El cruce inalcanzable

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Marca el golfo a los dos océanos
una grieta que concede
un romance frágil y eviterno.

Atlántico y Pacífico,
agua de día y de noche.

Sol y Luna ante Alaska,
beso entre siervo y conde.

Hondo,
de la herida que no sana,
hilo que tiembla y no se rompe,

voz abismal se eleva
sobre las olas y el silencio.

Canta al plañir un réquiem,

por marineros sepultados
en la linde de la memoria y el olvido;

por mujeres y hombres,
cuyo calor postrero,
extingue la desdicha
de todo sino quebrantado;

cuyo ardor es presente
de la escala jónica en Do distante,
entonada por la ballena fúnebre
del recién nacido y yerto.

En el idioma del óbito ,
susurra sobre la historia

del cruce quimérico,
al oscuro rincón
de la pasajera ánima

y respuesta
es un juramento
del lobo de mar,

antes de probar fortuna
en las fauces del Medio.

Entretanto,
atraviesa barreras salinas y húmedas
un eco lírico, danzante.

Toda tragedia necesita un poeta,
pues un poeta es contradictorio
en su afición de belleza atroz.

Todo poeta conoce los tres caminos,
al cazarlos en su numen,
para sellar un recuerdo con primor
antes de disiparse.

Todo poeta toma el deceso y su indulto,
para permanecer bajo la condena
de una vorágine en escritos.

Para ver el coma
de aquella muerte en odio
y aquel amor en vida,

hasta el término
de un roce raudo
de dos magnos infinitos.

Dedicado a Juanjo__62  por sus espléndidos comentarios y valoración de los poemas.

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