Prólogo. El principio del fin.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Aquí comienza este fanfic en colaboración con cristy811994. Estamos super ilusionadas de compartir esta historia con vosotras. No será muy larga, pero la hemos escrito con muchísimo amor y ya era hora de que hiciéramos algo juntas!!!

Cada capítulo estará dividido en 2 partes, uno de ellos se subirá en la cuenta de Cristy y la otra en la mía. En todos ellos os indicaremos el orden de lectura de cada capítulo, pues en algunos casos mis capítulos se leerán 1º y en otros se leerán los 2º.

En este caso, debéis ir primero al perfil de Cristy y buscar la historia "De odio, amor y tragedias". Si queréis leernos en fanfiction.net, también allí podéis encontrar nuestros perfiles: Cristy (Cristy1994) y yo (lizze213).


*Prólogo. El principio del fin.*

(Orden de lectura: 2º)

Restablecer la paz entre ambos mundos. La mera idea era un disparate en sí misma.

Sentí la mirada de mi padre posada en mí, a pesar de que él se afanara en fingir que estaba revisando unos documentos importantes. Yo sabía que lo único que hacía era vigilarme, asegurarse de que yo no tomara mi varita y derribara a sus dos perros guardianes, dos magos que lo seguían a todas partes y lo protegían de cualquier amenaza que Lucius Malfoy, rey de la Comunidad Mágica británica, pudiera sufrir.

Mi padre parecía ignorar que yo tampoco quería la guerra, que los muertos y el sufrimiento de mi pueblo, de mi gente, no eran lo que yo deseaba. Aun así, no quería la paz con los muggles, ellos no me parecían dignos de mantener relación con nuestro mundo. Nosotros éramos, evidentemente, muy superiores en todos los aspectos. ¿Por qué se rebajaría un lobo a pasear en manada junto a los perros domésticos? No éramos iguales, ni siquiera éramos comparables.

Pero no había nada que yo pudiera hacer ya. Me había comprometido a casarme con Hermione Granger, la futura heredera de la Inglaterra muggle. Y la idea tan solo me provocaba repulsión. Desposar a un ser inferior, a alguien que no estaba a mi altura, representaba un castigo que yo no merecía. Y, aun así, no podía librarme de él.

Nos casaríamos en pocos días y esa misma noche tendría que compartir una velada con esa princesa Hermione: respiraría el mismo aire que ella, me vería obligado a estrechar sus manos, a bailar con ella y a observarla de igual a igual.

No me agradaba en absoluto ese destino.

Caminé hasta la puerta de ese enorme salón. Mi padre alzó la vista hacia mí, deteniendo su pluma por un instante y apretando los labios.

—¿A dónde vas, Draco? —me preguntó con voz severa.

Mi padre no era precisamente cariñoso, mucho menos lo había sido desde que la guerra con los muggles había acabado. Él sabía de mi disgusto hacia las criaturas no mágicas y desaprobaba por completo mi actitud.

«Un día serás rey, Draco, has de actuar como tal», me había dicho la misma noche en la que se había acordado mi matrimonio con esa muggle. Yo no había contestado, apenas hablaba ya con él.

Sabía que la Disidencia estaba ahí afuera, en algún lugar, que ellos me apoyaban. Un grupo de magos en desacuerdo con esas absurdas nuevas leyes de conciliación. La Disidencia era el verdadero futuro de la magia, los únicos que conseguirían purificar nuestro linaje y eliminar a los muggles de nuestra sociedad. Porque magos y muggles no podíamos unirnos, ¡no debíamos unirnos, maldición!

—Tan solo quiero tomar el aire, padre —respondí.

Con un gesto que yo comprendí a la perfección, el rey ordenó a uno de sus hombres que me siguiera. Yo permanecí impasible, como si no me percatara de eso.

Levanté la cabeza y salí del lujoso salón sin volverme de nuevo. Caminé con decisión: bajé las escaleras del castillo y llegué al exterior tras cruzar varias puertas más de la fortaleza. El viento otoñal me recibió en cuanto por fin accedí a los jardines de ese hermoso castillo en el que vivía.

—Deja de perseguirme, no voy a largarme a ningún maldito lugar —le ladré al hombre de mi padre, molesto.

Él se tensó, deteniéndose en la puerta. No me siguió, pero tampoco regresó de nuevo al salón del piso superior. Se quedó allí, observándome en la distancia.

Por fin pude respirar. Por fin fui capaz de llenar mis pulmones de aire y mis manos cubrieron mi cara segundos después. Quise gritar, pero me controlé para no hacerlo, no era el momento ni el lugar para eso. La desesperación me carcomía por dentro, pero no dejé que ningún sonido escapara de mis labios.

Me casaría con una mujer a quien no conocía, pero a la que ya odiaba. Estaba condenado al mismísimo infierno.


Espero que os haya gustado el capítulo. ¡Nos veremos de nuevo el domingo! Mil besos :)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro