¡Treinta y dos!: visiones diferentes y mariposas en el estómago.

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ChanYeol caminó tranquilamente por los pasillos del instituto hasta llegar a la salida, JiMin se encontraba ahí sentado en una de las bancas cercanas mientras jugaba con su celular y, sin poder evitarlo, el alfa miró hacia los alrededores en búsqueda de YoonGi. No demoró en darse cuenta de que no estaba cerca y se acercó lo suficiente a JiMin como para llamar su atención.

—Oh, hola —saludó antes de guardar su celular en su bolsillo y levantarse de la banca—. ¿Nos vamos a casa? —sonrió.

Yeol mordió el interior de su mejilla y miró nuevamente a los alrededores.

—¿Estabas solo? —enarcó una ceja, mirándolo de nuevo.

—Uh... desde hace unos minutos, sí —se encogió de hombros mientras jugaba con sus dedos—. ¿Por qué? —lo miró tentativo.

Al dar un paso más cerca, Yeol notó que el aroma de YoonGi revoloteaba suavemente alrededor de JiMin.

—Nada —bufó—, vámonos a casa —hizo un movimiento con su cabeza en dirección a la calle y se adelantó.

JiMin lo miró con extrañeza, pero finalmente lo siguió, sus labios alzándose con una suave sonrisa mientras se acercaba a su hermano y lo tomaba del brazo en un gesto que no había hecho desde hacía un tiempo. Al darse cuenta de la calma que cargaba consigo, JiMin consideró que las cosas estaban mejorando de a poco.

—¿Qué tal? —preguntó enarcando una ceja mientras buscaba la mirada de su hermano quien, tratando de verse lo más sereno posible, frunció un poco más cejas, pero se encogió de hombros—. Lo tomaré como un "todo bien" —señaló—. Por otro lado, si eres un impostor que reemplazó a mi hermano, no me quejo, ¿me compras un helado? —preguntó sonriente.

ChanYeol viró los ojos.

—No te emociones, JiMin —suspiró.

—Bien, no te molestaré —palmeó su hombro.

Ellos regresaron a casa con una conversación amena de fondo y ninguno tocó el tema del que seguro estaban pensando, porque JiMin no quería arruinar el momento y ChanYeol aún no estaba lo suficientemente seguro de si lo que le había dicho Baek era algo en lo que debería pensar más seriamente o si no era tan importante, hasta descubrirlo, trataría de analizar sus opciones.

Por otro lado, YoonGi sostenía con firmeza las correas de su mochila en un gesto ansioso mientras esperaba a que sus amigos salieran de clases y no pudo evitar tensarse en un lugar cuando ambos salieron de la institución. La situación con NamJoon seguía sin resolverse, sabía que había cometido un error al no haber ido a darle el regalo, pero realmente esperaba que lo entendiera.

Se le hizo complicado poder mirar a NamJoon a los ojos cuando estuvo lo suficientemente cerca, se le notaba en la cara que estaba incómodo y aunque el grandulón lo negara, él también lo estaba. La tensión entre ellos era palpable y aunque habían pasado días desde su pequeño altercado, los sentimientos negativos seguían rondando los alrededores. Después de todo, no fue una típica discusión.

HoSeok suspiró algo tembloroso por la tensión y abrió la boca primero.

—Te teñiste el cabello —mencionó sinceramente sorprendido.

YoonGi parpadeó confuso y pareció recordar que lo había hecho, porque formó una mueca y lo peinó un poco con su mano, luciendo avergonzado.

—Ah, sí... quería verme decente —se encogió de hombros, sus labios apretándose en incomodidad cuando notó que NamJoon no había cambiado su expresión.

Ambos habían estado al menos un par de segundos mirándose, pero se había sentido como una eternidad y los nervios del pobre beta no estaban dispuestos a esperar otro segundo en esa sofocante agonía.

—Bien —continuó, intercalando su mirada entre ambos—, ¿de qué querías hablarnos?

—Oh —YoonGi pareció reaccionar—, bueno, me gustaría poder hablar en mi casa.

NamJoon ladeó sus labios.

—No puedo —mencionó, su voz sonando gruesa y desanimada—. Estoy ocupado y lo seguiré estando esta semana.

—¿En serio? —HoSeok lo miró con ojos entristecidos y curiosos.

—En serio, todo ha sido un desastre desde lo que pasó en el hospital y tengo que seguir una rutina, cosas de gente dañada supongo —mencionó en tono irónico, burlándose de sí mismo y aunque sus amigos lo miraron sin reírse, él no se arrepentía de decirlo, después de todo era la única manera que tenía de soltar las cosas sin tener una crisis—. En fin, igualmente estoy aquí, si quieres contarnos algo puede ser ahora.

YoonGi suspiró, estaban en medio de la calle, no era su mejor idea de una conversación profunda, pero tendría que bastar con eso.

—Primero que nada, estábamos preocupados por ti, te preparamos algo y sé que no estuve, pero espero que te haya gustado el regalo —apretó sus labios mientras desviaba la mirada hacia un lado y NamJoon suspiró.

—Sí, me gustó —soltó.

HoSeok quería pegarles a ambos y decirles que no fueran unos tontos, pero simplemente los miró con el profundo deseo de que no comenzaran a discutir de nuevo.

—Bueno... espero que estés mejor ahora y me hubiese gustado poder ir a visitarte a casa, supongo que hay que hablar mejor de eso, pero sé que no tenemos el tiempo suficiente —lo miró con desánimo, sus ojos lejos de reflejar el aura que cargaba siempre consigo—. Por otro lado, no sé si te lo contaron, pero el fin de semana fui a una cena en casa de JiMin y... fue un desastre —se encogió de hombros.

—¿Qué? —HoSeok preguntó preocupado.

YoonGi tomó aire, indeciso.

—El padre de JiMin cree que soy un alfa inútil y no es que esté tan equivocado, supongo —murmuró—. Me dijo muchas cosas en mitad de la cena, mi lobo se siente pequeño ahora y yo me siento demasiado humillado... —confesó con algo de dificultad, de por sí sus sentimientos eran borrosos y sus emociones confusas, así que estaba haciendo un esfuerzo.

—Oh, YoonGi... —dio HoSeok con pena, mirándolo con ojos preocupados. NamJoon apretó sus labios, pensando en lo horriblemente duro que se debió haber sentido eso, después de todo, él mismo lo había sentido de primera mano.

—Me vestí lo mejor que pude... comenzó a llover y mojé toda la entrada de su casa —su voz cada vez se hacía más pequeña debido a la vergüenza y sentía que sus ojos comenzaban a nublarse—. Luego me prestó ropa y... realmente traté de comportarme como alguien decente... —sorbió su nariz y pasó su muñeca sobre sus ojos para espantar las lágrimas—. El punto es que me siento como la mierda y... no lo sé, no fue una buena idea que viniera hoy a clases, no me siento nada bien, pero mamá seguro me cortaba la cabeza si faltaba de... de n-nuevo sin avisarle... —sollozó y aquello alertó al par que lo miraba con consternación.

HoSeok no lo dudó ni un segundo y se acercó a YoonGi, abrazándolo fuertemente. El alfa pareció titubear un poco, pero sus brazos se alzaron para corresponder el abrazo mientras ocultaba su rostro ya rojo sobre el hombro de HoSeok. NamJoon apretó sus labios, sintiéndose mal; ellos no estaban en esos términos aún y pese a la disculpa, él no iba a olvidar lo que había sucedido así como así... Sin embargo, impulsado por sus más profunda preocupación, decidió ignorar su lado aún enojado y se acercó igualmente a su mejor amigo. Sus largos brazos rodearon a ambos y los apretó dulcemente, provocando que los sollozos de YoonGi se hicieran más fuertes.

Faltaba poco para las vacaciones de verano, faltaba poco para el pequeño respiro que se merecían a mitad del año, pero pese a eso, las cosas parecían estar lejos de lucir alentadoras para el trío.

YoonGi se preguntó entonces si había alguna razón para que las cosas comenzaran a verse tan oscuras estos días. Se sentía alejado de sus amigos, se sentía como un alfa inútil, sus emociones acerca del basketball eran confusas y negativas y había sido humillado frente al omega que había escogido su lobo, ¿acaso había hecho algo malo? ¿Estaba pagando algún karma? No lo sabía.

De lo que sí estaba seguro, era de que en ese instante, a unas cuadras del instituto con los brazos de sus dos mejores amigos alrededor de él, se dio el lujo de pensar que las cosas no estaban tan mal.

JungKook miraba su celular con atención mientras su mano libre apretujaba una pelota antiestrés. Se había sentido extrañamente ansioso desde que HoSeok le había mencionado la idea de salir un día y cuando no lo vio en la salida no pudo evitar preocuparse un poco. Era extraño, jamás se había sentido de esa manera antes y no estaba seguro de que fuera algo normal, es decir, no quería atosigar a HoSeok, pero se sentía ansioso por saber cómo estaba y lo que estaba haciendo.

—Mocoso —escuchó la puerta de su cuarto abrirse y desvió sus ojos de su celular para encontrarse con su mamá al otro lado—. Iré a dejar a tu mami a la editorial, ¿quieres venir? Luego de eso iré a comprar las cosas para la cena de hoy, haré sushi —movió sus cejas.

JungKook lo pensó un poco y decidió que sería una buena idea distraerse, así que se levantó de su cama y tomó uno de sus suéteres negros.

—Claro, vamos —sonrió y guardó su celular en sus bolsillos.

El tiempo de camino fue corto, su mami no paraba de hablar de lo que feliz que estaba por su nuevo proyecto y JungKook no iba a negar que le hacía sonreír la manera en la que ella se emocionaba; ella había comenzando a publicar libros hacía relativamente poco tiempo, pero él recordaba a la perfección el levantarse en mitad de la noche en búsqueda de un poco de leche y encontrarse a su progenitora escribiendo en su laptop en la mesa del comedor cuando él tenía tan solo nueve años.

Recordaba a la perfección los cuentos increíbles que ella le contaba antes de dormir y de sus caras de decepción cuando llegaba a casa después de haber sido rechazada por otra editorial. Así mismo, guardaba con cariño el recuerdo de como un día después de su entrenamiento de karate, llegó a casa y su mami los recibió dando brincos de emoción, anunciando que una editorial había aceptado una de sus obras. Esa noche celebraron con golosinas y con comida chatarra hasta reventar, es el recuerdo más lindo que tiene y siempre se le venía a la cabeza cuando su mami hablaba de una nueva historia que pronto publicaría.

—Cuídense mucho, los veo en unas horas —besó los labios de su esposa y de inmediato JungKook se acercó para que ella le diera un beso en la frente—. Los amo mucho, mucho, mucho.

—Te amamos mucho, mucho, mucho también, cielo —respondió Young.

—¡Hasta luego, mami! —se despidió sonriente mientras ella guiñaba un ojo y cerraba la puerta, dando saltitos hacia la entrada de la editorial.

—Bueno, pásate para adelan... ¡hey! —se quejó cuando el pelinegro se escabulló entre los asientos de manera torpe antes de sentarse en el puesto que había ocupado su mami—. ¡Lo lavé ayer, mocoso! —refunfuñó, jaloneando uno de sus mechones de pelo mientras el joven alfa se reía.

—¡Ay, ay! —se quejó entre risas y la mujer bufó, regresando sus manos al volante.

—Haces eso de nuevo y te desheredo —exageró, provocando más risas en su hijo—. Eres un desastre, sabía que no era una buena idea adoptarte —chasqueó la lengua, JungKook de inmediato formó una expresión infinitamente ofendida.

—¡No soy adoptado! —se quejó risueño mientras se colocaba el cinturón de seguridad, sin embargo, su sonrisa decayó un poco cuando no escuchó a su madre decir otra cosa—. No lo soy, ¿verdad? —la miró intensamente.

Su madre enarcó una ceja sobre los lentes de sol.

—¿Crees que habríamos adoptado a un niño tan feo?

—¡Mamá!

Ella rió y apretó la nariz de su hijo, quien había formado un mohín con sus labios.

—Solo estoy jugando contigo —negó con la cabeza mientras se reía y condujo hacia la tienda más cercana—. Eres igual de dramático que tu mami, en serio... —rió.

JungKook viró los ojos y miró la editorial hacerse más pequeña mientras se alejaban. Su cabeza comenzó a imaginar escenarios diferentes y se preguntó qué podría estar haciendo HoSeok en ese momento, así mismo, se preguntó si su mami, siendo como ella es, se encontraba segura. Cualquiera que la conociera pensaría que es una mujer demasiado infantil y técnicamente lo era, (de por sí estar solo con ella significaba no hacer deberes o de plano comer golosinas) pero él sabía que ella era perfectamente capaz de funcionar como un adulto, solo que no podía evitar preguntarse si era buena idea que estuviera sola.

Un recuerdo amargo golpeó su cabeza y frunció sus labios.

—¿No te preocupa mamá?

—Todo el tiempo —respondió sincera, pese a que no sabía el contexto correcto de la pregunta—. Ella es como una niña casi todo el tiempo y a veces olvido que no lo es —rió suave—. Sin embargo, ella no es una debilucha y siempre va protegida.

—¿Cómo lo sabes? —se mordió el interior de la mejilla.

—Yo misma le enseñé defensa personal, Kookie —le dijo con un tono reconfortante—, además, siempre lleva consigo el llavero especial.

—Pero aún así, ¿no sientes que quieres saber si está bien todo el tiempo? —la miró pese a que sabía que ella no iba a girar a verlo por estar conduciendo—. Es decir, es pequeña y cualquiera podría tirarla al piso, pero no solo eso, sino que... es como... también... quieres saber si está emocionalmente bien todo el tiempo —trató de decir.

—¿Estás bien? —esta vez sí lo miró al detenerse en una luz roja, un tanto confundida por el rumbo de las preguntas—. Me preocupo lo suficiente por ella como para que le des cuerda a mis paranoias, Kookie. ¿Acaso te ocurre algo?

—No lo sé —suspiró, desviando la mirada y la luz volvió a cambiar, obligando a la alfa a conducir de nuevo—. Últimamente me siento más preocupado de lo normal...

—¿Ha sucedido algo en la escuela? —indagó, girando el volante y frunciendo un poco sus cejas por la idea de que alguien molestara a su hijo.

—No —negó de inmediato—. No... sólo me siento extraño...

Su madre detuvo el vehículo en una tienda y levantó sus gafas de sol, colocándolas sobre su cabeza mientras peinaba su corto cabello hacia atrás. Sus ojos café oscuro se hicieron presentes y su mirada cayó sobre su hijo, recibiendo una expresión ligeramente tensa.

—¿Le pasó algo al beta que te gusta?

Las mejillas del más joven se tiñeron de rojo, pero negó, ella meditó un poco y finalmente suspiró profundamente, colocando su mano sobre el cabello de JungKook.

—Sí, es un tormento, a los alfas nos sucede mucho —le dijo con una voz calmada, acariciando su cabello con cariño—. Cuando encontramos a esa persona especial que queremos proteger, la primera etapa es un poco problemática —formó una expresión de entendimiento, como si recordara algo en específico—. No a todos los alfas no pega de la misma manera, pero es inevitable para nosotros que queramos proteger a quien nos hace sentir felices.

—No quiero ser una molestia —murmuró, bajando la mirada.

—No lo serás, sabes perfectamente cómo no ser una molestia —sonrió—. Sabes que debes darle el espacio a quien lo necesite y por más preocupado que te sientas, está bien, es algo natural, tu alfa se está acostumbrando, cuando se de cuenta de que no hay nada de qué preocuparse, esa sensación se volverá más fácil de controlar.

JungKook suspiró sin estar del todo convencido, así que su madre despeinó un poco su cabello y dejó caer su mano sobre su hombro.

—Cuando conocí a tu madre yo era un desastre —comenzó—, quería resguardarla de todo lo malo y mi alfa se inquietaba cuando estaba lejos de ella, hubo algunas veces que la hice enojar y, ya sabes, antes yo no estaba del todo bien —se tocó la cabeza un par de veces con la punta de su dedo—. Sin embargo, mi alfa logró calmarse tiempo después y aunque todavía quiero protegerla de todo, es algo que ya no me carcome la cabeza como lo hacía antes —JungKook la miró, sonriendo ladino por la pequeña historia—. Tu alfa se relajará, mientras tanto, no te contengas y busca las mejores maneras de descargar tu preocupación.

—Está bien, gracias mamá —la miró con cariño, sonriéndole.

—Bien, ahora vamos a comprar la comida —llevó sus manos al cinturón de seguridad para desabrocharlo y su hijo imitó la acción—, y como estoy de buen humor, también compraremos un helado —sacó las llaves.

—¡Yay! —JungKook celebró.

—No le digas a tu mami —le dijo, mirándolo lo más seriamente que podía en ese momento, Kookie hizo una seña militar y ella asintió—. Bien, esto queda entre nosotros y si me hundo, te hundes conmigo —sentenció, saliendo del vehículo.

JungKook se rió y salió igualmente, sus ánimos regresando a como estaban antes y una sonrisa relajada pintada en su rostro.

Cuando regresara a casa hablaría con HoSeok Hyung.

NamJoon caminó hacia el interior de su casa con un rostro agotado, no podía dejar de pensar en lo que les había contado YoonGi y tenía muchos sentimientos encontrados en ese momento. Sabía que su amigo necesitaba más tiempo y siendo honesto, le hubiese gustado acompañarlo a casa para quedarse con él un rato, después de todo él los necesitaba. Sin embargo, no era mentira lo de su rutina y ahora mismo debería estarse vistiendo para ir a su siguiente parada.

De soslayo, vio un par de maletas cerca de la entrada. Sabía que iba a ser un problema que su padre fuera por sus cosas, no se había aparecido en casa desde la pelea y tampoco había dado señales de vida. Por otro lado, hacer las maletas de su padre era lo más lejos a lo que había llegado su madre y no iba a negar que se sentía un poco esperanzado al respecto.

Aunque seguía sin estar seguro; siempre sucedía algo al último momento.

—¿Estás listo? —preguntó su madre cuando lo vio salir de su habitación, se veía un poco ansiosa y, ¿cómo no estarlo?, si ahora tenía que regresar pronto del trabajo y además, rechazar ofertas nuevas.

—Sí... —dijo, mirando el suelo para no encontrarse con la mirada de su madre.

—Vamos entonces.

Ella tomó su cartera y ambos salieron de la casa para meterse al auto. NamJoon prefirió los asientos traseros y no estaba de ánimos para hablar mientras el camino se alargaba hacia su destino. Se sentía nervioso y su estómago no dejaba de dar vueltas, de verdad habría preferido no despertar ese día y su lobo no ayudaba a su situación.

Cuando llegaron, los recibió una secretaría con lentes enormes, era omega, NamJoon lo supo en un instante por el porte y el aroma, otra vez se estaba comparando y no pudo evitar hacer una mueca mientras esperaba su turno. Su madre se encontraba a su lado mirando su reloj y moviendo su pie ansiosamente. Él no entendía por qué ella se quedaba, ni siquiera iba a poder entrar a la sala con él, así que era frustrante.

Pensó en YoonGi, en sus emociones y sentimientos, pensó que él había experimentado todo lo que el propio NamJoon había sufrió desde que se presentó como un omega y se sintió terrible por él.

—Kim NamJoon —escuchó su nombre y se levantó, le dio una última mirada a su madre y luego de que ella le dedicara una sonrisa algo tensa, entró a la sala.

Había una silla, un escritorio y un beta canoso sentado al otro lado. Él sonreía, se veía risueño y accesible, como un abuelo amoroso. NamJoon se mordió el interior de la mejilla y se sentó en la silla disponible, sus manos cayeron sobre sus rodillas y las mantuvo ahí en una posición tensa.

—Hola de nuevo —comenzó el hombre, sonando amigable y dulce—, sé que puede ser aburrido venir un lunes, pero no te preocupes, luego podrás coordinar tus consultas con el psiquiatra —sonrió y NamJoon lo miró con algo de confusión.

—¿Psiquiatra?

—Sí —comenzó, entrelazando sus dedos—, cuando viniste el sábado, te hice unas serie de preguntas y me comentaste acerca de algunos de los problemas que tienes, ¿cierto? —NamJoon asintió lentamente, recordando como no había hablado mucho, pero había intentado explicarse decentemente para que no pensaran algo malo sobre él, lo que al parecer, había sido en vano—. Bien, teniendo en cuenta tu historial igualmente, y lo sucedido en el hospital, creo que lo mejor que puedo hacer es derivarte con un colega psiquiatra —sacó una hoja y un bolígrafo, escribiendo el contacto del hombre.

NamJoon dejó caer sus hombros y pasó saliva, un poco aturdido. De alguna manera suponía que así seguirán las cosas, pero no quería creerlo. Un psiquiatra no era algo malo, lo era saber qué implicaba ir con uno y ante el pensamiento, se sintió como una carga aún más pesada.

—No te preocupes, él te ayudará mucho —le sonrió con suavidad y le extendió el papel—. Voy a imprimir todas las notas que tengo sobre tu caso y se las entregarás, ¿bien? —asintió, tomando el papel y leyéndolo mientras el beta imprimía una nueva hoja.

Sentía un revoltijo en el estómago y de tan solo pensar en la idea de comenzar de nuevo se sentía demasiado agotado.

Cuando salió de la sala, más pronto de lo que debería, su madre lo observó con curiosidad y él suspiró. En el auto, ella se mantuvo serena, conduciendo con seriedad mientras el más joven leía las notas de las teorías que había formado el psicólogo y en lo que debería enfocarse su nuevo psiquiatra.

«(...) hay rastros de ansiedad generalizada que pueden ser producto del retiro abrupto de los supresores o bien es algo que se ha arraigado a su comportamiento desde mucho antes. También tiene rasgos depresivos de los cuales no pude indagar más que del hecho de que no se siente cómodo con su lobo, y sobre esto último, no estoy seguro del motivo. Así mismo, NamJoon no se siente en absoluto cómodo compartiendo su vida personal, por lo que sospecho que va a ser un poco complicado conseguir mayor información de la que tenemos. Hay que poner una gran atención en su actitud con respecto a lo que significa para él ser un omega y... (...)»

—¿Entonces ahora tenemos que ir con un psiquiatra? —preguntó su madre, interrumpiendo su lectura, había duda en su voz y era comprensible que ella no entendiera por qué debían dar tantas vueltas.

—Sí... —mordió el interior de su mejilla, sus ojos fijos en el papel—. Aquí dice que es porque mis problemas pueden... ser más serios de lo que pensé y es probable que necesite medicación —resumió, sabía que ella también tendría que leer la hoja, pero no quería ser él quien se la leyera.

Su madre tomó aire y lo soltó con melancolía, sus ojos seguían fijos en la carreta y sintió que se humedecían un poco. Se sentía como una madre terrible, no tenía idea de que su único hijo estuviera pasando por algo suficientemente malo como para tener que tomar pastillas y aún no superaba el hecho de que estuviera tomando supresores por tanto tiempo. Así mismo, ¿qué se supone que haría ahora que el cuerpo de NamJoon estaba tan lastimado como para aceptar medicación nueva? El doctor les había dicho que debían esperar a que todo se mejorara, quizás debería hablar con él de nuevo.

Ella separó una mano del volante, tratando de no ser negativa al respecto, y la puso sobre la de su hijo, apretándola con cariño.

—Está bien, vamos a hacerlo —respiró temblorosa—. Vas a estar bien —sonrió con culpa, pero aún miraba a la carretera.

NamJoon realmente quería que así fuera. Sabía que el camino iba a ser insufriblemente largo, pero esperaba poder llegar al final.

YoonGi estaba sentado en su cama, sus piernas estaban cruzadas y sus cuadernos estaban en su regazo. Se encontraba revisando sus apuntes porque los exámenes se acercaban y quería estar seguro de tener todo el material (también porque quería pensar en otra cosa que no fuera su miseria en ese momento). Sin embargo, no estaba funcionando del todo; su capacidad de atención era comparable a la de una mosca y no había podido pasar de la primera página.

Suspiró, agotado, y luego de pasar sus manos por su cabello con frustración, tomó su celular.

Vagó por un rato, likeando publicaciones y leyendo tweets, hasta que finalmente sus acciones tomaron un rumbo diferente y comenzó a buscar el número de su papá. Al encontrarlo, una sensación extraña lo hizo sentirse incómodo y dudoso sobre si debería enviarle un mensaje; no había sabido mucho de él desde la última vez que hablaron y de alguna manera, estaba preocupado.

Así mismo, su madre no le había podido brindar ningún consejo por estar trabajando y realmente no sabía a quién pedir ayuda. El hombre era su única figura paterna, el único alfa que le podía enseñar todo lo que sabía para ser uno en todo el sentido de la palabra y... no estaba con él.

Rendido, le envió un mensaje, lo saludó y le mencionó que quería hablar sobre algo importante. Esperaba que esta vez pudiera responderle, porque quería un consejo o al menos desahogarse con alguien que lo entienda; después de todo no era cercano ni a JungKook ni a TaeHyung, JiMin y NamJoon eran omegas y HoSeok era un beta al igual que su madre. Parecía ser que su única opción estaba a tres horas en tren y que seguramente estaba comiendo en algún restaurante caro con su novia.

Se sintió un poco mal por hacer comparaciones que no llevaban a ningún lado, pero él sabía a la perfección cómo vivía su padre por las fotos que subía, sabía de las vacaciones en Estados Unidos que había realizado hace meses, sabía de la nueva empresa en la que estaba trabajando, sabía que podía darse el lujo de tomar una botella de vino todas las noches y sabía de que su novia estaba esperando un bebé.

De repente, consideró que tal vez no era tan buena idea hablar con él.

Su celular comenzó a sonar, interrumpiendo sus pensamientos, y temió que fuera su padre. Sin embargo, el nombre de JiMin brillaba en la pantalla y aunque en otras circunstancias habría estado de lo más emocionado, ahora no estaba seguro de si tenía suficiente energía para hablar con él. Más temprano, él lo había ayudado mucho en la terraza, pero no quería que JiMin se obligara a sí mismo a estar atento de él sólo porque se sentía mal.

Aun así, respondió, más que todo impulsado por el deseo egoísta de escuchar la voz de aquel lindo chico que lo hacía sonreír aunque él no estuviera de humor.

¿Hyung?

—Hola, JiMin —saludó con flojera, dejó su cuaderno a un lado y se acostó sobre su cama—. ¿Qué sucede?

Oh, nada, sólo quería saber cómo estaba —habló casualmente, escuchándose animado, pero al mismo tiempo preocupado—. Sé que había dicho que estaba mejor cuando bajamos de la terraza, pero no lo sé, solo quería asegurarme —parloteó con nervios.

—No te preocupes... estoy bien —dudó, mordisqueando su labios inferior con nervios—. ¿Y tú? —cambió de tema.

¡Todo bien! —anunció con positivismo—. Ya almorcé, también estaba poniéndome al día con las notas de la clase de hoy.

—Ah, cierto —se sintió un poco culpable—. Lo siento por hacer que te perdieras las clases, no debiste quedarte conmigo tanto tiempo...

No pasa nada —negó de inmediato—, Tae me pasó sus apuntes y la verdad escribe muy bonito, así que entiendo todo a la perfección —YoonGi no lo veía, pero sabía que estaba sonriendo.

—Ah, que bueno...

Sip, bueno... uh... ¿qué hace? —preguntó torpemente.

—Nada... uh, aquí, ya sabes...

Ya veo...

Pasaron un par de segundos incómodos en silencio y YoonGi se regañó por poner a JiMin en una situación así, es decir, ¡él estaba realmente preocupado! y ¿así lo trataría? Decidió que se esforzaría para no hacerlo sentir que había llamado en vano, ya que lo que menos quería era que el menor se sintiera como un tonto, había tenido buenas intenciones y él no quería ser un idiota.

—Bueno, de hecho estaba tratando de estudiar, pero mi cerebro se siente como una pasa que estuvo al sol todo el día —dijo y de inmediato escuchó la risa de JiMin del otro lado, el sonido lo hizo sentir satisfecho y continuó—. No te rías, deberías saber que es muy común que las personas tengan cerebros de pasa, es una condición grave —decía con seriedad fingida y las risas al otro lado se volvieron más dulces.

YoonGi se encontró a sí mismo sonriendo como un tonto a causa de JiMin.

Ah, Hyung —se quejó, riéndose suavemente—. Creo que ambos tenemos cerebros de pasita, yo tampoco puedo concentrarme para estudiar.

—¿Ves? Somos dos pasitas, juntitas —agregó y la risa de JiMin ahora sonaba demasiado adorable para su propio corazón—. ¿Qué te distrae tanto, pequeña pasita? —arqueó una ceja, ahora se oía más animado y JiMin no dejaba de sonreír al otro lado de la línea por ese hecho.

Usted —mencionó sincero y YoonGi actuó ofendido.

—Pero si me llamaste tú, pasita —se defendió, sonriendo como un tonto.

No, es decir... —volvió a reír—. Antes de llamarlo ya estaba... uh... pensando en usted y... es por eso también que... lo llamé —YoonGi se sonrojó de inmediato y JiMin pareció chillar bajito—. ¡Aish, eso fue muy vergonzoso! —se lamentó con pena.

YoonGi sintió a su lobo aullar y a su cara sentirse tan caliente como el sol.

—Ah, JiMin... —se cubrió la cara y estaba casi seguro de que el menor también lo estaba haciendo. Ellos seguían siendo un par de inexpertos y ese tipo de cosas, aunque pequeñas, hacían que sus lobos aullaran con emoción—. Eres tan lindo.

¡Hyung! —se quejó cada vez más avergonzado y YoonGi podía sentir a la perfección lo caliente que estaba su cara—. No me diga esas cosas... me pongo muy rojo... —murmuró, quejándose como un bebé y YoonGi quería llenarlo de besos.

El alfa no podía creer que en serio estuviera teniendo esta conversación con el omega más lindo que había conocido nunca. JiMin era demasiado dulce para existir y había hecho un excelente trabajo en distraerlo de su miseria, no estaba seguro de que lo hubiera hecho a propósito o que su llamada tuviera ese fin, pero lo había logrado.

Estaba tan, tan, tan enamorado de JiMin.

—Tan lindo, mi lindo JiMinnie —insistió, ignorando su propia pena para llevar al otro al límite y supo que su esfuerzo había dado frutos cuando JiMin casi que lloriqueó por lo cursi que había sonado.

De repente, JiMin pareció quedarse callado.

¿Su? —preguntó genuinamente curioso y YoonGi no se dio cuenta de inmediato—. Dijo que era su lindo JiMinnie... entonces... —repitió y YoonGi volvió a sentir su cara infinitamente caliente.

—¡Ah! ¡Lo siento! —se sentó de inmediato en la cama—. N-No quería decirlo.... es decir, sí, pero no creas que... es decir, yo...

JiMin rió suavemente.

No se preocupe... —se mordió el labio, si YoonGi lo viera seguramente se habría escondido en un rincón por los nervios—. Es lindo.

—¿No te molesta? —comenzó a jugar con el borde de su calcetín, sintiéndose lo suficientemente nervioso como para que su corazón latiera en un descontrol total.

No... —confesó—. Me gusta, de hecho.

—Ah... —apretó sus labios, rojo hasta las orejas—. B-Bueno, entonces...

Soy su lindo JiMinnie —completó y YoonGi quiso meter su cabeza en su almohada para gritar a gusto.

—S-Sí... eres mi lindo JiMinnie —confirmó, sonando nervioso y torpe.

Ambos se mantuvieron en silencio un par de segundos mientras procesaban lo que acaba de suceder; JiMin no cabía en su emoción y YoonGi consideró que justo ahora estaba siendo bendecido después de toda la mierda por la que había pasado en los días anteriores.

YoonGi sonrió y sabía que JiMin estaba haciendo lo mismo, hasta que comenzaron a reírse, nerviosos por aquellos sentimientos torpes que les provocaban mariposas en el estómago:

Amor. 

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