puerta de los aposentos de la reina, sintió como sus manos sudaban como cascadas. Secó las manos con su ropa y se decidió, tocó la puerta tres veces de forma suave.

Cuando escucha un suave "adelante" no reacciona de inmediato, en cambio sus manos tropiezan con la madera de la puerta antes de quejarse y abrirla. Asoma la cabeza, dándole una sonrisa temblorosa a su pariente lejana, la reina Davinia.

Tenía la carta que su madre le escribió entre las manos sudadas y temblorosas.

─Buenos días, su majestad. Espero su noche haya estado maravillosamente. Discúlpeme por aparecerme sin avisar ─le saluda en un hilo de voz, aún asomando la cabeza.

La reina lo observa con curiosidad. Ed puede notar que parecía estar bastante concentrada en el bordado, sin dejar de lado su postura perfecta.

Ciertamente, desde que llegó Ed no ha tenido ninguna otra interacción más que la que tuvieron cuando él se presentó ante ella. Él había estado evitando todo contacto posible con ella, pues se sentía muy cohibido, intimidado y avergonzado a su alrededor.

Era básicamente de conocimiento público que la reina Davinia sentía debilidad por los niños. No obstante, Ed no podía evitar sentirse que sería el primer niño en ser aborrecido por la bondadosa reina Davinia. Es decir, su primogénito ya parecía odiarlo, ¿Quién quita que ella no le había advertido a su hijo sobre él?

Okay, eso era bastante apresurado. Tenía que dejar de sacar conclusiones de esa manera.

─Buenos días para ti también, Eddard. Ha estado maravillosamente, adelante ─dice la pelirroja levantándose, dejando el bordado suavemente sobre el mueble en el que estaba sentada anteriormente─. No es molestia, eres bien recibido aquí.

─¿En serio? ─le cuestiona el pequeño, ilusionado.

─Absolutamente. Tú y yo somos familia después de todo. Tenemos que apoyarnos entre nosotros.

Ed se sintió tonto por no saber ese pequeño (gran) detalle. Asintió nerviosamente.

─¿Y bien, Eddard? ¿Cuál es el motivo de tu visita? ¿Gustas tomar asiento? ─cuestiona la reina, cortésmente. Se sienta nuevamente en su lugar anterior, poniendo el bordado sobre su regazo, las manos descansan suavemente sobre la fina tela de su vestimenta.

Ed no pudo evitar sentir que estaba básicamente usando un trapo viejo, luego se recordó a sí mismo que ella era la reina y que debía vestir y actuar como tal.

Eddard duda, pero niega y explica que está bien en dónde está. Se dirige a paso suavecito para estar un poco más cerca de ella. Luego baja la vista, nervioso por la firme y curiosa mirada de Davinia.

Viéndola ahora, no parecía una buena idea molestar a tan importante figura de autoridad con lo que probablemente no sería nada. Hace bailar la carta entre sus dedos mientras balancea sus pies.

─Yo... ─Ed traga saliva, moviendo su ojo azul y su ojo verde por toda la habitación─. No creo que...sea tan importante.

─Eddard ─Davinia le llama y le mira con un poco de dulzura. Ed se enternece, porque desde que dejó a su mamá en Riverrun, no había visto a nadie que le sonriera así─, no es malo pedir ayuda. Al contrario, es muy bueno y valiente. No todos se atreven a pedir ayuda.

─¿Ah sí? ─pregunta Ed con auténtica curiosidad─. ¿Y por qué no?

─El miedo puede hacer cosas que nunca imaginariamos, Eddard ─aclara la reina. Ella carraspeó y luego sonrió de lado─. ¿Y bien? ¿Me dirás qué es eso que tienes ahí?

Ed hace una pequeña mueca, pero alza la carta.

─Es una carta que mi madre me envió ─dice Ed, dejándola en manos de la reina, la cuál la lee rápidamente y luego sube si vista hacia el niño─. O parece ser que la escribió ella, creo que ella está molesta conmigo pero no sé porque, no sé que responderle y esperaba que usted me ayudara a responder y a descubrir qué sucede y poder recompensarlo de alguna manera. Pensé en usted porque las dos son mamás y son buenas.

«Primero pensé en la reina Alicent pero luego dije que no porque parece que no les caigo muy bien a ella o a sus hijos. A la única que parece que le caigo bien es a la princesa Helaena. ¡También pensé en Rosella! Pero ella está todo el tiempo con la princesa Malisanne y la princesa Malisanne me asusta también, en dónde descubra que le temo a los insectos, estaré acabado.»

«Incluso pensé en la princesa Rhaenyra, pero ella es...taaaan bonita y me pongo muy nervioso a su alrededor y tal vez tenga muchas cosas que hacer, no va a prestarme atención de seguro. La verdad es que usted fue en quién pensé primero, pero me dió vergüenza. No soy bueno con las letras, créame, no soy nada bueno.»

La reina Davinia lo mira con un deje de diversión. Ed se siente un poco avergonzado por haber hablado tanto y tan rápido en tan poco tiempo. También le parece algo fascinante el cómo ella puede hacer literalmente cualquier cosa sin perder la elegancia y autoridad.

─Puedo ayudarte a responder, pero saber que pasa por su cabeza será complicado. Todavía no tengo esa habilidad ─bromea la reina, pero Ed no capta el tono y se queda mirándola fascinado, preguntándose si él podía hacer eso también o es una habilidad que sólo tienen las de su clase─. Era una broma.

Ed hace una mueca de decepción.

─No se preocupe. Tal vez mejore con el tiempo. Él verdadero desafío es ayudarme a encontrar las palabras ideales y a escribir. Mi letra es horrible.

─No creo que seas un caso perdido ─Ed la observa con ironía y vergüenza, tanta que se le llegan a sonrojar las mejillas. Le extiende una carta que el mismo escribió, a lo que ella hace una mueca de sorpresa que rápidamente reemplaza con una de compasión─. He visto peores, realmente peores...

─No lo creo, majestad. No creo que haya peor letra en los siete reinos que la mía.

Por primera vez desde su visita y desde el día en que se conocieron por primera vez, el rostro de la reina es iluminado con una perfecta sonrisa. Una sonrisa que Ed comparte con ella.

─Bien, te ayudaré, Eddard.

─Llámeme Ed, por favor. Eddard suena a que me está regañando ─ambos se rien suavemente.

─Te concederé eso.

Ambos se sonríen suavemente. Por primera vez desde que está en la fortaleza roja, Ed siente que tiene algo parecido a una familia ahí, que no está completamente sólo.

[•••]

Después de su encuentro con la reina, Ed pasó el resto del día jugando con Valenya Velaryon.

Valenya tenía ambos brazos levantados para mantener el equilibrio que ejercía sobre sus pies, en una línea invisible del suelo que ella misma imaginaba. Ed sonreía y se reía ante sus ocurrencias y comentarios, no obstante, su mente deambulaba por otros lados.

─Ayúdame, me caigo ─Eddard le sostiene la mano y ella se estabiliza nuevamente, concentrada mirando sus pies mientras tararea─. ¿Estás bien? Te noto muy raro.

Eddie se sorprendió. Se conocían hace tan solo algunas semanas y Valenya ya parecía conocerlo bien. No sabía si el era un libro abierto o ella muy observadora. Probablemente fueron ambas, considerando que la reina Davinia solía decirle lo expresivo que era con el rostro.

Y con "solía decirle" se refiere a que se lo dijo cuando estaban en sus aposentos. Pero se lo había dicho tantas veces que ya era cómo un mantra.

─Sí, estoy bien... ─trata de convencerse─, aunque...

Suelta la mano de Valenya para ponérsela en la barbilla y pensar. La chica de rulos al instante le pone la mano en el hombro y casi lo arrastra al suelo con ella, de no ser por el jalón en la mano que le dió. Valenya le dió un codazo fuerte a lo que él se quejó.

─¡Cuidado, Eduard!─dijo burlona, ante el nombre erróneo que su hermano pequeño, Rhaegon, le daba─. Si muero será por tu culpa.

Ed se comenzó a reír, antes de sostener nuevamente la mano de la menor.
─Lo siento ─le contesta, pero luego hace una mueca─. Contestando su pregunta, sí, algo sucede, ¿Cómo lo sabes?

Valenya niega antes de soltar una sonrisita traviesa.

─Tus expresiones te delatan.

Ed bufó, otra persona que le decía lo mismo. Empezaría a hacer una lista ahora.

─Mi madre me envió una carta.

Valenya lo voltea a ver de golpe, deteniendo sus cuidadosos pasos.

─¡Eso es bueno! ¿No decías lo mucho que querías que te mandara cartas? ─Ed asiente pero no hay ni un solo atisbo de alegría en su rostro─. ¿Entonces?

Ed suspira profundamente.

─Algo se siente diferente en ella. No sé...sus palabras, son frías y distantes, casi como si no lo hubiera escrito ella. Sé que lo escribió ella porque es su letra, pero...es distante, ¡Es raro! Mi madre solía ser mi mejor amiga en Riverrun, casi una de las únicas personas que jugaban conmigo y ahora parece que no quiere saber nada de mí.

Valenya frunce el ceño confundida.

─Tal vez ella...ella seguramente está dolida por no haberle mandado ninguna carta de las que escribiste ─reprende ella, Ed rueda los ojos con diversión.

─¿Querías que le enviara ese pergamino antiguo? Parece que lo escribió un niño de nueve meses, la letra es horrible.

─Seguro iba a entender.

Ed alza las cejas, mirándola incrédulo. Valenya sonríe para luego reírse.

─Le he pedido ayuda a la reina Davinia. Tal vez ella me ayude a escribir mejor algunas letras e incluso a expresarme de mejor manera, la he visto con sus hijos, ella es muy buena.

Ed sonríe ampliamente ante la mención de la reina, aquella mujer que no fue nada más que amable con él. Aunque también compartían un lejano lazo sanguíneo que los conectaba de alguna manera.

─Lo es ─dice Valenya sonriéndole también.

Ed y Valenya continúan caminando luego de eso, algunos chistes internos entre ellos son intercambiados. Cualquiera que los viera, diría que a ninguno lo perturbaba alguna situación, ojalá hubiera sido así por mucho más tiempo.

─¿Extrañas a tu familia? ─le pregunta Valenya─. Yo lo haría, ciertamente no puedo imaginarme estar lejos de mi madre y mis hermanos, mucho menos mi padre.

A Eddard lo remueve la pregunta. Sabe que Valenya mantiene una muy buena relación con su familia, una familia decente, que la ama y la quiere por lo que es. Se había dado cuenta de aquello apenas había puesto un pie en la fortaleza roja. Sentía cierta envidia ante eso, aunque jamás se lo diría en voz alta.

─Sólo a mi madre.

Ed vió por el rabillo de ojo como Valenya ladeaba la cabeza.

─No tengo la mejor relación con mi padre y mis hermanos ─explica─, es algo complicada.

De hecho, una vez Ed había querido ser igual de fuerte y valiente que su padre. Un hombre hecho y derecho, la cabeza de su casa y un honor para todo aquello que pronunciara su nombre. Eso fue antes de darse cuenta de que él era un cobarde, y que odiaba a la persona a la que él más amaba en el mundo.

A Lysa. Su mamá.

Cuando Ed se enteró de eso, su mundo se derrumbó. Su mamá había estado fingiendo un amor por su padre, un amor que nunca había estado ahí. La verdad es que Lysa Tully, jamás pudo sentir algo que no fuera repulsión por el padre de sus hijos, pero siempre fingió, se colocó una máscara para que sus hijos, su pequeño retoño, no vieran la realidad de la situación. Un matrimonio en el que no había amor, sino odio y repulsión mutua.

Un niño de seis años no debería descubrir lo que él había descubierto.

Ed sacude la cabeza y sonríe nervioso, Valenya le reconforta con una palmada en el hombro.

─¿Puedo contarte un secreto? Pero tienes que prometer que no le dirás a nadie, ni siquiera a Thalia.

─¡¿Tanto así?!

Ed se rasca la nuca, mirando al suelo.

─Es que siento vergüenza.

Valenya suspira, pero luego asiente. Ambos se dirigen a los jardines y se sientan en el césped, con la espalda en el árbol al que recurrían siempre.

─Bien, dime ─Ed recuesta la cabeza en el regazo de Valenya.

─En mi familia era más que obvio que siempre fui el favorito de mi madre. Dedicaba todo su tiempo a mí, me contaba historias, jugaba conmigo. Había veces en que lograba escabullirse de sus aposentos y se iba a los míos para dormir conmigo, ella era mi única familia dentro de todo eso.

«Mi padre se dió cuenta del apego que tenía hacia mi madre y decidió tomar riendas en el asunto. Empecé a pasar más tiempo en mis lecciones con los maestres y a entrenar casi todo el día con mis hermanos, ya no pasaba tanto tiempo con mi madre. Aún así ella seguía escapándose para dormir conmigo.

Empecé a sentirme vacío y solo. Mis hermanos apenas me dirigían la palabra y tenía suerte si me miraban. De hecho, tenía suerte si me miraban con otra cosa que no fuera desprecio y burla. Me avergonzaba admitir que...que yo prefería la compañía de mi madre, oír sus historias y aprender a bordar antes que la de mi padre y mis hermanos, prefería aprender a bordar a sostener una espada porque la verdad es que...me aterran, es aterrador aprender a manejar un arma si sabes lo que puede significar algún día.

No quiero aprender a usar una espada, quiero correr por los jardines y jugar hasta cansarme. ¿Por qué no le dan a la princesa Malisanne la oportunidad de aprender a usar una espada? Ella es muy ruda, apuesto a que le gustaría aprender.

Cómo sea. En mi ingenuidad, le conté a mis hermanos, pensando que podía confiar en ellos aún. Que tonto fuí.

Ellos usaron un término muy despectivo y me llamaron…»

─¿Cómo te llamaron? ─pregunta Valenya con cuidado, hace una mueca y coloca sus dedos en el cabello de Ed, acariciándolo con suavidad.

Ed se tapa la cara con las manos, para ocultar las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos, se limpia los ojos bruscamente y se sienta, repentinamente incómodo ante toda la atención que estaba recibiendo en el momento.

─Ellos me llamaron afeminado, una mujer en el cuerpo de un hombre. El sólo hecho de preferir las actividades femeninas por encima de las masculinas les pareció algo insólito. El que yo tuviera miedo era algo impensable. Que no fuera valiente era una deshonra. Se lo dijeron a mi padre, y por un tiempo, tuve terminantemente prohibido acercarme a mi madre.

Al decir eso, ambos se quedaron en silencio. Ed no supo si Valenya se sentía incómoda, si lo estaba procesando o si quería pegarle y alejarse corriendo. En cambio, Valenya lo volteó a ver y lo abrazó.

Al principio se congeló, luego, el niño reaccionó y comenzó lentamente a corresponder su abrazo.

─Eso no te hace un...eso. Prefieres la compañía de tu mamá porque es la única persona de tu familia que ha sido buena contigo ─dice ella, Ed puede detectar un poco de resentimiento en su voz─. Y sientes miedo, ¿Y qué? Todos los sentimos alguna vez, ¿Crees que yo no sentí miedo cuando mi mamá se puso en labor de parto con Joffrey? Yo estaba aterrorizada.

Ed se rió levemente y Valenya lo acompañó en sus risas.

─El punto es, Ed, que tener miedo no te hace un cobarde, o un afeminado. Lo que te hace un cobarde es... básicamente ser Aegon.

Ed soltó una carcajada involuntaria y entrecerró los ojos, agarrándose el estómago.

─Ponte serio, no he terminado ─dice juguetona, Es hace lo posible para callarse─. Lo que te hace valiente es enfrentar tus miedos, ¡Ah! ¿No me dijiste que Helaena te había hecho sostener a una hormiga en el dedo durante tres minutos?

Ed asintió.

─¿Ves? Eres valiente, punto final.

Ed parpadeó, reflexionando ante las palabras que su mejor amiga, su primera amiga, le había dicho.

─¿Quién te enseñó eso? Lo de ser valiente y todo el asunto.

─Ser Harwin, ¿Por qué?

Una lenta sonrisa comienza a formarse en el rostro de Ed, Valenya, indignada le da un codazo en el estómago. Esto no evita que él se comience a reír con fuerza.

─¡No empieces! ─exclama y se le abalanzó encima, dándole golpes no muy fuertes en el estómago que aún se esforzaba por cubrir.

[•••]

Después de que Valenya se fue con su madre, Ed se quedó un rato más en el jardín, admirando el cielo y las flores que decoraban el ambiente.

Ed vió a las mariposas volar alrededor del jardín. Casi chilló cuando una se posó en su nariz, pero no lo hizo y se dedicó a mirar fijamente sus colores lavanda, los colores de los ojos de la princesa Helaena.

Pero lamentablemente había espantado a la mariposa con sus ganas de estornudar.

Ed se levantó del suelo y sacudió sus ropas llenas de tierra, preparándose para ir a descansar a sus aposentos.

No obstante, escuchó unos susurros desesperados y pasos rápidos, casi convirtiéndose en un susurro del viento. Vió a la princesa Helaena mirando a los rincones de los pasillos con desesperación.

─¿Princesa Helaena? Hola... ─saluda él con una sonrisa suave.

─¿Has visto a una araña por aquí? ─pregunta desesperada, alarmando a Ed.

─¡¿Araña?! ─exclama abrazándola rápidamente, mirando cada rincón del suelo─. ¡¿En dónde?!

Helaena suelta un ruido que es casi parecido a un sollozo, eso alarmó aún más a Ed, que se abrazó más a ella, creyendo que la araña era mortal.

─¡¿Es venenosa?!

─¡No! Es sólo que la perdí de vista y tengo miedo de que Aegon la encuentre primero que yo porque va a aplastarla ─ella trata de soltarse del agarre de Ed, y él recuerda que a ella no le agrada el contacto físico, por lo que se separa como si un millón de espinas le tocaran la piel─. ¿Estás seguro de que no la has visto?

─No pero... ─no hagas nada, Eddard, es estúpido. No. Hagas. Nada─...yo puedo ayudarte a buscarla.

Helaena siente una emoción enorme. Mira a Ed mientras sus ojitos lavanda brillan. Eddard pasa una mano por su cara, secandole delicadamente las lágrimas a Helaena.

─¿Lo dices en serio? ¿No mientes? Sé cuánto te aterran los insectos ─Ed asiente.

─Estoy seguro. Jamás te mentiría a ti ─Ed sonríe suavemente, ocultando el miedo que tenía─. Ven, busquemos a ese... pequeño monstruo.

Helaena le da un leve golpecito en el hombro, pero aún sonríe y sigue secándose las lágrimas. Y luego comienza a describirle a él cómo era la pequeña criatura que se había extraviado.

Ambos niños se separan, dedicándose a buscar por los rincones. Ed se maldice a sí mismo en voz alta y voz baja y hasta en sus pensamientos.

Se recuerda a sí mismo que esto era para que Helaena estuviera feliz, Helaena se veía bonita sonriendo y se le notaba más radiante, cómo si un brillo la envolviera.

─Esto es por Helaena, esto es por Helaena, esto es por Helaena ─dice mirando a cada rincón. Y luego la vé, una araña exactamente con las descripciones que ella le dió. Suspira temblorosamente, sintiendo las lágrimas aproximarse y su corazón latir rápidamente─. Esto es por Helaena, esto es por Helaena, esto es por Helaena.

La toma entre sus manos y, sintiendo los movimientos de la araña en su mano, suelta sonidos ahogados y palabras inentendibles mientras sale corriendo en la búsqueda de Helaena.

Nunca había corrido tan rápido en su vida, siente los movimientos de la araña en sus manos y se desespera más, no puede creer que haya hecho esto, no puede creer que esté haciendo esto.

Y cuando cree que la situación no puede empeorar más, se topa con la princesa Malisanne en el pasillo.

Ed comienza a saltar desesperado, mordiéndose el labio inferior con fuerza.

─¿Has visto a la princesa Helaena? ─pregunta descaradamente, ganándose una ceja levantada de ella.

─¿Estás... dirigiendome la palabra por alguna extraña y confusa razón?

Ed asiente desesperado, cosa que parece divertir a la princesa.

─Necesito entregarle alg...─un llamado con su nombre le hace voltear bruscamente.

Era ella.

Ed corre hacia ella a todo lo que dan sus piernas, tropezando y cayendo al suelo cuando Malisanne coloca el pie en su camino. La princesa coloca las manos en sus rodillas y comienza a reírse.

Ed cae de boca al suelo y suelta a la araña. Se queja por el escozor en su barbilla y estómago, escuchando las carcajadas de Malisanne de fondo.

Helaena corre hacia él, no sin antes tomar la araña entre sus manos. Sonríe a Ed con emoción.

─¿Es esa tu araña? ─pregunta el muchacho con la voz ahogada, aún escuchando las risas de Malisanne.

Helaena le da una mirada rápida a Malisanne.

─¡Está es! Gracias por todo, Ed ─Helaena se arrodilla frente a él y le da un pequeño beso en la mejilla─. ¿Estás bien?

─Mejor que nunca ─dice sonriendo embobado por el pequeño beso. Se voltea hacia Malisanne y le saca la lengua.

Malisanne refunfuña y se prepara para patearlo en la cara, a lo que Ed suelta un grito agudo y se tapa la cara con ambas manos.

Se levanta del suelo de un salto y antes de que Mal pudiera perseguirlo, se coloca detrás de Helaena, la cuál ríe ante la interacción, creyendo que lo hacen para hacerla reír.

Y luego él le vuelve a sacar la lengua. Se acaricia la barbilla pues aún sentía dolor en la misma. Malisanne le hace un gesto obsceno mientras se prepara para irse, con su brazo enganchado en el de Helaena.

─Creo que te has ganado ese viaje en Dreamfyre.

Ed abre mucho los ojos y comienza a saltar y a celebrar en medio del pasillo.

─Me alegra que estés aquí, Eddie ─le dice Helaena, dejando un último beso en su mejilla.

Ed se toca la mejilla con una sonrisa embobada, viendo a la princesa y su hermana irse.

Malisanne le hizo un gesto obsceno antes de irse. Pero ni siquiera eso pudo desanimarlo.

Porque él, el que se supone que no debía haber nacido, le agradaba a Helaena Targaryen.

Y eso lo hizo sentir feliz. Muy feliz.

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