Capítulo Segundo.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Helery

Mi vida y yo solíamos tener una relación tóxica, demasiado tóxica. Yo la lastimaba a ella con mis ganas de no seguir con ella y ella me lastimaba a mí debido al sufrimiento que me había causado últimamente. Cada día era una lucha mental, donde la vida me ponía obstáculos y yo debía pasarlos a como diera lugar o si, terminaría muy mal. Vida mía, como te pongas te vivo.

Nuevamente me encontraba buscando un trabajo, había terminado la universidad con muy buenas notas, así que probablemente conseguiría un buen trabajo en una empresa prestigiosa o al menos eso era lo que pensaba, aunque para ser sincera, a cada lugar que iba me decían lo mismo "Nosotros la llamaremos."

Sinceramente nunca me llamaban, por esa razón seguía buscando y buscando. Ahora me encontraba frente a una de las empresas más grandes "Worthington" la cual le pertenecía a uno de los hombres más ricos de los Estados Unidos. El señor Gottieb Worthington.

Un anciano de unos setenta años, casi ochenta, el cual tenía la reputación de ser un buen jefe, además decían que era reconocido por portarse bien con el personal y jamás sobrepasarse con las mujeres, algo que realmente agradecía, la mayoría de los ancianos siempre buscaban algo más entre sus jóvenes empleadas, amenazándola con despedirlas, pero esta vez es diferente y eso me agrada.

—¿Señorita Maddox? —preguntó una voz femenina la cual hizo que diera un pequeño salto al escuchar mi apellido.

Al parecer y sin darme cuenta, me encontraba dentro del gran edificio. Aunque para ser sincera... No sabía cómo había llegado, estaba tan sumergida entre mis pensamientos, que mis piernas se movieron por inercia, llevándome al gran edificio.

—¿Señorita? —llamó nuevamente la mujer desde la sala mientras miraba para todas partes.

—S-sí, soy yo. —contesté tartamudeando debido a los nervios. Caminé hacia la joven, la cual me esperaba con una gran sonrisa.

—El señor Worthington la está esperando en su oficina.

—Muchas gracias.

Empecé a caminar hacia uno de los elevadores, pero para mi mala suerte, estaba dañado, en un pequeño letrero con letra roja decía claramente "fuera de servicio" Dios ¿Por qué a mí? Había sido buena o más o menos. Excepto por lo de hace algunos días. Perdoname vida por las veces que no te viví. Al final decidí tomar otro rumbo y empiezo a subir las escaleras, una tras otra, tras otras, haciendo que me sienta cansada debido a mis inmensos tacones, malditos tacones, malditas escaleras.

Después de meditar por casi un segundo, decido quitarme los tacones y empezar a correr escaleras arriba, fijándome de que nadie me viera y me tratara como una loca desquiciada que corre por las escaleras descalza, en plena luz del día y en una empresa como esta. Habían pasado casi 10 minutos desde que había empezado a subir las escaleras, para mi suerte, faltaban poco pisos, lo que significaba, no más escaleras.

Seguía subiendo las últimas escaleras, hasta que en una de las oficinas escuché un ruido extraño, agudicé mi oído para saber de qué se trataba todo esto y al darme cuenta, casi se me cae la mandíbula al escuchar con atención. Eran gemidos, pero no gemidos suaves, esa mujer se iba a quedar sin garganta si seguía gritando de esa manera tan vulgar.

Decidí echar un vistazo rápido, recordando lo curiosa que siempre había sido, gracias a eso fue que descubrí a mi supuesta mejor amiga, engañandome con mi novio de más de tres años, pero eso ya era pasado y lo había superado hace mucho tiempo, más que todo era gracias a Lecuim, siempre iba a estar agradecida con él por todo. Dejé mis pensamientos tristes a un lado y seguí con mi espionaje, observando por la pequeña rendija que tenía la puerta semi abierta, la cual me dejaba ver justo lo que quería.

Era una mujer quizá de unos veintitrés o veinticuatro años, su larga cabellera roja deslumbraba desde lejos, sus ojos entre cerrados eran de color azul celeste. El hombre que la follaba con fuerza y brusquedad, tenía al menos unos cuarenta años, no era feo, se veía refinado y varonil, pero no era la clase hombre con el que yo me metería. El cuerpo de la chica se balanceaba tan fuertemente, que el pobre escritorio parecía que pedía gritos un descanso.

—Puercos. —susurré para mí misma y seguí con lo mío.

Seguí subiendo las escaleras apretando mis piernas para que mis bragas no se mojaran, había estado poco tiempo viendo la escena, pero era suficiente para calentar mi abandonado cuerpo, el cual había estado mucho tiempo inactivo y si, me refiero a la parte sexual.

Después de casi media hora, llegué a la oficina que me había indicado la joven de abajo. Dí unos cuantos golpes y una voz escalofriante se escuchó al otro lado, dándome permiso de seguir, tragué con fuerza, respiré profundo y entré con toda la seguridad que me acompañaba en ese momento.

—Buenos días, mi nombre es Helery Maddox, vine para el puesto de secretaría. —dije sin respirar sintiéndome tonta al instante.

—Mucho gusto señorita Maddox. —respondió el anciano— puede sentarse, necesito hacerle unas preguntas.

Obedecí al anciano y me senté en el fino mueble de piel, el cual lucía bastante bien en la oficina adorna de un color gris, donde había un gran ventanal que dejaba ver una gran parte de la ciudad, era realmente hermoso, en el gran escritorio habían cientos de papeles, donde resaltaba una pequeña flor verde perfectamente cuidada. Todo estaba en su lugar y el ambiente era realmente relajante.

El señor Worthington me había hecho algunas preguntas muy simples, algunas personales como con quien vivía, qué edad tenía y muchas más, era extraño ya que había puesto todo eso en mi currículum. Supongo que era demasiado viejo para ponerse a leer o simplemente no quería. Después de mucho tiempo, las finas y musicales palabras salieron de su boca alegrando mis oídos.

—Estás contrata. —comunicó sonriente, estrechando mi mano.

—¿De verdad? —pregunté incapaz de creer lo que veían mis oídos. Digo, lo que oían mis ojos, no así no era. En fin, no importaba.

Lo importante era que tenía trabajo y lo mejor de todo, era secretaria de una de las mejores empresas del país y mi jefe parecía realmente amigable ¿Qué podría pasar? No es como si tuviera mala suerte. A quien quería engañar, pareciera que tuviera 20 gatos negro, me bañara con sal y anduviera por ahí pisando rayas. Lo sé, exagerada, pero la verdad es que tenía muy mala suerte.




Gracias nuevamente por la espera.

Los quiero muchoooo 😘😘💋💋


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro