36._ Teeth (Adelanto)

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Damián's POV

En el pasado fui muy afortunado en el amor, encontré a la mujer perfecta para mí, y tuve dos maravillosos hijos con ella. Mi familia era mi orgullo y sustento, por ellos me levantaba cada día con la certeza de poner el mundo a sus pies, no había algo que no haría por Meliodas, Zeldris y Elise.

Tenía treinta y ocho cuando el mundo decidió darme mi primera lección de modestia, demostrándome que a pesar de que todo mi gran capital, había cosas que no podría derrotar.

Elise fue diagnosticada con un tipo de tumor cerebral agresivo e inoperable, la esperanza de vida que le dieron fue muy corta, apenas un año más.

Lo intentamos todo porque mi esposa estaba decidida a aferrarse a la vida para criar juntos a nuestros hijos. Los tratamientos hicieron más mal que bien. La vi adelgazar a niveles insanos, perder su dorada cabellera y energías, marchitándose como una flor. Mi Elise apenas era un fantasma de sí misma luego de ocho meses de agresivas terapias.

Hasta que Mirana intervino.

La ojiazul nos convenció de que era mejor disfrutar lo que nos quedaba juntos como familia a continuar desperdiciando el tiempo en viajes alrededor del mundo para visitar a cada especialista temerario que literalmente solo experimentaba con la exigua salud de mi esposa.

Incluso se ofreció a pausar sus estudios para cuidar personalmente a Elise las veinticuatro horas; pero Elise, como digna cónyuge mía que era, no lo permitió. Entre ambas establecieron todo un régimen de estrictos horarios para compaginar la atención de mi rubia y los estudios de la albina, además de darle a Meliodas y Zeldris toda la atención que necesitaban. La mansión funcionaba como un reloj suizo por aquel entonces, aun cuando Mirana estaba en clases. Y al regresar, la albina de ojos azules se empeñaba en cuidar por sí misma de Lise y los niños.

Siempre supe que si la vida de Elise duró un poco más, fue gracias a Mirana y su manía por encargarse de todo ella misma.

No obstante, nunca dejamos de buscar la opción más viable para salvarla. Solo cambiamos de estrategia. Evitando probar cada tratamiento pseudo milagroso a ciegas. Tanto Mirana como yo pasábamos largas horas de la noche al teléfono asesorándonos con los mejores especialistas, pero al final tuvimos que darnos por vencidos.

Le di a Lise la mejor calidad de vida posible, sus comidas eran planificadas por un nutricionista bastante reconocido en Japón y cada una de ellas cocinada por un chef profesional especializado en dietética, se instaló un elevador en la mansión para que no tuviera que agotarse subiendo y bajando escaleras, dispuse asistentes a su servicio las veinticuatro horas para que la ayudaran con lo que quisiera hacer e incontables medidas más, prácticamente la rodeé de algodones, y aún en mi fuero interno dudo de si fue lo correcto o no.

Pero siempre Mirana estuvo presente para impulsarnos más allá. Convencía a Elise de pasear por el jardín todas las tardes, le proporcionaba pequeñas meriendas al día cuando mi amada estaba inapetente, evitaba que se distanciara de nuestros hijos, la animaba y acompañaba a cada instante que podía. Infundiéndole su vitalidad excesiva a mi esposa.

Solo esa albina fue capaz de poner color a la gris tragedia.

Salvo que, inevitablemente el gris nos arropó.

Yo tenía 40 cuando finalmente mi amada falleció, y estoy seguro de que pudo morir en paz, su expresión tranquila en la urna me lo dijo. Elise tuvo el tiempo suficiente para arreglar sus asuntos y confiar las responsabilidades más grandes de su vida a alguien perfectamente capaz. Pero yo no me sentía de esa manera cuando la perdí.

No estaba preparado para vivir sin ella, mucho menos para criar a nuestros hijos sin su guía ¡Gracias a Dios que mi Elise siempre fue una mujer precavida!

Dejó a un ángel a cargo de nosotros. No tengo pruebas de ello, solo la corazonada de que le pidió a Mirana que no se apartara de nuestro lado cuando ella fallara.

Para mí fue un alivio contar con la albina, alguien que cuidara de Meliodas y Zeldris mientras yo me hundía en mi dolor, lo que no esperé es que la ojiazul no solo ahuyentaría las pesadillas de mis hijos, sino que la mías también.

Recuerdo muy vagamente esos primeros meses, afortunadamente. Aunque tengo muy presente la asfixiante sensación de los recuerdos que me torturaban a cada segundo que tenía la mente libre. Fue por ello me obcequé en mantenerme ocupado; una mente ocupada no tenía tiempo para recuerdos o lágrimas.

Trabajaba hasta muy altas horas de la noche, apenas alcanzaba a ver a mis hijos antes de que se durmieran. Pasaba todas las horas posibles concentrado en pilas de contratos y reuniones, mi mente no podía procesar las emociones, pero sí los negocios.

Dormir se convirtió en lo más tenebroso para mí, sabía que debía hacerlo, pero dormido no podía escapar de los recuerdos. Al principio intenté no dormir, y esa no fue la solución. La falta de descanso me pasaba terribles facturas, en algunas ocasiones llegué a colapsar del cansancio y al despertar estaba ingresado en el hospital, aunque no permanecía allí demasiado tiempo. Soy terco por naturaleza y no cumplía con las recomendaciones médicas, simplemente forzaba mi salida y retomaba mi rutina.

Eventualmente aprendí que eran mejores ocho horas de tortura diaria a pasar días sedado entre sueños turbulentos de los que no podía despertar.

A veces me quedaba dormido sobre el escritorio de mi estudio en casa, y al despertar tenía una manta sobre mis hombros, sabía que era Mirana. Jamás llegué a agradecerle su mudo apoyo.

Supongo que con el tiempo se cansó de ver en silencio mi decadente estado, y empezó a acercarse. Al principio eran simples peticiones de que desayunara antes de ir a trabajar, que pasara más tiempo con Meliodas y Zeldris o que me presentara por las tardes a sus lecciones de inglés.

Pasaba de ella, pero esa albina es una mujer obstinada y astuta.

Modificó los horarios de Meliodas y Zeldris para que despertaran casi a la par mía, por lo que eventualmente terminé acompañándolos a desayunar y mi propia alimentación pasó de una simple taza de café al mismo menú que comían mis hijos. Los llevaba tres veces por semana a la Torre Demon y se sentaba en mi oficina a ayudarlos con sus deberes escolares. ¡Incluso les pedía que se dirigieran a mí en inglés para que fuera partícipe de su progreso!

Demasiado astuta para mi propio bien.

Se inventó muchas estrategias ingeniosas para lentamente sacarme de mi mundo de dolor. No era como que hablara al respecto con alguien, pero pasar tiempo con mis hijos disminuyó mis pesadillas.

Seguí trabajando como poseso y viajando con frecuencia, aunque siempre regresaba a casa e intentaba acercarme a mis hijos de la mejor manera que podía, salvo que, ya no podía ser el mismo padre de antaño; en especial con Meliodas quien es el vivo retrato de Elise.

Pasó un año y las pesadillas me seguían acompañando, no con la misma insistencia, pero era un progreso.

Soñar con Elise y los momentos que pasamos juntos era como una puñalada. No quería olvidarla, pero no estaba listo para abrazar la perdida de la única mujer que había amado.

Una noche me desperté entre gritos y Mirana acudió.

Ella tenía el cabello revuelto y una bata de dormir blanca con listones azules. Fue como ver un ángel que acudió a mi súplica de misericordia.

No podría precisar mi apariencia, pero debía lucir lo suficientemente lamentable como para que ella se acercara hasta la cama y me abrazara.

Y por primera vez me permití llorar frente a alguien. Ella no dijo nada solo mantuvo un firme agarre sobre mis hombros. Cuando logré calmarme, Mirana se levantó y con una sonrisa salió de la habitación.

Me creí solo nuevamente, pero reapareció minutos después con un servicio de té sobre una bandeja.

Recuerdo claramente sus palabras: "Una bebida caliente antes de dormir siempre ahuyenta las pesadillas".

Esa primera taza de té fue el principio de un ameno ritual antes de dormir. Todas las noches sin falta nos reuníamos en la sala para compartir el silencio y un servicio de té.

Recuerdo que ella fue la primera en atreverse a cambiar el silencio por hermosas anécdotas sobre Elise. Con una facilidad pasmosa me encontré riendo junto a la albina mientras charlábamos de las peculiaridades de mi difunta rubia.

Con el pasar del tiempo, mientras más conversábamos, noté el parecido entre la pena de Mirana y la mía, porque a pesar de ser una empleada más en la mansión, ella verdaderamente estimó a Elise. Ambos vivíamos la misma perdida de un ser irremplazable.

Hasta ese momento no me había atrevido a hablar de Elise, ni de su vida o muerte, incluso evité el tema con mi propio hermano, sin embargo, con ella resultaba tan fácil abrirse. Supongo que es parte de su encanto, su magia, un magnetismo que ejerce sobre los demás, que no tienes más opción que quererla.

A pesar de estar saliendo poco a poco de mis murallas, las pesadillas continuaban. Resultaban extrañas. Oscuridad ahogándome, ver a Elise demacrarse hasta parecer un cadáver una y otra vez, mis hijos llorando, Mirana sufriendo por no poder alcanzar a Meliodas y Zeldris, los cabellos dorados esparcidos por el suelo del baño.

Era como ver un mosaico de terrores falsos y escenas verdaderas, salvo que nada era congruente.

Pero casi un año y medio después de la partida de mi esposa encontré la cura para mis terrores.

Flash back.

El hombre de oscuros cabellos bajaba las escaleras de su imponente casa en plena madrugada, luego de despertar tras una horrenda pesadilla, fue directo a la cocina para proveerse de un vaso de leche tibia con miel, había oído de la nana de sus hijos que eso les daba a ellos cuando se levantaban en medio de la noche, y que a veces estos empezaban a cabecear antes de acabarse el contenido del vaso.

Salía de la cocina con el vaso en mano cuando notó una luz proveniente del pasillo que conducía a la biblioteca, pensando que podía ser uno de sus hijos se acercó hasta la puerta de madera, y para su sorpresa, la persona que estaba allí no era quien esperaba.

-Mirana –llamó Damián al ingresar a la habitación.

La dama albina cerró el libro que sostenía y lo apoyó en su regazo antes de mirar al hombre de ojos verdes.

-¿Qué haces levantada? –indagó el empresario.

-Pesadillas –informó la ojiazul manteniendo el rostro sereno, casi inexpresiva.

-Al menos no soy el único –comentó tratando de hacer reír a la joven mujer.

Pero Mirana no sonrió, solo lo escrutó con la mirada, con sus ojos reflejando un profundo y tormentoso mar azul.

-Supongo que no fue apropiado hacer un chiste de ello –comentó algo avergonzado.

-No se preocupe, intentó ser amable –tranquilizó la mujer- ¿Usted también tuvo un sueño agitado? –cuestionó al ver el vaso en la mano masculina.

-Sí, quería intentar regresar a dormir, entonces recordé que me hablaste de la leche caliente –dijo Damián.

-Espero que le funcione –deseó Mirana con una amable curva en sus labios.

Bajo la atenta mirada azul, Damián tomó asiento en una butaca individual y comenzó a beber de su vaso en silencio. Con el pasar de los minutos la albina entendió que el hombre se quedaría allí, por lo que reanudó su lectura.

El vaso de Damián llevaba vacío un rato y el sueño no había acudido a él.

-¿Qué lees? –preguntó.

-"Cumbres borrascosas" –respondió la ojiazul mostrándole la portada del libro de pasta gruesa en sus manos.

-Un poco triste ¿No lo crees? –inquirió extrañado e inclinando la cabeza a un lado.

-No todas las mujeres preferimos la lectura romántica, señor Demon –aseguró frunciendo los labios.

-No te ofendas – se apresuró a decir- Es solo, que pareces del tipo de mujer que prefiere los clásicos románticos –comentó dubitativo y algo temeroso de ofender a la mujer.

-No me ofendo, normalmente por ellos me decantaría, aunque, esta noche me apetecía algo diferente –respondió con tranquilidad.

-Muy diferente, diría yo.

-Esta también es una historia de amor –sonrió- Al menos una trágica –aclaró ella con una sonrisa tímida- Es la segunda vez en mi vida que la leo.

-¿Y porque vuelves a hacerlo? –inquirió curioso.

-Es el favorito de alguien que estimé muchísimo –confesó con una triste sonrisa.

Ambos se sumieron en un agradable silencio durante un rato, hasta que Mirana decidió romperlo.

-No parece que la leche pudiera con usted –acotó viendo el vaso vacío.

-Debería intentar otra cosa –murmuró Damián levemente irritado.

-¿Una taza de té? –ofreció ella.

-Dicen que leer por las noches ayuda a conciliar el sueño –comentó acercándose a una estantería a examinar los títulos de los ejemplares frente a él -¡Demonios! –exclamó.

-¿Sucede algo?

-Mis lentes están arriba y si subo a buscarlos, al volver estaré más despierto y ni un somnífero me dormirá –explicó devolviéndose al sillón individual con frustración.

-Podría...

El ofrecimiento de Mirana fue rápidamente cortado por la siguiente oración de Damián.

-¿Y si lees en voz alta? Sueles hacerlo para Zeldris y en menos de cinco minutos está dormido –argumentó el azabache.

-Uhm... No sé si...

-Por favor.

Ella no supo si fue por la súplica escondida en las palabras de Damián o porque el flequillo desordenado de este le recordó a alguien más, pero aceptó de buena gana y empezó a leer con voz tranquila y modulada.

Fin del flash back.

Esa madrugada volví a la cama y no tuve pesadillas, al despertar me sentí totalmente descansado como hace más de dos años no me sentía. La noche siguiente intenté leer para ahuyentar las pesadillas, incluso leí el mismo capítulo de "Cumbres Borrascosas" que Mirana leyó para mí, pero los malos sueños volvieron.

La noche siguiente a esa, por casualidad escuché a Mirana leer un cuento infantil para Zeldris antes de dormir, recién llegaba de la oficina, pero me quedé paralizado ante la voz de la albina que cambiaba con cada personaje distinto que intervenía en la narración. Huí del pasillo en cuanto ella dejó de leer y le deseó buenas noches a mi hijo menor.

Una vez en mi habitación decidí recostarme en la cama y como por arte de magia caí en un profundo sueño sin pesadillas.

Esa casualidad no se repitió nuevamente, siempre llegaba demasiado tarde para presenciar ese ritual para dormir. Las pesadillas volvieron y a pesar de que continúe compartiendo con Mirana una taza de té antes de dormir, no me atreví a pedirle que leyera para mí nuevamente.

Me tomó meses dignarme a pedírselo, y al momento de decirlo me sentí tan avergonzado como un muchacho de secundaria que hacia una trastada frente a la chica que le gustaba. Pero ella no se burló, ni comentó nada. Simplemente me ofreció la taza de té que me correspondía, salió del salón unos instantes y regresó con un libro en mano: "Las aventuras de Tom Sawyer".

Desde ese momento, Mirana todas las noches de los meses siguientes se encargó de ahuyentar las pesadillas con el sonido de su voz. Así fue hasta más o menos el segundo aniversario de la muerte de Elise.

Flash back

-Damián –llamó un azabache de ojos verde oliva al entrar a la oficina del presidente de Demon Enterprises.

-Ducard –saludó- ¿En qué puedo ayudarte?

-Hermano, necesito hablar contigo –informó el hermano menor cerrando la puerta con suavidad.

-Te escucho –dijo Damián curioso.

-Maya escuchó un chisme de lo más inadecuado de una de las sirvientas de tu casa la otra tarde –informó.

-Ilumíname –solicitó con el ceño fruncido.

-¿Has estado coqueteando con la tal Miranda? Ya sabes, la niñera –preguntó sin rodeos.

-¿Qué? ¡Eso es ridículo! –exclamó levantándose de su asiento consternado, tanto que ni notó que su hermano llamó a la albina por otro nombre- ¿Cómo pueden inventar tal barbaridad?

-Damián, siéntate –pidió Ducard con tono conciliador- Yo también he notado más cercanía entre ustedes, ahora la llamas por su nombre, por ejemplo.

-Es la niñera de mis hijos, prácticamente los está criando por mí. Llamarla por su nombre no es más que un gesto de cordialidad –aseguró el mayor de los hermanos.

-¿Estás seguro? –inquirió nuevamente- Porque Maya dijo que escuchó a la mucama decir que todas las noches antes de dormir pasan tiempo juntos y que ella te lee en voz alta ¿Pasa algo con tu vista, hermano?

-¡Es solo por las malditas pesadillas! –gritó en respuesta- Solo por eso le pido que me lea en voz alta.

-¿De qué pesadillas hablas? –preguntó el azabache menor desconcertado.

A Damián no le quedó de otra que confesar su debilidad ante su hermano. Desde sus terrores nocturnos, hasta explicarle porque había tomado de un momento para otro un ritmo de trabajo tan intenso.

Fin del flash back.

Hablar de mis temores solo puso más tensión en la actitud de mi hermano y cuñada respecto a Mirana. Incluso comenzaron a dormir en mi casa algunos días a la semana. Una parte de mí se alivió porque mis hijos tuvieran más compañía; al menos hasta que noté el abismo que se abrió entre mis hijos y Estarossa. Y la particular actitud de Maya respecto a Mirana. Me dije a mi mismo que por respeto a Elise no podía permitir que mi cuñada continuara hostigando a la albina. Por lo que diseñé una solución a mi medida.

Muy a mi pesar, fui desprendiéndome de mis lazos con Mirana. Mantuvimos una relación de civilizada cordialidad, solo pasaba tiempo a su lado cuando había más personas alrededor, bien sea Meliodas, Zeldris, la familia de mi hermano u otros empleados de la mansión, pero jamás solos nuevamente. También alargué, a propósito, mis viajes de trabajo, con la finalidad de que dada mi ausencia la familia de mi hermano pasara muchísimo menos tiempo en mi hogar con la excusa de "hacerme compañía".

Fue demasiado fácil adaptarme a esa rutina. Pronto, con dificultad pasaba más de una semana en casa. En esa nueva dinámica concluí mi segundo año sin la presencia de mi esposa. Mis terrores nocturnos siempre me acompañaban, pero preferí fingir fortaleza, incluso ante Mirana. Y si ella alguna vez notó la razón en mi cambio de comportamiento, nunca lo verbalizó y simplemente mantuvo su trato amable pero distante.

Para el tercer aniversario de la partida física de Elise decidí que no estaba tan dañado como para "echar una cana al aire". No soy un santo, y de cierta manera, revivir mi vida sexual fue sano para mí; al menos las pesadillas se transformaron en algo más tolerable. Cada que tenía un encuentro sexual, Elise aparecía en mis sueños y me trataba con indiferencia, observándome con reprobación, con ese adorable gesto de niña berrinchuda con el que solía castigarme cuando se enfadaba. En mi opinión, fue una mejora.

No era una vida sexual escandalosa como la de Meliodas antes de la niña Goddess, no obstante, me satisfacía.

Aun si lo intentara, no podría precisar el momento en que empecé a ver a Mirana diferente. Los años inexorablemente nos arroparon, y conforme mis hijos crecían ella mutaba su carácter para adaptarse a sus necesidades.

En algún punto dejó de usar los jeans y camisetas con los que estaba evidentemente cómoda para corretear a dos infantes por toda la casa, y pasó a usar preciosos conjuntos sastre y vestidos recatados para asistir a las reuniones escolares de Meliodas y Zeldris. Y confieso que mientras más seguido vestía de esa manera, más difícil me era dejar de compararla con Elise.

A veces me dedicaba a enumerar sus diferencias durante horas, tratando de recordarle a mi cerebro que no era prudente visualizar a mi fallecida esposa en la que fue prácticamente su hermana. Pero no podía evitarlo; ambas poseían un aire distinguido de alta sociedad, eran preciosas y delicadas como muñecas, extremadamente dotadas en diversas habilidades académicas y artísticas, mujeres de carácter y decididas; y luego del cambio de imagen de Mirana más parecido les encontré y más difusa se me hizo la línea entre ambas.

Salvo que ahora estoy consciente de la verdadera diferencia. Si Elise fue mi complemento perfecto porque ella era todo lo que yo no, Mirana y yo somos tan parecidos que juntos acabaríamos con el mundo si nos lo propusiéramos.

Básicamente, mi Elise fue un ángel, toda calidez y sonrisas, de opiniones comedidas, diplomática, sin sobre reaccionar o dramatizar demasiado sobre algo, siempre delicada y conservadora.

Pero Mirana bajo todas sus máscaras era la antítesis de mi rubia, una demoniza; explosiva, aguerrida, firme y con un carácter de los mil infiernos si se le provoca. Toda letalidad y sensualidad, tal como una reina o emperatriz que ya tiene en sus espaldas toda la sabiduría que da la experiencia de conocer las crueldades del mundo, esa malicia y perspicacia que era imposible de imaginar en mi esposa.

Tal vez fue porque jamás se doblegó ante mi como cualquiera de mis empleados, y en sus ojos nunca noté ese anhelo por complacerme; al contrario, se mantuvo fría y cortés, sin mostrar una pizca de remordimiento al desafiarme por las cosas que creía correctas, tratándome como un igual.

Puede que fueran esas pequeñas y encantadoras muestras de afecto tan suyas: enviarme mensajes recordándome que cuide de mi salud, pedirme que me abrigue al viajar a países con climas crudos, las sonrisas amables al compartir una taza de té, entrar a mi despacho para avisarme que ya estaba sobre la hora adecuada de dormir, tomarse la molestia de enviarme fotos de cada campeonato o evento deportivo de mis hijos.

En un principio, todo fue tan vago, que no podría haber precisado que la amaba. Con el tiempo cada gesto se sumó, cada postre, taza de té, mensaje, fotografía y sonrisa.

Por ello me volví loco al enterarme de lo que yo consideraba una traición. Mirana, la mujer de la que llevaba años ocultando mis sentimientos, estaba encubriendo un romance entre mi primogénito y una mujer con la que jamás me imaginaria que se enrollaría. Fue el detonante que me faltaba.

Investigar a Mirana convirtió mis emociones en un huracán ¡Percatarse de que no sabes nada de la mujer que crees amar! Cada trozo de información descontextualizada fue un puñetazo certero, uno tras otro. Los dibujos y cartas misteriosas casi me volvieron loco de dolor, y en su momento pensé que no habría nada peor.

¡La llegada de la primera carta de amenaza! Allí si creí que me daría un derrame cerebral por el disgusto ¡Por primera vez en mi vida me sentí indefenso! Irritado e indefenso. Ya que no sabía cómo enfrentar a este enemigo sin nombre que deseaba arrebatarme alguien que quise y anhelé por años.

Luego vino el supuesto hijo de mi albina, porque es mía, me niego a creer lo contrario. Tantas noches preguntándome: ¿Por qué ocultaría a su hijo? ¿Quién es el padre? ¿Se verían aun? Y cada interrogante sin respuesta solo acrecentaba mi dolor y consumo de alcohol.

Pero cuando juras que no puedes hundirte más, la vida te abofetea con tu incredulidad. Las primeras fotos de Maxon Dupré que tuve en mi poder significaron el fin del mundo para mí. Conocer el rostro del hombre que era el "padre" del "hijo" de Mirana fue una patada en el estómago. Las imágenes transmitían un aura de amor infinito entre ambos, incluso el rostro de él demostraba una adoración inconmensurable por la persona que se las tomaba. Y la que me destrozó fue donde ambos posaban usando alianzas de matrimonio, espalda con espalda, disfrutando del reflejo del sol poniente en sus anillos. Incluso ahora que sé la verdad, me gustaría saber el misterio tras aquellas imágenes de los hermanos Dupré.

Me bloqueé, no quise seguir cavando, era demasiado doloroso. Me dije a mi mismo: Él está muerto ¿Debo seguir perdiendo el tiempo? ¿Acaso esperaré a que venga ese otro hombre de la carta a quitármela? Me costó muchísimo aclarar mis pensamientos y sentimientos, separar el pudor de mis deseos personales. Romper con la idea de que estaba traicionando a Elise al desear a Mirana.

De hecho, era tan duro que decidí volver a Meliodas y su relación indecorosa. Ya había hecho planes, pero tenía que cerciorarme de que funcionaran. Dar el golpe de gracia a todo aquello. Una llamada a mi sobrino y obtuve el contacto que necesitaba para consolidar mis planes. Solo que me plantee: ¿Verdaderamente era tan malo que Meliodas estuviera en una relación formal con la hija de Nerobasta?

Durante muchos años la única crítica que tenía contra mi primogénito era su escandalosa vida social, pero desde que estaba con la jovencita Goddess tenía un comportamiento sosegado, incluso aplomado. Su carácter explosivo estaba controlado y estaba alejado de los escándalos de la prensa. Me cuestioné muchas cosas, mi posición como padre, como líder de un negocio tan grande y hasta como ser humano. No soy de atenuar mi culpabilidad, no obstante, en ese punto, llevaba tanto tiempo alejado de las emociones que estaba abrumado, y me dejé llevar por lo que es lógico para mí; una lógica absurda y arcaica.

La llamada de ese extranjero solo reforzó mis dudas, pero todo estaba hecho. No había vuelta atrás. Aunque sus palabras calaron hondo en mí: "No me interesa como se meta o arruine la vida de sus hijos. Por mí, bien puede destruir su relación padre hijos como le venga en gana... Fue a ella a quien Mira confió su historia. Y aun luego de saberla, su esposa la dejó permanecer en su hogar y criar a sus hijos... Usted no sabe nada... No merece estar en manos de un indeciso e incapaz como usted... Cuando menos se lo espere Mirana estará fuera de su alcance".

Regresé a casa con la esperanza de que mis pecados no fueran tantos como para enmendarlos. Al menos los cometidos en contra de Mirana. Dejó de importarme su pasado ante la perspectiva de perderla definitivamente. Y gracias a que alguna entidad superior tuvo piedad de mí, no fue muy difícil conquistarla. Fue tanto tiempo jugando a evitarnos que en cuanto ambos dejamos de jugar, nos atrajimos como imanes.

Estuve literalmente a sus pies en el momento en que nos permitimos ser abiertos con lo que sentíamos mutuamente: cada conversación astuta que argumentaba con su boca de pecado, las reprimendas que me llevé, los masajes en los hombros, sus dedos en mi cabello y los besos que hasta siendo castos me provocaban maldecir a todos los posibles hombres que la volvieron tan hábil en ese arte.

Durante el corto y dulce tiempo de nuestra relación, me sentí completo otra vez. Todo parecía marchar adecuadamente, hasta que a conciencia desperdicie las oportunidades que Mirana me dio de ser honesto con ella, no tenía la certeza de cómo, pero en sus ojos vi que ella anhelaba la verdad contada por mi boca. Y yo elegí mentir. Mi terquedad y cabezonería me la arrebató. No vino ningún extranjero a llevársela, ni el pasado, ni su supuesto hijo, yo mismo la alejé; creyendo que todo podría controlarlo y moldearlo a mi manera.

Pero Mirana es como un incendio, voluble y devastador. Intenté domesticar su fuego con el mío, y me salió el tiro por la culata. Ella usó ambos para arrasar conmigo.

Al caer las máscaras fue que quedé irrevocablemente enamorado de ella. Conocer su valentía, carisma, determinación, pasión y carácter me convirtió en su esclavo. Y por estar consciente de lo mucho que se habían elevado mis afectos por Mirana me resultaron aún más devastadoras las palabras de Meliodas: "¿Serás capaz de soportar que la mujer que has querido durante años te desprecie? ¿Soportaras el odio en su mirada?".

Confieso que conocer a la verdadera mujer bajo la máscara no solo fue interesante, si no doloroso, cada pequeña pieza de verdad me hacía amarla más y también acrecentaba mi culpabilidad.

A destiempo logré comprender a que se refería Zeldris al decirme que siempre habría uno o dos hombres por encima de mí en el corazón de Mirana, en su momento mi respuesta inicial fue estar enojado, celoso y un poco confundido; ahora las cosas son distintas, me llena de calidez saber que ella estaba tan emocionalmente ligada a ellos, como ellos a ella.

Y tuve que dejar que las cosas llegaran demasiado lejos para entender lo difíciles que estaba poniéndole las circunstancias no solo a Meliodas, también a Mirana y Zeldris. La mañana en que ella reprendió a mi primogénito y lo mantuvo alejado nunca la olvidaré, esos ojos azules mirando sin emociones a Meliodas, la orden que dio a los guardias de contenerlo para que no se le acercara y las crudas palabras que le dedicó; me pregunto qué sucedió entre ellos como para que Mirana tomara la decisión de decirle con tanta frialdad que ella nunca ha sido su madre.

Pero esas no fueron las palabras que me conmocionaron, fue su boca pronunciando: "Un hombre acepta las consecuencias de sus errores", lo que me devastó. Ella tenía razón, en ese instante luché contra la necesidad de abogar en favor de Meliodas y la culpa que me devoró como un pozo sin fondo. Juro que en ese momento quise confesar, por ello la seguí, bajé tan rápido como pude las escaleras, pensando en las mil maneras de decirle la verdad y suplicarle para que no nos abandonara.

La sensación desesperante de asfixia solo podría ser comparado con hechos meramente literarios, en el pasado mucho leí sobre la crueldad de los dioses, sobre el abandono que sentían los humanos al verse desamparados de la fe, así me sentí bajando a trompicones las escaleras.

No logré darle alcance, lo que le permitió a mi cerebro llenarse de miedo y conjeturas que me llevaron a pensar que era mucho mejor dejar las cosas como estaban. Pensaba: "Está enojada con Meliodas, no conmigo". Me pregunté ¿Qué sería de mi si me dejaba?

Y no pude.

Preferí seguir acabando mi mundo a mentiras que destruirlo con la verdad.

La entrevista donde Lizzette confirmó su compromiso con Meliodas fue el último clavo en el ataúd de mi relación con Mirana. Lo supe inmediatamente por la actitud distante de ella. No obstante, seguí cometiendo imprudencia tras otra, fingiendo que todo saldría bien al final. Ignorando mi sentido común, repitiéndome a mí mismo que con el tiempo Mirana querría tanto a la pelirroja que se olvidaría de Elizabeth Goddess. Pasé horas pensando en los mejores obsequios y gestos que el dinero podía pagar para ganarme el indulto de mi albina.

La noche que me confrontó sobre el compromiso me sentí ante la reina de las nieves, congelado por su determinación. El pánico se asentó en mi estómago y no me abandonó por el resto de la noche, por mucho que bebí para calmar mis nervios. Estaba ante la guillotina y no era un verdugo el que me arrancaría la cabeza, si no la misma Mirana. Solo que no pude imaginarlo en ese momento.

Y el día de mi ejecución llegó

Flash back

Verla leyendo en mi estudio siempre representó una compañía agradable y apacible. Pero esa noche tenía el extraño presentimiento de que todo se torcería para peor. La angustia me comía vivo, no podía concentrarme en los papeles frente a mí, a cada segundo desviaba la vista de los documentos para ver discretamente a Mirana leer con una postura perfecta, moviéndose solo lo absolutamente necesario para pasar delicadamente las hojas de un lado a otro.

-Damián –habló por fin- ¿Me permites un instante? –solicitó y me acomodé en mi silla, tratando de mantener oculto mi nerviosismo.

-Lo que quieras, querida – respondí.

-Es sobre una de tus inversiones.

-¿Qué? –dije sorprendido- ¿Qué puedes saber sobre...? –intenté preguntar, pero ella me atajó.

-Me parece que ya no necesitas seguir pagando los costosos honorarios de ese hacker, querido –reveló dejándome sin palabras, todo mientras se acercaba hasta el escritorio con un andar felino.

Quise decir algo, lo que fuera. Pero mi lengua estaba anudada.

-Te dije que descubriría lo que había sucedido con Meliodas –me recordó con falsa cortesía- Sabía que eras implacable como empresario, pero no te imagine indolente con tus hijos, no te preguntaré ni siquiera como o porque lo hiciste, ya lo sé todo, todo mísero centavo que moviste para comprar estos aparatos ilegales, el hacker, la deuda de Danafor y tu trato inicial con la frágil y crédula niña pelirroja. Seguramente tú te preguntes como lo hice ¿Cómo ingresé a tu computadora que expertos se encargaron de proteger? –ironizó con el sarcasmo goteando de sus labios.

Ella dejó caer al escritorio los dispositivos ilegales de intervención, y supe que estaba definitivamente perdido. No podía procesar los acontecimientos, su voz se convirtió en un murmullo que apenas podía oír, estaba claro que enumeraba mis pecados. Solo logré captar:

- Mejor vuelve a enviar a tu patético investigador privado tras de mí, a ver si logras averiguar algo que yo no te facilitara.

-E-El hombre de la carta... ¿Eras tú? ¿Las llamadas y amenazas? – me sentí un hipócrita por mi reacción ofendida al respecto, pero las palabras se escaparon de mí.

Me negó respuestas y empezó a marcharse.

-¡Mi-Mira, espera! –grité en un vano intento por detener su partida.

-Ya consiguió lo que quería, separar a Meliodas y Elizabeth. Y resultó su plan, jefe –que me llamara así me dolió como un puñal- Elizabeth no volverá a ser novia de su hijo jamás –cada oración con la que insinuaba nuestra separación me dolía enormemente- Es algo irónico, a padre e hijo los dejaron en la misma semana –quedé paralizado tras mi escritorio- Por si no es obvio, tu y yo, terminamos. Espere mi carta de dimisión pronto, jefe.

No sé cuánto tiempo pasé petrificado en mi sitio. Pero cuando recuperé mi movilidad comencé a desquitarme con todo lo que tuviera a mi alrededor. Lancé contra la pared unas licoreras de cristal, de un manotazo aparté toda la pila de documentos de mi escritorio, grité como una bestia herida mientras rompía y lanzaba más cosas; nada me importaba, solo acabar con ese vacío que se expandía en mi pecho.

Llevaba años sin llorar, por lo que el sabor de las lágrimas al bajar desordenadamente por mis labios fue amargo.

En algún punto de la madrugada paseé por el pasillo de su habitación como un alma en pena. Muchas veces deteniéndome en su puerta, con los nudillos a punto de tocar, solo que no lo hice.

Frustrado me encerré en mi habitación, sintiéndome más solo que nunca en tanta enormidad. Durante nuestra corta relación no compartimos el lecho, a lo mucho, caricias y besos apasionados en el sofá de la sala, no obstante, esa noche el fantasma de su presencia, de sus abrazos y besos me acechó incluso en las sabanas que jamás llegamos a compartir.

Fin del flash back

A la mañana siguiente me obligué a salir de la cama. Por inercia me alisté para el trabajo y bajé a desayunar, pocos minutos después se unió Zeldris. Bebíamos un poco de café cuando Mirana apareció en la cocina, vestida informalmente, toda curvas y determinación, fue como volver a ver a esa jovencita que llegó de la nada y que eventualmente se convirtió en el motor que todos necesitábamos cuando la vida nos atacó con todo lo que tenía.

Zeldris se quedó mudo al verla de esa manera, intercambiaron unas cuantas palabras, incluso me esforcé para integrarme, pero Mirana me ignoró como si fuera invisible. Apenas me miró al dejar el desayuno frente a mí, el ambiente se podía cortar con un cuchillo, y todo empeoró cuando dejó esa maldita carpeta a mi lado.

Inmediatamente supe lo que contenía, y de haber tenido superpoderes la habría incinerado con la vista. Pero uno no puede escapar de la realidad por más que quiera, abrí la condenada carpeta y con cada oración que leía mi ira crecía.

Grité negándome. Insulsamente me había convencido de que tendría la oportunidad de enmendar el daño hecho.

Ella expuso argumento tras otro, derrumbando mis replicas, ciñéndose perfectamente al marco legal de su contrato. Destrozándome con la noticia de su mudanza. Cada esperanza fue directamente a la basura.

Lleno de rabia e impotencia abandoné mi hogar, en la oficina no pude concentrarme, me encontraba desecho. Quería lanzarme del risco más cercano y ahogarme, de todos modos, sentía que no podía respirar.

Eventualmente, Meliodas notó que mi mente no estaba allí. Cada palabra de mi hijo sólo incrementó mi sufrir, pero comparándolo con la desolación que sentía por el abandono de Mirana, aquello no era nada.

Al llegar a casa todo era silencio, al menos lo fue hasta que subí las escaleras y encontré a la mayoría de los empleados entrando y saliendo de la que fue la habitación de Mirana. La puerta blanca ya no estaba, ahora era exactamente igual a las del resto del pasillo. Me apresuré a entrar, habían cambiado las sábanas blancas por las gris perlado que se usan en todas la habitaciones de invitados y en ese momento se encontraban cambiando las cortinas celeste y blanco de Mirana por unas blancas y gris. Sentí que intentaban erradicar cada rastro de la albina.

Los eché de allí, no me importó que una ventana quedara sin cortinas y la otra con las cortinas de la antigua dueña de la habitación. Cuando todos se fueron cerré la puerta y me acosté sobre la cama, desesperado por encontrar su aroma entre las almohadas.

A la mañana siguiente cuando me presenté en la cocina mi imagen debió ser lo suficientemente lamentable para que la frialdad en los ojos de Mirana se evaporara completamente por unos instantes, incluso hizo amago de acercarse para examinarme de cerca. Pero rápidamente su preocupación fue cubierta por una máscara de profesionalismo indestructible.

Anuncié que no me sentía en disposición de ir a la oficina, y como era de esperarse el gesto de desconcierto de mis hijos y Mirana fue digno de película de terror, no obstante, no di más explicaciones.

Ella pasó el día atendiéndome, manteniéndose lo más distante posible, justo como lo haría el resto de los empleados, odie esa actitud. Al menos, su aparente predisposición a tratar mi supuesta enfermedad me dio la idea de usar eso como pretexto e intentar reconquistarla.

Por lo que me mantuve ausente del trabajo el resto de la semana. Durante esos días la llené con todas las extravagancias que se me ocurrían, desde flores, joyería y repostería exclusiva; y en cada ocasión me dejó claro que no quería de mis obsequios. Las flores terminaban repartidas en floreros por toda la casa, las joyas eran devueltas a mi estudio aun sin abrir sus envoltorios y los postres finalmente eran aprovechados por Meliodas y Zeldris.

El viernes ella estalló, cada una de sus palabras era una bofetada, pero estaba empecinado en recordarle que éramos perfectos juntos, por lo que intenté besarla, aunque el sonido del timbre le dio oportunidad perfecta para soltarse de mi agarre.

Esperé por ella en la cocina unos instantes, y cuando no volvió me acerqué hasta la entrada. Las palabras que escuché a Estarossa lanzar en su contra me revolvieron la bilis, cada insulto despectivo y grafico ¿Hace cuánto se dirigía a ella de esa manera? ¿Por qué nadie me avisó de eso?

Cuando la postura recta de los hombros de Mirana cayó me decidí a intervenir, aun con una sensación asquerosa en la garganta que me daba la impresión de que vomitaría si escuchaba un insulto más de mi sobrino.

Pero mi albina nunca ha necesitado de caballeros en brillantes armaduras para que la defiendan.

Cada oración que pronunciaba la de ojos azules me desconcertaba. Sabía que en algún punto la relación de mis hijos y su primo se quebró, nunca me di por enterado del motivo. Con cada acometida verbal Mirana me reveló que esa situación se remontaba desde antes de fallecimiento de mi hermano y cuñada, al parecer ellos se encargaron de llenarle la cabeza mi sobrino de fantasmas y telarañas. Pensamientos que Meliodas y Zeldris no permitieron que los alcanzaran, por lo que apartaron a Estarossa.

¡Incluso le hizo saber de qué conocía que estuvo involucrado junto a mí en la separación de Elizabeth y Meliodas!

Sus palabras fueron afiladas y certeras como cuchillos en manos de un militar veterano.

Un insulto desafortunado más llevó a Mirana a desatar toda la ira que bullía en su cuerpo. Gritando pestes le abofeteó y echó de la casa, seguido recogió sus cosas a una velocidad vertiginosa para largarse.

Y como era típico en mi recientemente, solo cometía estupidez tras otra en un vano intento por retenerla junto a mí. Por lo que me inventé una cena "familiar" junto a Lizzette Danafor, aunque mi verdadero propósito era compartir nuevamente la mesa junto a la ojiazul, verla sonreír de cerca, así esta sonrisa no fuera dedicada a mi persona.

La invité a compartir la mesa, y a duras penas logré convencerla. Definir esa comida como incomoda era una blasfemia, habría tenido una cena más cálida con asesinos seriales, mis hijos estaban en plan: "Mi padre no existe y el florero es más interesante que él"; y tampoco fue una brillante idea invitar a Estarossa a compartir la misma mesa que Mirana, no luego de la abierta hostilidad que expresaron ante mí.

Al menos mi ex se mostró atenta y cordial con Lizzette ¡Pero yo no hacía más que poner más tenso el ambiente con comentarios desafortunados dichos con mi maldito pico de oro!

Intenté conducir la conversación por un cauce más neutro, desafortunadamente solo inicié la tercera guerra mundial en la mesa. El frente unido de Mirana contra mí.

Mencionando que olvidó que tendría visitas masculinas en casa, se excusó de la mesa. Yo no podía creerlo, sentí los ácidos estomacales hacerme un hoyo en alguna parte. Estaba fúrico ¡Teníamos menos de dos semanas separados y ella ya tenía compañía masculina con la cual pasar la noche!

La seguí para exigir respuestas. Al retenerla solo me gané un popurrí de frases en distintos idiomas, todos pronunciados con tal molestia que no era difícil conjeturar que me estaba diciendo de todo menos guapo.

Pedirle que me hablara en un solo idioma y de preferencia uno que yo entendiera, fue como cargar un arma de fuego y apuntármela a mí mismo. Esa noche, luego de que se cansó de gritar, me abandonó, totalmente. Ya no tendría oportunidades de planear ingeniosas estrategias, de volver a intentar robarle un beso, de pedirle que escuchara mis patéticas excusas y argumentos.

Emborracharme no mitigó el dolor, tampoco podía concentrarme en el trabajo, mucho menos me calmaba dormir en la cama que antes le perteneció y no tenía a nadie a quien quisiera contarle mis cuitas. Estaba solo, absolutamente solo. Tal y como dijo Mirana: "Todos te abandonaran algún día, tus hijos se cansarán de tu manipulación y te dejaran, incluso Estarossa será incapaz de soportar un prepotente como tú".

Mientras actuaba de manera desafortunada perdí la visión de todo lo que estaba arrojando al infierno. Y solo me quedaba ese inútil pensamiento de: Ojalá pudiera retroceder el tiempo.

La agonía de no verla o saber de ella era incatalogable, y por muy tentadora que fuera la idea de recurrir a un investigador nuevamente, el recuerdo de sus ojos destilando el odio al confrontarme en mi despacho le quitaban cada mínimo ápice de atractivo. Enfrentarme a su odio nuevamente, sentirme desnudo otra vez frente a esos ojos azules me mataría.

Una mañana simplemente desperté con el mismo estado de ánimo lamentable que me rodeaba últimamente, me removí impasible entre las sabanas azuladas de la cama de ella, pero me forcé a levantarme cuando mi estómago protestó por décima vez en 20 minutos, tenía que comer, aún si planeaba morir al causarme una cirrosis hepática no tenía intención de incordiar más a mis hijos desatando un coma etílico en mí.

Sus voces provenientes de la cocina aliviaron un poco mi soledad, al menos ellos no me habían sacado de plano de sus vidas...

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La siguiente publicación será una nota de autor, creo que merecen una explicación de lo que ha pasado.

Feliz año nuevo. Besos y abrazos.

Mia_Gnzlz

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