Capítulo 42

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Hacía una hora o dos que Liu se había ido, y yo no podía dormir pensando en que me había encariñado con alguien así. 

Intentaba dormir, pero no paraba de dar vueltas en la cama. Su rostro, su voz, sus ojos… No se iban de mi mente. Me maldecía, me maldecía a mí misma por querer estar cerca de él.

Terminé por levantarme de la cama y comencé a dar vueltas por la habitación, esperando cansarme lo suficiente para que me entrara sueño. Sin embargo, y a diferencia de mis expectativas, lo único que conseguía era acordarme de momentos que solo hacían esta situación más difícil.

Mi reloj marca las 2:39 de la madrugada, y estoy escuchando unos ruidos extraños en el pasillo. Me levanto extrañada y con algo de miedo de mi cama, solo iluminada por la luz de la luna que pasa por la ventana de mi habitación. Intento encender la luz, pero parece que ha habido un apagón «seguramente papá y mamá se hayan levantado para subir los plomos… Sí, será eso». Con ese pensamiento en mente, vuelvo a la cama, pero los ruidos se hacen cada vez más evidentes. «Espera… ¿Por qué irían ahora a por los plomos si es de noche y durmiendo no necesitamos la luz? Si quisieran ir al baño con una simple linterna bastaría… ¿Por qué molestarse tanto sabiendo que pueden desvelarse y no coger el sueño de nuevo?». Mi respiración se agita por momentos, siento que algo no va bien. Decido volver a incorporarme de la cama y abro ligeramente mi puerta. 

La habitación de mis padres está en frente de la mía, al final de un largo pasillo, por lo que puedo verla perfectamente. Su puerta está cerrada, y antes de que pueda dar un paso para acercarme veo como una mano aparece entre la oscuridad y toca la puerta. 

—¿Cariño? —mi padre la abre ligeramente, en su infinita inocencia y esperanza de que fuese yo. Entonces, aquella mano blanca lo agarra por la camiseta de tirantes y otra lo apuñala en la garganta, empezando a gorgojear. Me quedo completamente inmóvil.

«¿Qué…? ¿Qué acaba de pasar? ¿Papá…?»

Un grito ahogado se escucha, es mi madre, que también ha presenciado la escena. La mano blanca deja ver el resto de su cuerpo, y una figura de pelo oscuro y desaliñado con ropa sucia entra con rapidez en la habitación. Los gritos cesan, y solo se empieza a escuchar una macabra risa de chico, cada vez más y más fuerte.

Mi instinto primitivo de supervivencia me obliga a entrar en mi habitación. Agarro un bate de béisbol de una esquina y me meto debajo de la cama, sollozando. «Estoy soñando… Estoy soñando… Esto es una pesadilla… Es una pesadilla… Despierta… Despierta…»

Escucho unos pasos aproximarse, de inmediato hago mis sollozos nulos, aunque siguen bajando lágrimas por mi rostro. La respiración del chico es pesada, camina alrededor de mi cuarto buscándome, abre el armario, nada, patea un baúl, tampoco… Entonces, para mi desgracia, se posa delante de mi cama, sus convers apuntan hacia mí. Hinca una rodilla, luego la otra, su mano se posa en el suelo y luego asoma su… Rostro.

Su rostro es lo más horrible que he visto en toda mi vida, sus mejillas están talladas por un corte profundo, de los que chorrea sangre, sus ojos celestes con grandes ojeras me miran fijamente, y su piel blanca se distingue entre la luz lunar.

—Ya estoy en casa, cariño —sonríe, ampliando aún más su sonrisa a pesar de las cortadas, riéndose de la última palabra que alcanzó a decir mi padre.

Se mete debajo de la cama conmigo, pero no de forma suave, me agarra de un brazo con fuerza, dejando la marca de sus dedos en él y me arrastra fuera de mi único lugar de confort.

Cuando me logra sacar, agarro firmemente el bate de béisbol con la mano libre y le golpeo en la cara con toda la fuerza que una niña de once años puede tener. Está aturdido, así que no desaprovecho la oportunidad y le vuelvo a golpear, y una, y otra vez.

Él pone el brazo, deteniendo otro golpe que le estaba a punto de dar, y empieza a reírse mientras se limpia la sangre de la nariz.

—Vaya, tan pequeña y pegas muy bien… Al menos te defiendes mejor que tus padres —rie en alto y me mira a los ojos, me da más asco y trato de tomar de nuevo el bate, pero lo detiene y se levanta, siendo unos centímetros más alto que yo—. Creo que es hora de que vayas a dormir, pequeña… 

El chico toma el bate y patea mi estómago con fuerza, en ese momento giro mi cabeza a un lado y comienzo a vomitar toda la cena que había comido antes, mientras escucho un sonido de asqueo del asesino.

—¿Tan fuerte te he dado? —dice con tono de asco, cuando termino, me toma del pelo y me hunde el rostro en mi propio vómito— Oh, créeme que el haberme golpeado te va a costar caro.

Dicho esto, me estampa el rostro con fuerza varias veces contra el suelo y aquel líquido putrefacto que había salido de mí.

Luego, me arrastra del pelo hasta el cuarto de mis padres, y veo la escena macabra que había ante mí.

Mi padre degollado, aún brotando sangre de su garganta, con la boca y los ojos abiertos, tendido en el suelo; y mi madre, abierta por el canal, viéndose sus órganos y su corazón asomándose. 

El maldito se acerca al cadáver de mi difunta madre, agarra aquel órgano en forma de bolsa y me lo acerca, tapa mi nariz con el dedo índice y el pulgar a modo de pinza, obligándome a respirar por la boca, y, sin desaprovechar la ocasión, mete el corazón de mi madre dentro.

—Mastica —habla soltando risas tontas—, vamos, ¡hazlo! —mis lágrimas brotan sin parar, pero no pienso suplicar a este ser por piedad, al igual que tampoco le haré caso.

Al ver que no quiero cooperar, toma mi mandíbula y la parte superior de la cabeza, haciendo que lo masticara, en este momento, estoy sintiendo correr la sangre de mi madre por mis venas de la manera más horrible que se me hubiera ocurrido.

—¡Traga! ¡Traga! —anima, al ver que no le obedezco, me tira al suelo boca arriba y tapa mis labios con su mano y mi nariz con sus dedos haciendo presión, comenzando a agobiarme— ¡Tú eliges! —dice exaltado— ¡O te ahogas o te lo comes! —pone sus rodillas en mis brazos, haciendo que se me fuera imposible empujarlo— Contaré hasta cinco, pequeña… Si en cinco segundos no te lo has tragado, morirás asfixiada, si lo comes, tal vez te deje vivir… ¿¡Quién sabe!? —hace una pausa y se acerca más, mirándome a los ojos, quedando mi rostro mojado de lágrimas y manchado de vómito, y el suyo tintado de rojo carmesí, extasiado de todo lo que estaba causando a su alrededor.

—Uno… —susurra con voz grave— Dos… Tres… —agarra su cuchillo, manchado con la sangre de mis padres y lo pasa por mi garganta, haciendo sonidos de satisfacción— Cuatro… —sin más remedio, mastico como puedo el corazón de mi madre, y antes de que contara hasta cinco, me lo trago. Él lo nota y quita sus manos.

—¡Felicidades! ¡Te mereces un premio! —eufórico, me deja ahí, en aquel cuarto que pertenecía a mis padres junto a sus cadáveres. Pasan tan solo cinco segundos en cuanto vuelvo a escuchar sus pasos apresurados. Se para en la entrada de la habitación, y cuando le miro, trae mi bate de béisbol.

—Dime… ¿Sabes lo que es el… karma? —empieza a respirar pesado, yo lentamente me voy arrastrando hacia atrás, me había quedado muda, después de obligarme a comerme el corazón de mi propia madre, ¿qué sería peor que eso?

Él avanza, arrastrando los pies, y emitiendo pequeñas risas, como si no las pudiera controlar.

—Me llamo Jeff… Y voy a ser el encantador asesino que te va a mandar a dormir esta noche —alza el bate y me golpea en la cara, escupo sangre.

Me agarra del cuello de la camiseta y me arrastra por el pasillo, intento forcejear, pero es mucho más fuerte que yo, llegamos al pie de las escaleras y me tira por ellas, empujándome de una patada. Suelto un quejido y sollozo ruidosamente al sentir los moretones, golpes y posibles rasguños en mi cuerpo.

—T-te odio… —murmuro entre el llanto.

—¿Cómo dices? —pregunta al bajar las escaleras.

—T-te odio… —repito mirándolo, él solo se encoge de hombros y me pisa un tobillo.

—No eres la primera ni serás la última persona que me lo diga —patea con fuerza mi gemelo, a lo que suelto un halarido de dolor y patea mi rostro repetidas veces—. ¿Tienes alcohol? —pregunta echando un ojo a mi cocina totalmente oscura— Quiero probar a beber un poco… ¿Cómo se sentirá beber como un adulto? —musita, me deja con mi pierna adolorida y busca en la nevera alguna bebida alcohólica, en cuanto la encuentra, destapa la botella y bebe a morro.

Me intento poner en pie, o al menos sentar, siendo inútil ya que estoy realmente adolorida, el asesino llamado Jeff, se toma la mitad de la botella y comienza a tambalearse un poco, volviendo a soltar risitas tontas.

«Odio realmente su estúpida risa» pensé, quería acabar con él, por Dios, quería devolverle todo el mal que me estaba ocasionando, ¿pero cómo? Ni siquiera sé si me habré quedado inválida, me cuesta respirar…

Deespieertaa… —arrastra las palabras e hipa un poco, huelo a cigarrillo, le miro como puedo, estaba fumando y empieza a toser y ahogarse con el humo, mira el cigarillo un momento y luego a mí.

«Oh no…»

Camina a mí con una cajetilla de cigarros de mi padre y un mechero, los coloca en el suelo y comienza a desvestirme.

—No, no, no, no, no… —susurro asustada y trato de apartarlo, a lo que él me da manotazos cada vez que lo intento, cuando me quita mi ropa, enciende los cigarrillos, uno a uno.

—Quiero probar el fuego en otra persona que no sea yo…

Quema un cigarro en un pecho, suelto un quejido y lo aparto con rapidez, pero no le importa, lo vuelve a quemar en el otro y vuelvo a quitarme de en medio, cuando tiene otro en la mano después de que se apagase el primero, lo quema en mis nalgas.

—¡¡TE ODIO!! ¡¡TE ODIO!! ¡¡TE ODIO!! —grito llorando.

—Sí, ya me lo has dicho otras treinta veces… —murmura mientras termina de quemar la cajetilla entera en todas las partes de mi cuerpo que podía.

Se vuelve a alejar, caminando de nuevo a la cocina, entonces, intento arrastrarme a la puerta de salida, escucho cómo enciende los fogones y un ruido, como si estuviera friendo algo y vuelve para mi desgracia, a mí.

—Vamos, anda —me arrastra tomando ambos tobillos hasta el sonido, cuando llegamos, me toma de las axilas y me sienta en una silla.

Toma una sartén y echa en mis manos el aceite que había estado quemando antes, cayendo este por mis muslos y salpicando parte de mi estómago y rostro.

—¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!! —suelto el grito más desgarrador que había hecho en toda mi vida y lloro a chillidos— ¡¡NO!! ¡¡NO!! ¿¡POR QUÉ!? ¿¡POR QUÉ HACES ESTO!? ¿¡QUÉ TE HEMOS HECHO PARA QUE SEAS MALO CON NOSOTROS!? —miro mi piel y está muy roja, y en algunas partes hasta se caen trozos de esta.

«Por favor… Que pare… Solo quiero ir con mis padres… No quiero estar más aquí…»

Toma el bate y me vuelve a golpear las piernas, sigo gritando pero mi voz se torna cada vez más ronca de tanto llorar y chillar, no entiendo por qué está haciendo Jeff todo esto.

—¿Sabes? Eres mi sexto asesinato, pero eres la primera con la que experimento tanto… Y me está gustando mucho… —toma el bote de aceite y me lo rocía por las manos, de nuevo— Vete a dormir, pequeña… —susurra en mi oído con voz grave, haciendo que se me pongan los pelos de punta. Entonces, y cuando me esperaba que simplemente me cortara el cuello, veo que trae consigo el mechero.  Lo enciende en mis manos, pero el fuego se propaga por otras zonas de mi cuerpo como el abdomen. El ardor es insufrible, el dolor insoportable, mis gritos deben escucharse a manzanas de aquí y el movimiento de mi cuerpo tratando de apagar inútilmente el fuego es frenético… Una parte de mí quiere morir lo más rápido posible, otra, me pide vivir para matarlo… 

—Mierda… —maldice mientras escucho sirenas de policía a lo lejos— Mm… querría haberte hecho hermosa con una sonrisa, pero por portarte tan mal haré que te conformes con esto —Jeff agarra su cuchillo, calienta el metal de este lo más rápido que puede en el fuego y me lo pone en la cara, haciendo que grite aún más. 

Poco a poco cierro mis ojos debido a todo el dolor que siento.

Estaba en una esquina, llorando a mares al recordar la muerte de mis padres con tanto detalle. Hacía tiempo que no me venía un flashback tan detallado de toda la noche, cuando Jeff, aunque no me asesinó, sí que me mandó a dormir al atraparme en una pesadilla eterna… De la que no despertaré hasta acabar con él.

Me dirigí al baño, y me eché agua fría para tratar de calmarme. Miré mi rostro totalmente limpio en el espejo, y observé esa gran quemadura de su cuchillo, la que siempre trato de tapar con maquillaje. 

También me miré las manos, con la piel totalmente deformada por aquel día. Razón por la que siempre llevo guantes, aunque le diga a todo el mundo que solo lo hago por fobia a los gérmenes.

Mirarme así, en el espejo, con todas mis cicatrices, siempre hace que me enfurezca más, normalmente solo con Jeff, pero ahora también lo estaba conmigo misma al recordar que su hermano se podría estar volviendo una debilidad para mí. Por un instante, recordé cuando hace tan solo unas horas me abrazó y trató de consolarme cuando lloré por mis padres, en vez de mirarme como si fuera una debilucha vengativa que aún no ha superado el trauma; y cuando preparó hasta una tarta solo para que me sintiera feliz en mi cumpleaños, a pesar de conocernos de hace tan poco tiempo… Si mataba a Jeff, me enemistaría con Liu para siempre, y yo no quería eso… 

Me miré fijamente en el espejo.

—Aunque te duela, tienes que alejarte de él… No puedes seguir encariñándote —dije repetidamente para mí misma.

Para que fuera más sencillo, traté de imaginar la noche en la que murieron mis padres con Liu estando también allí, asesinándolos sin piedad. Al fin y al cabo, eso seguramente había hecho con un montón de familias, siempre acompañando a su hermano… No eran muy diferentes.

Pero, luego recordé la primera cita que tuvimos "Louis" y yo, y los momentos que hemos tenido, ¡maldición! Solté un puñetazo a la encimera del baño y salí de allí, de la casa, no sin antes vestirme con lo primero que encontré, colocarme los guantes y mi máscara. Esta vez no me molesté en maquillarme.

Caminé hacia el bosque, necesitaba estar con Hoodie, aunque solo fuera para distraerme. Me adentré en el frondoso paisaje por el que el sol comenzaba a penetrar por las ramas de los árboles.

Miré a mi alrededor, un bosque sin un alma dentro, o eso era lo que parecía.

Entonces, vi a unos cuantos proxys estar en grupo, en corrillo, aunque no me pareció que mi amigo estuviera allí. Por las nulas expresiones de sus máscaras, pañuelos, cubrebocas o gafas no se podía distinguir qué estaban tramando, pero el murmullo que desprendían parecía ser serio. Me escondí tras unos árboles, tratando de poder entender algo, cuando de pronto una mano tomó mi hombro, tomándome desprevenida.

—¡Masky! —grité en susurro.

—¿Se te ha perdido algo? —preguntó cortantemente.

—Estaba buscando a Hoodie, pero escuché voces y me escondí —Masky movió la cabeza lentamente mirándome de arriba a abajo, como analizándome. Luego, los ojos inexpresivos de su máscara volvieron a posarse en los de la mía. 

—Es más tarde de lo usual, siempre os veo a Hoodie y a ti por ahí de las cinco de la mañana, y ahora deben ser como las ocho, así que, como comprenderás, él está ocupado. 

—Pero… 

—¿Puedo saber por qué has venido? —Masky se cruzó de brazos y alzó levemente la cabeza, teniendo así una pose algo amenazante.

—Somos amigos y quiero hablar con él, nada más —dije sin dejarme intimidar.

—Ya… ¿Y se puede saber de qué cosas habláis? —estaba claro que Masky se fiaba cada vez menos de mí… Y de Hoodie.

«Solo espero que no empiece a acosarme después de esto y descubra quién soy. Debo tener más cuidado…»

—Oye, Masky… ¿No deberías volver con esos proxys? Te estarán echando de menos… —dije con tono sereno. Masky soltó una pequeña risita.

—Te aconsejo que te alejes de aquí —tras decir eso, se reunió rápidamente con los demás. Yo, agobiada, me llevé las manos a la cabeza, respiré profundamente unas cuantas veces y empecé a andar para salir del bosque.

Entonces, también saliendo de él aunque a metros de distancia de mí, vi a una de las dos únicas personas con las que no quería toparme por nada del mundo en ese momento. «Liu…».

Me escondí entre los árboles, no quería acercarme, y no quería que él se acercase. Simplemente, no podía hablar con él. 

Noté como el ruido de las hojas que pisé al moverme hizo que Liu se parara un instante y mirara a su alrededor, pero tras no ver nada siguió andando con normalidad. Cuando ya no lo alcanzaba a ver con mi vista, me volví a adentrar en el bosque, realmente necesitaba la compañía de alguien para no seguir atrapada en mis pensamientos contradictorios.

Anduve con precaución, tratando de hacer memoria para llegar a la cabaña de Hoodie, y, tal vez sea porque muchos de los proxys estaban reunidos con Masky, no me encontré a ninguno. 

Sin embargo, mi orientación por este bosque seguía sin ser la mejor. Logré ver varias cabañas, pero no distinguía la de Hoodie, y, aunque llegara a la suya, no estaba segura de que pudiera encontrarme con él. 

—Creo que ya te he visto antes —una voz infantil me hablaba detrás de mí. 

Me di la vuelta, y allí vi a Sally. Recordé la primera vez en la cabaña de Hoodie, cuando ella le trajo comida.

Me agaché para estar a su altura.

—Sí, soy amiga de Hoodie, estoy buscándolo —dije con voz dulce.

Ella sonrió y ladeó levemente su cabeza.

—Puedo guiarte a su cabaña, no está lejos de aquí y últimamente se encuentra allí por estas horas

«Masky me dijo que Hoodie estaba ocupado… Está claro que no me quiere cerca de él».

Asentí dulcemente a la oferta de la niña y así llegamos a la cabaña. Sally llamó a la puerta y se escuchó a Hoodie en el interior, que contestó a gritos sin abrir.

—¡Masky ya te he dicho que no puedo ir a la reunión ahora! ¡Entrenarlos es tu trabajo! —Sally soltó una risita.

—Hoodie, soy Sally, abre —dijo sonriente.

—¿Sally? —abrió la puerta y se quedó de piedra al verme. Sally me miró extrañada. 

—¿Habéis discutido? —Hoodie negó con la cabeza. 

—No… Es solo… no has venido nunca a esta hora, Janna —musitó el del pasamontañas. 

—Necesitaba hablar contigo… —miré al interior de la cabaña— ¿Puedo pasar?

Una voz de chico se escuchó al instante.

—Hoodie… No quiero molestar, ya has hecho mucho por mí pero… ¿sabes cuándo Tenny volverá a la celda? Estoy preocupado por ella, Jeff es peligroso —preguntó con timidez mientras salía por la puerta con unas muletas, caminando hacia Hoodie. Era un chico rubio, de ojos azules, pálido y muy, muy delgado, era Carl Plagaunado. Estaba bastante cambiado a la foto que me habían mostrado sus padres a lo que estaba viendo en ese momento, y se notaba que estaba lisiado.

En cuanto mencionó a Jeff, mi sangre se comenzó a enervar…

—No lo sé —respondió Hoodie sin mirarlo.

—De todas formas… Gracias por curarme… —contestó con voz temblorosa y agachó la cabeza, tratando de caminar con sus muletas. Realmente me daba pena ver al pobre chico así… Aunque me aliviaba saber que seguía con vida.

—¿Q-quién le hizo esto? —pregunté algo afligida.

—Los de la celda —replicó Hoodie—. Siempre le están pegando, ya sabes… Tienen muchas peleas con él. Yo solo trato de ayudarlo, ya sabes, es solo un crío… —Carl puso una cara extraña difícil de descifrar cuando Hoodie dijo eso, ¿odio, tristeza, miedo, risa incluso…?

«No sabrá ni cómo sentirse al ver que sus amigos lo tratan así de mal mientras que un proxy lo cura… Pero me alegra encontrarle explicación al pelo con sangre de Carl que encontré en el baño» pensé.

Hoodie giró su cabeza y miró a Carl.

—Supongo que tendrás que llevarme ya a la celda… no te preocupes, estaré bien.

Antes de que mi amigo contestara, Sally se ofreció a llevar al chico ella, para que así yo pudiera ya hablar con Hoodie en privado. El proxy se lo agradeció y ambos se fueron.

—Tengo la cabaña algo desordenada por lo del chico… ¿Prefieres que vayamos a dar una vuelta y ya me cuentas qué sucede? Conozco un sitio tranquilo, o al menos uno que no frecuentan los proxys —asentí y dejé que me guiara. Cuando ya nos alejamos de la zona donde había más cabañas, comenzamos a hablar. 

—¿Por qué has venido a esta hora? No me molesta pero… Ya sabes, tenemos una rutina por algo… has tenido suerte de toparte con Sally y no con Slenderman al buscarme.

—La noche ha sido extraña… He perdido hasta la noción del tiempo… 

—¿Algún suceso extraordinario que deba saber? 

—Re… ¿recuerdas cuando, al poco tiempo de conocernos, te hablé de aquel vagabundo que mató a mis padres? 

—Sí, ese desgraciado que entró a robar unos pocos dólares y acabó llevándose dos vidas cuando tus padres lo descubrieron… ¿Has averiguado por fin quién es? 

—No… no va sobre eso realmente… Simplemente, he empezado a recordar el momento y… —me empezaron a llegar algunos flashback sueltos, como el momento en el que Jeff me quemó con el primer cigarro… La primera vez que vi su rostro deformado… La mano blanca tocando la puerta… Lo que me dijo al verme burlándose de la última palabra que dijo mi padre… Ya estoy en casa, cariño… Y cómo no, vete a dormir. 

—¿Janna? ¡¿Janna?! —cuando me quise dar cuenta, estaba medio caída en el suelo, llorando y con Hoodie sujetándome.

—Estoy bien, estoy bien… No es nada —dije incorporándome.

—A mí no me engañas, algo ha tenido que pasarte, esto no ha podido afectarte de la nada y tan de repente después de tantos años sin que te pasara y sin explicación.

—No… no quiero hablar de eso ahora… Perdona… solo… solo necesito no estar sola en este momento —mi respiración era agitada mientras hablaba.

Hoodie me abrazó, y yo le correspondí el gesto.

—Vamos a ese lugar que te dije, te va a sentar bien —asentí y comenzamos a andar. Al cabo de un pequeño rato, empecé a notar como el aire se hacía más fresco y húmedo, como si hubiera agua cerca—. Sabes que siempre me ha gustado ir a lagos o ríos para pensar y tranquilizarme —cuando Hoodie terminó de hablar, miré hacia el frente, y a lo lejos pude ver el agua.

Al acercarnos, vi que se trataba de un gran lago con un tono grisáceo por el reflejo del cielo nublado.

—Mm… Creo que hoy hay alguien más por aquí —comentó mi amigo al escuchar algunos ruidos.

—Sí, ahí parece que hay algui… —me detuve en seco y los miré fijamente. Una chica rubia acompañaba a una figura repugnante de pelo negro y sudadera con manchas rojas.

Me apreté los puños, estaba a punto de salir corriendo hacia él, pero me contuve gracias a Hoodie, que me notó tensa y me tomó cuidadosamente del brazo. 

—¿Qué ocurre? —no le respondí— Vale… Ya entiendo, pensabas que estaríamos solos y ahora sientes que todo te ha salido mal —seguí sin responder, me hervía la sangre. Hoodie se puso en frente mía para taparme la vista al lago—. Oye, podemos ir a otra parte del lago, es muy grande. Y ese de ahí es Jeff, no me cae bien pero no nos molestará, siempre va a su aire. 

Al ver que seguía sin decir nada suspiró, y se volvió a colocar a mi lado. En ese momento, vi como Tenny me miraba, y después era Jeff quien giraba su cabeza. Rápidamente, Hoodie me tomó del brazo y me alejó de ese lugar. Tras unos metros casi arrastrándome, se detuvo.

—Janna, ¡¿me vas a contar de una vez qué ocurre?! 

—¡Ya te he dicho que quiero estar sola contigo, no quiero que nadie más me vea así! 

—¡No me refiero a eso! —Hoodie se echó las manos a la cabeza para calmarse— ¿Qué ha hecho que vuelva a afectarte tanto lo de tus padres? Has dicho que no querías hablar de eso pero lo necesitas, Janna.

Miré al suelo, no sabía qué debía decirle. 

—Ven —me tomó de la mano y me llevó hacia un árbol caído que había cerca nuestra. Ambos nos sentamos—, seré muchas cosas, pero no un traidor. Y menos contigo, me puedes contar lo que sea. No me voy a horrorizar, como comprenderás… Ya lo he visto todo.

Alcé mi vista y miré su capucha entristecida, aunque no podía contarle todo, quería y debía hacer lo que iba a hacer…

Me quité los guantes, mostrándole mis manos quemadas. Después, me retiré la máscara, dejándole ver aquella gran cicatriz de mi rostro. 

Me quedé mirándolo, sin recibir respuesta. Luego, él se quitó la capucha, y posteriormente, el pasamontañas. 

Curiosidad n°42: Cuando Jeff le dice a Janna "quiero probar el fuego con alguien que no sea yo" no se refería a que a él lo quemaran como en la historia del Creepypasta.

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