Capítulo 73

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Jadeé. Damian estaba a unos pasos por delante de mí. El estar comiendo mejor daba sus frutos, pero aún no me acostumbraba a hacer ejercicio tan temprano.

—Vamos, Carl, al principio siempre es cuesta arriba, pero verás que se te hace más fácil resistir —dijo Damian con una sonrisa, aunque me dolían un poco los pulmones tras haber estado como dos horas corriendo, aumenté mi ritmo alcanzándolo—. En cuanto te pongas en forma, te enseñaré defensa personal, ¿qué te parece?

Asentí tratando de controlar mi respiración, la sola idea de poder pelear y enfrentarme a Jeff haciendo llaves que ni él mismo sabía me entusiasmaba, deseaba tenerlo en el suelo, suplicando piedad, gritando de dolor mientras yo acababa con su vida golpe a golpe.

Tras una hora más corriendo llegamos a casa, Damian fue a darse una ducha antes de ir al trabajo.

Yo me senté en el sofá, apoyando mi cabeza en el respaldo, podía sentir mi rostro rojo, empapado de sudor junto con mi cuerpo y cabello. Pequeñas gotas caían por mi rostro desde mi pelo hasta la mandíbula, no recordaba la última vez que había sudado así.

Cerré mis ojos, tratando de relajarme.

—¡Carl! ¿Has estado haciendo ejercicio?

Su voz sonaba en mi cabeza en eco. Sonreí al imaginármela viendo cómo me ejercito y cómo voy teniendo mejor cuerpo, incluso más que el zarrapastroso que la manipula.

Me crucé de brazos y me fui hundiendo cada vez más en el sofá, inhalaba y exhalaba sin prisa alguna, mi cabeza fue bajando poco a poco hasta inclinarse.

—Carl, despierta, Carl, ¡Carl!

Abrí los ojos y me encontré con un Damian vestido con su ropa que acostumbraba a llevar al trabajo.

—No te quedes dormido de esa forma, despertarás con dolor de cuello —me regañó—. Por cierto, te he dejado comida en la nevera, por si te entra hambre mientras no estoy, ¿sí? Ah, y no te olvides de darte una ducha. Si es con agua fría, mejor. 

Asentí sonriendo levemente, Damian me dio un apretón de hombro despidiéndose. Seguí su camino hacia la puerta hasta que lo perdí de vista.

Me levanté y estiré todo lo que pude, haciendo crujir mis huesos. Caminé hasta el baño y fui bajándome los pantalones y quitándome la camiseta hasta quedar en boxers.

Miré mi figura en el espejo, observando cada detalle. Tenía cicatrices que me había hecho yo mismo, como en los brazos y en mi clavícula y otras hechas por Jeff y Hoodie a lo largo de mi cuerpo.

Ya no estaba tan delgado como antes, había logrado tener un poquito de masa muscular. Mis hombros se veían redondos, mis brazos y piernas se veían marcados y firmes, sin embargo, las cicatrices eran lo más notable.

Bajé mis boxers y me metí a la ducha, el agua caliente bajó por mi cabello y cuerpo. Apoyé ambas manos en la pared tratando de relajarme, solté un suspiro y bajé mi cabeza, cerrando los ojos.

Los abrí y la habitación había cambiado, en vez de ser el azul oscuro del baño de Damian era blanco, las cortinas negras ya no estaban, ahora eran transparentes.

Bajé la vista y sangre corría junto con el agua. Miré mis brazos y las heridas de mis venas estaban abiertas, caminé hacia atrás lentamente y me giré al notar un cuerpo robusto y más alto que yo.

—Carl, ¿me echas de menos?

—¡¡NO!! ¡¡VETE!! ¡¡VETE!!

Tiré de la cortina tratando de salir, pero Hoodie tiró de mi brazo poniéndome contra la dura y fría pared, dejando mi cara en ella.

—Oh, vamos, mira que te gusta ser dramático… —murmuró en mi oído, empecé a hiperventilar, mi respiración se agitaba sin control.

—¡DÉJAME! ¡FÓLLATE A BRIAN! ¡YA TUVE SUFICIENTE CONTIGO!

—¿Seguro?

Abrí mis ojos, las cortinas negras seguían ahí, los azulejos y paredes azules oscuros seguían ahí, todo seguía aquí. Mis brazos estaban sanos, miré hacia atrás y seguía solo.

Bajé con lentitud hasta el fondo de la ducha, acurrucándome ahí, tratando de asimilar lo que había sucedido.

Hoodie estaba muerto, Hoodie no sabe dónde estoy, Hoodie ya no está.

Tengo que acabar con estas alucinaciones, no me dan ningún beneficio, menos reviviendo esto.

¿Realmente necesito un psicólogo? 

Si voy, será lo mismo, revivir todo lo que pasó, desde mis padres, el colegio, el secuestro y mis alucinaciones, ¿de verdad vale la pena ir a un lugar en el que volveré a sufrir?

Después de unos diez minutos, terminé de ducharme. Salí del baño con una toalla en mi cintura y subí a mi cuarto. Al abrir la puerta, encontré de nuevo a esa extraña figura en la esquina.

—Hola —lo saludé.

La sombra me miraba fijamente, fui a la cómoda y me vestí tratando de que no me viese más de la cuenta.

Aunque no fuese peligroso, o al menos, no me hubiera hecho daño por ahora, no significaba que iba a verme desnudo.

—¿Estás aquí por alguna razón? —pregunté, sin esperar respuesta alguna.

Silencio. Me lo imaginaba.

Bajé las escaleras y me puse con el portátil de Damian mientras desayunaba.

Seguía buscando en Wattpad algo interesante, pero nada. Las investigaciones solo se trataban de invocaciones, experiencias, teorías estúpidas, niñas diciendo que Jeff las había violado, o Ben… 

Si supieran que Ben tiene la piel azulada, ¿lo querrían violar igual?

De toda la mierda que he visto, tanto en imágenes como historias, no me sorprende que no me hayan creído. Por culpa de estos críos no se les toma en serio.

Ni siquiera los creadores de contenido, en YouTube pude encontrar una barbaridad de youtubers haciendo unas invocaciones y burlándose de quien llamaban, hasta del propio Zalgo.

Vi la hora y era casi mediodía, por lo que dejé el portátil gris de Damian y fui a la cocina.

Abrí la nevera y había un par de filetes de carne y puré de papas, metí la carne en el microondas y saqué la leche.

Tras un minuto esperando, saqué los filetes y empecé a almorzar mientras buscaba en YouTube algún vídeo para ver.

"Creepypastas captados en cámara", se titulaba uno. Clickeé en él y lo reproduje mientras comía.

El vídeo empezaba con la banda sonora de Pesadilla en Elm Street, con la voz de Loquendo narrando cada escena en la que supuestamente aparecía cada cabrón.

Sinceramente, el vídeo me causó gracia, reía mientras lo veía, porque cada disfraz mal hecho o la nefasta calidad de los vídeos era peor que el anterior, y para colmo, ni siquiera se parecían a alguno de ellos.

En recomendados me apareció la cinta de Marble Hornets, los vídeos que me había mencionado el jefe de la PCE, Rodríguez.

Clickeé, mi curiosidad me ganó, debía ver esas cintas ya que supuestamente justificaban que Masky y Hoodie no existían.

Pasaron las horas, había oscurecido, terminé de ver las cintas y llevé las manos a mi rostro. Son cintas bien hechas, causan suspenso, intriga y tal vez abruma al espectador.

Ahora puedo entender el porqué dudaban de mí, pero, si aquí se crearon a Masky y Hoodie, ¿qué mierda fue lo que vi y viví? ¿No pudieron haberse basado los creadores en ellos pero no quieran decirlo por estar amenazados? ¿O simplemente porque no quieran que sepamos que existen? ¿Por qué? No lo entiendo, ¡no lo entiendo!

Suspiré pesado y revolví mi rubio cabello, pasé mis manos por él al notar la suavidad en él y me encogí de hombros.

Recogí la mesa, al estar absorto en las cintas había olvidado por completo lavar mi plato, vaso y los cubiertos.

Fregué la losa tranquilamente, sin escuchar ruido alguno.

Sin embargo, no podía echar la vista atrás cada tanto, aunque no quisiera hacerlo, me mantenía en alerta. Cuando miraba el lavamanos, sentía unos ojos penetrar mi nuca, pero cuando me daba la vuelta, como siempre, no había nada.

Miré por la ventana y había oscurecido. Miré la hora en el portátil y eran las 21:00, debía acostarme temprano si quería estar vivo para correr mañana.

Tomé un vaso de leche y subí las escaleras, cambié mi ropa por la de un pijama largo y me acosté a dormir.

Era extraño que Damian no hubiese vuelto aún, tal vez el trabajo lo tuvo entretenido, supongo que ser comisario ocupa bastante tiempo.

Cerré los ojos tras acurrucarme en la cómoda cama y, tras unos minutos, logré dormir.

(Crac) (crac) (crac) (PLAM)

Me removí en la cama y abrí los ojos, miré a la esquina de mi cuarto y la sombra con sombrero seguía ahí, con sus ojos blancos fijos en mí.

Restregué mis ojos con mis dedos índices y me senté en la cama.

Inmediatamente los pelos se me pusieron de punta al sentir frío de la nada, miré a mi derecha y la ventana estaba abierta.

—Cálmate, mierda —me dije a mí mismo— asómate y ve qué ha pasado.

Obedecí mi propia orden y miré la ventana: el seguro estaba roto, por lo que se había abierto desde afuera.

—¡DAMI…!

Me quedé estático, no podía mover un solo músculo de mi cuerpo. Dejé de sentir el suelo, bajé la mirada lo más que pude y vi que estaba… levitando…

Retrocedí con mucha lentitud hasta caer sin cuidado en la cama, miré al techo tratando de procesar que acababa de levitar.

Me iba a volver a sentar, pero sentí que volvieron a tirar de mí hacia atrás.

Giré lentamente mi rostro de forma involuntaria hacia la derecha, justo al lado del cabecero de la cama.

Un oso amarillo, con ojos de pupila diminuta negra, de muñones en pies y manos y estómago blanco, con una gema roja rubí que estaba conectada con una especie de cable a su cabeza, me estaba mirando con una sonrisa de dientes afilados metálicos.

Nos quedamos mirando a los ojos, su gema que brillaba tenuemente dejó de hacerlo, ahí pude moverme finalmente.

—¡¡¡DAMIAAAAAAAAAAAAAAAAAN!!! 

El oso se abalanzó contra mí, agarré sus brazos para que sus garras metálicas que acababan de salir no me tocaran. Me apuntó con su gema y nuevamente brilló, perdí la fuerza de mis brazos y abrió su boca lentamente apuntando a mi rostro, dejando ver sus dientes.

—¿¡QUÉ MIERDA ES ESO!? 

Reconocí la voz de Damian, el oso dejó de mirarme para verlo, por lo que volví a tener el control de mí mismo y, antes de que levitase hacia él, lo agarré de ambos brazos de felpa, tratando de estirarlo lo más posible.

De repente, sentí algo líquido salpicarme. La criatura empezó a gritar como si le hubiesen echado ácido encima. Sus gritos eran tan altos y agudos que podía jurar que en cualquier momento me dejarían sordo.

Escuché un disparo y vi su gema romperse en miles de pedazos, el oso dejó de levitar y cayó precipitadamente al suelo.

Miré al frente y vi a Janna con una pistola en mano, en su semblante el odio era palpable.

Sin mirarme, se acercó al moribundo oso amarillo y le pisoteó el estómago, haciéndole soltar un quejido a este.

—¿Qué mierda haces aquí, Tails Doll? —preguntó firmemente y con enfado.

Tails Doll hizo un sonido de hiena riéndose, pero apagada, trataba de sonreír, viéndose sin fuerzas.

—Bien, si no vas a responder, aquí terminamos.

Janna sacó su teléfono y comenzó a recitar en voz alta:

Cristo conmigo.

Cristo delante mí.

Cristo detrás de mí.

Cristo dentro de mí.

Cristo debajo mí.

Cristo sobre mí.

Cristo a mi derecha.

Cristo a mi izquierda.

Cristo cuando me acuesto.

Cristo cuando me siento.

Cristo cuando me levanto.

Cristo en la anchura.

Cristo en la longitud.

Cristo en la altura.

Cristo en el corazón de toda persona que piensa en mí.

Cristo en la boca de toda persona que hable de mí.

Cristo en los ojos de todos los que me ven.

Cristo en los oídos de todos los que me escuchan.

Amén

A medida que Janna lo iba recitando, Tails Doll chillaba y bufaba con las fuerzas que le quedaban. Janna le echaba gotas de agua bendita.

Cuando terminó, el oso de felpa se quedó inmóvil, ya sin vida.

—¿Cómo…? —fue lo único que pude decir tras unos segundos.

—Saben dónde estás —me cortó Janna seria— nos han seguido de alguna forma, esto ya no es seguro para ti.

—¿Y si me encontró de casualidad? —respondí, estaba confuso, estaba tranquilamente durmiendo cuando de la nada un oso asesino me había atacado.

—Janna, no tenemos otro lugar donde esconderlo —Damian habló desde el marco de la puerta, mirando aún al peluche.

—Damian, no puede quedarse aquí.

—¿Y si lo reforzamos? ¿Y si reforzamos la casa? —realmente no quería irme de aquí, por fin estaba libre y a gusto, no me iban a quitar esos capullos este privilegio que había conseguido.

—Carl, no. Tails Doll por poco te mata, Ben te visitó en el hospital, no…

—Janna, me van a estar persiguiendo vaya a donde vaya… —la interrumpí, ella enmudeció y me miró comprensivamente, volviendo a ser la misma Janna que conocía— Lo único que puedo hacer es aprender a defenderme —miré a Damian, ellos dos se miraron entre sí.

—Lo único que se me ocurre es que vengas al trabajo con nosotros, así no te perdemos de vista y estarás protegido por si te pasa algo —dijo Damian cruzándose de brazos algo más tranquilo.

Janna se mostraba preocupada, puso ambos brazos en sus caderas y suspiró lentamente.

—Carl, la situación se está volviendo peligrosa… Damian tiene razón, te podríamos vigilar más si estás con nosotros, pero cuando estés aquí, por la noche…

—Reforzaremos la ventana, puertas, entradas y salidas, todo.

Janna no muy de acuerdo con mi propuesta aceptó. Miré a Damian con una sonrisa y me la devolvió algo cansado.

Os voy a matar a todos, malditos hijos de puta.

Curiosidad n°73: Tails Doll es el primer Creepypasta en morir, ¿será el único?

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