31. Devórame

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]

"Déjame adicta a tus besos
A tu calor, a tu cuerpo"

Laura

El hormigueo avanzaba por cada una de mis extremidades. Me tenía loca.

Me sentía excitada y ni siquiera me estaba tocando. Mi mente amenazando con volverme loca de todas las imágenes de él en mi entrepierna o besándome descontroladamente.

Sin embargo, lo que estaba sucediendo era demasiado único para interrumpirlo con sexo...por el momento. Me sentía feliz por que él armó una cita mirando la puesta de sol. Se removió sexymente en su asiento, sorprendido de mi pregunta. Mi estomago era un torbellino. Lo quedé observando como siempre.

Quería agarrarlo, abrazarlo y besarlo locamente; pero también quería ir tranquila, que todo fuera perfecto. Así como era hasta ese momento. Dejó de tocarme y mi cuerpo reclamó con un hormigueo.

—No pienso mucho en el futuro, me gusta vivir el presente. —Se giró, y me pasó su dedo pulgar por el labio, haciendo que me estremeciera—. Y ahora quiero estar contigo y... aprobar todo este año. En las siguientes semanas tengo un examen que me tienen algo complicado —murmuró—. Debo estudiar mucho, tengo que aprobar.

—Entonces no nos veremos hasta que termines tus exámenes —dije, decidida—. Debes estudiar. —Después pensándolo mejor, agregué—: o nos veremos pero poquito.

—¿Y tú crees que me voy a separar de ti fácilmente? —Negó con la cabeza, y sus dientes perfectos se asomaron—. No te podrás deshacer de mí tan fácil, Laura.

Se pasó la mano por el cabello.

Ay. Ven a mí, Oliver.

Bufé.

—Tú quieres que me enamore de ti —dije, sin pensar. Me puse del mismo rojo que cuando me descubrió ocultándome detrás del arbusto. Lo sentí, porque mi cara ardió a niveles superiores.

¿Y si abro la puerta y me tiro cerro abajo?

Con todo lo que he comido...podría rodar y llegar sana y salva.

—Te enamorarás de mí, y yo de ti —murmuró, con la mirada perdida en la oscuridad, donde en algún momento estuvo el sol.

Una sonrisa apareció en mi cara, y nos quedamos en silencio. Su mano avanzó peligrosamente hacia mí, y la entrelazó con la mía. Un gesto romántico que no esperaba.

Mi celular vibró. De reojo vi que me había llegado un mensaje de Diego. Y de pronto, mi corazón se agitó, como si hubiese estado esperándolo.

Lo cogí.

Conejito: Conejita, ¿te diste cuenta que me llevé el coche en la mañana? ¿O aún estas escondida en tu madriguera?

Conejito: Hoy salgo con Nicol.

Rodé los ojos.

Conejito: Después te cuento.

Conejito: Quiero hablar de algo contigo...

Tragué saliva. Y Admito que sentí algo extraño.

Ok, ¿qué pasa, Laura?

Estaba con Oliver, que me tenía casi con las bragas por las rodillas de la forma que me hablaba. Pero... me enojaba eso del plan de recuperar a Nicol.

¡Porque ella no se merecía a nadie ni parecido a Diego!

Diego era...Conejito.

Me dio rabia, quería decirle: Amigo date cuenta.Te mereces algo mucho mejor.

¿Y qué quería hablar conmigo?

Exhalé fuerte y sentí la mirada de Oliver. Encendió su coche.

—Si no bebo algo frío te voy a sacar esa falda. Así que vamos —murmuró, juguetón.

Solté una risita.

—Yo también quiero beber algo frío —respondí. Sin saber muy bien si era porque Oliver me tenía con varios grados de más encima, o porque sentía un poco de enojo por el tema Nicol.

—Podríamos ir a mi casa.

Oh, sé muy bien qué clase de propuesta es esa, Oliver.

Su tono travieso me encendía, pero tampoco me iba a meter a la casa con mi mejor amiga y su mamá allí.

—No gracias —reí, con cierta vibración en mi vientre—, ¿cuándo empiezas a estudiar?

—Desde mañana. Y justo unos días antes es el cumpleaños de Alex, le tendré que decir que no podré ir —refunfuñó—. Yo estoy más cagado que él.

Que nombrara a Alex, hizo que pensara en Emma. Me quedé pensando en los mensajes de mis amigas la noche anterior. Les prometí que les contaría todo en persona. Y el sábado ya lo tenía reservado para Oliver así que quedamos para juntarnos el domingo. Debía planear qué y cómo les iba a contar todo.

Finalmente les iba a confesar sobre el proyecto, incluido el por qué comenzó.

Y así también tenía que confesar lo de Oliver a Abril.

Rayos.

—¿Pasa algo?

Sí, que le tengo que contar sobre nosotros a mi amiga que te quiere comer como si fueras un dulce.

Miré por la ventana. Me enfrasqué tanto en mis pensamientos que no me di cuenta que habíamos llegado. Oliver estaba estacionado frente a un bar que solo había escuchado de nombre, porque era muy popular entre Justin y sus amigos. Obviamente él nunca me llevó.

Le saqué la lengua.

—Aún no estoy preparada para Emma y tu madre...y nosotros —murmuré.

Echó la cabeza hacia atrás.

—Está bien. Tendré que meterte a escondidas durante la noche. —Se frotó las manos en ambos muslos. Luego sin mirarme, agregó—: ¿o tú crees que te vas a escapar de mí?

Antes de que pudiera responder, abrió la puerta del coche.

Dios.

No, no creía que me iba a escapar de él. Porque mi ser lo pedía, lo exigía. Y de solo saber que esa noche estaría de nuevo entre sus brazos y sus besos, llamitas comenzaron a encenderse por mi cuerpo.

Entramos al bar que era enorme. La chica que nos recibió en la entrada, se comió a Oliver con la mirada, e incluso se sonrojó un poco.

Hola, estoy aquí.

¿Me tengo que comenzar a acostumbrar a esto?

—Tengo una reserva —dijo Oliver, Ignorando a la chica.

¿Reserva? Este lugar es enorme.

La chica asintió con la cabeza y nos guió dentro. Pequeñas lamparas iluminaban tenuemente. El bar sí tenía algunas zonas iluminadas, otras no tanto... y otras casi nada. Y hacia allí nos dirigíamos.

De repente entendí por qué la reserva. Llegamos a una fila de butacas oscuras, intimas, y románticas. Eran solo unas pocas.

Pedí un mojito y él un whisky.

Tenía tanta sed que me lo bebí de dos sorbos y tuve que pedir otro más.

—Calma, que con ese paso no voy a poder hacer contigo lo que tengo planeado —susurró.

Tragué lentamente el sorbo que ya tenía dentro de mi boca. Y, por supuesto, ya había hecho efecto. Me saqué una de mis zapatillas y con mi pie comencé a acariciar su pierna por debajo de la mesa.

Al primer contacto se sobresaltó, y luego sacudió la cabeza riendo coquetamente. Se mordió el labio, y no me costó darme cuenta de lo excitado que estaba.

Yisus.

¿En qué me he convertido?

Sálvenme de mis pecados.

Sus dedos se deslizaron por sobre su vaso, delicadamente, sin dejar de mirarme. De repente me cogió el pie y lo dejó en el aire.

Me amenazó con la mirada, y dio pequeño golpe en la mesa con la palma. Un golpe tan amenazante como excitante. Ese era su objetivo.

—¿Quieres que vaya y te lo haga aquí mismo? —preguntó fríamente. Luego me dio una pequeña sonrisa y miró hacia los lados como si estuviese pensándolo seriamente.

Estaba oscuro pero no tanto.

No juegues con mi mente, Oliver.

Maldito perfecto Oliver.

Negué con la cabeza, reprimiendo una sonrisa. Soltó mi pie. Puso su típica cara de autosuficiencia, como si él hubiese ganado una discusión. Sus ojos destellaban las ganas de lanzarse sobre mí.

Tercer mojito.

La chica llegó, y casi puso sus pechos sobre la mesa para entregarle a Oliver su vaso. Y mi mojito, estaba mucho más fuerte que los anteriores.

—¿Es seguro que te quieres ir a Nueva York? —preguntó, de repente. Ignoró a la chica.

Laura: 1

Mesera desconocida: -100

—No he parado de pensar en eso —confesé—. Quiero irme con Emma, pero ahora le he estado dando más vueltas.

¿Por qué ahora no me siento tan segura?

—A mí no me gustaría que te fueras.

No quería hablar de eso porque el tema me tenía confundida.

—Creo que le echaron el doble de alcohol a este vaso. —Lo dejé a un lado, sin intención de beberlo.

Cogí una pequeña lampara del centro de la mesa y giré una perilla. La luz se intensificó. Nuestras caras quedaron iluminadas. Fue como que prendí un pequeño foco sobre los dos, y quedamos expuestos en el bar.

Y ahí la cagué. Eso. Esa pequeña acción desembocó una serie de eventos desafortunados...

O no tanto.

Digamos que fueron eventos inesperados.

Lo primero que sucedió fue que en ese momento, vi entrar a Diego y a Nicol.

Nicol con un vestido apretado, sexy, y unos tacones enormes. Incluso llegaba casi a la altura de Diego. Se sentaron en una butaca mucho más iluminada que la de nosotros, y yo los veía a la perfección.

No era que Diego tenía que esforzarse algo para lucir guapo. Pero...si alguien hubiese dicho que ese chico era un modelo de Calvin Klein. Nadie lo habría dudado.

No pude evitar ponerme nerviosa, como si me hubiesen atrapado haciendo algo malo. No sabía para donde mirar.

Miro.

No miro.

Lo saludo.

No lo saludo.

Ayuda.

—¿Qué te pasa? —Oliver arrugó la frente, y se agachó a recoger una servilleta que se le había caído.

En ese momento mi mirada se encontró con la de Diego. Quien al parecer tenía el mismo remolino en la mente porque se quedó quieto, con la misma cara de atrapado.

Cuando nadie nos había atrapado. Solo eran nuestras mentes jugando con nosotros.

Y me dio mucha risa. Me tapé la boca para reprimirla, y Diego también empezó a hacer lo mismo. Nicol comenzó a darse vuelta y me agaché a ponerme la zapatilla que antes me había sacado. Cuando volví a subir la cabeza, Oliver miraba a Diego quien parecía estar haciendo todo lo posible para ignorarnos.

Se giró y me miró con una ceja levantada.

—Hasta que conozco a Conejito —murmuró con frialdad. Su mandíbula se notaba tensa.

¿Cómo supo que era él?

Oh, ¿no te imaginaste que Conejito podía ser modelo de ropa interior?

—Diego, se llama Diego —respondí, tratando de quitarle importancia.

Porque Conejito solo le digo yo.

—¿Y por qué te escondes al verlo?

Suspiré, algo hiperventilada.

—Está tratando de recuperar a su novia que está loca. Y ella es la mejor amiga de Justin, y me odia por...—Me quedé en silencio, ¿por qué me odiaba? ¿por haber estado con Justin? No me lo había preguntado—. Me odia no sé por qué. Quizás porque su mejor amigo fue mi novio. —Me encogí de hombros—. Y por un proyecto he empezado a hablar con Diego, sin embargo, ella no sabe. Hasta que vuelvan y ella pueda superar que soy amiga de su novio.

Tomé aire, había hablado demasiado rápido. Oliver sonrió; y se cambió de asiento, sentándose en mi misma butaca. Cogió la lampara que teníamos frente a nosotros. Antes de bajarle la intensidad, noté que su mirada cambió, y un brillo de malicia apareció en el centro de sus ojos.

No, no le bajó la intensidad. La apagó.

Y así nos hicimos invisibles.

Su pierna contra mi pierna me produjo escalofríos. Chocó su vaso contra el mío, a la vez que su mano se deslizó por la mesa hasta mi muslo. Pegué un pequeño salto y miré alrededor. Desde donde estábamos nadie podía ver lo que sucedía bajo la mesa.

Mi corazón se disparó, mientras movía un dedo sobre mi muslo. Una sensación adrenalínica comenzó a invadirme.

Mi alma no se había preparado para eso en ese lugar, y la respiración se me cortó.

Dios mío Laura, estás en un lugar público.

Y Diego está al frente.

Oliver sin decirme nada comenzó a besarme el cuello lentamente. Escuché su respiración en mi oído, mezclada con la música. Y la vibración en mi entrepierna se intensificaba a cada segundo.

—¿Qué haces? —susurré, en su oído.

—¿Qué crees que hago? —preguntó, subiendo la cara para que quedáramos frente a frente, se acercó a mis labios y murmuró—: hacer que te corras aquí mismo.

Si me hubiesen sacado una foto en ese momento, mi cara hubiese sido épica. Porque al principio no entendí.

Hasta que lo entendí.

Tragué saliva.

—¿Aquí? —pregunté removiéndome en mi asiento, haciendo que su mano se deslizaran más arriba en mis muslos.

—Sí, aquí. Así funcionan las cosas conmigo, Laura. Y no me digas que no te gusta que te caliente de esta forma en un lugar así —agregó. Comenzó a besarme.

Pasó su brazo por detrás de mi cabeza, y me atrajo para seguir besándome de forma apasionada e hipnotizante. De esos besos que eran como huracanes para mi alma y mi ser porque no decían nada más que "sexo". Y con dos vasos de mojito en la sangre, poco podía detener lo que sucedía.

Me separé un centímetro de sus labios. Oliver era una aventura en sí misma, y yo estaba completamente dispuesta a seguir viviéndola.

—Estás loco, Oliver Ross —susurré a centímetros de tu boca.

—Tú, disfruta —murmuró como si fuese una orden. Envolvió su mano en una de las mías, y no volvió a mis labios sino que se quedó mirándome a pesar de la escasa iluminación.

Estamos claro que derretirse físicamente es imposible en un contexto como ese, sin embargo, eso mismo fue lo que sentí. Me derretí en el asiento. Así, sin más. Porque él no soltó mi mano sino que tomó dos de mis dedos y comenzó a deslizarlos lentamente por mi muslo hasta mi propia entrepierna.

Ooohhh, ¿qué es esto?

Asumo que yo antes me había tocado, sobre todo leyendo las aventuras de Sofía. Pero algo muy superficial porque me sentía demasiado extraña. Oliver corrió mis bragas y con sus dedos sobre los míos, comenzó a moverlos. De forma que era yo misma quien se tocaba.

Ningún libro o historia antes leída me había preparado para algo así.

Con mi mano libre me tapé la boca como si alguien me fuese a escuchar, porque aumentó sus movimientos y yo estaba fascinada. Comenzó a bajar más mis dedos.

—Mételo —ordenó.

Oh, my god. ¿Qué... que me está pidiendo?

—Pero...yo...— Quedé sin palabras, pero decidí hacer lo que él pedía—, ¿cómo?

Soltó una risita coqueta, y con un poco de dificultad, logré introducir mi propio dedo. Fue algo tan extraño como alucinante. Sobre todo porque él comenzó a guiar el movimiento de entrada y salida.

Movimientos que me desarmaron, destruyendo todo los límites que pensé que yo tenía, porque estábamos en un bar con mucha gente alrededor.

Comenzó a chuparme el labio inferior, mientras sus dedos no dejaban de moverse. La mano que tenía tras mi cuello se deslizó para trazar círculos sobre mi clavícula descubierta. Sus dedos juguetones resbalaban en mi piel.

—Oh, para. No puedo —murmuré, tratando de alejarme sin nada de éxito. Esa, creo que fue la última vez que mis hormonas sobrias intentaron hacer algo por mí, sin embargo, mi cuerpo ya se había entregado a él.

—Hazlo, bonita —dijo, dejando de chuparme el labio.

Liberó mis dedos para continuar con los de él. Me llevé la mano a la frente, y en la oscuridad miré hacia mi entrepierna.

Sus movimientos...

Y no pude más. Apoyé un codo en la mesa y me tapé la cara.

Menos mal que la música estaba alta. Si no, todos se hubiesen preguntado si habían puesto una película pornográfica junto a los parlantes.

Cogió mi cara y me dio un beso corto y agresivo. De inmediato, subió la iluminación de la lampara. Y aquí sucedió el segundo acontecimiento con la maldita lampara.

En ese preciso momento una chica pasó junto a nosotros. De repente, se giró hacia la mesa.

—¿Oliver? —dijo frenando en seco. Puso una mano sobre la mesa.

Manicure perfecta, vestido asombroso, sonrisa radiante... ojos brillantes. Una chica hermosa.

¿De dónde la conozco?

Me atraganté con mi propia saliva al darme cuenta que a esa chica yo la había visto antes. Y nada más ni nada menos, que desnuda y arrodillada frente a Oliver.

Oh, por favor...

¿Por qué me tenía que pasar esto?

Oliver se levantó de un salto y la abrazó efusivamente. Algo se removió en mi interior. Ya había dicho que Oliver era más del tipo seductor, con esa mirada de autosuficiencia y orgullo. Y yo ingenuamente pensé que solo conmigo era tan... sonriente y abierto.

Muy equivocada, Laura.

Obviamente, fingí que no sabía quien era.

—¡Clara! —exclamó, feliz. Daga en el corazón—. Te presento a Laura.

Clara enarcó las cejas y me sonrió. Y parecía una sonrisa sincera.

—Laura, un gusto conocerte. —Estrechó mi mano, a la vez que dos de sus amigas, sacadas de un catálogo de modelos, se acercaban.

—¡Hola Oli! —dijeron al unísono.

Oli

Oli

Yo también le quiero decir así.

Me sentí incomoda, era como uno de esos momentos que sientes que si respiras muy fuerte todos lo van a escuchar, y que cualquier movimiento será extraño.

Así que me quedé inmóvil. Dentro de lo que se podía.

—Hola chicas. Hace tiempo que nos las veía. —Movió las cejas arriba y abajo.

¿Hola? ¿estoy aquí?

—Sí —dijo una de ellas, riéndose. Me di cuenta que se encontraba muy ebria—. Desde aquella vez.

—¡Verdad! ¡Dios, Oliver! ¿quién lo diría? —agregó la otra. Y le dio un codazo a Clara—. Se pasaron esa vez.

¿Se pasaron?

¿Qué significa eso?

¿Algo así como tiraron treinta veces en la misma noche?

Estaba demasiado incomoda; y el perfume de cada una se unió para formar una masa pesada de aire sobre nosotros.

—Aja —dijo Oliver. Como si se hubiese dado cuenta de que la estaba cagando.

Clara se rio.

—¡No sean desubicadas! —exclamó, sonrojándose un poco. Oh, ella también estaba afectada por el alcohol.

La que estaba más ebria, hipó.

—No te sonrojes ahora, si llevan años chupándosela cada uno.

Diablos, señorita.

Eso no me lo esperaba ni en un universo paralelo.

Gracias por la información.

Me sentí en el set de una porno. Así donde todo empieza muy normal y de repente empiezan a hablar libremente de chuparse el uno al otro.

¿Qué se hace en ese tipo de momentos?

—Somos mejores amigos —afirmó Clara. Luego me miró, como disculpándose—. Nada más.

Sí, no te creas que no me acuerdo que te vi arrodillada frente a él.

—¡Ahora Clara también tendrá que conseguirse una cita! —dijo, la otra amiga.

Me agarré la frente, sin saber qué hacer. Y como si la conversación no pudiese ir peor, Oliver habló:

—Clara puede tener a quien quiera, ¿quien se le podría resistir? Solo debe chasquear los dedos, y tendrá a cualquier hombre a sus pies.

Rodé los ojos mentalmente.

¿En serio, Oliver? ¿Eso te incluye a ti?

Me levanté, sintiéndome humillada y frustrada.

—Voy al baño, ya vuelvo —dije, con la mejor cara que pude poner dada las circunstancias y sin esperar respuesta de nadie, sin embargo, no me fui al baño. Si no que corrí a la salida. Me faltaba el aire. El foco de la calle que estaba justo afuera, me encegueció y choqué con alguien.

Y por el aroma masculino, supe de inmediato de quien se trataba: Diego, alias Conejito.

—Laura. ¿qué pasó? —murmuró, buscando mi mirada.

Mi mente era un mar de confusión. Quería abrazarlo y que me reconfortara, y a la vez quería hacerlo un lado. Eso hice, y corrí.

—¡Laura! —gritó, a mi espalda. De repente sentí unos pasos siguiéndome. Me tomó en brazos, y me echó al hombro como si fuese un pequeño gatito.

¿Oliver?

No, mi cabeza se ladeó al mirar ese trasero.

Ese era de Diego.

Oh, sí...inconfundible.

Se metió por la calle oscura y mal oliente que quedaba al costado del bar, y me soltó dejando en suelo. Quedé entre una pila de cajas y su brazo contra la pared. Que me llevara así me dejó un poco mareada.

—¿Qué haces? —pregunté, afirmándome de su brazo. Amplio, firme, y musculoso.

Tragué saliva. Él, sonrió.

—Estoy ebrio —respondió, ladeando la cabeza—. No tengo idea.

—¿Y Nicol? —pregunté, hundiendo mis dedos en su brazo. Alzó una ceja.

—¿Y Oliver? —preguntó, de vuelta. El hoyuelo de su mejilla apareció.

—No quiero hablar de él.

—Yo tampoco quiero hablar de ella —susurró. Su olor masculino: mezcla a crema de afeitar y perfume, nubló mis pensamientos aún más.

—Qué me querías decir—pregunté, recordando su mensaje. ¿Por qué recordé eso en ese momento? Nadie sabe. Me observaba atentamente, como si estuviese analizando mi cara—. Oh, no me mires así.

—¿Así cómo? —rio—. Bueno... no sé si lo que voy a decir tiene sentido —dijo, sujetándose la frente.

De reojo, vi como sus dedos que se hallaban junto a mi cabeza, se recogieron en la pared.

Rayos.

Y Oliver me había dejado más excitada que nunca. Y mi entrepierna seguía vibrando.

—¿Qué quieres decir? —insistí, ante su mirada ansiosa y deseosa.

—Quería preguntar si ayer las cosas se pusieron algo raras entre nosotros —susurró, lo más bajo posible. Miró hacia los lados como si alguien nos pudiese escuchar en la soledad del callejón.

¿Raras? ¿a qué se refiere?

¿A qué quedó casi desnudo en mi habitación?

¿A que estuvimos solo bebiendo cervezas?

¿A que nos habíamos coqueteado?

—¿Qué... qué? quieres decir —tartamudee, pensando en la noche anterior.

Oh, Laura. ¿Por qué te pones nerviosa?

—No se —murmuró.

—¿Pasó algo con Nicol?

—No, mañana la veré de nuevo.

Rodé los ojos. Ya era muy tarde para que mis neuronas trabajaran con sensatez.

—¿Por qué? —pregunté, haciendo una mueca de desagrado.

Arrugó el entrecejo.

—Ya sabes por qué —replicó, mirando el suelo. Su mano seguía plantada a mi costado. Yo seguía atrapada.

Y algo totalmente inesperado salió de mi boca:

—Ella no te merece.

—¿Por qué no? ¿Acaso me conoces? —Su expresión se endureció.

—Sí, te conozco Diego. Lo suficiente para saber que no eres como todo ese grupo de mierda.

Oh, rayos Laura.

—¿Grupo de mierda? —Se alejó unos pasos—. No te creas que soy tan diferente a ellos porque hemos estado viéndonos un par de veces.

—No eres como ellos, y lo sabes.

—¿Qué sabes tú? No sabes nada, así que no me digas que ella no merece estar conmigo. Ella es asombrosa.

Bufé y rodé los ojos.

—Muy asombrosa. —Me burle, cruzándome de brazos.

A esas alturas de la conversación, lo sucedido en el restaurante se me olvidó completamente. Intenté dar un paso al frente pero Diego me cortó el paso.

—Es a quien quiero —dijo, con una frialdad que nunca había escuchado en él. Y me dolió. Enojada le puse las manos en el pecho.

—¡No! No lo hagas, ya te ha hecho sufrir mucho. No es para ti.

¿En qué momento cogí tanto vuelo?

Me cogió de los brazos e hizo que me apoyara en la pared que tenía a mi espalda. Lo miré, furiosa.

—¿Y quien sería para mí, Laura? Según todo lo que me has dicho tendría que ser la virgen de Calcuta por lo arrastrado y baboso que te parezco —gruñó. Sus palabras iban cargadas de amargura.

—No me pareces así. No pongas palabras en mi boca. —Me zafé de sus brazos—. A la mierda si no te das cuenta de que lo que es ella. ¡A la mierda tú! Eres un idiota.

—¿Qué yo soy un idiota? ¿y tú? Toda loca con un tipo que apenas conoces solo porque te calienta. —Se rio, y me señaló la calle hacia donde estaba pasando toda la gente. Y con una voz afilada, agregó entre dientes—: Ve con tu príncipe azul.

¿Por qué ahora sale con todas estas cosas?

—Eres un idiota Diego, deja de...

—Ya, cállate —dijo interrumpiéndome, a la vez que me jaló del brazo y me estampó un beso.

___


Ok, aquí es donde me retiro dramáticamente jajajaja.

Cuéntenme sus opiniones jiji

x aquí el team #Lauver

x aquí el team #Diaura

Ayy amigas, les confieso de inmediato que...como se han dado cuenta...Laura tiene un remolino de pensamientos y confusiones.

No la critiquen. Es humana y digamos que la vida...la pone en situaciones un poquito difíciles.

El punto es que... uno no puede tener todo en la vida.

Y aquí habrá al menos un corazón roto... y puede ser de cualquiera.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro