1. Más de la mitad

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"Más de la mitad del corazón se muere de amor"

Laura

Sus palabras retumbaban en mi cerebro: no siento lo mismo que tú, ¿en qué momento había pasado eso? ¿cómo en tan poco tiempo me dejó de querer? Una semana antes de que terminara conmigo me había dicho que yo era especial. Sí, una semana; y después dejó de sentirlo, así como cuando a veces estamos muy pegados con una canción, y de un día para otro ya nos aburrió y no la queremos oír más. Así de simple. No me dejé de preguntar si yo hice algo mal, ni ese día, ni por mucho tiempo.

Caminé a mi casa con la cabeza gacha, repasando todos los últimos días. No me importaba que me vieran llorar en la calle, no lo podía evitar. Una anciana se quedó mirándome, diciéndome con su mirada: «ay, la juventud de hoy», como si nunca hubiese visto a alguien sufrir por amor.

Y yo en ese momento estaba sufriendo por amor.

Suspiré ampliamente y frené en seco. ¿Y si alguien de la escuela me veía? La imagen de mi misma caminando desdichada me aterró. Saqué de mi cartera mis lentes de sol y me los puse con rapidez.

Miré de reojo a mi alrededor, parece que llevaba dando un buen espectáculo porque una pareja me observaba impactada desde unos asientos, y dos chicas de mi edad, tenían cara de lástima, como si me estuviesen diciendo: «te comprendo» Sin embargo, no quería que nadie me comprendiera, quería borrar ese día. Bueno, en ese momento, si hubiese sido posible, me habría borrado del planeta.

Me senté en una de las bancas que se encontraban en un parque a un par de calles de mi casa. Necesitaba que mi cara se deshinchara un poco para que mi mamá no pegara el grito al cielo, y no llamara a la mamá de Justin. Sí, mi mamá es de esas que están un poco locas y con reacciones impredecibles. No me parecía del todo descabellado que buscase por todas partes el número de Loreto Williams, para preguntarle por qué su hijo me había hecho llorar.

Los ojos me ardían como nunca, y me costaba respirar.

Inhala, exhala.

Inhala, exhala.

Nunca creí que me dolería tanto si Justin terminaba conmigo, o que un dolor así pudiese ser real, ¿qué hice mal? No quería pensar que fue que me enamoré muy rápido, no lo sentía así. Si no más bien era una sensación de fracaso, de que algo de culpa tendría yo en que no funcionara, y sí, sentía mucho amor, ¿pero quien no siente ese amor tan loco a los cuatro meses de estar con alguien? Es el momento en que se supone que debemos estar locos el uno por el otro. Él era mi primer novio, aunque no sé si decir primer amor. No se merecía ese título. Me negaba a dárselo.

Tengo que admitir, que me había impresionado que él quisiese estar conmigo, después de todo, él era uno de los chicos pertenecientes al grupo de los adinerados y populares. Alejados a mi realidad de bajo perfil, de casa pequeña, y sin auto. Y acepté su amor, sin preguntas.

Con ambas manos me sujeté el pecho, sentía que mi corazón se iba a salir. Allí, en mi banca del corazón roto, entendí todas las novelas de amor que alguna vez leí. Cada vez que llegaba a la parte en que la protagonista sufría, no comprendía. Siempre me decía que era una exageración, que el sufrimiento nunca sería así. Pero en ese instante, me sentía dentro de un libro, y no de los buenos.

No voy a contar mi reacción cuando él terminó conmigo, porque me da mucha vergüenza. Estábamos comiendo hamburguesas. Yo llevaba solo la mitad, y él salió con su: «tengo que decirte algo», y lo que les voy a decir a continuación no se lo puedo perdonar: me quedaban todas las papas fritas que había guardado para comerlas al final. Sí, todas. Maldito, con la comida no se juega. Así que tenía hambre y el corazón roto, ¿podría haber algo más terrible? ¿quién es capaz de dejar las papas intactas?

Admito que cuando me paré de la mesa indignada, le eché un último vistazo a mi comida a medio terminar, y dudé unos segundos si agarrar el plato y salir corriendo. Sin embargo, me contuve. Al menos tuve la sensatez de irme con dignidad.

Algo dentro de mí siempre supo que Justin no era el chico con el que estaría toda la vida; pero al menos pensé que mi primer noviazgo duraría más, o que habría algo más interesante. No pasamos de los besos. Exhalé exageradamente mientras todo esto rondaba por mi mente y me desparramé sobre el asiento. Me pregunté si alguien podía morir de amor, de la pena que se sentía.

Saqué mi celular y empecé a leer nuestras conversaciones del chat. Hacía dos días que apenas me respondía. No me había dado cuenta que coincidía con el día en que los rumores se esparcieron como viruela en un jardín de niños. Malditos rumores, parecía que tenían más de verdad que de mentira.

Si sigo pensando tanto, me voy a volver loca.

Lo peor de todo es que tenía que seguir viendo su cara todos los días, porque aún quedaba mucho del último año de escuela. ¿Por qué nadie me advirtió de los peligros de tener un novio en tu mismo curso?

Inteligencia de Laura: 0

Hormonas locas: 1

***

—¡Qué he hecho yo para merecer esto! ¿por qué la vida me castiga así? —pregunté, lanzándome de espaldas a la cama.

—No das más de lo dramática, Laura —respondió Emma, sin dejar de mirar su celular. Al ver que no dije nada más, asomó sus ojos por sobre la pantalla, y frunció el ceño—. ¿Qué? Ese chico es un desastre, te lo dije. Tú ya lo sabías.

—Sí, lo sabía. No por eso duele menos. Lo quería —murmuré, con la voz entrecortada. Una lágrima corrió por mi mejilla, me la quité rápidamente porque no quería llorar más por su culpa.

Eso fue suficiente para que mi amiga dejara el celular de lado. Me miró con sus inmensos ojos verdes, y pestañeó rápido. Se veía algo confundida.

—No sabía que te gustaba tanto. Laura, solo estuvieron juntos algunos meses. —Se acercó a mí, y se acurrucó a mi lado. Luego, llegó a mi oído y dijo—: Prepararé la venganza, ese idiota no se saldrá con la suya sin consecuencias.

Sus palabras me hicieron reír. Emma era mi mejor amiga, de esas que conoces en los primeros años de escuela. En el último año seguíamos siendo inseparables. Emma podía ser bastante fría con el tema de chicos. Su cabello oscuro y ojos verdes le dieron el privilegio de nunca tener que preocuparse por ellos. No había sufrido por amor, y no entendía cuando alguien más lo hacía.

—¿Estaré maldita? —pregunté, suspirando ampliamente. En ese momento, me sentía como el ser más desdichado del planeta, como si nada peor pudiese pasar.

—¿Crees estar maldita porque tienes diecisiete años y tu novio te dejó? —Me miró con los ojos entrecerrados.

—¿Y si nadie más me quiere?

Rodó sus ojos, tratando de reprimir una sonrisa.

—¿Algún día dejarás de ser tan dramática? Planeemos la venganza. Eso te hará sentir mucho mejor. —Sacudió la cabeza rápidamente, y se llevó las manos a la frente—. En estos momentos me parezco a Abril, no puedo creer que esté diciendo esto.

—No me voy a vengar. Si no me quiere, está bien...lo voy a superar rápido —dije tragando saliva. Esa ni yo me la creí, y ella tampoco.

—A ver —dijo, entornando los ojos. Se levantó de la cama; y respiró hondo, como si se le estuviese agotando la paciencia—. Yo quiero que quede claro que no es llegar y romperte el corazón porque sí. Quiero que sufra; no te había visto derramar ninguna lágrima por un chico, y no esperaba que fuera con ese idiota sin cerebro.

—Pero es guapo —repliqué, con un dedo en alto. En mi mente la palabra guapo retumbó más veces de lo normal. Guapo, guapo, guapo...

Emma exhaló todo el aire de su cuerpo, mientras miraba el techo de la habitación. Así se quedó unos momentos. Luego me observó y habló con la voz más calmada que pudo hacer.

—Guapo sin cerebro —aclaró, imitando mi gesto. El "sin cerebro" entró por uno de mis oídos y salió por el otro de inmediato. Yo tenía suficiente por los dos.

—El día está tan soleado, no es un día para terminar con alguien —murmuré, levantando la cabeza para mirar por la ventana. Arrugué la frente por el rayo de sol que impactó directo en mi cara.

—¿Esperabas lluvia y relámpagos? —Me miró algo divertida.

—Así me había imaginado que sería si alguna vez alguien terminaba conmigo. Con un día de tormenta, no con uno de los que te vas de picnic.

—Creo que estás viendo demasiadas películas —resopló, derrotada. Dio un salto a la cama y se acostó junto a mí. Ambas nos quedamos mirando el techo—. ¿Por qué terminó contigo?

Cerré los ojos, y ella esperó pacientemente a que yo pudiera hablar.

—No siento lo mismo que tú. Esas fueron sus palabras. —Me giré sobre la cama, y la quedé mirando—. Es por Vanessa, estoy segura.

—¿Crees que los rumores son ciertos?

—Sí, ¿crees que es casualidad que hayan dicho que pasó algo entre ellos y a los dos días termine conmigo?

—Tienes razón —afirmó, mordiéndose el labio algo preocupada—. Lo malo es que estamos todos en la misma clase —agregó, suspirando.

Mi corazón dio un vuelco en ese mismo instante. Tenía razón, si los rumores eran ciertos al día siguiente los vería juntos.

Ok. ¿Podrían entrar mis padres en este momento y decirme que nos iremos a África a vivir?

¿Hola?

¿Por favor?

—Tendré que ser fuerte. —Fruncí el ceño, me limpie las lágrimas de la cara, y me puse lo más seria que pude; como si eso ayudara un poco a la agitación que sentía en mi corazón roto.

—Después de vengarnos —agregó Emma.

—No, no haré nada. No quiero que me vea como una despechada, quiero que piense que no me afectó tanto —dije, fingiendo una puñalada en el corazón. En otras palabras, mientras menos supiera la realidad, mejor para mi autoestima.

—¡Eso es! —dijo, dando un gran salto repentino, que hizo que yo casi saliera volando del susto.

Me llevé una mano al pecho.

—¿De qué hablas? ¿Me quieres matar? No estoy apta para que me asustes.

Emma agitó la mano, y me obligó a callar.

—El otro día leí que la mejor venganza, es que sigas normal con tu vida. Y eso es exactamente lo que harás —dijo, tomando mi cara con sus manos. Me miró fijamente—. Vamos a ir de fiestas, conocer chicos, nos reiremos en clases como si nos estuviésemos contando los mejores chistes, renovaremos tu armario...

—¡Hey! ¿qué tiene mi ropa? —La interrumpí, mirando lo que llevaba puesto. De inmediato me arrepentí, ¿llevaba shorts de mi mamá? De mi boca salió un pequeño sonido ahogado de impresión.

—Laura, es la misma que ocupas desde hace cuatro años. Aparte no usas tu talla —dijo, lento y en voz bajita, como si tuviese miedo de decir la verdad. Con sus dedos tocó mis shorts, y luego negó con la cabeza.

—Es que me aburre ir a comprar ropa, siento que nada me queda bien —gruñí.

—Es porque no has ido desde hace mucho tiempo. Tu cuerpo ha cambiado en los últimos años —dijo, señalando mi pecho y enarcando una ceja. De repente me agarró el trasero—. ¡Y esto apareció hace poco!

—Estás loca —murmuré, aguantando la risa—. Está bien. Tengo algo de dinero guardado.

—¿Estás diciendo lo que pienso? —preguntó, llevándose las manos exageradamente a la boca.

—¿Que iremos de compras?

—Laura Miranda, será un honor ir a regalar toda tu ropa, y luego ir de compras.

—¿Regal...?

—Shhhh, en marcha —dijo, levantándose de un salto y corriendo a mi armario—. Hay que sacar a relucir tu energía latina. Serás la más guapa de Los Ángeles, solo te falta creer en ti.

—Justin Turner se arrepentirá de haberme dejado. —Me levanté de la cama, y miré al cielo—. ¡Lo juro!

—Volverá arrastrándose como idiota. —Emma se lanzó al suelo y fingió estar sufriendo.

Me dio un ataque de risa, mezclado con un ligero torbellino en mi estomago, pensando en lo maravilloso que sería que él volviese arrepentido. Emma me sacó de mis pensamientos malvados.

—¿Y tú, qué le dirás? —preguntó, agudizando la vista. Se apoyó en la pared de brazos cruzados, esperando mi respuesta

—¿Qué sí? —respondí, solo para molestarla.

—¡Laura!

—Esta bien, le diré que no. —Carraspee, y profundicé la voz, como si fuese parte de una telenovela—: Me has perdido Justin. Ahora soy yo la que no quiere estar contigo.

Emma puso los ojos en blanco, y se lanzó a reír. Reímos hasta que nos dolió el estómago. Era todo lo que necesitaba en ese momento. No significaba que mi corazón no estuviese roto, ni que no sintiera un profundo vacío en mí; pero me pareció un perfecto indicio de que no, no iba a morir de amor.

Sin embargo, nunca nunca esperé todo lo que se vino después y el enredo que iba a tener en mi cabeza. Que Justin me pateara desencadenó una serie de acontecimientos que puso a prueba la pureza e inocencia de mi alma y ser; y mi inteligencia en la toma de decisiones.

Amigas y amigos...fallé brutalmente.

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Holaaaaaaa mis queridos <3 ¿Cómo están?

Bienvenidos a Dime la verdad :) ¡Espero que la disfrutes y te entretenga mucho! Y ojalá me agregues a wattpad (para que no te pierdas ninguna nueva actualización) y a Ig (vale_watt)

Sé que esta historia te sorprenderá. Besitos <3

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