ㅤㅤㅤ O9. SANGRE

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   Anastasia dejó salir un suspiro mientras miraba como el líquido rojizo caía del cuello de la botella para aterrizar en la copa de cristal. Honestamente, no recordaba el sabor del vino, pero no creía que fuera tan bueno si ni siquiera tenía un espacio en su memoria. Cosas como el chocolate tenían un buen lugar en sus recuerdos y se moría por volver a sentir ese sabor derretirse en su paladar.

También se moría por arrancarse los oídos.

Se sentía como que hace una eternidad que Carlisle estaba tratando de convencer a Rosalie de que se comportara "decente", aunque no había nada decente en estas circunstancias. No escuchaba la voz de Emmett hace rato así que suponía que él se había dado por vencido.

No lo culpaba, ella también lo haría.

―Debes tapar la botella ―comentó Esme sin verla, estaba concentrada en revolver la pasta.

―¿Para qué? Nadie la beberá ―ella rio cuando la mujer rodó los ojos, gesto nada cotidiano.

La castaña se giró a la isla para tapar la botella y la rubia volvió a suspirar para después poner los ojos en blanco.

―Sabes como es tu hermano... ―le dijo su cuñada al ver su gesto.

―Sí, terriblemente obstinado ―tomó la copa. ―No es malo, pero a veces debería rendirse un poco ―le dio un sorbo a la bebida y tuvo que llevar su mano a su boca para impedir sus intentos de escupir mientras la vampira se reía de ella. ―Esto sabe asqueroso ―murmuró cuando pudo tragar.

―¿Y pretendes soportar toda una cena así? ―cuestionó con burla y volvió toda la atención a la cocina.

―Imagínalo como un karma. Nosotros mentimos, entonces la comida sabe a tierra ―se encogió de hombros y tomó la copa.

―Tal vez... ―musitó la mujer.

Ana la miró por última vez antes de salir de la cocina e ir a la sala de estar, donde sabía que los humanos y su sobrino se encontraban. Sonrió para evitar reír en voz baja al ver las expresiones de la pareja.

―¿Vino? ―le ofreció al hombre luego de haberle tocado el brazo para llamarle la atención.

―Ah, gracias ―dijo felizmente mientras le daba un sorbo. La mujer sonrió al ver sobre el hombro de Charlie como los adolescentes escapaban. ―¿Tú no bebes? ―cuestionó con el ceño fruncido.

―Eh... no, por ahora no ―definitivamente no iba a volver a meterse esa cosa en la boca. ―Ven conmigo, quiero enseñarte algo ―enroscó su brazo con el contrario.

―Sí, espera que les digo... ―Anastasia rio por la reacción de desconcierto. ―¿Dónde se fueron?

―Seguro no fuera del pueblo ―bromeó y tiró del brazo. ―Andando.

Arrastró a Charlie escalera arriba, con suerte la pareja feliz se había logrado ocultarse.

―¿Esos son birretes de graduación?

―Mm... sí ―se limitó a responder. Si tenía suerte no preguntaría más así ella no tenía que mentirle.

Disminuyó la velocidad al llegar al pasillo. Enrolló su brazo con el del hombre y caminaron lentamente por el lugar. El castaño mirada con interés los cuadros colgados en la pared mientras a la rubia le parecía más interesante las expresiones del contrario.

No podía leerle la mente, sentir las emociones, ver el futuro, solo le quedaba adivinar todo a través del rostro, y del adorable bigote.

Sonrió cuando inconscientemente detuvo el paso.

―¿Este es...? ―cuestionó señalando uno de los cuadros. Ella ladeó la cabeza, con una mirada burlona. ―¿Tu título de criminología?

―Exacto ―señaló sobre su hombro el cuadro que tenía atrás, sin necesidad de verlo. ―Y ese es el de medicina forense.

―No entiendo que dice ―comentó, inclinándose hacia la pared. Ana ríe en voz baja. ―Estudiaste en ¿Francia?

―Italia ―corrigió con ternura. ―Viví bastante tiempo allá.

―¿Hay alguna razón? ―preguntó con curiosidad. Dejó que la mujer lo tomara del brazo de nuevo y continuaron el recorrido.

―Unos... amigos me convencieron.

―¿Amigos? ―ella asintió. ―Dudaste ―afirmó él. La vampira rodó los ojos, no era fácil mentirle a un policía. El humano le dio un suave golpe en el hombro. ―Odio que hagas eso ―dijo con una sonrisa burlona y ella le sacó infantilmente la lengua.

―Son mis amigos ―dice con más seguridad.

―¿No me tengo que preocupar? ―la pregunta hizo que Anastasia se detenga y lo mire con una de sus rubias cejas alzada.

―¿Por qué te preocuparías? ―sonrió con malicia cuando el hombre comenzó un incesante balbuceó que era incomprensible. ―No estará celoso, ¿cierto, jefe Swan? ―cuestionó con falsa calma y sus manos fingieron alizar la tela de la chaqueta, tocándolo con descaro.

Charlie retrocedió un paso, chocando con la pared, pero escapando del toque con las mejillas calientes.

―¿Por qué estaría celoso? ―preguntó con torpeza, con la voz tartamuda que combinaba a la perfección.

―No hay razón ―dijo ella y también dio un paso atrás, procurando darle espacio después de escuchar lo errático que estaba el corazón del contrario. Casi parecía que el olor a vainilla y café dulce se intensificaban. ―No tienes competencia, si eso te preocupaba.

Eso no era del todo cierto. Había cierto rubio muy empeñado en tenerla.

―¿Competencia?

Anastasia abrió su boca para responder pero se interrumpió a sí misma por el sonido de las hornallas apagándose y sonrió.

―La cena está lista ―comunicó y se dirigió a las escaleras, siendo seguida.

―¿Cómo lo sabes? ―no lo estaba viendo pero podía decir que tenía el ceño fruncido.

―Yo lo sé todo ―respondió con un aire misterioso que hizo al hombre rodar los ojos.

La rubia se detuvo abruptamente al final de las escaleras, mirando con una mezcla de sorpresa y preocupación a una Rosalie que no se veía nada contenta.

¿Carlisle la había logrado convencer? Tenía que decirlo, le impresionaba lo que su hermano podía conseguir.

Sus dorados ojos fueron a Emmett, sin necesidad de cambiar su expresión el pelinegro le respondió con un encogimiento de hombros.

―Jefe Swan ―comenzó la rubia, haciendo que la otra la mirara con curiosidad. Rosie suspiró y descruzó los brazos, adoptando una posición más amigable. ―Rosalie Hale, es un gusto.

―La melliza de Jasper, ¿cierto? ―lo joven asintió. ―Y tú debes ser Emmett ―el mencionado sonrió.

―El mismo ―Ana rodó los ojos por la arrogancia de su sobrino. ―¿Le gusta la comida italiana, jefe Swan? Esme es una gran cocinera.

―No lo dudo ―la mayor intento no reír. ―Me encanta la comida italiana.

Anastasia se rio de esa mentira. A Charlie le gustaba más la comida chatarra que cualquier otra cosa, aunque no dudaba que apreciaría lo cocinado por la castaña.

―Hay que apurarnos o se enfriara ―comentó con una pizca de burla y se lo llevó al comedor formal con la pareja siguiéndolos. ―Tu lugar es aquí ―le indicó moviendo la silla para él.

Esta vez no se sentaría junto a su hermano, le cedió ese lugar a Edward, seguido de Bella y después Rosalie y Emmett, esperaba que nadie muera esa noche. Mientras que del otro lado, estaría Esme como siempre, seguido de Alice y Jasper y al final Anastasia. A Charlie se le había asignado la cabeza de la mesa, y Carlisle estaría en la contraria al igual que siempre.

―¿La cabeza? ¿No debería sentarse ahí Carlisle o Esme? ―cuestionó con inseguridad. Ana lo tomó de los hombros y lo obligó a sentarse.

―Insisto en nombre de Esme, jefe Swan ―dijo Rosie y se sentó en su lugar. Su pareja la imitó y se sentó a su lado, quedando entre la rubia y el castaño. ―No se podrá contenta si sabe que cambio su organización.

Definitivamente esa no era una exageración.

―No te preocupes, estaré a tu lado ―le dice en un modo tranquilizador Ana y se sienta a su lado, teniendo a su sobrino enfrente. ―Carlisle se sienta por allá ―señaló con desinterés la punta contraria de la mesa. ―En aquella cabeza, con Esme a su lado.

―Igual que siempre ―comentó Alice llegando junto a Jasper y ambos se sentaron en sus lugares. El rubio quedo frente a su melliza y junto a su tía.

El sureño miró a la mujer con una ceja alzada por la posición que le había tocado. Ella fingió no notarlo mientras jugaba con su tenedor.
Bella y Edward llegaron pero nadie pudo decir algo al respecto porque seguidamente entraron Carlisle y Esme, uno con una botella en la mano y el otro con una gigantesca bandeja de espaguetis con albóndigas.

―Huele delicioso ―comentó Emmett y para todos fue obvio el sarcasmo pero no para los humanos.

―Tiene razón ―dijo Bella y Jasper rio en voz baja, haciendo que la rubia golpear su hombro contra el contrario, aunque ella se estaba mordiendo la lengua para no reír. Agradecía que Edward no escuchara sus pensamientos ni los de su sobrino porque si no les daría una muy mala mirada. ―Se lució, Esme.

―Muchas gracias, querida ―respondió la castaña. Se notaba que estaba honestamente feliz de que alguien apreciara su comida.

―No sean tímidos y sírvanse ―esta vez los rubios rieron en lo bajo en armonía. ―¿Más vino, Charlie?

―Por favor ―Ana le arrebató la botella a Carlisle cuando paso por detrás suyo.

―Yo me encargo, hermano. Muchas gracias ―el rubio se encogió ligeramente de hombros y se fue sin decir nada.

―¿Beberás conmigo? ―preguntó con entusiasmo mientras le servía y la mujer se quedó en blanco por un momento.

Por supuesto que no.

Pero esa expresión la estaba haciendo pensar lo contrario.

―Claro que sí ―dijo con una falsa sonrisa y procedió a servirse en su copa. Su sobrino se rio con descaro de su debilidad, provocando que ella lo mire mal. ―Creo que Jasper también quiere.

―No tengo edad para beber ―respondió y alejó la copa rápidamente de la peligrosa mujer.

―Un poco no hace daño ―dice con una sonrisa maliciosa y logra sacarle la compa. ―No creo que Charlie te arreste, ¿cierto?

―Un poco no hace daño ―repitió.

Jasper gruño mientras su tía le servía el vino tinto con una sonrisa de satisfacción en el pálido rostro.

―Propongo un brindis ―propuso la rubia cuando termino de servir y tomó su copa.

―¿Brindaremos por la comida de Esme? ―preguntó Bella.

―Oh, que tierna eres, querida ―comentó la mencionada con una suave sonrisa. ―Creo que se refiere a brindar por ti ―miró al castaño en la otra punta. ―Por ustedes.

―Por los Swan ―dijo Carlisle levantando su copa. ―Y que se queden en nuestras vidas por mucho tiempo ―eso iba dirigido específicamente a una persona.

―Así será ―murmuró Hale y se ganó un pisada por debajo de la mesa por parte de su tía, haciendo que casi escupa la bebida. Alice ocultó la risa en su copa de agua, fingiendo que bebía.

―Espero que les guste ―comentó Esme cuando empezaron a comer.

―Está delicioso.

Ana continuaba viendo con una mueca la albóndiga que tenía pichado en su tenedor. No quería metérselo en la boca pero sabía que no tenía muchas opciones. De reojo vio a su sobrino masticar con lentitud la comida, posiblemente sin soportar la textura y sabor.

¿Por qué había pensado que esa era una buena idea?

―¿No te gusta la pasta, Ana? ―cuestionó Charlie con la boca llena de comida. Se notaba que estaba disfrutando de esa comida.

La mujer sonrió tensa.

―No es eso... ―en su mente buscó una excusa. ―Es que no me siento muy bien.

Jasper se rio entre dientes y consiguió otro pisotón por parte de Anastasia.

―Dígame, Charlie ―comenzó el rubio y la vampira le dio una mirada de advertencia que ignoró. ―¿Cómo van las cosas en la estación? ¿Mi tía le está siendo útil?

La rubia movió furiosa las piernas por debajo de la mesa y pateó a alguien al azar.

―Auch ―se quejó Swan con el ceño fruncido. ―¿Me pateaste? ―cuestionó con confusión y para ella no fue necesario fingir una mueca de sorpresa porque lo estaba.

La patada por supuesto estaba dirigida a Jasper pero suponía que había terminado en Emmett y él no hubiera dicho nada. Claramente se equivocó.

―Es el vino ―se excusó con una sonrisa nerviosa.

―Deberías dejar de beber, tía ―le dijo con burla el rubio.

―Tal vez tú también ―respondió en voz baja con una mirada molesta, esta vez procurando no hacer nada con sus piernas.

―¿A qué te refieres, Jasper? ―cuestionó Bella y el mencionado frunció el ceño.

―¿No te lo dije, hija? ―se metió Charlie antes que el vampiro pudiera responder. ―Ana está trabajando conmigo.

La mencionada fijo su vista en el plato mientras continuaba bebiendo vino, queriendo desaparecer.

Sabía que ella no le agradaba a la castaña, y menos le agradaba a la Swan que la vampira estuviera cerca de su padre.

―¿Cómo? ―preguntó con confusión y le dio un trago a su agua.

―Estudio criminología también, ¿no es genial? ―expresó felizmente.

―Genial ―repitió con carente entusiasmo la menor. ―Es por eso que estaba el otro día en la estación, ¿cierto?

La mujer en encogió en su sitio. Bella estaba preguntando por mera cortesía, claramente sabía con certeza que lo estaba diciendo era cierto.

―Sí, también fuimos juntos al Condado Mason.

―¿Solos? ¿En la patrulla?

―Sí, ¿por qué?

―Sácame de aquí ―le suplico a su sobrino en un susurro.

La humana se veía inexpresiva, pero los nudillos se le estaban poniendo blancos de tanto ejercer presión en la copa que sostenía.

Estaba llegando a muchas conclusiones, conclusiones que no le gustaban sin embargo eran acertadas.

―Bella, ¿por qué no dejas la...?

La voz de Edward se interrumpió por el sonido de cristal cediendo y rompiéndose. Todos se tensaron, esperando el olor a sangre que nunca llegó, gracias al don de Anastasia.

El escudo de Ana era una especie burbuja, solo las personas que estaban dentro de ella notarían el olor. En ese caso, dos de ellas eran humanos que no podían detectar tales cosas, pero una era una vampira que sentía todo.

Las manos de la rubia temblaron por el olor y dejó la copa con torpeza sobre la mesa mientras cerraba con fuerza los ojos, concentrándose en no respirar pero era difícil. El olor de Bella era muy diferente al de Charlie, pero sin duda era delicioso. Comenzó a cuestionarse como hacía su cobrizo sobrino para estar alrededor de la chica.

No era su tua cantante, pero era innegable para cualquier vampiro que tenía una sangre de máxima calidad.

―Estúpida ―murmuró Rosalie furiosa, sin que sea audible para los humanos.

La atención de todos estaba en la humana, la de Jasper estaba en su tía. Tomó su mano y la llevó debajo de la mesa para que los humanos no vean su estado. Anastasia apretó la mano con excesiva fuerza, eso no hizo que el rubio la aleje.

―Déjame entrar ―le pido en voz baja y ella negó energéticamente.

Sabía que si dejaba a su sobrino pasar el escudo, el olor lo descontrolaría, por más que tuviera buenas intenciones, como usar su don para calmarla. En esos momentos no tenía el control mental de manipular su don para solo levantar su escudo mental, el olor le estaba dando dolor de cabeza.

―Ana, ¿estás bien? ―preguntó Charlie con preocupación, aunque todavía se mantenía al lado de su hija que estaba siendo atendida por Carlisle.

―Sí ―contestó con la voz más temblorosa de lo que creía. ―El vino me dio jaqueca ―quiso enfatizar su queja llevándose una mano a la sien pero esta le temblaba demasiado después de salir del agarre de Jasper. ―Si me disculpan, voy al baño.

No espero respuesta y corrió escalera arriba, yendo al baño que estaba más alejado del comedor. Al llegar, abrió la llave del agua, esperando que el sonido distrajera su mente, cosa que no fue así.

Maldita sea su sangre.

Escuchó golpes detrás de la puerta, sin tener oportunidad de responder la puerta se abrió y Jasper entró.

―Tu ojos están negros ―informó y se puso de cuclillas a su lado. ¿En qué momento se había dejado caer al suelo? ―Tienes que dejarme entrar ―insistió y ella volvió a negar.

―Charlie ―dijo con la voz tensa, sintiendo que la garganta le quemaba.

―¿Qué? ―preguntó sin entender y la mujer lo tomó desesperadamente de la camiseta.

―Trae a Charlie ―le suplicó y él frunció el ceño.

―Lo podrías lastimar...

―No, nunca podría ―eso era totalmente cierto. ―Busca a Charlie ―le pido y, sin dar oportunidad a quejas, lo empujo para después cerrar la puerta con llave.

Eso de ninguna manera la detendría, pero la retrasaría el tiempo suficiente para que llegaran a detenerla.

Comenzó a contar mentalmente, esperando concentrarse en los números, pero en verdad no podía. Solo podía pensar en esa espesa sangre de exquisito sabor, se lo podía imaginar a la perfección.

¿Así se sentía la sed?

Ahora comprendía más que nunca a su sobrino. Nunca más los volvería a juzgar por la falta de control que a veces mostraban.

―¿Ana?

El olor a vainilla y café dulce fue un golpe a la realidad. Abrió desesperada la puerta y se lanzó sobre el hombre, envolviéndolo en un abrazo casi asfixiante. Entero su rostro en el cuello, sintiendo con mayor intensidad que nunca ese fascinante olor que solo él tenía.

Se olvidó completamente del olor de Bella, de la sed. Y eso fue tal vez peor, porque la culpa de haber querido atacar desesperadamente a la hija de su compañero comenzaba a llenar su mente al igual que las lágrimas en sus ojos, sin posibilidad de soltarlas nunca.

―Lo siento ―dijo con la voz ahogada por aun seguir oculta pero no quería separase. ―Lo siento mucho.

Charlie no entendía que estaba pasando, pero sin dudas se daba cuenta que su presencia le estaba provocando algo a la rubia. No sabía si era bueno o malo.

―Te perdono.

Honestamente, no tenía ni una idea remota de lo que le ocurría y solo pudo envolver los brazos alrededor de la mujer mientras hundía la nariz en su rubio cabello, aspirando el olor a una flor que no recordaba el nombre.

Lo que sea de lo que ella se estuviera disculpando, él la perdonaba. Lo haría incluso si sabía las razones.

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