Lamento que pasaras por un momento tan doloroso en tu vida. Siento que mis palabras no serán suficiente consuelo para un corazón tan destrozado, pero espero al menos dibujar la sonrisa que anhela tu rostro tras tanto luto. No considero ser la persona que ilumine tu mirada, puesto que la mía se encuentra sumergida en una oscuridad similar. Al escribirte, solo te propongo mi amistad, una pieza de mi alma que no doy a todos. Sí, tus líneas llegaron hasta abrir mi interés en eso que llaman esperanza. Divaguemos un poco en lo que al sentido de nuestra existencia concierne. Sería excitante escuchar la música de tus latidos en medio de tanto ruido. No soy nombre, ellos, por vacíos los necesitan, pero tampoco soy ser, ni silueta, ni colores. No soy un silencio, soy un eco, una absurda copia de ellos que se difumina en la distancia para no desaparecer, pero tampoco dejar mi alma esfumarse. Mantengo mi llama encendida, bien profundo en mi interior, para que nadie pueda hacerle daño ni apagarla. Quiero compartir ese fuego contigo, que te llegue la luz y calor necesarios para erguir tu cabeza y mirar adelante con ojos de valor y paso de gigante. Mira al cielo, busca en su inmensidad esa fuerza, esa esperanza, pues si ves que este siempre amanece, es porque alguien como tú se ha despertado.
Nunca llores por cobardía
La curiosa