52. Vuelve

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"Yo sé que mil errores cometí
No sé cuánto tiempo pueda durar, sin ti
Y por eso vuelve
Que sin ti el mismo ya yo no seré"

Oliver

Me quedé plantado en la puerta del club. Estaba muy nervioso, como si me fuese a enfrentar a una prueba final. ¿Y acaso no era esa una prueba final? Tome aire profundamente y miré a Alex quien parecía tener su propio debate interno. Ladeó la cabeza y murmuró:

—Literalmente unos meses atrás estos problemas estaban lejos de ser parte de nuestra existencia.

—Me voy a mandar una frase Laura y Emma: es el peso de nuestros pecados sobre nosotros.

Alex se largó a reír.

—No veo fallas en esa lógica.

—¿Cuál es el plan? —pregunté, refregando mis manos entre sí.

—¿Tenemos que tener un plan? —dijo Alex, con cara de pánico.

—No sé, me siento perdido ahora.

—¿No sabe que estarás acá?

—¿Sabe Emma que tú estarás?

—¿Y tú plan es llegar como regalo de cumpleaños? —preguntó, riendo.

Solté una carcajada, más nervioso que nunca. Le palmee la espalda.

—Entremos, ya llevamos diez minutos afuera.

—Oliver —dijo, deteniéndome con una mano sobre mi hombro. Lo quedé mirando, lucía preocupado—. Estamos jodidos, ellas nos hicieron esto.

Arrugué el entrecejo.

—Aún podemos correr por nuestras vidas —murmuré, mirando hacia la calle.

—Solo por nuestras vidas porque nuestra dignidad se la llevó el taxi que nos dejó acá.

Solté una carcajada y tomé aire profundamente.

—Nos tengo fe.

—No sé, ¿y si Emma ya no quiere verme?

—¿Te sientes usado por mi hermana?

—Un poco —murmuró.

Entramos sin saber hacia donde dirigirnos. El lugar estaba lleno de personas bailando y bebiendo. Como si tuviésemos un radar, las vimos de inmediato.

Laura, Emma y Abril nos observaban desde el segundo piso del club. La única que expresaba algún tipo de reacción era Abril quien negó con la cabeza apenas chocamos miradas. Eso no era una buena señal.

Deslicé mi mirada a Laura. Luego de unos segundos en los que parecía no saber cómo reaccionar, levantó la mano y me saludó con una sonrisa. Alex la tuvo más difícil porque cuando Emma salió del desconcierto inicial se alejó del borde del segundo piso, desapareciendo de nuestra visión.

—Creo que esto fue una mala idea —dijo Alex—. Al menos a ti te saludaron.

De repente vi a Emma bajando por las escaleras a toda velocidad. Laura y Abril seguían arriba, sin moverse.

—Creo que Emma viene para acá.

La seguí con la mirada hasta que se plantó frente a nosotros. Me abrazó.

—Laura está arriba —me dijo, señalando en dirección de Laura. Entendí que eso era un ándate y déjame sola con Alex.

Seguí el mismo camino que había hecho Emma. Cuando llegué arriba, solo estaba Laura sentada en uno de los sofás. Me hizo una seña para que me acercara, y a medida que lo hice, ella se puso de pie.

La imagen que tenía de Laura, no se comparaba a como la vi en ese momento. Se veía más radiante y hermosa que nunca. Sin necesidad de ver a cada chica de ese club, hubiese apostado todo a que ella era la más bonita del lugar. Su sonrisa —por un instante— fue lo único que vi a al acercarme.

De repente frunció el ceño.

—¿No te gusta verme? —quise saber, entrecerrando los ojos. Tenía ganas de abrazarla.

—¿Y mi regalo de cumpleaños? No me digas que eres tú, porque no te veo ninguna cinta —bromeó. Me planté frente a ella.

—Si te traje un regalo —respondí, enarcando las cejas. Arrugó la frente, sorprendida de mi respuesta. Lo saqué de mi bolsillo y se lo entregué. Lo cogió más feliz de lo que hubiese imaginado y lo abrió ansiosa. La pequeña caja se deslizó de sus dedos y cayó al suelo, no sin antes sacar de su interior lo que le había comprado.

—¿Una Hello Kitty en miniatura? —Su cara pasó de confundida a enrojecerse—. ¡Oliver! ¿Te acuerdas de eso?

—Obvio que me acuerdo —respondí, riendo—. La primera vez que vi tu ropa interior era de Hello Kitty, no puedo evitar acordarme de ti cada vez que la veo.

—¡Me encanta! —dijo, mientras la guardaba en la cartera—. ¿Ese momento marca un punto importante en tu vida? —preguntó, batiendo sus pestañas.

—Creo que ahí me di cuenta que existías —bromee.

Bufó y me abrazó efusivamente. Estreché mis brazos alrededor de ella. Después de tanto tiempo se sintió jodidamente bien. Luego se separó un poco nerviosa y se mordió el borde del labio.

—Es extraño verte después de tanto tiempo —susurró.

Cogí un mechón de cabello y se lo puse tras la oreja. Como siempre, ella se estremeció ante mi contacto.

—Te he extrañado —murmuré.

—¡Imposible! —respondió, riendo—. Hemos hablado todas estas semanas, ¿cómo me vas a extrañar?

—Es distinto. Verte a hablar...ya sabes. ¿Acaso no me has extrañado tú? —Entorné los ojos.

—Sí. Pero...yo ya sé, y tú también ya sabes —murmuró, entregándome uno de los vasos que estaba sobre la mesa.

—Sí —gruñí—. ¿Sigo frienzoneado nivel nunca más estaré contigo? —pregunté, poniendo cara de tristeza. Laura asintió, y el pecho se me apretó.

Laura me dejó claro desde que recuperó la memoria que entre ella y yo no pasaría nada más que una amistad. Yo la había cagado y perdí mi oportunidad. Así que cuando la llamé apenas supe que se había recuperado, me dejó las cosas claras.

Ser amigos. Eso me gustaría de ti, si lo aceptas yo estaría feliz.

Lo acepté, porque sentí que no me encontraba en ninguna posición como para negarle algo, ni menos para exigir otra cosa. Pero dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Y yo tenía todas mis esperanzas en que cambiara de opinión. De todas formas, quería que su decisión me la dijera a la cara. Carraspeó, sacándome de mis pensamientos.

—Admito Oliver Ross, que eres el mejor casi primer novio del mundo. ¿La cagaste? —dijo, poniendo cara de enojo—. La cagaste como un idiota, pero... contigo conocí otro lado de mí, y me encanta. —Puso su cara entre sus manos, pero la obligué a mirarme.

—¿Me ibas a decir que sí?

—¿Qué cosa?

—Si ibas a ser mi novia.

Se encogió de hombros y sacó la lengua

—Eso nunca lo sabrás —respondió, con una sonrisa maliciosa—. Ese será tu castigo.

—¿Más castigo? Yo creo que ya tuve suficiente.

Me abrazó y cogió mi cara. Me quedó mirando fijamente.

—Oliver. Yo me voy, tú te quedas —dijo con firmeza.

—A mí no me importaría eso.

Negó con la cabeza.

—A mí sí. Además —dijo, perdiendo la mirada entre sus manos—, prefiero tu amistad. Lo que sucedió con tú ya sabes quien, me dolió. Hay una parte de mi corazoncito que aún llora ese momento —confesó con la voz entrecortada.

Si Laura me seguía frienzoneando en la misma conversación me iba a tirar del segundo piso, pero la entendía completamente. Yo tenía que hacerme cargo de mis errores. Tomé aire, y apoyé mi frente en la suya.

—Eres muy difícil de olvidar, Laura Miranda. A veces deseo nunca haberme acercado a ti, sin embargo, luego recuerdo lo bien que me siento estando a tu lado. —Cogí su mano y la llevé a mi pecho—. Me sigues provocando esto.

—Oliver... —murmuró, deslizando su mano desde mi pecho hasta el costado de mi cara. Se separó unos centímetros—. Las cosas suceden por algo. Nosotros fuimos algo increíble y ambos aprendimos.

—Podría decir que aprendí a no cagarla nunca más —dije, pesaroso.

—¡Más te vale!

Tragué saliva.

—Laura, eres a la primera chica que quiero, y la primera que pierdo —confesé, con el estómago revuelto por lo que estaba sucediendo. Hasta ese momento no había querido aceptar que yo había perdido, perdido a Laura.

—Y tú eres mi primero —susurró. Me tocó la punta de la nariz—. Cinco estrellas, excelente servicio —rio.

—Fue un honor —respondí, reprimiendo la risa. Por un instante, pasaron nuestros momentos por mi mente.

Ella suspiró profundamente.

—Esto... iba a terminar de todas formas. Yo decidí irme a Nueva York y no estaba dispuesta a tener una relación a distancia —admitió, con la mirada en sus manos—. Te voy a decir algo —dijo, palmeándome la pierna—. Nosotros no somos para querernos a medias, ni a momentos, ni de lejos, ni por teléfono. Nosotros necesitamos una persona que esté al lado, siempre. No nos conformemos con menos que eso.

—Tienes razón, aunque... me cuesta aceptarlo.

Bebió un sorbo y se largó a reír.

—¿De qué te ríes? —pregunté, contagiándome de su risa. A pesar de lo triste que me sentía.

—¿Te acuerdas que te dije que si algún día escribía un libro tú serías mi protagonista? —Se me apretó el corazón de solo recordar que eso fue en nuestra primera cita. Asentí con la cabeza, sin sentirme capaz de decir alguna palabra—. Mi protagonista favorito seguirías siendo tú —agregó, dibujando un corazón en el aire—. Podría decir que eres mi primer amor, porque no voy a contar a Justin la bacteria. Él no está ni dentro de mi repertorio de amores frustrados.

—Así que amores frustrados —repetí. Quise preguntar si allí estaba Diego también, pero no quise agregarle más sal a la herida—. Si algún día lo escribes, ¿podrías darnos otro final?

—Uno donde yo no me vaya lejos, donde lo de Clara no pase, ni menos que ese accidente suceda —dijo, asintiendo.

—Y uno donde no pierdas la memoria, por favor —reí. Me levanté del sofá y estiré la mano hacia ella—. ¿bailamos?

Cogió mi mano, y esta vez yo me estremecí con su contacto. Apenas se puso de pie la atraje hacia mí y la abracé. Acerqué mi boca a su oído.

—Laura, serás la mejor en la universidad. Pero... no seas una mala influencia para Emma.

Me golpeó el hombro.

—Soy un angelito, la mala influencia eres tú.

—Supongo que esta no será la última vez que nos veamos —dije, a la vez que la giraba.

—¡Por supuesto que no! Seguiré viajando a ver a mis papás. Se les va su única hija, es mi deber volver cada cierto tiempo.

—Espero estar aquí todas esas veces...¿quien sabe? Quizás me extrañes tanto que después quieras estar conmigo —bromee.

—¿Quién sabe? —respondió, rodando sus ojos. Puso su mano sobre mi pecho—. Yo te quiero Oliver, y una parte de mí siempre lo hará. —Sacudió la cabeza—. Puede sonar muy cliché, no sé...pero es verdad. Podrán pasar mil años, y siempre estarás en mi corazoncito.

Decidí —por algunas horas— no pensar más que había perdido el amor de Laura, y me dediqué a disfrutar la última noche antes de que se fuera con Emma. Nos quedamos todos bailando en la pista. Emma y Alex se veían igual se felices que Laura y yo. Simplemente dejamos que la noche fluyera. Cerca de la una de la mañana ya no podíamos más. Habíamos bebido y bailando todo lo que aguantamos, y salimos a tomar aire fresco.

—¿Te voy a dejar a tu casa? —pregunté a Laura. Me quedé esperando su respuesta, sin embargo, ella tenía la mirada perdida en la calle, como si estuviese buscando a alguien. ¿Diego?

Suspiré, Diego se lanzó al coche sin pensarlo, al igual que yo. Él recibió el golpe más fuerte porque se encontraba más cerca de la calle, pero ninguno dudó en hacerlo. Era mi enemigo natural, aun así, si yo no iba a estar con Laura ese chico me parecía alguien que merecía su cariño por completo. Estaba agradecido de él, si no hubiese sido así de rápido, era muy probable que Laura no habría estado allí celebrando su cumpleaños.

De repente, me pareció extraño que él no estuviese allí. Alguien carraspeó a mi espalda. Me acerqué a Abril porque parecía que me quería decir algo.

—¿No te fue bien? —murmuró.

Negué con la cabeza.

—Me hubiese gustado un resultado distinto.

—Tengo que confesarte algo, yo no estoy de tu lado —dijo riendo—. Aunque me pareces una buena persona Oliver Ross. Te deseo todo el éxito.

Enarqué una ceja.

—¿Y de qué lado estás?

Hipó y se tambaleó. Justo en ese momento agitó sus manos en dirección a un chico. Lo reconocí del cumpleaños de Alex. Era el amigo de Diego, y de solo pensar que Diego venía tras él me dolió el estómago.

—Estoy del lado del chico que se enamoró de ella de otra forma.

Arrugué el entrecejo.

—¿Otra forma?

—Sí, ustedes comenzaron...bueno tú sabes. Tu la querías al principio solo para divertirte, que después te hayas dado cuenta que era otra cosa...es válido —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero Diego se interesó por ella primero, me refiero a interesarse realmente...de buscar a Laura solo por el hecho de estar con a ella.

Resoplé.

—¿Es un buen chico? —pregunté, mirando a Laura.

—Es un buen chico, quédate tranquilo —respondió, a la vez que su novio estiró su mano para saludarme.

—Te quiero pedir algo —soltó Abril de repente.

—¿Qué?

—No vayas a su casa —pidió. No necesitaba explicación, y sintiéndome tranquilo aunque con un dolor en el pecho caminé hacia Laura.

—Bonita, ¿ya te vas?

Asintió con la cabeza, a la vez que me abrazaba por la cintura. La abracé de vuelta, tomando aire profundamente, como si quisiese guardar su aroma para siempre en mi nariz. Si hubiese podido hacerlo, lo habría hecho.

—Ya estoy esperando un taxi, estos tacones me están matando, ¿nos vamos juntos?

—Sí, nos vamos juntos. —Sonreí, a la vez que sentía la mirada de Abril quemándome la espalda—. ¿Seguiremos hablando, cierto?

—Yo sí quiero, ¿tú quieres?

—Sí quiero.

—Quiero saber los detalles de tu trabajo viajando por alrededor del mundo.

Enarqué las cejas.

—Y yo quiero saber que locuras te mandas en Nueva York —dije, revolviéndole el cabello—. ¿Laura? —pregunté serio.

—Dime —dijo, pestañeando rápidamente.

—Si a los cuarenta estamos solteros, ¿te casarías conmigo?

Subió su dedo meñique, y lo envolvió alrededor del mío.

—Es una promesa, Oliver.

—Promesa.

Llegó el taxi, nos despedimos de Abril y su novio; llamé a Emma que estaba un poco más lejos hablando con Alex, y cuando se dio cuenta que nos íbamos se despidió de él con un beso en la mejilla y corrió al coche.

—¿Nadie más siente que la temperatura bajó diez grados? —pregunté, riendo.

Emma me pegó un codazo.

—No he sido tan fría.

Menee la cabeza.

—Pobre Alex, llorará toda la noche.

—¿Y tú? —susurró en mi oído.

Bufé.

Llegamos primero a la casa de Laura, abrazó a Emma y luego a mí. Estreché mis dedos alrededor de los de ella e hice que se inclinara hacia mí. Le di un beso corto en los labios. Ella se separó con los ojos brillantes y una sonrisa adorable. Entendí que ese beso fue una despedida.

—Adiós Oliver —murmuró, con expresión triste. Se giró y caminó hacia la entrada de su casa.

Como si el taxista supiese que estaba presenciando un momento crucial en mi vida, se quedó allí esperando a que ella entrara, así que grabé la imagen de Laura alejándose de mí por última vez.

Suspiré profundamente.

—Y colorín colorado, este cuento se ha acabado —dijo Emma, haciendo un puchero en mi dirección. Me acarició el brazo.

—Y fin —respondí, encogiéndome de hombros.

—¿Estás bien?

—Lo estaré.

—¿Te sientes como una cucaracha miserable? —hipó—. Perdón, esas son las frases de Abril.

Le desordené el cabello.

—La verdad es que sí, pero bueno... si alguien podía romperme el corazón alguna vez, no podría ser nadie más que Laura.

—¿Cuando volverás a Miami?

—En un par de días.

—¿Irás en algún momento a Nueva York?

—Depende, hay algunas fechas que el profesor todavía no ha agendado, quizás Nueva York sea una de esas.

Llegamos a la casa. Antes de abrir, Emma me frenó.

—Lo siento por todo lo que te dije cuando...

Sacudí la cabeza.

—¿Qué dices? Me lo merecía.

—Soy una fiel creyente que fue un error y que en tu sano juicio nunca lo hubieses cometido. —Chasqueó la lengua—. Y Laura también lo sabe, si es que eso te deja más tranquilo.

—Aun así la perdí —dije con la voz temblorosa. La expresión de Emma cambió y me abrazó. No había llorado, y en ese momento, lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas. No las podía detener; y con el abrazo de mi hermana, cada vez haciéndose más apretado, me liberé. Lloré tanto que me separé con el aire faltándome. Ella también lloraba, y tenía los labios apretados en una sola linea. Me quitó las lágrimas con sus dedos.

—Estarás bien Oli. Te lo prometo.

—Se siente como si no... pero lo haré —dije apenas. Cerré los ojos y me apoyé en la pared. Me quedé pensando en si correr a casa de Laura e intentar recuperarla una última vez, pero ya tenía que entender que mi momento había pasado. Ladee mi cabeza hacia Emma, quien me hacía cariño en el brazo—. Iré a dormir —murmuré. Y comencé a subir las escaleras, asumiendo y entendiendo... que ella ya no estaba conmigo.

***

Tres meses después

Oliver: Adivina quien tiene una exposición en Nueva York.

Emma: ¿Cuándo? ¡Qué ganas de verte!

Oliver: En un par de semanas, mantendré el trabajo...ya dejó de ser solo por el verano.

Emma: Pensé que yo era la inteligente de la familia jeje. ¡No te vayas a un hotel!, quédate conmigo.

Oliver: ¿Y Laura?

Emma: Oh, ¿no han hablado?

Oliver: Sí... ya lo sé todo, ¿crees que será un problema? Le voy a contar, las quiero ver.

___

Ahhhhhh, ¿quién lloró con Oliver?

Es terrible cuando amamos y no nos aman de vuelta :( pero Emma tiene razón... pasará (siempre pasa)

Y bueno vamos con un corazón roto, ¿habrán más?

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