006

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Lena

En la puerta me encuentro a Romina y  una corriente de alivio me recorre desde la cabeza hasta los pies.

—Hola. —saludo extrañada de verla por aquí. No recuerdo haberle dado mi dirección.

—Hola, ¿Podemos hablar?

—Claro, pasa.

Ambas vamos a una pequeña sala con cuadros antiguos, sillones desperdigados por toda la habitación y una pequeña chimenea junto a algunas otras decoraciones.

Luego nos sentamos en un sofá alargado, y mientras espero a que hable me coloco un cojín entre las piernas tras ofrecerle algo de beber. Ella lo rechaza y suelta un corto suspiro, jugueteando con sus dedos. Parece nerviosa por algo.

—¿Todo bien? —Romina evita mirarme a los ojos en todo momento.

—Sé que tú no tienes nada que ver con todo esto, pero es que estoy realmente desesperada, ya no sé con quién más hablar o...

—Puedes contarme lo que sea, lo sabes, pero antes que nada cálmate. —le digo acercándome un poco más a ella para mostrarle mi apoyo, traga saliva antes de hablar, ahora un poco más calmada.

—¿Te acuerdas de este chico con el que estaba saliendo?¿Matt? —niego con la cabeza despacio, tratando de recordar.

Ella saca su móvil y me enseña una foto de ella con un chico. Al verlo más de cerca me doy cuenta de que la cara del chico me suena, pero no recuerdo haberlo visto con Romina.

Rascando algunos recuerdos de la noche anterior consigo reconocerlo. Sintiendo la mandíbula más floja le hago zoom a la pantalla. Si, son idénticos.

—Si. Creo que me suena de algo. —digo en un susurro cuando su mirada tétrica de ojos azules se desvanece de mi cabeza.

—Pues desde hace días no sé nada de él, no da señales de vida. Le he llamado miles de veces y no responde, he ido a la estación de policía, al hospital, incluso fui a la casa de sus padres y nadie sabe nada. Estoy desesperada. —a cada palabra que suelta está más cerca del llanto.

Sin saber qué hacer la rodeo con mis brazos y le acaricio el pelo en busca de reconfortarla un poco.

Me siento culpable y egoísta por estar guardando una información que no me corresponde, pero tampoco puedo soltárselo así de sopetón. Además, no quiero darle problemas a mi familia esparciendo información prohibida. Eso de chivatear las cosas en nuestro mundo es tu sentencia de muerte asegurada, y no estoy lista para morir. Mucho menos por sus manos tatuadas.

—¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

—Estaba en un bar, en este que está cerca de los almacenes grandes.

—Esos sitios de por ahí son peligrosos.

—Lo sé, para nadie es un secreto que andaba en malos pasos. —responde con una sonrisa amarga. —Tampoco estábamos en el mejor momento de nuestra relación, pero no creo que me esté ignorando, ¿O si?

—No, pero yo te ayudaré a encontrarlo. Mientras intenta distraerte, preocuparte demasiado te hará daño.

—Tal vez se fue con otra. —habla más para ella misma que para mi.

—No lo creo. —sacudo la cabeza negando varias veces. —¿Por qué dices eso?

—No sería la primera vez que pasa.

Frunzo los labios, no sabía que tenía tan mala relación con el chico, tampoco entiendo sus ganas por continuar la relación.

Si fuese yo lo habría mandado a cazar orcos desde hace tiempo, pero como no es mi relación entonces mejor me callo la boca y sonrío dando el poco apoyo que puedo ofrecerle.

—Bueno ya me voy, no quiero molestar más. —murmura después de un largo silencio levantándose del sofá, a lo que yo también me levanto.

—No tienes porqué irte tan pronto, puedes quedarte a almorzar si quieres.

—Esta bien, además tengo que hacer unas cuantas cosas.

—Como quieras.

Antes de perderla de vista le aseguro que seguiremos en contacto. Maldita sea que si, porque por casualidades de la vida resulta que el amor platónico de mi infancia le dió una brutal paliza a su novio casi difunto, y obviamente también lo tendrá secuestrado. Si es que no lo ha matado ya.

Cuando vuelvo a la cocina he perdido todo el apetito que tenía, así que dejo el plato ahí mismo y subo a mi dormitorio.

Toda la situación me abruma y me aterra al mismo tiempo. Sé que esa sonrisa no fue fruto de mi imaginación, ellos me vieron, y eso no significa nada bueno. Pero no pienso ser yo la primera que de el paso. Por ahora pienso dejar que sea él el que se acerque, yo haré como si no hubiese visto nada. Ojos que no ven, corazón que sigue latiendo.

Unos meses atrás hubiese estado deseando el momento de tenerlo frente a frente, y muy probablemente hubiera estado sonriendo como una estúpida. Pero después de presenciar aquella imagen el pensar en él hace que mi estómago se remueva con unos retortijones nada agradables. Y sumado a eso, no saber si mis sentimientos por él son o fueron un producto de la tan equivocada imagen que construí sobre él me perturba día y noche.

Y, ¿Ahora qué le digo a Romina? No puedo decirle lo que de verdad pasó, tendré que inventarme algo, y ahora mismo mi creatividad está anulada.

Unos golpecitos en la puerta hacen que me acomode en el diván de mi ventana, después, exhalando el aire para intentar serenarme le cedo el paso a quien sea que esté tras la puerta. Es mi hermano.

—No has comido nada apenas.

—No tenía hambre.

—Tu siempre tienes hambre. —refuta él elevando las cejas.

—Esta vez no. —Jason se acerca a mí y se sienta a mi lado.

—Len, dime qué pasa, has estado muy extraña desde que volvimos de la fiesta esa, ¿Algún estúpido te hizo algo?

Niego con la cabeza y él me obliga a apoyar mi cabeza en su hombro. Luego pasa uno de sus brazos por los míos y pone su cabeza sobre la mía.

Suelto un largo suspiro antes de alentarme a hablar.

—Simplemente vi algo desagradable, eso es todo.

—¿Y por eso estás así? —inquiere en un deje incrédulo.

—Soy muy sensible con esas cosas, ya lo sabes. —le aseguro. No parece que se lo haya creído pero por el momento no hace más preguntas.

—¿Quieres que hagamos algo hoy? Así te distraes. Podemos ir al spa o de compras. Esas mierdas que te gustan a ti.

—No suena mal. —trato de esconder una pequeña sonrisa. —Podemos ir a la playa, estoy perdiendo mi bronceado natural.

—Estás más pálida que Edward el de Crepúsculo. No sé de qué bronceado hablas. —murmura entre risas ante mí mala mirada. —Está bien, Miss Bronceada, te espero abajo en quince minutos.

En cuanto sale del dormitorio empiezo a empacar las cosas que planeo llevarme junto a las prendas que usaré. Esta vez no me llevaré el colgante conmigo. No quiero perderlo en la arena y mis colgantes parecen tener una fijación con eso.

Cuando termino bajo las escaleras. Al final de ellas está Jason con una gorra verde a cuadros y el bañador puesto, limpiando unas gafas de sol.

—¿Has cogido la sombrilla? —él asiente con la cabeza colocándose las gafas.

Luego salimos al jardín delantero.

—Buenas tardes. —saluda el segundo escolta de la casa al acercarnos al auto que solemos usar para ir a sitios juntos.

Aparte de este tenemos nuestros coches propios, pero yo raramente conduzco. Según mi familia, no se me da bien. Según tu familia y el perro que casi atropellas. Se burla la voz de mi cabeza.

Nuestra casa no queda a más de veinte minutos de la playa, cosa que agradezco porque me gusta venir con frecuencia.

Llegando al lugar aparcamos el coche en un sitio donde le dé el sol lo menos posible, cogemos los bolsos y caminamos sobre la arena caliente hasta encontrar un sitio no muy lejano del mar.

Mis pies ya se han acostumbrado a caminar sobre la arena así que decido no usar las sandalias que he traído.

Colocamos una gran especie de manta para la playa con los colores típicos de mantel de picnic. Después me quito la ropa hasta quedar en bikini a la vez que Jason está dándose su primer baño del año. Él no es muy fan de estos sitios pero le gusta el agua y a mi estar bajo el sol.

Antes de tumbarme con la cabeza apoyada en mi antebrazo me coloco las gafas. Enseguida la arena debajo de la manta se amolda a mi cuerpo haciéndome sentir que estoy en un suave colchón. Aunque un poco duro.

Disfrutando de los rayos de sol calentar las partes de mi cuerpo desprotegidas por el bikini decido cerrar los ojos.

—¿Te has puesto protección? —habla mi hermano un rato después, secándose las extremidades del cuerpo. Hago un ruido con la boca dando una negativa a su pregunta.

Siempre se me olvida, a pesar de las veces que he regresado a la casa con la espalda quemada y moviéndome como una señora de la tercera edad con artrosis.

—Como siempre, tu alzheimer me empieza a preocupar.

Me siento en la manta y me empiezo a esparcir el protector solar en las zonas a las que llego reprimiendo una sonrisa por su mal chiste.

En todo momento siento una mirada clavada en la nuca, pero me sería imposible saber de quién es al haber tanta gente en la playa, así que decido simplemente olvidarlo. Al fin y al cabo ya estoy acostumbrada a tener miradas curiosas de vez en cuando. Tal vez mi color de pelo no sea muy común por aquí.

—¿Me ayudas? —me recojo el pelo y me desato la parte de arriba del bikini para que Jason tenga acceso y pueda untarme el líquido blanquecino.

Al terminar vuelvo a guardar el bote dentro del bolso, y Jason vuelve otra vez al agua.

Pienso tumbarme nuevamente en la manta cuando un balón de volley colisiona con mi cabeza, por suerte el balón era de un plástico blando y el golpe no fue muy duro. Con una mueca miro al balón y busco con la mirada quién podrá ser el propietario.

Identifico un grupo de personas a lo lejos, hablando y bebiendo lo que creo que son cervezas. Llaman la atención por la música alta que han puesto y el ruido que están haciendo, pero a pesar de las caras largas de algunos nadie se atreve a decirles nada.

Espero a que alguno de ellos se de cuenta de lo del balón pero no parecen prestar ninguna atención.

—Perdona. —me exalto al escuchar una voz a mis espaldas.—Siento mucho lo del pelotazo. —una chica frente a mi sostiene el balón de antes con las mejillas rojas.

—No te preocupes, no es nada. —le digo con una sonrisa.

Nuevamente vuelvo a fijar mi vista en el grupo de chicos. Alguna que otra cara me suena pero no recuerdo de dónde. Odio tener esta sensación encima.

—Voy un segundo al baño. —le aviso a Jason en cuanto regresa a la toalla.

Mientras voy a los aseos que quedan un poco alejados de la zona en la que estamos, intento caminar lo más deprisa posible para no sucumbir ante mis necesidades, y a duras penas lo consigo. Una vez dentro me meto a uno de los cubículos. Suelto un suspiro de alivio al terminar, como si hubiera sido el mejor orgasmo que he tenido en mucho tiempo.

Luego me lavo las manos y en el transcurso empiezo a escuchar unos sonidos extraños arrugando las cejas, es una mezcla entre gemidos y jadeos que cada vez son más altos hasta parar abruptamente.

Antes de vivir un momento incómodo decido secarme las manos con bastante urgencia. Pero justo en ese momento se abre la puerta de uno de los cubículos, y cuando lo veo salir con una expresión neutra mis mejillas arden adivinando lo que ha estado haciendo ahí dentro.

Cuando da un paso hacia delante es como si volviese a la realidad. De un rápido movimiento cierro el grifo y fijo mi atención en secarme las manos tratando de fingir que no he visto ni oído nada. Olvidando que nuestras familias se conocen entre sí e ignorando su presencia lo máximo posible. No mires sus abdominales. Me digo tragando saliva.

Me cuesta no mirar hacia esa parte de su traje de baño y no pensar en lo que estuvo haciendo con ella minutos antes. Él ahora se lava las manos a mi lado con tranquilidad, como si no hubiera pasado nada. Después se pasa las manos aún mojadas por su cabello haciendo que un par de mechones caigan sobre su ojo y yo evito su mirada en todo momento.

—¿Te quitas? —murmura con una ligera brusquedad a mi lado señalando el papel con la cabeza.

—Todo tuyo. —respondo pasando por alto su falta de educación y amabilidad.

En este punto lo único que quiero es desaparecer de allí lo antes posible.

Rápidamente camino hasta la manta en la que estamos mi hermano y yo. Allí recojo nuestras cosas para irnos a otro sitio con la excusa de que tengo hambre. Una bastante creíble por cierto.

—Y ¿adónde quieres ir? —pregunta mi hermano colgándose uno de mis bolsos.

—Adonde quieras, no lo sé. —él me mira con las cejas hundidas.

—De verdad que estás rarísima últimamente. ¿No estarás embarazada?

Al escuchar lo último giro el cuello muy despacio encontrándome con su mirada seria. No está bromeando.

—Jason, no estoy embarazada, y si así fuera, ¿De quién se supone que me voy a embarazar?¿Del espíritu Santo?

—Bueno, no sé. Tal vez tuviste una noche loca y no te acuerdas.

—Ya claro. —digo soltando un bufido irónico, comenzando a dar pasos seguros sobre la arena.

—Pero antes de comer vamos a una farmacia, para asegurarnos. —habla a mis espaldas.


•••



Para cuando volvemos a casa es tarde, y del cansancio lo único que me apetece hacer es irme a la cama.

En cuanto mi cuerpo toca el colchón vuelvo a recordar nuestro primer beso cuando éramos apenas unos niños. Algo que él seguramente ha olvidado y no le de la más mínima importancia pero que para mí es una razón más para aferrarme a mi empeño de querer su atención y lo que no es su atención.

Suspirando empujo esa idea a lo más profundo de mi cabeza. ¿Por qué  me importa eso más que saber lo que le hizo al exnovio de Romina? Es verdad que todos saben que no es tan inocente por su expediente, pero no se merecía eso ni lo que probablemente le pase después.

Y sobre todo, no debo pensar en él o querer su atención. El es peligroso y no me conviene.



Alekei



Mi corazón martilleaba con ferocidad al adentrarme en su habitación siendo cuidadoso para no hacer ruido.

Antes me era difícil dormir, pero desde que la encontré conciliar el sueño no era ni siquiera una opción. Saber que estaba a tan solo unos pocos kilómetros de distancia me estaba matando por dentro.

Fuí cauteloso cuando me acerqué a su cama aspirando el dulce aroma a vainilla que siempre emanaba. Eso no había cambiado.

Sabía que tenía un sueño profundo por las pastillas que tomaba a veces, así que llevé mis dedos a su rostro dándole suaves caricias. Cada roce y cada toque eran como estar en el mismísimo infierno. Fuí aún más lejos aproximando mi nariz a la curvatura de su cuello dejando castos besos por esa zona hasta llegar a su oído.

Ella se removió un poco por el cosquilleo, aún dormida. Su rostro se veía tan malditamente angelical que me daban ganas de cortar su cabeza y meterla en una caja de cristal para mirarla y tenerla cerca a todas horas. Era preciosa y no sabía que con sus ojos podría hacer que me arrodillara a sus pies suplicando por el oxígeno que me habían quitado con tan solo una mirada suya.

Me alejé un poco estrechando mis ojos en sus labios, después tracé su figura con los dedos antes de hablar.

—Sabes que es imposible que huyas de mí. Allá donde vayas te encontraré, así me cueste toda una maldita vida. —mis palabras fueron firmes, duras. Como si se tratara de una sentencia, aunque en realidad lo era.

Mis ojos volaron irremediablemente hacia su estómago que ahora estaba levemente visible, encontrando un piercing en su ombligo que no pude evitar acariciar. ¿Cuándo se lo había hecho? Mis dedos comenzaron a deslizarse por toda su piel formando una línea hasta el comienzo de sus pantalones cortos de seda negra.

Luego humedecí mi labio inferior con el estómago dándome un vuelco. Estaba hambriento por probarla pero no quería hacer ninguna locura, asi que volví a centrarme en su rostro con una insatisfacción que era perceptible por el prominente bulto de mis pantalones.

Estuve unas horas que para mi fueron segundos contemplando sus sueños como solía hacer antes. Quería aprovechar todo lo posible estando a su lado, antes de que amaneciera y tuviera que volver a fingir un rechazo por ella que no existía.

Solté un leve resoplido lleno de hastío al ver los rayos de sol comenzar a colarse por los ventanales.

Antes de marcharme me fijé en la tabla de corcho que había encima del escritorio. Estaba llena de fotos, todas de distintos años, pero me centré más en aquellas donde ella aún era casi una niña y sentí nostalgia. De repente tuve muchas ganas de apretujarla entre mis brazos, pero en cuanto mis ojos fueron a una en la que ella salía abrazada a un chico que no había visto antes apreté los dientes.

De un impulso arranqué la foto y la arrugué en mis manos lanzándola muy lejos después. No quise mirar hacia atrás antes de marcharme por la ventanilla con una rabia ardiendo en mis venas.



•••



Apenas había dormido pocas horas esa mañana, pero mi mal humor no se debía a eso.

Mi cabeza no había dejado de darle vueltas a quién era ese, o con cuántos más ella había sido capaz de tener un intento de relación romántica a mis espaldas.

Pensar en eso me hizo enfurecer hasta tirar al suelo todas las cosas que posaban encima de mi escritorio. La caja de metal que tenía bajo candado y en la que coleccionaba objetos de ella cayó junto al cuaderno que tenía desde hace años, donde guardaba todos los mínimos detalles que había ido aprendiendo de su vida.

Todos menos los más importantes al parecer. Pero yo mismo me encargaría de desaparecer de la faz de la tierra todos aquellos que se habían atrevido a tocarla. Haber ignorado el colgante que seguía llevando consigo sería el error que los llevaría a su fin.

—¿Nos vamos? —habló Polina con impaciencia apoyada en el marco de la puerta principal.

Sin decir nada fuí hasta donde estaba mi moto. Esta mañana me apetecía algo que me hiciera olvidar por al menos un minuto. Ella me seguía detrás junto a algunos de mis hombres mientras yo conducía a una velocidad que rozaba lo ilegal.

Su rostro se presentó varias veces como una ilusión falsa haciendo que casi me estampe contra una furgoneta. No estaba en mis sentidos, todavía no me acostumbraba a los efectos que ella causaba en mi, y esos efectos parecieron crecer con nuestro encuentro.

Subiendo las escaleras que daban con la oficina escuché unos gritos que fácilmente escucharían por todo el lugar, pero en cuanto abrí la puerta todos callaron y agacharon la cabeza.

—¿Qué mierdas pasa ahora? —mascullé a la vez que encendía un cigarro.

Luego eché un leve vistazo a la chica que se encontraba ahí. El vestido ajustado hacía que su barriga fuera más prominente.

—No me jodas, Jack. —dije con una mueca incrédula antes de sacar una navaja.

Eso hizo que él abriera los ojos más de lo normal, alarmado.

—Sabes que la mercancía no se toca. Bajo ningún concepto. —advertí con una voz calmada.

—¡No es lo que piensas! Ese bastardo no es mío.

—¡Si que lo es! Me obligaste. —exclamó la chica antes de romper en llanto. No tendría más de catorce años, pero con el maquillaje y la vestimenta parecía mucho más mayor.

Levanté ambas cejas con una sonrisa corta antes de darle una calada al cigarro.

—¿Así que ahora te dedicas a forzar a la gente? —pregunté expulsando el humo.

—Claro que no. Ella miente. Está cubriendo a un cliente. ¿No es así?

—Miénteme una vez más y te coso la puta boca. —mi voz seguía siendo tranquila, pero por dentro estaba a un minuto de convertir la sala en un baño de sangre.

—¡Joder! No te miento. —mi sonrisa se hizo más ancha.

—Tienes pelotas. Una lástima que no sepas mantenerlas en su lugar. —hablé con sorna antes de darle una señal a mis hombres para que lo sujetaran. —Te las haré tragar. —añadí después relamiendo mi labio inferior.

—¡Por favor! Podemos llegar a un trato.

—Haz el favor de callarte. No haces más que irritarme. —solté al aire antes de acercarme y desnudarlo del torso para abajo.

Luego clavé la navaja en el comienzo de su falo, la sangre que en un comienzo fue como un riachuelo incrementó hasta crear un charco en la mesa. Estaba tan concentrado en cortar la piel de sus testículos que sus gritos desesperantes pasaron a un segundo plano. Cuando tuve esos tres pedazos de su sexo en mis manos sonreí.

Todo estaba cubierto por la sangre, pero aún así pude distinguir un testículo que a la fuerza introduje en su boca.

—Traga. —dije con un brillo impaciente en los ojos empujando la carne hasta su garganta y alejando mi mano después.

Lejos de hacerlo se vomitó encima echando al suelo parte de su anatomía ligeramente machacada por sus dientes.

—Bien. Cambio de planes. —hablé para si mismo al darme cuenta de que no tenía las herramientas necesarias para coserle los labios.

No me tomó apenas esfuerzo introducir la navaja en su boca y cortar los tendones de su lengua muy cerca de la amígdala. La sangre no tardó en brotar haciendo que se atragante con ella.

—¿Qué estáis mirando? Llamad a una ambulancia. No me apetece estarle buscando un sustituto a este imbécil. —dicté a las personas que habían a mi alrededor mientras me llevaba otro cigarro a la boca.

Fumar después de algún trabajo incrementaba ese estado de puro placer y satisfacción mezclada con las ansias de continuar.

Seguía con ganas de ver todo el lugar arder. La sangre que había derramado minutos antes no me fue suficiente, y sabía que no podría retenerme mucho más si seguía ahí por mucho tiempo.

—¿Qué va a pasar con la chica? —habló Polina a mis espaldas en un hilo de voz.

—Haz lo que quieras con ella. Solo no me traigas más problemas. —respondí dirigiéndome a la puerta.

Antes de salir le di una mirada de reojo, sabiendo que todavía estaba consciente.

—Como me entere de que vuelves a poner tus sucias manos sobre alguna de ellas vete olvidando de tus extremidades.










Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro