ㅤㅤㅤ O4. CONDADO MASON

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   Anastasia tomó el vaso descartable de cartón de la mesa auxiliar que había a su lado y, a pasos cortos, lo tiró al bote de basura. Admitía que, a pesar de sus insistentes negaciones, las enfermeras eran muy entusiasta en darle a la fuerza un vaso de bebida caliente, regularmente café, el cual terminaba frío, desechando y sin haberle dado un sorbo.

Que lo hagan con su hermano tenía sentido, era el joven y atractivo doctor que todas querían de esposo, por más obvio que fuera el hecho que él no estaba disponible, pero no entendía porque la tenacidad con ella. En la rubia cabeza de la mujer cabían dos opciones, o eran muy amables o estaban muy interesadas en ganarse a su "futura cuñada".

A ese punto, y con tantos años de vida, a Esme, Carlisle y ella le resultaban más divertido la actitud de las enfermeras que irritantes. Habían asumido que, a pesar de remarcar lo imposible de las poco discreta intenciones, era algo que iba a continuar el tiempo que vivieran allí.

Ana no estaba del todo segura de sus sentimientos con vivir en el pueblo. Sabía que había una especie de emoción cálida y hogareña con el lugar porque es allí donde conoció a su compañero. De lo que no estaba segura es de si esas emociones persistirían si no hubiera conocido a Charlie.

¿Sería feliz o se vería igual de tolerable que su primer sobrino? Nunca se lo había puesto a pensar. Desde que conocía a Swan había olvidado por completo como era la vida antes de él, tampoco quería recordarla a decir verdad. Solo recordaba que todo era muy... gris, pero por Forks todo era colores vivos, ¿o debería decir por Charlie?

No era algo que le importara mucho, podía vivir con el hecho de que su felicidad fuera la felicidad de otra persona. La hacía sentir menos egoísta y más humana.

¿Era eso de lo que se trataba el amor del que su hermano tanto le relataba?

Dio un pequeño saltó por la sorpresa de los golpes en la puerta de la morgue. Estaba tan descuidada por sus pensamientos que ni siquiera había notado a alguien acercarse. De todas maneras se habría sorprendido ya que a nadie le gustaba pasar por el lugar.

―¿Doctora Cullen? ―pregunta Mónica con ciertos nervios.

La mujer rubia se tomó unos momentos para fruncir el ceño y mirar a Frank.

―¿Sabías que esto iba a pasar y no me lo dijiste? ―preguntó en tono quejoso para luego sonreír y fue a la puerta para abrirla. La mujer al otro lado se sobresaltó por el chirrido de la puerta. ―Hola, Mónica. ¿En qué puedo ayudarte? ―dijo con una pizca de burla por la incomodidad de la enfermera.

―Eh... el jefe Swan la busca ―el ceño de Ana de frunció profundamente por la confusión, el tono dudoso de la pelinegra iba a conjunto con la expresión que traía.

―¿Charlie Swan? ―cuestionó con absurdez, como si existiera otro jefe Swan en el pequeño pueblo. La enfermera asintió. ―¿Está arriba? ―hizo un amago hacia al techo y otra vez recibió asentimientos como respuesta. ―Enseguida voy.

La pelinegra le sonrió por primera vez en la corta conversación, sin añadir nada más, se dio la vuelta y se fue por las escaleras. La rubia miró por un momento el interior de su oficina antes de salir y seguir el camino de la mujer.

Según sabía, en lo que llevaba de día es que nada relevante había pasado, de ser así las noticias llegan rápido en un lugar tan pequeño. La idea que estuviera él allí por razones oficiosas era totalmente descartada para ella. Conocía el hombre lo suficiente como para saber que no era precisamente la persona más sociable del lugar.

Mónica se sentó detrás del mostrador como siempre, frente a ella estaba Charlie con los ojos chocolate divagando por el lugar. No era la primera vez que estaba ahí, pero la curiosidad en los ojos parecía contradecirlo. Ana sonrió para sí misma cuando el característico olor a vainilla y café dulce llegó a su nariz.

―Ah, jefe Swan ―lo llamó para hacerse notar y al instante recibió la atención del castaño. ―¿No cree que se tomó muy en serio eso de venir a visitarme? ―le preguntó con una tranquila sonrisa en su pálido rostro, dejando en claro que ya no estaba molesta.

Honestamente, no podía aguantar más de un minuto estando molesta con el hombre.

―Tal vez ―se encogió de hombros y le sonrió. ―Tal vez no sea solo una visita ―Ana frunció el ceño ante ese tono de que estaba cometiendo una travesura.

―¿No? ―lo miró con sospecha y se acercó más, intrigada. ―¿Entonces qué es? ―la rubia evitó sonar muy coqueta.

―¿Una entrevista, tal vez? ―ahora sí que el ceño de la mujer se frunció de una manera mucho más notoria y Charlie parecía muy complacido de saber algo que ella no, la sonrisa arrogante que tenía en el rostro era la prueba de ello. ―Criminóloga ―habló con lentitud, burlándose de ella. Cullen maldijo en voz baja a su hermano. ―¿Hay alguna razón por la que no me hayas dicho que eres criminóloga?

La rubia se encogió de hombros, fingiendo indiferencia, de una manera muy mala porque la expresión en su rostro la delataba.

―No preguntaste ―dijo con inocencia y Swan la miró con una ceja enarcada.

―No creo que así funcionen las relaciones, Ana.

El corazón de la inmortal dio un saltó ante la idea de estar en una relación con el mortal, en teoría lo estaba pero no de la manera que egoístamente quería.

―Bueno, ¿cómo podrías tú saberlo? ―respondió con burla y su compañero arrugó la nariz para demostrar falsa molestia. ―¿Tengo un punto o no?

―Tienes un punto ―aceptó. ―Carlisle dice que te aburres bastante en la morgue ―ahora fue ella quien arrugó su nariz, con la diferencia que era de disgusto.

No sabía que rondaba en la cabeza de su hermano y eso la molestaba un poco. Claramente se aburría en la morgue, pero dudaba que esa fuera la verdadera razón por la que el rubio decidió hablar con el castaño. Espero que el significado de haber dicho que el jefe le agradaba no se hubiera transformado en la cabeza del Cullen mayor.

―Seamos realistas, en la estación no pasan cosas más interesantes que aquí. De hecho, diría que aquí es más divertido con las apuestas de en cuanto tiempo se van a morir los ancianos ―Charlie abrió grande los ojos por ese comentario.

―Por favor dime que no haces eso.

―El marcador va siete contra tres, adivina quién va ganando ―un sonrisa orgullosa se formó en sus labios rosa palo. El hombre suspiró, asumiendo con facilidad la derrota sobre la actitud de la mujer.

―Sí, pero tengo un caso interesante. El sheriff del Condado Mason necesita ayuda. Creen que es un ataque animal pero su criminólogo tiene setenta y ocho y más deterioro que algunos cadáveres.

―Ah, mira, ya suenas a mí ―comentó con diversión y él puso los ojos en blanco.

―Ven conmigo al Condado. Tu ayuda sería muy útil ―fue directo, cosa inusual, pero ella no se dejó persuadir tan fácilmente.

―Mm, ¿qué tendré a cambio? ―se cruzó de brazos, tenaz a la idea de conseguir algo.

―Oh, ¿esto es una negociación? ―hizo un gesto a ambos y Ana solo sonrió en respuesta. ―De acuerdo, ¿qué te parece una cita? ―las cejas rubias de la mujer se alzaron por la impresión. ¿Desde cuándo Charlie Swan coqueteaba? ―Podemos ir a almorzar, o a cenar, tal vez a desayunar. No lo sé, lo que quieras ―la momentánea valentía para hacer la preguntar murió, dejando a su pasó las mejillas rojas y la incomodidad haciéndolo rascarse la nuca.

La expresión de sorpresa se fue y sonrió con ternura. El breve atrevimiento y coqueteo fueron tan inesperados que no tuvo tiempo de disfrutarlo pero iba a quedar grabado en su memoria. Así como en ese momento estaba disfrutando de la típica timidez que el hombre emanaba con obviedad, no necesitaba ningún don para sentirlo.

Sus brazos se descruzaron y le extendió una de sus manos.

―Tenemos un trato ―aseguró y él le tomó la mano, sellando el acuerdo con un ligero apretón. La mano contraria no era muy suave pero eso no la sorprendió, el calor que irradiaba era intenso en contraste a su frío. Recordando la temperatura de su piel, quito con rapidez la mano. ―¿Me invitaras a citas cada vez que me necesites? ―bromeó.

Charlie se encogió de hombros, tratando de verse indiferente pero, cabizbajo y con las mejillas rojas, se vio más tímido que cualquier otro cosa.

―Tal vez ―admitió en voz baja y ella se rio entre dientes.

―Suena a un negocio rentable ―se burló y se giró a la enfermera de la recepción. ―Mónica, me voy, no creo que me necesiten mucho aquí. Si mi hermano me busca, por favor avísale que fui al Condado Mason con el jefe Swan.

―Aja, sí. Yo lo hago ―la rubio miró con los ojos entrecerrados a la mujer que hablaba con desinterés, más ocupada en lo que ocurría en la pantalla del computador.

Puso los ojos en blanco pero confió en que la pelinegra le haría el favor.

―Andando ―canturreó caminando a la salida, siendo seguida por el hombre. ―Iré por mi auto ―avisó y se propuso a ir hacia el vehículo hasta que un toque cálido en su brazo la detuvo. Incluso a través de la ropa podía sentir el calor. Al instante se giró hacia el castaño.

―Podemos ir en la patrulla ―ofreció con la voz suave y la soltó. Ana sonrió extensamente.

―Está bien, pero pagare la mitad de la gasolina ―giró sobre sus talones, ignorando la mueca de disgusto de Charlie, y buscó con sus dorados ojos la patrulla.

―No es necesario, Ana ―se quejó mientras de nuevo caminaba detrás de la mujer en dirección al vehículo.

―Lo sé, pero lo hare de todas formas ―ella sonrió cuando lo escuchó bufar en voz baja.

―De acuerdo ―farfulló, con falso mal humor.

Es cierto que la rubia era demasiado terca cuando se lo proponía, pero a veces el castaño cedía con demasiada facilidad. ¿O solo lo hacía cuando se trataba de ella?

Las llaves de la patrullo emitieron un tintineo cuando desbloquearon las puertas. Cullen se mordió su labio inferior cuando Swan se adelantó a sus pasos y abrió la puerta del pasajero.

―Apreció el gesto, pero es bastante anticuado -hizo una señal con su mano a toda la situación. -Pudo abrirme la puerta sola -en su boca se formó un mohín.

―Bueno, yo soy anticuado ―se defendió en un tono de que estaba diciendo algo muy obvio. Ana dio una corta carcajada. ―Sé que puedes, pero déjame ser anticuado ―con un gesto de la mano, insistió a que se subiera.

La mujer negó con su cabeza pero aceptó la acción y se subió al auto, siendo la puerta cerrada por el hombre una vez estuvo dentro. Anastasia cerró sus ojos y suspiró por estar encerrada en ese pequeño espacio con ese tentativo olor.

Su autocontrol era impecable, igual que el de Carlisle, pero es cierto que el olor a vainilla y café dulce le causaba una fuerte debilidad. Jamás se le pasó por su cabeza atacarlo, nunca sintió esa necesidad de beber la sangre de Charlie, sin embargo eso no le impedía temer la posibilidad de que eso sucediera, sin importar que su registro de autocontrol no presentaba ni una recaída.

Tal vez esto es una mala idea.

Contuvo el aliento, procurando mover ocasionalmente sus hombros, y estaba lista para arrepentirse hasta que la puerta del piloto siendo abierta la sacó de sus pensamientos. Sus labios se entreabrieron pero sus palabras quedaron en el olvido al ver el castaño cabello y la pálida piel.

A veces realmente creía que era ridículo como la simple presencia de Charlie lograba hacerla sentir tantas emociones humanas. Siempre pensó que nunca volvería a sentirse como cuando era humana, había pasado tanto tiempo desde eso, no obstante él le demostró lo contrario. Como parecía hacer con cada aspecto de su vida.

Anastasia ni siquiera sabía que había deseaba tanto un compañero de vida hasta que lo encontró. Por supuesto que lo quería y lo buscó, pero él la hizo pensar como había hecho para estar tanto tiempo en la tierra sin su presencia.

―¿Estás lista? ―la familiar voz la hizo volver a la realidad.

Cullen no confiaba en que su boca se abriera y digiera algo estúpido, así que se limitó en asentir y tanteó el interior hasta dar con el cinturón de seguridad para ponérselo.

Iban a ser unas muy largas tres horas de viaje.


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