xv. Perro negro

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CAPÍTULO QUINCE
Perro negro

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EN MUY POCO TIEMPO, LA CLASE de Defensa Contra las Artes Oscuras se convirtió en la favorita de la mayoría. Sus siguientes clases fueron tan interesantes como lo fue la primera. Después de los boggarts estudiaron a los gorros rojos, unas criaturas pequeñas y desagradables, parecidas a los duendes, que se escondían en cualquier sitio en el que hubiera habido algún derramamiento de sangre, en las mazmorras de los castillos o en los agujeros de las bombas de los campos de batalla, para dar una paliza a aquellos que se extraviaban. De los gorros rojos pasaron a los kappas, unos repugnantes moradores del agua que parecían monos con escamas y con dedos palmeados, y que disfrutaban estrangulando a los ignorantes que osaban cruzar sus estanques.

Remus era un gran profesor, como Dianne siempre había pensado, y su forma de explicar hacía que todo el mundo le prestara atención, incluso cuando se estaban muriendo de sueño. Se notaba que le gustaba explicar todo aquello, puesto que hacía las clases muy amenas. Y, además, tenía una paciencia de santo con todos los alumnos.

Nunca chillaba ni reclamaba de forma violenta. Siempre usaba palabras amables para corregir aquello que estaba mal. Incluso daba consejos para mejorar aquello que todavía se podía pulir un poco más. Era, sin duda, un gran profesor.

Dianne se lo había dicho al final de una de sus clases, mientras lo ayudaba a recoger. El hombre se lo había pedido expresamente a ella para comprobar que estaba mejor. Luego del incidente con el boggart, y sin que ella se enterara, Lupin la vigilaba.

—Estoy bien, lo prometo—le aseguró Dianne por enésima vez, ofreciéndole una de sus pocas sonrisas sinceras—. No me voy a morir porque la clase haya visto mi boggart.

—Si necesitas hablar del tema, ya sabes donde estoy—le dijo Remus, mientras le apretaba un hombro con calidez.

Dianne soltó una risita, mientras el hombre enrojecía de forma muy leve.

—Espero con ansias la siguiente clase, profesor Lupin—comentó la chica, mientras recogía sus cosas, usando un tono formal que divirtió a ambos—. Realmente es mejor profesor de lo que pensaba.

—Muchas gracias, Dianne—respondió Remus, en el mismo tono, y sin usar una forma más formal. Sabía que la chica odiaba cuando la llamaban por su apellido—. Puedes retirarte. Hasta la próxima clase...

Dianne habría querido que el resto de las clases fueran igual de entretenidas, pero no era el caso. La peor de todas, sin duda, eran las de Pociones. El profesor Snape estaba aquellos días especialmente propenso a la revancha, y todos los alumnos sabían perfectamente el motivo de su creciente mal humor. La historia del boggart que había adoptado la forma de Snape y el modo en el que lo había dejado Neville, con su atuendo de abuela, se había extendido por todo el colegio como la pólvora. Snape, por supuesto, no lo encontraba nada divertido. A la primera mención del profesor Lupin, aparecía en sus ojos una expresión amenazadora, y a Neville lo acosaba más que nunca.

Si es que eso era posible.

Las horas que pasaban en la agobiante sala de la torre norte de la profesora Trelawney tampoco eran muy festivas, pues transcurrían descifrando símbolos y formas de lo más confusas. Además, Dianne debía ignorar la forma en la que la miraba la profesora, o como se le saltaban las lágrimas cuando miraba a Harry. No le podía gustar demasiado aquella mujer, por más que unos cuantos de la clase la trataran con un respeto que rayaba la adoración.

Realmente Dianne había intentado ser objetiva con Trelawney, pero la mujer la sacaba completamente de sus casillas. Así que simplemente se esforzaba en no poner cara aburrimiento en sus clases, tarea que se le complicaba cada vez más.

—Simplemente ignorala—le había dicho Daphne, luego de ver su mal humor al finalizar una de las clases—. No te hace caso cuando Parvati o Lavender están hiperactivas.

—Es muy difícil ignorarla cuando se me queda mirando fijamente con esas gafas de culo de botella que tiene—había refunfuñado Dianne, mientras ignoraba las risitas de Theo y Blaise—. O cuando da un brinco y abre la boca cono un pez fuera del agua... Ni que la bola mágica le diera calambres...

—Es una mujer complicada —había justificado Daphne.

—El día que deje de hablar en plan místico, tiraré fuegos artificiales—había dicho Dracop, para sorpresa de la pelirroja y diversión de su hermana.

A nadie le gustaba realmente la asignatura sobre Cuidado de Criaturas Mágicas, por mucho que les pesara reconocerlo. Después de la primera clase tan movida, se había convertido en algo extremadamente aburrido, incluso para alguien que adoraba tanto las criaturas como Dianne. Hagrid había perdido toda la confianza en su mismo después del accidente con el hipogrifo. Ahora pasaba lección tras lección aprendiendo a cuidar a los gusarajos, que tenían que contarse entre las criaturas más aburridas del universo.

Literalmente no hacían absolutamente nada. Eran un verdadero muermo de criaruritas.

A principios de octubre volvió la temporada de Quidditch, algo que no hacía más que aumentar el dolor de cabeza de Dianne. Adrian parecía convencido de ganar la Copa de las Casas y la de Quidditch, por lo que había diseñado unos entrenamientos de lo más complejos. Dianne, junto con Theo y Draco, realmente pensaba que él solo trataba de matarlos en el intento.

—¡Solo intenta matarnos! —exclamó Theo, irritado.

—Por enésima vez—refunfuñó Draco, con la vena de la frente más marcada de lo normal—, ¡ya te hemos escuchado!

—Pero es que...

—Silencio los dos—los calló Dianne, provocando que su hermano bufara y el de apellido Nott hiciera un pequeño berrinche—. Me dais dolor de cabeza.

Y ambos sabían que era mejor no enfadarla.




















🐍⚡🦁






















Aquella semana se anunció el primer fin de semana para ir a Hogsmeade, y mientras todos lo recibieron con alegría, Dianne simplemente torció el gesto. Estaba demasiado cansada mentalmente, pues cada noche recorría el castillo con Hyperion para tratar de encontrar a la estúpida rata, y no le apetecía demasiado ir al pueblo a por unos malditos dulces. Además de que, decían las malas lenguas, que cierto azabache no podría ir. Más motivo para quedarse en el castillo.

Al día siguiente a aquel anuncio, la clase de Herbología se centraba en cuidar Vainillas del Viento. Dianne y Daphne se encargaban de la misma planta, al igual que Theo y Blaise. Los cuatro prestaron atención a lo que el trío de oro hablaba, aunque Hermione y Ron parecían algo enfadados.

Y Harry simplemente parecía tener ganas de meter la cabeza en una marmita y no sacarla.

—Seguro que Crookshanks ha intentado comerse a Scabbers —murmuró Daphne, haciendo una mueca de asco.

—No creo Crookshanks que se la fuera a comer, es un gato muy listo—comentó Dianne, conteniendo una mueca de asco con solo pensar en la maldita rata—. Seguro que esa rata le pega alguna de las enfermedades que la hacen parecer tan asquerosa...

Theo y Blaise contuvieron una risita lo mejor que pudieron, mientras Daphne se estremecía.

Unos minutos después, la clase terminó. Los Slytherin fueron felicitados por la profesora Sprout, y chocaron los puños de forma disimulada y por debajo de la mesa. Obviamente se ganaron puntos para su casa, pero eso era lo de menos. Después de todo, sus Vainillas de Viento tenían un aspecto increíble.

Se dirigieron a la sala común de Slytherin, Dianne preguntándose donde se había metido su gato. Llevaba algunos días viéndolo poco tiempo, y estaba algo preocupada porque le hubiera pasado algo. Pero se quedó tranquila en cuánto entraron.

Sonrió al ver a Hyperion tumbado en uno de los sofás de la sala, dormitando. El animal abrió los ojos en cuanto la escuchó, bajando del asiento de un salto y correteando hacia ella.

Dianne lo levantó del suelo, haciendo que el gato frotara la cabeza contra su barbilla, mientras maullaba y ronroneaba con felicidad. Lo acomodó entre sus brazos mientras le daba suaves caricias y caminaba hacia el sillón, donde se sentó. Los demás se sentaron a sus lados y Daphne acarició levemente al felino, quien le maulló, para luego esconder la cabeza en el hueco del cuello de Dianne.

—Ese gato tiene más suerte que nosotros—le dijo Theo a Blaise, mientras formaba una mueca de fastidio en sus facciones—. Somos muy patéticos...

—No tengo ni idea de lo que insinúas, —refunfuñó el moreno, mirando a su amigo con los ojos entrecerrados—, pero me siento ofendido.

—Vamos, míralo. Tiene la atención de dos chicas, solo para él. —Theo hizo un puchero irritado, mientras Zabini ponía los ojos en blanco—. Mucho mejor que nosotros....

Daphne rio levemente, mientras Dianne sacudía la cabeza.

—Cuando seas tan calentito como él, hablamos—señaló, sin prestarle demasiada atención.

—Puedo ser bastante calentito cuando me lo propongo—apuntó Theo, mientras hacía un gesto con las cejas y su sonrisa se volvía coqueta, al igual que su tono de voz—. Puedes comprobarlo cuando quieras.

Dianne alzó la mirada y arqueó una ceja. Theo le dio un guiño, con aire coqueto.

—Enserio, Theo, no sé ni porqué lo intentas...—bufó Blaise, cerrando los ojos al apoyar la cabeza contra el respaldo del sillón.

Theo se encogió de hombros, como si no fuera con él, mientras Daphne los observaba con diversión. Luego, se giró hacia Dianne, observando como esta acariciaba de forma distraída a su gato, aunque su mente parecía en otra parte. Cuando los chicos se enfrascaron en una conversación, supo que era su oportunidad.

—¿Ocurre algo, Anne?

—No, no realmente. — Dianne dirigió su mirada a la pelirroja, todavía pensando lo mismo—. Simplemente me estaba preguntando donde se pudo haber metido Hyperion. Huele a tierra mojada y a ... ¿Carne?

—¿Los gatos comen carne? —cuestionó la pelirroja, confundida.

—No directamente. Algunas comidas para gatos llevan algo de carne, pero no la comen de cadáveres ni nada. —Dianne olió el pelaje del gato, quien no se inmutó —. Pero él huele a carne fresca... y me está dando mal rollo.

—Anne, es un gato, no un tigre de bengala.

Dianne asintió con la cabeza, observando al gato para tener más pistas de donde podía haber estado. Pero aparte de algunas briznas de hierba, el gato estaba limpio.

—¿Dónde te has estado metiendo, Hyperion? —le preguntó.

Los enormes ojos azules del siamés la miraron y soltó un agudo maullido, como si le estuviera contestando. Rozó su nariz contra la de la rubia, arrancandole una pequeña sonrisa a la misma, quien simplemente le dio un beso en la cabeza. Claramente no podía saber qué decía, así que simplemente le acarició la cabeza, mientras soltaba el aire por la nariz de forma rendida.

Observó como Daphne, Theo y Blaise se ponían a trabajar en una tarea que ella había hecho, así que se mantuvo en la misma postura. Al menos, hasta que el gato se empezó a mover entre sus brazos con algo de intensidad. Lo soltó, observándolo, pero el felino la observaba fijamente, como si quisiera decirle algo.

Hyperion bajó del regazo de su dueña un salto y se giró a mirarla de forma insistente. Maulló varias veces, la última más irritada que las otras, como si estuviera perdiendo la paciencia. Dianne se limitaba a mirarlo, puesto que nunca lo había visto comportarse de aquella manera.

—Creo que quiere que lo sigas—opinó Daphne, quien había levantado la mirada y observaba la escena.

—Igual quiere enseñarte el cadáver de Scabbers—se mofó Theo, mientras seguía escribiendo.

—¡Theo! —exclamó Daphne, asqueada.

—¿Qué? —El chico levantó la cabeza y miró a su amiga pelirroja con algo de aburrimiento—. Es un gato, Daph, ¿Qué crees que hacen además de cazar?

—Ve antes de que Daph vomite—le dijo Blaise a la rubia, quien había estado escuchando a sus amigos con una ceja arqueada.

Dianne asintió, poniéndose de pie y siguiendo al gato, quien pareció soltar algo que estaba camino de ser un suspiro en su idioma. Abandonaron la sala común de Slytherin y el animal aceleró el paso. Subieron las escaleras casi a la velocidad de la luz, mientras Dianne se esforzaba por seguir el apurado paso de Hyperion. Este la había guiado hasta el vestíbulo, por lo que miró hacia todas las direcciones posibles.

Hyperion, no, vuelve aquí—lo llamó, aunque el gato no le hizo ni caso—. No podemos salir...

Frunció el ceño al ver a Crookshanks en la puerta de la entrada, sentado, como si estuviera esperando a alguien. Hyperion maulló, acelerando el paso, y el gato naranja le respondió mientras se ponía de pie. Ambos miraron a Dianne cuando esta dejó de caminar para jadear.

—Está bien, no sé que demonios está pasando, pero no puedo salir del castillo a esta hora... ¡Hyperion, vuelve aquí!

Salió detrás del gato siamés, luego de asegurarse de que nadie la veía, mientras el gato naranja caminaba a su lado, manteniéndole el ritmo. Ambos felinos parecían saber perfectamente hacia donde iban, puesto que caminaban de forma ligera. Dianne frunció el ceño, de nuevo, cuando cruzaron los jardines pero siguieron caminando como si nada.

Tragó saliva al percatarse de que se estaban acercando al bosque prohibido, del cual no tenía demasiadas buenas experiencias. Que se estuviera haciendo de noche tampoco la tranquilizaba demasiado. Pero los felinos seguían caminando, soltando algún maullido aislado y girando la cabeza de vez en cuando para comprobar que los seguía.

Traspasaron una línea de árboles, y Dianne rezó en silencio para que no apareciera ninguna criatura malvada. No tenía ganas de sacar su varita del bolsillo, y realmente no quería que le pasara nada a ninguno de los dos gatos que caminaban a sus lados.

Los dos animales dejaron de caminar cuando se escuchó un crujido detrás de unos arbustos. Dianne sacó la varita con rapidez y apuntó hacia delante, lista para atacar a cualquiera que se le pusiera por delante.

<<Madita sea>>, maldijo en silencio, mirando hacia todos los lados.

De entre los arbustos emergió una figura de pelaje negra, que era del tamaño de un perro realmente enorme; casi se parecía más al tamaño de un oso pequeño. La descripción que chillaba su mente era tal cual la del Grim, pero Dianne se dijo que se había vuelto completamente loca si pensaba que realmente tenía delante a un perro espectral. Dio un brinco en el sitio cuando el perro le gruñó, mientras afianzaba el agarre en su varita.

—¡Hyperion! —gruñó al ver como el gato se movía hacia el perro, temiendo que este se lo cenara de un bocado—. ¡Hyperion, vuelve aquí! ¡Hyperion!

Se le atoró la saliva en la garganta cuando vio a su gato cerca del enorme perro, el cual no había dejado de gruñir, y que ahora centraba su mirada oscura en el gato. Dianne llamó a su mascota de forma insistente, aunque esta no dejaba de acercarse al can.

Casi entró en crisis cuando el tranquilo Crookshanks se levantó y siguió el mismo camino.

—Por favor, venid aquí—llamó a los felinos, apurada, sin dejar de vigilar los movimientos de aquel enorme animal—. Venid aquí, venid aquí. Vamos, Hyperion. Vamos, Crookshanks... no hagáis que me de un infarto, por favor.

Dianne bajó la varita lentamente, sin saber muy bien que hacer. Se agachó, llamando de nuevo a los gatos. Pero estos se habían sentado cerca del perro y lo miraban impasibles, como si no fuera enorme y no tuviera unos colmillos del tamaño de un dedo. El can la miró y ella no supo que hacer. Se quedó quieta, en aquella posición.

Se sintió estúpida, pero abrió los labios y habló:

—Por favor, no les hagas daño.

Sí, le estaba hablando a un perro enorme, negro, que perfectamente podía ser el Grim. Definitivamente se estaba volviendo completamente loca.

Para su sorpresa, el perro dejó de gruñir. Dio un paso hacia delante, ladeó la cabeza y profirió algo que se le antojó como un gimoteo. Lo observó confundida, mientras el perro se acercaba a ella lentamente, como si el animal temiera su reacción. Pero ella se quedó quieta, observándolo.

El perro se paró a unos pocos metros de ella y se sentó. Sacó la lengua hacia un lado, como si estuviera sonriendo.

Dianne se percató de que era un perro mucho más tranquilo de lo que había aparentado. Se puso de pie y caminó lentamente hacia él, esperando alguna reacción negativa. Pero nada malo pasó. El perro la observó, simplemente, mientras parecía algo ansioso. Estiró la mano hacia él y el animal se movió, frotando su cabeza contra ella.

—No eres peligroso, ¿a que no? —murmuró, recibiendo un ahogado ladrido como respuesta—. No ladres, si alguien te escucha, pensarán que eres el Grim —lo regañó, como si rl animal pudiera entender lo que le decía.

El perro puso los ojos en blanco, algo que la divirtió y la extrañó a partes iguales. Rio levemente cuando escuchó las tripas del animal, quien lució de repente abochornado.

Cogió su varita y murmuró algo por lo bajo. Se escuchó un chasquido y delante del perro apareció un plato lleno de chuletas, algo que él recibió con un pequeño brinco, moviendo la cola.

—Supongo que en las cocinas les extrañará que hayan desaparecido, pero...—Dianne se encogió de hombros, mientras guardaba la varita en su bolsillo—... todas tuyas.

Se sentó en el suelo, observando al perro comer. Parecía realmente hambriento, como si no hubiera comido en mucho tiempo, casi años. Los gatos se movieron hacia ella, Hyperion tumbándose en sus piernas y Crookshanks a sus lados. Dianne se permitió observar al perro mientras este comía.

Se percató de un pequeño detalle que la hizo fruncir el ceño. En una de las orejas, tenía un pequeño agujero, pero era imposible que fuera una herida. Parecía del tipo que se hacían para los pendientes, pero, ¿Quién demonios le ponía pendientes a un perro? Bajó la mirada y en una de las patas, se topó con algo que la hizo jadear, y que provocó que el perro la mirase.

Era la pulsera de los Black.

—No eres un perro normal ni el Grim...—murmuró por lo bajo y le pareció que el perro sonreía.

Debía de estar terriblemente mal de la cabeza por pensar en aquello, pero aquella pulsera le estaba haciendo que le dieran vueltas la cabeza. El perro la observaba con tranquilidad, y su mirada se le hacía demasiado familiar. Transmitía bastante paz y cariño... y un perro que acababa de conocer no podía profesarle cariño solo por el simple hecho de que lo hubiera alimentado.

Quería saber si se estaba volviendo loca o si aquella loca teoría podría ser cierta. Por eso, decidió actuar. Abrió los labios, todavía dudando, y soltó en un susurro:

—¿Tío?






































¡HOLAAAAA! ¿Qué tal están? Espero que bien.

Siento que este capítulo ha sido un aburrido, en comparación con el de la semana pasada, así que ya me dirán si es exageración mía o si es la realidad :)

Hemos tenido una escena con Remus, con quién se me dificulta un poco teniendo en cuenta que ahora es profesor y que algo del drama del libro viene con él. También una con Theo, porque alv, parece que este minito no le tiene miedo a la muerte Jajjajs. Y una con un perro negro...

Vaya, vaya, vaya... Un perro negro.... Con una pulsera....

Si es que más evidente no puedo ser, dios mío JUAJAJAJA.

Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo? ¡Espero que os haya gustado!

Por si os interesa saberlo, ayer actualicé mi fic de Oliver Wood con el primer capítulo del primer acto. Lo digo por si a alguien le interesa nuestro loco del Quidditch  <3

En julio voy a sacar algún que otro fic, no del mundo de Harry Potter, pero si de animes so... ¿Algún fan en la sala?

Ah, ¡y también se viene uno de mi rey Steve Harrington! Que ganas le tengo, y ahora que la serie ha vuelto con ganas, pues me he animado a publicarlo jiji.

Nada más por mi parte pero, ¡nos leemos ek comentarios!

PD: la próxima vez que publique capítulo será julio, JAJAJAJ, que rápido

~I 👑

|Publicado|: 24/06/2022

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