Una cita tranquila.

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-Estaba empezando a preocuparme-dijo el hombre sentado frente a ellos, con una copa de vino a un lado, sobre el mantel blanco de la mesa.
-¿Por qué habría de preocuparse?-respondió la chica mientras se acomodaba el cabello negro con vanidad.
-Estaba empezando a pensar que mi hijo era gay-Gabriel casi escupe la piña colada que estaba bebiendo, Helena pareció reír ante tal afirmación, pero él no podía estar más ofendido.
-Pues ya viste que no lo soy-dijo, cuando pudo pasarse el trago con éxito.

Aunque era el único que no se estaba riendo en la mesa.

Ese día era la boda de su padre, al final de todo terminó asistiendo, pero la compañía de su novia, aligeraba bastante la carga de tener que soportar aquel jolgorio el solo. Junto con los comentarios pasivo agresivos de su padre, quien siempre le recalcaba sus sospechas acerca de su sexualidad por no haberle presentado ninguna conquista todavía.
Había salido con chicas antes, pero nada oficial, se trataban de novias que duraban un par de meses y ya, eso era todo.
A diferencia de Helena, quien no había tenido ningún novio hasta el momento, ¿la razón?, su compañera insistía en guardarse para aquel ser que de verdad supiera apreciarla y amarla como estaba acostumbrada desde que era solo una niña. Si se le permitía ser sincero, para él, ese tipo de pensamiento era algo tonto, iluso e inmaduro.

Pero viendo que por fin estaba con él, estaban juntos, algo en su pecho le decía que probablemente ella creía que de verdad él era el indicado y...lo llenaba de felicidad, porque todos a su alrededor lo pensaban de igual forma, él era perfecto para Helena, la conocía mejor que cualquier otro chico y los adultos a su alrededor parecían estar de acuerdo. Así que...si, él era el hombre correcto para ella.

La amaba, le gustaba mucho y de verdad se había convertido en una luz al final del túnel; cuando estaba triste, o desesperado era ella quien corría a salvarlo, se sentía seguro a su lado, era su salvavidas y no la dejaría irse jamás.

-¿Y ya ha pasado algo?-preguntó su padre, mientras ambos caminaban de regreso a la mesa después de haber ido a la barra de bebidas por más piñas coladas.
-No papá, apenas llevamos unos meses juntos-como hombre, sabía bien a que se refería y aunque así hubiera pasado, no era algo que se sintiera cómodo de compartir con su padre.

El resto de la tarde la pasaron sentados, mirando la fiesta a su alrededor, realmente aburridos por cierto. Así que no tuvieron más remedio que irse tan pronto como Gabriel pudo llamar a su madre.

Cuando entraron al auto, ambos notaron los ojos enrojecidos de la madre de Gabriel, y las lágrimas a punto de rodar lentamente por su rostro, sin embargo, nadie dijo nada, el trayecto fue tranquilo, sumido en un silencio imposible de romper, al menos hasta que llegaron a casa e ingresaron en ella.
La mujer fue directo al refrigerador, y se dedico a buscar algo para comer, no vieron con exactitud que llevaba entre las manos. Estaban demasiado ocupados poniéndose cómodos en el sillón de la sala.

-Voy a estar arriba, niños, Helena te quedas en tu casa-sonaba cansada, así que simplemente la dejaron ir.
-Muchas gracias-alcanzó a decir Helena, antes de escuchar como una puerta era azotada con fuerza.

Se miraron un par de segundos antes de reclinarse sobre el respaldo del sillón, al mismo tiempo.

-Bueno...creo que no fue tan malo-ella trataba de aligerar un poco el ambiente tenso, Gabriel agradecía completamente eso.
-Mmm, solo me hizo reflexionar sobre el tipo de hombre que jamás quiero ser-Helena sonrió y su novio se puso de pie, para estirar los brazos y las piernas, se sentía incómodo en esa ropa formal.
-¿Por qué lo dices?-creía que la respuesta era obvia, pero en todos esos años que llevaba conociendola, bien sabía que a veces solo preguntaba las cosas para confirmar algo, porque le gustaba escuchar aquellas afirmaciones.
-Porque mi papá es un hombre infiel que hace llorar a todas las mujeres con las que se involucra-se quitó el saco del traje y después llevó sus manos a la corbata, para tratar de deshacer el nudo, sin mucho éxito por cierto.
-Esos son los peores-Helena se puso de pie y se acercó a él, pensó que iba a ayudarlo, pero en cambio, le sostuvo las manos, como si estuviera pidiéndole que no se quitara la corbata-Perdón...-bajo la mirada por un momento, pues, así fuera el peor hombre del mundo, continuaba siendo su suegro por el momento y el padre de su novio.
-No te disculpes-alegó él, pues no es que estuviera ofendido como hace un momento cuando le señalaron el hecho de que sospechaban que era gay-Tienes razón, ese tipo de hombres son los peores, nunca seré como él-Helena le sonrió con coquetería y después le puso ambos brazos sobre los hombros y acarició el cabello detrás de su cabeza. Prácticamente se colgó de él, pegando su cuerpo, Gabriel inmediatamente colocó ambas manos en la cintura de la chica, apretandola en el proceso-¿Qué pasa?-dijo en voz baja, pegando su frente con la de ella, sin dejar de mirarla a los ojos.
-Esperaba que me dijeras algo sobre mi vestido...-se aferró más a él, en una señal, tal vez, de demandar un poco de atención.
-Es el vestido rojo, ya sabes que te vez bonita con el-Helena arrugó la nariz con molestia e intento alejarse de él, pero logro retenerla. No es que no le agradara como se veía con aquella vestimenta, era largo, de tirantes, ajustado al tronco y suelto en la parte de la falda, con una abertura en la pierna derecha. Se veía muy muy bien, pero suponía que eso, ella ya lo sabía, repetirselo podría llegar a ser algo molesto.
-Mmm-gruñó por lo bajo, desviando la mirada al tiempo que despegaba sus frentes-Bueno.
-¿Qué?-preguntó juguetón no pudo reprimir una sonrisilla traviesa.
-Esperaba algún cumplido-Gabriel le dio un pequeño beso en los labios antes de hablar.
-Te ves muy bonita, como una princesa-Helena pareció tensarse ante la última frase, quizás no había sido correcto, pero lo dejo pasar para agregar algo más atrevido-Y muy sexy también-atrapó el rostro de su novia con ayuda de su mano y la beso con fuerza, ella no lo rechazó, lo abrazo y acarició su cabello.

Terminaron en el sillón, sentados uno al lado del otro mientras se dejaban envolver por la satisfacción qué representaba besarse, porque ambos lo habían estado pensando por mucho tiempo como para privarse de hacerlo ahora que podían. Gabriel comenzó a inclinarse más hacia su novia, intentaba qué se acostara sobre el sofá.
Sin embargo, un ruido extraño los detuvo en seco a ambos.

Sus estómagos rugiendo de hambre, interrumpieron aquel momento pasional.

Helena comenzó a reír y se incorporo, mientras se acomodaba el vestido.

-Tengo antojo de una sopa instantánea, ¿Tú no?-él asintió y tras discutir si un poco sobre si sería buen idea salir a la calle sin pedir permiso a la dueña de la casa, llegaron a la conclusión que lo mejor sería no molestarla por ahora, pues debía estar demasiado deprimida como para querer recibir visitas en su dormitorio. Así que salieron juntos a la calle, tomados de la mano, importandoles poco las miradas juzgonas de los vecinos, pues aún iban vestidos como se fueron a la boda, demasiado elegantes para caminar por la calle en un fin de semana normal. Llegaron hasta la tienda un compraron dos sopas, una sabor queso y otra de camarón con limón, siempre, siempre habían comido esos mismos sabores, desde que eran solo dos chiquilllos.

Regresaron a la casa y las prepararon como en años pasados, el procedimiento fue tan metódico que para cuando se dieron cuenta, ya las estaban degustando, mientras miraban una película en la televisión.

-Esto me trae recuerdos-comentó Helena, mientras miraba lo que sucedía en la película, pues esta también se trataba de algo que solían ver cuando eran niños; "Meteoro", era la película favorita de Gabriel y estaba segura de que lo sería toda la vida-Creo que seguimos siendo niños a final de todo.
-Con la diferencia de que ahora nos besámos-ambos rieron y la chica se recargo en el pecho del chico, buscando algo de cariño físico.
-Me gustas mucho-aquella declaración lo hizo tambalear por completo.

En novios desde hace unos meses, se besaban, salían a citas juntos, podían quedarse días enteros acompañandose sin aburrirse, siempre reían o encontraban alguien sobre quien burlarse, pues aquello era una actividad que disfrutaban mucho. Pero ella jamás le había dicho palabras tan acertadas, aunque prácticamente se declararon esa noche, cuando él trepo hasta llegar a su balcón, pero Helena jamás le había dicho abiertamente que le gustaba, él lo sabía o al menos lo daba por hecho, si no, ¿Por qué razón se dejaría abrazar o besar?, si no se sintiera atraída, no lo tomaría de la mano en la escuela, no correría a sus brazos cada vez que se veían, sin embargo, escucharla decirlo abiertamente, era distinto. El corazón comenzaba a palpitar dentro de él a gran velocidad, se sentía feliz, emocionado, eufórico, todo eso junto.

Pensó que en ese momento no existía adolescente más contento que él.

-Tú también me gustas mucho- declaró acariciandole el sedoso cabello-Quiero tener una familia contigo, quiero una niña, que se parezca a ti-Helena lo miró como quien mira a un loco, con algo de miedo.
-E-es muy pronto para pensar en matrimonio, ¿o no?-la sonrisa en su rostro decayó-O en hijos.
-Dijiste que querías casarte conmigo-señaló con evidente molestia, Helena se alejo de él, para mirarlo directamente, con una expresión seria.
-Si lo dije, y no es mentira, pero creo que te estas precipitando un poco...no quiero pelear por esto Gabriel-el chico gruñó y se puso de pie, para dejar su sopa instantánea sobre la mesita de centro.
-Creo que solo le tienes miedo al compromiso...conmigo, porque si fuera Adrián...-realmente ese chico no había sido mencionado en todos esos meses de relación, incluso Helena procuró mantenerse alejada de él. Al parecer su amor platónico por él desapareció en el momento en el que Gabriel la beso, pero por alguna razón no podía parar de pensar en ello, en todas esas veces en las que a su novia se le iluminaban los ojos por ese muchacho, en años anteriores.
-¿Qué tiene que ver Adrián aquí?-ella le miró, arisca ante el nombramiento de aquel individuo.
-Todavía te gusta.
-¡Claro que no!-sabía que estaba mintiendo, nadie podía desenamorarse tan rápido, no era posible simplemente-Si fuera él, quien te hablara de casarse e hijos seguramente habrías dicho que si, sin dudarlo. Lo que no quieres es comprometerte conmigo, porque no soy él.
-Te estas haciendo fantasmas tú sólito-respondió, aún sentada en el sofá de la sala-¿Quién crees que soy?, y no entiendo porque le tienes tanta tirria, él ni siquiera te ha hecho nada.
-¿Lo ves?, siempre lo estás defendiendo-expresó ya bastante molesto, puesto que pensó que al ser pareja finalmente podrían dejar ese tema atrás, también sabía que ella no tenía la culpa, pero no podía parar de pensar que sus ojos, su corazón no le pertenecían por completo.
-Tú fuiste quien lo trajo a la conversación-señaló, restándole importancia a todo el asunto.
-Es que tengo miedo-admitió, dándole la espalda a su novia antes de caminar hasta la mesa del comedor y recargarse en ella-Estuviste enamorada muchos años, ¿qué viste en él, qué yo no tuviera?-Gabriel miró a su acompañante por encima del hombro, esperado una respuesta, en sus pupilas podía leerse que estaba más que desesperado por saber la respuesta, pero Helena no dijo nada, se quedó callada, sostieniendole la mirada, inmóvil en el sofá, con las manos sobre su regazo, la espalda recta y los labios tensos.
Sabía bien que significaba eso...la conocía lo suficientemente bien como para saber que era de las pocas ocasiones en las que se quedó sin palabras y solo un par de personas podían lograr eso, los miembros de su familia y por supuesto, Adrián-¿Por qué él y yo no?, sé que te da miedo despertar a la mitad de la noche porque te cuesta volver a dormir, que tus frutas favoritas son las cerezas y que siempre has querido ser el primer violín de una gran orquesta. Podría seguir enumerando un montón de cosas más Helena, pero quiero saber tu respuesta, ¿qué tiene él...que YO no pueda obtener?-ni si quiera sabía porque estaban peleando ahora, si hasta hace unos momentos podía jurar que se sentía demasiado feliz.

Odiaba esa parte de él.
La que lo hacía sentirse inseguro todo el tiempo.
Una parte de su cerebro insistía en compararse continuamente, no solo con Adrián, si no con varios chicos.
Puesto que...ni siquiera sus padres lo percibían como alguien suficiente...al menos no, como para permanecer a su lado, cuidar de él, siguiendo los pasos que cualquier padre haría. Sin embargo, la pardcer lo detestaban lo suficiente, para no querer verlo, aparentemente vivía con su madre, pero tenían vidas separadas, eran escasos los momentos compartidos y hasta eso, no podría decir que eran del todo disfrutables, y cuando llegaban a suceder, terminaban demasiado rápido.

Al final de todo fue Helena la que siempre estuvo ahí para él, pero tenía ser desagradable para su ahora novia, incluso su familia, su madre, quiso deshacerse de él en algún momento.

A veces le gustaba imaginarse un mundo dónde él no existiera, un mundo dónde todo parecía brillar un poco más y la vida podía ser menos difícil para todos aquellos que lo rodeaban.
Un mundo en el cual sus padres estaban casados, y tenían una hija, (su mamá siempre quiso una niña) y tal vez esa fuera la razón por la que consentía a cada chica que se le acercaba aunque sea solo un poco, claro que esa hija suya era muy bonita, delgada, con cara de muñeca y sin lunares en el rostro como los tenía él.
Lista y apasionada por esos temas románticos que a Helena tanto le gustaban, podía verlas a través de sus sueños; siempre que volvía a casa tenía sopa humeante en su plato y no el eco de una casa solitaria. Luego veía a su padre con un vaso de limonada en su mano mientras miraba la televisión, más bien las noticias y a su madre al lado.

Aunque a veces también veía a un niño, uno mucho más guapo que él claro, con el cabello castaño claro y el abdomen marcado, el cual abrazaba a Helena por detrás y a ella no parecía molestarle en lo absoluto. Se preguntaba muchas veces como sería la vida sin su existencia, su padre quizás no se habría ido para casarse con...¿cuál era su nombre?.
Tal vez si él fuera más talentoso...como aquel hijo suyo de otra realidad.

Porque ese hijo que no era él era atractivo, sumamente atractivo, dibujaba y cantaba como si fuera algo natural tener tanto talento, incluso en taekwondo, que él mismo se consideraba demasiado bueno, ese hijo ya habría vencido a Adrián y a todos los demás chicos mayores del gimnasio importando poco que tuviera apenas 15 y ellos 20.
Porque era carismático, un genio para las matemáticas que tenía más de cien amigos por cada reunión a la que lo invitaban.

No como él, el hijo de verdad.

Que era de todo menos atractivo, menos talentoso y a pesar de que últimamente se había vuelto loco haciendo ejercicio, entrenando, cómo normalmente lo hacía en el gimnasio para después regresar a casa y hacer variadas series de abdominales, para aplanar su abdomen, lajartijas que le servirían para crecer los músculos de los brazos y ensanchar aún más su espalda... sentía que de nada servía.

Aún se miraba al espejo y no veía nada que le agradará a excepción de sus piernas, lo único que se mantenía intacto después de tantos años de entrenamiento.

Eso lo deprimía terriblemente.

Lamentablemente para él, vivía en un mundo dónde todo se le facilitaba a aquellos hombres que eran sumamente atractivos, esos con cuerpos en forma de triángulos invertidos, sin estómagos sobresalientes. Eran el tipo de hombres que a las chicas de su escuela les gustaban, eran el tipo de hombres con los que Helena fantaseaba todos los días, lo sabía porque dos que tres veces pudo notar de reojo como Irene le mostraba chicos de ese tipo a través de la pantalla y por supuesto su amiga no tardaba en soltar comentarios que lo hacían dudar más de su apariencia física.

Aunque eso hubiera sido antes de comenzar a slaie como pareja.
Era estúpido.

Cuando era niño creyó que aquello que le estaba pasando solo se limitaba a las chicas, había visto infinidad de memes incluso sobre dicho asunto.
Pero como todo, al parecer tanto internet como la sociedad se equivocaban terriblemente en muchas cosas.

Miraba a sus compañeros de vez en cuando, para ser más específicos en la clase de educación física, cuando se alzaba la playera del uniforme para dejar a la vista sus trabajados cuadros.
Sabía bien que lo hacía a propósito para volver locas a las chicas del salón, porque le encantaba la atención que recibía cuando ellas se daban cuenta.

Y que quede claro que no lo miraba porque le gustará o algo así, podía ser de todo menos gay, eso estaba técnicamente prohibido en la sociedad estudiantil del instituto Wilde y Gabriel podía decir tranquilamente que lo que más bien sentía hacía esos chicos era envidia pura.

Igual que con Adrián.

Él no tenía el cuerpo marcado, de hecho era bastante flacucho y simplón, pero a su novia le había gustado él, se había enamorado de él, desde mucho antes.
Y eso era algo que no podía superar, támpoco estaba seguro de lograrlo en algún punto.

-Pero ahora estoy contigo-dijo ella, abrazándolo por la espalda, poniéndose de puntitas, para plantarle un beso en la nuca, algo que le erizo la piel al instante-Si, quizás me gustaba él antes...pero me gustas tú y al que quiero, es a ti-se dió la media vuelta y la envolvió en sus brazos, quería seguir escuchándola, era como si...sus palabras, pudieran curarlo, cauterizando todas sus heridas-Adrián solo era un amor platónico y creo que solo me gustaba porque es más grande que yo-comenzó explicando, sin dejar de abrazarlo-Pero esto es real, tú me gustas mucho.
-¿Aunque este un poco gordito? -Helena sonrió y pegó su nariz con la de él, antes de moverla de un lado al otro.
-No estás gordito y además amo todo de ti, Gabriel-le plantó un beso en la mejilla, después, procedió a tocar gentilmente la espalda femenina de arriba abajo-Tu espalda ancha, tus hombros, tu pecho cálido, los lunares en tu rostro, para mi, eres muy guapo, el chico más apuesto que conozco-podía ver el brillo en sus ojos, la forma en la que lo miraba, bien sabía que ella no era buena mintiendo, nunca lo fue, al menos no cuando estaba con él, mucho menos al estar enamorada.
-Yo, adoro cada parte de ti-declaró él, llevando sus manos al cuerpo de su novia, explorandolo, permitiéndose, apretando los muslos femeninos, subiendo un poco la tela del vestido para abrirse paso lentamente. Helena se dejó llevar y lo lleno de besos mientras disfrutaba de aquel acercamiento. Un pequeño suspiro salió de sus labios y Gabriel gruñó, lleno de satisfacción-¿Te gusta que te toque?
-Si, p-pero no creo que sea correcto, hacerlo ahora-se separó por un momento de él, sin embargo volvió a atraparla entre sus brazos fuertes-Gabriel...
-Lo hicimos en tu casa, la primera vez, ¿por qué ahora no podemos?-Helena negó con la cabeza y trato de resistirse a los besos que su novio estaba repartiendo en su cuello.
-No, espera-tomó al chico del rostro, realmente no quería hacer nada ese día-Escúchame, ¿podríamos solo abrazarnos y terminar de ver la película?.
-Mmm, si eso es lo que quieres-después de eso procedieron a sentarse nuevamente en el sillón para continuar con lo que estaban haciendo antes.

Solo mirar la película, la cuál tuvieron que reiniciar, pues, realmente no estuvieron mirándola durante un buen rato.

____________________________


El amor era algo curioso.

Y raro de encontrar por supuesto.
O al menos eso decían todos.

Para Helena, el amor era un sentimiento común, fácil de encontrar y de apreciar.
Ya qué, podía ver una parte de ello todos los días, en su hogar.

Cada mañana si padre se levantaba temprano para preparar el café de su madre, así como esta última, sin falta compraba muffins de chocolate y los enviaba a la oficina de su esposo cada vez que el estrés lo sobrepasaba o se encontraba en una posición difícil debido a su trabajo. Ambos se amaban sin lugar a dudas, salían juntos los fines de semana, bailaban en el salón sin pena alguna, aún se sonreían con ilusión, bromeaban, se molestaban, jugueteaban.
Helena tenía muy en claro, lo que quería en su futuro, después de consolidarse como concertista, de alcanzar el éxito profesional, quería un matrimonio como el que presenció toda su vida, quería una conexión así y debía admitir que se sentía afortunada de haber encontrado al compañero perfecto.

De haberse enamorado de Gabriel.

Aunque también sabía que amor era el que le enseñaban sus hermanos todos los días, cuando aún estaban los tres juntos. Al ser la más pequeña, de alguna forma, eran sus hermanos los que tomaban un papel de "guardianes" cuando sus padres no estaban, siendo Samuel el más celoso de ambos gemelos, de más pequeños, este último sostenía que él se casaría con su hermana para que ningún hombre pudiera dañarla, era algo bizarro si lo pensabas a profundidad, sin embargo, desde la perspectiva de un niño de diez años, se trataba meramente de una estrategia para proteger a su hermana menor, no algo bochornoso como lo veían la mayoría de los adultos.
Con el pasar del tiempo, se entendió que eso no era posible y ni siquiera legal, así que Samuel optó por tipo de tácticas, las cuales incluían asustar a todos los pretendientes posibles.

Los gemelos ya eran muchachos altos incluso apenas entrados en la adolescencia, así que para los dieciséis se habrían encargado de tener bien checadito a Gabriel, Helena sostenía qué era un poco ridículo pues en ese entonces ella solo tenia doce y su amigo once, aunque al final...sus sospechas terminaron por cumplirse.

Extrañaba a su hermano, todos los días, pensaba en él por lo menos antes de dormir y se preguntaba si estaría bien, el ejército no era un lugar para débiles y aunque bien sabía que Samuel se convirtió en un jóven atlético, si temía por su seguridad, ya que las novatas estaban a la orden del día y él creció con una familia amorosa, era un niño rico al final de todo y quizás eso terminaría por despertar la envidia de sus compañeros. Lo peor de todo es que no habló con él en estos dos últimos años, tenía catorce cuando su hermano se fue y ahora, con sus dieciséis ya cumplidos, esperaba que al menos fuera capaz de enviarle un mensaje que respondiera todas sus preguntas, un: "Hola cara de garbanzo, sigo vivo y los extraño mucho" sería más que suficiente para cesar sus pensamientos negativos.

Aunque si se le hizo un poco extraño y al mismo tiempo emocionante, cuando por el rabillo del ojo, notó que su hermano había recibido un mensaje de texto de Samuel. Pero lo que más extraño se le hizo, fue que inmediatamente después de recibir el mensaje, Lalo fuera corriendo para mostrárselo a sus padres.

Esa tarde pintaba para ser tranquila, un fin de semana en familia, solo disfrutando de la tranquilidad del jardín, mientras se reían de él hurón Daemon, quien excarvaba en el pasto tranquilamente.

Su madre, con la llegada de aquel mensaje, todo se volvió un poco tenso.

. . .

Lalo y Elaine entraron a la casa y después se encerraron en la salita de visitas privada.

-Llevas hablando con él mucho tiempo-le cuestionó su madre, tras haber leído algo en su propio teléfono celular; Lalo despegó su vista del suelo, miró un momento a la mujer frente a él, un poco confundido.
-Mmm, no-dijo, aún mirando a los ojos a su madre, quien aparentaba cierta tranquilidad, aunque en el fondo, probablemente estaba un poco caótica-Me acaba de avisar que viene a casa, pronto-ellos no habían hablado en un buen tiempo, quería decir, él y su hermano...no desde la última vez que pelearon por teléfono.

Claro que su Samuel y su madre támpoco tenían mucho contacto.

La señora Valencia se levantó del sillón blanco donde estuvo sentada desde que llegaron a la habitación, observó las fotos familiares colgadas en la pared contigua, antes de volver a dirigirse a su hijo, haciéndole una pregunta más, la cuál, le dió la impresión de que estaba temerosa.

-La última vez que hablaste con él, pelearon, ¿o no?-el chico volvió a asentir con la cabeza.
-¿Crees que sea buen idea, recibirlo de vuelta?-la mujer suspiró y se llevó las manos a la cadera, tratando de ordenar sus ideas y prioridades-Creo que ya cumplió su castigo, mamá.
-Pienso que jamás terminará de cumplirlo. Tu papá y yo tenemos que hablarlo-dicho esto la mujer salió de la habitación, dejándolo solo.

Observó por última vez el mensaje de su gemelo antes de guardar el teléfono, lo siguiente qué hizo fue quizás por mero impulso, pero necesitaba alguien con quien charlar, a lo mejor para desahogarse solamente, no esperaba ningún tipo de solución por parte de esa persona, pues en si, la situación no tenía mucho para intentar arreglar.
Manejó hasta la casa de Adrián, se llevó la camioneta roja de sus padres y en cuanto arribo a la puerta de su amigo, notó que quizás, la madre del chico no estaba muy contenta de verlo ahí y aunque intentó retener a Adrián, la verdad es que no tuvo mucho éxito.

-Tienes solo una hora, Adrián, ¿¡escuchaste!?-le recordó a su hijo, mientras este se subía al asiento del copiloto.
-Si mamá-murmuró entre dientes antes de cerrar la puerta.
-Tienes cosas que hacer aquí, ¡te necesito para...!,¡Adrián!-encendió el motor y emprendieron camino, sin importarles mucho los gritos histéricos de la mujer que no tardaron en dejar atrás.
-¿Qué le pasa a tu mamá?, ¿esta todo...bien?
-Mmmm, desde la fiesta ha estado así, sigue pensando que solo nos invitaron para, "humillarnos"-señaló haciendo comillas con sus dedos en esta última palabra, luego, soltó un suspiro cansado y se dejó caer de golpe en el respaldo del asiento-Estoy comenzando a odiar esa forma de pensar...¿de verdad era necesario ese cuarteto?-le preguntó, refiriéndose a grupo que estuvo animando la celebración.
-¿No te gustó?-comenzó a reír, antes de darle la vuelta al volante para salir de la colonia de Adrián.
-No es eso, me gustó mucho, pero mi mamá dice que eso solo es para gente refinada, cosa que nosotros, claramente no somos.
-Y ese pensamiento de inferioridad no va a llevarlos a nada nunca-Adrián lo miró, como si acabara de maldecirlo, literalmente, pues bien sabía que aunque doliera, aquello era verdad, quizás por ello se sintió ofendido-Amigo no te enojes, pero sabes que tengo razón. Mira mi familia no siempre fue así, ¿te acuerdas de ese trabajo final que tuve que hacer en secundaria?
-¿El del árbol genealógico?, creí que no lo habías terminado.
-Lo hice y descubrí un par de cosas interesantes.

Por aquellas épocas Lalo no era muy aficionado a la investigación, prefería resolver ecuaciones matemáticas y raíces cuadradas antes que sentarse a leer por horas y horas enormes libros con información que no le serviría mucho para la carrera que ya había decidido estudiar. Sin embargo un trabajo final lo llevó a tener que investigar si o si, pues no es que pudiera copiarle a algún compañero, también pensó en inventarse algunas cosas, pero en cuanto le comentó a su madre, ella emocionada, lo llevó con su familia al pueblo natal de los Valencia. Solo investigó los orígenes de su familia materna por una razón y es que la parentela de su padre decidió muy pronto no conocer a los descendientes de su hijo más jóven, así que no mantenía ningún tipo de contacto con sus abuelos paternos y en ese momento lo agradeció, pues representaba menos tarea y esfuerzo.

Hablando con sus bisabuelos, tíos y tatarabuelos descubrió un sin fin de cosas interesantes, como la razón por la cuál él y sus hermanos tenían los ojos ligeramente rasgados y es que, al parecer eran herencia de una de sus antepasadas, un mujer coreana que termino en México tras huir de la guerra, se caso con uno de los integrantes de la familia.
Aunque había cosas más interesantes.

Los Valencia fueron una familia adinerada durante la época del Porfiriato, hacendados con una buena posición económica que llegaron a México para hacerse ricos, sin embargo, durante la revolución, todo se fue cuesta abajo, dejándolos prácticamente en la ruina, sin un céntimo y sin alguna casa para sufrir en silencio, pasaron de estar en la posición más alta a caer en la pobreza, como la mayoría de la población en ese entonces. Pasaron algunas generaciones antes de que su tatarabuelo lograra hacerse de algunos terrenos donde comenzó a trabajar como campesino, vivió humildemente, luchando siempre por brindarle educación a sus hijos, hasta que uno de ellos, para ser más exactos, el bisabuelo Santiago decidió dar un gran paso para la familia en esos momentos, se aventuró solo en la gran ciudad para estudiar en la universidad, algo que su padre jamás pudo hacer, no podían costear sus estudios, así que el mismo se encargo de trabajar y aún así levantarse temprano para llegar a clases. Lalo seguía preguntándose como lo hizo, pues él no tenía ni tiempo de terminar todas sus tareas en un solo día.

Después de la graduación el bisabuelo trabajó varios años para una compañía de electricidad, sin embargo decidió fundar la suya, con mucho miedo y sin inversionistas para solventar el proyecto, cabe destacar que en el proceso, tuvo a sus hijos y ya estaba casado para ese entonces. Pasaron muchos años antes de que pudiera darle una vida cómoda a su familia, para ser más exactos, casi doce años, pero por fin lo consiguió, tenía una empresa propia, rentable y que estaba haciendose conocida en el medio.
La abuela se casó con un hombre igual de ambicioso a su padre, tenían negocios distintos, pero al final también logró colocarse como un empresario éxitoso, un hombre de negocios que le enseñó todo lo que sabía a su hija más grande; Elaine, la mujer que era su madre.
Con la inversión de la compañía de su abuelo y la de su padre, no hubo quien la parara, sería más fácil escalar a partir de ahí.

Y así fue como terminaron así.
Pero, ¿cuántas generaciones tuvieron que pasar desde pérdida de su fortuna para recuperar un poquito de ese dinero?, bien sabía que al menos en su país, el famoso "echarle ganas" no era suficiente y creía fervientemente que su familia era prueba de ello.

Adrián no dijo nada por un rato, esperaba que no se hubiera molestado aún más por relatarle su historia familiar.

-Es que ahí esta la diferencia-finalmente habló, con un extraño entusiasmo impregnado en la voz-Yo soy el primero que va a la universidad...y de alguna forma esperan que gracias a eso salgamos de la situación en la que estamos-Lalo suspiró, sin dejar de mirar al frente, estaban próximos a llegar al restaurante de siempre.
-¿Salgamos?-repitió, un poco extrañado.
-Mis papás, mis tíos, todos esperan de mi muchas cosas y no sé si podré cumplirlas...o si quiero hacerlo de verdad.
-Quieren que los mantengas-detuvo la camioneta y ambos bajaron de ella, entraron al local, mientras continuaban hablando.

No era tanto así para él. Para Adrián.

Deseaban que tomará el lugar de su madre como cabeza de la familia, eso incluía cuidar de todos, pero ahora, después de lo sucedido durante la fiesta, no estaba del todo seguro si...de verdad quería eso para él.
Puesto que le habían negado una oportunidad de trabajo, una en un millón, solo porque no querían sentirse "humillados" al saber que su hijo trabajaría en una compañía que era propiedad de los Valencia. Casi como si se tratase de un premio de consolación, al otro día su madre apareció en su habitación, mientras él aún estaba medio dormido, le dijo que se pusiera de pie, se alistara porque había hablado con su jefe y le darían una vacante que se quedo vacía hace poco tiempo.
Nunca le molesto trabajar de lo que fuera, ni se sentía menos que los demás por ello, pero...de pasar de ser prácticamente la mano derecha del dueño de la empresa, donde aprendería cosas y podría convivir con personas importantes para hacer algunos contactos, su madre se sentía orgullosa de conseguirle un empleo en la intendencia de su trabajo. Estaba molesto, puesto que lo obligaron a declinar la oferta de los padres de Lalo para aceptar..."eso".

-Pues ni modos, así empezamos todos-le dijo su mamá cuando Adrián le agradeció por tratar de conseguirle algo bueno, pero no iba a aceptar, estaba demasiado molesto como para pensar con claridad-Eres un mal agradecido Adrián, ya no tienes humildad, la has perdido por completo, si supieras...
-Ma, literalmente me estaban ofreciendo algo mucho mejor, ¿y ahora quieres que me conforme con...
-Las cosas se ganan, niño y lo que te estaban ofreciendo no te lo ganaste, no vas a ser su caridad, además, entre tanta gente estudiada solo iban a hacerte el feo-Adrián bufo y se encerró el resto de la tarde en su habitación, aunque aún debía resolver el problema de la motocicleta, tenía que resolverlo de alguna forma, pues sus padres le quitaron todo tipo de apoyo ya que en un inicio les pidió prestado para pagar algunas piezas que necesitaban ser reparas y no había día ni hora en la que su madre no le recordara de alguna forma que debía regresarle ese dinero-¿Ay ya te vas a comprar eso?, pero si a mi me debes todavía como dos mil pesos, ¿cuándo me lo vas a regresar?-solía decirle en cada oportunidad que tenía.

Estaba comenzando a cansarlo y solo quería un momento de tranquilidad, por esa razón no le importó mucho cuando Lalo fue por él ese día.

-Mmm no tanto así.
-¡Claro que si!-ya habían hablado mucho de ese tema en los últimos días, Adrián a veces sentía que lo único que hacía era quejarse y quejarse de su familia con Lalo, temía que se cansara y terminara botándolo, pero hasta el momento procuró no hacerlo, al parecer, Lalo disfrutaba demasiado escucharlo...o criticarlo cualquiera de las dos, pero mientras lo escuchara, no importaba mucho.
-Es que yo no quiero esa vida, yo quiero vivir solo, quiero poder gastar mi dinero como se me plazca una vez salga de la carrera, quiero...hacer mis cosas muy aparte de sus ideas. Últimamente se me hacen tan estúpidas-le dió un último sorbo a su, ¿séptimo? vaso de cerveza, no estaba seguro si era por el grado de alcohol en su cuerpo (que ya era algo elevado), pero por alguna razón se sentía más libre para expresarse, Lalo no lo juzgaría, nunca lo hizo y no comenzaría a hacerlo ahora, eso le gustaba pensar.

El hombre no dijo nada al respecto y fue en ese momento en el que supo que algo no andaba bien dentro de aquella cabecita.

-¿Pasó algo?-quiso saber, antes de pedirle al mesero otra cerveza-Vas por mi y me traes a comer, esto es una cita o quieres contarme algo-Lalo arrugó el entrecejo ante la primera suposición y una mueca de asco apareció en su rostro, Adrián se carcajeo ante dicha reacción.
-Aún si fuera gay no eres el tipo de hombre con el que quisiera tener algo.
-Pero tu hermana si...-en realidad había pensado en voz alta, y casi escupe el trago al notar lo que había dicho.
-Ella de por si tiene gustos nefastos, si no mira a su novio-alegó, mientras se reía-Aún no entiendo como es que le gustas...eres...peculiar-No se sentía ofendido, después de todo, había aceptado hace mucho tiempo que no era guapo, ni atractivo, ya no le dolía saberlo, simplemente lo toleraba-Pero la verdad es que si quería contarte algo. Samuel va a venir de visita-de pronto el ambiente se torno algo pesado y Adrián sabía perfectamente porque-¿Has visto a Erika últimamente?-Adrián negó con la cabeza, no se mencionaba mucho a esa chica en sus pláticas.

De ambos gemelos, Samuel cumplía quizás con el estereotipo de fuckboy, un término que se inventaron los adolescentes de su generación para referirse a un hombre que solía jugar con las chicas, las enamoraba y luego las desechaba sin sentirse culpable.
Tenían quizás unos quince años cuando Samuel descubrió todo lo que podía lograr con su cara bonita y realmente no lo culpaba, quizás si estuviera en su lugar también habría hecho un montón de cosas al igual que su amigo.
Aunque eso si, Samuel era bastante inteligente para ocultar las cosas, no dejaba evidencia, al menos no frente a sus padres. Lalo por su parte era más reservado, aunque prácticamente eran iguales, él tenía otros intereses alejados de las mujeres. Y todo iba relativamente normal, no le avergonzaba decir que incluso aprendió muchas cosas de él, sin embargo...todo dejo de ser solo risas y diversión para ellos cuando apareció Erika.

En ese momento Adrián estaba demasiado destrozado por la reciente ruptura con Alexa, sus humillaciones y la forma en la que lo bajo del pedestal donde creía encontrarse hasta lo más profundo del abismo, demasiado triste y concentrado en si mismo, se cerró a no conocer a más mujeres o intentar experimentar algo con ellas. Pero Samuel seguía en el juego. Pronto les contó a ambos (a su hermano y a él), sobre una solicitud sospechosa en su instagram, la foto de perfil mostraba a una chica, aparentemente de su edad y fue grande su sorpresa al notar que el perfil se encontraba público.
La chica no era linda en definitiva, pero si despertaba algo muy primitivo en cualquier hombre que llegara a mirarla. Podía decirse que era voluptuosa, no precisamente delgada o estética, pero si lo suficientemente deseable como para que Samuel mirara sus fotos de vez en cuándo.
Adrián la reconoció casi de inmediato, se trataba de una niña que vivía por su colonia, se topó un par de veces con ella pero realmente nunca le habló, así que no podría darse una idea exacta de como era en realidad o cuantos años tenía, pero ahora se encontraba en terrenos de Samuel, eso quería decir que la historia de siempre, se repetiría y no había nada que pudiera hacer para detener eso.

Nunca la presentó como una novia oficial, jamás vió alguna de las camionetas que Samuel y Lalo solían manejar rondando por su colonia y támpoco supo que tuvieran algo oficial. Después de aquella solicitud, Samuel no volvió a tocar el tema, solo supo gracias a Lalo que "tenían algo", porque chateaban durante la madrugada y a veces el más grande de los gemelos pedía permiso a sus padres para salir con sus amigos de la escuela.

Hasta que simplemente un día, explotó la bomba.

Samuel se veía claramente preocupado en el entrenamiento, no se concentraba y el combate de ese día dejo mucho que desear.
Después de eso, cuando Adrián estaba saliendo de la ducha, su teléfono sonó, era su amigo.

-Dime que no has embarazado a nadie todavía-aquella pregunta era rara, porque Adrián nunca tuvo relaciones íntimas con alguna de sus parejas y eso que ya eran mayores de edad. Tras responder en voz alta que no, que no era tan idiota como para arriesgarse a ese tipo de cosas todavía, Samuel terminó por confesar todo-Erika esta embarazada-lo primero que pensó fue que creía a Samuel más inteligente y se sentía afortunado porque él podía estar tranquilo respecto a ese tema.
Lalo también estaba en la llamada, junto a su gemelo.
-¿Por qué estamos hablando de esto en llamada?, tienes que encontrar una solución.

No fue hasta el otro día, a primera hora de la mañana, dejando de lado algunas clases de la universidad cuando pudieron hablarlo, los tres, sentados dentro de un auto, en el estacionamiento de una plaza comercial.

-¿Cómo pudiste ser tan imbécil?-era Lalo el más preocupado de los tres, apretaba el volante con furia y miraba a su gemelo como si quisiera asesinarlo ahí mismo-Mis papás te van a matar, estas en tu primer año de carrera y...
-¡Ya lo sé!-gritó Samuel, lleno de cólera-Pero no estuviste ahí, no sabes como paso, le compré la pastilla pero no funcionó-Adrián observaba todo dese los asientos de atrás, realmente no sabía que decir o que hacer en ese tipo de casos.
-¿Y si es tuyo?-ambos hermanos lo miraron, Lalo con algo de recelo y Samuel con un brillo de esperanza en sus pupilas, era como si acabara de encontrar la solución al problema-O sea, no digo que no tengas que hacerte responsable, solo pregunto.
-Ella dice que si, aunque no sé si estuvo con otro wey-Samuel se dejó caer en el respaldo del asiento y se llevó ambas manos al cabello-Aunque lo dudo.
-Bueno, puede que si hubiera tenido sus cosas con otro, no es tu novia a final de cuentas y tu mismo dijiste que es de esas que les gusta andar de allá para acá con uno y con otro-intervino Adrián, esperanzado en que la teoría fuera verdad.
-Pues si, pero...hay algo que no les he dicho-agachó la cabeza y colocó ambos codos en sus rodillas, pocas eran las veces en las que lo habían visto de esa forma, tan asustado.

Para Adrián y Lalo, Samuel era un chico seguro de si mismo, con buenas notas, un futuro brillante dentro de su deporte, el líder de la clase, el que buscaba soluciones y brindaba apoyo a sus compañeros, era un hermano cariñoso y protector, quizás su más grande error era romper el corazón de sus novias, ¿habría algo peor que eso?

-¿Y eso es?-le cuestionó Adrián, apoyando ambas manos en los asientos de enfrente, e inclinando el cuerpo hacía sus amigos, para escuchar mejor.
-...tiene la misma edad que mi hermana...

Catorce.

Helena había cumplido catorce ese año.

Fue a la fiesta de cumpleaños y no podía evitar pensar, que eso era mentira, debía serlo, no era posible.
Porque miraba a Helena y en ella encontraba a una niña todavía, encerrada en sus problemas infantiles, las peleas con Gabriel, el hecho de que se preocupaba por obtener la nota más alta del salón en un exámen, o se alteraba porque no lograba dominar alguna canción en su violín.

Cuando miraba a Erika...encontraba todo lo contrario, ni si quiera se veía de su edad.
Claro que eso no era justificación para lo que sucedió, pero simplemente no lograba conectar como es que incluso después de saber eso, Samuel pudo continuar con esa especie de aventura, porque debió de averiguarlo desde mucho antes y aún así...

-Tienes que contarle a mis papás-susurró Lalo, a final de cuentas, lo que pudieran decir o hacer ya no ayudaría de nada a Samuel.

No si involucraba a una menor de edad.

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