xvii. Doble ataque

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CAPÍTULO DIECISIETE
Doble ataque

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AQUELLA NOCHE, DIANNE PASÓ varias horas despierta. No veía la nieve comenzando a amontonarse al otro lado de la ventana, puesto que estas daban al fondo del lago, mas mientras pensaba era capaz de imaginarse cada copo de nieve cayendo con suavidad cobre la hierba. Sumida en sus pensamientos, acariciaba de forma distraída la cabeza reptiliana de la serpiente que Slytherin había aceptado como su nueva mascota. Or era el nombre del animal, puesto que aquel color de ojos Dianne lo conocía muy bien.

A la mañana siguiente, la nevada que había empezado a caer por la noche se había transformado en una tormenta tan recia que se suspendió la última clase de Herbología del trimestre. La profesora Sprout quiso tapar las mandrágoras con pañuelos y calcetines, una operación tan delicada que no habría confiado a nadie más, puesto que el crecimiento de las mandrágoras se había convertido en algo tan importante para revivir a la Señora Norris y a Colin Creevey.

Dianne observaba con gesto distraído como Blaise y Daphne echaban una partida al ajedrez mágico, mientras despeinaba los rizos de Theo, cuya cabeza estaba apoyada en su pecho, mientras el chico leía tranquilamente.

—Theo, creo que deberías cambiar de página—sugirió Blaise, con tono de reproche —. Digo, para que parezca que realmente estás leyendo.

—Sí, ambos sois pésimos disimulando—comentó Daphne, en voz más baja, mientras uno de sus alfiles era pulverizado —. Si estáis seguros de que Harry no se va a quedar quietecito, id a vigilarlo.

Theo bajó el libro, al cual no le estaba haciendo caso, y alzó su mirada marrón hacia la rubia. Dianne parecía estar pensando algo con intensidad, pues tenía el ceño fruncido con concentración. Sus ojos verdosos dieron con los marrones que la estaban vigilando.

—¿Vamos? —ofreció el chico, cerrando el libro.

—Nos estamos volviendo unos acosadores de manual—se quejó la rubia, mientras aceptaba la mano que su amigo le tendía.

—No olvidéis contarnos todo lo que averigüéis—tarareó Daphne, mientras una de sus piezas machacaba a una de las de Blaise.

—¿Decías?

Dianne rodó los ojos, mientras que Theo se reía por lo bajo.

El castillo estaba más oscuro de lo normal a pesar de estar en pleno día, a causa de la nieve espesa y gris que se arremolinaba en todas las ventanas. Ambos Slytherin se ajustaron la túnica al cuello mientras buscaban al azabache de los leones por las aulas en las que estaban pasando. Se preguntaron si, por algún casual, iría a la biblioteca, por lo que se encaminaron hacia allí.

Frenaron su caminata y se escondieron al ver la túnica de Harry, pero también las de varios Hufflepuff. Estaban en la parte de atrás de la biblioteca, pero no parecían estar estudiando. Entre las largas filas de estantes, se podían ver las cabezas pegadas unas a otras, en lo que parecía ser una absorbente conversación.

—Así que—decía un muchacho bastante corpulento para tener su misma edad—le dije a Justin que se ocultara en nuestro dormitorio. Quiero decir, que si Potter lo ha señalado como su próxima víctima, es mejor que se deje ver poco durante una temporada. Por supuesto, Justin se temía que algo así pudiera ocurrir desde que se le escapó decirle a Potter que era de familia muggle. Lo que Justin le dijo exactamente es que le habían reservado plaza en Eton. No es el mejor comentario que se le puede hacer al heredero de Slytherin, ¿verdad?

—¿Entonces estás convencido de que es Potter, Ernie? —preguntó asustada una chica rubia con coletas.

—Hannah—le dijo solemnemente el chico robusto—, sabe hablar pársel. Todo el mundo sabe que ésa es la marca de un mago tenebroso. ¿Sabes de algún honrado que le pueda hablar con las serpientes? Al mismo Slytherin lo llamaban <<lengua de serpiente>>.

Aquello provocó densos murmullos. Ernie prosiguió:

—¿Recordáis lo que apareció escrito en la pared? <<Temed, enemigos del heredero>>. Potter está enemistado con Filch. A continuación, el gato de Filch resulta agredido. Ese chaval de primero, Creevey, molestó a Potter en el partido de quidditch, sacándole fotos mientras estaba tendido en el barro. Y entonces aparece Creevey petrificado.

—Pero—repuso Hannah, vacilando—parece tan simpático...y, bueno, fue él quien hizo desaparecer a Quien-vosotros-sabéis. No puede ser tan malo, ¿no creéis?

Ernie bajó la voz para adoptar un tono misterioso. Los de Hufflepuff se inclinaron y se juntaron más unos a otros, y los que trataban de escuchar tuvieron que acercarse más para oír las palabras de Ernie.

—Nadie sabe cómo pudo sobrevivir al ataque de Quien-vosotros-sabéis. Quiero decir, que era tan solo un niño cuando ocurrió, y tendría que haber saltado en pedazos. Solo un mago tenebroso con mucho poder podría sobrevivir a una maldición como esa—bajó la voz hasta que no fue más que un susurro, y prosiguió—: Por eso seguramente es por lo que Quien-vosotros-sabéis quería matarlo antes que a nadie. No quería tener a otro Señor Tenebroso que le hiciera la competencia. Me pregunto que otros poderes oculta Potter.

Aparentemente Harry no pudo aguantar más y salió de detrás de la estantería, carraspeando de forma sonora. De no estar tan enojado, Dianne estaba segura de que le habría parecido divertida la forma en la que lo recibieron: todos parecían haberse quedado petrificados por su sola presencia, y Ernie se puso pálido.

—Hola—dijo Harry —. Busco a Justin Finch-Fletchley.

Todos los Hufflepuff miraron a Ernie.

—¿Para qué lo buscas? —le preguntó Ernie, con voz trémula.

—Quería explicarle lo que sucedió realmente con la serpiente en el club de duelo—dijo Harry.

Ernie se mordió los labios y luego, respirando hondo, dijo:

—Todos estábamos allí. Vimos lo que sucedió.

—Entonces te darías cuenta de que, después de lo que le dije, la serpiente retrocedió—le dijo Harry.

—Yo solo me di cuenta—dijo Ernie tozudamente, aunque le temblaba la voz al hablar—de que hablaste en lengua pársel y le echaste la serpiente a Justin.

—¡Yo no se la eché! —gruñó Harry, con la voz temblorosa por el enojo—. ¡Ni siquiera lo tocó!

—Le anduvo muy cerca—dijo Ernie—. Y por si te entran dudas—añadió apresuradamente—, he de decirte que puedes rastrear mis antepasados hasta nueve generaciones de brujos y brujas y no encontrarás una gota de sangre muggle, así que...

—¡No me preocupa qué tipo de sangre tengas! —dijo Harry con dureza—. ¿Por qué tendría que atacar a los de familia muggle?

—He oído que odias a esos muggles con los que vives—soltó Ernie apresuradamente.

—No es posible vivir con los Dursley sin odiarlos—replicó Harry, casi hablando entre dientes—. Me gustaría que lo intentaras.

—Vamos, Harry, no pierdas el tiempo con esta panda—intervino la voz siseante y aguda de Dianne, mientras ella y Theo salían de detrás de la estantería.

Los Hufflepuff tuvieron la misma reacción de antes: se pusieron tiesos como palos y Ernie incluso palideció aún más. Harry giró la cabeza para mirarla, y aunque sus ojos brillaban con enfado, hubo un pequeño destello de felicidad al verla.

—Dianne...—la saludó, aunque le salió un exhalido algo soñador.

—Enseguida estoy contigo, Harry —canturreó ella, mientras le ofrecía una minúscula sonrisa. Clavó su mirada en el grupo de tejones que la miraban como si temieran que se los fuera a comer de un bocado—. Vaya, vaya, Macmillan... primero criticas que Potter parece tener objetivos, pero luego estás prácticamente dispuesto a enseñarle tu árbol genealógico para salvar tu amarillo trasero—siseó, mientras tomaba la bufanda del mencionado y la giraba entre sus dedos—. Eso no es muy Hufflepuff de tu parte, ¿no te parece?

—Y-yo...

—¿T-tú? —Dianne arqueó una ceja al no obtener respuesta, algo que se esperaba—. Bien, tú lo que vas a hacer es mantener tu sucia lengua quieta, ¿sí? Porque si escucho otra de tus tonterías, descubriré quien es el heredero de Salazar y te pondré de primero en la lista. ¿Lo entendiste? —Ernie asintió con la cabeza varias veces—. Buen chico, buen chico—se burló, mientras soltaba la bufanda.

Se alejó un paso del Hufflepuff, mientras una sonrisa de suficiencia se formaba en sus facciones casi angelicales. Aunque ella, que poseía aquella cara de muñeca, lo único de ángel que tenía era su apariencia. Se parecía más a un ángel caído que a uno de aquellos que pintaban con ropajes y alas blancas. Desde luego, no iba nada acorde con ella, o con su interior.

¿Estaba bien lo que estaba haciendo? Seguramente no, era más, estaba segura de que estaba obrando mal. Que no debería intimidar ni amenazar como lo había hecho. Pero su paciencia tenía un límite, y no siempre estaba donde debía estar.

—Bonitas coletas, Abbot —aduló, ampliando su sonrisa unos segundos hacia los chicos que la observaban con una mezcla de miedo y respeto, combinación que ella saboreó casi sin darse cuenta—. Adiós, tejones, tened un buen día.

Giró sobre sus talones y se alejó de los miembros de la casa de Helga Hufflepuff, no sin antes tomar a Harry y a Theo de un brazo, de esa manera obligándolos a caminar. Los dos intercambiaron una mirada pero no dijeron nada. Realmente no les apetecía llevarse una mala contestación de la chica o peor aún, una de sus amenazas.

—Tienes que dejar de hacer eso, Anne —la regañó Theo, aunque se le escapó una sonrisa torcida.

—Y ellos deberían empezar a pincharse la lengua para no hablar de lo que no saben—contratacó Dianne, con el ceño fruncido. Suspiró, tratando de calmar su mal humor, y dirigió su mirada a Harry, quien parecía estar un poco en su propio mundo —. No te culpo si quieres volver y meterles un puñetazo, Harry. Es más, me ofrezco voluntaria para ayudarte.

Harry sacudió la cabeza de forma negativa.

—No, es igual.

Theo y Dianne intercambiaron una mirada al verlo marcharse, para luego apresurarse a seguirlo. Harry no objetó nada, de hecho, incluso sonrió un poco.

Parecía tan metido en su mundo que no se daba cuenta de por dónde estaba yendo. Ni siquiera cuando se dio de bruces contra una mole grande y dura que lo tiró al suelo de espaldas.

—Hola, Hagrid—saludaron las serpientes a la vez.

—¡Ah, hola, Hagrid! —dijo Harry, levantando la vista.

Aunque llevaba la cara completamente tapada por un pasamontañas de lana cubierto de nieve, no podía tratarse de nadie más que Hagrid, puesto que ocupaba casi todo el ancho del pasillo con su abrigo de piel de topo. En una de sus grandes manos, enguantadas con cuero marrón, llevaba un gallo muerto.

—¿Va todo bien, Harry, Dianne, Theo? —preguntó Hagrid, quitándose el pasamontañas para poder hablar con ellos—.¿Por qué no estáis en clase?

—La han suspendido por la nevada —respondió Theo, ocultando su diversión.

—¿Y tú, que haces aquí? —preguntó Harry, mientras Dianne lo ayudaba a levantarse.

Hagrid levantó el gallo sin vida que tenía en la mano.

—Es el segundo que matan este trimestre—explicó, mientras Harry y Dianne se apartaban un paso, ambos mirando al animal muerto con algo de asco. Theo, por su parte, permaneció inmune—. O son zorros o chupasangres, y necesito el permiso del director para poner un encantamiento alrededor del gallinero.

Theo y Dianne se quedaron observando como Hagrid miraba más de cerca de Harry, por debajo de sus espesas cejas cubiertas de nieve.

—¿Estás seguro de que te encuentras bien, Harry? Pareces preocupado y alterado.

—No es nada—repuso el ojiazul, casi sin pestañear y de forma apresurada—. Mejor será que nos vayamos. Después tengo Transformaciones y me acompañaban a por mis libros...

Dianne y Theo casi ni tuvieron tiempo de despedirse del semigigante, pues el azabache había tirado de ambos para que caminaran con él. Ninguna de las dos serpientes dijo nada, puesto la mueca de Harry detonaba perfectamente que estaba pensando en las palabras que Ernie había dicho de él.

—Deja de darle vueltas, Harry—regañó Dianne, haciendo que el mencionado diera un bote en el sitio—. Sea lo que sea en lo que estás pensando, déjalo. Enserio, no merece la pena.

—Desde que me dijo que venía de una familia de muggles, Justin me tiene miedo—dijo Harry, girando la cabeza para mirarla. Tenía el ceño levemente fruncido, con preocupación. La misma emoción brillaba en sus claros ojos, detrás de sus redondas gafas—, ¿Cómo quieres que me tome eso, uh?

—Por amor a Merlín, Harry—suspiró la rubia, negando con la cabeza. En el fondo, no lo culpaba por tener aquellos pensamientos, pero seguía pensando que era una pérdida de tiempo pensar en las absurdas conjeturas de una panda de cobardes—. La gente dice muchas cosas, la mayoría estupideces, y dá igual que sean en el mundo mágico o en el muggle: porque un grupo de gente crea algo, eso no lo vuelve cierto.

—Antes afirmaban que la tierra era plana—aportó Theo, con las manos en los bolsillos, como si no fuera del todo con él—, y luego vinieron otros que dicen que es redonda. ¿Quién tiene razón? —se encogió de hombros—. ¡Ah, adivinas!

—Pero es que no sé nada de la familia de mi padre—protestó Harry, con algo de miedo. No le tembló la voz de puro milagro—, ¿y si los Potter son descendientes de Slytherin?

Dianne contuvo un resoplido. Se armó de paciencia para no ir por la vía fácil y pegarle un pamporro a Harry. No, desde luego que eso no lo solucionaría.

—Una de las leyendas en torno a Salazar Slytherin dice que su descendiente es una mujer—dijo Dianne, con el ceño fruncido. Su tono era mucho más suave del que los dos chicos se esperaban. Y es que estaba pensando cada palabra antes de decirla, para no insultar a Harry, y también para controlar sus ganas de pegarle—. Así que, a menos que tu padre tuviera una hermana perdida por ahí por el mundo, es prácticamente imposible que los Potter desciendan de Salazar. Y—añadió, evitando que la interrumpiese—, ni siquiera así serías tú el Heredero de Slytherin, sino un hipotético primo o prima tuyo.

Harry abrió la boca para protestar de nuevo, pero lo cierto era que no se le ocurría nada. El razonamiento de Dianne había tenido tanto sentido que se lo había acabado por tragar del todo. No se le ocurría ningún argumento para rebatirlo, y por ese mismo motivo, decidió mantenerse en silencio.

Subieron las escaleras y caminaron por otro pasillo en silencio, cada uno metido en sus pensamientos. Estaba mucho más oscuro, porque el viento fuerte y helado que penetraba por el cristal flojo de una ventana había apagado el fuego de las antorchas. Iban por la mitad del pasillo cuando Harry tropezó y cayó de cabeza contra algo que había en el suelo.

Dianne contuvo un grito mientras Theo se llevaba las manos a la boca, sorprendido. Harry parecía a punto de vomitar todo lo que había comido, y no era para menos.

Sobre el suelo, rígido y frío, con una mirada de horror en el rostro y los ojos en blanco vueltos hacia el techo, yacía Justin Finch-Fletchley. Y eso no era todo. A su lado había otra figura, componiendo la visitón más extraña que los tres hubieran contemplado nunca. Se trataba de Nick Casi Decapitado, quien ya no era transparente ni de color blanco perlado, sino negro y neblinoso, y flotaba inmóvil, en posición horizontal, a un palmo del suelo. La cabeza estaba medio colgando, y en la cara tenía una expresión de horror idéntica a la de Justin.

Harry se puso de pie, con la respiración acelerada y el corazón ejecutando contra sus costillas lo que parecía un redoble de tambor. Dianne se tambaleó sin querer, todavía sorprendida, y Theo tuvo que agarrarla por los hombros para que no acabase en el suelo. Lo único que Dianne escuchaba en ese momento era el ritmo de su corazón, el cual trataba de volver a su normalidad luego del susto.

Solo reaccionó cuando escuchó el grito del Poltergeist:

—¡AGRESIÓN! ¡AGRESIÓN! ¡OTRA AGRESIÓN! NINGÚN MORTAL NI FANTASMA ESTÁ A SALVO. SÁLVESE QUIEN PUEDA! AGRESIÓÓÓÓN.

Pataplún, patapán, pataplún: una puerta tras otra, se fueron abriendo todas las que había en el pasillo, y la gente comenzó a salir. Durante varios minutos, hubo tal jaleo que por poco no aplastan a Justin y atraviesan el cuerpo de Nick Casi Decapitado

Harry, Dianne y Theo estaban apoyados en la pared, intentando respirar con normalidad, mientras los profesores pedían calma a los presentes. La profesora McGonagall llegó corriendo, seguida por sus alumnos, uno de los cuales aún tenía el pelo a rayas blancas y negras.

La profesora utilizó la varita mágica para provocar una sonora explosión que restaurase el silencio y ordenó a todos que volvieran a las aulas. Cuando el lugar se hubo despejado, llegó corriendo Ernie, el de Hufflepuff.

—¡Te han cogido con las manos en la masa! —gritó Ernie, con la cara completamente blanca, señalando con el dedo a Harry.

Un horrible siseo salió desde el centro del pecho de la rubia, mientras su mirada furibunda se clavaba en el Hufflepuff.

—¡Dianne! —Theo tuvo que hacer uso de sus reflejos para atrapar a la rubia por la cintura para que no se echara sobre el Hufflepuf, el cual dio un paso hacia atrás al ver la expresión casi asesina de la chica.

—¡Ya vale, Macmillan! —dijo con severidad la profesora McGonagall. Miró de reojo a los dos serpientes—. Nott... no suelte a la señorita Malfoy hasta que yo se lo diga.

<<Como si lo fuera a hacer>>, pensó Theo, aunque se mantuvo en silencio.

Peeves se meneaba por encima del grupo con una malvada sonrisa, escrutando la escena; Dianne sabía perfectamente que al poltergeist le gustaba el follón más que a nadie. Mientras los profesores se inclinaban sobre Justin y Nick Casi Decapitado, examinándolos, Peeves rompió a cantar:

—¡Oh, Potter, eres un zote, estás podrido, te cargas a los estudiantes, y le parece divertido!

—¡Al único al que le parece divertido es al que está cantando! —exclamó Dianne, mientras Theo afianzaba su agarre. Se removió, tratando de librarse del agarre, para luego añadir—¡Suéltame, Theo!

Pero el de rizos no cedió.

—¡Ya basta, Peeves! —gritó la profesora McGonagall, y Peeves escapó por el pasillo, no sin antes sacarle la lengua a Harry.

Los profesores Flitwick y Sinistra, del departamento de Astronomía, fueron los encargados de llevar a Justin a la enfermería, pero nadie parecía saber qué hacer con Nick Casi Decapitado. Al final, la profesora McGonagall hizo aparecer de la nada un gran abanico, y se lo dio a Ernie con instrucciones de subir a Nick Casi Decapitado por las escaleras. Ernie obedeció, abanicando a Nick por el pasillo para llevárselo por el aire como si se tratara de un aerodeslizador silencioso y negro. De esa forma, Harry, los Slytherins y la profesora McGonagall se quedaron a solas.

—Por aquí, Potter—indicó la mujer.

—Profesora—le dijo Harry enseguida. —, le juro que yo no...

—Espere, profesora—la detuvo Dianne, haciendo que los dos Gryffindors la miraran—, nosotros estuvimos todo el tiempo con Potter.

Theo asintió con la cabeza varias veces, corroborando las palabras de la rubia.

—Eso se escapa de mi competencia, Potter—dijo la profesora en dirección del azabache, como si supiera lo que este le iba a decir. Luego, giró la cabeza para hablar con los serpientes—: Entonces vengan también.

El de rizos soltó la cintura de la rubia, quien se alisó la falda por pura inercia, a la par que le mandaba una mirada irritada a su compañero de casa. Theo le sonrió con sorna, mientras Harry los observaba como si fueran un partido de tenis. Minerva carraspeó, haciendo que los tres menores la miraran al instante.

Los cuatro caminaron en silencio, aunque la mente de Dianne trabajaba pensando en qué podía haber dejado así a dos humanos y a un fantasma. Había leído algo sobre una criatura que podría hacerlo, pero el problema era que no recordaba cuál.

—¡Sorbete de limón! —exclamó la profesora.

Las contraseñas del profesor Dumbledore siempre eran de los más curiosas, o eso pensaba Dianne mientras observaba como la gárgola revivía y se hacía a un lado, al tiempo que la pared que había detrás se abría en dos. Detrás del muro había una escalera de caracol que subía lentamente hacia arriba, como si fuera mecánica. Al subirse ellos, la pared volvió a cerrarse detrás suya con un golpe sordo.

Subieron más y más dando vueltas, hasta que al fin, vieron ante ellos una reluciente puerta de roble. La aldaba era de bronce en forma de grifo, el animal mitológico con cuerpo de león y cabeza de águila.

Dejaron la escalera de piedra y la profesora McGonagall llamó a la puerta. Esta se abrió silenciosamente y ellos entraron. La profesora les pidió que esperaran y los dejó solos.

El despacho del director era una sala circular, grande y hermosa, en la que se oía multitud de leves y curiosos sonidos. Sobre las mesa de patas largas y finísimas había chismes muy extraños que hacían ruiditos y echaban pequeñas bocanadas de humo. Las paredes aparecían cubiertas de retratos de antiguos directores, hombre y mujeres, que dormitaban encerrados en los marcos. Había también un gran escritorio con los pies en forma de zarpas, y detrás de él, en un estante, un sombrero de mago ajado y roto: era el Sombrero Seleccionador.

Mientras Harry y Theo parecían estar observando todo a su alrededor, la mirada medio verdosa de Dianne dio con otra cosa. Sobre una percha dorada detrás de la puerta, había un pájaro de aspecto decrépito que parecía un pavo medio desplumado. El pájaro le devolvió una mirada torva, emitiendo de nuevo su particular ruido. Parecía muy enfermo, y la visión contrastaba con la última que le había ofrecido. Tenía los ojos apagados, y mientras lo miraba, se le cayeron dos plumas de la cara.

Dio un brinco cuando Harry profirió un grito de horror, retrocediendo hasta el escritorio, cuando el pájaro comenzó a arder. Pareció buscar un vaso de agua o algo por el estilo, mientras la rubia observaba la bola de fuego en la que se había convertido el pájaro. Este emitió un fuerte chillido, y un instante después no quedaba de él más que un montoncito humeante de cenizas en el suelo.

La puerta del despacho se abrió. Entró Dumbledore, con aspecto sombrío.

—Profesor—dijo Harry nervioso—, su pájaro..., no pude hacer nada..., acaba de arder...

Dumbledore sonrió.

—Ya era hora—dijo, con tono tranquilo—. Hace días que tenía un aspecto horroroso. Yo le decía que se diera prisa.

Se rio, seguramente de la cara atónita de Harry.

Fawkes es un fénix, Harry. Los fénix se prenden fuego cuando les llega el momento de morir y luego renacen de sus cenizas. Mira...

Al volver la mirada hacia la percha, vieron un pollito diminuto y arrugado que asomaba la cabeza entre las cenizas. Era igual de feo que el antiguo.

—Es una pena que lo hayas tenido que ver el día en el que ha ardido —dijo Dumbledore, sentándose detrás del escritorio—. La mayor parte del tiempo es realmente precioso, con sus plumas rojas y doradas. Fascinantes criaturas, los fénix. Pueden transportar cargas muy pesadas, sus lágrimas tienen poderes curativos y son mascotas muy fieles—dirigió su mirada a la única niña presente—. ¿No se lo parece, señorita Malfoy?

Mientras el profesor hablaba, Dianne se había acercado al pollito para verlo de cerca. Este le devolvió la mirada, algo vidriosa, para luego emitir un largo berrido. Para su sorpresa, Dianne sonrió, mientras acariciaba la cabeza del animalito con dos dedos. Estaba algo caliente, pero el sonidito que el fénix emitió luego de aquello, hizo que lo compensara.

—La última vez que lo vi tenía mejor pinta, de eso no hay duda—murmuró, desviando la mirada hacia el profesor y recordando como Fawkes había estado en pleno esplendor.

Antes de que el director pudiera decir otra palabra, la puerta se abrió de improviso e irrumpió Hagrid en el despacho con expresión desesperada, el pasamontañas mal colocado sobre su pelo negro y el gallo muerto aun sujeto en una mano.

—¡No fueron Harry ni Dianne ni Theo, profesor Dumbledore! —dijo Hagrid deprisa—. Yo hablaba con ellos segundos antes de que hallaran al muchacho, señor, ellos no tuvieron tiempo...

Dumbledore trató de decir algo, pero Hagrid seguía hablando, agitando el gallo en su desesperación y esparciendo las plumas por todas partes.

—...No pueden haber sido ellos, lo juraré ante el ministro de Magia si es necesario...

—Hagrid, yo...

—Usted se confunde de chicos, yo sé que ellos nunca...

—¡Hagrid! —dijo Dumbledore con voz potente—, yo no creo que ellos atacaran a esas personas.

—¿Ah, no? —dijo Hagrid, y el gallo dejó de balancearse a su lado—. Bueno, en ese caso, esperaré fuera, señor.

Y, con cierto embarazo, salió del despacho.

—¿Usted no cree que fuéramos nosotros, señor? —repitió Harry, esperanzado, mientras Dumbledore limpiaba la mesa de plumas.

—No, Harry—dijo Dumbledore, aunque su rostro volvía a ensombrecerse—. Pero aun así quiero hablar con vosotros.

Los tres esperaron mientras Dumbledore los observaba, juntando las yemas de sus largos dedos.

—Quiero preguntaros, chicos, si hay algo que os gustaría contarme—dijo con amabilidad—. Lo que sea.

Dianne se quedó en silencio, mirando al profesor mientras no sabía que decir. El mensaje en el muro todavía seguía latiéndole en la mente cada vez que cerraba los ojos, preguntándose quien demonios era tan sumamente retorcido como para querer eliminar a todos los nacidos de muggles.

La respuesta que obtuvo Dumbledore, sin embargo, no fue más que una pequeña mentira que acabaría convirtiéndose en una verdadera telarañas de problemas:

—No—respondió Harry, por los tres, y sin pestañear ni dudar—, no tenemos nada que contarle, profesor.












¡HOLAAAAA! ¿Qué tal están?

Antes de nada, quiero daros las gracias por darle mucho amor al anterior capítulo. De verdad que fui muy feliz leyendo y respondiendo vuestros comentarios ♥️

Volviendo al de hoy...

¿Habéis notado algo sobre la serpiente? ¿El nombre o el detalle de los ojos? Es una pequeña referencia a un personaje, pero no digo nada más (no es que sea spoiler ni nada parecido, pero me gustan los acertijos JUAJAJA).

Yo estoy con Dianne y creo que el grupo de Slytherin se está volviendo un poco acosador, pero es la forma de tener trama jajan't. De todas formas, no tiene pinta de que Harry se vaya a quejar ni nada por el estilo. Pero esta vez salió bien que lo siguieran.

Dianne no se ha portado demasiado bien con los Hufflepuff, soy consciente, pero esa parte del libro me pone nerviosa. Además, esta defendiendo a Harry, so...¡Con la silla, reina! 💅 Ahre.

Luego tenemos a Theo, que a veces me representa. Dianne teniendo una conversación seria con Harry sobre si es posible que sea el Heredero, y Theo con sus ejemplos extraños y con pose de pasar de todo. Soy yo y no me escondo.

¡Ayayaya! No deberían haberme mentido a Dumbledore, no deberían. Pero bueno, ya sabemos que Harry es un poco cabezota cuando se lo propone. Y, evidentemente, el no hablar con Dumbledore va a tener consecuencias (que ya se saben, no sé para que me hago la interesante, pero bueno).

Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?

¡Espero que os haya gustado!

Este capítulo ha sido un poco más largo, porque estaba muy contenta con el apoyo del anterior. Así que ya sabéis que hacer si queréis capítulos más larguitos, eh. 😉

Nada más por mi parte pero...

¡Nos leemos en comentarios!

¡Hasta el viernes!

PD: si como yo, tienes exámenes este mes, te deseo mucha suerte ♥🍀

~I 👑

|Publicado|: 10/01/2022

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