Encanto

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Rosé comenzó besando lo poco del cuello que el collar de Lisa dejaba ver, a penas unos centímetros debajo de su mandíbula, hasta perder un poco su nerviosismo, comenzando a succionar y lamer su piel, acercó más el cuerpo de la omega al suyo, quien ajustó más el agarre de sus piernas, jadeando, permitiendo que la mayor recorriera más sus muslos con sus manos, yendo hacia la parte interna, subiendo por estas, rozando un poco con su intimidad, para luego seguir subiendo, acariciando sus glúteos.

Park dejó un brazo sosteniendo el cuerpo de Lisa, mientras el otro subía por debajo de la remera de la pelinegra, voltendose mientras la llevaba hacia la cama.

Dejó a la menor sobre esta, separándose de ella para quitarle la remera (su remera), para seguir con los besos por sus clavículas, dejando marcas hasta llegar a uno de sus pezones, que también beso, lamió y succionó para el placer de la chica.

Al continuar con el otro, Rosé alzó la vista un poco para ver el rostro de Lisa, totalmente ruborizado, con los ojos cerrados y los labios entre abiertos, con el pelo revuelto y una expresión algo desesperada, necesitada.

Con sus manos, delineó el cuerpo delgado y hermoso que la tailandesa poseía, enganchando sus dedos bajo el elástico de los pantalones y panties, tirando hacia abajo, deshaciéndose de ambas prendas, dejándola desnuda sobre las sábanas.

La rubia no pudo evitar alejarse un poco, deteniéndose para ver el cuerpo de Lisa debajo suyo, como admirando su obra.

Aunque la sentía más como su propiedad. Su loba pedía reclamarla, aunque la parte humana de la pálida decía que era muy pronto, pero concordaba con sus sentimientos.

En ese momento sintió que Lisa era suya, que le pertenecía.

Que era su omega.

Al ver que Rosé se había detenido, la menor abrió los ojos para mirarla, haciendo contacto visual con ella automáticamente, sonrió al ver el brillo con el que la otra la miraba.

—No es justo que yo no pueda verte de esa misma manera —dijo, irguiéndose para quitarle la ropa a Rosé, aprovechando para tocar todo el abdomen, apenas marcado, para luego seguir por su pecho, hasta pasar la prenda sobre su cabeza.

Se acercó a la delta, oliendo su cuello, inhalando su aroma a café y pino, más fuerte que antes, la embriagaba, frotó su rostro contra el mismo, dejando algunos besos rápidos, mientras bajaba su ropa interior.

Al quedar ambas desnudas, Lisa pasó sus manos por los hombros de la mayor, subiendo por su cuello hasta tomar sus mejillas, sintió la temperatura de estas y sonrió, mirando directamente a sus ojos.

Sin dejar de mirarla, Lisa subió sus caderas, rozando su intimidad con el miembro de la contraria, intentando ahogar sus gemidos para escuchar los bajos, casi vergonzosos, de Rosé.

—Entra —pidió, necesitada.

Rosé pareció quedarse en blanco.

Lisa comprendió.

—Tranquila, estaré bien —afirmó, y Park
sonrío con algo de vergüenza.

Lisa pudo ver lo tierna que era.

Separó una mano de la mejilla de Rosé para apoyarse sobre una de las que la otra tenía sobre sus caderas, guiándola hacia su espalda, bajando por sus glúteos hasta llegar junto a su entrada, húmeda, caliente, goteando de su lubricante natural. Separando dos dedos de la mano de la pecosa, y acercándolos más a su interior.

—Entra —pidió de nuevo.

Introdujo dos dedos en Lisa con lentitud, la entrada se estrechó al rededor de estos, Rosé comenzó a retirarlos y volver a meterlos, varias veces, recibiendo gemidos bajos por parte de la omega, el movimiento fue cada vez más rápido.

—Hum~... —murmuró la menor, son una sonrisa, asintiendo—. M-Más fuerte...

Al sentir la entrada de la pelinegra ya acostumbrada, Rosé agregó otro dedo para continuar, sintiéndose más segura, y algo divertida por lo necesitada que estaba Lisa, y con ganas de hacerla sufrir un poco más.

Un gemido raspó la garganta de Manoban, sin poder retenerlo escapó por sus labios, más agudo que los anteriores.

Rosé no pudo evitar sonreír ante su logro.

Comenzó a hacerlo de forma lenta, disfrutando de la desesperación de la chica, que pedía más.

—R-Rosie~~

Sintió su miembro endurecerse más ante la más baja pidiendo por ella, al punto de ser casi doloroso.

Aunque pensó que si era por Lisa, Rosé era capaz de volverse masoquista.

Vio a la menor llevar una mano hacia su clítoris, pero Rosé la apartó con un golpe, deteniendo el movimiento de sus dedos, ocasionando que la chica abriera un poco sus ojos para mirarla.

—Querías que te ayudara, Lalisa —dijo, con voz grave y ronca, más de lo normal, intentando retener su voz de alfa, no quería usarla, y menos en ese momento, lo que hizo que la omega sintiera un escalofrío—. No puedes tocarte, sólo yo puedo tocarte.

Un gemido desesperado salió de los labios de Lisa, pero esta se mordió con fuerza el labio inferior para intentar retenerlo, aunque fue en vano.

Rosé sonrió.

Comenzó a mover los tres dedos que todavía tenía en su interior, mientras con la otra mano delineó los muslos de Lisa, acariciando la parte interna de sus piernas primero, llegando casi hasta el húmedo centro de la pequeña, ocasionando unos gemidos más agudos y desesperados, que eran tapados cada tanto por la acción de Lisa al morderse los labios.

Le encantaba eso.

Sin poder aguantar mucho más, y en un movimiento rápido, quitando los dedos del interior de la chica, tomó las piernas de Lisa para levantarlas de la cama, separándolas un poco más, posicionó su miembro en su entrada para entrar de una sola embestida, escuchando esos sonidos que salían de los labios rosas bajo suyo.

—D-Di-ios... —no podía hablar correctamente, arqueando su espalda de éxtasis.

—L-Lalisa... —Rosé sintió cómo la entrada de Lisa rodeaba su miembro, sin poder evitar liberar unos gemidos ante esa sensación, más grave y bajo que los de la otra.

Los gemidos de omega eran música para sus oídos, más que eso, sentía que podía ser droga y que ella se volvería adicta sin poder evitarlo.

Comenzó a mover su cadera en círculos, hasta que la entrada de Lisa se ajustó al miembro de Rosé en su interior y ésta pudo comenzar a jugar un poco más, retirándose del interior para volver a entrar, al principio de forma lenta, torturándola un poco, sin salir nunca del todo.

Progresivamente, y sonriendo ante las súplicas desesperadas, fue aumentando el ritmo de sus embestidas, acompañada de los gemidos, cada vez más rápidos y agudos de la omega.

Lisa rodeó con sus piernas la cintura de la delta, dejando más paso a la penetración, que abusaba golpeando su punto, ocasionando impulsos de placer que llenaban todo su cuerpo.

Lisa se aferraba a las sábanas en un intento inútil para sostenerse de algo, sintiendo cómo si una corriente eléctrica comenzará a recorrer su columna y abdomen, sensación que crecía con cada embestida, ya rápida, errática, acompañada del sonido casi grotesco del miembro de Rosé golpear su interior, aunque lo que más se escuchaba en ese lugar eran sus gemidos, aún podía notar los de su alfa.

—Ahh~ R-Ro~sé~ —gimió su nombre al llegar al orgasmo, corriéndose.

La entrada de Lisa se reprimió en el mismo momento, aunque para Rosé sólo fue necesario que la omega gimiera su nombre de esa forma para venirse, llenando su interior.

Al sentirla, caliente, completa, Lisa sonrió, recostándose sobre la cama, reconfortante.

Aunque no se dio cuenta sino hasta un momento después, el nudo del miembro de Rosé había aparecido, quedando unida a ella.

Por alguna razón, eso hizo sonreír a la rubia, sintiéndose un poco más como la alfa de antes.

Incandoce sobre el cuerpo de Manoban, acercó su rostro al de la tailandesa, quien al sentirla moverse, había abierto ligeramente sus ojos, esos ojos brillantes que tanto fascinaban a la otra, aún con la respiración agitada.

Rosé sonrió de lado, y no pudo evitar llevar sus ojos a los labios de Lisa, inchados, enrojecidos y algo lastimados de tanto que los había mordido.

Despacio, con cariño, Park pasó el pulgar sobre los belfos de la menor, limpiando la saliva de ellos.

Lisa la vio acercarse a su rostro, la simple idea de que iba a besarla hizo que cerrara los ojos, lista para recibirla, acelerando su corazón un poco más y formando una sonrisa, pero sintió aquellos labios sólo sobre su mejilla, presionando sobre esta mientras una mano acariciaba ligeramente su otro moflete.

—Eres... Hermosa, Lalisa —dijo, con voz ronca—. En muchos aspectos —la mano de Rosé recorrió el costado de la omega, para detenerse en su trasero, aprovechando al máximo la situación.

Lisa no supo que decir, no sabía si podía estar más sonrojada, por sentir el calor de sus mejillas aumentar.

Rosé estaba equivocada si pensaba que hacerlo con una omega era lo mismo que hacerlo con una beta, ella estaba totalmente equivocada, eso se sentía mucho mejor.

Le encantaba, nunca lo dudaría.

Aunque quizás era sólo porque era con Lalisa Manoban.

Porque Lalisa Manoban era un encanto.

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