xxviii. la serpiente

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CAPÍTULO VEINTIOCHO
La serpiente y el pajarito

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PARA SER TOTALMENTE honestos, Dianne no tenía muy claro a quien quería pegarle con más fuerza en aquel preciso momento. Su lista de candidatos tenía varios nombres.

Al profesor Snape, quien había sido el encargado de indicarles el primer partido de Slytherin de la temporada. A Adrian Pucey, quien se había puesto a diseñar los entrenamientos como si no hubiera un mañana, como si no tuviera nada más que hacer con su vida. A Marcus Flint, quien se reía con malicia casi todo el tiempo, como si estuviera planeando alguna mala jugada contra el equipo rival. O quizás a su hermano mayor, a quien todo parecía importarle tres mandrágoras y media.

Porque, en verdad, el Quidditch afectaba un poco a su humor.


Al principio, a Dianne no le importó el equipo rival. Era cierto que no se debía subestimar a nadie, pero sus rivales en aquel primer partido eran un pequeño peligro en potencia. Una pequeña bonba que podría explotar eb cualquier momento. Y Dianne lo recordó en cuanto Adrián leyó la lista de jugadores.

El equipo de las águilas era, probablemente, el que más se lo tenía creído de todo Hogwarts, —sin contar a los propios de Slytherin, por supuesto—. Era realmente increíble como podían disimular tan bien sus jugadas cuando en realidad usaban su inteligencia para aprovecharse del enemigo. Esa era, a grandes trazos, la estrategia del equipo de Ravenclaw.

Y Dianne sabía perfectamente quien tenía la voz cantante dentro de la formación azulina.

Cho Chang, alumna de unos cuantos cursos superiores, una de las Ravenclaw más astutas que podía haber en todo el equipo. Por no hablar de todo Hogwarts, dónde estaba claro que la chica Chang estaba entre los primeros puestos del hipotético ranking.

Era la buscadora de las águilas, y un verdadero peligro cuando realmente se lo proponía. Dianne sabía perfectamente que en verdad Chang tendría que estar en Slytherin, pues detrás de aquella cara de niña estudiosa y que no rompería ni un plato, se encontraba una auténtica experta manipuladora. La había visto en acción lo suficiente como para saberlo. Y realmente no eran palabras suyas, sino de los propios miembros de Ravenclaw.

Cho Chang era un peligro en potencia.

Dianne había entrenado probablemente más que en toda su vida, simplemente porque quería ganarle a Chang costase lo que costase. No se iba a dejar ganar por alguien como ella, no iba a tolerar que Slytherin callera en las manipulaciones de aquella águila envidiosa. Era evidente la competitividad que había entre ambas chicas, pues se veía hasta fuera del césped, y por eso estaba considerando el cambiarle el lugar a su hermano para atrapar la snitch; ser la buscadora de Slytherin. A Dianne se le antojaba como una oportunidad verdaderamente jugosa para derribar a Cho de su escoba, estamparla contra el suelo y que se le borrara la sonrisa de suficiencia de la cara de una vez por todas. Pero descartó la idea tan pronto como la tuvo.

Prefería jugar de cazadora y anotar tantos puntos como pudiera.

Luego de que Daphne hablara con Theo, este había vuelto a ser el de siempre. Ya no había aquella tensión entre ellos que tanto los había agobiado durante días. De hecho, su juego conjunto en el campo de Quidditch había mejorado considerablemente, haciendo que todas sus jugadas de entrenamiento siempre acabaran sumando puntos. Aquello tenía a Adrian casi dando saltitos de emoción, como si se imaginase a sí mismo arrebatándole la copa de las manos a Oliver Wood. Si era lo que pensaba, nunca lo llegó a decir, aunque a veces sus acciones eran realmente evidentes. Era evidente que, al ser su último año, ambos querían ganar a toda costa.































🐍🦁🐍🦁🐍




























El día del partido, el tiempo estaba bastante normal para aquella época del año. No llovía, lo cual era de agradecer para la vista y el juego aéreo. Tampoco soplaba aire, solo una ligera brisa. Pero ahí estaba el verdadero problema: no era una brisa cualquiera, sino uno de los vientos del sur, los cuales siempre traen frío. La temperatura era bajísima, haciendo que nubes de vapor salieran de los adolescentes con cada expiración de aire.

Aquello tenía a Dianne tentada de alegar que le dolía el estómago para quedarse en la cama, pero ni siquiera fue una opción.

Ella era una Black, alguien perteneciente a una de las familias de nobles del mundo mágico. Y eso significa que no iba a retroceder, menos ante alguien como Chang.

Dianne se limitó a observar el intercambio de saludos entre su capitán y el de Ravenclaw, un chico de pelo moreno que no había visto en su vida. Por la manera en la que Adrian lo miraba, estaba segura de que eran del mismo curso y se conocían bastante bien. Casi la hizo sonreír porque, a pesar de que no era la rivalidad que había con Wood, casi podía ver chispas saltando.

Una garganta se aclaró de forma demasiado ruidosa cerca suya, y tuvo que contener las ganas de poner los ojos en blanco.

—Malfoy—la llamó una voz nasal y algo chillona, la cual le perforó los tímpanos solo con la primera sílaba de su apellido—, parece que tendremos buen tiempo para el partido, ¿no es genial?

—Chang—Dianne se giró para mirar a la Ravenclaw con mueca aburrida—, ¿puedes decirme por qué demonios me hablas como si fuéramos amigas?

Cho Chang sonrió como si algo la divirtiera.

A Dianne le dieron ganas de golpearla en toda la cara.

—Oh, ¿no lo somos? —La Ravenclaw soltó una risita algo aguda de más, totalmente insoportable a oídos externos—. Vamos, no seas tan arisca. Por lo menos disfruta del partido, hasta que perdáis, como es evidente que va a pasar.

—¿Perdona? ¿Qué es lo aue has dicho? —dijo Dianne entre dientes, tratando de contener su mal humor. Lo cual le estaba costando más de lo normal—. ¿Cómo puedes decir que es evidente que vamos a perder el partido? ¿Acaso eres aprendiz de la profesora Trelawney o algo por el estilo?

Cho sonrió con soberbia, mientras se apartaba el pelo de la cara.

No la golpees, no la golpees, no la golpees…, pensó Dianne, tratando de calmar sus nervios.

—No lo soy, pero está claro. Es decir, Ravenclaw me tiene a mí. —Cho se encogió de hombros, como si con aquello hubiera dicho todo—. Y vosotros… bueno, tenéis a tu hermanito. —Se quedó mirando donde estaba el platinado mayor antes de volver a hablar—. ¿Estáis seguros de que puede jugar?

—Gracias por preocuparte por mi hermano, Chang, pero te aseguro que puede jugar perfectamente. —replicó Dianne, con tono frío, casi tanto como el tiempo a su alrededor—. Ahora, si no te importa, tengo que volver con mi equipo.

Giró sobre sus talones, dispuesta a irse, pero la voz de Cho la detuvo de nuevo:

—Oh, así que es cierto lo que dicen. Vaya, tiene que ser horrible ser tú y que Cedric te rechace.

Dianne se paró en seco, y se giró lentamente. El solo pensar en el tejón la ponía realmente tensa, y sus ansias asesinas aumentaban considerablemente.

—¿Qué demonios acabas de decir, escoria?

—Me has escuchado perfectamente, Malfoy.—replicó Cho, ampliando su sonrisa, claramente divertida—. Bueno, pensándolo bien…—La miró de arriba abajo varias veces—. Entiendo muy bien por qué te rechazó. Eres como… una barbie.

¿Qué… acaba… de… decir?

La vena de la cuello de Dianne se tensó, mientras su ceño se fruncía totalmente. Sus ojos grisáceos se oscurecieron conforme se enfadaba, y tuvo que apretar su escoba con las manos para no tirarse sobre la chica y arrancarles el pelo a mechones.

—No vuelvas a llamarme barbie en tu vida, sucia traidora —escupió Dianne, respirando de forma entrecortada. No se percató del jadeo de Chang cuando sus ojos brillaron verde neón durante unos segundos, pues estaba demasiado ocupada calmando sus nervios—. Porque te arrancaré la lengua de cuajo si vuelves a hacerlo.

Cho parpadeó, recuperándose de la sorpresa. Mantuvo su soberbia intacta.

—Vamos, Dianne, ambas sabemos que solo es palabrería—comentó Cho, mirándose las uñas como si no le interesara la conversación—. Te romperías una uña si hicieras eso—añadió, para luego reírse.

Hasta aquí hemos llegado.

Dianne tiró la escoba al suelo y se acercó a la chica con unas pocas zancadas. Sacó su varita del bolsillo y la colocó en el cuello de Cho, haciendo que a esta se le cayera su propia escoba.

—Escúchame bien, asquerosa basura humana, porque solo te lo diré una sola vez. Y espero que tu maldito cerebro de guisante lo entienda—siseó Dianne, apretando la varita contra el cuello de Chang para impedir que dijera nada—. Si vuelves a cruzarte en mi camino, si vuelves a meterte donde no te llaman, te destrozaré. Te haré papilla, te reduciré a un pequeño cumulito de cenizas. Buscaré cada método que pueda usar contigo en el peor manual de Artes Oscuras que se me ocurra y te usaré como si fueras una cobaya. —Afianzó su agarre, impidiendo que la chica se moviera. Sus nudillos ya se encontraban blancos—. Si crees que bromeo, que solo es una cortina de humo, estás muy equivocada. Nadie provoca a alguien con sangre Black y se sale con la suya, ¿me oyes?

>> Te he hecho una pregunta, sucia traidora, así que contéstame. ¿ME HAS ESCUCHADO? —bramó, su voz retumbando por todo el campo.

—S-sí.

—Bien. —Dianne la soltó como si quemara, como si le tuviera asco. La observó desde su altura como si le diera asco—. Chachi—añadió, soltando una risita horrorosa.

Recogió su Nimbus 2001 del suelo y se alejó de Chang, antes de que las ganas de mandarle alguna maldición imperdonable la consumieran. Aquella chica sacaba lo peor de ella. No prestó atención a la forma en la que sus compañeros de Slytherin la miraban con orgullo, o como los de Ravenclaw se alejaban de ella como si fuera el Innombrable.

La sorprendió, aunque no lo exteriorizó, que Madame Hooch no le dijera nada. Simplemente la miró seria, para luego volver a lo que estaba haciendo. Eso significaba que seguramente había escuchado toda la conversación y había considerado que aquella amenaza estaba más que justificaba.

—¡Ohohoho! No sé vosotros, pero yo creo que he visto saltar chispas en el campo y ni siquiera ha empezado el partido. Menudo carácter se gasta Malfoy, uhuhu, yo no me metería en su camino ni aunque me pagaran mis galeones. —Ahí estaba Lee Jordan haciendo de las suyas, causando que Dianne sonriera ligeramente, casi de forma imperceptible —. Yo lo tengo claro, apostaría con los ojos cerrados por Dianne. Es decir, ¡raw! —Hizo como si fuera un gato, logrando que algunos alumnos lo mirasen como si pensaran que estaba mal de la cabeza—. Menudas garras tiene, madre mía. No me extraña que tenga tantos pretendie…

—¡JORDAN! ¡TIENES QUE HABLAR DEL PARTIDO, NO DE LOS JUGADORES!

—¿Qué? Ni siquiera ha empezado el partido, profesora.

Dianne desvió la mirada a las gradas, donde McGonagall miraba mal a Lee. Este parecía estar conteniendo la risa lo mejor que podía, sentado en medio de ciertos chicos de cabello pelirrojo.

Fred y George se reían con tanta intensidad que casi parecía que se fueran a caer del asiento.

—¡Barbie! ¡Barbie! ¡Barbie! —comenzaron a corear.

—¿Acaso también queréis que os corte la lengua a vosotros? —les preguntó Dianne, arqueando las cejas.

—Vamos, Barbie, no seas tan arisca—se burló Fred.

—Sí, Barbie, en el fondo te gusta el apodo—añadió George.

—Idiotas.

En la grada de Gryffindor, Ron se secaba las lágrimas a duras penas. Ginny le sonreía con los ojos brillando de emoción, por lo que le dio un leve guiño. Hermione le daba una mirada de reprobación, como la de una madre antes de regañar a su hijo. Y Harry…

Bueno, Harry estaba con su mirada de siempre. La miraba como si fuera la octava maravilla del mundo y hubiera vencido al titán que guardaba la puerta al Olimpo.

—La verdad es que Cho necesitaba que alguien la pusiera en su lugar—comentó una voz femenina cerca suya.

Dianne giró la cabeza, topándose con una chica de Ravenclaw. Tenía rasgos asiáticos, aunque la piel mucho más pálida que la suya. Sus rasgos se le hacían conocidos, pero no acaba de entender el por qué.

—Soy Kira Chang—se presentó la Ravenclaw, como si le estuviera leyendo la mente—. Compartimos algunas clases, aunque no te culpo si no me conoces, me pasa mucho…

—Me parece que te ubico…—Dianne frunció el ceño al instante, recordando algo—. Espera, ¿has dicho que te apellidas Chang? ¿Eres hermana de Cho?

—¡Cielo santo, no! —Kira parecía alterada con la idea, una extraña reacción—. No, no es mi hermana. Es mi… —resopló con algo de irritación—… mi prima mayor.

—Veo que no te cae muy bien—observó Dianne.

—Nada bien, la detesto—farfulló la asiática, conteniendo una mueca—. Siempre tiene que sobresalir en todo lo que hace, da igual lo que sea. Es una presumida hasta rozar lo ser insoportable. Y siempre me mina la moral con que tengo que ser más femenina o no le gustaré a los chicos. —Hizo un aspaviento, casi histérico—. De todas formas, ¿Qué demonios se supone que significa eso?

Dianne la observó con una pequeña sonrisa divertida.

—Me caes bien.

—¿Qué yo te qué? —Kira abrió los ojos más de lo normal, claramente sorprendida—. ¿Yo te caigo bien? ¿Enserio?

—Sí. Pareces detestar a Cho tanto como yo, así que me caes bien. Ya sabes, debes tener a tus compatriotas cerca para atacar al enemigo. — Dianne se encogió de hombros, como si nada.

—¡Hermana!

—Y esa es mi señal para irme. —bromeó Dianne, conteniendo un suspiro. Pareció dudar, para luego añadir—: Am… Kira, mantente lejos de Flint y los demás, los que parecen orangutanes, ¿sí? Son algo… brutos. No me gustaría que a una persona que me cae bien le rompieran algo. —le dio un sutil guiño.

Se acercó a su hermano, quien llevaba un rato observando la escena con una ceja arqueada. Parecía algo sorprendido, como era obvio. También Theo tenía la misma expresión, aunque él estaba haciendo esfuerzos para no reírse.

—¿Quién era esa? —cuestionó Draco, arqueado una de sus cejas.

—Kira Chang—respondió Dianne, encogiéndose de hombros—. Es prima de Cho, pero tiene nuestra edad. Y es menos insoportable que ella.

—Vaya milagro.

Sí, Draco tampoco soportaba a la mayor de las Chang. Su voz le recordaba a unas uñas rasgando el pergamino y le daban ganas de taparse las orejas con algo.

—El milagro es que a Anne le caiga bien—bromeó Theo, esbozando una sonrisa ladeada.

—Cállate, Nott.

—¿Habéis acabado de reíros o de amenazar al rival? —cuestionó la voz de Adrian, sonando algo irritado.

Los tres Slytherins de tercer año giraron las cabezas para observar al mayor. Este tenía las cejas arqueadas, las manos en las caderas y una expresión… que a los tres les recordó a la de Oliver Wood cuando regañaba a los de Gryffindor.

¿Acaso ambos eran almas gemelas? Porque entonces Dianne y Theo se iban a reír hasta acabar llorando.

—¿Qué te pasa, Adrian, estás estresado? —se burló Dianne, sonriendo con malicia —. Quizás deberías ir al baño de prefectos, ya sabes, para darte un homenaje y relajarte.

—¡Dianne! —Theo explotó en carcajadas.

Las orejas de Adrian enrojecieron levemente. No sabía si lo abochornaba más la insinuación o el tono con el que había sido dicha.

—Tenemos que ganar el partido si queremos ganar la Copa—refunfuñó el serpiente mayor.

—Enserio, Pucey, quizás deberías ir a desestresarte—apoyó Draco, haciendo un extraño baile de cejas.

—Sí, no es como si fuera la primera vez que alguien te pilla, ah—añadió Theo, casi tan rojo como un tomate maduro de tanto reírse.

Adrian se puso todavía más rojo, divirtiéndolos.

—Os odio—gruñó para luego irse.

Los tres de tercero se echaron a reír a la vez, mientras Theo y Draco seguían gritándole insinuaciones a Adrian. Este las ignoraba lo mejor que podía, puesto que, parte de aquello tenía razón. Estaba estresado y necesitaba relajarse, aunque no fuera el momento ni el lugar para hacerlo.

Madame Hooch llamó ambos equipos al círculo central del campo justo cuando todos los del equipo de las serpientes habían dejado de reírse de su medio capitán. Dianne se percató en como Cho parecía decirle algo a Kira y esta ponía la peor mueca que podía tener en su repertorio. Luego de eso, se alejó de su prima todo lo que pudo, como si tuviera la peste dragónica o algo por el estilo.

—Nada de juego brusco—advirtió la profesora de vuelo, como siempre hacía—. ¿Entendido, Slytherin? —Los de la casa de las serpientes asintieron como si no fuera con ellos—. Y nada de jugarretas de niños pequeños, ¿vale, Ravenclaw? —Los de las águilas hicieron lo mismo.

Dianne se subió a su Nimbus y su mirada se cruzó con la de Cho Chang. A pesar de su previa amenaza, la Ravenclaw le sonrió con suficiencia, como si se fuera a cumplir el pronóstico de que la casa de las águilas iba a ganar el partido. Dianne rodó los ojos, como si no le interesara, y casi sonrió cuando escuchó el berrinche de la asiática.

¿Enserio ella es mayor que yo?, se preguntó Dianne, mientras esperaba la señal de la profesora. Es incluso más infantil que mi hermano.

Se fijó en que Kira negaba con la cabeza, como si le estuviera diciendo que su prima no tuviera remedio alguno. Aquello la hizo soltar una leve carcajada, para luego asentir. Rompió el contacto visual en cuanto Hooch hizo sonar el silbato, alzándose del suelo para lanzarse a por la quaffle.

Había llegado el momento de que la serpiente se comiera al pajarito.



























🐍🦁🐍🦁🐍




























Finalmente, Slytherin ganó el partido a Ravenclaw, por más de cincuenta puntos. De nada le sirvió a la casa de las águilas el que su buscadora hubiera atrapado la snitch, puesto que habían perdido el partido de igual modo.

Dianne y Theo se las habían arreglado para marcar ciento cincuenta puntos entre los dos, y había dado infinitas asistencias a sus compañeros que habían acabado en suma de puntos. Ellos habían sido el centro del ataque, y la razón de la victoria de la casa de las serpientes.

Evidentemente, la derrota no fue muy bien llevada por Cho Chang. Nada más finalizar el partido, salió del campo en medio de una rabieta, sin siquiera saludar a los rivales como era costumbre. Su amiga, aunque fiel perro sería mejor adjetivo por como la trataba, una tal Marietta, la siguió con rapidez. Dianne mentiría si dijera que no lo había disfrutado profundamente.

Porque sí que lo había hecho.

En cuanto sus compañeros dejaron de rodearla y felicitarla por ser la máxima anotadora del partido, Dianne se percató de que la estaban esperando. Harry estaba en un lateral del campo, apoyado en una de las paredes de las gradas como si nada fuera con él. A pesar de eso, su mirada azulada estaba puesta en ella y le estaba dedicando una de sus bonitas sonrisas.

Una de esas tan Harry Potter.

Dianne ni siquiera se preocupó en si alguien la veía, pues lo cierto es que ya le valía todo. Se alejó de sus compañeros Slytherin y cruzó el campo para reunirse con el azabache. Harry la observó acercarse a él casi a cámara lenta, aunque eso no hizo que borrara su sonrisa. La mantuvo intacta, algo embelesado, puesto que a pesar de haber estado jugando un partido, seguía malditamente perfecta ante sus ojos.

—¿Qué haces aquí, Harry? —preguntó Dianne, aunque no fue capaz de contener una sonrisa.

—Creo que es algo obvio—respondió Harry, mientras hacía un leve gesto con las cejas—. Estoy esperando a la jugadora más guapa de todas.

Dianne arqueó una ceja, algo sorprendida. Luego, pareció recordar algo.

—Deberías tener cuidado con los partidos contra Ravenclaw—le dijo, mientras se acercaba a él.

—¿Y eso?

Harry parecía, de pronto, lleno de curiosidad.

—¿Sabes quién es Cho Chang? —preguntó Dianne, de mala gana, casi escupiendo el nombre de la chica.

—Am… ¿Te refieres a la que casi le estampas la Nimbus antes de empezar el partido? —bromeó Harry, disfrutando del berrinche que la rubia hizo en silencio—. Sí, me suena su nombre. ¿Por qué?

—Tiene un trastorno patológico con llamar la atención.

—¿Y eso en que me influye a mí…? —Harry hizo una mueca de disgusto al comprenderlo—. Ah.

—Ah, sí, ah—refunfuñó Dianne, poniendo la mara cara.

Harry contuvo una risa, observando la mala cara de la rubia frente a él. Con dos dedos de su mano libre, pellizcó suavemente una de las pálidas mejillas de la chica, haciendo que ésta dejara de hacer aquel puchero de irritación. Se ganó la mirada de la aludida, y contuvo otra risita lo mejor que pudo.

—¿Sabes? Nunca pensé en que podría llegar a verte celosa de alguien—comentó Harry en tono bajo, casi dejando ver su diversión.

—No estoy celosa de esa… chica—gruñó Dianne, mirando mal al chico cuando este se rio por lo bajo. Relajó su tono, hasta parecer demasiado casual—. No sé a qué le ves la gracia, Potter, pero no me puedo celar de algo cuando a lo que intentan llegar ya es mío.

Harry se atragantó con su propia saliva al notar la tranquilidad con la que Dianne había dicho aquello. La observó con perplejidad, como si su mente hubiera olvidado todas las conversaciones que habían compartido, así como los roces entre ellos. Habían sido inocentes, quizás porque eran inexpertos en el tema o porque sus mentes pensaban que no era el momento.

—¿Acabas…? ¿Acabas de decir que soy tuyo? —cuestionó el azabache, esforzándose por no parecer ahogado.

—Mmmh. Es lo que acabo de decir—afirmó Dianne, sonriendo levemente y mostrando sus blancos dientes.

—Vaya… me acabo de sentir un poco como un muñeco de trapo—masculló Harry, sacudiendo la cabeza.

—Siempre puedes tener la opción de alejarte, —le recordó Dianne, conteniendo una risa cuando él la acercó a su cuerpo—. Aunque, no pareces muy por la labor.

—Tendré quince años, pero eso no significa que no sepa lo que quiero—replicó Harry, casi refunfuñando.

—¿Ah, sí? ¿Y qué es lo que quieres, Potty?

Harry frunció el ceño al notar el tono de reto.

—A ti—respondió como si nada, como si no se le fuera a salir el corazón por la boca—. Tú, eres mía—añadió, sonriendo.

Dianne ignoró todo lo que pudo el calambre que aquellas tres palabras ocasionaron en su espina dorsal. Su mente siempre había tenido una parte de rebelarse contra todos, pero ahora mismo, estaba dormida. Incluso le estaba gustando que Harry dijera que era suya, y fue cuando se dio cuenta.

Él había logrado calmar un poco a su ¿bestia interna?

—¿Por qué no lo demuestras? —lo retó Dianne, sonriendo con algo de sorna—. ¿O es que estás asustado, Potty?

—Ya te gustaría—gruñó Harry, a modo de respuesta.

Ninguno de los tenía claro que era lo que estaban haciendo, retándose el uno al otro, pero debían admitir que les gustaba. Les provocaba un calor en el cuerpo, algo incómodo al principio, pero realmente satisfactorio cuando se acostumbraban a él.

Fue en ese momento en el que Harry se acordó de que el equipo de Slytherin seguía por ahí, pero no estaba preocupado por Draco, sino por otros jugadores. Podría ser que fuera despistado, pero se había dado cuenta de las miradas que Adrian Pucey le lanzaba a Dianne cuando ella no estaba mirando. O la forma en la que Theo cernía su brazo en torno a sus hombros. No le gustaba nada, nada de nada. Sentía su cuerpo arder de furia, con algo que Hermione le había denominado como celos, o algo por el estilo.

Si alguno anda todavía por aquí, espero que se quede a ver esto, pensó Harry, sin pararse a meditar que era lo que estaba a punto de hacer. Le daba igual, pues sentía que su cuerpo no iba a poder aguantar mucho más tiempo.

La quería.

Y ansiaba demostrárselo.

Dianne no tuvo tiempo de preguntarle a Harry que era lo que estaba pensando, puesto que se había dado cuenta de cómo sus ojos azules parecían centellear con maldad durante unos segundos. La mano del chico en su nuca hizo que se le secara la garganta, y el hecho de tener el pálido rostro de Harry más cerca lo empeoraba todo. Un mechón azabache le rozó la frente con suavidad, y estuvo tentada de reírse.

—Lo siento—musitó Harry, aunque una parte de su mente no lo iba a sentir demasiado—. Por favor, no me mates….

Luego de pronunciar el último sonido, se movió hasta que sus labios entraron en contacto con los de Dianne. La mano en la nuca de ella hizo fuerza para atraerla hacia él, arrancándole un jadeo que casi lo hizo temblar en el sitio. La otra mano, en la cadera de la rubia, comenzó a deslizarse suavemente por la piel blanquecina que había en el lugar. Harry no sabía muy bien que hacía, puesto que era como si su cerebro hubiera entrado en automático, como si lo hubiera poseído un espíritu y él si que supiera lo que debía hacer. Lo único que le importaba, era que estaba besando a Dianne, y que no era un simple roce como el que ella le había dado. Porque eso, no habría sido suficiente para él.

Harry quería más.

Dianne se aferró a la túnica de Harry, puesto que una parte de ella no se esperaba que él fuera el que iniciara aquello; no se esperaba que él, el que se suponía que era el tímido de los dos, fuera quien tomara la iniciativa. Realmente, todavía pensaba que el chico seguía esperando el momento adecuado, pero seguramente habría perdido la paciencia. Justo como le había estado pasando a ella. Había estado debatiendo consigo misma cuando era el “momento oportuno” para hacer lo que ella quería, —que no era otra cosa que besar a Harry tantas veces como quisiera—. Había llegado a la conclusión de que ese momento oportuno no existía, que solo había sido una excusa barata, y que debía ser cuando su cuerpo ardiera en ansias de hacerlo. Como era lo que estaba pasando.

Los labios de Harry acariciaban los de Dianne con suavidad, como el roce del ala de una mariposa en la mejilla de alguien. Era como si el azabache temiera hacer más fuerza, como si temiera romperla o pasarse de la raya imaginaria que alguno hubiera podido trazar. Pero ninguno de los dos hizo amago de intensificar el beso.

Quizás porque era el primer beso que compartían, y siempre habían escuchado que era el más especial entre dos personas. Quizás el lugar no era el más adecuado, pero si la forma en la que se besaban. Lenta, suave y delicadamente, como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Como si quisieran demostrar algo al otro.

Lentamente, Dianne se separó, no porque quisiera, sino porque se había quedado sin aire. Abrió los ojos, observando a Harry. Él los había abierto segundos antes, siendo capaz de disfrutar de las mejillas sonrojadas de ella durante un pequeño lapso de tiempo. Una sonrisa tironeó de sus labios hasta que se materializó, y una parte de Dianne se sintió desfallecer cuando la mano que había estado en su nuca se movió hasta acariciarle la mejilla derecha.

—¿Por qué dijiste eso? —cuestionó Dianne en voz baja, cómo si parte de ella temiera romper la atmósfera que se había creado—. ¿Por qué te disculpaste?

—Creía que me ibas a apartar o a matar—admitió Harry, hablando en el mismo tono, aunque él era en parte porque estaba un poco avergonzado—. Ya sabes, por lo que habíamos hablado del momento oportuno y todo eso…

—El momento oportuno no existe, Harry—replicó ella, cortando la argumentación de forma abrupta y sorprendiéndolo un poco—. He estado pensando en que no dejamos de aludir al momento oportuno una y otra vez, como si fuera la solución a todos nuestros problemas. Pero, ¿Qué pasa si ese momento no existe? —Una sonrisa apareció lentamente en su pálido rostro—. Lo has hecho ahora porque has querido, así que no veo el problema.

Harry estaba sorprendido, no iba a negarlo. Y tampoco es como si se estuviera esforzando mucho en ocultarlo.

Realmente esperaba que Dianne se pusiera hecha una furia, principalmente por estar cerca del campo de Quidditch, dónde alguien podría verlos, y no en un lugar más tranquilo. Hermione le había dado una extensa charla sobre la complejidad de los sentimientos de las chicas con lo relacionado a los primeros acercamientos, y la forma en la que Dianne estaba tan tranquila solo hacía que le diera vueltas la cabeza.

¿Acaso quiere volverme loco?, se preguntó el Potter, parpadeando.

—¿Entonces…? —Harry se lamió el labio inferior. Parecía dudar de lo que quería o incluso estaba por decir—. ¿Quieres…?

Dianne rio suavemente, para luego llevar una mano a la nuca de Harry y volver a juntar sus labios.

A pesar del ardiente y llameante fuego que ambos notaban alrededor de sus corazones, que parecía querer quemarles el cuerpo entero, no tenía nada que ver con la forma en la que sus labios se acariciaban. Dianne quería grabar aquella sensación en su mente, puesto que nunca en su vida se había sentido mejor, tan tranquila y en paz. Harry quería conservarla entre sus brazos durante el tiempo que fuera necesario. Quería abrazarla, besarla, acariciarla… y no dejar de observar su sonrisa.

Igual sonaría egoísta, y quizás un poco mal, pero la quería para él.

Única y exclusivamente para él.

Esta vez fue Harry el que se separó, sintiendo un molesto pinchazo en el pecho por la falta del oxígeno. Mientras recuperaba el aliento, observó como Dianne le sonreía con sorna, como si hubiera ganado algún tipo de batalla. A pesar de aquel segundo sentido, Harry sonrió de forma sincera. Después de todo lo que había pasado en su infancia, era la primera vez que sentía su propio corazón tan cálido. Le gustaba esa sensación, y sabía que era obra de la chica que lo miraba con atención.

—¿Debo pedir perdón? —bromeó Dianne cuando hubo recuperado el aliento.

—No—negó Harry, sacudiendo la cabeza y con tono algo divertido—. No es como si me hubiera enfadado.

—¿Quién eres y que has hecho con el tierno Harry Potter? —cuestionó divertida, en el fondo disfrutando de las sutiles caricias del mencionado—. Ya sabes, el que casi se ponía rojo cuando me miraba.

—Ha tenido mucho tiempo para pensar y darse cuenta de muchas cosas—jugueteó Harry, aunque en el fondo no estaba mintiendo. Cumplir los quince había supuesto una auténtica bomba de palenque en su cuerpo y mente.

—Bueno, pues tengo que admitir que este Harry me gusta más—señaló Dianne, mientras se apoyaba en el cuerpo del mencionado.

Harry rio levemente, rodeando la figura de Dianne con sus brazos, casi suspirando de felicidad. Dianne lo abrazó de vuelta, apoyando su cabeza en el hombro del chico, y cerrando los ojos. El aroma que emanaba de la piel de Harry era tan suave que prácticamente podría dormirse aunque estuviera de pie. Además, estaba el efecto que él en sí lograba en ella: el calmarla, como si fuera un bálsamo de quemaduras..

Hary no estaba seguro de cuánto tiempo podría disfrutar de aquella tranquilidad que Dianne le proporcionaba. Seguía en vigencia todo el problema de Buckbeak, por no hablar del de Sirius Black; en el fondo quería encontrase con el hombre para solucionar todo aquello de una vez por todas. Parecía que nadie iba a dejar que tuviera un curso normal, en lo que a la muerte se refería. Era como si todo el mundo lo quisiera muerto por prácticamente la misma razón. Por eso, creía que tenía el derecho a ser egoísta.

A querer a Dianne para él y solo para él, porque era la única que lograba hacerlo olvidarse de todos sus problemas. A querer levantarse en medio de la noche y colarse en su habitación, solo para poder abrazarla y verla dormir. Quería hacer todas aquellas cosas que había leído en los libros muggles de su tía, aquellas en que en su momento le habían parecido demasiado cursis, pero que ahora le parecían perfectas. Perfectas para que Dianne abandonara aquella cara de seria que siempre portaba y le mostrara aquella sonrisa. La sonrisa que lo tenía atontado, la que le decía que no era solo imaginaciones suyas, sino que ella también lo quería.

Alguien de verdad lo quería. Y Harry estaba seguro de que podría echarse a llorar.

—Te he manchado de hierba—señaló Dianne, soltando una risita.

—Da igual. —Harry le restó importancia, encogiéndose de hombros—. Es solo hierba..

—Harry, deberíamos volver al castillo. Sabes que no debes estar fuera cuando caiga la noche—le recordó ella de forma suave, ignorando un chillido histérico de su propia mente.

—Un poco más…—pidió Harry con tono suave, mirándola con ojos de cervatillo—. Solo un poco más…

Será manipulador…

Dianne contuvo una sonrisa, para luego acceder:

—Está bien, solo un poco más.

Harry estuvo tentado de soltar una exclamación de felicidad, pero se limitó a sonreír ampliamente. Enterró la cara en el pelo de ella, respirando el aroma que emanaba de este. Nunca sabía que clase de frutos silvestres eran, pero sin duda le gustaban en el champú de la rubia. Quizás por eso se le había vuelto una costumbre el olerla disimuladamente.

A Harry le gustaba ese olor.

—¿Me estás oliendo? —cuestionó Dianne, divertida.

—No tengo culpa de que tu pelo huela tan bien—refunfuñó Harry, dando gracias de que no pudiera verle el rostro sonrojado.

—No te iba a regañar, Harry—replicó ella, haciendo que el mencionado moviera ligeramente la cabeza, lo suficiente para ser capaz de mirarla—. Después de todo, yo también te huelo.

—¿Qué… tú… me hueles… a mí? —cuestionó Harry, desconcertado.

—Ajá, cuando te abrazo—dijo Dianne como si nada—. Tu piel huele bien.

—¿Qué mi piel huele bien? —Harry parecía al borde de sufrir un colapso—. ¿A qué?

Dianne lo meditó durante unos segundos.

—Hueles a coco—dijo finalmente, tras haber logrado aislar el ingrediente principal en el aroma que emanaba de él—. ¿Tu jabón tiene aceite de coco?

—Creo que sí. —balbuceó Harry, todavía algo sorprendido—. ¿Te gusta cómo huele?

—Sí —se mordió el interior de la mejilla, para luego susurrar—: Pero solo porque viene de ti.

Ay dios mío, pensó el chico, tratando de controlarse.

Harry rio, algo nervioso, mientras que Dianne sonreía levemente.

—Sonamos un poco locos, ¿no crees? —comentó el chico, alegremente.

—¿Acaso no te has enterado, Harry? —murmuró Dianne, mientras dejaba un casto beso en la mandíbula del mencionado—. Hay personas por las que merece la pena perder por completo la cabeza.

Harry estaba totalmente de acuerdo con aquella afirmación.

















































¡Hola, hola! ¡Estamos de vuelta!

La verdad es que ha pasado bastante tiempo, pero entre la uni y otros problemas se me hizo un poco difícil ponerme con Dianne. Y es que estoy pensando mucho las escenas para que queden coherentes con los libros anteriores y los que vienen después. Espero que pueda actualizar más la historia.

Luego del capítulo anterior se me pasó por la cabeza mencionar algo sobre el partido de Slytherin. ¿Por qué? Porque básicamente la relación de Dianne y Cho tiene bastante relevancia en el futuro.

(Yo prometo que no me cae mal, pero igual que con Cedric, necesito algo de drama para la historia)

El personaje de Kira también es bastante importante para la Saga, así que recuerden el nombre y lo que ha hablado con Dianne en este capítulo. Porque puede ser importante.

Que conste que Fred y George llamando 'Barbie' a Dianne es una imagen que me hace mucha gracia.

Y, sí, escribir escenas en las que a Harry casi le da un colapso es mi pasión. No puedo dejar de imaginármelo. Me hace demasiada gracia y no voy a negarlo.

Además, hay que tener en cuenta que tienen quince años y es normal que se pongan intensitos. Cuidado, que igual vienen curvas.

Otro beso era necesario, ¿verdad? Yo creo que sí, que sí. No sé, me hace ilusión haberlo escrito así de bonito, así que espero que a vosotrxs os guste.

Bueno, ¿Qué os ha parecido? ¡Espero que les haya gustado!

Recuerden que para que suba capítulo debo ver algo de feedback (votos y comentarios). Por favor, no sean lectores fantasmas. No cuesta nada dejar un comentario. Y aseguro que llenan de mucha felicidad.

Nada más por mi parte, pero...

¡Nos leemos en comentarios!

|Publicado|: 11/08/2023

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