031

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Lena


Bebo un poco de agua escuchando el sonido de los cubiertos y las voces de mi familia a mi alrededor.

—¿Quieres más? —ofrece mi padre señalando el cuenco de ensalada.

—No. Creo que me iré a dormir. Estoy un poco cansada. —murmuro forzando un bostezo para que sea más creíble.

—¿Segura? Te vas a quedar con hambre.

—Si. Buenas noches.

Cuando llego a mi dormitorio lo primero que hago es ponerme una mini falda vaquera y un top negro, después me meto con rapidez a la cama cubriendo mi cuerpo con las sábanas.

Una vez me aseguro de que todos están dormidos me deshago de las sábanas y voy en busca de unas botas que no me pongo. Con pasos muy sigilosos salgo del dormitorio cerrando la puerta muy despacio en el intento de hacer el mínimo ruido.

Antes de bajar a la segunda planta echo un vistazo alrededor, mis pies descalzos bajan los escalones hasta llegar a su dormitorio. Luego muevo el manillar hacia abajo abriendo la puerta y me adentro a la habitación encontrándome con un fuerte olor a perfume varonil. En medio logro distinguir una cama de tamaño medio.

—Leto, eh, despierta. —susurro en su oído al mismo tiempo que lo sacudo con sutileza.

Él empieza a removerse soltando un quejido gutural. Cuando por fin abre los ojos le doy una sonrisa mostrando mis dientes.

—¿Qué pasa? —musita refregándose los ojos al mismo tiempo que se reincorpora en la cama.

—Necesito que me lleves a un sitio. —él abre los ojos más de lo normal.

—Lena es la una de la mañana. ¿No se supone que te han disparado? —refuta volviéndose a tapar con las sábanas.

—Me da miedo ir sola. —respondo en un tono muy bajo.

—No vayas entonces. —se da la vuelta dándome la espalda y tapándose con la almohada, suelto un suspiro.

—Porfa. —hablo alargando la a.

Consigo que me vea con una mala mirada después de soltar un bufido molesto.

—Tengo que madrugar.

—Te doy 500 dólares.

—1000. —suelto un jadeo dejando mis labios en forma de o antes de responder.

—Eso es mucho.

—Buenas noches.

—Está bien. —suelto con rapidez cuando está a punto de darse la vuelta.

—Esperame abajo.

Bajo los escalones con rapidez estando a punto de tropezar en uno de ellos. Al verlo atravesar la puerta principal me fijo en su ceño fruncido.

—¿A dónde mierdas quieres ir? —habla una vez que estamos en el coche con las manos en el volante.

—Yo te guío. Tu solo sigue recto. —le digo recordando las indicaciones que me dió Grace. Ella realmente era buena con esa mierda de los ordenadores.

Al estar a punto de llegar detiene el coche en seco.

—No pienso ir más lejos.

—¿Me piensas dejar sola aquí?

—Puedes caminar, ¿no? Son solo unos metros, no es como si fuera a salir un lobo del bosque a atacarte. —suelta jocoso, le doy una mala mirada que le hace borrar esa sonrisa divertida.

—Acompañame hasta la puerta. —digo intentando sonar demandante, pero suena más a una sugerencia que a una orden.

—Eso serán 500 dólares más.

—¿Estás de coña? No voy a pagarte por caminar dos minutos.

—Te recuerdo que estoy fuera de mis honorarios laborales. —frunzo mis labios en un mohín tragándome mis palabras.

—Como sea. Ve tú delante. —replico cruzada de brazos.

Mientras camino detrás suya le doy un vistazo a mi alrededor. De noche es más tenebroso que de día.

Cuando llegamos a la puerta para mí suerte no me encuentro a nadie en la entrada, el problema ahora es cruzar al otro lado.

—¿Algo más? —le miro mordiéndome el labio inferior, él intercambia su mirada entre la verja y mi persona. —No, ni lo pienses.

—No te cuesta nada. —respondo moviendo los párpados y otro mohín en los labios.

—Me cuesta hacer un esfuerzo físico a la una de la mañana. No tengo energía para eso. —mira su reloj. —Por cierto, ya son las tres pasadas así que mejor me iré yendo.

—¡No! Espera, ¡Leto! —el continúa caminando hasta el auto mientras yo le persigo evitando que de más pasos.

—Suerte. —habla desde el asiento del piloto con una sonrisa. —Ah, y que no se te olvide mi dinero.

En el momento de escuchar el motor suelto un bufido y me doy la vuelta llegando hasta aquella alta e interminable verja.

Sin pensarlo mucho trato de escalar aquella verja como puedo con cuidado de no clavarme una de esos punzones metálicos que tenía por punta.

Suelto un jadeo al estar a punto de saltar, y con una fuerte inhalación me armo de valor para reducir la distancia a la que estaban mis pies del suelo.

—Maldita verja del demonio. —mascullo sobándome el pie cuando estoy en el suelo y en eso escuché unos pasos acercarse.

—¿Quién eres? Empieza a hablar antes de que te llene la cabeza de balas. —me giro con brusquedad encontrándome a un hombre bastante fornido apuntando mi cabeza con un fusil más grande que yo.

Su mirada lasciva hace que mi estómago se remueva con brusquedad.

Entreabro los labios queriendo soltar las palabras que se me han atascado dentro al verlo llevar su dedo al gatillo.

Estoy a punto de salir corriendo cuando Sergey sale de alguna parte y me lo impide sujetándome del brazo, después le dice algo a aquel hombre que hace que baje el arma pero con bastante desconfianza.

—¿La conoces? —pregunta mirándome de reojo. Sergey me da una mirada corta antes de responder.

—No. Pero pienso encargarme personalmente de ella. —le dice con una sonrisa ladina.

Le doy una mala mirada y él afianza su agarre en mi brazo empezando a arrastrarme dentro de la casa, trato de zafarme de sus manos resultándome imposible, es mucho más fuerte que yo.

—¡Suéltame! —bramo clavando la suela de mis botas en el césped, pero de un tirón consigue que vuelva a caminar a la fuerza.

—¿Me vas a decir a dónde mierdas me llevas al menos? —escupo cuando entramos a la casa.

Él lleva sus dedos a mi muñeca dirigiéndonos a lo que parece ser una sala. Me sorprende que algunas habitaciones tengan luces encendidas.

—¿No dormís nunca o qué? —pregunto con una sonrisa ladina.

—¿No has escuchado eso de que el crimen nunca descansa? —al hablar desvía la mirada hacia la izquierda como si estuviera buscando algo.

Lo cual me deja una perfecta vista a su perfil haciendo que se me escape una risita al fijarme en su nariz.

—¿Qué? —suelta con brusquedad.

—Tienes cara de cuadro griego. —hablo entre risas haciendo que apriete los labios molesto.

—Camina antes de que me arrepienta.

Tratando de no soltar otra carcajada sigo sus pasos hasta que llegamos a la puerta de su dormitorio, el da unos golpes en la puerta, pero del otro lado no responde nadie.

Antes de que pueda decir algo se marcha sin más. Con manos algo sudorosas muevo el manillar del gran portón, para mí sorpresa está abierto, dentro de su dormitorio están todas las luces apagadas, menos las del piso de arriba.

Cierro la puerta muy despacio decidida a esperarlo sentada en la cama con los nervios a flor de piel. Poco después lo veo en la barandilla con solo una toalla atada a la cadera.

Tiene el torso húmedo y gracias al reflejo de la luz del baño puedo ver cómo algunas gotas de su húmedo pelo se esparcen por la línea que separa sus abdominales.

—Hola. —musito desviando mi mirada a sus ojos.

Él me da una sonrisa ladina antes de caminar hacia mi dejando un rastro húmedo de sus pies.

—Hola. —susurra con una voz ronca a escasos centímetros de mis labios.

Su proximidad hace que las gotas de su cabello se deslicen hasta mi nariz y de repente hace un calor insoportable. Junta nuestros labios de forma brusca provocando que nuestros dientes choquen varias veces. Al separarnos deja mis labios hinchados.

Cuando lleva sus manos al borde de la toalla y se deshace de ella aparto los ojos con rapidez evitando mirar a aquella zona.

Puedo respirar con normalidad al ponerse unos calzoncillos que coge del cajón de la mesita que estaba junto a la cama. Aunque eso no hace que el calor que cubre toda la habitación disminuya ni siquiera un poco.

—¿Por qué no me dijiste que venías? Podría haber ido por ti. —su voz a mi lado ahora suena recriminatoria y lejana.

Soy incapaz de apartar mi vista del movimiento que hacen sus labios al pronunciar cada palabra.

Cuando veo que se detienen pestañeo varias veces subiendo la vista hasta sus orbes azules que ahora me miran intensos.

—Quería darte una sorpresa. Y también te he traído algo.

Bajo su atenta mirada busco la caja dentro de mi bolso y se la entrego atenta a su reacción.

Él abre la caja encontrándose una Sig-Sauer P-226 adornada con algunas piedras preciosas incrustadas. Al ver que no dice nada mi estómago se retuerce.

—Si no te gusta pue...

—Me encanta. —me interrumpe dejando la caja a un lado para después posar sus labios en mi nariz con suavidad. —Pero no tenías porqué.

—¿Por qué no? Eres mi novio, los novios se dan regalos. —sus ojos ahora brillan.

—Soy tu esposo. —recalca la última palabra arrugando el ceño como un simple recordatorio. —Y no quiero que gastes tu dinero en mí.

—Tonterías. —replico con un chasquido de mi lengua, ignorando las primeras palabras que me tienen a punto de aumentar mi sonrojo.

Junto las cejas con desconcierto cuando estrecha sus ojos en mi rostro.

—¿Qué?

—¿Has ido a más entregas con tu padre antes? —enmudezco ante su pregunta por un momento, su mirada se vuelve más intensa con el pasar de los segundos.

—¿Cómo sabes eso?

—Responde.

—Si, bueno. Solo fueron unas cuantas veces nada más. —musito, intimidada por el reproche de sus ojos.

Él suelta un suspiro exasperado antes de empezar a mover su piercing.

—¿Tienes idea de lo peligroso que es eso? —su voz no pega para nada con la expresión tan calmada de su rostro y eso me desconcierta por un momento.

—Tampoco fue para tanto, y mi padre no es ningún novato. —quiero alejarme cuando sostiene mi mandíbula con sus dedos.

Siento que sus ojos son capaces de ver más allá de lo que yo misma puedo ver.

No puedo decir que me asusta, pero me hace sentir pequeña a su lado, me cohíbe.

—Tienes jodidamente prohibido volver a involucrarte de cualquier forma en esas cosas.

Desvío la mirada, tragando todas las quejas que tenía ante su petición. Sin previo aviso me coloca en su regazo comenzando a acariciar mis muslos.

—¿Te duele? —pregunta con su mirada clavada en mi brazo.

—No, estoy bien.

—¿Qué quieres hacer? —susurra en mi oído llevando sus manos a mi trasero.

—Lo que quieras. —musito con una sonrisa ladina comenzando a moverme ligeramente rozando nuestras partes.

—Tengo una muy buena idea de lo que podríamos hacer.

No me da tiempo a responder cuando estampa nuestras bocas, muevo mis caderas de forma casi desesperada por sentir su miembro dentro.

Como si me hubiese leído la mente se separa unos escasos centímetros deshaciéndose de nuestras ropas en cuestión de segundos para después tumbarse en la cama conmigo encima.

Suelto un sonoro gemido cuando nuestras partes vuelven a rozarse, y cuando menos me lo espero él no duda en sujetar mis caderas y penetrarme con fuerza haciendo que mi respiración se atasque en la garganta.

Me obligo a mi misma a mantener los ojos fijos en los suyos cuando las penetraciones se hacen mucho más intensas, y al mismo tiempo que clavo mis uñas en su torso hasta sangrar él ajusta su agarre en mis caderas hundiendo sus dedos en mi piel dejando la marca de sus dedos en aquella zona.

Mis ojos ahora se desvían hacia su torso ligeramente ensangrentado hasta que nuestros labios vuelven a chocar ocultando nuestros gemidos en la boca del otro. Después se separa y consigue dejarme debajo de él boca abajo rozando sus dientes con la parte trasera de mi cuello.

—Levanta el culo. —susurra en mi oído antes de morder mi lóbulo con fuerza.

Con un jadeo hace lo que me dice, en seguida mis paredes internas se sacuden de placer ante la ruda entrada de su miembro, en la habitación solo se escuchaba el sonido de nuestras carnes chocando bruscamente y mis gemidos entremezclados con los suyos.

Justo cuando siento que no puedo más él clava sus dientes en mi hombro con bastante fuerza hasta que siento esa parte arder y humedecerse con algo más que no era su saliva, después succiona la piel aumentando sus estocadas haciendo imposible el que pueda mantener los ojos abiertos. Me aferró a las sábanas y siento algo bajar por todo mi vientre bajo dejando un camino de corrientes eléctricas

Ni siquiera cuando me corro brutalmente él dejó de penetrarme, aumenta el ritmo ocasionando que por unos instantes me sienta desfallecer. Tras soltar una maldición deja caer su cuerpo sobre el mío con cuidado de no aplastarme.

—Eres jodidamente increíble. —susurra contra mi oído antes de empezar a acariciar mi cuerpo y repartir castos besos por la parte de arriba de mi espalda.

Todavía siento su miembro dentro, pero lejos de molestarme me agrada. Él vuelve a decir algo más que no logro escuchar porque mis ojos se cierran constantemente hasta que caigo en un profundo sueño.



•••



Cuando abro los ojos lo primero que hago es fijarme en la ventana, el sol está a punto de salir y eso hace que me incorpore de golpe sintiendo mi cuerpo ligeramente adolorido. Sobre todo la parte de mi hombro que está marcada con sus dientes. Sin embargo, eso no evita que me levante de la cama enrollándome las sábanas alrededor del cuerpo.

—¿A dónde vas? —pregunta con una voz ronca a mis espaldas mientras me dedico a buscar la ropa ahora esparcida por el suelo.

—Tengo que volver. —en seguida su rostro cambia a uno mucho más serio.

—Es muy pronto aún Lena. Vuelve a la cama. —sugiere todavía somnoliento.

—Se supone que ahora tengo que estar durmiendo. En mi cama, no contigo.

Al recordar la noche anterior mis mejillas vuelven a ruborizarse. Él suelta un largo suspiro antes de empezar a moverse con lentitud por toda la cama hasta alcanzar sus calzoncillos y colocárselos.

—Está bien, espera un momento.

—No hace falta que me lleves.

—Sabes que no me gusta que salgas sola. —su voz recriminatoria me hace arrugar el ceño.

—Leto me acompañó. —él pasa su lengua por el labio inferior ladeando la cabeza.

—¿Quién?

—Leto, mi escolta.

—Ah, nadie. Si alguno de mis hombres no está contigo para mí es como si estuvieras sola.

Estoy a punto de decir algo cuando él se acerca a mi y muerde mi labio inferior con suavidad antes de juntar nuestros labios varias veces.

Cuando finalmente se separa siento un cosquilleo que trato de ignorar poniéndome las prendas y pasándome las manos por el cabello.

Él baja de la segunda planta ya vestido con una sudadera negra en sus manos que me coloca momentos después. Me queda grande, pero el olor que emana es más que suficiente para que se convierta en mi sudadera favorita.

El temblor de mis piernas me dificulta seguir sus pasos. Él se da cuenta de aquello y reduce la velocidad, poco después vuelvo a estar en sus brazos. De forma casi inconsciente esbozo una sonrisa al mismo tiempo que acerco mi rostro a su pecho inhalando su aroma.

No me doy cuenta de cuando llegamos a un garaje lleno de vehículos de distintas marcas y modelos.

—¿Cuál te gusta más?

Mi atención va a una moto estacionada a lo lejos. Harley creo que se llaman. Él sigue mi mirada y con una sonrisa ladina me entrega las llaves.

—No sé conducir motos. —aclaro con una mirada confusa.

—Te enseñaré.

—¿No es arriesgado?

Él niega con la cabeza caminando hacía la moto y yo maldigo internamente siguiendo sus pasos.

Allí abre la puerta del garaje al mismo tiempo que le quita el seguro, después con un movimiento de cabeza me indica que me suba no sin antes entregarme un casco de color negro que se ajusta a mi cabeza.

—No te va a pasar nada. Estoy contigo.

Con una mueca insegura hago lo que me dice, el hecho de llevar una mini falda ahora mismo no lo hace muy cómodo.

No tardo en sentir su pecho acercarse a mí espalda hasta disminuir todo tipo de distancia entre nosotros, luego coloca sus manos sobre las mías.

Suelto un jadeo cuando sin querer acelero de sopetón haciendo que la moto se detenga bruscamente.

—Ve más despacio. —murmura detrás de mí oreja ajustando su agarre en mi mano que ahora sujeta el acelerador.

Unos minutos después nos adentramos en la carretera. No vamos demasiado rápido pero por lo menos ya he encontrado la técnica para estabilizar la velocidad. El aire chocando con mi rostro lo hace incluso más gratificante, y me cuesta centrarme en conducir teniendo su cuerpo tan cerca del mío.

Sin darme cuenta me echo hacia atrás y él aprovecha aquello para introducir una de sus manos por dentro de la sudadera y dejarla sobre uno de mis pechos por encima de la camiseta.

Cuando por fin estamos a punto de llegar reduzco la velocidad deteniendo el vehículo algunos metros cerca de una forma repentina, haciendo que nuestros cuerpos se impulsen hacia delante por la brusquedad.

—¿Cómo lo he hecho? —pregunto con una sonrisa corta.

—No ha estado mal. Aunque se me ocurre una mejor forma de usarla. —susurra acariciando mi rostro con sus dedos. Ladeo la cabeza con mis dientes clavados en mí labio inferior.

—¿Y cuál es? —a modo de respuesta acerca nuestros cuerpos cogiéndome de la cintura.

—No tienes ni idea de las cosas que te haría con esa falda. —su susurro en mi oído provoca que se me ericen los pelos.

Mueve sus manos hasta mi trasero metiéndolas dentro de mi falda y llegando a mis bragas. Ahogo un jadeo cuando después empieza a lamer mi cuello con lentitud.

Justo cuando está a punto de juntar nuestras bocas me alejo colocando una mano entre nosotros.

—Estamos en mitad de la nada, no creo que alguien pueda vernos. —replica con el ceño ligeramente fruncido y yo planto un beso en su mejilla.

—Adios. —musito con una sonrisa.

Estoy a punto de darme la vuelta cuando su mano me detiene cogiéndome de la muñeca y girándome hasta quedar frente a frente.

En un pestañear de ojos tengo su boca sobre la mía moviéndose con ferocidad hasta que nos separamos por falta de oxígeno.

—Adios. —murmura con una sonrisa que me hace mirarlo totalmente embobada.

Reanudo mi camino hasta la casa, una vez allí subo a mi dormitorio lo más rápido posible. A estas horas todavía no hay nadie despierto.

Me quito la ropa dejándola en el suelo del vestidor y en seguida me meto a la cama tapándome hasta arriba con las sábanas. Las pocas horas de sueño empiezan a notarse en cuanto mi cuerpo se amolda al colchón.



•••



—Despierta de una vez. —escucho a alguien decir a lo lejos.

—Cinco minutos más. —murmullo en un tono muy bajo con los ojos todavía cerrados.

—De eso nada.

Abro los ojos molesta encontrándome a mi madre mirándome con ojos recriminatorios, en seguida termino de despertarme y me incorporo sin soltar las sábanas.

Luego me restriego los ojos acostumbrándome a la luz, ella solo me mira tratando de descifrar algo, después se sienta a mi lado.

—Quiero hablar contigo. Tu padre me ha dicho lo de este chico, Alex.

Maldigo internamente al mismo tiempo que trato de pensar en algo que decir.

—¿Sabes? Todavía estoy asimilando que no me hayas dicho nada. —escuchar aquello y ver su expresión entristecida me hace sentir culpable.

Pero a decir verdad tampoco siento que tuviéramos esa relación de madre e hija que se cuentan este tipo de cosas como si fueran simples viejas amigas y a duras penas ayer lo descubrió mi padre.

—Lo siento. —musito agachando la cabeza. —Todo pasó muy rápido.

Hay un silencio incómodo.

—A mi tampoco me da mucha confianza, pero si te hace feliz entonces bienvenido sea Alex.

—Es Alek mamá, y gracias. Realmente significa mucho para mí. —murmuro con una pequeña sonrisa.

—Además, es bastante guapo. ¿Ya os habéis besado? —al escuchar lo último mi respiración se atasca en los pulmones.

—¡Mamá! —suelto con las mejillas a punto de sonrojarse.

Si tan solo supiera, sus palabras ahora mismo serían muy diferentes.

—Está bien, no tenemos porqué hablar de estas cosas tan pronto. Pero tú y yo tenemos una charla pendiente.

No hace falta ser muy listo para saber a qué tipo de charla se refiere.

—Grace te está esperando abajo.

—Dile que ahora bajo.

En cuanto abandona la habitación me dedico a darme una ducha rápida. Muerdo mi labio inferior escondiendo la sonrisa que quiere salir al ver las marcas sobre mis pechos que se quedarán ahí por unos largos días.

Antes pensé que al tener relaciones con él ese deseo que sentía se iba a ir esfumando poco a poco, sin embargo es todo lo contrario. Ahora que por fin he descubierto lo que es el sexo no puedo evitar querer hacerlo a todas horas del día. Pero para mí mala suerte aquello no es posible.

—¿Dónde te habías metido? Te he hecho miles de llamadas. —la voz de Grace en seguida se hace presente al llegar a la sala principal.

—Es muy largo de contar. —mi vista se clava en una caja roja que lleva en sus manos.

—Ya me lo contarás luego. Ahora tengo algo mucho más importante. —con una amplia sonrisa me sostiene la caja incitándome a abrirla.

—¿Qué es?

—Tu sólo ábrela. —al segundo de hacerlo mi mandíbula casi cae al suelo.

Con el ceño fruncido observo una tarta blanca y roja, en el centro está decorada con un corazón y la palabra virgen en medio atravesado por una línea, mientras que alrededor de ese corazón tiene dibujos de más corazones de distintos colores y... ¿Eso que estoy viendo es un pene?

—¿Te gusta? —habla sin apartar esa sonrisa de su rostro. —Es de red velvet, como te gusta.

—Si, se ve muy... apetecible. —murmuro todavía desconcertada.

—Sabia que te gustaría. No puedo esperar a celebrar esta nueva etapa contigo.

—¿Etapa? Solo he follado por primera vez, no es como si me hubieran crecido alas. —respondo juntando las cejas.

—¿Te importa si cojo un trozo? Estoy muerta de hambre. —no termino de reaccionar cuando me arrebata la caja de las manos caminando hacia la cocina.

—¿Y qué es eso tan importante que me tienes que contar? —habla metiéndose un pedazo de la tarta a la boca.

Me relamo los labios antes de contarle todo lo sucedido con lujo de detalles, al terminar deja de masticar y me mira atónita.

—¿De verdad todo eso pasó en 24 horas?

—Me preocupa que le pase algo, sé que no se va a quedar tranquilo. Ni siquiera porque ese hombre esté encerrado.

Ella asiente con la cabeza mirando a la nada, no me está prestando atención.

—Tengo que irme a hacer un recado. Nos vemos. —antes de replicar algo ya se ha levantado del taburete de la encimera y se despide con un beso en la mejilla.

 












Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro