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Querido Alan:

Seguir a Max y pedirle favores era muy difícil.

Sé que dije que no lo necesitaba pero, después de todo, sí lo hacía.

Max se negaba, me echaba, me ignoraba y al final, decidió hablarme.

Le pedí ayuda, porque de una u otra manera, me la debía. Aceptándote a ti y por salir conmigo por una tonta apuesta.

No iba a colaborar, así que decidí usar el otro método... el chantaje.

Lo amenacé con decirle al director sobre su venta de drogas dentro de la escuela. También sobre ponerlo en evidencia frente a sus amigos que su madre trabajaba como limpiadora en un hospital, cuando él presumía que venía de una familia rica. Y por último, decirle a su madre que su hijo Max era alguien adicto a los problemas y alcohol.

Debo decirte que las dos primeras cosas no le importaron, pero cuando mencioné a su madre, se puso como loco.

Me gritó que no tenía porqué meterla en esto. Pero eso no me puso nerviosa y no bajé mi postura.

Debes preguntarte como sabía esas cosas de él. Pues sorpresa que una tía mía trabajaba en aquel hospital y la conocía. Ella le hablaba cuán orgullosa de su hijo estaba. Si supiera la pobre mujer...

Max exigió saber lo que quería.

Fácil, para empezar: Unirme a su círculo de amigos.

Max rió como si lo que pedí fuese un chiste.

Lo miré mal y se puso serio.

Negó, pero al final y luego de insistirle, aceptó.

¿Recuerdas cuando me senté en su mesa a la hora del almuerzo?

Fue épico ver la expresión de tu rostro. Max lo notó porque me sonrió en secreto.

Sus amigos tampoco me aceptaron. Era una "intrusa".

Pero como acordamos, él me defendió.

Supongo que, el chantaje sirve algunas veces.

Tuya:

Amelia.

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