La pelea

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Revisó una vez más el mensaje que llegó por medio de una de sus redes sociales, era del perfil de Adrián, tras haber roto con Gabriel, lo desbloqueo de todas sus cuentas, ya que tuvo que eliminarlo por algún tiempo, para hacer sentir más seguro a su novio en ese entonces, si tan solo hubiera sabido lo que sucedería, jamás lo habría eliminado. Pero aquel mensaje la llenaba de felicidad y un sonrojo le cubrió las mejillas, respondió el mensaje. Con un: "Mucha suerte para ti también"

Se colocó su equipo de protección junto con el peto, le indicaron que usará el de color azul, comenzó a calentar y reviso la hora en su teléfono.

Las doce de la noche en punto, aquello era completamente ridículo, Adrián y su hermano terminarían peleando a eso de las dos de la mañana, no podían esperar tanto tiempo, pues no habían comido nada más que una empanada y botellas de agua, sentía las piernas cansadas y el cuerpo lleno de calambres, estuvo por horas soportando el calor, empapada en sudor, completamente deshidratada, seguramente el resto de sus compañeros estaban igual, podía verlos en el resto de las áreas, de pronto, Javier se puso de pie y camino hasta ella, exucudandose en que necesitaba ayuda con su propio peto, ella se lo colocó y viceversa. Charlaron un poco sobre el lugar, él le preguntó si ya había ido a la playa y ella respondió que no, sin ser grosera pero támpoco buscaba continuar la plática, no acostumbraba distraerse antes de entrar a competir.
Javier observó a la otra chica en la gráfica, solo eran dos pero la adversaria era bastante alta, delgada y en la parte trasera de su uniforme cita a un par de letras en mayúsculas.
Era de la selección de Hidalgo, se lo comentó a su compañera pero la verdad es que ella ya lo había notado.

Y tenía miedo.

Ese tipo de competidoras eran a las que más les temía, altas y delgadas como una varita de nardo. Si le hubieran preguntado, ella prefería pelear con las chicas gorditas y de su mismo tamaño, eran lentas y torpes. Pero esto era lo que le tocaba y el hecho de que Javier se lo estuviera recordando constantemente la estresada demasiado. Aunque si lo pensaba detenidamente...era a ese tipo de cosas a las que debía enfrentarse en Enero, cuando comenzara el selectivo.

Debía calmarse.

Javier terminó de abrocharle el peto y Helena percibió algo en su rostro, Irene le había ayudado a ser un poco más perceptiva, así que guiandose por el nerviosismo del chico y como abría los labios ligeramente, intentando hablar, supo que estaba tratando de preguntarle algo.

-¿Qué quieres saber?-preguntó, con calma, para no poner más nervioso a su pobre compañero.
-Pues...los chicos y yo nos preguntabamos algo...-ella levantó una ceja, interrogante ante toda la situación-¿Tú y Adrián...andan?-ella se relajo al instante y una sonrisa burlona apareció en sus labios-...ya sabes lo que dicen de él.
-Solo somos amigos-alegó con total normalidad y tranquilidad, aunque la curiosidad la invadió se repente-¿Gabriel te mandó a preguntarme?-él chico la miró de reojo e inmediatamente desvío su atención a otra parte-Todos queríamos saber-Helena asintió con la cabeza, sabiendo que eso era verdad y en parte era mentira-Sé muy bien lo que dicen de él, porque me ha confirmado varias de esas cosas-Javier no supo que otra cosa decir, así que se alejó deseándole suerte en su pelea, que ya se encontraba a punto de comenzar.

La llamaron al área y ni corto ni perezoso, apareció su tío, con la frente llena de sudor y un par de palchaguis en las manos, le dió unos cortos consejos para comenzar el round y Helena dió un paso al frente para dar inicio, ejecutaron su saludo habitual, se colocaron las caretas y Helena se acomodo el cabello dentro del casco, dejando solo un pequeño chongos sobresaliendo del mismo.
Se posiciono en guardia y el juez dió inicio al combate.

Podía sentir el tata o debajo de sus pies, un poco áspero y fue en ese momento que cayó en cuenta de su situación.

Estaba deshidratada.
Cansada.
Harta de todo.
No había dormido bien ni comido mucho.

Pero no dejó que el pánico la dominara. Su adversaria la golpeó sorpresivamente con la pierna delantera, recibió el impacto de lleno terminó en el suelo. Se encontraba demasiado cansada para reaccionar apropiadamente, aún así se levantó lo más rápido que pudo y esta vez ella fue la primera en atacar, se movió hacía a un lado, esquivando otra patada, se acercó lo suficiente y asentó varios puntos en el peto.
El resto del combate fue caótico, traro de mantenerse cerca de su contrincante, mientras escuchaba los gritos de su tío diciéndole que no dejara de golpearla, el marcador continuaba subiendo a su favor, en un acto desesperado, la chica más alta le dio la espalda intentando golpearla en la careta con una patada de giro, sin embargo, ya tenía bastante práctica repelendo esos ataques, pues pelear con Adrián casi todos los días tendría que servirle de algo. Por fortuna, el gancho de esa chica no era tan certero como los de Adrián, levantó el brazo derecho y ladeo la cabeza hacia a un lado. La patada ni si quiera la rozó y aprovecho para empujar a su combatiente con ayuda de una de sus piernas, deacolocandola y logrando hacerla retroceder.

El juez las detuvo y le dio el gane a Helena, por lo menos en el primer round.

-Lo estás haciendo muy bien-le dijo su tío mientras le ofrecía su botella de agua antes de golpearle las piernas-Estás algo lenta-Helena no dijo nada, en esos escasos treinta segundos-La chica si esta fuerte pero le puedes ganar, en cuanto de inicio te vas a mover en diagonal, siempre en diagonal, no te le despegues...-lo escuchó atentamente y asintió, entendiendo todas y cada una de las instrucciones.

El juez las llamó de nuevo y ambas entraron.
En ese momento se dió cuenta de algo.

Su adversaria ya estaba cansada, se le notaba en la forma de pararse, y en los ojos, Helena también lo estaba. Pero al voltear a ver el marcador, decidió que no iba a desertar tan fácil.

No espero en cuanto les dieron la indicación para comenzar, se hizo a un lado y apretó las piernas lo suficientemente para que los golpes resonaran con fuerza, también recibió varios puntos y esquivo otros ganchos más. El resto del round fue realmente cardíaco, ella subía algunos puntos y sucedía lo mismo del lado contrario, iban enmpatas, sus piernas se enredaban al momento de atacar, ninguna pensaba ceder. Hasta que Helena vió un hueco, un descuido en su guardia hasta ese momento impenetrable, se aferro a la poca fuerza de voluntad que tenía y levantó la pierna derecha, estrellandola contra el rostro de la chica más alta, fue sorpresivo, nadie lo esperaba quizás.

El juez detuvo el combate y levantó la mano en dirección de Helena.

Había ganado la contienda.

Le dió la mano a la otra chica y luego a su entrenador antes de regresar corriendo a los brazos de su tío. Quien la apretó con fuerza y le beso las mejillas.

-Este fue tu último torneo antes del selectivo-le dijo mientras le desabrochaba el peto-¿Cómo te sientes?
-Bien, creo que no fue tan difícil-su tío le sonrió y la dejo guardando sus cosas, pues debía ir a atender al resto de sus alumnos.

Se limpió el sudor de la frente y sonrió, completamente complacida ante su propio desempeño, sentía que por fin podía relajarse. En cuanto termino de guardar sus cosas se dirigió hasta las gradas, donde sus padres la esperaban, sonrientes y con los brazos abiertos dispuestos a felicitarla.

Extrañaba sentir eso.
La sensación de relajación y victoria después de una contienda.

Pasó alrededor de una hora y media para que por fin llamaran a su hermano y a Adrián para pelear, en su gráfica eran cuatro chicos. Su hermano junto con su mejor amigo, un chico de su misma complexión y un monstruo de uno noventa y cinco más o menos, se veía mucho más pesado a comparación de los otros tres chicos pero suponía que no habían más competidores, así que debían cofromarse con ello.

Por un momento temio que Adrián y su hermano fueran a encontrarse en al final de la gráfica, pues sería una batalla demasiado reñida.
El primero en entrar al tatami fue su nuevo amigo, quién se veía demasiado confiado pues el otro chico aparentaba ser inofensivo, sin embargo, al momento de comenzar el combate, todos supieron que esa era una mera fachada.
No es que fuera bueno o superior a su compañero de entrenamiento, pero peleaba muy sucio, se acercaba con la intención de darle rodillazos en las piernas, puñetazos en el rostro y demás altimañas para intimidar a Adrián, sin embargo, él quería ganar limpiamente y no cayó en dichas provocaciones, intentó girar para asentarle un gancho en la cabeza y llevárselo hasta el piso justo como solía hacerlo en su propio gimnasio, sin embargo el otro chico lo empujó y Adrián terminó cayendo la piso.

Golpeó el tatami, claramente frustrado y se levantó, la pelea continuó pero no hubo más que hacer cuando el oponente lo golpeó en el brazo y Adrián tuvo que tomar un tiempo para sostenerse el hombro, pareció colocarlo nuevamente en su sitio y reanudo la pelea.
Sin embargo, una vez lesionado, ya no hubo mucho que hacer.
Los dos rounds terminaron, con la derrota de Adrián.

Vio atentamente como el muchacho se quitaba el peto y las demás protecciones, aventandolas con una muy clara frustración, dentro de su mochila.
Los organizadores del evento ya se encontraban quitando algunas áreas para apresurar el cierre del mismo. Su hermano fue el siguiente en ser llamado, pero ciertamente no le dió mucha importancia, lo había visto pelear infinidad de veces y sabría exactamente que sucedería a continuación.
Desplazó su mirada hasta toparse nuevamente a Adrián, ahora se encontraba sentado en una de las atrás que aún no habían sido retiradas del gran gimnasio, tenía las rodillas dobladas y los antebrazos recargados en ellas, con la cabeza gacha.

Jamás lo había visto llorar.

Miró a su madre, como si estuviera buscando su aprobación para correr en su búsqueda, no sabía bien que quería hacer, si consolarlo o algo similar, en ese momento, solo supo que quería estar con él.
La mujer encaró a su hija, una versión más jóven de si misma y al instante adivino lo que esos ojitos rasgados querían decirle.

-Anda, ve a verlo, te esta esperando-no tuvo que decir más, pues Helena se puso de pie y salto los asientos plásticos frente de ella, brinco cada obstáculo que se le pusiera enfrente, esquivando personas y pidiendo permiso para pasar a las mismas, hasta que finalmente estuvo abajo, en el área de combate. Corrió hasta encontrarlo, justo en la misma posición. Se paró frente a él antes de recargar sus rodillas en el piso para buscarle el rostro.

Adrián lo notó y quiso mirar a otro lado, sin embargo ella no iba a dejarlo solo, así que se movió a un lado de él hasta que quedo frente a su espalda.

Y se recargo en ella.

La sensación no había cambiado desde la última vez, su aroma, su calor, el sentimiento que surgia al tenerlo tan cerca.
Lo sintió tensarse al instante, pero no se movió, solo recargo más su rostro en aquella espalda cálida y poco a poco comenzó a relajarse, podía sentir la miradas de todos, de sus padres, las de sus compañeros y las de otros padres de familia que aún miraban los combates de los más grandes.
Pero eso no la detuvo.

-¿Por qué estás así?-la respuesta era obvia y la pregunta medianamente estúpida, pero no sabía de que otra forma acercarse y hacerlo sentir mejor.
-Vine desde tan lejos...para perder-no podría decir que entendía el sentimiento, porque para ella no importaba si ganaba o perdía, su familia se tomaba ese torneo meramente como excusa para escaparse un par de días a la ciudad, sin embargo, suponía que para Adrián, que se pagó sus propias cosas, el perder representaba decepcionarse así mismo.

Helena no dijo nada, simplemente se quedó callada, pero no se alejo de la calidez de su espalda, simplemente se quedó ahí, escuchando el latir de su corazón y como este mismo se iba tranquilizando poco a poco.

El regreso al edificio de departamentos fue tranquilo.

Nada caótico, y sin la mirada asesina de Gabriel sobre su nuca, porque se encontraba en la camioneta de los Valencia, subieron hasta el apartamento de la misma farmilia y se dispusieron a disfrutar del resto de la noche.

Eran cerca de las dos de la mañana, pero no importaba, pocas veces los señores Valencia se desvelaban meramente por diversión, así que esa madrugada podría ser la excepción.
Llevaron hamburguesas para todos, pues el tío de Helena se encontraba ahí también.

La más pequeña de la familia se dejó caer sobre la mesa del comedor, con vista a la oscuridad del océano.
Estaba demasiado cansada como para lidiar con un fiesta, sin embargo no se fue de la sala común, para no ofender a sus padres.

Un suspiro pesado inundó sus pulmones cuando le dió una mordida a su hamburguesa, trato de masticar la y posteriormente digerirla, aunque le fue casi imposible, pues a pesar del hambre, un mareo terrible la invadió en cuanto el trzo de comida bajo hasta lo más profundo de su estómago, tenía muchas ganas de vomitar, pero cuando su padre le ofreció una bebida alcohólica con sabor a moras, no tuvo el corazón para hacerle el desaire de rechazarlo, tomó la botella entre sus dedos y la destapó con algo de dificultad antes de darle un trago.
Buscó con la mirada a su más reciente amigo y lo vió completamente solo en el balcón del departamento, mirando la inmensidad del océano, escuchando como las olas chocaba contra la orilla sintiendo el viento caliente en su rostro, quiso ir con él, acompañarlo en el dolor que estuviera sintiendo.
Pero no consiguió la fuerza para levantarse de aquella mesa.

Se había olvidado que después de la euforia, venía una sensación de tranquilidad y triunfo, la cual casi siempre era acompañada por Gabriel. En este tipo de situaciones, ambos solían sentarse en el sofá de la casa de alguno de los dos a intercambiar ideas y anécdotas del más reciente torneo mientras reían y disfrutaban de una buena bebida y la sensación de recargar sus piernas cansadas en las piernas del otro o en la mesita de noche.
Pero esos momentos ya no regresarían jamás.

Era estúpido rememorarlos ahora mismo, después de lo que Gabriel le hizo.

Pero las preguntas la agobiaron de golpe.

¿Estaría solo o con su madre?
¿La habría visto pelear y obtener su victoria?
¿La extrañaría?
¿Pensaría en ella?
¿La habría visto con Adrián esa tarde?
¿...ahora mismo estaría hablando con Camila por teléfono?

Una lágrima delatora le recorrió la mejilla.
Ya había llorado muchas veces, pero aún no podía soltar completamente lo sucedido, y temía no poder superarlo en algún momento.

Le dió otro trago a la botella y el alcohol pareció mermar un poco el dolor creciente en su pecho. Cuando eran amigos, Gabriel solía beber continuamente, ella no entendía la razón de dicha adicción. Al menos hasta ahora, quizás solo por es noche se podría permitir ahogar sus penas en alcohol combinado con jugo.
No supo en que momento se terminó esa botella, pero si supo que fue por otra más, y una más, más y más.
De pronto se encontró demasiado mareada como para sostenerse sola.

Sintió los brazos de su padre envolviendola por la cintura y los hombros, mientras la levantaba del piso para llevarla hasta el que sería su cuarto al menos por un par de noches, no supo en que momento se quedo dormida.

Todo se volvió oscuro y calmado, ya no estaba pensando en Gabriel. Solo la aterro una especie de pesadilla, tal vez un recuerdo una alucinación, no sabía con exactitud que era, solo se reconocía así misma, con unos ocho años de edad, corriendo hasta un Gabriel de siete años, ambos se abrazaban antes de que el chico la tomara de la mano y salieran corriendo y gritando, en una colina desconocida, llena de flores silvestres, con el sol calentandoles las extremidades, que se sentían heladas e incómodas, la sensación solo se fue cuando comenzaron a juguetear, permitiendose ser niños otra vez.

Solo niños.

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Lo primero que vió al despertar fue a su hermano mayor, acostado boca abajo con uno de sus brazos colgando de la cama, se le veía tan calmado qué casi parecía muerto. Se quitó las sábanas de encima y observó la habitación a su alrededor, con decoraciones blancas, todo bien limpio y acomodado. Tanta luz le lastimo la visión y la cabeza, tuvo que sostenerse dicha parte de su cuerpo con fuerza antes de taparse con las sábanas otra vez, anhelando la oscuridad y tranquilidad de las mismas. Sin embargo no lo consiguió, así que tomó una desición drástica.
Salió de la cama y corrió hasta el baño, se empapo el rostro con agua fría un par de veces antes de secarlo con ayuda de una toalla, quizás la resaca solo era temporal en ella, pues ya se sentía mucho mejor, suspiro y se miró al espejo encima del lavabamos.
No estaba para nada mal, al menos no era la visión que ella esperaba contemplar cuando se diera su primera borrachera. Pero no.

Se veía como todas las mañanas tenía el cabello desarreglado pero nada más.

Revisó un pequeño reloj digital que se encontraba en un mueble de la sala cuando salió del baño. Eran las ocho de la mañana, cerró los ojos por un momento y se concentró en los sonidos dentro del departamento, nada, más allá de los ronquidos suaves en la habitación de sus papás, no había ningún ruido que perturbara esa tranquilidad y probablemente sus padres no se levantarían hasta bien entradas las once de la mañana. Dirigió su mirada hasta los grandes ventanales del lugar y se encontró con el sol en su punto más alto y el agua azul del mar brillando.
El día se veía precioso.

Y de pronto las ganas de lanzarse al agua la consumieron, como una niña pequeña que visita la playa por primera vez. Corrió hasta su habitación y buscó dentro de su maleta algunos trajes de baño, finalmente eligió uno, de color negro y de una sola pieza, bastante simple de hecho, pero a ella por alguna razón, le gustaba bastante, también tomó una gorra y una toalla, antes de dirigirse al baño para cambiarse, se colocó protector de manera meticulosa y eligió un par de sandalias, antes de salir del departamento sin hacer ruido.
Ella quería ir a la playa y no estaba dispuesta a esperar tanto tiempo, probablemente a esa hora el lugar se encontraría parcialmente vacío, así que nadie la molestaría en ese lapso de tiempo.
Bajó por todos los pisos hasta llegar a la recepción y buscó la salida que la llevaría hasta la playa privada de aquellos departamentos.

Y fue en ese momento en el que se puso a pensar en Adrián.

Después del torneo no habían hablado mucho.

Lo último que recordaba era haber bebido demasiado y después de estar deshidratada y haber dado todo de si dentro del tatami, no es que fuera la mejor opción.
Terminó quedándose dormida, con Lalo yendo a revisar cada dos por tres si estaba bien, Adrián solo y su cena de esa noche desperdiciada.
Tenía una resaca tolerable, pero al final de cuentas, no podía quedarse así todo el día. El océano, era lo único que no vinculaba con Gabriel.

Esperaba encontrar la arena desierta y el mar tranquilo, pero en su lugar, se encontró con un cuerpo delgado, recostado en la arena grisacea, con los brazos extendidos y la vista hacía el cielo azulado de aquella mañana.

Adrián le ganó su lugar favorito de la playa.

Se acercó sigilosa, cuidando de no romper ni un rastro de zargazo arrastrado por el mar, vió como Adrián se incorporó y se sentó, abrazando sus rodillas, mientras miraba el esplendor del mar.
Fue en ese momento que decidió acercarse lo suficiente, como para sentarse y recargar su propia espalda, en la de aquel muchacho, contrario a lo que ella creía, Adrián se quedo quieto, y callado, antes de hablar.

-Pensé que no te gustaba levantarte temprano-musito, sin voltear a verla. Podía sentir los granos de arena sobre la piel del chico, el calor que emanaba de su cuerpo y la fragancia natural del mismo, si fuera de su elección, ella se hubiera quedado toda la vida en esa misma posición, pero tuvo que tomar asiento junto a él, más que nada para no parecer rara.
-Cuando vengo a la playa si-le respondió, bastante calmada, antes de apoyar una de sus manos en la arena caliente.

Se quedaron callados un buen rato, solo mirando la infinidad del océano y preguntándose, hasta donde terminaría aquel azul que parecía ser infinito, por un momento volteo la mirada hacia él y notó la fascinación en sus ojos oscuros.

-¿Te gusta más esta playa?, ¿o la de Cancún?-personalmente ella prefería Cancún, el mar era más tranquilo, el clima más húmedo y el mar más azul, sin embargo, quería conocer la opinión de Adrián, al menos para tener algo de que hablar.
-...yo no conocía el mar, es la primera vez que vengo-Helena no podía concebir aquella idea, para ella, era casi imposible que una persona no hubiera visitado por lo menos una vez alguna playa, quizás no la más costosa, así que no pudo evitar abrir los ojos con asombro y mirarlo con una expresión de tristeza en los ojos-Nadie de mi familia la conoce en realidad, solo yo-esto último la horrorizo más y se llevó una mano a los labios, aunque se inmediato supo que estaba siendo grosera, así que carraspeo la garganta y regreso la mirada al frente.
-L-lo siento mucho-dijo, en un arrebato por enmendar su error, sin embargo, algo parecido a una risa, la alejo de todo pensamiento bochornoso que hubiera tenido antes, miró a Adrián y notó como luchaba por retener una carcajada muy dentro de sus labios, apretandolos y bajando el mentón, hasta que finalmente dejó de luchar y comenzó a reír.

Era la primera vez, que lo escuchaba reírse de esa forma, en todos estos años, claro que sonreía, de forma muy efímera, obviamente, pero jamás lo escuchó carcajearse. Solo se quedó ahí mirándolo, como una boba, mientras él se liberaba y apretaba su estómago con una de sus manos, sin importar que la piel le quedara llena de arena, solamente se reía sin parar, sin contenerse, como si estuviera dejando salir, muchos sentimientos encontrados.
Estuvo así un rato, hasta que la carcajada se fue apagando poco a poco y él tuvo que detenerse para recuperar oxígeno, sin embargo, aún sonreía.

-Ay, Heli, no sabes lo afortunada que eres, en verdad-le dijo, mientras se limpiaba las lagrimillas de ambos ojos con ayuda de sus nudillos-Lo dices como si alguien hubiera muerto-no entendía porque se había reído tanto y porque ahora lucía tan tranquilo-Mis papás no podían pagar viajes a la playa cada año. Lo raro es que...si me hubiera quedado con ellos, jamás hubiera venido aquí-extendió las piernas, dejándolas reposar sobre la arena-Me gusta mucho este lugar, para mi...de alguna forma representa un poco de la libertad que estoy teniendo poco a poco-Helena no podía apartarle la mirada de encima mientras hablaba, ¿cómo es que era tan desconsiderada?. Toda su vida vivió en una burbuja, solo sabía de las carencias de otras personas gracias a las vivencias de Adrián, pero realmente, no sabía que tan difícil era el mundo más allá de su propio universo, más allá de las casas grandes, las vacaciones familiares y las facilidades a las que ya estaba acostumbrada.

Ahora que lo pensaba, existían situaciones mucho más crueles que el ser solo engañada por un novio...

Era demasiado infantil, una niña...

-Este es el único lugar que no me recuerda a él-de pronto sintió que no quería seguir hablando del tema, así que dijo lo primero que se le vino a la mente. Adrián la miró, con una expresión sería, ni rastro de la risa de hace un momento y la escucho atentamente-A lo mejor por eso me gusta más ahora, aunque siempre me gustó el mar-Adrián se acercó un poco a ella, sin incomodarla.
-Entonces te compraré una casa en la playa-asombrada abrió un poco más los ojos, él no sonrió.
-¿Por qué?-quiso saber.
-Para que ya no pienses en él...-hizo una pausa, pequeña, para tomar aire, antes de continuar-... y a lo mejor pienses un poquito en mi...-esto la dejó sin aire, intento retenerlo muy adentro de sus pulmones.

Se miraron unos segundos, perdiendose en la mirada del otro en la profundidad de la tonalidad café de sus ojos. Helena sintió como el calor comenzaba a inundar sus mejillas, desvío la mirada hacia el frente, al mar y dejó salir un suspiro.
Adrián hizo lo mismo y sin decir nada más, pudo sentir como el chico deslizaba su mano izquierda por la arena, lentamente, hasta que la yema de uno de sus dedos, alcanzó a rozar el dorso de su propia mano derecha.
Ahí estaba otra vez, la sensación electrizante qué sintió hace meses atrás, cuando Gabriel le pidió matrimonio. Ahora sabía que era una mentira, pero eso...la electricidad qué corría por su cuerpo, era real, antes y ahora. El chico se detuvo por un momento, como pidiendo permiso para continuar con aquel contacto...el mismo que jamás había logrado concretar, no al cien por ciento.
Helena no dijo nada, así que Adrián, poco a poco gua avanzando más por aquella pequeña mano, hasta que finalmente, pudo sentir como su palma cubría por completo la de Helena, acarició con su pulgar los nudillos más pequeños que los suyos y apretó esos delgados dedos con ayuda de los propios; hasta que finalmente, la chica terminó de entrelazar ambas manos y ambos...finalmente sonrieron.

Habían esperado años, por ese momento, no por besarse, más bien, por tomarse de la mano con libertad, por ser sinceros el uno con el otro y de alguna u otra forma, admitir lo que sentían.

Era amor.

-Me gustan tus manos-explicó Adrián, aumentado la fuerza del agarre-Parece que encajan perfectamente con las mías...
-A mi me gustan, porque no se sienten suavecitas-ambos rieron, pues sabían bien que significaba de alguna manera, juntaron sus frentes, disfrutando de la compañía mutua, del Sol, del clima cálido, y el sonido de las olas chocando contra la arena, de como el agua, lamia las puntas de sus pies, solo para después alejarse lentamente. Por estar ahí, los dos, juntos.

Helena se puso de pie, aún con la mano de Adrián en la suya, y lo obligó a pararse, para llevarlo caminando hasta que el océano les cubriera las rodillas, sintió a Adrián un poco tenso, al momento de entrar un poco más al agua saldada, Supuso lo que era verdad, no sabía nadar.

-No va a pasar nada, te lo prometo-se acercó a él y lo abrazo, pasando sus manos por la nuca del chico, antes de comenzar a ir un poco más profundo.

Hasta que el agua, les llegó hasta los muslos.

Se quedaron ahí.

Ese era el primer viaje de Adrián.
Al inicio se sintió cohibido, inseguro y temeroso.
Pero ahora, sabía que atesoraria esos recuerdos por el resto de sus días.

Porque ella estaba ahí con él, abrazándolo, en el lugar favorito de ambos.
Donde no tenían recuerdos de nadie más, ni de Gabriel, ni de la propia familia de Adrián.
Se trataba solo de ellos dos y donde todo, acababa de comenzar...

Juguetearon un rato en el agua, tranquila y que se veía un poco oscura, pero nada de eso importaba, se sentía felices ahora mismo y nada podría opacar ese sentimiento. Helena a veces iba más allá de límite que ellos mismos habían establecido para no perderse de vista. La veía hundirse en el agua para solo mantener a flote su cabeza, ella nadaba hasta él con tanta facilidad que si le hubieran dicho que una se aproximaba, lo hubiera creído completamente. A veces ella se ponía de pie y le aventaba agua salada a él, quien en vez de molestarse solamente podría reír y devolver el juego aventando mucha más agua, pronto el juego cambio de nivel, pues descubrieron que al ser lo suficientemente rápidos podrían patear y lanzar agua al mismo tiempo, Helena atacó varias veces con patadas base, y Adrián esquivo el agua de todas ellas, sin embargo el giro con un gancho a la altura del estómago y ella no alcanzó a esquivarlo, empapandola parcialmente. Cuando se cansaron del océano decidieron correr por la orilla de la playa, en una especie de competencia de velocidad, ya sabrían quien iba a ganar, pero les gustaba la sensación de verse presionado por un oponente, lo hicieron varias veces hasta que Helena le sostuvo uno de sus tobillos, logró hacer que se cayera sobre la arena y en poco tiempo, ella ya estaba en la meta final.

Adrián se levantó riendo como nunca antes lo había hecho y se dejó caer nuevamente en el suelo antes de que Helena corriera a verlo.

-¿Quieres hacer un castillo de arena?-le preguntó, sin quitar la sonrisa de su rostro.
-¿Qué no eso es para bebés?
-Tu yo bebé jamás pudo hacer uno-comentó comenzando a juntar arena con las mano para hacer un pequeño montículo-Hagamos uno ahora-Adrián le dio la razón y comenzaron la construcción, aunque sin las herramientas necesarias, solamente pudieron hacer una muy fea montaña de arena que se desmoronaba con facilidad.

Helena rápidamente localizó a uno de sus compañeros más pequeños y no tardó en darse cuenta que llevaba una cubetita, sin pensarselo dos veces, corrió hasta la familia que apenas se estaba acomodando en uno de los camastros de la zona para pedirles amablemente el favor de prestarle la cubeta de su hijo, solo un par de minutos. El chico accedió y se la tendió.
Helena corrió de regreso con Adrián y le pidió que llenara la cubeta de arena para después dejarla caer sobre el suelo, él la obedeció y en cuanto terminaron de usar el material, la chica corrió a devolverlo, ya limpio.

Adrián comenzó a hacer un muro que rodear a el castillo y finalmente escarbo fuera del muro, imaginando que sería una especie de río con cocodrilos que protegeria la fortaleza. Su compañera de juegos rio ante esa idea y finalmente, colocó varias conchintas de mar a manera de decoración.

-¿Quieres ir a las albercas?-Adrián asintió y tomados de la mano se marcharon rumbo a unas pequeñas regaderas que se encontraban al pie del edificio, se limpiaron la arena e ingresaron nuevamente al edificio pero por la parte del patio, caminaron un par de metros hasta toparse con una alberca medianamente grande, en tamaño rectangular, todo iba bien, tenía una pequeña cascada incluso.

Helena entro al agua clorada por medio de unas pequeñas escaleras de metal sujetas al cemento de la piscina, por un momento temio que fuera a resbalarse y ahogarse, pues un pequeño cartel indicaba que la profundidad de la alberca era lo equivalente a una persona de uno sesenta y cinco.

Helena apenas y alcanzaba a rozar el uno cincuenta y siete, sin embargo cuando la vio flotando de espaldas en el agua y nadando hasta el fondo de la alberca, supo que probablemente ella llevaba años y años practicando como para ahogarse en un lugar tan poco profundo. Adrián también ingresó al agua, temeroso, a pesar de medir uno ochenta el pensamiento constante acerca de su completa inexperiencia nadando lo hacía dudar y temer ante el líquido cristalino que ya lo tenía rodeado casi por completo, tenía que levantar un poco la barbilla, pues el agua le llegaba hasta la garganta y temía tragar bastante cloro. Sumergió la cabeza por completo antes de volver a la superficie solo para ver a una pequeña sirena acercándose hasta él.

Sus pies tocaban el fondo.

Intentó enseñarle a nadar, lo hizo sujetarse del filo de la piscina, diciéndole que debía intentar flotar, relajar su cuerpo y que el agua cargara todo su peso, justo como lo hacía esa, le enseñó varias veces la postura adecuada, como debía levantar una pierna para después impulsarse con la otra. Finalmente Adrián logró flotar unos escasos cinco segundos antes nuevamente tener que aferrarse al filo de la alberca.

-Bueno, es un avance-comentó ella flotando a su alrededor-Tal vez mañana puedas lograr mantenerte a flote por diez segundos-agrego sonriendo de manera burlona.
-No todos podemos ser una linda sirena como tu, Helena-comentó mirándola, completamente ensimismado en la belleza de ese ser frente a él-O una rana gorda-tras decir esto se soltó a reír y Helena se alejó chapoteando, a propósito para empaparle el rostro completamente.
-Tu eres una rana gorda-le dijo Helena, no estaba ofendida, más bien se trataba de una especie de juego infantil-Eres la rana más obesa que he conocido-sonaba absurdo, porque en realidad ambos eran bastante delgados, solo que quizás, a Helena, la delgadez le favorecia de cierta forma, y esta vez Adrián no se detuvo al mirar las piernas de la muchacha, que se movían con soltura por el agua, o la forma tan generosa en la que su espalda se curveaba de vez en cuando, dándole una ventajosa vista de la parte baja de su espalda, que por cierto, también tenía una muy prominente cantidad de músculo. Su cintura fina complementaba todo eso junto con su pecho poco presuntuoso, pero que más daba, ella era así perfecta tal cual era.

Adrián comenzó a caminar por la alberca, comenzando una especie de persecución que Helena entendió a la perfección, acercándose a él y alejándose rápidamente para evitar ser atrapada. En uno de esos acercamientos, Adrián se dejó envolver por los brazos delgados de la chica que tanto le gustaba, sintió su pecho apoyado sobre su espada desnuda, mientras ella le pedía que por favor la sostuviera, pues se encontraba demasiado cansada como para continuar nadando, él, obediente a su petición, la llevo hasta un pequeño descanso que la piscina tenía justo debajo de la cascada artificial, Helena tomo asiento sobre aquel bloque de cemento recubierto por azulejo, así que solo sus muslos y cadera quedaron completamente cubiertos por el agua.

De esa manera, con ella sentada y él observandola desde abajo, con el sol iluminando su esbelta figura, Adrián solamente pudo pensar que Gabriel era un completo idiota por haber cambiado a Helena por una mujer que parecía más hombre que él mismo, se atrevió a hacer un movimiento arriesgado, colocando las palmas de sus manos sobre las rodillas de la chica, ella se sobresalto un poco al inicio, dando un pequeño brinquito en su sitio, por lo que Adrián quitó sus manos de la zona, sin embargo, la chica volvió a colocarlas sobre sus rodillas, aprovechando el momento para posicionar sus delgados dedos sobre los nudillos de Adrián.

-No te preocupes, esta bien para mi-le dijo antes de regalarle una sonrisa.

Amaba esa parte de ella, era tan tierna, tan dulce, pero también amaba la versión que vió en el tatami hace una noche atrás, era aguerrida y feroz.

-Eres la criatura más bella que he visto-de pronto, el rostro femenino pareció transformarse en una mueca de extrañeza, como si aquella frase ya la hubiera escuchado en otra parte...o leído.
-¡Adrián!-un grito masculino los descoloco por completo y el chico escondió ambas manos dentro del agua, como si no los hubiera visto ya. Levantó la mirada y se encontró con Lalo, quien observaba la escena con el ceño fruncido-Mi tío...te esta buscando, dijo que quiere llevarte a comer a no se donde-Adrián no dijo nada, salió del agua no sin antes dirigirle una última mirada a Helena junto a un pequeño gesto de despedida con una de sus manos, ella de lo devolvió, tomó sus sandalias qué reposaban al lado de la alberca y caminó con ellas hasta que estuvo al lado de Lalo, quien lo sus tuvo por los hombros.
-¿Qué estás tratando de hacer?-sus palabras parecieron sisear dentro de sus labios en cuanto hablo-Te recuerdo que es mi hermana.
-Y la niña que me gusta...-Lalo lo miró, con una muy clara molestia en sus orbes oscuros, antes de apretar más el agarre-...tus padres están de acuerdo-le susurró suavemente-Helena cumplirá la mayoría de edad en poco tiempo, Lalo por favor...
-No eres suficiente, no para ella y jamás lo serás-de pronto las palabras que espero jamás escuchar de la boca de su mejor amigo salieron a la luz, como una verdad oculta por muchos años, ¿de verdad pensaba eso sobre él?
-¿Eso es porque soy el hijo de simples obreros y no el príncipe de Mónaco como hubieras querido?-Lalo negó con la cabeza.
-Porque jamás has tenido algo tan bueno como ella, ¿qué harás cuando una diamante más grande, más voluptuoso y más fácil de conseguir se te pare enfrente?, aunque sea un mero trozo de vidrio corriente tirado en la calle-Adrián entendió la referencia, dolorosamente bien de hecho, sin embargo, no desistió de lo que sentía por ella.
-Justamente porque ya he tenido muchos de ellos, estoy harto. Yo quiero estar con tu hermana, quiero ser su novio y tal vez si ella decide que me lo merezco, dentro de muchos años quiero ser su prometido...pero será algo que ella decida, no tú. Y tienes razón, conocerla ha sido lo mejor que pudo pasarme en este momento de mi vida y no estoy dispuesto a perderla.

Dicho esto volvió al interior del edificio de departamentos, dejando a Lalo de pie al filo de la alberca.

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La comida fue realmente deliciosa, su entrenador lo llevó a un pequeño pueblito costero llamado "Mandinga", oculto entre manglares y con la amenaza constante de que algunos caimanes se acercaban a las orillas del pueblo durante las noches, Adrián disfrutó mucho de las delicias culinarias qué prepararon en un pequeño restaurante en forma de choza para él y la familia de su profesor. Solo pudo darle las gracias por permitirle pasar ese rato tan íntimo con ellos, además de después llevarlo de vuelta a la ciudad y tomar un café lechero en otro restaurante ubicado en el malecón del Puerto de Veracruz.

La experiencia fue algo que jamás pensó vivir o si quiera llego a imaginar dentro de su cabecilla ingeniosa.

Muy a gusto, regresó a los departamentos, sintiendo el estómago más lleno que nunca y el sabor del café aún dominando por completo su paladar, subió hasta su habitación y esperaba encontrar el lugar completamente vacío, pues ya era de noche y la oscuridad del océano le intimidada un poco, por un momento quiso bajar a la playa a contemplar la belleza del paisaje, entre la penumbra de la noche, sin embargo la idea de que la marea subiera y se lo llevara hasta las profundidades del agua salada, le quitó todas las ganas por aventurarse solo a la playa del lugar.

Los camastros ya se encontraban recogidos y solo deseaba dormir un rato antes de levantarse muy temprano y disfrutar por última vez, del agua salada mojándole las piernas o intentaría flotar por lo menos unos diez segundos, justo como se lo prometió a Helena unas horas atrás. Y eso lo llevó a recordar la pequeña riña que había tenido con su mejor amigo.

Claramente no se encontraba muy a gusto con su desición sobre cortejar a su hermana y él entendía porque.
Había lastimado a muchas chicas antes, al igual que Samuel, se mofaba de ellas llamándolas locas o exageradas, ronpiendoles el corazón cada vez que tenía oportunidad y no deseando ningún compromiso.
Entendía bien porque Lalo no lo quería cerca de su hermanita.

Pero si tan solo lo escuchara hablar de lo que sentía por Helena una vez, probablemente podría darle una oportunidad para probar todo lo que salía de su boca.

Porque todas esas chicas anteriores no eran lo que él quería.
Recordaba bastante bien como una de ellas en particular le pidió que formalizara la relación con ella, que pidiera permiso a sus padres y todo eso, pero para Adrián solo era un lastre más y termino dejándola.
Sin embargo, con Helena...se sentía distinto. Sabía que no la merecía, pero quería hacer las cosas bien.

Con ella si.

Tanto así que pidió permiso para cortejarla, y hasta ahora había hecho un par de cosas que esperaba, Helena ya hubiera descubierto quien era el misterioso chico que le enviaba flores constantemente desde ese pasado dos de noviembre, y en realidad se había delatado así mismo diciendo una frase muy similar a una que él escribió en uno de los ramos antes de pagar para que otra persona se lo entregara a Helena.

Estaba anhelando que lo descubriera.

Y de pronto su vista se iluminó al encontrar una silueta esbelta recargada en el barandal que daba vista a la inmensidad del mar.

Era ella.

Ese par de ojitos curiosos, lo observaban con un destello de felicidad. Aunque ciertamente se sintió algo intimidado.

-¿No puedes dormir?-le preguntó, casi en un susurro, temeroso de que alguien pudiera escucharlos, aunque, el lugar era tan grande que nadie podría haberlos oído aunque hablaran en voz alta.
-No...solo acabo de regresar de pasear-le respondió, tratando de no mirarla demasiado, mientras ella se acercaba, Adrián, por su parte, se dedico a intentar abrir su pequeño apartamento rentado con ayuda de una llave de metal, sin hacer mucho escandalo sobre el vestido que llevaba puesto esa noche. Era negro con líneas doradas, uno de sus colores favoritos por cierto. Ligero y le llegaba tal vez tres dedos sobre la rodilla, sin embargo el escote era algo...pronunciado
-Es que estoy muy feliz-comenzó a caminar alrededor de él, como un pequeño depredador rodeando su presa.
-¿Fuiste a la playa otra vez?-intentó qué la conversación sonara casual, de verdad que eso quería, pero el tener a Helena, vestida con sus dos colores favoritos en el mundo, en un vestido tan bonito como elegante, no era nada casual si embargo trato de no mirar.
-Si, pero, es más por ti-parecía avergonzada, sin embargo eso no impidió que él parara en seco su intención de abrir la puerta del departamento.
-¿Por mi?-le cuestionó, un poco confundido.
-Me alegra, que hayas decidido venir, quién sabe que cosa podría haber pasado si no me hacías compañía en el torneo-sonaba igual que su madre, la señora Elaine y como no, si era el vivo retrato de ella, pero, con una personalidad más temeraria de la que su propia progenitora tenía a esa edad, según le habían contado.
-Tal vez Gabriel te hubiera robado-bromeó, con una sonrisita nerviosa, para después darle un trago de agua a una pequeña botella plástica que llevaba consigo, pues el calor de la costa, le exigía una cantidad exagerada de hidratación, Helena dejó salir una pequeña carcajada.
-Además, si no hubieras venido, no nos habríamos encontrado aquí y no tendríamos esta conversación-declaró con seguridad, acercándose a él, sin embargo, Adrián no retrocedió como muchas otras veces en el pasado, en cambió, se quedó quieto muy quieto en su lugar-¿Qué perfume usas?-eso lo descoloco un poco, sin embargo no iba a dejar que ella notará aquello, no sería propio de él.
-Ninguno-mintió-Solamente me baño-ella se acercó más y fue en ese momento cuando un olor a frambuesas le inundó la nariz.
-¿Qué shampoo usas?-ahora el imitaba la pregunta que ella había hecho hace un rato. Lo que le evocó una sonrisa coqueta.
-¿Por qué preguntas?, ¿lo usaras?-Adrián se atrevió a poner la mano que le quedaba libre en la cabeza de Helena, para sentir su sedosa cabellera-Vas a oler a niña-dicho este comentario no pudo evitar reírse, sin embargo...eso no le importaba.
-No me importa oler a niña...mientras huela igual a ti-Helena levantó la cabeza para mirarlo directamente a los ojos, Adrián dejó a un lado la botella de agua, ya vacía. Sus ojos se encontraron y desde ahí, Adrián supo que no había marcha atrás.
Dejó qué su mano cayera poco a poco, siguiendo el patrón de cabello de su acompañante, tratando de grabarse a fuego en la memoria, la sensación tan agradable qué era tener a Helena en sus brazos, se acercaron más y él, con cuidado, tomó uno de los mechones que se encontraban cerca del rostro femenino.
-¿También me darás el nombre del acondicionador?-ella puso una de sus manos sobre el pecho de Adrián y dejó que le acariciaran con delicadeza, sin poner objeción.
-Por supuesto-declaró en voz baja, dejándose llevar, por las nuevas sensaciones de todo aquello. Cerró los ojos un momento cuando Adrián dejó a un lado el mechón de cabello negro, para tomar su rostro, con cuidado, casi como si estuviera tratando con una divinidad y no un ser humano.
-...eres tan bonita...-le susurró, cerca del oído, él se alejo un poco para mirar bien su rostro, jamás había estado tan cerca y la sensación de estar a punto de cometer una estupidez lo alarmó por un momento...pero decidió no hacer caso. Solo por esta ocasión-No sabes, cuanto me gustas-y finalmente lo hizo.

Con ayuda de la mano que la sostenía del rostro, la atrajo hacía si mismo, tuvo que agacharse un poco pero no le molesto en lo absoluto.

La besó.

Y se sintió como tocar el cielo.

Los labios de aquella chica, aunque pequeños, tenían una textura suave en ellos, y algo en su sabor le decía que probablemente había estado consumiendo algún dulce sabor cereza antes de subur. Empezó con ligeros toques, presionando su boca contra la de Helena, con cuidado y sin la arrebatadora pasión qué solía carácterizar los desenfrenados actos de pasión que se podían experimentar en alguna fiesta, con chicas desconocidas, que para él solo eran mujeres sin nombre, ni caras que valieran la pena recordar; o eso pensaba mientras miraba a la lejanía como sus amigos más que besar, parecían querer devorar de un solo bocado a la chicas con las que compartían tal momento, en su propia perspectiva, era un acto algo insalubre, y hacerlo con un completo desconocido le restaba todo el romanticismo que envolvía lo que él creía, era una muestra de afecto demasiado íntima, demasiado romántica para ser compartido con cualquiera en un bar de mala muerte.
Sin embargo...con Helena...la historia partía desde un punto distinto, ya que no era su novia, pero, solo Dios sabía con exactitud la cantidad de veces que le pidió la oportunidad para ser más que el amigo de sus hermanos mayores, más que un amor platónico, más que una atracción mutua que jamás debía suceder. Pero bien sabía que la vida era cruel y aquella adolescente era la prueba fehaciente de ello. Porque la amaba, pero no podía si quiera esperar que fuera correspondido más allá del evidente deseo físico, eran tonto tan si quiera imaginarlo, ya que, después de todo, una mujer como ella, solo era merecedora de un hombre de su nivel y a Adrián, ya la habían dejado bien en claro que él no cumplía aquellos estándares.

Esperaba que lo empujara, que lo golpeara, sin embargo, eso nunca llegó, en cambio, le regreso aquella muestra de afecto con tanto cariño que Adrián pensó que ese era el día más feliz de su vida. Aunque no fuera la pareja que todos esperaban para ella, aunque solo estuviera utilizándolo para satisfacer su creciente sed de descubrimiento o algún deseo infantil de venganza hacía Gabriel, no le importaba en lo absoluto, con gusto podía usarlo cuantas veces quisiera y él no se negaría, si era era la única forma de tener algún contacto más allá de la frialdad con la que lo había estado tratando hace apenas una semanas (antes de descubrir todo el engaño de su ex novio), estaba dispuesto a pagar el precio. Pero ciertamente no quería ser un secreto, no lo deseaba.

Quería gritarle al mundo, cuanto la amaba.

Sin embargo, un par de pasos intrusos lo alertó, de manera súbita, abrió un poco los ojos, alejándose del extasis y placer que representaba besar a la chica de sus sueños.
Y se encontró con la persona menos esperada de todos, si fuera los padres de la chica, estaba dispuesto a pedirles ahí mismo que le concedieran el honor de volverse novio de Helena, ya pensaba hacerlo, solo estaría adelantandolo un poco. Si hubiera sido Lalo, probablemente tendría que soportar una golpiza por besar de esa forma a su hermanita más querida.

Pero no.
Era Gabriel.

Ese infeliz.
Se quedó congelado en cuanto miro la escena y sus ojos se abrieron tanto que casi parecieron salirse de sus propias cuencas.
Seguramente habría seguido a la chica, pensando que ellos dos únicamente estarían charlando, probablemente pensaba en pedirle a su ex novia una segunda oportunidad basada en falsas promesas acerca de cambiar y mejorar.

Aún sin despegar sus labios, empujó la puerta del apartamento, la cuál ya había sido abierta minutos antes.
Ingresaron al lugar.

Y Adrián cerró la puerta.
Después de todo...Gabriel no era su amigo y jamás lo fue.

Una vez adentro, Helena se aferro más a él, colgandose de su nuca mientras la abrazaba firmemente por la cintura.

-Me gustas mucho...-susurró Helena, en un pequeño descanso que ambos tuvieron que tomar para tomar aire y después reanudar su sesión de besos-D-desde que era niña...-volvió a besarlo, esta vez siendo mucho más apasionada y él, claro que no se quejo.
-Lo sé, lo sé-susurro igualmente, cerca de sus labios antes de tomar el mentón de la chica y acariciar su labio inferior con ayuda de su propio pulgar, para acercarlo a él-Me gustas, me gustas, me gustas mucho-y dicho esto repartió besos por sus mejillas, de manera cariñosa, ella sonrió, juguetona y claramente divertida-Espere tanto tiempo para decirtelo...-lo chica le devolvió los besos en las mejillas, en la punta de la nariz, en la frente, repartió muestras de afecto por todo su rostro-Quiero amarte Helena, quiero ser tuyo, por favor, déjame serlo...-la chica volvió a besarlo en los labios y Adrián llevó una de sus manos hasta la parte posterior de la cabeza femenina, apretando el cabello de la misma de forma sutil, profundizando el beso.

Tenían tantas ganas el uno por el otro, que por un momento tuvo mucho miedo de llegar a otra cosa, no es que no lo quisiera, claro que si.
Él la amaba, la deseaba de todas las formas posibles, sentía tanta pasión como amor por ella, pero no quería que sucediera de esa forma ya que para él, la chica Valencia era una especie de princesa, tal vez una deidad que se merecía solo lo mejor del mundo.

Aunque tal vez él no lo fuera, estaba dispuesto a hacer de todo para volverse digno de tener su cariño.

-¿Me pedirás ser tu novia?-preguntó ella, sosteniendo las manos del chico entre las suyas.
-Por su puesto, Heli yo...
-Pero...-Adrián se quedó callado, mirando como el rostro de su amada decaía poco a poco, en una mueca de tristeza, imposibilitandole, mirarlo directamente. Eso lo preocupo, ¿acaso había hecho algo mal?
-¿Qué pasa princesa?, ¿e-es por mi?, ¿hice algo que te molestara?-se agachó un poco para encontrarle nuevamente la mirada y se preocupo aún más al verla sollozando.
-N-no es por ti, tu compañía es agradable y de verdad me gustas mucho, pero...todavía no puedo superar lo de Gabriel...-no se molesto, ni se ofendió, támpoco podría decir que lo entendía porque la verdad no era así, pero después de verla en primera fila, sufriendo tanto, no podía esperar que los sentimientos por Gabriel se apagaran de la noche a la mañana-No quiero lastimarte, Adrián...
-Si necesitas tiempo, yo entiendo-Helena nuevamente levantó la vista y finalmente lo encaró-Estaré esperando, hasta que estés lista, te lo prometo, no voy a ir a ningún lado.
-¿Y si en Enero conoces a alguna chica en la universidad?-el sollozo aumentó y en ese momento comprendió que tan solo imaginar el hecho de perderlo dolía más que el recuerdo de Gabriel.

Así como a él le dolía más imaginar un futuro sin ella. Sin lo que acababa de comenzar.

-Eso no pasará, me gustas tú, además, eres un completo bombón, ¿como podría ser tan idiota como para dejarte ir?-Helena le sonrió, aún con algunas lágrimas y lo abrazo, recargando su cabeza en el pecho de Adrián.

Se sentía cálido y en paz. Como nunca antes se había sentido. Eso era amor.
Ella le traía paz.

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