Nueve

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Conocí por primera vez a Seoyeon durante el cumpleaños número dieciséis de mi hermano, era su primer año de preparatoria y se sentía en la necesidad de hacer nuevos amigos. A pesar de conocer a Jungkook, Seokmin y Minghao desde la primaria, los cuatro quisieron tomar de excusa el cumpleaños de Mingyu para realizar una fiesta e invitar a sus compañeros, ya que era un día cercano al inicio de clases.

Sentí cierta envidia por ellos, no me obligaré a mentir por convivir. Habían sido compañeros durante primaria, secundaria y ahora lo eran en la preparatoria, en cambio, Mye y yo habíamos estado en secciones distintas desde el primer año de secundaria, reuniéndonos solo en los recesos y estando solas la mayoría del tiempo al ser un tanto introvertidas.

Por la misma razón, nos encontrábamos encerradas en mi habitación, sin intención alguna de abandonarla a menos que anunciaran que había llegado la hora de cortar el pastel.

— ¿Cuántas personas crees que hay afuera? — Cuestionó Mye mientras colocaba un poco de rubor en sus mejillas. Rodé los ojos divertida al ver su acción.

— No lo sé, ¿treinta? — Intenté convencerme a mí misma, aun sabiendo que la casa casi explotaba a causa de tanto puberto. — Y deja de hacer eso, Mingyu no se fijará en ti solo porque le diste un poco de color a tu cara.

— Puede que sí lo haga. — Reclamó. — Talvez así podré parecerme a sus compañeras y gustarle.

— Solo somos un año menores que ellas, Myeong.

— Un año es como una década si tenemos en cuenta que ellas ya están en la preparatoria y nosotras seguimos en secundaria.

— No es mucha diferencia. — Aseguré. — Maquíllate para sentirte bien contigo misma, no para gustarle a alguien más. Si Mingyu no se da cuenta de tus sentimientos, es porque es un idiota.

— Siempre lo ha sido.

Fuimos interrumpidas por unos toques en la puerta, por lo que guardamos silencio por escasos segundos al temer que alguien hubiera escuchado nuestra conversación. 

— ¿Chicas? — La voz de mi hermano sonó desde el otro lado. — ¿Están ahí?

— Está abierto, pasa.

Mingyu no esperó segunda invitación para adentrarse a la habitación, sacudiendo su cabello húmedo por haber estado en la piscina para mojar el suelo y hacerme enojar.

— Dice mamá que bajen a socializar. — Anunció tras tomar asiento sobre la cama, haciendo que le pegara en la nuca por el desastre que estaba causando. — Tienen diez minutos para hacerlo, de lo contrario, subirá ella por ustedes y no creo que les parezca una buena idea.

Volteé a ver a Mye con preocupación, pero la atención de mi amiga se encontraba puesta en mi hermano. Bufé al notar que su mirada estaba fija en su abdomen, era común que los seis nos juntáramos durante los días más calurosos para nadar un rato en la piscina, así que no era la primera vez que lo veía, ¿por qué se asombraba tanto?

— ¿Cuántas personas han venido? 

— No lo sé, ¿cincuenta? — Tragué duro. — Solo invité a mis compañeros, pero parece ser que el rumor se extendió un tanto, por lo que he visto incluso a personas de otros grados y secciones.

— No ajustará el pastel. — Dijo Mye para sí misma, provocando nuestras risas.

—No se preocupen, papá me ha dado dinero para comprar uno más.

— ¿Podemos ir contigo? — Pregunté. — Te ayudaremos a escogerlo.

Quise matar a Myeong con la mirada cuando vi que estuvo a punto de quejarse, ya que mi idea era que fueran ellos dos solos.

— Por mí no hay problema. — Afirmó. — ¿Pero será correcto sacar a Mye en tal estado? Su rostro está acalorado, sus mejillas están sonrosadas.

Ella lo miró con disgusto.

— Se llama rubor, tonto.

— Lo sé, niña. — Rio mientras se ponía de pie. — ¿Qué pasa? ¿Querías ponerte linda para mi cumpleaños?

— No te hagas ilusiones. — Dijo con sorna. — Tampoco es como si me gustaras.

Rodé los otros y decidí abandonar la habitación para dejarlos a solas con su pelea. Ambos se gustaban, pero no se atrevían a confesar sus sentimientos. 

¿Por qué el amor es tan complicado? Sobre todo en la adolescencia.

Sin siquiera enfocarme en las personas que estaban en la sala, intenté pasar de paso hacia el desván, para que en caso de que mi madre fuese a buscarme a mi cuarto, no me encontrase en él y asumiese que había ido a socializar tal y como lo había pedido. Sin embargo, mi escapada fue interrumpida por una mano que se aferró a mi muñeca, deteniendo así mi andar.

— ¡Pequeña Hye! — Pronunció Jungkook con su característica sonrisa. — No te había visto en todo el día, pensé que te quedarías en tu habitación para siempre.

— Esa era la idea. — Contesté. — Pero mamá me obligó a salir.

— ¿Dónde está Myeong? 

— Se quedó con Mingyu.

Ambos intercambiamos sonrisas al saber que más tarde los molestarías con ello.

No fue hasta unos segundos más tarde que noté la presencia de una tercera persona, una joven de cabello negro como la noche que me miraba desde el sillón con una tierna sonrisa. Sin saber cómo actuar, le devolví el gesto con amabilidad.

— Tus aretes son lindos. — Afirmó desde su lugar.

— ¡Gracias! — Respondí. — A mí me gusta tu cabello.

Ella sonrió en modo de respuesta, las dos miramos a pelinegro esperando que nos presentara una a la otra. Cuando finalmente captó la indirecta de nuestras miradas, habló.

— Seoyeon. — Se dirigió primero a su persona. — Ella es Baehye, mi mejor amiga y hermana menor de Mingyu.

— He escuchado hablar de ti. — Dijo con una sonrisa, sonrisa que empezaba a incomodarme. — Es un placer conocerte, Baehye.

Antes de que pudiese responder, Jungkook remotó sus palabras.

— Bae. — Dijo esta vez en dirección a mí. — Ella es Seoyeon, mi novia.

Sin poder evitarlo, abrí mi boca a causa del asombro. ¡Apenas llevaban un mes de clases y él ya había conseguido pareja! Myeong se iría de espaldas cuando le contase lo que acababa de escuchar.

Con una sonrisa socarrona en mis labios, extendí mi mano hacia la chica para así estrecharla con la suya.

— Mucho gusto, Seoyeon. — Expresé con voz cantarina. — Me gustaría saber qué hizo este individuo para lograr conquistarte.

— De hecho, yo lo invité a salir.

— Oh.

Un silencio incómodo nos envolvió, por lo que me despedí y retomé mi camino hacia el desván. Para mi desgracia, un grupo de chicos se encontraba cerca de las escaleras que debía tomar para poder llegar, por lo que me resigné a dirigirme a la cocina en busca de algún aperitivo. Ahora, para mi sorpresa, divisé la espalda de Jungkook al entrar al lugar, desconcertándome al haberlo visto pocos segundos atrás en un sitio distinto.

— ¿Dónde está tu novia?

— Fue a nadar con sus amigas.

Acercó sus manos hacia mí para compartirme de las papitas que estaba comiendo, gustosa, acepté algunas y las llevé a mi boca.

— Es linda. — Comenté después de haber tragado. — Parece ser agradable.

— Parece ser. — Repitió, haciendo que lo mirara sin entender.

— ¿Por qué dices eso?

— A veces es amable. — Aclaro. — Otras veces... simplemente, no.

Asentí, simulando haber comprendido.

— Debe gustarte mucho como para que hayas aceptado salir con ella.

— En realidad, no tanto. — Nuevamente, lo miré con un signo de interrogación plasmado en mi cara. — Creo que una buena persona.

— ¿La amas?

— El amor no funciona así, pequeña Hye. — Revolvió mi cabello, en cambio, yo rodé mis ojos al pensar que solo hay un año de diferencia entre los dos. — Podría decirse que la quiero un poco.

— Si en realidad no la amas, ¿por qué sales con ella? — Pregunté ahora de forma directa. — Esto podría traer problemas a largo plazo.

Su silencio fue respuesta por un segundo, así que supuse que sencillamente quería experimentar un poco a su edad. No obstante, liberó sus palabras como si en verdad no le importase.

— Me gustaría intentar entender por qué las personas deciden tener una relación cuando en realidad no se aman. 

Asentí nuevamente, una vez más, sin entender del todo.


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Mingyu y Myeong todavía no regresaban de la pastelería, Seokmin y Minghao seguían en la piscina junto a sus compañeros, y Jungkook había regresado a su casa después de recibir una llamada de su madre cuando nos encontrábamos en la cocina. Todos los lugares de la casa estaban siendo ocupados por personas desconocidas por mí, por lo que caminaba con cierto temor a pesar de tratarse de mi propio hogar. Regresar a mi habitación no era una opción, tampoco dirigirme a la alcoba de mis padres, mucho menos ir en busca de mi mejor amiga y hermano o adentrarme a la piscina con mis otros dos amigos, por lo que decidí encaminarme hacia la casa de al lado, perteneciente a la familia Jeon.

Aún me preguntaba por qué no habían asistido a la celebración del cumpleaños de mi hermano, porque, aunque se trataba en su mayoría de una fiesta para chicos de preparatoria, nuestras familias no dejaban de ser amigas.

Todo cobró sentido cuando subí al pórtico y escuché una discusión a puerta cerrada, palabras tan fuertes que lograban traspasar paredes y quebrantar corazones.

''¡Me importa un carajo lo que esté pasando con tu vida!'' , ''¡Solo me quedé contigo por el embarazo!''  y ''¡me marcharé de aquí de una maldita vez cuando Jungkook crezca!''  son algunas de las frases que no consigo olvidar.

No sabía si regresar a mi casa o siquiera esconderme, temía que de hacer hasta el más mínimo movimiento, fuera descubierta por ellos como una intrusa.

Sin más, tomé asiento en una de las gradas del pórtico y me dediqué a observar la calle. Era triste saber que tras esa dulce sonrisa, mi amigo guardaba tantas desagradables experiencias.

El silencio se apoderó del lugar, exceptuado por el llanto de la señora Jeon y el sonido del efecto de una puerta azotada. Segundos después, la entrada principal fue abierta. Sin siquiera notarme, Jungkook tomó asiento a mi lado en el pórtico. Después de unos segundos, se sobresaltó al reparar en mi presencia. 

Sonrió hacia mí, queriendo simular que todo estaba perfectamente bien. Su mirada indicaba que había llorado, por lo que correspondí su sonrisa y la acompañé con un abrazo. Con su cabeza sobre mi hombro, habló.

— Me gustaría comprender por qué las personas deciden continuar una relación incluso cuando el amor se acaba.

Finalmente, entendí a qué intentaba referirse.

— Vamos. — Propuse, poniéndome de pie y extendiendo mi mano en su dirección. — Regresemos a casa.

— Solo si entras a la piscina conmigo. — Objetó mientras se paraba con mi ayuda.

— No lo haré, prefiero mirar desde fuera.

— Entonces tendré que lanzarte.

— No eres capaz.

— ¿Estás retándome?

El amor es complicado en todas etapas de la vida.

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