Prefacio.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

El castaño sólo miraba hacia la ventana, tarareando el ritmo de la música que transmitía a través de sus audífonos. El cielo comenzaba a tomar ese típico color naranja de atardecer, dándole la bienvenida al nuevo manto azulado acompañado de un sin fin de puntos centelleantes.

Su destino próximo estaba apunto de llegar, pues en el siguiente paradero tendría que bajar.

— ¡Tú eres el que ha cambiado!.— vociferó, puesto a que no le importaba si le estuviesen escuchando y menos que hubiera alguien a su lado.— No te atrevas, TaeHyung.— espetó entre dientes en forma de advertencia.

El castañito se dispuso a levantarse para bajar de aquél autobús, no obstante se percató de la cara molesta del chico que sentaba a su derecha; sabía que el rubio estaba gritando, pero gracias a que su música invadían sus tímpanos, no le dio ni la más mínima intención de escuchar lo que decía. Sin embargo, él no tuvo más opción que hablar para que le diera un espacio por donde pasar, ya que era tan estrecho que no podía hacerlo con facilidad.

— Oye...— tocó su hombro.

— ¡Pero no significa nada!.— volvió a gritar.

— Oye...— repitió la acción pero este nuevamente no le hizo caso. El paradero en el cual tenía que bajarse, pasó, causándole un gran suspiro de frustración porque ahora tendría que caminar y el gruñón de su mejor amigo lo mataría. Al ver que después de unos minutos el rubio colgó aun enfurecido, despojó unos de sus auriculares e intentó nuevamente llamar su atención— Podrías...

— ¡No, no puedo! ¡Mejor déjame en paz! ¿Quieres?.— desató toda su ira hacia el castañito.— No eres el único en este planeta que tiene sus problemas, ¿sí? Yo también los tengo y sigo aquí.— siguió quejándose sin dejar que el contrario hablara.— Tuve un pésimo día, ¿y todo por qué?, a pues porque el estúpido de mi novio está celoso de mi mejor amigo.— expresó mientras movía sus manos.— ¿Te parece que eso sea algo lógico?.— se dirigió al castañito.

— Yo sólo quiero bajarme del autobús. ¿Podrías darme permiso para pasar?.— musitó exhausto.

— Oh, perdón.— el rubio dio el espacio pedido y sin duda alguna el contrario pasó, para después presionar el gran botón rojo que anunciaba en dónde tenía que detenerse dicho vehículo.

Al ver cómo el chico abandonaba el bus, sintió su cara arder y su garganta secar, lo que significaba que aquél rubio sintió la peor vergüenza del mundo. Por otro lado, qué más da, ya no lo volvería a encontrar, ¿cierto?.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro