Nuestra realidad

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Rosé se confundió al despertar y ver a su alrededor.

Todo lo que la rodeaba era negro, y parecía no haber nada más que suelo, sintió la textura de lo que parecía pasto, pero no lo veía.

Se levantó del suelo confundida, despacio, viendo hacia todos lados.

Frunció el ceño.

Un aullido a su espalda la hizo voltear, abriendo sus ojos en demasía al ver a una loba enorme detrás suyo.

Dio un paso hacia atrás por el susto, pero el animal avanzó un paso hacia ella.

Ladeó la cabeza, viendo que la loba hizo lo mismo, haciendo que sus oscuras orejas se balancearan hacia un lado.

Miró al animal a los ojos, viendo los mismos que encontraba en el espejo.

—¿Eres mi loba? —murmuró la rubia.

Un ruido un poco más lejos la hizo voltear, la loba alzó la orejas, viendo más allá, un ruido como llanto surgió del animal, y Rosé pudo sentirlo en su pecho también, haciendo que bajara sus ojos hacia la misma.

Sintiendo a su loba querer hacia allí, comenzó a avanzar, no tardó muchos pasos en distinguir un cuerpo, acostado de lado, de espaldas a ella y de cabello rubio cálido.

Su corazón comenzó a acelerarse.

Unos pasos más tarde ya estaba corriendo, deteniéndose a un paso del cuerpo en el suelo.

—Li-sa...

Su mente se bloqueó un segundo, y el miedo comenzó a inundarla.

Intentando calmarse, recordando sus clases de primeros auxilios y lo que debía hacer si encontraba a alguien inconsciente, se arrodilló a su lado, acercó su mejilla hacia el rostro de la menor, para sentir su respiración mientras veía el movimiento de su pecho, tomando por debajo de su muñeca para sentir el pulso bajo sus dedos.

Cuando se aseguró que su pulso y respiración eran normales, que Lisa sólo estaba dormida, se permitió moverla, cuando una gota cayó sobre la camisa que la omega llevaba puesta se dio cuenta que estaba llorando.

Lo giró para sostenerla en brazos, moviendo su cuerpo y tocando su rostro, llamándola.

Vio a la omega batir sus pestañas antes de abrir los ojos.

Rosé sonrió, Lisa tardó un segundo en hacer lo mismo.

La rubia quiso decir algo, pero no tenía palabras ni voz, así que sólo la abrazó, apretándola contra sí, para luego comenzar a dejar besos por todo su rostro hasta llegar a los labios de la chica, concentrándose en ellos.

Las manos de Park bajaron de la mandíbula de Lisa, encontrando la piel de su cuello.

Separó el beso para mirar, intentando creer.

—T-Tu collar.

Lisa sólo sonrió, asintiendo con un par de lágrimas en los ojos.

—Te dije que te avisaría —murmuró, con el rostro demasiado cerca del contrario, haciendo que sus labios se tocaran al hablar.

La mayor sonrió, besando sus belfos de nuevo, para luego bajar hacia su cuello, besando y mordisqueando un poco su piel, haciéndola reír.

Rosé se alejó un poco para mirar los oscuros ojos de cachorra de la otra.

—Quiero marcarte ahora... —murmuró.

El rostro de Lisa cambió, borrando su sonrisa para dejar una expresión penosa.

—Rosie... Esto es un sueño —murmuró—. En realidad no estamos juntas.

La sonrisa de Rosé se borró, alzando las cejas con decepción.

Se sentía real, podía tocar la piel de Lisa, había sentido el sabor de sus labios...

Aunque ahora que se daba cuenta, no había sentido su olor, no sentía el olor a nada.

¿En realidad no estaba allí?

—Dime que al menos no es uno de mis sueños inventados... —pidió—. Que es uno de nuestros sueños conectados o algo-

—Lo es, Rosie —sonrió un poco—. Puedes sentirme, puedo sentirte... Es como la realidad, sólo que no es la del mundo, es nuestra realidad. Es... es lugar que nuestras lobas comparten, al parecer.

Rosé miró sobre su hombro, hacia aquella enorme loba oscura, que ahora frotaba su cabeza contra la de una loba blanca, que movía la cola con felicidad, recibía las lamidas de la otra con lo que parecía una sonrisa.

—En verdad es tu loba —comentó, viendo lo idéntica que era a la que había visto en la televisión, volvió su vista al rostro de Lisa, acariciando sus mejillas con sus pulgares, admirándola un momento, apreciando cada detalle, desde la forma de sus labios hasta una leves y casi imperceptibles pecas en sus mejillas—. Te extraño tanto...

La sonrisa de Lisa tembló.

—Yo también, Rosie.

—Te siento —confesó Rosé, llevó una mano sobre su corazón—. Todo el tiempo... Aunque ya no sé cuándo termina tu tristeza y empieza la mía.

Lisa pareció arrepentida.

—L-Lo siento por eso —murmuró—, las omegas somos muy sensibles.

—Ser omega no es algo para pedir perdón, Lisa. Y tampoco el que seas sensible.

La tailandesa asintió.

—Sólo no sé cómo estamos tan conectadas —Rosé volvió al tema que quería preguntar—. Ni siquiera tenemos un lazo.

Manoban asintió con una mueca.

—Temo que eso es en parte mi culpa —dijo, mirando los ojos de la pálida, buscando seguridad—. Lo que nos conecta a la otra son nuestras lobas —alzó la mano ante la pareja de sus animales, que seguirán en la sesión de mimos—. Como te dije... estoy muy conectada a mi loba, y mucho de lo que siento le afecta y viceversa... Es como una cadena: yo me conecto a mi loba, que se conectan a la tuya, quien te hace sentir lo que me ocurre... Como mi loba y yo somos como una misma persona, ella siente todo lo que yo siento, y por lo tanto, también tu loba... —Lisa sonrió un poco—. Aunque lo más lindo es que si lo sientes tanto es porque estás más conectada a tu loba de lo que esperaba.

Rosé no respondió nada por un segundo.

—Últimamente no soy tan invisible en la universidad —comentó, recordando al profesor que no la había mirado en todo lo que llevaba en la carrera—, y varios han notado mi olor.

Lisa sonrió ampliamente.

—Eso es genial —la felicitó, Park sonrió sólo por ese gesto y lo adorable de la sonrisa de su omega.

Las manos de Rosé bajaron hacia el vientre de la chica, haciendo la pregunta con la mirada.

De repente Lisa se puso seria.

—No lo sé... No hice ningún test.

Lo que pareció un poco de miedo se instaló en los ojos de Lisa.

—No te asustes —murmuró—, estaré contigo.

La pelinegra sonrió un poco más.

Ambas alzaron la vista cuando aquella eternidad negra se iluminó un poco.

—¿Qué pasa? —Rosé pensó en voz alta.

—Estás despertando —murmuró, a lo que la otra la miró con miedo.

—No quiero, no quiero dejarte, no quiero irme- —Lisa apoyó un dedo sobre sus labios, con una sonrisa, callándola.

—Sólo será temporal —dijo—, esto es temporal... Sólo tienes que ir a la mansión de Jennie Kim, donde estoy... y marcarme, y estaremos juntas.

Una claridad extraña había comenzado a invadir su oscuridad, cegándola un poco, haciendo que comenzara a parpadear muchas veces para intentar concentrarse en el sonriente rostro de su omega frente a ella.

—Lisa... te amo.

Escuchó su risa una última vez, sintió lágrimas caer por sus mejillas.

—Te amo —la escuchó repetir, antes que la luz la cegara.

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