11: La mudanza

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

El pequeño y gris salón de la casa de alquiler en la que vivía Kendall se hallaba convertido en un caos de cajas y objetos desperdigados sin orden. En medio de ese caso se encontraban Kendall y Lilith armadas con cinta de embalar y rotuladores.

—La persona con la que te mudas es rica. ¿Por qué estamos haciendo nosotras esto, en vez de pagarle a alguien? —preguntó Lilith mientras guardaba en una caja los libros de la estantería que estaba vaciando.

—Me pareció bonito hacerlo nosotras —Kendall ya no estaba tan convencida de esa afirmación. Mientras intentaba desmontar una lámpara de pie y evitar que le cayera en la cabeza.

—Cada idea tuya te hace acumular más deudas conmigo en vez de saldarlas. —Lilith dejó su tarea para ir a ayudar a su amiga.

—Oye, que rescaté tu coche de Leicester —protestó Kendall.

—Eso no lo hiciste tú.

—Fueron mis contactos. Es lo mismo.

—Fueron tus contactos los que provocaron que mi coche se quedase allí abandonado.

—Eso fue más bien la cerveza

—¿Que me bebí por qué?

—¡Me rindo! —gritó Kendall soltando las herramientas —. Que disfrute esta lámpara el siguiente inquilino.

—Era muy fea, de todos modos —animó Lilith a su amiga.

— Me la regaló mi padre.

—¿Te acuerdas la mesita de café que le regaló a mi madre? ¿La de las patas con forma de animales?

—Si —Kendall se echó a reír —. Aunque me acuerdo mejor cuando Conrad y tu la rompisteis "Accidentalmente"

—Era la única forma de librarnos de esa monstruosidad sin herir sus sentimientos —Lilith se había unido a las risas de su amiga.

—Llevamos este viaje a casa de John y comemos ¿Qué te parece? —propuso Kendall.

—Vuestra casa. Si vas a vivir allí no la llames su casa. —la regañó —. Y me parece un plan perfecto. Me estoy muriendo de hambre.

Lilith conducía por las, extrañamente, soleadas calles de Manchester. Dejando atrás las pequeñas casas antiguas para adentrarse en zonas salpicadas de grandes mansiones rodeadas de jardines. El lugar en el que Kendall viviría a partir de ahora.

Aparcó su coche junto a un Range Rover negro, en la entrada de una de las casas. Kendall permaneció en el Ford focus, observando sobrecogida el enorme edificio que sería su hogar. Tan diferente a todo lo que ella conocía.

Sacaron algunas cajas del maletero y llamaron a la puerta.

—¿No tienes llaves? —La caja que Lilith tenía en las manos pesaba y John estaba tardando en abrir.

—Sí, pero me parece raro usarlas —Lilith alzó las cejas de manera interrogativa —. Todavía no vivo aquí.

—Y no vas a vivir nunca si no abres ahora mismo, porque voy a dejar caer esta caja sobre tu cabeza.

Kendall introdujo la llave, de la que colgaba un corazón, en la cerradura y abrió la pesada puerta.

—¿Hola? —dijo entrando al vestíbulo.

Lilith soltó la caja con estruendo en el suelo, creía que iba a perder las manos si no se deshacía del peso ya. Kendall la miró mal.

—¡Vecina! —Jack llegó procedente del salón.

Lilith puso los ojos en blanco. Tenía que haberlo imaginado, últimamente la presencia de Kendall siempre iba de la mano de la de ese hombre.

—¿Estás acostumbrado a que abra el mayordomo y no te acuerdas como se hacía? —dijo Lilith.

Jack le dedicó una media sonrisa. La media sonrisa. Esa que Lilith había bautizado como la Grealish. Consideraba que había sido dotado, injustamente de una sonrisa que provocaba que la persona que la recibiera quisiese lanzarse a sus brazos. Lilith era incapaz de pensar que no todo el mundo recibía la misma descarga de deseo que ella cuando era el objeto de esa sonrisa y mirada. Para ella era algo mundial.

—Siento decepcionarte, pero no tengo mayordomo.

—Entonces nos has dejado en la calle por gusto.

—No es mi casa, no me dejan abrirle a desconocidos.

—¿Desconocidos? —Lilith abrió la boca.

—Tenéis la llave. No creí que fuerais vosotras.

—¿Dónde está John? —intervino Kendall antes de que Lilith volviera a contestar y se convirtiera en una discusión sin fin.

—Ha ido a por la comida.

—No conocéis las empresas de mudanza y por lo que se ve tampoco el reparto a domicilio —resopló Lilith.

—Es por la privacidad, que no todo el mundo sepa dónde vives y ese rollo —contestó Kendall, ella tampoco lo entendía.

—¿Me estás diciendo que a partir de ahora cuando venga a visitarte no podremos pedir comida?

—Siempre puedes mandar al mayordomo —bromeó Jack.

—El mayordomo de esta casa no abre ni las puertas. No sé si será capaz de hacer tareas más complejas —Lilith le dedicó una sonrisa burlona.

—Es muy eficiente, solo necesita el incentivo adecuado —Utilizó otra vez la sonrisa. Lilith sintió como el calor de agosto se volvía asfixiante, y se instalaba en zonas que no eran propias del verano.

—Vamos a bajar las cosas del maletero. Que el peso está acabando con los amortiguadores de mi pobre coche —ocultó las mejillas enrojecidas con el pelo.

Cuando John regresó a su hogar, lo que antes era un espacioso y diáfano salón se había convertido en un almacén, lleno de cajas, bolsas y trozos de muebles. Lo peor de todo aquello es que solo era el primer viaje de pertenencias de Kendall. En la antigua casa quedaban más cosas de las que habían traído.

Los otros tres estaban tan ocupados en sus quehaceres que no se dieron cuenta de su llegada.

Kendall le gritaba instrucciones a Lilith, que subida en las baldas de una estantería armaba la parte alta de la misma. Mientras Jack permanecía detrás y pasándole los tornillos que Kendall le ordenaba. Aunque la realidad era que se había colocado en esa posición para poder agarrarla si se caía, no le parecía que las finas tablas fueran un soporte adecuado.

—Comida —dijo haciéndose notar.

Lilith perdió el, ya de por sí, precario equilibrio que estaba manteniendo y se precipitó hacia atrás. Las raudas manos de Jack la agarraron de la cintura, evitando que cayera. El contacto de las manos con la suave piel de la chica aceleró ambos corazones. Los dos se repitieron mentalmente que solo era producto del miedo, de lo cerca que había estado de abrirse la cabeza contra el suelo. Sin embargo, Jack no pudo evitar realizar una pequeña caricia con el pulgar, mientras la ayudaba a volver a poner los pies sobre la tierra, maldiciendo y adorando a partes iguales el corto top veraniego.

Roce que Lilith no rechazó, un estremecimiento recorrió su cuerpo al notar como el pulgar se movía sobre su costado. Sensación que no podía ignorar por mucho que quisiese, su cuerpo y su mente tomaban diferentes caminos.

—Tienes que dejar de abalanzarte sobre mí —dijo burlón.

—Y tu dejar de ponerme las manos encima a cada oportunidad —Lilith se zafó de él, con las mejillas rojas de nuevo.

—Te he salvado la vida.

—Mi héroe —Lilith se puso la mano en el corazón fingiendo desmayarse.

—Niños, dejad de pelear y vamos a comer.

—¿Qué hay de comida? —Lilith olfateó con desconfianza.

—Para ti, hamburguesa con doble de queso y patatas —John le tendió una bolsa de papel que desprendía un aroma que hizo la boca de Lilith agua.

—Qué comida tan sana —dijo Jack.

—Tú cállate —respondió Lilith dejando su comida sobre la mesa de café y sentándose en el suelo con las piernas cruzadas

—Cariño — Kendall siguió sacando el resto de la comida —, ¿Cómo hemos hecho para tener dos hijos adolescentes sin pasar todo el resto del proceso?

—Si no nos obligases a estar juntos todo el tiempo no pasaría esto —contestó Lilith. Jack tomó asiento a su lado.

—Esta vez no ha sido ella. —John intercedió por su prometida —. Lo invité yo.

—Tal para cual —dijo Lilith, aunque le costase admitirlo, John era la persona perfecta para su mejor amiga. En todos estos años nunca la había visto así con ninguna de sus parejas. John veía la persona tan especial que era Kendall y su amiga brillaba con luz propia al lado de ese hombre.

Jack le robó una patata a Lilith.

—Como vuelvas a tocar mi comida te mato —dijo Lilith propinándole un golpe en la mano, para que la sacara de sus patatas. Jack se metió la patata en la boca, divertido.

—¡Lilith! No amenaces a tu hermano —la regañó Kendall en broma.

Jack sonrió aún con la vista clavada en Lilith, masticando lentamente la patata. Si supiera lo que estaba pensando en ese momento, Kendall no se atrevería a llamarlos hermanos.

Lilith bufó antes de centrarse en su hamburguesa. Hermanos. Pensó, que fácil sería todo si lo viera como un hermano.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro