27. Toca toca

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"Que tú me gustas, eso no hay duda

Que tú me encantas, eso no hay duda"

Laura

Atrapada entre sus brazos.

Así me tenía Oliver. Y yo con todas las defensas desparramadas en cualquier parte. Cada respiración iba cargada de su olor. ¿Qué diablos estaba haciendo conmigo? Se quedó quieto, con los ojos cerrados, y su frente apoyada en la mía. Respiraba pausadamente, y su tranquilidad hizo que yo también encontrara un poco de paz que no había tenido en días.

Su calor me confortó y cerré mis ojos.

Me permití envolver mis brazos en su cintura. Nos quedamos así algunos minutos y parecía que ninguno tenía prisa por salir de ese momento.

Me encanta. Me vuelve loca.

Lo que empezó como un juego se transformó en una ganas inmensas de tenerlo así todas las veces que quisiera. Me faltaba el aire, y aun así conseguí responder a su pregunta.

—No —dije, abriendo mis ojos. Ninguna expresión cruzó por la perfección de su cara. Lo quería besar locamente, pero en ese instante estando tan cerca de mí, y con una tranquilidad que nunca había visto, me di cuenta que no quería que se acercara y que se alejara otra vez.

Podría haber aceptado lo que él deseaba. Entrar en el juego, explorar su cuerpo y aprender con él todo lo que la sexualidad podía entregar, sin embargo, no quería. No si iba a salir dañada. Mi corazón no iba a aguantar más golpes.

Admiraba a las chicas capaz de ser así, pero también tenemos que conocernos a nosotras mismas. Y se habrán dado cuenta que yo... yo era más bien del tipo de chica con un corazón bastante ágil en acelerarse por un chico guapo que me quisiera besar.

Presentí que era la última oportunidad para conquistarlo. Yo quería conquistarlo.

Decidí intentar la segunda.

Respiró profundamente y abrió los ojos. Se alejó un paso.

—Te toca —murmuró, sentándose en el borde de la cama. Con su alejamiento, el aire a mi alrededor de repente se tornó frío y solitario.

—¿Qué cosa?

—Que me hagas una pregunta —dijo, entrecerrando los ojos.

Extrañamente las preguntas se habían vuelto una constante en mi vida. Se echó hacia atrás y su cabello se desparramó por su cabeza.

¿Por qué es tan lindo?

Y está sentado en mi cama.

Me quedé pensando.

—¿Me responderás con la verdad? —pregunté, a la vez que ponía una silla frente a él. No me iba a sentar en la misma cama. No confiaba en mis propias capacidades de control, ni menos en él.

Asintió con la cabeza y sus ojos se deslizaron por mis labios.

No me mires así Oliver

¿Y si le pregunto si me lo puedo comer?

—¿Piensas en mí? —pregunté, levantando una ceja.

—Sí, mucho. —Esbozó una sonrisa y se mordió el borde del labio—. Pienso en lo mucho que te deseo, en lo mucho que quiero tocarte. Ahora estoy pensando en ti, y en que quiero...

—¡Detente! —exclamé, sonrojándome. Sus palabras me dejaban al borde del colapso.

Rio coquetamente y se encogió de hombros.

—Te voy a hacer una pregunta —comenzó a decir—. Si te creo me podrás pedir lo que quieras, si no te creo, tendrás que dejar que te bese. —Su mirada ardiente se detuvo en mis labios. Levantó una ceja esperando mi respuesta.

Dios, ¿por qué me pones a prueba de esta forma?

—Está bien —Rodé los ojos. Ya había caído en el juego.

—¿Piensas en otro hombre? —Se inclinó, quedando más cerca.

Tragué saliva. ¿A qué exactamente venía esa pregunta? No pude evitar que mi mente se fuera hacia Diego, pero no por que sintiera algo por él, sino porque estaba presente en mi cabeza por lo que había sucedido hoy. Nos quedamos mirando unos segundos.

—No —respondí. Si se refería a si otro hombre me gustaba. No, solo él. A Justin lo odiaba.

—Dudaste —dijo, lacónico. Frunció el ceño y unas arrugas finas aparecieron en su frente—. Así que no te creo. Te voy a dar un beso.

Mi cuerpo se tensó en un segundo, como si supiese lo que un beso de ese hombre podía provocar. Los labios de Oliver arrasaban con toda mi cordura.

Seguro de sí mismo, tomó mi silla con rueditas por los mangos y la acercó hacia él. Me quedé quieta como un animalito temeroso. Me derretí con su acercamiento lento, mi mirada bajó a su boca, y él se humedeció los labios. Antes de llegar a los míos, se desvió hacia mi cuello y deposito un beso pequeño.

Sus labios en mi cuello y mi mente lanzándose al abismo del placer.

Estuve a un segundo de agarrarle la cara y besarlo. Y él se alejó, dejándome con ganas de más.

Solo un beso de él me puede provocar esto.

—Si te creo me puedes pedir lo que quieras, si no te creo...te besaré —dije, repitiendo sus propias reglas y recobrando el aliento. Con una mano me toqué la mejilla. Ardía.

—¡Ah! Cómo te agitas cuando me acerco —dijo con su arrogancia típica. Me miró la falda y entrecerró los ojos—. Me pregunto si...

—¿Te gusto? —pregunté, interrumpiéndolo.

Dios mío Laura, control.

—No —respondió, sin siquiera pensarlo un segundo. Arrugué el entrecejo. Lo peor, es que le creí. Un golpe en la cabeza con un bate de béisbol hubiese dolido menos.

¿Hasta ahí iban a llegar mis intentos por conquistarlo? ¿este era el fin de lo que teníamos?

—¿Entonces qué demonios haces en mi habitación atormentándome? —pregunté enojada. Saqué sus manos de mi silla y retrocedí.

Si sigo con esta conversación, voy a salir con menos dignidad que yo misma siendo pateada en un restaurant con todas las papas fritas sin comer.

Laura, toma el control.

—¡Hey! Es solo una pregunta. Me toca —respondió, estirando su brazo para revolverme el cabello—. Siempre eres tan impaciente.

—No te creo —dije firme. Él se rio, luciendo sus dientes perfectos—. Así que te besaré.

Me acerqué con la misma lentitud que a veces él usaba para torturarme. Llegué a su boca; totalmente consciente de que quizás eso haría que me entregara a él sin pensarlo. Lo rocé con mis labios sin darle un beso, y me alejé con una ceja levantada.

—Eso es jugar sucio —dijo, humedeciendo su labio inferior.

Bufé.

No me hables de jugar sucio.

—Laura —dijo, llevándose una mano a la barbilla.

—¿Qué?

—¿Acaso quieres tener sexo? —preguntó, como si nada. Y con una risita coqueta, agregó—: ¿me quieres sentir dentro de ti?

Me atoré y comencé a toser. Cada vez se superaba con sus propios comentarios. Su pregunta me dejó de una pieza. El calor que antes estaba retenido en mis mejillas, de a poco comenzó a extenderse como una ola por cada una de mis extremidades.

¿Quiero sentirte dentro de mí? Oh, por favor.

¿Alo? ¿dios?

—¡Oliver! —Intenté golpearle la rodilla, pero él me cogió la mano en el aire y entrelazó sus dedos con los míos.

—Responde —dijo serio. Con la mirada de alguien que sabe que lo desean, y solo quiere que se lo digan.

—Sí —respondí, con mis hormonas reclamándolo a él. Sentí un hormigueo en mi vientre— Fin del juego —dije, separando nuestras manos.

Esbozó una sonrisa.

—Pero quiero preguntarte más cosas.

—¿Qué quieres saber?

—¿Por qué dices que te atormento?

Oh, rayos.

¿Cómo responder esto sin quedar en evidencia?

—Porque... —tartamudee—. Porque no me gustan las relaciones efímeras. —Enarcó las cejas con expresión de no entender nada—. No me gusta saber de alguien un día y después no saber de esa persona en más de una semana. Tampoco me gustan las relaciones ambiguas. Si es algo de una noche, está bien será de una noche. Si es una amistad, será solo una amistad. Si es algo más, entonces que sea algo más. Y esto —dije, señalándonos—. No es ninguna de esas. Así que Oliver Ross, ¿qué quieres exactamente de mí? —pregunté.

Exhaló aire lentamente, sin dejar de escudriñarme con sus ojos verdes, como si estuviese pensando la respuesta seriamente.

El silencio se interpuso entre nosotros, aunque sin volverse incómodo. Por dentro me estaba retorciendo, mientras esperaba su respuesta.

—Creo que piensas mucho las cosas —dijo, finalmente—. No tiene por qué ser una de esas tres, nosotros podemos definir otro tipo de relación.

Sí, claro en la que apareces cada vez que quieres sexo conmigo.

Respiré profundamente, solo quería verme cuando se le diera la gana. Y yo lo quería a él, y besarlo siempre. Solo a él.

—No quiero definir otra —murmuré, con ganas de llorar.

¿En qué momento me puse tan sensible?

Oliver se acomodó en el borde de la cama y me acercó. Agarró un mechón de mi cabello y lo puso tras mi oreja, sin dejar de observarme. Su expresión me indicaba que algo quería decir, sin embargo, no se atrevía. Me miró los labios, antes de preguntar:

—¿Y qué tienes tú con... —Estiró su brazo y sacó mi celular de debajo de la almohada. Encendió la pantalla y el nombre Conejito apareció junto al número tres. Tenía tres llamadas perdidas de Diego y algunos mensajes—, con Conejito?

Sentí como si me hubiesen atrapado siendo infiel. Oliver era la primera persona que se enteraba de mi amistad con Diego. Había logrado mantenerlo oculto, y no me agradó la sensación de mi secreto saliendo a la luz. Diego y yo en ese momento teníamos una amistad secreta de donuts, helados, y mensajes.

—Es un amigo —respondí, cogiendo mi celular—. ¿Por qué te importa?

Allí entendí por qué me preguntaba si pensaba en otro hombre.

—Quiero que solo estés conmigo. —Sus ojos fríos esperaron una respuesta de mi parte.

—Sí, para tener sexo y nada más —respondí, con una sonrisa fingida.

—¿Es un compañero tuyo y de Emma?

Justo en ese momento entró otra llamada.

Oh, Conejito está preocupado.

Laura, no le digas Conejito. Es Diego.

Mierda.

—Sí —respondí, a regañadientes. De pronto recordé que Emma no tenía idea de esto.

Le envié un mensaje a Diego; tomándome más tiempo de lo necesario y riéndome. Solo para dejar esperando a Oliver.

Laura: ¡Aquí estoy! Te hablo en un ratito.

Cuando levanté la mirada, Oliver estaba de brazos entrecruzados.

—¿Te gusta sacarme celos?

—Así que te pones celoso.

Negó con la cabeza.

—Me dices que no te gustan las relaciones ambiguas y esa es una relación ambigua.

—Y tú me dices que quieres que esté solo contigo y no eres capaz de decirme por qué.

Suspiró ampliamente y bajó la vista. Nunca lo había visto de esa forma. En ese momento, por primera vez en su vida, parecía que Oliver no tenía ni la menor idea de como actuar.

¿Por qué?

¿Por qué?

—Oliver, ¿qué sientes por mí? —pregunté, aterrada.

Levantó la cabeza, y sus facciones creadas por los dioses más generosos se quedaron observándome, se mordió la esquina del labio.

—Que te deseo —respondió, abalanzándose hacia mí de forma repentina. Me tomó por la cintura y me subió a sus piernas rápidamente, sin vacilar. Su seguridad me dejaba sin aire y comenzó a besarme el cuello.

—¿Qué más? —pregunté sin aire.

Mi corazón dio un vuelco, desparramando sensaciones por todo mi cuerpo. Me quedé en silencio esperando a que él respondiera, pero no decía nada. Dí un respingo cuando puso mis manos sobre mis muslos, provocándome escalofríos.

—Que quiero besarte.

—¿Qué más? —pregunté, pegando más mi cuerpo a el de él. Sentí su miembro firme contra mi ropa interior.

Siguió besando mi cuello, y trazó un camino húmedo hasta el primer botón abierto de mi camisa. Con sus manos en mis caderas, me pegó bruscamente hacia él.

Debilitada, recordé todo lo que me había dicho a mi misma. No podía seguir siendo parte de su juego. Apreté mis dedos contra sus hombros y alejé sus labios de mi pecho. Oliver solo me quería para eso.

—No —jadee, saliendo de arriba de él. Caminé hasta apoyarme en la ventana, necesitaba el aire frío—. No quiero.

—¿Por qué? —Su respiración estaba inconstante.

—Porque esto no es lo que quiero —respondí, fingiendo estar muy segura de mis palabras, y a la vez, sentí que me estaba declarando a él abiertamente.

—Está bien, te dije que si no querías que te tocara no lo iba a hacer. Pero eres mala Laura, mira como me dejas —rio, mostrándome el bulto en su entrepierna.

Hizo caso omiso de lo que recién le había dicho.

Esto no es lo que quiero... porque quiero estar contigo, idiota.

Lo miré seria y mi pecho subiendo y bajando.

—Me voy —dijo, levantándose de golpe.

Mis palabras no removieron ningún hilo de su corazón.

—Ok. Huye —mascullé, enfadada.

Bufó.

—¿Crees que estoy huyendo de ti? —preguntó, volviendo a su típica actitud arrogante.

Me quedé callada, asesinándolo con la mirada.

—Creo que no puedes alejarte de mí —murmuré, con la voz temblorosa. Mi valentía se vio disminuida hasta quedar a sus pies.

Me lanzó una mirada fría y tuve miedo de sus palabras. Estaba segura de que lo siguiente que iba a salir de su boca iba a ser el exterminio de lo que sea que tuviésemos, aunque eso era lo mejor para poder alejarme definitivamente.

—No me desafíes —murmuró.

—No puedes.

Se acercó enfadado y estampó sus brazos a ambos lados de mi cara. Me sobresalté.

—¿Dices que estoy huyendo? —preguntó, con la respiración agitada—. Entonces quieres que me quede. —Se acercó a mi oído lentamente, y susurró—: Así que hazte cargo.

Tomó una de mis manos y la bajó hasta su entrepierna; dejándola sobre su miembro.

Laura, te metiste solita en esto.

Con sus dos manos sujetó mi cara dándome un beso furioso, acelerado, y lleno de pasión. Su lengua entró como un torbellino que recibí como si lo hubiese estado esperando desde hace mucho tiempo. Una de sus manos comenzó a avanzar desde la parte baja de mi espalda, hacia mi cuello, por debajo de la camisa.

¿Cómo puede ser tan difícil apartarlo?

De repente frenó todos sus movimientos y alejó su cara de la mía.

—Está bien —dijo, como pensándolo mejor. Sacó sus manos y las dejó en alto. Se encogió de hombros, y exhaló.

—¿Qué quieres decir? —pregunté, agitada.

Suspiró ampliamente. Me pellizcó la punta de la nariz.

—Laura, ¿quieres tener una cita conmigo? —Su cara perfecta se quedó quieta, esperando una respuesta.

Me quedé en silencio. Nunca pensé que era posible que esas palabras salieran de su boca, y tampoco pensé que iba a llegar el día en que el hermano de Emma me invitara a salir. El chico guapo y deseado quería tener una cita conmigo, y yo por dentro me estaba derritiendo de la emoción.

—¿Oliver Ross me está invitando a salir? —pregunté, tratando de reprimir mi cara de felicidad.

Gruñó.

—No te burles. —Rozó su nariz con la mía; y metió su mano bajo mi falda. Me tocó sobre la ropa interior. Se acercó a mi oído para hablarme casi susurrando—. ¿Le dirías que no a alguien que te moja de esta forma?

Rayos.

—Oh, para —susurré, perdiendo todo el control. Oliver se inclinó, cerró las cortinas y me subió al alféizar de la ventana. Se hizo espacio entre mis piernas y me cogió por el mentón para que lo mirara.

—Así que si te gusto —murmuré, entrecerrando los ojos.

Rodó los ojos.

—Respóndeme —ordenó, mientras jugaba con el borde de mis bragas. Me apoyé en la ventana, entregada a sus manos, entregada a él.

—Sí, quiero tener una cita contigo.

Carraspeó.

—No me gustas —dijo, soltándome el mentón. Con las dos manos me agarró los costados de mi trasero, y con su cara avanzó hasta mi oído. Lo iba a lanzar lejos, hasta que me susurró—: Me encantas. —Lamió el lóbulo de mi oreja y besando se deslizó por mi cuello.

Mierda, mierda, mierda

Me encantas

Me encantas

¿En qué momento sucedió esto?

—Oliver —jadee. Las manos que tenía en mi trasero, avanzaron hasta mis muslos y enterró sus dedos, haciendo que me diera un espasmo de placer. Su boca avanzaba hasta mi pecho—. ¿Estás hablando en serio?

Detuvo todos sus movimientos, y apoyó su frente en la mía, de la misma forma que lo había hecho antes. Toqué su pecho y sentí su corazón acelerado.

—Tan enserio como que voy a pasar mis manos y mi lengua por todo tu cuerpo. Me tienes fascinado, Laura. —Me tomó en brazos y envolví mis piernas en su cintura. Me llevó hasta la cama a la vez que me besaba intensamente. ¿Cómo era posible que cada vez lo deseara más?

Ardía en deseo, ardía de ganas de él.

Su pura presencia hacia que todo mi ser hormigueara. Y cuando me tocaba, abandonaba toda racionalidad para quedar a la deriva y entregarme a sus manos.

Sus manos que tanto sabían y que tanto me hacían sentir.

Me dejó sobre la cama y se sacó la camiseta provocando que me lamiera los labios. Se dio cuenta de eso y esbozó una sonrisa. Yo hice lo mismo y me saqué la camisa del colegio rápidamente. Sus ojos se encendieron.

Fue por el cierre de mi falda y me la sacó. Tomó mi pierna derecha y avanzó arrastrando sus dedos desde mi pie hasta mis muslos, dejando una estela de electricidad. Mi cuerpo ya había entrado en un estado de vibración constante. Fui directo a su pantalón y bajé la cremallera ante su mirada ardiente. Con ambas manos lo bajé y quedó completamente desnudo frente a mí.

Intenté calmar mi respiración, sin embargo, lo único que quería era estar envuelta en sus brazos. Y como si hubiese leído mis pensamientos, avanzó entre mis piernas, hasta que dejó ambas manos a la altura de mi pecho, dejándome atrapada entre sus brazos marcados. Con su boca se abalanzó hasta mi sostén y lo arrastró hacia abajo con los dientes, liberando uno de mis pechos.

Su lengua lo envolvió.

Mis piernas se retorcieron.

Mis manos se retorcieron.

Ama Sofía, dame fuerzas.

—¿Estás lista? —preguntó, seguro de sí mismo. Con una mano bajó mis bragas haciéndolas avanzar entre mis piernas.

—Sí —jadee, atrayéndolo. Me afirmé de sus bíceps.

De su bolsillo sacó el preservativo y rompió el envoltorio con los dientes. Ver como se lo ponía hizo que se me secara la boca por completo. Sentí las gotas de sudor recorriendo mi cuerpo, y él levantó mis piernas para acomodarse. Me lanzó una mirada de satisfacción antes de entrar lentamente, como no lo había hecho antes.

Así como la primera vez, sentí un ardor y un dolor pero que rápidamente se convirtió en algo delicioso.

Oliver Ross era delicioso.

Y lo tenía entre mis piernas.

Atraje su cara y lo besé intensamente; y él comenzó a moverse con seguridad.

Quería más, mucho más y comencé a mover mis caderas a su ritmo. Con una de sus manos comenzó a tocarme uno de mis pechos, y llevé las mías hasta su trasero, tratando de acelerar sus movimientos.

—Te dije que la próxima vez que nos viéramos me ibas a pedir que te lo hiciera más fuerte y más duro —dijo, mordiéndome el labio. Enterré mis dedos en su espalda.

Ay Laura ya no te queda ninguna pizca de inocencia.

—¿Y qué esperas? —dije, con la voz entrecortada.

—Que me lo pidas —susurró en mi oído.

La forma en que me hablaba, directa y sin vacilar me excitaba todavía más. Pero no me dejó decir nada, porque sus movimientos se intensificaron; y con su boca explorando desde mi cuello hacia abajo, lamiendo y chupando cada centímetro, perdí las fuerzas y el control de mi cuerpo.

—Laura, te podría follar todos los putos días.

—Entonces hazlo.

Con esa frase, alcancé el máximo placer, y con un espasmo solté un último gemido. Él también se vino con un gruñido maravilloso. Quedamos agitados, uno al lado del otro. Oliver se sentó en el borde de la cama, y se puso el bóxer.

No me puedo controlar.

¿Y quién podría tener algo de control estando frente a él?

—Voy al baño —dije, tratando de calmar mi respiración. Aproveché que estaba de espaldas y corrí a mi armario para ponerme un vestido. Cerré la puerta del baño tras de mí y grité silenciosamente. Me senté en el piso frío para calmar el calor que seguía emanando de mi cuerpo, y mi mente que aún se encontraba en la galaxia del placer.

Volví a mi habitación algo temerosa de no encontrarlo y que todo hubiese sido una farsa, sin embargo, él estaba vestido y sentado con la espalda en el respaldo de la cama —que se encontraba perfectamente ordenada—, mientras revisaba el celular.

—¿Quien es la que huye? —preguntó, entrecerrando los ojos cuando me escuchó entrar.

—Solo fui al baño —respondí, recogiendo mi ropa que estaba desparramada por todo el piso. Fui a abrir las cortinas y la ventana—. No es posible que cada vez que te veo no me pueda controlar.

—Creo que me pasa lo mismo. Voy al baño —murmuró, dejándome sola en la habitación.

Oliver era mi perdición. Me gustaba, me encantaba, lo deseaba. Todo mi ser era para él.

—Hija, acabo de llegar. —Mi mamá cruzó la puerta—. ¡Estás roja! Cierra esa ventana por dios que hace tanto frio. —Avanzó hasta la ventana con paso rápido, a la vez que yo estaba sin habla, con la mirada pegada en la puerta.

—Laura me...—Oliver entró en la habitación.

Y allí quedamos los tres observándonos.

Yo, roja como un tomate y con la respiración como si hubiese corrido una maratón.

Oliver despeinado y luciendo hermoso.

Mi mamá con los ojos abiertos de un tamaño nunca antes visto.

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Hola bbs

He estado leyendo todos sus comentarios y esas mentes perversas me encantan jajaja

¿les gustó este capítulo?

Oliver ya se lanzó al amor (¿o no?)

y Dieguito anda preocupadooooooooo (awwwww)

Síganme para que así reciban mis notificaciones <3

Espero sus votos y comentarios <3

Oliver les manda un beso apasionado (con mucho fuego)

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