La tarde de las cosas rotas

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Los científicos, personas estudiadas, con carrera basadas en la lógica, dicen que las pupilas de nuestros ojos tienden a hacerse más grandes y visibles cuando nos encontramos en entornos con poca luz, también puede deberse e enfermedades neurologícas, migrañas, tumores e incluso puede ser indicador de un derrame cerebral. En términos médicos, este fenómeno es conocido como "midriasis" y existen razones mucho menos o más preocupantes (dependiendo del paciente), qué podrían causar aquella dilatación, a final de cuentas, la excitación emocional era y sigue siendo una de las causas más frecuentes de la expansión de las pupilas de miles de personas, en pocas palabras, cuando alguien te gusta, las pupilas inevitablemente cambian su tamaño, no es algo que pueda controlarse, es involuntario, por lo que Adrián lo consideraba algo romántico, tierno y más viniendo de ese par de ojitos rasgados que buscaba mirar solo para tener la satisfacción, de ver aquella reacción.

Pero nadie lo preparo...para que ese par de ojitos ya no fueran suyos, ni la reacción en ellos.

Podía vislumbrar como las pupilas de Helena se dilataban, delatandola, cuando miraba a Gabriel.
Le dolía...ya no ser el causante de ese sentimiento, porque sus pupilas continuaban cambiando de tamaño cada vez que pensaba en ella, lo había comprobado hace poco.

Solo, quería recuperar, a su chica de ojos bonitos.

Le gustaba imaginar como ejecutaria su plan, mientras miraba las fotos familiares en esa gran casa, hasta que encontró la que a él le gustaba denominar como su favorita.
En ella, su chica de ojos bonitos miraba al frente con una sonrisa gigante en su rostro, se encontraba sentada en una silla similar a un trono, forrada de terciopelo rojo, decorado con orilla dorada alrededor, el vestido de princesa rozaba la alfombra a sus pies, era de color lila. De verdad parecía una princesa sacada de un cuento de hadas. Quiso sacarle una foto a aquel retrato, sin embargo, se detuvo al último momento.

No quería que pensaran que era un pervertido o algo similar, después de todo, se encontraba en la casa por razones muy distintas.

Lalo lo saludo y lo llevó hasta la oficina de su madre, en la planta baja.
Al ingresar a ella, su amigo le deseo mucha suerte, con entusiasmo antes de plmearle los hombros, no lo juzgaba, él estaba igual de emocionado por por fin obtener un empleo que no fuera como albañil en alguna construcción o como intendente en las fábricas donde laburaban sus padres, eran trabajos honestos, afortunadamente no tuvo que recurrir a la delincuencia para poner en marcha su plan, aunque si se le dificultó un poco ocultar sus ingresos a su familia, puesto que, ahora que ya laburaba debido a su abandono forzado de la universidad, comenzaron a exigirle que cooperara para mantener su hogar en pie, no le molestaba en realidad, al menos no si se hubiera sido únicamente para sus padres...pero conociendo a su familia, bien sabía que no era así.

La señora Valencia se ofreció a llevarlo en su camioneta hasta las oficinas de la compañía de su familia y una vez llegaron, ciertamente se sintió intimidado, ahí de pie, frente al edificio de varios pisos que se levantaba imponente sobre el asfalto caliente de la calle; tuvieron que subir varios pisos en el elevador hasta que llegaron al área donde se encontraba trabajando el hermano de la señora Elaine.
Al verlo, Adrián supo de inmediato porque era tan bueno en los negocios, bao su mando, la compañía había prosperado y estaba a punto de extenderse fuera del país probablemente. Él les daba un máximo de diez años, antes de que el nombre de la compañía resonara en todos lados.

El hombre era alto y de un cuerpo cuadrado, con el cabello corto, vestía un traje hecho a la medida y usaba anillos de oro y plata en algunos de sus dedos anchos, aparentaba ser amable y carismático, con una voz gruesa pero bastante alegre, los recibió con una sonrisa a cada uno, un beso en la mejilla para su hermana mayor y un apretón de manos para él. Los invito a tomar asiento, aunque una llamada interrumpió el aura tranquila que había estado sintiendo hasta ese momento. La señora Elaine tenía que irse, pues aparentemente había surgido un problema en uno de sus restaurantes y necesitaba ir ella misma y ver el desastre que había ocurrido, se despidió de ambos hombres y le prometió a Adrián que enviaría a Lalo más tarde para buscarlo y de paso, podría contarle como le fue en esa inesperada entrevista.

En ese momento fue cundo sintió miedo e incomodidad de verdad.
Estaba solo...con ese hombre amable, pero por alguna razón, también le ocasionaba mucho miedo.

-Bien Adrián, cuéntame un poco sobre ti-comenzó él, mientras lo observaba de pies a cabeza, expectante-Mi hermana y mi cuñado me hablaron mucho sobre ti me dijeron que eres responsable y muy trabajador, así que dime, ¿tienes un poco de experiencia en este rubro?-sintió como las palabras se le quedaba atoradas en la garganta, por un momento temio hacer un ruido extraño.
-S-sé de eléctrica...estaba estudiando mecatrónica, pero tuve que dejar la universidad.
-Mmm, ya veo-tras decir eso se quedo callado, esperando a que Adrián dijera algo más, por lo menos esperaba que tratara de defenderse, sin embargo no sucedió-Adrián, el puesto para el que estás aplicando es muy demandante.
-Lo sé...
-No contratamos chicos que no estén titulados, esperaba que Samuel pudiera...pero bueno, ya sabes, se decidió por ejercito y todo eso-por un momento, las palabras de su madre tomaron sentido y quiso salir corriendo de ahí-Entiendo que estás pasando por una situación complicada y por eso te recomendaron, ¿no es así?
-Si señor, no le dijeron mentiras-iba a matar a Lalo después de aquella tortuosa entrevista, solo él sabía que planeaba hacer y porque, la señora Elaine no conocía del todo la realidad de su situación, así que supuso, debía ser Lalo quien fue con su tío a tratar de convencerlo para contratarlo.
-Tengo otra vacante, la paga es menor y tal vez tengas que viajar constantemente a otros estados, el contrato dura solo tres meses, la paga es semanal. Pero trabajarías con otros chicos que ya llevan tiempo en la empresa, hacer trabajo de campo y todo eso-Adrián asintió, no era el puesto que le habían ofrecido en un inicio, pero ya no importaba, solo quería salir de la situación en la que se encontraba-Serías un trabajador más.
-No me molesta seguir órdenes-comentó, tratando a toda costa, de quedarse ahí, aunque solo fuera a ser un empleado más y no la mano derecha de algún ingeniero importante como se lo propusieron hace ya bastante tiempo atrás, sabía bien que era mejor para él contribuir en la compañía de la familia de su amigo antes que tener que cargar bultos de cemento o limpiar la grasa que se caía de algunas máquinas.

Repetía, eran trabajos honestos, pero él quería más. Cuando pudiera regresar a la universidad en enero, sabría más cosas que el resto de sus compañeros y si hacía las cosas bien, podría renovar el contrato, trabajar a medio tiempo, seguir aprendiendo y ahorrar para largarse por fin de la vecindad donde llevaba viviendo toda su vida.

-De acuerdo, Adrián, entonces te veo el lunes, presentate por favor a las ocho de la mañana en punto en recursos humanos, ellos te dirán que hacer-¿así de fácil?.

El hombre le extendió la mano y el correspondió el gesto, se dieron un fuerte apretón antes de que el hombre lo jalara hacía él, aparentando darle un abrazo fraternal, como dándole la bienvenida a la compañía, lo cual se le hizo tremendamente extraño.

-Solo ten bien presente que entraste aquí por petición de mi hermana y sobrino, si en el trabajo llegas a fallar, estás fuera-ahora entendía porque le daba tanto miedo al inicio.

Salió del edificio con muchas esperanzas guardadas dentro de sí.

Estaba a pocos pasos de ser completamente libre, tanto de su familia, de sus padres, como del peso que llevaba cargando en su espalda desde hace mucho.

________________________

Tras comentarle a su amigo sobre las nuevas noticias, Lalo no ocultó su felicidad, deseándole mucha suerte en su nuevo trabajo, Adrián no mencionó nada acerca de la amenaza del dueño de la compañía, pues aunque no quisiera aceptarlo, tenía que admitir el hecho de que la influencia de la familia de Lalo tuvo mucho que ver en esa nueva etapa de su vida.
Por primera vez en su vida no sentía como si le debiera algo a otra persona, o humillado por recibir ayuda.

Simplemente estaba tranquilo y eso...era bastante atractivo.

Al llegar a la vecindad tuvo la maravillosa idea de revisar con cuanto dinero contaba. Ya que prácticamente estuvo ahorrando todos y cada uno de sus pequeños sueldos en diversos trabajos, esperando el día en el que fuera suficiente dinero como para rentar un apartamento decente, no quería vivir en una de esas feas zonas habitacionalea donde los tiroteos, asaltos y en general todo tipo de violencia era el pan de cada día. Esperaba buscar un barrio decente, por lo menos pavimentado y con un bonito alumbrado público, támpoco quería una lugar tan grande, por el momento, sabía que lo máximo que podía pagar era una sola habitación, un baño completo y una sala comedor, al menos por ahora, tendría que conformarse con eso. Después, con el trabajo y todo lo demás, podría costear algo mucho mejor, tal vez más cuartos, una gran cocina con acabados lujosos ventanas de piso a techo.

Si, eso sonaba bien.

Buscó en todos los lugares en los que escondió el dinero, repartido por distintas partes del cuarto, algunos billetes se encontraban en un sobre hecho por el mismo, debajo del colchón, unos más se encontraban en su ropero y el mueble que ocupaba el lugar de la cuna de su hermanito, no guardaba cantidades grandes en un solo sitio por temor a que su familia encontrara esa pequeña fortuna e hicieran tonterías con ella, o peor aún, lo llamaran egoísta enfrente de todos los miembros de esa pequeña comunidad, mal agradecido y un montón de cosas más.
Y si, quizás se volvió un poco egoísta. Después de todo, esperaban que al graduarse de la carrera fuera el quien asumiera el lugar de su madre y velara por la felicidad de todos, sería quien, "los sacaría de pobres", como les gustaba decir mientras inflaban el pecho con orgullo frente a todos sus conocidos y amigos, aunque tras haber tenido que abandonar la universidad esperaba que esa fantasía terminara olvidandose con el paso del tiempo, sin embargo, eso no pasó, en cambio, la presión por conseguir un trabajo bien remunerado aumento un ciento diez por ciento, más los reclamos de su madre por no seguir en la carrera.

Lo cual era rotundamente hipócrita e incongruente de su parte, recordando las razones por las cuales tuvo que abandonar la universidad...
No importaba ahora, entendía que no podía depender de sus padres ni de nadie en su árbol familiar, se trataba únicamente de él contra el mundo y debía afrontarlo si deseaba una vida mejor, algo que claramente no conseguiría si se quedaba allí.

No le sorprendió mucho cuando no encontró el fajo de billetes escondido en el ropero y aunque representaba una pérdida significativa, se alegró mucho al revisar los demás escondites y corroborar que no habían sido descubiertos aún, tomó el dinero, repartido en distintos fajos y lo contó, esperando no equivocarse en lso cálculos, pues contaba con poco tiempo antes de que alguna de sus entrometidas tías o primos hiciera a un lado la cortina y lo descubriera con esa pequeña fortuna entre manos. Al final, contó un total de quince mil quinientos pesos más cien pesos que guardaba en su cartera.
Supo que las desveladas, los cortes en las manos por cargar ladrillos y todo eso que le desagrada, valió la pena por unos breves instantes.

Junto todo y quiso guardarlo dentro de su mochila, en el forro para ser exactos.
En ese momento, escucho como alguien se acercaba por detrás y entro en pánico, estaba acabado...

-Parece que has logrado bastante tu solo-su alma pudo descansar al saber que es voz, pertenecía a su abuela, ella no le quitaría el dinero, de eso estaba segura-¿Ya te vas?-él se volteo para mirarla, aún con el dinero en las manos.
-No, abuelita, solo estoy tomando precauciones-la anciana sonrió con complicidad, después de todo, ella era la única que conocía a ciencia cierta lo que quería hacer, a pesar de no querer que su nieto se fuera, para aftontar la vida solo, debía aceptarlo, después de todo, el permanecer en esa casa, le costaría sus sueños y una oportunidad que ella desaprovecho en el momento en el que se escapó con el que ahora era su esposo.

La de vivir, como uno quisiera.
Y de paso escapar de la pobreza...

-Yo, solo venía a darte esto-miro por el rabillo de su ojo, en dirección a la cortina, como si estuviera vigilando que ninguna mirada intrusa observara lo que se podría tachar como traición en aquella casa-No es mucho, pero espero que te ayude a construir un poco de tu futuro-el mandil que siempre usaba comenzaba a romperse poco a poco y perdía color con el paso interminable de los años y días, las bolsitas del mismo fueron remendadas varias veces y parchadas, y en realidad, Adrián no esperaba que algo pudiera guardarse ahí, no con seguridad, pero la mujer buscó dentro de una de esas pequeñas bolsitas y le ofreció varios billetes de cien pesos cada uno-Si lo administras bien, no morirás de hambre pronto-ella le sonrió, antes de abalanzarse a sus brazos y estrechar su rostro con ambas manos, mientras le repartía besos húmedos por ambas mejillas. Adrián no se había sentido así desde que era un niño indefenso, oculto en los brazos de su abuela cuando sus padres peleaban y lo culpaban por lo sucedido con Ezequiel.

Cuando termino de besarlo, la mujer regresó a su postura habitual, un poco encorbada a decir verdad y se alejó a paso lento del muchacho que ni siquiera se molesto en contar los billetes, simplemente los guardo junto con el resto en su vieja mochila.

-Gracias-susurró, pues una sombra en la cocina se movia de forma erratica, intentando no caer de bruses contra el piso de cemento, se trataba de uno de sus tíos.
-¿Por el dinero?-dijo la mujer.
-...por apoyarme...-no hablaron mucho después de eso, dejo que la abuela se marchara y se mantuviera oculta en algún lugar de la vecindad. No la culpaba por no querer presenciar la posible batalla campal que estaba a punto de acontecer en unos minutos, sabía que sería difícil de explicar y aceptar. Pero era algo que debía hacerse, por lo que se colgó la mochila en los hombros, y se desplazó por el patio de la casa hasta llegar a la habitación de sus padres.
Dedicó por lo menos una media hora para encontrar la llave de su tan preciada motocicleta.

Ya podía usarla, tras pretender que entendía perfectamente lo que le sucedería si desobecedia nuevamente, pero debía entregar las llaves a cierta hora del día, para evitar inconvenientes según su madre. Aunque estos últimos días sus padres se dedicaron a tratar de venderla, colocandola afuera de la construcción con un cartel de "se vende". Eso no le había gustado nada, pero le vendieron la idea de que debía hacer ese sacrificio para poder pagar la construcción de una linda capillita para su hermano en el cementerio donde lo tenían enterrado, pues, llevaban años aplazando ese pequeño pendiente y justo ahora, decidían que por fin lo llevarían a cabo, sin discusión ni prórroga.

Que conveniente.

La motocicleta se encontraba afuera, casi lista para él.

Solo estaba tomando precauciones, por si todo se ponía feo, pues el reaccionar de su madre podría variar muchísimo dependiendo de como se abordara el tema.

La primera opción era que lo dejara a la ligera y solo se dedicara a reprocharle por permitir que "esa gente presuntuosa lo humillara", pero sin intervenir de alguna otra manera.
La segunda (y era la que más miedo le daba) se basaba en ella corriendolo de su hogar por haberla desafiado de tal manera, aunque tal vez eso era muy extremista de su parte, quería decir, el imaginarse un escenario tan catastrófico.

Era su mamá.
Jamás lo dejaría en la calle, tal vez le diría muchas cosas que no quería mencionar ahora, pero no lo abandonaría a su suerte.

Sin embargo, no estaba de más preparar un plan de escape por si las cosas escalaban como hace meses atrás, cuando su padre lo golpeó...

Las siguiente hora fue algo caótica dentro de su mente, debatiendose si de verdad estaba preparado para lo que se le avecinaba, aunque sus pensamientos cesaron cuando vio a su madre entrando por la puerta de la sala. Tuvo que salir al centro de la ciudad para comprar un par de cosas o algo por el estilo, se encontraba dejando todo sobre la mesa de la cocina cuando Adrián por fin, se atrevió a hablarle, le pidió que tomara asiento, en el comedor.

Adrián miro a su madre, sentada a su lado en la mesa de madera donde siempre comían, las sillas que acompañaban el mueble eran viejas y algunas estaban maltratadas, la de él por ejemplo, si no te sentabas de cierta forma, se iba hacía a un lado y terminabas en el suelo.
Tomó aire y por fin, se atrevió a pararse derecho delante de la mujer que aseguraba amarlo incondicionalmente...aunque últimamente dudaba de ello.

-Mamá, tengo que contarte algo-comenzó, sin dejar de mirar a la mujer a los ojos-Tengo una propuesta, para un trabajo-la mujer sonrió y tomo las manos de su hijo entre las suyas, apretandolas debido a la emoción. Podían culparlo por mentir al inicio, pero no podía soltarle toda la información de un solo golpe.
-¿En que empresa?, deben de pagar bien, si no, no estarías tan contento-A Adrián casi le falto el aire cuando le hizo a aquella primera pregunta, era el momento de la verda.
Quiso imaginar que a lo mejor se alegraba por él como cualquier madre lo haría, pues eran muy pocos los chicos de su entorno que podrían llegar a su quiera aspirar en ser admitido en una compañía de ese estilo, tomando en cuenta que ni siquiera estaba titulado aún.
O...armaría todo un drama debido a las consecuencias de aceptar ese empleo y sobre todo, después de saber para quienes iban a trabajar.

Realmente esperaba que tomara la primera alternativa.

-Los papás de Lalo...-y desde esa primera frase supo que las cosas no iban a resultar bien, su mamá dejó de apretarle las manos y su rostro decayó en una expresión de descontento-...dijeron que estarían felices recomendarme para ese empleo, claro que muy probablemente tenga que viajar mucho, pero no te preocupes, la empresa pagará mis viáticos, yo solo tengo que ir y...
-No lo acepto-dijo ella, con el señor fruncido.
-Ma, ni si quiera me has dejado terminar...
-No Adrián, ya dije que no-dejó de mirarlo a los ojos, cerró los ojos un momento antes de continuar hablando-Esa gente es pura presunción, lo que quieren es que seas un simple chalan para que sus hijitos no tengan que ensuciarse las manos, por eso quieren que viajes, para que tu familia no pueda verte y no te pueda defender-Adrián suspiró, puesto que su familia tendía a hacer mucho ese tipo de comentarios cuando se referían a la familia Valencia.

En especial su madre pareciera que le tuviera un rencor especial a la señora Valencia...nunca entendió bien porque.

-Además, si te vas lejos por quien sabe cuantos días...dime, ¿qué vamos a hacer nosotros, eh?, nos vas a dejar solos, sabes que en la casa te necesitamos y seguramente el salario ni si quiera es bueno, tendrías que mandarnos un poco-la mujer tenía los ojos rojos y acuosos, probablemente estaba a punto de soltarse a llorar, eso lo sabía bien porque conocía de sobra a su madre...solo por ello, ahora se sentía más fuerte para decirle lo que en verdad pensaba hacer.
Además, el hecho de que quisiera tenerlo encadenado a esa casa de por vida, hacerlo responsable de esa familia...solo terminaba de confirmar la teoría qué Samuel le había planteado antes de que se marchara al colegio militar.
Lo criaron con la esperanza de que él los sacara de ese hoyo en el que todos por desgracia estaban metidos, lo veían como el futuro proveedor de todos en esa maldita casa, por eso no querían que se marchara lejos.

Nunca pensaron en él realmente...no como persona.

-Mamá, la paga si es buena, me parece un buen trabajo, claro que será pesado al inicio.
-Pues búscate otro trabajo, en cualquier empresa menos en esa, porque esa familia siempre nos ha querido hacer menos y tú no te vas a dejar y yo no te doy mi permiso para que aceptes eso-bueno...ahí iba otra bomba, algo que él había estado deseando desde hace mucho tiempo, pero no tenía el valor suficiente para decirlo en voz alta.
-Es que no te estoy pidiendo permiso, yo ya les dije que si.

De pronto pareciera que a su madre se le había caído el mundo entero, comenzó a gritar que ella no lo aceptaba, qué si se atrevía a desafiar su autoridad así entonces tenía edad suficiente para mantenerse así mismo, ya que, en sus propias palabras, él ya representaba una carga enorme para la familia, como hombre debía proveer y un montón de cosas que no tenía ni pues ni cabeza, pues se contradecían entre sí.
Adrián ha había visto ese espectáculo muchas veces, así que en realidad aquello ya no le afectaba demasiado.

-No te preocupes, me ocuparé de mis propios gastos mamá, porque comenzaré a vivir solo, ya no seré una carga-dijo, cansado de todos aquellos reclamos, se puso de pie, dispuesto a ir a su recamara y enviarle un mensaje a Lalo para preguntarle si podía hablar con sus padres mañana, tenía un par de dudas de las cuales pensaba que dos tendrían la respuesta.
Apenas estaba por pisar el umbral de la puerta cuando su madre lo tomo del brazo.

-¿Cómo vas a tomar mi lugar en nuestra familia si te vas a ir ? -le cuestionó con algo de desesperación en la voz-¡¿Cómo piensas ser el cabeza de familia?!
-Mamá, es que...yo no quiero serlo, no quiero vivir cuidando a todos para que después hablen mal de mi a mis espaldas, lo siento pero...
-¡Eres un mal agradecido, todos hicieron sacrificios para que fueras a la universidad!, ¡¿y así es como nos pagas?!-ella comenzó a jalarlo más del brazo, paso carecía más una niña pequeña haciendo un berrinche que una adulta funcional.
Todas esas palabras cargadas de chantaje y manipulación emocional no servirían contra él. Así que, como pudo se zafó del agarre de su madre y camino hasta su habitación, con ella siguiéndolo, berreando y gritando todas las cosas que podrían sucederle a ella si se le ocurría aceptar el trabajo e irse.

-Sabes que en unos años ya no podré caminar-le dijo, aunque Adrián había leído los estudios y sabía que mentía, solo se trataba de una anemia qué podía controlarse gradualmente-Eso es porque trabaje tantos años en esa fabrica para que tu vivieras bien, para que fueras a la escuela-sabía que podía sonar un poco cruel, pero no es que en las escuelas públicas se gastará mucho-...para que pudieras ir al taekwondo-ese deporte era caro...pero nunca quiso apostar por él en realidad, nunca quiso que compitiera en los selectivos estatales a pesar de que era bueno, jamás lo dejó ir a un torneo fuera de Puebla, nunca quiso pagar un buen médico para que revisara su lesión-Gasté todo mi dinero en ti, te dí casa, comida, educación, ¡te pague la universidad!
-¡Si mamá lo sé!-prácticamente le grito...nunca lo había hecho, pero ahora sentía que era necesario-Te agradezco mucho lo que hiciste por mi y siempre lo tendré presente...pero no quiero vivir así-la tomó de los hombros y la miro a los ojos, como si quisiera decirle que las cosas iban enserio, que por más que se inventara enfermedades, por más que le recalcara todo el dinero que invirtió en él.
Esta vez no iba a ceder.

Lo que vino después fue un golpe, y luego otro y otro, le llovieron como gotas de lluvia sobre el rostro. Su madre lo estaba cacheteando con más fuerza de la que él creyó que podría tener.
Cómo pudo se incorporó, era mucho más alto que ella, así que por mucho que manoteara, sus golpes solo alcanzaron a darle ena espalda cuando él se volteo para buscar su teléfono.

-¡Lárgate de mi casa!-con ese grito vino un empujón qué lo tomo por sorpresa y logró descolocarlo, aún tenía el teléfono en las manos-Seguramente es por esa niña-Adrián tuvo que detenerse a pensar un momento, no sabía a quien se refería hasta que su madre volvió a gritarle-¡Esa chamaca seguramente te metió esas ideas en la cabeza!-el rostro de Helena se le vino a la mente de golpe, sin embargo no era precisamente ella la razón de todas esas desiciones.
-Estás equivocada, no es por ella, Helena jamas me pediría algo así-realmente estaba muy molesto, sentía el estómago revuelto, esperaba más apoyo por parte de su madre, pero no fue así. Dejó salir toda su ira retenida en una sola frase-Aunque si ella me lo hubiera pedido, lo habría hecho, sin dudarlo.
-¿¡Vas a dejar a tu familia y a tu madre por una vieja mamona y alzada que te va a dejar en cuánto vea a otro que si tenga dinero!?-todo eso era desgastante, vivir con ella era desgastante, así que el decidir irse, era la mejor opción.

Al parecer todo en esa casa estaba mal. Desde la hipocresía, hasta la sinceridad, el querer algo mejor para su propia persona, el estancarse en esa vida también lo estaba, nunca entendería a su familia, ni a sus ideales tan retorcidos. Le dolía qué no pudieran comprenderlo del todo, que ni siquiera se esforzaran por hacerlo, y sobre todo que pensaran que los estaba abandonando solo por la aclaración reciente de sus sentimientos sobre la hija menor de los Valencia, no se marchaba de casa debido a sus incoherencias y su urgente deseo de mantenerlo preso, cautivo únicamente para beneficio propio, y evitar así que hiciera su vida lejos de aquellas costumbres arcaicas qué se pasaban de generación en generación como una especie de enfermedad que limitaba la visión de un mundo más amplio, de una forma distinta de percibir su vida.

Era cierto, eran pobres, Adrián estaba muy al pendiente de ello, lo sabía de primera mano tan solo al comparar su pequeña habitación con la de sus amigos, amplias y con enormes armarios, lo entendía cada vez que se sentaba a comer con la familia Valencia y mientras la familia hablaba del negocio familiar o los viajes próximos por acuerdos comerciales, los padres de Adrián se limitaban a pelear y exaltarse por un partido de fútbol del cual nunca recibían ningún beneficio más allá de una sensación de victoria efímera, ¿para demostrar qué a quienes?. La madre de Lalo lo miraba durante las comidas, entornando sus ojos oscuros antes de sonreírle hacerle un comentario respecto a los entrenamientos de taekwondo, algo como: "Cariño, ¿tienes como llegar al entrenamiento del sábado?, sabes que no tenemos ningún problema en llevarte, tu compañía siempre es gratificante para mis hijos" o "Has mejorado bastante, es que eso es lo que les falta a los jóvenes de hoy, hambre de triunfar y tú, querido Adrián, tienes el talento...y la tenacidad".

Mientras que su propia madre se detenía únicamente a recriminarle qué se estaba volviendo orgulloso, qué ya no era humilde y no mostraba respeto por la cancha con comentarios pasivo agresivos; "Si la lesión te sigue molestando, para que te meto a jugar", "debes correr más rápido, tenemos que demostrarle a todos que seremos campeones", "todos contamos contigo para cerrar las bocas de los demás". ¿Campeones de qué?, no alcanzaba a entender ahora aquellas palabras, siendo sinceros, ninguno de esos viejos fueron o eran atletas, únicamente se trataba de hombres maduros frustrados qué se dedicaban a desquitar su furia contra él, todo porque no podían alcanzarlo.
Cuando debía estar entrenando, con los verdaderos atletas, haciendo lo que de verdad le apasionaba...se encontraba perdiendo el tiempo, tratando de arreglar un vínculo familiar que ya estaba roto mucho antes de qué él llegara al mundo.

En ese momento, como un rayo de lucidez entre la espesa bruma de la desesperación pudo verlo.

Su madre, su propia madre, su familia, se habían encargado de limitarle las pocas posibilidades que tenía para salir de ahí, porque si él se iba, si él se atrevía a volar fuera del nido, era como si su única esperanza se les escapara de las manos. No lo querían a él...añoraban y deseaban la idea que tenían sobre el hecho de que él fuera a sacarlos de su situación económica, era una fantasía, un plan maligno qué sólo pasaba en las películas, pero esta vez le toco vivirlo en carne propia. No es que ellos fueran malas personas, solo conformistas.
Pero Adrián distaba de ser así.

Era un soñador, si, no lo negaba.

Pero ya no permitiría que ellos mermaran sus sueños y esperanzas. Ya mucho lograron con arrebatarle su sueño de ser un atleta.

No harían lo mismo con su vida.

Su plan tenía una brecha, una fisura qué no habían contemplado. Los Valencia le mostraron otra forma de vivir, y a diferencia del resto de su familia, él no se minimizaba cuando la brecha económica que separaba a ambas familias salía a la luz. A él le gustaba ese estilo de vida, le gustaban los lujos y las comidas costosas y añoraba aprender como hacer prosperar un negocio, casi podía asegurar que babeaba cuando notaba al señor Valencia hablar con total seguridad por teléfono, hablando de números y conceptos qué aún no conocía como quien habla sobre lo que durante el fin de semana.
Él quería...no...DESEABA...estar ahí.

-Decídete-de pronto, la voz de su madre lo saco de todas aquellas divagaciones, levanto la mirada para enfocarse en la de esa mujer.
No supo porque o como, pero ahora se encontraba sosteniendo la puerta de metal a medio pintar que era la entrada de su hogar. Y por alguna extraña razón, se sentía más valiente qué nunca-Tu familia...o tu vida-¿es enserio?, ¿lo estaba condicionando de tal forma?. Después de eso no necesitaba más pruebas, era obvio que para ella no era su hijo, solo él ser que la mantendría cuando fuera anciana y no pudiera trabajar.

Casi por instinto busco en el bolsillo de su pantalón y encontró las llaves de la motocicleta que él mismo se había comprado, se sintió seguro y en un arrebato de valentía, por primera vez en su vida, tomo una desición sin tener a su madre susurrandole al oído lo mala qué era la gente con dinero, qué lo harían sentir menos por su origen, por su color de piel, por su aspecto.

-Me voy mamá, ya no seré una carga-jaló la puerta y salió a la calle sin preocuparse por cerrarla, aunque debió haberlo hecho, pues apenas logró llegar a tocar el frío metal de la motocicleta cuando sintió que algún objeto rozó la coronilla de su cabeza, después, el sonido característico del vidrio rompiéndose le hizo entender todo, le había arrojado un vaso-¡No mereces ser mi hijo!-el grito sonó casi gutural para una mujer, pero histérico y cargado de rabia. Así que se apresuró a subirse a la motocicleta, pero un nuevo objeto se estrelló esta vez contra su brazo derecho, pero no se rompió. Metió las llaves y el motor encendió. Su madre salió corriendo sin dejar de arrojarle lo que era quizás toda la vajilla qué se encontraba en la mesa, junto con la comida en el interior de los platos. La escuchaba gritar, pero ya no lo que le decía, era como si su cabeza hubiera decidió bloquear las palabras que pudieran salir de la boca de su madre tras aquel último comentario tan doloroso.

Avanzó un par de calles y ya no escucho más ruido, supuso que no habría marcha atrás.
Había tomado su desición y aunque esperaba detenerse a llorar en algún punto de su travesía, sorprendentemente no lo hizo, en su lugar, sentía como si se hubiera despojado de una pesada armadura de hierro qué le recubria el cuerpo. Se sentía extrañamente liviano. No sabía si era bueno o malo. Pero no paro de conducir.

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