27. Cuando te quemás

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Cuando Darío despertó, tenía a Alexis abrazado a su espalda con las manos aferradas a su torso. Intentó zafarse, pero apenas pudo estirarse para apagar la alarma del celular. Se giró como pudo para quedar frente a frente, y le dedicó una sonrisa de tonto enamorado mientras le quitaba el cabello aún húmedo de la cara. Olía muy bien, a perfume, champú y ropa lavada.

Un golpeteo en la puerta lo hizo sobresaltarse. Se quedó inmóvil, con el corazón latiendo con rapidez.

—Darío, ya te preparé el café. Tengo que cubrir el turno de una compañera, ya me voy. —La voz de su madre se oyó apagada desde el otro lado de la puerta cerrada.

—Dale, ma. Gracias. Ya me estaba levantando.

Luego siguió el silencio y se pasó las manos por la cara, soltando un suspiro. Era horrible tener que estar con los nervios a flor de piel por si los descubrían, lo hacía sentirse como un criminal, un culpable de un delito atroz, cuando simplemente estaba enamorado de otro hombre, que era su primo político.

Alexis no se inmutó siquiera cuando abandonó la cama. Dormía con la respiración muy profunda y la boca entreabierta. Cuando se terminó de vestir, le dejó un beso en la mejilla y salió del dormitorio.

Tenía el primer parcial a fines de septiembre, un trabajo grupal que presentaba con Ramiro, Lorena y Lucas. Iba a ir a clases y después se reuniría con ellos para seguir con la tarea. No iba a ver a su novio al menos hasta las diez y media de la noche.

Esperaba que la nueva rutina no los matara.

Cuando Alexis llegó del trabajo, pensó que iba a encontrar a su compañero dormido, sin embargo, Darío estaba sentado en el escritorio. Parecía estar pasando unos apuntes que tenía en el cuaderno a la computadora mientras mecía la cabeza al compás de una música que él no podía oír. Tenía los auriculares del teléfono puestos y su pie subía y bajaba al ritmo. Rio para sí al darse cuenta que por un momento había pensado que su primo era tan aburrido que no le gustaba la música, pero parecía estar equivocado. Le dio mucha curiosidad saber qué le gustaba, así que le sacó un audífono y se lo colocó, haciendo que el otro se sobresaltara.

—Ay, Ale, casi me matás.

El aludido asintió, riendo, mientras el sonido de Don't stop me now le llenaba el oído izquierdo.

—¿Te gusta Queen?

Darío se encogió de hombros.

—Escucho oldies en general.

—No me lo imaginé, pero tiene sentido.

—¿Qué pensaste, eh? ¿Que escuchaba música clásica o algo así?

La risa de Alexis le hizo sonreír. Le dio al botón de guardar antes de girarse hacia él para recibirlo con un beso. Parecía muy cansado, con los ojos caídos y olía a pan quemado.

—¿Se te quemaron los sándwiches? —bromeó con una sonrisa mientras empujaba los lentes. Alexis bufó, se dejó caer sentado en la cama, con una mano en la cara, y Geralt brincó sobre sus piernas para recibirlo.

—Ah, deja, mijo. Me olvidé de uno en la tostadora mientras tomaba el pedido de una mesa. Me quemé los dedos en el apuro.

Levantó la mano para mostrar las puntas rojas de los dedos. Darío se levantó con apuro para sentarse a su lado y ver la gravedad de las quemaduras. Le dijo que debía ponerse una crema para que no se le ampollara y sin darle tiempo a replicar, se levantó a buscar el botiquín que Julieta tenía en el mueble del baño.

Cuando volvió, dejó lo que necesitaba al lado de Alexis, sobre la cama, y se acercó con su silla del escritorio. En silencio, le tomó la mano quemada y le miró los dedos, percatándose que tenía callos en las puntas por tocar la guitarra.

—Tenés que tener más cuidado, eh. —Le puso la crema con sumo cuidado en los tres dedos afectados. Alexis chistó, pero soportó el ardor.

—Si me vas a cuidar así, me voy a seguir quemando, man —soltó con una sonrisa coqueta, levantando la otra mano y moviendo los dedos. Darío sintió que la cara le quemaba.

—Sos un boludo. —Reprimió una sonrisa mientras terminaba y guardaba todo.

Alexis le sujetó la barbilla con la mano sana y le devoró la boca a modo de agradecimiento. Geralt maulló exigiendo atención y ambos rieron al separarse. Podían oír a Héctor preparando algo en la cocina, seguramente un bocadillo antes de ir a dormir aprovechando que su esposa ya estaba dormida, agotada por el doble turno. Pronto golpeó la puerta del dormitorio de los muchachos y se asomó para preguntarles si querían sándwiches calientes.

—Uy, no, tío. Jiedo a sándwiches, no quiero saber más nada —se excusó, tomando la remera que tenía puesta con el logo de la cafetería por los hombros, encogiéndose.

—Yo sí, pa. Gracias.

Héctor se fue aún riendo por la expresión de Alexis y en seguida le trajo un plato para su hijo. Les dijo buenas noches y se fue a su dormitorio. Pudieron oír que encendía la tele y el sonido que indicaba que había puesto algo en Netflix.

Alexis se puso a revolver su ropa buscando una muda para ducharse. Cuando volvió, ya limpio y vestido para dormir, Darío ya había dejado su tarea y se había acostado. Se tendió a su lado y le dedicó una sonrisa enorme, cargada de significado, a lo que su primo le respondió con una mirada ceñuda.

—¿Qué querés, eh?

—Quiero cambiar de rol. —Hizo girar los índices entre sí—. Te toca.

Darío tomó aire, exagerando el gesto. Alexis hizo puchero, inflando las mejillas, sosteniéndole la mirada. Notó su reticencia, así que se estiró para tomar los lentes de Darío que estaban sobre la mesita de luz y se apoyó sobre el codo girándose hacia él.

—A ver, contame, ¿qué te traumó tanto? —preguntó, haciendo un gesto con las manos como si sostuviera una libreta y un bolígrafo imaginario—. No quiero obligarte a nada si no querés, pero estaría bueno conversarlo porque capaz que es una bobada.

Su primo se tapó la cara con el brazo. Alexis terminó sacándose los lentes quejándose en murmullos de lo ciego que estaba por el aumento que tenía.

—Tenía un amigo cuando iba a sexto del liceo... —comenzó Darío, aun con la cara escondida.

—Sí, amigo... —susurró con sorna.

—Ale, callate si querés que te cuente.

—Perdoná.

Darío se sentó. Se tronó los dedos con la mirada fija en el acolchado azul que le tapaba las piernas y los pies.

—Teníamos como una cierta química. Me invitó a su casa y terminamos haciendo algo. —Se calló por un momento, soltando un suspiro—. Bueno, fue torpe, lleno de errores, pero creo que lo disfrutamos. Yo al menos lo hice.

Hizo otra pausa que Alexis aprovechó para sentarse también, con el ceño fruncido. Presentía que lo que seguía no había sido bueno. Le dio un leve empujón con el hombro para que continuara.

—La próxima vez que nos encontramos, él quiso, ya sabés... —Hizo un círculo con el índice y el pulgar y pasó el índice por el centro—. Le dije que podíamos probar, pero que fuera tranqui, iba a ser mi primera vez. Pero él se zarpó. Quería meterla de una, dolió como la puta madre y terminamos muy mal.

Soltó el aire como si lo hubiera retenido todo ese tiempo mientras rememoraba. Alexis soltó maldiciones mientras le acariciaba el hombro.

—No me habló más desde entonces. Yo tampoco. En el liceo la excusa que puso cuando preguntaron por qué no nos hablábamos es que yo era puto y que lo estaba hostigando.

—Qué hijo de puta, yo lo hubiera reventado a piñas —comentó Alexis con los dientes apretados.

—Por suerte estaban terminando las clases. Di los parciales y no fui más.

El silencio que le siguió fue cargado de tristeza. Parecía que aquella situación había hecho más daño a Darío de lo que quería demostrar y Alexis se sintió culpable de haber metido el dedo en la llaga. Le rodeó los hombros con los brazos, pidiendo perdón, y se quedó con la cara metida en el cuello de su compañero. Se sentía tan mal por él que solo deseó abrazarlo hasta quedarse dormidos.

—Mijo —dijo, al cabo de un rato, cuando finalmente lo soltó—. Cuando tú estés listo, avisame. Me come la ansiedad, pero no voy a lastimarte, ¿ta?

Darío esbozó una sonrisa de agradecimiento.

—Lo sé. Gracias.

Ey! Cómo están? Ya falta poco para terminar, quedarán unos cinco/seis capítulos más el epílogo ;-; 

Gracias por estar ahí y compartir conmigo estos momentos, los quiero <3

A Darío le gusta los oldies, a Alexis el rock uruguayo/argentino; a mí un poco de ambos, el pop, y algo de j-pop/k-pop, ¿qué escuchan ustedes? 

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