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Waldorf Astoria Chicago

Al instante en que salieron del salón de eventos ante las atentas miradas de su amiga y su madre, y que ambas se miraron y chocaron sus copas junto con una sonrisita, Ander miró a Nayra que había tomado en sus manos el teléfono móvil.

―¿Qué haces? ―cuestionó él.

―Texteo a tu madre para avisarle que volvemos.

―Quien organizó el evento reservó habitaciones aquí mismo por si alguien quiere pasar la noche, nosotros cenaremos y nos quedaremos a dormir en uno de esos cuartos si quieres.

―¿Tengo que decidir yo? ―cuestionó frunciendo el ceño al mirarlo.

―Sí, ¿por qué no?

Nayra quiso encontrarle algo raro a lo que Ander le había dicho pero no encontró absolutamente nada extraño.

―De acuerdo. Si la habitación ya está pagada y no ha salido de tu bolsillo, pues está bien.

―¿Y si hubiera salido de mi bolsillo habría sido un problema para ti?

―Puede que sí, no vaya a ser cosa que algunas confirmen algo que no soy.

―¿De quiénes estás hablando?

―De la arpía y de Rachel.

―Has conocido a la amiga falsa de Rebecca. ¿Qué te pareció?

―Una falsa —afirmó con veracidad—. Eso me pareció. Destila asquerosidad.

Cuando llegaron a la conserjería, Ander pidió por alguna habitación reservada por el hombre que había organizado el evento. Nayra se mantuvo bastante alejada de la recepción y por tal motivo no escuchó cuando el abogado le pidió la suite presidencial.

A Aritzmendi le gustaban las cosas refinadas y de lujo, y por eso si podía, elegía o compraba lo mejor. Apenas el conserje le dio la tarjeta magnética y les deseó buenas noches, se alejaron de allí para volver a subir por el elevador.

―¿Es cierto que saliste con abogadas?

―¿Quién te lo dijo? ―le clavó la vista de inmediato.

―Rachel pero me sorprendió más cuando me dijo que saliste con clientas. No te hacía así.

―Ya sabes que a veces uno comete errores.

―Sí, todo el mundo los comete pero que hayas salido con clientas es otra cosa, se supone que un profesional no tiene relación estrecha con su cliente. Porque queda poco profesional, valga la redundancia.

―¿Aplica eso también para lo nuestro, no te parece? ―clavó los ojos en los suyos.

―Es diferente, al menos yo no tengo un título.

―Pero eres mi empleada y las cosas se nos fueron de las manos.

―¿Me estás culpando por eso? ―lo asesinó con la mirada.

―No ―apretó la mandíbula―, pero no estaba en mis planes todo esto.

―Pues tampoco en los míos. Sin embargo parece que sucedió sin que ambos lo hubiéramos esperado. ¿Acaso vas a negar que te pasa algo conmigo? ―alzó una ceja al tiempo que lo observaba con atención a los ojos.

El abogado se mantuvo callado y Nayra se decepcionó.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, dejó que ella saliera primero y caminaron en silencio por el pasillo hasta la suite presidencial.


🌻🌻🌻


Suite presidencial

Una vez que Ander pasó la tarjeta por la ranura y habilitó el ingreso, Nayra entró primera y el hombre cerró la puerta a sus espaldas.

―No voy a negar que algo nos pasa y está más que claro que tenemos una atracción que jamás sentí con otra mujer ―respondió con sinceridad.

―Entonces no deberías negar lo que sientes ―se giró en sus talones para mirarlo.

El hombre avanzó hacia ella posando las manos en la cintura e inclinándose para besarle los labios.

―Abrázame ―susurró él contra su boca.

Nayra rodeó sus brazos por el cuello masculino y dejó que la llevara contra una de las paredes de la suite.

―Nunca he estado tan caliente con una mujer como lo estoy contigo ―expresó lleno de placer mientras le besaba el cuello―. Pero debo frenar, si no me consumirá vivo. Y esto de ahora, te aseguro que ha calmado el fuego que siento por ti.

―¿Por qué no quieres seguir besándome? No te lo negaré.

―Eres una tentación pero no voy a estropear esto que tenemos.

Fue el turno de Nayra atraerlo por las solapas del saco para besarlo y abrazarlo de nuevo por el cuello, de aquella manera tuvo acceso libre para enterrar su lengua en la boca de Ander. El hombre se sorprendió ante la actitud desinhibida de la joven pero le agradó mucho y la abrazó por la cintura para apretarla más contra él y la pared.

―Siento curiosidad... ―se separó.

―¿De qué sientes curiosidad? ―arqueó una ceja al tiempo que la miraba.

Aritzmendi vio el rostro de Nayra sofocado y colorado por los besos que le había dado, incluso veía una leve irritación alrededor de su carnosa boca producto de la áspera barba que le estaba creciendo.

―¿Tienes sexo de manera metódica? Es decir, ¿controlando los embistes?

Ander la atravesó con aquella mirada azul, tan característica en él.

―No, implemento lo metódico solo para lo laboral. Para las demás cosas, incluido el sexo soy un hombre que no sabe de control.

El abogado decidió separarse de ella porque sabía bien que iba a sucumbir a la tentación y tenía miedo de estropear todo. Fue directo al teléfono para pedir la cena en la habitación.

La muchacha vio cómo el hombre se quitaba el saco del esmoquin y luego desanudaba la pajarita.

―Era de esperarse que Ander Aritzmendi iba directo a lo clásico, nada de sencillez para enganchar de un lado la pajarita y listo ―comentó con algo de sarcasmo―, claro que no, todo tiene que ser impecable y a lo tradicional, partiendo de un listón para pajarita. Tienes 35, no 100 años ―dijo exasperada.

―Me gustan las cosas tradicionales y clásicas, esas nunca pasan de moda. Y todavía no he cumplido los 35 años.

―¿Cuándo cumples?

―En una semana.

―¿Y no has dicho nada? ―cuestionó sorprendida.

―¿Por qué debería decírtelo? No festejo mis cumpleaños.

―¿Por qué no? Se deben festejar los cumpleaños, con velita y todo.

―Eso es para las personas de tu edad, no para mí.

―Si no me lo dices tú, se lo preguntaré a tu madre ―sonrió de lado―. Y si me lo dice ya sabré yo qué hacer ―tamborileó los dedos entre sí.

―Lo haces y te aseguro que te despido.

Nayra se acercó a él y lo enfrentó poniendo los brazos en jarra a los costados de su cintura y levantó la cabeza para mirarlo.

―Atrévete ―lo desafió.

―No me tientes.

―Tentarte significa otra cosa, por lo menos en mi vocabulario, tentar significa provocar a la otra persona, provocarla hasta hacerla caer ―emitió con algo de descaro en su voz.

―No me provoques Nayra, no sabes de lo que estás hablando, no vayas por ahí porque si sigues vas a conocer al animal que llevo dentro. Y no estás preparada para algo así.

―¿Tú lo dices eso último? ―formuló arqueando una ceja.

―Sí, la circunstancia en la que estamos nos deja en una situación un poco floja entre los dos. ¿No te parece?

―Pues yo lo veo claro, somos un hombre y una mujer. Punto.

―¿Estás pretendiendo que pase algo entre nosotros ahora?

―Mi pensamiento me dice que me comporte, pero mi corazón me dice que siga y siga hasta ser tuya.

Ander jamás hubiera esperado algo así de Nayra. Fue tan sincera e inocente su confesión que no pudo evitar sentirse tan incómodo como privilegiado.

El servicio de habitación golpeó a la puerta y fue una escapatoria para el hombre quien enseguida le abrió la puerta, el chico dejó el carrito y él le dio algo de propina, y con aquello cambió drásticamente de tema también.

―He pedido lo que hay porque la cocina ya estaba cerrada.

―No pasa nada, entiendo ―contestó la joven quedándose cortada y suspiró resignada―. ¿Puedo sacarme las sandalias? Los pies me los está matando ―cuestionó sentándose en un sillón individual.

―Claro, ¿por qué me tienes que pedir permiso?

―Porque luego de cenar volvemos.

―Si regresamos esta noche o no, estás en todo tu derecho en descalzarte.

―De acuerdo.

Nayra se desató las sandalias y las sacudió revoleándolas en el aire.

―Toda una damita ―bromeó de nuevo ella entre risas.

―Por supuesto.

―¿Eso crees?

―Sí, que revolees las sandalias no te hace menos dama.

Ander se encargó de poner la mesa y le ofreció para que eligiera el plato que le gustaba.

―El que quieras estará bien.

―Te estoy ofreciendo a que tú elijas, tengo hambre, no me importa cuál comer.

―Pollo a la crema con papas rústicas.

―Buena elección.

―Podemos compartir los platos si quieres, te doy la mitad del mío y tú del tuyo.

―Está bien.

Cada uno cortó la mitad de lo que tenía en su plato y se intercambiaron las comidas. Mientras cenaban estaban otra vez en silencio pero ella quiso hablar, por lo menos para que el ambiente no sea tan tenso.

―¿Has preguntado a tu madre cómo están?

―Iba a hacerlo luego de cenar pero ya que lo mencionaste, lo haré ahora.

El abogado se retiró al cuarto para conversar con tranquilidad al tiempo que ella comía despacio. Quince minutos después se sentó frente a la joven.

―Está todo bien en la casa y te envía un beso.

―Gracias, ¿y la niña?

―Durmiendo desde hace dos horas atrás.

―Qué bueno, por lo menos podrán dormir tranquilos.

―Sí.

―¿Tu madre conoce desde hace mucho a Madison?

―Sí, desde que mis padres se casaron. Tienen casi la misma edad ambas, se conocieron por intermedio de unas amistades.

―¿Y ha vestido a alguien más cercano a ti?

―¿Qué quieres saber? ―levantó una ceja cuando la miró fijamente―, ¿si vistió a la madre de Agnes o a alguna otra? No, tranquila. Y si lo hubiera hecho no tienes porqué saberlo, estás actuando como una celosa.

La actitud en Ander había cambiado y estaba segura que por culpa de los besos que se habían dado.

―No lo pregunté con ese fin. Sentí curiosidad porque me extrañó que desde el principio me ofrecieras un lujo por así decirlo en tener la misma asistente de imagen que tu madre, esas cosas solo las tienen las personas de buena posición. Y que tenga acceso a eso también una niñera, es raro.

―Cuando sientas curiosidad, muérdete la lengua.

―No seas pedante y grosero, te estoy hablando bien. No necesitas ser así conmigo, no soy tu competencia. Conmigo puedes dejar de tener el palito donde sabes.

Por una extraña razón, Ander rio por lo bajo y continuó cenando.

Aritzmendi para enmendar el error que había cometido con ella por su falta de tacto quiso saber algo más serio que lo anterior que estaban discutiendo.

―He visto la cara de terror que pusiste cuando te dije que iba a darte un castigo, y cuando vi la expresión tuve la impresión de que tu ex te hizo algo más.

El rostro de Nayra se tornó preocupado y ensombrecido.

―Me gritó delante de todos en la reunión a la que asistí con él y cuando nos quedamos solos me dio un sopapo.

―Me habías contado que fue un intento de golpe y luego una primera cachetada.

Nayra quedó callada y avergonzada también.

―Sí y pasó eso pero en otra oportunidad me hizo lo que acabas de saber. Por eso quedé petrificada cuando me hablaste del castigo.

―Y no esperabas un castigo así por mi parte, ¿verdad?

―Sinceramente no.

El hombre no sabía aún cómo continuar con la plática y para él pedir disculpas era incómodo porque sentía que había estado en falta con la otra persona. Le costaba horrores.

―Te pido perdón por lo de hace unos momentos atrás.

―¿Sobre qué? ―preguntó como si no le estuviera entendiendo.

―Sobre lo de hace un rato... mi actitud de estrecho.

―Ah, bueno... Es tu modo de ser, ¿no? El asunto es que la manera en cómo actúas me deja descolocada.

―Entiendo. Pensarás que soy un poco como tu ex.

―Sí, no te lo voy a negar. Por eso dudaba si debía o no trabajar para ti pero con los meses creí que eras diferente.

Él quedó sorprendido porque no se esperaba aquella respuesta.

―¿Y ahora?

―Lo estoy dudando de nuevo.

―Comprendo ―frunció el ceño―, a veces soy un tipo difícil.

―No lo dudo pero soy la hermana de tu mejor amigo, ningún cliente o abogado ―le dijo tratando de alguna manera hacerle entender aquello.

―¿Te gusta el vestido que elegiste?

―Sí, ¿por qué crees lo contrario? ¿A ti te pone nervioso?

―El nerviosismo se me fue cuando te di el beso.

―Yo sentí que nunca bajaste la guardia, por más beso fogoso que me hayas dado, siempre te sentí controlando cada uno de tus movimientos. Solo el beso a oscuras fue diferente.

―Vivo mi vida en control, rara vez dejo que mis sentimientos me dominen.

―Ya veo... por lo menos me dejaste saber lo que hay debajo de toda esa fachada de seriedad, estrechez y demás.

―¿Qué te hice ver?

―Qué eres fogoso.

Nayra se lo dijo sin tapujos.

―Vaya, vaya, la niñera calificándome de fogoso.

―Es cierto, por más traje de diseñador caro que uses, por más estrechez y seriedad que tengas, debajo de todo ese control que aparentas tener, hay un hombre con sentimientos que debería dejarse llevar por lo que siente, eres un padre soltero que necesita tener a alguien con él. Y no entiendo porqué lo niegas cuando hasta tú mismo me dijiste antes que ardías por mí.

―Que sea un padre soltero no significa que necesite a alguien. Para eso estás tú, cuidando de Agnes.

―Eres cortante cuando te lo propones, parece que solo sigo sirviendo para cuidar de tu hija.

―Llegaste aquí para cuidar de ella, no para calentar mi cama ―las palabras de Ander salieron con frialdad absoluta.

Nayra quedó indignada, se levantó de la silla y se puso frente a él tan ardida que le salieron barbaridades de la boca.

―Viejo gruñón, estrecho, sorete mal hecho ―escupió mordaz.

Aritzmendi la sujetó de la muñeca y tiró hacia delante para sentarla en su regazo y la abrazó por la cintura.

―¿Qué me dijiste al final? ―cuestionó mordiendo su barbilla.

―Sorete mal hecho.

―¿Y por qué me lo dices?

―Porque parece que solo me ves para eso y entiendo que llegué para ser la niñera pero tengo ilusión de tener algo contigo también. En el evento me he sentido un poco la princesa del cuento. Aunque las princesas de cuento no saben lo que es sentir que te arrinconan en las sombras para comerte la boca.

―Nayra... no estoy para estas cosas.

―Te niegas a tener algo.

―Pero así soy.

La joven no pudo evitar abrazarlo por el cuello y besarlo de nuevo. Ander la apretó más contra su cuerpo pero luego la frenó.

―Sigamos cenando ―le respondió mirándola a los ojos y mientras la sujetaba de las mejillas, le dio un beso en la frente.

Nayra volvió a sentarse y continuaron comiendo.

―¿Cómo se llama tu ex?

―No voy a decírtelo. ―Negó con la cabeza también―. No es un tema tuyo... ―contestó y dejó los cubiertos sobre el plato―, me pondré las sandalias.

―¿Para qué? ―frunció el ceño.

―Para volver a la casa.

―Ya es muy tarde y le he dicho a mi madre que nos quedamos a dormir aquí.

―No estaba en mis planes pasar la noche en la suite presidencial, aunque se me cruzó por la mente algo así, no te lo voy a negar ―sonrió casi encantada—. Pero cuando me dijiste para cenar y dormir, creí que solo iba a ser la cena aunque quien organizó el evento haya pagado por la noche.

―No vayas por ahí de nuevo, Nayra.

Ella quedó callada e incómoda.

―Iré a darme una ducha entonces.

―Toma esta noche como un descanso.

―Para descansar tengo un fin de semana cada quince días.

Él solo sonrió sin que ella se diera cuenta de eso.

Nayra entornó la puerta del baño y se dispuso a desvestirse y graduar los grifos de la ducha, mientras tanto tomó una toalla y una bata de toalla para colgar ambas en los dos percheros dentro del cubículo de la ducha.

Por otro lado, Ander dentro del dormitorio estiró las piernas y las cruzó. Lo mismo hizo con sus brazos y echó la cabeza hacia atrás mirando el techo. Se mordió el labio inferior y cerró los ojos cuando se dio cuenta lo idiota que estaba siendo con ella. Lo único que se le cruzó por la mente en aquel momento fue ponerse de pie y desvestirse para quedarse solamente con el apretado bóxer de color negro. Al entrar al baño, ella ya tenía puesta la bata y la toalla de turbante en la cabeza.

La joven quedó con la boca abierta y miró para otro lado. Con una vergüenza que no podía con ella misma, le habló:

―Llegaste tarde para ducharte conmigo... ―Lo enfrentó―, si esa era tu idea.

―Para nada, calculé que ya habías terminado.

―Bien... te dejaré tranquilo ―le dijo y agachó la cabeza sin mirarlo al tiempo que salía de allí.

Ander se metió en la ducha luego de quitarse la ropa interior y abrió el grifo del agua fría, sólo para apaciguar el fuego que sentía por ella.

La respetaba demasiado como para terminar entre sus piernas y haría todo lo que estuviera a su alcance para no terminar poniéndola debajo de él, por tal motivo le respondía tan serio y cortante.

Dentro de la cama, Nayra estaba de costado y revisando su teléfono móvil mientras bostezaba. Un número desconocido apareció de nuevo en las llamadas perdidas, sabía bien que era el desgraciado pero trató de calmarse todo cuanto podía.

El abogado salió con el bóxer y la camiseta que tenía debajo de la camisa blanca, y el pelo prolijo como si fuera a trabajar.

―¿Hasta para dormir te peinas así? ―unió las cejas con desconcierto.

―No voy a dejármelo sin peinar.

―No, pero parece que estás por salir.

Ella se levantó de nuevo y él comenzó a ponerse tenso otra vez. La muchacha se acercó y le pasó los dedos por su pelo desarmándoselo. El hombre cerró los ojos y apretó la mandíbula.

―Así estás mejor, y sigues estando presentable.

―Gracias.

La argentina volvió a la cama y se sacó la toalla de la cabeza, se cepilló el cabello con parsimonia estando sentada en el borde de la cama matrimonial. Cuando terminó fue al baño para secárselo un poco. Él por otra parte se metió en la cama boca arriba y con un brazo por debajo de su cabeza, miraba el techo y estaba tan falto de conversación como nervioso también.

La niñera apagó la luz del baño y caminó hacia la cama, se metió dentro y se puso de espaldas a él deseándole las buenas noches.

Nayra no estaba tan tranquila y se dio vuelta para acercarse más a él y apoyar la cabeza sobre el hueco entre la axila y el hombro.

―¿Molesto? ―preguntó mirándolo.

―No pero esto se nos irá de las manos si no frenamos uno de los dos.

―Ya se nos fue de las manos, Ander y no te preocupes, solo quiero dormir así, nada más.

―De acuerdo.

Ella se quedó dormida casi al instante mientras que él permaneció inmóvil y sin abrazarla. Cuando la vio profundamente dormida, le sacó la mano de su pecho dejándola sobre el colchón y él se giró dándole la espalda.

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