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No sé por qué he hecho eso.

Le confesé a Grace que siempre había querido probar suerte en el teatro, mas no creía tener el talento suficiente para hacerlo, y antes de que pudiera darme cuenta, me había perdido en sus ojos color miel, en la curva de su cuello, en la forma en la que sus labios se entreabren cuando está embelesada... Solo había leído el soneto de pasada al buscar el que me había dicho ella, pero no necesité más para saber que hablaba de Grace. Lo supe en cuanto alcé la mirada de la pantalla para fijarme de nuevo en ella tras leer esas palabras y no pude contenerme.

Debería escuchar lo bella que es mucho más a menudo.

Pero mi inconsciencia pronto me arrolló como un camión sin frenos y pensé en todo lo que había escapado de mi estúpida cabeza al recitar ese soneto. En primer lugar, no es justo para Grace someterla al compromiso de escucharme sin esperar lo que voy a decir, y en segundo lugar, no siento que sea correcto dedicarle algo tan íntimo a una mujer que no es mi novia, ni quiere serlo. Yo estoy enamorado de Megan y ella de mí, y aunque es normal pensar que otras personas aparte de tu pareja son guapas o atractivas, no me parece respetuoso recitarles un soneto romántico.

Luego está la reacción de Grace. No sé qué es lo que esperaba —realmente nada, teniendo en cuenta que lo he hecho sin pensar —pero me ha extrañado, eso es seguro. Sus mejillas se han sonrojado al escucharme, la chispa de sus iris color miel ha empezado a brillar con más fuerza, y luego... luego ella ha dicho que lo sabe, y que ella también lo siente. Pero, ¿a qué se refería? ¿Estábamos hablando de lo mismo?

¿Qué es lo que siente?

Mi cabeza amenazaba con empezar a echar humo al considerar tantas preguntas en apenas unos segundos, así que cuando Grace sugirió parar de estudiar y pedir comida china para cenar mientras vemos una peli, he aceptado al momento. No sé si será porque ella quería escapar de este momento incómodo tanto como yo, o si para ella no ha sido más que algo anecdótico, pero cuando ha llegado la comida y nos hemos tumbado juntos de nuevo en el sofá, esa sensación extraña ya se había disipado por completo.

Por lo que así estamos ahora, sentados como si nada con boles de ramen sobre las piernas cruzadas mientras El castillo ambulante empieza a iluminar la pequeña pantalla del salón de Grace.

—¿De verdad me estás diciendo que nunca has visto ninguna película de Studio Ghibli? ¿Ni siquiera alguna de las más famosas? —pregunta ella con los ojos como platos.

—No, nunca. Ya sabes que soy un básico, siempre me lo dices. Supongo que las había descartado por ser de animación, aunque si te soy sincero, tampoco he oído hablar demasiado de ellas.

—¡Pues te presento a la mejor película de todos los tiempos! Es mi favorita y Howl es uno de mis primeros amores. Es literalmente el hombre perfecto, sin más.

—¿Cuántos amores tienes ya, princesita de otoño? Porque calculo que dices que alguien es el hombre perfecto unas cincuenta millones de veces al día y ya he perdido la cuenta de todos los tíos que te han robado el corazón. Eres un poco putilla literaria ficticia.

—Perdona, ¡pero yo no soy ninguna putilla! —bufa con dramatismo, fingiendo estar increíblemente ofendida por mi comentario—. Para ser una putilla debería cobrar por realizarles servicios a esos hombres y yo les doy todo mi amor y adoración completamente gratis.

—¿Te das cuenta de que eso suena mucho más triste y penoso?

Me giro para mirar a Grace con expresión neutra, empleando toda mi experiencia como actor para evitar romper a reír. Su rostro, que antes reflejaba orgullo y aire resuelto, pronto se torna rosado por la vergüenza al darse cuenta de lo que ha dicho.

—¿Y tú te das cuenta de que eres un idiota? —bufa, enterrando el rostro en su bol de ramen para tratar de ocultar la vergüenza.

Yo rompo a reír y termino mi cena en apenas unos minutos, dándome cuenta del hambre que tenía una vez veo el bol vacío. Al tumbarme de nuevo en el sofá para ver la película, veo a Grace dejar su cuenco terminado sobre la mesa y, sin decir palabra, se acurruca sobre mi pecho. Sentir su ligero cuerpo sobre el mío de nuevo me hace sonreír sin darme cuenta y rodeo su cuerpo con un brazo para estar más cómodos. Esa vocecilla de mi cabeza que trata de darme lecciones continuamente se ve cada vez más socavada por esa otra que me insta a hacer lo que me dé la real gana.

—¿Qué es lo que tiene Howl que te resulta tan atractivo aun siendo mitad pájaro?

—¿Es que no le estás viendo y escuchando? —pregunta sin apartar los ojos de la pantalla, visiblemente encandilada con el hombre animado que sonríe en ella—. Es dulce, misterioso, generoso, carismático... Le dio su corazón a Cálcifer y cuida de Sophie y Michael mientras viven con él. Es presumido y guapo, pero de una forma que resulta más entrañable que vanidosa. Además, tiene un castillo ambulante y es un mago salvador, ¿qué más le puedo pedir a un hombre?

—Pensaba que no te gustaban los chicos vanidosos con armarios gigantes y pelo perfecto. ¿O es que has estado fingiendo desde que me conoces para no admitir que estás perdidamente enamorada de mí?

—Cuando me des tu corazón y me dejes vivir en tu súper castillo ambulante mientras me salvas de un maleficio, entonces soportaré que tengas un vestidor de ochocientos pisos con retrete incluido.

—¿Sabes que meter un váter en un vestidor es una ordinariez?

—¿Sabes que tú eres una ordinariez?

Grace alza la mirada durante unos segundos y me mira con una sonrisa inocente antes de soltar una carcajada al mismo tiempo que yo. El estómago y las mejillas me duelen de tanto reír, y no soy capaz de recordar la última vez que estuve tan tranquilo con alguien que no fuese Tyler. Hace un mes hubiera sido completamente incapaz de estar en un apartamento universitario con una chica que conocí hace unas semanas sin haber comprobado que no hay paparazis o fisgones por ninguna parte o sin avisar a mis padres, pero aquí estoy ahora. Desde que empezó todo este viaje con Grace, he empezado a darme cuenta de muchas cosas, y una de ellas es lo restrictivo que soy conmigo mismo. Tal vez debería permitirme hacer más cosas con las que disfruto, aunque no sean aprobadas por mis padres. Si hablo con ellos y les hago comprender mi punto de vista...

Y por supuesto, he pensado mucho en Megan, especialmente hoy. Hay tantas cosas que me gustaría hacer con ella, tantas experiencias que siempre he querido compartir, pero ella solo ha rechazado. Me encantaría poder disfrutar de una noche de cena y peli en casa como la de hoy, sin compartirlo con nadie más, sin subirlo a Instagram. Cuanto más tiempo paso con Grace, más me doy cuenta de la aparente necesidad de Megan por subirlo todo a sus redes sociales, como si fuese incapaz de pasarlo bien si no lo ven sus decenas de millones de seguidores.

Mi tren de pensamientos pronto es interrumpido por la profunda respiración que viene de la cabecita que está posada sobre mi pecho, y cuando miro abajo veo que Grace ha caído dormida. La paz que transmite su rostro me hace sonreír y paso mis dedos por su pelo con delicadeza. Me encanta verla tan tranquila, especialmente cuando está tan nerviosa por un examen, por los idiotas de su universidad o por Leo Wood. Ahora además ha empezado a preocuparse por mis problemas, al menos por los pocos que le he dejado conocer, y no me gusta. No quiero que le afecten los inconvenientes y la presión a la que estoy sometido porque ella no eligió esta vida y mucho menos su parte negativa.

Noto que mis párpados empiezan a pesar y mis pensamientos se convierten poco a poco en una pasta espesa a medida que el sueño se va apoderando de mi ser. Lo último que pienso antes de caer en los brazos de Morfeo es en Grace y yo flotando por un perfecto campo verde, seguidos por un espantapájaros embrujado y nuestro enorme castillo ambulante.

—¡Ding, dong, buenos días! ¡Los pajaritos cantan, las estudiantes de Literatura se levantan! ¡Buenos días, Grace!

Los gritos resuenan lejos, como si siguiera soñando y un espíritu estuviera hablando conmigo. Frunzo el ceño y abro los ojos levemente, deseando que el cansancio siga tirando de mí para regresar al sueño. Sin embargo, esa voz femenina hace que Grace se levante de un salto y mire directamente a la puerta principal del pequeño apartamento. Unos ruidos extraños siguen a la voz y los reconozco: alguien está metiendo la llave en la cerradura.

—¡Axel, levanta! —chilla Grace en un susurro, tirando de mi brazo hasta que no hay rastro de sueño en mí—. ¡Es Olivia y tiene llave, como no te escondas ahora te va a ver!

Al escuchar sus palabras, mis ojos se abren como platos y miro a mi alrededor con desesperación. El salón y la cocina están unidos, y la estancia tampoco es gigante, por lo que tengo muy pocas opciones. La habitación de Grace o el baño están descartados; Olivia podría entrar y ahí sí que me pillaría. Entonces veo el pequeño armario del salón y me abalanzo hacia sus puertas, sin saber si voy a caber o qué demonios hay dentro. Agachándome todo lo posible, me meto entre abrigos y cajas antes de que Grace cierre la puerta, dejando una rendija suficiente para permitirme ver lo que sucede en parte de la estancia.

Olivia entra en el piso y mira a Grace con una expresión de enfado fingido, cruzando los brazos. La morena la mira desde el sofá y casi puedo ver cómo su cuerpo vibra de puros nervios tras la casi pillada. Su amiga no parece darse cuenta, porque camina hacia el sofá y se deja caer sobre él.

—Hace un día entero que no me llamas ni me mandas mensajes, ¿qué has estado haciendo? ¿Me estás ocultando algo? ¿Me estás engañando con otro?

—¿Qué? No, no, no, ¿qué voy a estar ocultando? —pregunta Grace con demasiado nerviosismo tiñendo su voz, aunque a Olivia no parece resultarle extraño—. He estado estudiando para el examen de Romanticismo del martes. Necesito empezar el curso con buen pie y no lo llevo todo lo bien que me gustaría.

—Ya, ¿y con quién has estado estudiando? ¿Has invitado a un amiguito del que no me has hablado, traviesilla?

La rubia levanta los dos boles sucios de la cena de ayer, que seguían sobre la mesita del salón, y maldigo en voz baja, rezando porque a Grace se le hayan pegado mis dotes de actuación y no meta la pata.

—Son míos, de la comida y la cena. Se me olvidó lavarlos y me quedé dormida en el sofá viendo El castillo ambulante. Ayer estaba demasiado cansada y ocupada, ni siquiera me acordé de fregarlos.

—Si que tuviste que estar metida en tus libros como para olvidarte de ordenar, con lo limpia que eres. Déjame que te ayude —responde Olivia, caminando con los cuencos hasta la cocina.

En ese momento, veo mi camiseta sobre la alfombra del salón y entro en pánico, mirando hacia abajo para comprobar lo que temía: es la mía. Anoche debí quitármela mientras dormía y ahora Olivia podría ver la prenda de hombre, sacando conclusiones que no nos convienen a ninguno de los presentes.

Movido por un instinto casi suicida y un repentino alarde de valentía, abro silenciosamente la puerta del armario y me abalanzo en plancha hacia la alfombra, como un nadador tirándose a la piscina. Dando una voltereta digna de James Bond, cojo mi prenda mientras Grace me mira durante apenas un segundo como si acabase de ver un fantasma. Yo levanto la camiseta y ella bufa, deseando reñirme por este descuido. En el mismo instante en el que emite ese sonido, ambos nos quedamos paralizados y al ver a Olivia girándose, me abrazo al suelo como un koala a su eucalipto, evitando que pueda verme desde la cocina mientras friega.

—¿Qué dices?

—Nada, nada, que no hacía falta que te preocupases por los cuencos, los iba a fregar yo —dice Grace, haciéndome gestos para que vuelva al armario cuando Olivia parece haberse dado la vuelta de nuevo.

—No te preocupes, si no me cuesta nada. Además, tenemos algo muy importante que planificar y tengo que convencerte de ciertas cosas. He de pillarte a buenas. —Mientras Olivia termina con los boles, doy dos volteretas de ninja hacia el armario, pero calculo mal la distancia y me golpeo la cara con la puerta, haciendo que el ruido grave resuene por todo el apartamento. Movido por el pánico más puro, me meto en el armario en menos de un milisegundo, encajando mi cuerpo entre las cajas—. ¿Qué ha sido eso? ¿Te has caído?

—No, creo que un pájaro idiota se ha debido de golpear contra la ventana pensando que era un espía o algo así. ¿Qué es eso que quieres pedirme y a lo que voy a decir que no?

Recibo su pullita poniendo los ojos en blanco y le saco el dedo corazón por la rendija antes de que Olivia y ella se sienten en el sofá.

—Bueno, ya sabes que dentro de dos semanas es Halloween y...

—No, no, no, ¡ni hablar! ¡No digas una palabra más! —corta Grace, más asustada que enfadada, como si realmente no quisiera escuchar lo que va a decir su mejor amiga.

—¡Sí, sí y sí! No te pido que hagas la fiesta del siglo, pero deberías hacer algo e invitar a Leo Wood y a otros amigos. No puedes pasar solo conmigo tu...

—¡Que no, Olivia, no lo digas!

—¿Pero qué problema tienes con la palabra "cumpleaños"? —pregunta Liv extrañada, y Grace deja caer su cabeza como signo de derrota, mirando de reojo al armario en el que me escondo—. ¿Es que es una especie de maleficio o algo? Ya sé que no te gusta que las idiotas de Courtney y compañía se rían de ti por no celebrarlo en un club de moda como ellas, ¡pero no puedes dejar que eso te impida celebrarlo como a ti te apetezca!

¿Cómo? ¿Así que el día de Halloween es el cumpleaños de Grace y las idiotas del otro día se ríen de ella por no celebrarlo por todo lo alto? Ahora entiendo por qué Grace no quería que Olivia lo mencionase, ya que me están entrando unas ganas de coger el móvil y llamar a Tyler... Pero no, si Grace no quiere una fiesta enorme, no voy a obligarle a montarla. Lo que sea que desee por su cumpleaños lo va a tener porque yo pienso dárselo.

—Ya sabes que quiero celebrarlo y me gustaría hacer una fiesta, pero no vendría nadie. La noche de Halloween todo el mundo tiene sus propias fiestas y nadie quiere ir al cumpleaños de la pringada de los libros. Además, no puedo permitirme montar una fiesta tan grande como la de Courtney. Ella siempre coge los mejores clubes, barra libre, comida... Lo máximo que puedo permitirme yo es poner unas guirnaldas en casa.

—¡Vamos, seguro que podemos organizar algo grande y que venga quien quiera! Y sé que Leo vendría, le tienes en el bote. Seguro que podemos encontrar un local decente para montar una buena fiesta, yo tengo unos ahorros...

—¡No, Olivia, ni hablar! —corta Grace con un bufido y parece haberse olvidado de mi presencia porque ya no se calla nada—. No pienso permitir que te gastes ni un solo dólar en mí. Yo tengo dinero más que suficiente para un local chiquitito, bebidas y demás. Ya veremos lo que hacemos.

Sin dudarlo un instante, saco mi móvil del bolsillo y escribo a Tyler con un plan perfectamente elaborado en la cabeza.

«Tyler, llama a Ace y resérvale su club más exclusivo de San Francisco para la noche de Halloween. Es el cumpleaños de Grace y tiene que ser la fiesta más épica que jamás hayan visto los idiotas de Berkeley».

Tal vez Courtney tenga dinero, amigos y popularidad, pero no ha contado con el elemento secreto que tiene Grace y ella no: yo.

¡Hola, holitaaa!

Me paso muy rápido por aquí para desearos unas felices fiestas y un Feliz Año Nuevo 🎊🎆

¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Qué tramará Axel recurriendo a Ace, el rey de la fiesta?

Os leo! ❤️

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