Galería de Fantasías

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Lincoln a pesar de despertarse el domingo todavía molido debido a la carga de trabajo que tuvo ayer en la granja de Liam durante toda la mañana y una buena parte de la tarde, se sintió feliz y entusiasmado.

—Tal vez deberías quedarte en casa a descansar, cariño.

Su madre le había pedido preocupada al notarlo tan fatigado mientras desayunaban. Leni al lado del chico, le tomó la frente temiendo que tuviese temperatura debido a su aspecto enfermo.

—Descuiden. Estoy bien. Además, lo más pesado lo hice ayer. Todo lo que haré ahora en la granja será embolsar la cosecha. Eso es sencillo, por eso iré hasta las cuatro.

Luna negó con un gesto tan preocupada como su madre y hermanas.

—Está bien, hermano. ¿Cuánto es lo que te falta para completar lo de tus lecciones? Te lo daré yo con tal de que no te malpases.

—Muchas gracias Luna, pero ya me comprometí con los Hunnicutt a ir y no puedo fallarles.

Luna se resignó lamentando el extremo al que su hermano estaba llegando con tal de juntar dinero. Rita resintió con culpa el no haber dado importancia a aquel curso tras ver lo mucho que su hijo se estaba esforzando por pagarlo él mismo.

—Está bien, tesoro. Pero yo misma te llevaré a la granja de tu amigo y eso no está a discusión.

—Mamá, no tienes...

—No está a discusión.

—Está bien —suspiró frustrado—. Pero vamos temprano, que no quiero llegar tarde para acabar lo más rápido posible. Tengo que estar puntual a las tres.

Lola levantó la mirada confundida.

—¿No dijiste que quedaste a las cuatro?

Lincoln actuó igualmente confundido.

—No, es a las tres.

Lucy se volvió hacia él, siendo ella también junto con su hermana y madre quienes prestaron más atención a los detalles.

—Yo también escuché que dijiste a las cuatro tenías que estar allá.

—¿En serio? —el chico se encogió de hombros—. Supongo que me equivoqué. Es a las tres.

Debido a la manera tan casual en que se corrigió, dejaron el tema y terminaron de desayunar.

-o-o-o-

—Después de hablar con Lesly, me la llevaré a dar una vuelta para distraerla, incluso la invitaré a comer. Tal vez la lleve al parque y le ponga la película que quería ver la semana pasada en mi celular.

La señorita Hepburn en la entrada de la casa hogar, volteó hacia el coche de la universitaria, donde una muy entusiasmada Lesly movía la cabeza con el ritmo de la canción que estaba escuchando en la radio.

—Sí, supongo que no hay problema en ello. Confío en ti y que también me llamarás por teléfono ante cualquier cosa. A las cinco la traes de vuelta.

—Hmm... ¿no podría hacerlo un poco más tarde? Tal vez... ¿a las nueve?

—Eso es mucho tiempo, ¿qué tanto puedes hablar con ella sobre su pubertad?

—Hay muchos temas, créame. Me gustaría que Lesly... escuche todo lo que quizás... ya sabe. No quiero que se pierda de nada.

La señorita Hepburn comprendió. Lesly estaba bastante limitada a lo que las adolescentes promedio hacen y Amanda sólo quería contarle absolutamente todo para hacerla sentir tan común como cualquier otra chica.

—A las siete la quiero de regreso.

Amanda suspiró, ¿qué clase de cita termina a las siete? Igual no tentaría su suerte, que de por sí, podría considerar riesgosas sus verdaderas intenciones.

—A las siete será.

Tras despedirse, regresó a su coche y lo puso en marcha.

—Gracias de nuevo, Amanda.

Con cierta pena la jovencita le agradeció estrujando el largo improvisado vestido rosa que llevaba. Amanda de forma rápida le levantó el borde que se le resbalaba por un hombro.

—Debí de conseguirte un vestido de verdad o algo para que te cambiaras. —O como mínimo un top para que se pusiese debajo del mismo, pensó.

—¿Qué tiene malo lo que llevo? —se preocupó de pronto—. ¿Crees que a Lincoln no le guste cómo me veo?

Podría decirle una y otra vez todo lo que quisiera sobre ese chico acerca que sólo se trataba de su amigo, pero eso no evitaba que Amanda se emocionara por el actuar de Lesly tan diferente a si de verdad sólo se tratara de eso.

—Te ves bien. Estoy segura que le gustará verte como ya acostumbras —su temor es que le gustase demasiado—. No te subas tanto el vestido de abajo cuando estés con él. Relájate, no te pongas nerviosa.

—Lo siento. Es que... es diferente. No es como la vez anterior cuando nos encontramos por accidente —Amanda seguía poniendo en duda que así haya sucedido esto último—. Es... no es una cita, pero es... distinto.

—Descuida, yo entiendo.

El coche se detuvo a los pocos minutos. Lesly sintió cómo Amanda se bajó para segundos después sentir que le abrió la puerta desde afuera. Ella bajó con su ayuda cuando la tomó de la mano y aspiró profundamente. El aire se sentía bastante limpio, de forma distinta a la casa hogar o cuando salía a la calle en compañía de alguien. El suelo no era liso, se sentía irregular.

—¿Estamos en el parque de nuevo? Creí que iríamos desde ya a la galería.

—Tenemos mucho tiempo de sobra y aquí tendremos más privacidad.

La condujo hasta una banca donde se sentaron. Amanda suspiró y comenzó.

—Bien, hermanita. ¿Qué recuerdas de lo que te explicaron hace diferente físicamente a un niño de una niña?

De forma innecesaria y sólo por el bochorno, Lesly se cubrió la cara con las manos.

-o-o-o-

—Tal vez debería pasar a saludar a los padres de Liam.

—No es necesario, mamá. Me... me sentiría avergonzado que lo hicieras.

Rita se sintió un poco herida y Lincoln culpable por haber usado esa jugada. Su madre entendiendo que era parte de la independencia y cambios que la pubertad operaban en su hijo, lo respetó. Al menos esto no era tan malo como su rebeldía al expresarse de forma grosera.

—Está bien, cariño. Cuídate mucho. ¿No quieres que pase por ti?

—Gracias, pero prefiero regresar por mi cuenta. Además, no sé a qué hora terminaré.

—Llámame por teléfono si cambias de opinión y te sientes muy cansado.

—Sí. Está bien, mamá. Gracias.

Rita se marchó en Vanzilla dejándolo frente a la propiedad de los Hunnicutt. Lincoln se dirigió hacia la casa en medio de la misma, pero en cuanto Vanzilla se perdió de su rango de visión, se dio la vuelta para retirarse esperando no haber sido visto por nadie.

Entendía la preocupación de su madre. Su acto de aparentar encontrarse bien, no había sido muy bueno debido a la agotadora semana que sufrió, no es que ayudara para nada a su cuerpo la hora aproximada de trayecto a pie que tendría que hacer ahora desde ahí hasta la galería.

Sin quejas comenzó a andar. Lesly lo valía. Su amiga era divertida, amable, adorable y la recordó entusiasta cuando le confirmó que compartían el mismo color de cabello.

¿El mismo color?

Aunque no quería darle mucho peso a la ceguera de su amiga, se preguntó cómo es que ella interpretaba los colores si no podía verlos. La respuesta la pareció obvia de pronto. Simplemente los recordaba de antes que perdiera la vista. ¿Pero cómo habría sucedido eso?

-o-o-o-

—Entonces, ¿tienes alguna duda?

—Te juro que no.

Habían sido unas horas bastante largas repasando no sólo lo que implicaba la anatomía masculina, sino también temas como el darse a respetar, no dejarse dominar por las hormonas, cómo incapacitar a un chico si este no aceptaba un "no" por respuesta, junto con todas las muy posibles consecuencias de ceder a ir más lejos, junto con los probables trucos que los chicos podrían usar para sacar algo más de ella. Aunque admitía fue bastante didáctico, no le quitaba lo incómodo al tema.

Ya habían dejado el parque y se encontraban en la galería de la universidad, como Amanda se lo hizo saber a Lesly.

—Pues aquí estamos. Confío en que te comportarás apropiadamente y sabrás frenar a tu amigo si se pasa de listo.

—No creo que Lincoln sea esa clase de chicos.

—Esperemos tengas razón —suspiró un momento—. Pero sea lo que sea, por favor quiero que no te ilusiones del todo por lo que pueda o no pasar con él, Lesly. Tal vez en efecto como tú misma lo dices, se vean como amigos y... nada más.

—Eso es lo que somos, ya te lo dije —de pronto dudó—. Aunque... sólo suponiendo... tal vez hubiera algo más... ¿de verdad tendría que ser tan malo?

Amanda le dio un abrazo fraternal.

—No sería malo, siempre y cuando no permitas que te rompan el corazón, porque eso es algo que no me gustaría te sucediera. No te mentiré, eso no dejará de ser un riesgo que debes de tener siempre presente si llegas a desear que la amistad entre los dos se convierta en algo más.

Lesly suspiró pensativa.

—Supongo que tienes razón y no lo conozco suficiente para saber si vale o no la pena correr el riesgo.

—Cierto, aún no lo conoces, pero cuando lo hagas, ya sea para bien o para mal, confío en tu criterio para actuar correctamente con Lincoln. Y hablando del diablo.

Lincoln alzó la mirada de uno de los cuadros en exhibición, cuando entre la multitud de chicos y adultos conversando y admirando las obras en el lugar, se encontró a Amanda llegando saludándolo con desánimo con una mano, mientras que con la otra llevaba a Lesly. Animadamente se dirigió hacia ambas.

—¡Hola! Justo acabo de llegar.

—Nosotras también —Amanda le contestó.

Lesly sonriente y un tanto ansiosa, alzó su mano la cual fue atrapada por la de Lincoln al instante tan feliz como ella.

—¿Cómo ha estado, "señor presidente"?

—Bastante bien, "Les". Ha sido una semana algo agitada.

—¿Pues qué pasó?

—Es sobre el curso, verás...

El chico volteó apenado hacia Amanda que seguía al lado de ambos observándolos con atención. Intuyendo lo que pasaba por la mente del muchacho, lo animó a continuar hablando.

—¿Cuál curso?

—Ah... Amanda, ¿puedo pedirte un favor?

—Por supuesto, cualquier cosa mientras no se trate de darles privacidad dejándolos solos, puede ser lo que sea.

Suplicante, Lesly volteó hacia la cuidadora mientras que Lincoln avergonzado bajó la mirada.

—Amanda —susurró Lesly entre dientes—. ¿De verdad no podrías dejarnos solos un ratito?

Más que Lesly atinara lo que Lincoln quería, era también lo que ella deseaba. Amanda divertida, carraspeó su garganta antes de contestarle.

—¿Si tienes presente todavía lo que hablamos hace unos momentos, cierto?

—¡Cada palabra! —sonó tan impaciente que hasta ella se sorprendió por cómo le habló—. Lo siento, pero... ah... ¿de verdad no nos podrías dejar solos a los dos?

Amanda ya tenía previsto que algo así ocurriría de cualquier manera, sencillamente no quería dejar que pensaran cedería tan fácil.

—Iré por allá a saludar a unos cuantos amigos. No quiero que salgan más allá del campus. El límite es la cafetería que está al lado, ¿entendieron los dos?

—Pue supuesto —aunque hubiese querido tener más libertad con Lesly, Lincoln se sintió agradecido de por lo menos obtener algo—. De la cafetería no pasaremos.

—Eso espero, no quiero que Lesly se meta en problemas, así como supongo tu tampoco querrías tenerlos conmigo, jovencito.

En esta ocasión, la expresión de Amanda sí pareció amenazante para el peliblanco.

—Entendido.

—Perfecto. Entonces date la vuelta.

—¿Cómo?

—Sólo date la vuelta.

Lincoln obedeció sin entender, cuando sintió una pequeña mano posarse sobre su hombro, al ver sobre el mismo vio cómo Lesly puso con la ayuda de Amanda su mano ahí.

—Primera de varias lecciones que tal vez deberías aprender —la cuidadora le explicó a Lincoln—. Esta es la manera correcta en que guías a una persona invidente.

—Vaya —Lincoln estaba gratamente sorprendido—. Creí que sólo era tomar su mano.

Lesly sonrió.

—Puede ser eso también, a mí no me molestaría.

Si tan sólo Lesly pudiese ver la forma en que Amanda la miraba, supuso Lincoln que se hubiese sentido tan amedrentada como le sucedió a él.

—Tal vez de regreso deba de darte un repaso de todo lo que hablamos, Lesly.

—¡No! —lo que la amedrentó fue el tono de su voz. Suspiró—. Bueno, Lincoln. No es que lo de la mano esté mal, pero así al ir tú enfrente, puedo saber mejor si hay obstáculos en el camino manteniéndome detrás de ti que yendo a tu lado.

—Comprendo. Entonces vamos.

Lentamente comenzó a andar

—Y camina a tu paso regular, no es necesario que vayas despacio por mí.

Lincoln asintió prestando con atención a cuanto iba aprendiendo, así que reanudó su marcha a un paso no tan rápido, pero tampoco tan lento.

—Por cierto, ¿de qué es lo que estuvieron hablando que Amanda no dejaba de repetirte tanto?

—Ah... cosas de chicas.

Lincoln por sus hermanas sospechando lo que podrían tratarse esas "cosas de chicas", no preguntó más al respecto, notando el sonrojo de su amiga como una confirmación a sus suposiciones. Suficiente le parecía la vergonzosa charla que tuvo él con su padre hace poco nuevamente.

Amanda incómoda trató de distraerse mirando la pintura que una conocida suya había conseguido que expusieran, pero sin concentrarse del todo.

—Espero no arrepentirme de estar jugando a cupido con estos niños.

-o-o-o-

—¿No estás cansado después de todo lo que hiciste en esos trabajos?

—Algo, pero al final valió la pena. Terminé con más de lo que originalmente quería juntar. Por cierto, ¿qué quieres ordenar?

—Lincoln... no traje dinero y tú tienes...

—Un poco de sobra, así que por favor déjame invitarte algo. Yo voy a pedir un pastelillo con un café.

—Bueno... lo mismo para mí está bien. ¿Pero hay algo más además de café?

—¿Leche estaría bien?

Su amiga arrugó un poco la expresión.

—No me sienta nada bien la leche. En realidad, nada que tenga lácteos.

—Cielos. No me imaginé que serías intolerante.

—También hay algo en el sabor que no termina de gustarme.

—Bueno... ¿qué tal un chocolate caliente?

—Preferiría un jugo de naranja.

Sólo por la simpatía de ver a la parejita tan joven y notar la discapacidad de la niña, fue que la mesera junto a quien atendía en la caja se mostraron pacientes con estos al llevar ya un cuarto de hora sentados solo hablando en una de las mesas, de ahí que con mejor trato les atendieran cuando finalmente el chico ordenó dos pastelillos de chocolate y fresas, acompañados con una taza de café y un jugo de naranja.

Al inicio y desde que llegaron, tras que Lesly le preguntara más a fondo sobre la semana que tuvo a su amigo, Lincoln decidió esta vez no ser tan penoso en cuanto a preguntarle a Lesly sobre ella.

—¿Y cómo te ha ido a ti en la casa hogar?

—Todo bien, igual que siempre. No suelen haber muchos cambios en la rutina que tenemos.

—¿Y cuál es esa rutina?

—Después del desayuno tras levantarnos tenemos clases por la mañana; hay una pausa para que nos den un refrigerio, luego tenemos más clases. Al terminar comemos. Ya en la tarde jugamos, escuchamos música o hablamos entre nosotros antes de la cena, después nos ponen la televisión, o la señorita Hepburn lee algún cuento y a la cama.

—¿Y todos se llevan bien entre sí?

—Hay algunas diferencias pequeñas, pero sí. Nadie tiene problemas con nadie, al menos ninguno importante que no se trate compartir un juguete o por poner algún programa en especial de la televisión.

—¿Entonces tienen algo así como un tutor privado? —inevitablemente pensó en lo que les inventó a sus amigos para excusar esta salida.

—Algo así. La mayoría de las clases la señorita Hepburn nos la da, pero a veces también lo hace el señor Cooper, quien es un profesor que también trabaja en el orfanato. Dos veces por semana viene el señor Parsons a darme algunas clases en privado.

—¿Tienes clases privadas? ¿De qué tratan?

—Son para aprender a leer mejor el braile en su mayoría, también escribirlo, además de la escritura común.

Lincoln intrigado le hizo más preguntas a Lesly sobre el braile, así como el que aunque no pudiese ver, también supiera escribir como cualquiera, aunque ella le explicó que eso último no estaba segura de hacerlo tan correctamente.

—¿Puedes escribir tu nombre?

—Por supuesto.

Tras sentir la pluma y hoja que Lincoln le pasó tras pedírselas a la mesera, con letra desigual y con cierta lentitud, Lesly lo hizo escribiendo las letras de forma apretada con la "e" trasponiéndose a la "s".

—¿Qué tan mal lo hice?

—Ah... bastante bien.

—¿Tal mal se ve?

—No dije eso.

—No te diste cuenta, pero lo hiciste. La manera en que me respondiste sonó a que no era verdad. Puedo detectar esos detalles en la voz de las personas.

—¿Entonces eres como un detector de mentiras humano?

—Algo así, ¿quieres ponerme a prueba?

—Claro. Suena interesante.

Ambos a su modo se estaban divirtiendo y pasando un muy buen momento, más de lo que se habían imaginado lo harían, por lo que el nerviosismo inicial había quedado bien atrás.

—Entonces, señor presidente... ¿qué tan cansado estás realmente?

Lincoln suspiró.

—Siento que podría desmayarme en cualquier momento. Así que prepárate, puede te toque cargarme de regreso.

Se rieron al respecto. Lesly dudó antes de hacerle la siguiente pregunta.

—¿Tan cansado que hubieras preferido quedarte en casa en lugar de venir aquí?

Lincoln se detuvo unos instantes para pensar en qué decirle, lo que tensó un poco a Lesly sintiéndose insegura antes que por fin le respondiera.

—Tan cansado que me hubiera gustado estar más relajado para disfrutar mejor este momento, porque cansado o no, estar contigo es algo que prefiero estar haciendo antes que cualquier cosa.

Lesly sintió que perdió el aliento por un instante al no esperar aquello. Su rostro se encendió y esta vez fue su voz la que tembló antes de animarse a hacer la siguiente pregunta.

—Tienes... ah... no... ¿no tienes miedo que tu novia se enoje por salir conmigo?

—Supongo que lo tendría si tuviera una. ¿Y tú?

Lesly se mordió ansiosa el labio.

—No. No tengo novia, ¡digo! novio. ¡No tengo nada!

—¿En serio? —su disimulo no pasó ante los oídos de Lesly detectando el entusiasmo que también él sintió al saberla disponible—. Habría pensado que tal vez uno de los chicos de la casa hogar...

—Todos son unos niños.

—Pero si tú también lo eres.

—¡Tengo doce! Eso me hace la mayor de todos ellos. No me gustan los niños más chicos que yo.

—Entiendo eso muy bien —esto desanimó a Lesly, ¿Lincoln estaba diciéndole que ella por ser y lucir más pequeña que él...? — A muchas de mis hermanas tampoco les gustan los chicos más jóvenes que ellas. Aunque creo una vez Lynn me comentó no tener problemas con eso si no pasaban de dos años por debajo de ella.

—Ya veo, ¿qué hay de ti?

—Bueno... si de verdad una chica me gusta y no es demasiado joven o demasiado mayor, no le doy mucha importancia a eso.

La mesera colocó frente a ellos sus respectivos pastelillos junto a sus bebidas. Con lentitud Lesly se inclinó hacia el frente y tanteó la superficie de la mesa hasta identificar el platillo, el cubierto y el vaso de su jugo, luego lentamente los colocó en un lugar en específico que le facilitaría con mayor libertad tomarlos debidamente, todo bajo la atenta e intrigada mirada de Lincoln, pues además de esas acciones, al estar sentados le pareció que la altura de Lesly ya no era tan pequeña como creyó, por lo que dio un rápido vistazo bajo la mesa notando con simpatía que la punta de los pies de su amiga apenas y a momentos rozaban el piso.

—Lesly, ¿puedo preguntarte algo más?

—Por supuesto.

—No te molestaría contarme, pues... ¿cómo perdiste la vista?

Temió que la pregunta la incomodara igualmente, pero Lesly saboreando una fresa cubierta de betún de chocolate no pareció inmutarse.

—No lo sé. Tal vez fue cuando era una bebé, aunque creo que ocurrió antes de que naciera. Siempre he sido así hasta donde recuerdo.

Esto lo dejó impresionado.

—Pero cómo... ah... pero...

—Lincoln, puedes preguntarme lo que sea sin pena. No me voy a molestar contigo por nada.

Aunque le diese entrada, temió incomodarla realmente de preguntarle si sabía algo sobre sus padres, o cómo es que terminó en el orfanato antes de la casa hogar. Prefirió dejar el tema para otro día. Además, esa no era la única intriga que tenía, igualmente a estas alturas Lesly parecía haberle concedido bastante confianza y libertad como para pensar que podría cohibirse ante otras dudas que en un extraño tal vez también parecerían indiscretas.

—La otra vez me preguntaste si mi cabello era blanco como el tuyo, pero... si nunca has podido ver... ¿cómo sabes el aspecto que tienen los colores?

—En realidad no lo sé. Para mí los colores no es algo que tenga un aspecto, es más como una idea.

Lincoln trató sin éxito de entenderlo.

—¿Puedes explicármelo? No estoy seguro de seguirte.

—Y yo no sé si me puedas entender, pero... sé que el día es claro; es decir, hay luz y la luz es con lo que la gente puede ver, mientras que en la noche hay oscuridad y con la oscuridad la gente no puede ver aunque tengan bien su vista hasta donde sé. Me han dicho que el azul es el color del cielo y del mar, así que cuando me dicen que algo es azul, pienso en el cielo y el mar aun si no sé cómo lucen. Mi vestido es rosa, ya que me gusta el rosa, para mí el rosa es el color del pastel, de las niñas, los flamencos, que son unos pájaros de forma graciosa por lo que me explicaron, y de unos bombones que me regalaron cuando tenía siete que me gustaron mucho, así que relaciono mi vestido con todo eso.

—¿Y cómo relacionas el blanco? —preguntó atrapado por la lección que estaba recibiendo.

—De muchas formas, como lo contrario del negro que relaciono con lo que alguien que puede ver, ve cuando no puede ver nada. Pero en el cabello me han explicado que si bien hay de color negro, café, amarillo, rojo, el blanco es por lo general el color en el que se vuelve el cabello de la gente al envejecer, pero que las personas que lo tienen así desde que nacen son especiales por ser muy poco comunes, al menos siempre he escuchado que casi nadie había visto a otra persona con el cabello blanco como yo desde que era una niña y eso me hace sentir especial de otra forma, por eso me sorprendí al saber que tu cabello tiene el mismo color del mío, pues aunque no sé cómo es que luce el cabello blanco, o el blanco en sí, sé que el que sea así lo hace especial como a mí.

Pese a las burlas que en su niñez llegó a recibir de otros niños por su inusual tono de cabello, lo cierto es que a Lincoln en sí nunca le molestó, considerándose precisamente especial por tener de esa manera aquél rasgo estético; de pronto se hinchó de orgullo porque Lesly precisamente lo señalara de ese modo tras darle aquella explicación.

—Perdón —Lesly se disculpó malinterpretando su silencio—. Seguro debo de estar aburriéndote con esto, es sólo que no sé cómo explicarlo mejor.

—Para nada. Por el contrario, me parece fascinante saber la manera en que ves al mundo... bueno... mejor dicho, cómo lo percibes.

Ella sonrió probando con gusto su jugo. No esperaba que fuera natural y lo degustaba con mucho agrado. Lamentaba que no tuviera pulpa, pues realmente le encantaba.

—No sé cómo sea el color naranja, pero pienso en... pues... el sabor "naranja" cuando escucho que algo tiene ese color.

—Entonces tal vez pienses en mí también con esa fruta. Mi color favorito es el naranja

—¿En serio?

—Es cierto. De hecho, las playeras que por lo general uso son de ese color.

—¡Vaya! Yo no estoy segura de tener un color favorito, pero mi sabor favorito junto al chocolate es definitivamente el naranja. Parece que tengo un nuevo motivo para que lo siga siendo.

Lesly se ruborizó por lo que mencionó. Esperaba que Lincoln no se tomara a mal lo que mencionó o creyese que era una tonta. Ruborizado, el chico miró su taza procesando con alegría aquello, pero entendiendo que debió de ser muy bochornosa para ella su confesión, por lo que desvió el tema sólo un poco.

—Es curioso. ¿Sabes de qué color es mi "café"? —Lesly le puso una expresión irónica—. Es negro. —Y la dejó sorprendida.

—¿Es en serio?

—Bueno, en realidad el color sí es café, pero está tan oscuro que se ve más como negro.

Lesly se mordió un poco el labio.

—¿Me das un poco? Nunca he probado el café.

Lincoln le acercó la taza y tomando la mano de Lesly, la hizo tocar la oreja de la misma. Apenas le dio un pequeño sorbo al levantarla, casi al instante la dejó en su lugar haciendo una expresión de disgusto muy marcada.

—Ahora ya tengo con qué más relacionar el color café junto al negro, además de la madera con la noche... y no es algo bonito. ¿Cómo te puede gustar esto?

—Cuando tenía once también me parecía asqueroso, pero con el tiempo le terminé por tomar el gusto, aunque ayuda al inicio ponerle algo de azúcar.

—¿Azúcar blanca como nuestro cabello?

—Exacto.

—Negro igual a amargo. Blanco igual a dulce. Ahí tienes otra relación que hago.

—Eso explicaría porque siempre luces tan dulce.

Hasta el mismo Lincoln se sonrojó al darse cuenta del cumplido que le hizo sin pensar, Lesly disimuló lo emocionada que se sintió.

—Entonces... —su amigo buscó de nuevo desviar el tema— ¿cómo puedes hacerte una idea del aspecto de las personas?

—Con escucharlos me basta, aunque en ocasiones admito me da curiosidad por tocarlas para saber cómo son.

—¿Tocarlas? ¿Cómo?

—Bueno... tocándolas... ya sabes, sus caras, si me lo permiten, claro.

De forma inconsciente Lincoln se acercó un poco más frente a Lesly antes de darse cuenta de lo que hacía y regresar a su lugar.

—Es... interesante. Aunque imagino que no vas por ahí, así como así, tocándole la cara a la gente.

—Si de verdad tengo mucha curiosidad y... ya hay confianza, entonces... primero les pido permiso.

—Ya veo.

Hubo un momento de silencio de dos minutos enteros en lo que todo lo que hicieron fue seguir probando sus postres, cuando Lesly tímidamente y con un hilo de voz retomó la conversación.

—Lincoln... ¿me dejarías? Ya sabes.

Tragando saliva, Lincoln una vez más se acercó a Lesly. Con cierto temor tomó la mano de su amiga que no se animaba a terminar su petición, llevándola a su mejilla sorprendiéndola.

Lesly comenzó con una mano tentando su mejilla y luego recorriéndola hacia su mentón, su nariz. Lincoln cerró un momento sus ojos para que Lesly pudiera tocar sus parpados cuando dirigió ambas manos ahí. Con suavidad acarició sus labios, su frente, también le revolvió un poco el cabello, siempre procurando ser delicada y suave con su tacto.

Lincoln se quedó quieto dejando que Lesly examinara sus rasgos disfrutando la sensación que le producían sus manos en su rostro. La cercanía con el de ella lo avergonzaba tanto como le emocionaba, en especial porque de ese modo podía apreciar por su parte a detalle los tiernos rasgos de Lesly provocándole un sentimiento bastante cálido que aceleraba su corazón.

Sintiendo que quizás estaba sobrepasándose con ella al estudiarla con su mirada mientras ella sonreía tocando sus orejas, Lincoln desvió un momento la vista hacia abajo, alterándose de pronto, pues y debido a la altura y la posición de los brazos al frente, el amplio hueco del cuello en la prenda que resbalaba por el hombro de Lesly, tenía la apertura suficiente para que tuviera un mayor alcance al ver debajo de ella. Se reprimió a sí mismo y elevó sus ojos nuevamente. Lesly era como Lynn o sus hermanas menores, no tenía gran cosa de pechos, por ello se dijo que no debía de reaccionar así sólo por haber visto aquella puntilla rosa claro asomando entre su piel blanquecina.

—Tu rostro se está calentando —exclamó ella tocando de nuevo su mejilla y también su frente con la otra mano—. ¿Estás bien?

—Ah... sí. Supongo que el café caliente me subió la temperatura un poco.

Lincoln disfrutaba de las sensaciones. Sus manos eran suaves, ni tan cálidas ni tan frías, sólo bastante agradables. Si alguien en el lugar se estaba deteniendo a mirarlos, a él no le importó, sencillamente cerró sus ojos y se dejó hacer por Lesly. Que tocara cuanto quisiese, esperaba, para que tuviera una idea completa de su aspecto.

—Eres... eres... lindo.

—Oh, bueno. Temí dijeras que soy feo o algo así.

—¿Por qué pensaste que diría eso?

Lincoln le sonrió.

—Porque cuando pareces nerviosa o apenada, siempre te muerdes el labio inferior como ahora.

Avergonzada, Lesly dejó de hacerlo. Nunca pensó que Lincoln se diera cuenta de ese detalle... sintió ganas de pegarse en la cabeza contra la mesa al ocurrírsele apenas que eso su amigo era capaz de percibirlo con sus ojos. Lo soltó y el chico suspiró lamentando que el momento terminara.

—Lincoln, ¿puedes decirme cómo se supone que soy yo a tus ojos?

—¿He?

—Sé cómo soy porque con mis manos he aprendido a conocerme como tú lo harías con un espejo. Como ahora te conozco un poco más a ti desde mi perspectiva, por eso me gustaría saber cómo me ves a mí desde la tuya.

Lincoln probó un poco de pastel y comenzó con lo primero que se le ocurrió.

—Pareces una niña pequeña, pero eso no es malo. Te hace ver muy tierna, con tu piel pálida un poco blanca, pero rosa cuando pareces avergonzarte por algo.

—¿Eso me pasa muy seguido?

—Sí, de hecho, te está ocurriendo justo ahora.

Lesly se cubrió la cara con ambas manos, pero Lincoln con las suyas lentamente las apartó de su rostro.

—Pero eso no te hace ver mal, por el contrario. Por lo general te vez bonita, pero así luces todavía más hermosa, sobre todo cuando sonríes y se te hacen unos hoyuelos en las mejillas junto a las pecas en tus pómulos; no sé si las sentiste cuando me tocaste, ya que también las tengo, aunque se notan más en ti. Mi cabello será corto, pero el tuyo es largo y te cae en cascada por la espalda, de forma que me dan ganas de... tocarlo.

Aún la tenía sujeta por las manos. Lesly se deshizo de su agarre con un gesto, pero antes que Lincoln temiendo estarla incomodando las apartara, consiguió tomar una llevándola hacia su cabello, el cual sin reservas Lincoln acarició.

—Tu cabello es suave, un poco esponjoso, pero tan sedoso que puedo peinarlo con mis dedos.

Los corazones de ambos chicos parecieron haber aumentado sus ritmos cardiacos. Amanda le había explicado a Lesly algo de esto, pero en esos momentos ella no quería tener en sus pensamientos las palabras de la cuidadora a quien quería y amaba como una hermana mayor, sólo deseaba concentrarse en Lincoln.

—De... ¿de verdad te parezco tan bonita?

—Creo que eres muy hermosa.

Lesly sólo tuvo un deseo en esos momentos, uno que no se atrevía a decir en voz alta al no tener consciencia que lo quería, uno que comenzó cuando tocó momentos atrás los labios de su amigo.

—¡Lincoln Loud! ¿Qué crees que estás haciendo?

Sobresaltándose más que Lesly, Lincoln volteó hacia la entrada donde una muy molesta Stella se dirigía hacia ellos seguida de un preocupado Clyde junto a Liam, Zach y Rusty.

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