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Los celos de Sergio habían alcanzado un nuevo nivel.

Si bien él era un ser seguro de sí mismo, lleno de confianza, en cuánto comenzó a salir con Gavi esta imagen simplemente se desmoronó.

Y es que al ser un Delta, Sergio simplemente no podía marcar de forma permanente a Pablo, y lo odiaba. Odiaba que tantos Alfas estuvieran detrás de él solo por ser un Omega sin marca.

—Espera... Serg ¡Ngh!

Pablo gimió cuando abrió sus piernas en un compás perfecto.

Sus manos fuertemente aferradas a los bordes de su escritorio. El movimiento de sus caderas arremetiendo contra ese estrecho agujero sin piedad, su vientre abultado por cada golpeteo de su polla.

Era una visual demasiado erótica por sí sola.

Porque Gavi era suyo, lo sabía.

Sabía que ese Omega era suyo en cuerpo y alma, pero quería más. Necesitaba más.

Así que inclinándose sobre él y sujetándolo por los cabellos por encima de su nuca con fuerza, tiro de su cabeza hacia atrás para dejar al descubierto su cuello y en un impulso lo mordió, volviendo fresca una vez más la marca de la que se aseguraba que no desapareciera de su lugar todos los días.

—¡Ngh!—Las manos de Gavi pasaron de aferrarse a los bordes de la mesa a los músculos de sus brazos.

De no haber tenido su ropa puesto, este lo hubiera arañado hasta hacerlo sangrar como cada vez que lo mordía.

No le importaba.

A él también le gustaba que Gavi marcara su cuerpo aún cuando no fuera con pertenencia.

—Eres tan malditamente mío.—Gruñó.

Solo en ese momento Sergio fue consciente que Pablo ya había alcanzado su orgasmo gracias a esa mordida.

Él no siguió buscando el suyo.

Seguir penetrándolo después de que ya vino podría provocarle dolor por el tamaño de su polla, así que saliendo de su interior, sujeto su pequeña mano entre las suya y cerrandola alrededor de su polla comenzó a masturbarse.

No demoró demasiado en llegar al clímax. El cuerpo de Gavi se manchó con su semen. Tan erótico.

Después de todo su cuerpo era una fibra sensible por si solo en cuanto Pablo lo tocaba. Lo volvía jodidamente loco. El Omega lo tenía completamente rendido a sus pies, y lo sabía.

Pues la sonrisa cargada de su esencia que le dedico en cuanto se vino, llevando su mano traviesa para lamer el semen impregnado en ella se lo dejo en claro.

—Es hora de ir a entrenar, Sergio.—Se limitó a decir.

Sergio supo lo que tenía que hacer.

Ayudándole a sentarse, fue al baño por un par de toallas y comenzó a limpiarlo para luego hacer lo mismo con su cuerpo.

Una vez limpios ambos se acomodaron los sus ropas y salieron de la oficina de Sergio. Las miradas se posaron sobre ellos, pues el aroma de Gavi era fuerte, mezclado con el de Sergio y a sexo se volvió aún más.

No tenían sentido del pudor.

Pero poco importaba pues Gavi también quería que todo el mundo supiera que aquel Delta gruñón e indomable le pertenecía.

Tal vez por eso, en un impulso, había recortado el cuello de su traje para que todos fueran capaces de ver esa mordida que si bien no era permanente, jamás desaparecería de su cuello.

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