Futuro

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—La están lavando, le pondrán ropa y luego la llevarán al cuarto —le contó Rosé a la chica de pelo gris del otro lado de la línea.

Caminando unos pasos por el pasillo, para luego voltear y caminar en sentido contrario, sin alejarse más de unos metros de la puerta de la habitación donde su pareja todavía estaba bajo los efectos de la anestesia.

El parto natural para algunos omegas solía presentar bastantes complicaciones, por lo que en algunos casos eran enviados a cesárea, y Lisa seguía durmiendo luego de la operación.

Ajam... —escuchó decir a la chica, luego unos sonidos por detrás, creyó escuchar insultos—. Estamos preparando las cosas para viajar hacia allá, ahora, Roseanne Park, pásame la dirección correcta.

—¿Tanto desconfías de mí, Miyeon?

No puedo confiar en alguien que me dijo que la cesárea era el veinte a las cuatro cuando resultó ser el cuatro a las veinte.

Rosé se quedó en silencio unos segundos.

—Te veo pronto, madrina —dijo, en vez de seguir la conversación, y cortó sin escuchar la despedida de la otra alfa.

Le mandó la dirección por mensaje, antes de guardar el celular en su bolsillo.

Volvió a entrar a la habitación, donde Lisa comenzaba a removerse en la cama, aunque la anestesia seguía haciendo su efecto, haciéndola sentir pesada y adormilada, abrió un poco los ojos para ver a Rosé, dedicándole una leve sonrisa.

Su alfa se acercó a ella, sentándose junto a la camilla, tomando su mano, sonriendo, transmitiendo toda su emoción gracias al lazo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

Lisa suspiró pesadamente.

—Me... duele el estómago —se quejó—. Siento que bajé como la mitad de mi peso —vio hacia su abdomen, evidentemente diferente hacia unas horas atrás, llevó una mano hacia el pero hizo una mueca cuando tocó los puntos.

Rosé se apresuró a tomar ambas manos, sosteniéndolas con firmeza.

Era sumamente común que la anestesia dejara algo atontados a los pacientes, pero la expresión confundida de Lisa le daba ternura.

—Estás nerviosa —declaró Rosé, luego de un momento en silencio.

La menor sólo asintió.

Park dejó besos cortos por todas las pequeñas manos de su omega, hasta que vio su sonrisa asomarse.

—Estoy a tu lado, no te preocupes.

Lisa asintió, aunque las palabras no la calmaron mucho, porque Rosé siguió sintiendo el torbellino de emociones que perturbaban a su pareja; alegría, miedo, nervios... La omega no podía estar tranquila.

Cuando la enfermera llegó, tirando del carrito-cuna donde estaba su pequeña cachorrita, sus corazones se aceleraron.

Rosé se acercó a ella, quien detuvo el carrito para que pudiera tomar a su hija.

Mirando a la niña, vestida de simple blanco, la tomó en brazos delicadamente, tenía una extraña sensación de que podía romperse con lo mínimo, era muy pequeña, liviana, muy hermosa, con las mejillas gorditas y unos pequeños ojos oscuros que la miraban con curiosidad.

Se olvidó un poco de las sensaciones es en su pecho, perdiéndose totalmente en su linda cachorra, cuando reaccionó, se volteó para mirar a Lisa, quien seguía teniendo una expresión algo temerosa, pero aún así sentía la tranquilidad de Rosé, cosa que la calmaba un poco.

Se acercó a ella, agachándose un poco para que pudiera tomarla.

Por los puntos en su abdomen, no podía erguirse así que la ayudó a apoyar a la cachorra en su pecho, mirándole con una sonrisa.

Rosé sintió que estaba viendo lo más hermoso del mundo, las dos personas que más quería, juntas, por primera vez; no sabía si reír o llorar por felicidad.

Así que terminó por hacer ambas cosas.

La niña alzó las manitos hacia el rostro de la pelinegra, tomando sus mejillas, apretándolas, haciendo reír a ambas de ternura.

—Disculpen —habló la enfermera con suavidad, sin querer interrumpir el momento—. Necesito el nombre de la cachorra.

Rosé limpió un poco las lágrimas de sus ojos, para mirarla más claramente.

15 años después

—¡Haerinnie~! —gritó la pelo gris, a unos metros de la puerta trasera hacia el amplio patio, donde, a lo lejos, podía ver a la lobita, jugueteando con una pelota—. ¡Ven a saludar a tu madrina!

La chica alzó las orejas hacia ella un momento, antes de voltear y correr hacia el lado contrario.

—Pinche cachorra de mier- —Miyeon calló cuando encontró a Rosé mirándola, la mujer no le permitía insultar, incluso si la cachorra no estaba cerca.

La aún alta rubia alzó una ceja.

—Nada, que no dije nada —se excusó la alfa, la empujó un poco para entrar de nuevo a la casa, donde Shuhua estaba tomando un té, sentada en la amplia mesa del comedor, hablando cómodamente con Lisa.

—¿No te hace caso? –preguntó Shuhua.

Miyeon negó, suspiró pesadamente mientras se sentaba junto a la omega.

—Viajar urgente por la presentación de mi ahijada como omega y que no aparezca —se quejó.

—Espera que venga Danielle, vendrá corriendo —dijo Lisa, a lo que las dos chicas alzaron las cejas, sorprendidas.

—¿Quién? –preguntaron ambas.

Lisa cubrió su boca, dando cuenta que no tendría que haber dicho nada.

—Al menos le ganaste a Joy —comentó Rosé, cambiando de tema, sentándose junto a Lisa, mientras Miyeon fue junto a Shuhua, reaccionando luego de unos segundos.

—Eso es porque tengo que esperar a Shuhua y no a Yeri –dijo—. Con esa chica puedes morir tranquila.

Shuhua asintió.

—Me compadezco de Joy —comentó.

—Hablando de compadecer —habló Lisa de nuevo—. Me comentaron algo de tus nuevas inquilinas.

—Ufff —Shuhua se abanicó, en gesto dramático de acaloramiento—. Cuando la jefa me dijo de la pareja de una alfa y una beta no pensé que serían ellas, cuando vi a Jennie tan elegante... y ese culo... y esa sonrisita —sonrió ampliamente, las demás rodaron los ojos con cansancio, la chica ya había empezado a hablar de su ultimate crush.

Shuhua frunció un poco el ceño, pensando un momento.

—Me distraje. ¿Cuál era la pregunta?

—Te preguntaron por Jennie y Jisoo, amor —contestó Miyeon.

—Oh, sí, sí... la idiota de Jisoo no me reconoció —hizo una mueca—. No sé, es muy linda y todo, pero parece una pesada, está todo el día encima de Jennie y puedo escuchar sus discusiones histéricas desde mi cuarto.

—Parece que no le fue suficiente que Jennie fuera echada por su familia y tuviera que hacer su vida por sí misma —comentó la de pelo gris, con fastidio.

—El otro día la alfa fue a hablar con el abuelo para preguntar si había trabajo en el supermercado —Shuhua habló rápidamente, recordando ese detalle de golpe—. Pero creo que es para Jisoo, ella tiene su trabajo en no sé dónde.

—Creo que te compadezco más a ti que a Joy —comentó Rosé, Lisa rió un poco.

—Si esa beta llega trabajar conmigo, mi alfa tendrá que mantenerme —Shuhua palmeó con fuerza el hombro de Miyeon, haciendo que una mueca de dolor aparezca en su rostro.

—No me hagas recordar eso, por favor —habló la alfa, en tono de súplica.

Shuhua bajó el cuello de su remera mostrando la marca.

—¿Ves esto? ¿Tus colmillitos en mi hermosa piel? Señal de que eres mi alfa, cuídame, mantenme, protegerme de soportar pesadas como Jisoo-

—¿Terminaste la lista?

—No... y cómprame cosas caras —Yeh sonrió, dando a entender que había terminado, Miyeon rodó los ojos.

Las otras dos vieron a las chicas con diversión, más que pareja, seguían pareciendo las mismas amigas que habían conocido por años, hasta el día en que anunciaron que compartían un lazo, aunque no habían explicado nada más de su relación.

La puerta fue golpeada, y Lisa se levantó para abrir.

—Hablando del rey de Roma —comentó Rosé, ya sintiendo el olor de la alfa, quien le dedicó una reverencia como saludo—. Hola, Danielle.

Saludando de la misma forma a las dos chicas, abrió la boca para hablar, pero Rosé la interrumpió.

—Haerin está en el patio, está desnuda, así que espera a que se ponga ropa.

Lisa le dedicó una mirada para que se calmara un poco, sabía que su alfa se ponía muy sobreprotectora con su cachorra, y más estando Danielle cerca.

Como si la hubieran llamado, la loba castaña asomó su cabeza desde el pasillo hacia donde estaban, pasando los ojos oscuros por cada una de las presentes.

Rosé la miró como si estuviera a punto de hacer algo malo, la loba bajó las orejas y giró por el pasillo rumbo hacia su cuarto.

—Toma asiento, Danielle, Haerin ya viene —habló Lisa, en tono suave.

La pelinegra se sentó con expresión incómoda en la cabecera de la mesa, sintiendo la mirada fulminante de Rosé sobre ella.

Lisa le golpeó, para que dejara de asustarla.

Minutos después, la castaña apareció en el comedor.

La chica no se parecía mucho a sus madres, pero luego de un tiempo encontrabas detalles, como su sonrisa, sus lindas y redondas mejillas de Lisa, en cambio, de Rosé había tomado el desagrado por los hombres y los labios finos, y (a pesar que era una omega), podía hacer la misma mirada intimidante que Rosé cargaba casi todo el tiempo.

Sus madres la obligaron a saludar con un abrazo a sus tías, aunque con sólo una mirada, Haerin le pidió a Lisa ir con Danielle afuera.

—Bien, pero luego vas a venir a pasar el tiempo con tu familia —habló la omega rubia—. Tienes hasta que Joy y Yeri vengan.

—Oh, Danielle —Rosé detuvo a la alfa antes de que pudiera alejarse mucho—. Lisa no me deja ponerle un collar a Hae, pero no dijo nada de ponerle un bosal a quien esté cerca de ella.

La chica tragó duro, algo intimidado.

Haerin rodó los ojos, tirando de su mano para ir hacia afuera.

Lisa no se contuvo en golpearla, no le gustaba que Rosé fuera tan mala con el pobre Danielle, recordándole que no debía oponerse si su hija era feliz con alguien.

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