37."Lenta Tortura"

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Nerea
~•~•~[•••]~•~•~

—No te atrevas a mirarlo —susurró Derek cerca de mi oído—, solo sigue caminando.

¿Cómo llegué a esta situación tan lamentable? ¿Acaso Derek siempre fue tan detestable?

No entendía la presencia de Alex en el hotel, él no debería estar aquí. Mi cuerpo había perdido diez años de vida cuando vi esos hermosos ojos observándome de manera confusa.

Derek sostuvo mi cintura oprimiéndome las costillas. Cerré mis párpados porque era una situación humillante. Comenzamos a caminar hasta la mesa. Sentí la atención de Alex en todo momento, mi Alex estaría pensando lo peor de mí.

—Padre, te presento a Nerea O’Connor, mi mujer.

Eres tan deplorable, Derek.

—¡Oh, tú debes ser Nerea! —El señor Víctor sostuvo mi mano—. Mi hijo habla mucho sobre ti.

Le correspondí el saludo, sin energías para objetar. Derek notó mi mirada moribunda y depositó un beso en mi frente, riendo en todo momento. El jodido quería aparentar la relación perfecta. Odiaba todo de él, desde la ropa y las joyas que me había obligado a llevar, hasta el corte de cabello que me realicé para desafiarlo.

—Tu cabello siempre fue un imán para mí. Desearía tenerlo entre mis dedos todo el tiempo.

Hizo un amago por acercarse, pero se lo impedí.

—Eres un desequilibrado, Derek.

Rió, ladinamente.

—Nunca la digas a un desequilibrado que está desequilibrado, Nerea.

Sé que no había actuado de la mejor manera con él, pero nada justificaba a lo que me estaba sometiendo.

—Tranquilo, padre. Nerea es tímida, pero cuando la conozcas la querrás tanto como yo.

Su nivel de cinismo era inaguantable. No apartaba su mano de mi cintura, él sabía que Alex estaría mirando, disfrutaba el daño que nos estaba causando.

—Estoy seguro de eso, hijo. —El señor Víctor divisó lo inevitable—. ¡Oh, Alexandre, acércate! No alegra que hayas decidido venir. Atenea y Axel, cuanto tiempo sin verlos.

Los tres se acercaron mientras escabullí mi mirada hacia el costado. Mis sentidos pedía a grito salir de aquí, mi ansiedad no tardaría en cobrar fuerza. Derek tuvo un momento de piedad y me alejó de los chicos, hasta tomar asiento junto a mí. Cuanto habría deseado tener la fuerza necesaria para otorgarle un puñetazo en medio de su cara.

—Señor Víctor, por nada del mundo nos perderíamos esta cena. —La voz de Alex era atrayente para mí.

Te amo, mi pervertido.

Todos se posicionaron en los asientos disponibles. Mi madre con una sonrisa de oreja a oreja, feliz en su burbuja ajena a todo lo que me pasaba. Brandon, mi fastidioso mellizo, había demostrado estar más cuerdo que yo, pero pese a sus insistencias decidí callar y fingir. Alex, mi Hilton tatuado, lleno de preguntas y yo tan escasa de respuestas.

—Esta noche será inolvidable —pronunció el señor Víctor.
Decidí alzar mi vista, para hallarme con esos jodidos ojos negros en el asiento de enfrente. Sostuvimos nuestros rostros, como si no existiera nadie más en este lugar.

Esta sería la peor noche de mi vida.

Inicio del flashback.

Llegué a mi casa como pude, mis pies dolían por la larga caminata, pero no volvería en el auto de Derek. Lo que me había hecho era indignante, me sedó, y luego condujo hasta esa playa. No creía en sus absurdos planeamientos, todo era una mentira para hacerme daño.

—¡Mamá! —grité arrojando la puerta principal—. ¡Mamá! ¡Mamá!

—¿Qué pasa, hija? —Salió de la cocina, asustada—. ¿Por qué gritas así?

Tomé un largo suspiro, dispuesta a hablar.

—Te haré una pregunta y quiero que me contestes con la verdad. ¿Estás en la bancarrota?

Su rostro palideció como nunca antes la vi. El temple de Lara O’Connor era envidiable, siempre anhelé poseer su fortaleza. Cuando vi sus colores marcharse, supe que algo andaba mal.

—¿Q-Quién te dijo eso?

—¡Contéstame!

Se despojó de su delantal, haciendo un ademán hacia el sofá.

—Primero necesito que te calmes. Siéntate y hablemos tranquilamente.

—No puedo sentarme, mamá. ¿No ves en el estado que estoy? Contéstame la pregunta.

No, madre. Derek no puede tener la razón.

—Estoy en graves problemas, Nerea. Puedo perderlo todo.

Mis lágrimas salieron sin previo aviso. El dolor que sentía era inmenso. Tragué en seco, sintiendo miedo.

—¿Cómo llegaste a esta situación? Eres muy cautelosa con las finanzas de la familia. ¿Qué ocurrió?

—Realicé una mala inversión, las cosas no salieron como planeé. Tengo una deuda inmensa con el banco. Me vi en lo obligación de cerrar algunos establecimientos y despedir al personal.

Ella había comenzado a llorar también, no soportaba verla así.

—¿Por qué no lo dijiste? ¿Tienes idea de lo que significa eso? ¡Somos tus hijos!

—Hija, entiéndeme, ningún padre quiere que sus hijos sufran. Todo lo que he logrado construir lo puedo perder, años de esfuerzo y dedicación, el trabajo de toda una vida. No podía permitir que tu hermano y tú sufrieran por eso. 

Mi madre fue mi padre, mi enfermera, mi maestra, mi consejera, sin ella no estaría viva. ¿Cómo soportas la idea de que la persona que te otorgó sus mejores años de vida pierda todo lo que construyó?

—Esto no puede estar pasando —susurré desplomándome en el sofá.

—Nerea, escúchame —sostuvo mi mano—, todo estará bien. Solo es una crisis, saldremos de esta. Ya tengo una solución a todo.

Por un instante mi mente conservó un atisbo de esperanza, alguna salida posible, algo que mitigara las palabras de Derek.

—¿Una salida? ¿C-Cuál?

—Víctor Harrington, el padre de Derek. Quería que fuera una sorpresa, el inversionista de Lisboa es el padre de Derek. Él nos ayudará, saldremos a flote gracias a tu suegro, hija.

Mi madre aún no sabía que había cortado con Derek, ni del repentino hecho del traspaso de las acciones a su nombre. Me aterraba la idea de contarlo todo, cuando yo era un auténtico desastre por dentro.

Derek me tenía en sus manos. Si no aceptaba su propuesta, mi madre perdería todo. Quizás, fui una cobarde en callarme y dejarme manipular, pero no permitiría que mi madre sufriera. Siempre soñé con el momento de retribuirle todo.

Y ese momento había llegado.

Fin del flashback.  

—Al menos prueba la comida —musitó contra mi hombro—. Estás levantando sospechas con tu actitud.

—Déjame en paz. Si supieras cuanto te detesto, Derek.

Nuestros susurros en los ojos ajenos pareciesen piropos de enamorados. Todos estaban concentrados en algo, sin notar el veneno en nuestras frases.

—Eres ciento por ciento corresponda, mi amor. —Se acercó más de lo debido—. Alex no te ha quitado la vista ni un solo minuto. ¿Por qué no me besas a ver si así gira su atención?

—Ni pienses que te daré un beso delante de él, eres un sádico.

Mostró sus dientes de lobo al acecho.

—Ya me los darás entonces en nuestra habitación.

Arrugué el mantel de la mesa, con suma repulsión.

—Si continuas apretando así tu puño la gente pensará que te sientes incómoda cerca de tu novio —expresó Alex captando la atención de todos.

Un silencio sepulcral se hizo presente.

—Veo que detallas mucho a mi novia —contraatacó Derek.

—Habría que ser ciego para no hacerlo.

¡Por dios, qué alguien me aparte de este bombardeo!

—Lo sé, ella no pasa desapercibida. Tengo la fortuna de que sea completamente mía.

—Derek, para con esto, por favor —siseé inaudiblemente.

—Brindemos por eso —Alex levantó su copa—, pero antes escuchamos que piensa Nerea. ¿También te sientes afortunada de ser completamente de Derek?

Alex, no nos tortures de esta manera.

Mis palabras no se articularon, mis ojos se cristalizaron preparándose para recibir las lágrimas. Si no abandonaba esa mesa me desmayaría.

—L-Lo siento, debo retirarme.

—¿Te encuentras bien, hija?

Asentí con mi cabeza. 

—Nerea ha estado con jaqueca todo el día, si nos disculpan la acompañaré a la habitación. —El descaro de Derek era inmedible.

Rota, así me sentía. Alex me guiñó el ojo, antes de retirarme de la mesa. ¿Qué significaba eso? Maldición, estaba muy nerviosa. Apresuré mis pasos, seguida por la escoria de apellido Harrington. Al llegar a la puerta de la habitación lo detuve en seco.

—Ni pienses que vas a entrar.

—Nerea, no agotes mi paciencia.

—¡Déjame en paz! ¡Quiero estar sola, me haces mal!

Suspiró hondamente.

—¿Sabes algo? Por hoy lo dejaré pasar, pero acostúmbrate a la idea de tenerme cerca todas las noches.

Cerré la puerta en su rostro.

—Maldito.

•••

Necesitaba dormir, necesitaba alejarme, necesitaba vivir en otro planeta. Las habitaciones de los hoteles son insoportables, no existía nada como la calidez de tu cama blandita y tu colcha desgastada. Fue raro, Derek no insistió o aplicó fuerza en sus palabras, cedió así sin más.

La paranoia nublaba mi mente.

Un toque desesperado sobre la puerta hizo asustarme. Observé a través de la mirilla y vi el rostro de Alex. ¡Por dios, lo que faltaba para acabar con mi estabilidad emocional!

Un toque, dos toques, tres toques…

—Si no abres sabes que derribaré la puerta. —Permanecí en silencio—. Si no abres gritaré tanto que el hotel se concentrará aquí en minutos. ¡Abre la puerta, Nerea!

Abrí porque hablaba en serio. No vi la rapidez de su cuerpo abalanzándose sobre mí, como una ráfaga de viento, perdí el equilibrio y logró paralizarme con mi espalda contra la pared. Sus escleróticas estaban inyectadas con furia roja.

—Comienza a hablar.

—C-Cierra la puerta.

—¿Por qué? ¿Te preocupa que Derek nos vea?

Realmente, sí. Si ese maniaco pasaba por el pasillo y nos veía en esta situación se formaría un escándalo.

—Por favor, c-cierra la puert—

—¿Qué pasó, Nerea? ¿Acaso piensas que me tragaré la idea de que tu amor por él resurgió de la nada?

Debía alejarlo de mí. Era lo mejor.

¿Lo mejor? ¿Lo mejor para quién?

—Tal vez mi amor por él nunca se esfumó.

Eres una inconsciente, lo lastimarás.

Rió dolorosamente. No me moví de mi posición, si lo hacía mi cuerpo tocaría al suyo, y no podría soportarlo. Alex desordenó su cabello y de un estruendoso golpe cerró la puerta.

—Estás intentado lastimarme, pero no caeré en tu juego. —Tomó mi cabeza tocando suavemente mi cabello—. Comienza por explicarme por qué infiernos te me pierdes de vista y cuando te vuelvo a ver estás de la mano con Derek.

—Q-Quería… volver con él.
—¡Mentirosa! —Golpeó la pared con su puño—. ¿Sabes lo que sentí cuando te vi junto a él? Como te presentó como su mujer mientras se aferraba a tu cintura, ¿lo sabes?

—Aléjate de mí, Alexandre —soné hiriente.

Es tan doloroso.

—¿Te crees que soy idiota? —Respiró frustrado—. Dime que te hizo Derek para que estés así.

—Derek no me hizo nada —tomé valor y me aparté lejos de él—, me di cuenta que es a él a quien necesito a mi lado.

Tonta, Nerea. Alex jamás se creerá algo así.

Se despojó de su chaqueta como si la tela le asfixiara, se sentó sobre un sofá aterciopelado de la habitación. Parecía más calmado, sin un ápice de descontrol, eso me inquietó.

—Olvidaré que dijiste eso, ¿sabes por qué? Porque siempre fuiste muy mala mentirosa. No sabes si quiera plantear las palabras correctas para intentar engañarme. No preguntaré por qué cortaste tu cabello, ni por qué te vestiste de esa manera para la cena, porque eso solo me confirma que estás actuando como una mala actriz. 

Alex era muy listo, de esas personas que te analizaban con la mirada. Junto a él sentía que ni la más pequeña de las mentiras surtiría efectos.

—Quizás este es mi verdadero yo, y contigo solo realicé una buena actuación.

Se levantó nuevamente, caminando hacia mí.

—¿Ah, sí? Entonces fingiste todo este tiempo, los momentos en que te besaba —me acorraló acariciando la piel desnuda de mi hombro—, las caricias, como vibrabas bajo mis manos, cada vez que reclamaba cada parte de tu cuerpo como mío, cuando te hacía el amor lentamente hasta arrancarte cada gemido involuntario. ¿Estás intentando que crea que todo eso fue fingido?

Mi cabeza era un huracán categoría 5, sin posibilidades de emitir una sola palabra.

—Hagamos un trato —prosiguió—, esta noche haremos el amor, solo así verás lo mala actriz que eres, florecita.

Florecita…

Solo con su voz era suficiente. Todo mi ser le pertenecía a Alexandre Hilton, mi pervertido tatuado. Sabía que me estaba haciendo daño al permitirle a Derek sus manipulaciones, pero eso era lo menos importante ahora. Estábamos solos, en un cuarto de hotel, viviría esta noche como una pausa en el tiempo.

No lo pensé y me abalancé hacia sus brazos. Él me acogió como si esperara mi reacción. Se aferró a mis labios otorgándome el beso más excitante que me hayan dado. Mordía, lamía y saboreaba cada parte de mi boca, le correspondí con la misma intensidad. No pararía hasta disfrutar cada rincón de su cuerpo.

Caminamos inconscientemente hasta que mi cadera chocó con la repisa donde se colocaban los utensilios de los huéspedes, un espejo gigantesco yacía en la pared, me volteó hasta quedar frente a nuestros reflejos.

La imagen era demasiado provocativa, Alex detrás de mí con sus ojos oscuros por la lujuria, mientras me tomaba de la cintura haciendo que empinara mi trasero hacia él.

—Te has portado muy mal, Nerea O’Connor. ¿Qué debería hacer contigo?

Dios, ¿qué tenía este hombre para someterme a su antojo?

—Haz lo que quieras conmigo, Alexandre Hilton.

Perdiste la capacidad para razonar, veinteañera hormonal.

Mi respuesta surtió efecto sobre él, sonrió maliciosamente a medida que se le tensaban todos sus músculos. Tomó mi corto cabello y lo tiró hacia atrás, dejando mi cabeza reposar sobre sus hombros. Introdujo tortuosamente su mano libre dentro del short de mi pijama, haciendo a un lado mis bragas hasta llegar a su objetivo, mi intimidad.

—Mírate —ordenó—, ¿seguro puedes fingir eso?

Se abrió paso a través de mis pliegues e implantó un dedo en mi interior, gemí mordiendo mi labio, luego introdujo un segundo, moviéndose al compás. La imagen en el espejo alteraba los sentidos. Mordió con fiereza sobre mi clavícula, imitando a un vampiro. Seguidamente, empeló un tercer dedo para estimular mi clítoris, todo era malditamente sensacional.

—Alex… —Aumentó la velocidad al escuchar mi voz suplicante. Pronto me correría entre sus dedos, y él lo noto, inmediatamente detuvo sus movimientos para molestarme—. N-No… ¿qué haces? ¿Por qué paras?

Alejó sus manos fuera de mi ropa girándome frente a él.

—¿Crees que será tan fácil? Eso que sientes es frustración, deseo, incomodidad, justo como me hiciste sentir esta noche.

Me torturaba, ese era su propósito. 

—¿Qué harás? ¿Me torturarás de esta manera? —murmuré coquetamente—. Si es así, torturémonos los dos.

Lo conduje al centro de la habitación tomando posesión de su cuerpo. Me coloqué frente a él y le quité la camiseta, arañándolo en el proceso. Alex perseguía todos mis movimientos atrevidos. Mis manos llegaron hasta el botón de su pantalón, bajando esa prenda de vestir.

Su respiración comenzó a cortarse y pequeños sonidos guturales brotaron de él. Besé todo su torso, descendiendo hasta hincarme sobre mis rodillas. Bajé el elástico de su bóxer permitiendo relucir su erecto miembro ante mí.

—¿Esta es tu manera de tortúrame, pequeña?

Abrí mis labios y deslicé mi lengua sobre él, delicada y sensualmente, como respuesta a su pregunta. Jugué con su tortura hasta que lo introduje en mi boca, como una paleta. Gruñó haciéndome saber que lo disfrutaba. Moví mis labios sobre él, mirándolo en todo momento, eso pareció excitarle provocando que tomara mi cabello para guiar mi cabeza con la presión y ritmo necesario.

—Maldición… —musitó.

Aceleré mis movimientos. Alex era un dios griego en toda la extensión de la palabra. Saboreé su sabor como nunca antes lo había hecho, sabiendo que llegaría en cualquier momento. Me detuve a tiempo, provocando desconcierto en su rostro. Lo torturé de la misma manera que él a mí minutos atrás.

—No te deteng... —Erguí mi cuerpo haciendo caso omiso su petición—. Maldición, sabía qué harías eso.

—Ambos fuimos torturados esta noche.

Me pegó a su cuerpo, inmovilizándome. Mis pezones dolieron bajo la fina tela de mi camiseta blanca, ambos estábamos muy deseosos de calmar nuestro fuego interno, ese deseo carnal que nos asesinaba lentamente.

—Cambio de planes, florecita. No haremos el amor, esta noche te follaré duro hasta que mi olor quede grabado en ti.

Mi entrepierna palpitó de solo proyectarlo en mi cerebro. Yo deseaba esto, lo quería a él en cuerpo y alma. Lo arrojé sobre la cama con una fuerza que desconocía en mí. Me coloqué a horcajadas sobre su cadera, sintiendo una ferviente presión contra mi sexo.

—Si es así, entonces fóllame duro.

—No seré gentil.

—No quiero que lo seas. —Lo provoqué, disfrutando este juego.

Retiré mi camiseta, otorgando una vista de mis pechos desnudos. Sus ojos viajaron hasta ellos, palpándolos con sus manos. Pellizcó la punta de mis pezones provocando un dolor placentero. Su pulgar viajó hasta mis labios tirando de ellos, yo estaba en un trance, solo me interesaba él.

—Maldición… eres increíblemente sensual —recitó para luego voltearme abajo de él.

Ahora su cuerpo estaba cubriendo al mío. Él ya estaba completamente desnudo, y yo aún conservaba mi micro short. Fue descendiendo hasta arrancármelo junto a las bragas, ahora sí estaba completamente expuesta. Besó la cara interna de mis piernas hasta deleitarse en mi apertura, con su boca besó y disfrutó mi zona más vulnerable. Alex hacía maravillas con su lengua, su contacto era electrizante. Lo tomé de su cabello haciendo que me observara directamente.

—Alex… me encanta, no pares, por favor. —Me retorcí arqueando mi espalda.

Sonrió nuevamente sabiendo lo que iba hacer, justo en el momento exacto retiró sus caricias de mí, este era el momento más jodidamente tortuoso que haya experimentado.

—Se acabó la tortura, nena. En cuatro.

Joder. ¿Qué espíritu nos poseyó esta noche? Reí colocándome sobre mis rodillas y antebrazos, arqueé mi espalda para otorgar una imagen más sensual. Alex azotó mi trasero y apretó mi piel con sus dedos, eso dejaría marcas. Jugó con su miembro ante mi apertura, sin introducirlo.

—Fóllame ya, pervertido tatuado.

—Desearía torturarte por más tiempo, pero eso implicaría matarme a mí también. —Dicho esto realizó su primera estocada haciendo que gimoteara por la sensación.

Alex se tomó su tiempo para realizar una segunda embestida, esta vez más fuerte que la anterior. Estrujé las sabanas con mi puño, él no paraba de maldecir diciendo lo mucho que le gustaba estar dentro de mí. Una serie de aleteos erráticos invadieron mi estómago.

Su movimiento justo y la presión necesaria me enloquecieron. Continuó las acometidas casi punzantes. La habitación se oxigenó del ruido de nuestros cuerpos al chocar, los gemidos involuntarios eran inaguantables. Reprimir lo que sentíamos era hiriente. Los dos no aguantaríamos mucho, el deseo era irreprimible.

Frenó sus oscilaciones y me giró frente a él.

—Necesito mirar esos ojos —musito contra mi boca—, o me volveré loco.

—Córrete conmigo, Alex.

Volvió a colocar su miembro dentro de mí, ambos suspiramos frunciendo nuestros entrecejos.

—Te deseo tanto, pequeña.

Y ahí fue, los movimientos se aceleraron, las caricias se tornaron más feroces, el sudor nos maquilló, el aroma a euforia fue en aumento hasta sentir las contracciones de mis paredes, Alex me besó con potencia hasta morder mi labio, sentí un sabor metálico en mi boca, no me importo la fisura, solo disfruté e instante cuando explotó dentro de mí.

En ese segundo caí en cuenta, no utilizamos protección. Me abofeteé mentalmente. La respiración se nos cortó y solo tuvimos fuerza para suspirar sobre el colchón.

Mañana volvería a la realidad, soportaría al estúpido Derek, aunque mi conciencia dictara a gritos que cada centímetro de mi cuerpo le pertenecía a Alexandre Hilton.

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N/A:

Tengo mucho que decir:

...........

Listo, eso era todo.

Aprovecho para mencionar a Fridadeschnapp , este capítulo va dedicado a ti. Muchas gracias por responder la pregunta que dejé en mi muro. ❤️❤️❤️

Hasta la próxima actualización.

Dani.

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