38. No te debí besar

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"No debí dejarme hipnotizar
No debí acercarme sin pensar
No te debí besar
No me debiste besar"

Laura

Tragué saliva.

Y mi mirada comenzó a pasar de Oliver a Diego, y de Diego a Oliver.

¿Es mi vida una especie de película o libro?

Sería uno de mis favoritos. Si yo no fuese la protagonista estaría con palomitas de maíz viendo la forma de resolver todo lo que se está armando.

¿Cuál sería mi apuesta?

¡A la mierda!

¡Que se bese con los dos!

Lástima que es mi vida, y que no tengo palomitas de maíz... y que no, no puedo besarme infinitamente con los dos chicos guapos.

Me agarré el puente de la nariz. Se produjo un silencio que me pareció interminable, aunque quizás pasaron solo un par de segundos hasta que Oliver respondió:

—Tú la puedes llevar. Yo debo irme a la universidad —dijo, carente de cualquier emoción. Se apoyó en su coche y observó a Diego con una frialdad que me causó escalofríos.

Rayos.

Laura, di algo.

No te quedes parada como idiota.

—Nos han puesto una tarea que debemos terminar hoy —agregué, haciendo un puchero.

Oliver sonrió fríamente y puso un mechón de cabello tras mi oreja. Mi cuerpo se tensó, y me sentí algo incómoda porque la presencia de Diego junto a nosotros, mezclaba todas mis sensaciones.

—Iré a tu casa en la noche —soltó, y esbozó una sonrisa coqueta. Causó un colapso en mi ser porque sabía perfectamente lo que esa visita significaba. Se acercó a mi oído—: Me voy a meter a tu habitación, porque...ya sabes. Te quiero comer y todo eso.

Me enrojecí. Carraspee y miré a Diego de reojo. Su expresión ya no era tan sonriente. Aunque no nos estaba mirando, sino que revisaba su celular. Levantó la vista y esbozó una sonrisa.

—Te espero en mi coche —dijo, después miró a Oliver y le estiró la mano—. Nos vemos, amigo. Lo siento por tener que llevármela. —Creo que Oliver hizo su mejor esfuerzo para darle la mano a Diego.

Lo seguí con la mirada.

—No me gusta él —murmuró con aspereza cuando Diego ya había avanzado hacia su camioneta.

Volví mi mirada a Oliver, porque ya saben...mirar a Diego por la espalda era de esos pecados que mis ojitos cometían y que no quería hacer mientras abrazaba a Oliver.

Dí algo, Laura.

Que Diego no te deje sin palabras.

—Hoy en mi casa —dije, enarcando las cejas—. Te voy a estar esperando. Aunque no sé a qué hora termine.

Suspiré.

—No importa, a la hora que tú puedas —respondió, envolviendo sus brazos en mi cintura. Me dio un beso cortito pero suficiente como para dejarme flotando. Y se separó, dejándome con ganas de más, porque yo siempre quería más de él.

—Termina temprano, bonita —gruñó, fingiendo enojo.

Le cerré un ojo, y me giré para caminar hasta la camioneta de Diego, con un hormigueo que sinceramente no sabía a qué correspondía.

Cuando llegué, lo miré desde la ventana del copiloto. Tenía la frente sobre el manubrio, y dudé antes de abrir la puerta porque —lamentablemente— el hormigueo que estaba sintiendo, aumentó en intensidad. Abrí, y al mismo tiempo divisé la silueta de Nicol acercándose al estacionamiento.

—¡Mierda! Nicol viene para acá —dije, deslizándome en el asiento. Me agaché para ocultarme.

Diego se desperezó e hizo lo mismo que yo.

—¿Qué haces? —preguntó riendo. El espacio en el que estaban nuestras caras era demasiado reducido para actuar normalmente. Sobre todo si él tenía su margarita marcada, y me miraba con los ojos entrecerrados.

—Me oculto de Nicol —respondí, con obviedad.

Rio abiertamente y se sentó con su espalda en el respaldo.

—Ya te vio y viene para acá —murmuró divertido—. Y mejor sal de allí abajo, porque estoy seguro de que se podría interpretar mal.

Le pegué en la pierna.

—¡Diegoooo!

Encendió el coche y lo hizo partir. Enarcó una ceja, y me observó tratando de contener la risa.

—No puedo creer lo que pasa por esa cabeza, me refería a que puede notar que te estás ocultando, y sería más extraño —rio.

Bufé, encontrándome con la mirada de desconcierto de Nicol.

—Ya se ve demasiado traumada, creo que podrías tenerla de vuelta en un segundo —murmuré, cruzándome de brazos.

Tanteó sus dedos en el manubrio y negó con la cabeza.

—Solo está enojada porque no la ando persiguiendo. En el minuto que vuelva con ella, va a volver a ser lo de antes.

¿Y por qué rayos la sigues queriendo?

Suspiré.

—¿Y por qué no enfocas tus energías en otra chica? En alguna de tus fans, por ejemplo. —Me arrepentí de inmediato de lo que dije, y para cambiar el tema, agregué—: llegó una nueva pregunta de Michelle.

—¿Ah, sí?

—Sí, voy a leerla.

—No, me refería a que si debería enfocar mis energías en otra chica.

—Sí.

Con una espátula voy a sacar a Nicol de tu mente.

Pregunta número 16: ¿Te gustan que las cosas simplemente sucedan o prefieres planearlas?

Diego me miró extrañado.

—Michelle nos tiene un micrófono —dijo, estirando su mano y tanteando mi cabeza. Me desordenó todo el cabello.

—¿Qué haces? —pregunté riendo.

—Estoy buscando el micrófono —respondió con obviedad.

—Está claro que tú eres de planear las cosas. Literalmente me tienes hasta a mí metida en tu plan —reí, negando con la cabeza—. No me había dado cuenta que eres un perfecto planeador. ¿Será que todo le resulta a Diego Ragni? —Ahogué un grito, y le puse un micrófono invisible—. ¿Le ha fallado alguna vez un plan a Conejito?

Dios, Laura. Es Diego.

Bufó, conteniendo la risa.

—Conejito —repitió, con una voz adorable—. Eres loca y... —dijo, deteniéndose a pensar para ponerle más tensión—, tú eres de las que prefieren que las cosas, ya sabes... sucedan. —Entrecerró los ojos como si estuviese recordando algo—. Si, eso ya lo sé.

Desvié mi mirada, no podía con sus respuestas.

Yisus.

¿Se refiere al beso?

—No te voy a preguntar a qué te refieres exactamente porque no me interesa —comenté, fingiendo desinterés.

—Pero si ya lo sabes —dijo, a la vez que dio rojo en un semáforo. Se giró para mirarme. Sus ojos se deslizaron a mi boca, y los míos a la de él. Puso su mano repentinamente al costado de mi asiento, a la altura de mi cabeza. Me sobresalté a la vez que mi cuerpo completo se tensó. Así mismo lo había hecho fuera del bar.

Esto es demasiado para un ser tan débil como yo.

Renuncio.

Trató de reprimir una sonrisa.

—Me refiero a todo esto de Oliver, simplemente sucedió.

Tragué saliva.

Oh, a mi no me engañas Conejito.

Estás jugando conmigo.

—Por supuesto, ¿qué más? —Carraspee, arrugando la frente—. ¿Ya aplicaste a alguna universidad? —pregunté, desviando el tema.

—Aún no. Queda un mes para enviar las solicitudes, y no estoy seguro donde iré. Solo sé que quiero estudiar arquitectura, ¿y tú?

En mi mente apareció un Diego arquitecto con un aspecto demasiado hermoso para mi tranquilidad hormonal.

—Literatura, en Nueva York —respondí, secamente—. Enviaré la solicitud luego del paseo.

Diego me observó confundido.

—¿Te vas a Nueva York?

—Sí, con Emma.

—¿Y Oliver?

—Aún le quedan tres años, supongo...—Me quedé en silencio, no había hablado con Oliver qué podríamos hacer con nosotros luego de que yo me fuera—. Supongo que podemos mantener una relación a distancia hasta que él termine, y se vaya para allá —agregué, no muy segura de mi respuesta. No tenía ni la menor idea de si Oliver haría algo así. Y sinceramente tampoco sabía si yo quería eso. Amarrarme a una relación a distancia era una idea tan atractiva como un mundo sin papas fritas.

—Ya veo —dijo, con la mirada fija en la calle.

—Imaginaba que seguirías con los negocios de tu familia.

—Mmm... no quiero hacerlo, y tampoco es necesario que yo lo haga. Tengo un hermano mayor.

Lo miré estupefacta, aunque agradecí que él no viese mi cara.

¿Un hermano? Sabía que el pecado de que existiera solo un Ragni en el mundo no podía ser verdad.

—No tenía idea que tenías un hermano.

—Sí, es tres años mayor que yo.

Dios, mis amigas con esta noticia van a alucinar.

Imaginarme un hermano de Diego un poco mayor, hizo que el lado curioso de mi mente se obsesionara con saber más.

—¿Y dónde está? —pregunté, así como alguien que solo está generando una conversación cualquiera. En mi mente, ya pensaba si era más o menos guapo que Diego.

—En Alemania, estudiando para hacerse cargo de los negocios de mi padre. —Me miró, sonriente—. ¿Ves? No es necesario que yo tenga que hacerlo. Kai tendrá todo en sus manos.

Kai Ragni.

—Pero tú también te quieres ir a Alemania —murmuré, con una tristeza que me salió de forma natural.

—Solo por el verano, así aprovecho también de verlo a él. Tengo muchas ganas de conocer Alemania.

Si se iba por el verano no iba a estar los últimos meses que me quedaban en la ciudad. Mi corazón se apretó y lancé esos pensamientos a un lugar oculto en mi cerebro.

Y también debería haberlo hecho con el recuerdo del beso pero la vida es muy corta como para hacer que algo así nunca sucedió.

Pasó y no pasará de nuevo.

Punto final.

—Me envías fotos —murmuré.

—¿De mí? —preguntó, abriendo los ojos y haciéndose el sorprendido—. Laura Miranda me está pidiendo fotos mías. Oye pero no es necesario que me vaya a Alemania para que te envíe fotos, puedo hacerlo desde ahora. Paramos justo en una roja, sacó su celular y se tomó una selfie.

—De Alemania —gruñí entre dientes, mientras él escribía en su teléfono.

Me llegó un nuevo mensaje de Conejito. Era la foto que recién se había sacado.

Sí, cualquiera sale así de hermoso en la primera foto que se saca.

Yo me tengo que sacar cien y me gusta una.

—Si quieres aprovechas hoy, y me sacas fotos para que no me extrañes.

—Mándame tú, así las puedo vender en el mercado negro de tus fans. La sudadera que quedó con tu olor ya se vendió. Dicen por ahí que la ocupan de funda de almohada.

—Así que quedó con mi olor —murmuró, enarcando las cejas.

Creo que para la próxima piensas, y después hablas.

Chasquee la lengua.

—Obvio, con los diez litros de perfume que usas hasta la alfombra de mi habitación quedó con tu olor.

Estiró su mano y me desordenó todo el cabello.

—Hay que oler siempre bien, uno nunca sabe cuándo va a encontrarse con alguien que haga que tu corazón vaya más fuerte.

No me importaba para quien fuese dirigido, pero cuando Diego hablaba así, le sumaba mil puntos a su persona. Era demasiado adorable para ser inmune a él.

—Literalmente, sí sabes. Todos los días en la escuela —reí.

—Tienes razón. Me gusta esta canción. —Subió el volumen de la radio y comenzó a cantar—: Que también yo te quiero comer... aunque sé que no debo. —Lo miré de reojo, afectada por la canción. Como si fuese para mí, y siguió con mi tormento—: Sé que tú ya lo tienes a él... Llegamos —dijo finalmente.

Me quiere matar.

Frenó el coche frente a un portón de reja enorme. Bajó su ventana y apretó un botón que relucía sobre una caja negra de metal. Una vocecita se escuchó del otro lado y la reja se abrió lentamente hacia los costados para dar paso a una entrada de varios metros, rodeada por arbustos perfectamente podados. Diego avanzó, giró siguiendo el camino, y llegó al estacionamiento de su casa. Dos coches deportivos se encontraban allí. Apagó el coche y se bajó. Hice lo mismo.

El lugar era tan grande que no tenía idea hacia donde estaba la entrada de la casa. Así que me quedé quieta, esperando a que él sacara algunas cosas del coche. Y repentinamente, dos perros gorditos de patas cortas llegaron corriendo hacia él. Diego se giró, y los quedó mirando mientras ellos saltaban a sus pies.

No puedo negar que cuando se agachó para recibir el amor de ambos perritos, y la forma en que los dejó lamerle la cara, mi corazón comenzó a latir más fuerte.

Ok, ahora sí que es perfecto.

¿Por qué me haces esto, Conejito?

—¿Te gustan los perros? —preguntó, rascándole la barriga a uno de ellos.

—Me encantan —dije, apenas. Estaba un poco conmocionada con la escena. Era el primer chico que conocía que tuviese una relación así con sus perros. Y ver a Diego así, hizo que me dieran ganas de abrazarlo. Me di cuenta que no era la primera vez que me provocaba querer hacer eso.

—Estos son Cuky y Canela. Mis bebes —dijo, orgulloso.

Mis bebes.

Ahhhhh me muero.

Me agaché y les hice cariño a ambos en la barriga, se entregaron a mi amor sin pensarlo y sin desconfiar de mí.

—Son tan bonitoooos. Ya me aman.

Me reí cuando uno comenzó a lamerme la mano desesperadamente. Y encontré mi mirada con la de Diego. Corrió la vista un poco nervioso.

¿Me había estado mirando?

Y para atormentar más mi corazón, agregó:

—Los recogí de la calle.

En ese momento, Diego podría haber soltado su micrófono dramáticamente. Detuve mi mano y me quedé observándolo.

Recuerda ese beso que te dio.

La forma en que te acorraló en la pared.

¡Recoge perros de la calle!

Cálmate, Laura.

Ya lo había pensado antes...Diego era asombroso. Y de nuevo sentí que él era demasiado para un ser como yo.

—A veces creo que eres muy perfecto —dije, sin poder detener mis palabras—. Me pregunto si ocultas algo, una persona no puede ser así.

Fijó su mirada en sus manos, y frunció el ceño.

—Laura, yo... —Se detuvo y se mordió el labio. Me quedé quieta esperando, pero nada salió de su boca.

—Dime —insistí.

Ahhh, pero cuando Oliver te quiso decir algo le dijiste que no te dijera.

Agité las manos frente a él para que no me dijera nada. Meneó la cabeza. Se levantó, y me ofreció la mano para ayudarme

—¿Vamos?

Se la cogí, y al levantarme, en vez de soltarme estrechó su mano alrededor de la mía. Dio un paso hacia mí, y mi corazón latió desbocado desde ese mismo instante.

Ahí no había alcohol de por medio. No teníamos excusas. Y aun así, mis pies los tenía pegados al piso. Temblé completamente, y con su mano libre acarició mi mejilla.

—Eres la primera chica que se agacha a acariciar a mis perros —murmuró, como si estuviese luchando con él mismo.

Recordé las palabras de Oliver.

¿Y si Diego se estaba confundiendo conmigo?


Hola beibis, ¿cómo están?

¿Qué les pareció el capítulo?

Acuérdense —si les gustó el cap— de votar y agregarme de amiga aquí y en instagram (búsquenme como vale_watt) <3

Besos infinitos de Oliver y Diego.

#Diura 💕

#Lauver 🔥

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