14. El Diario Personal de Lucius Malfoy

Decir que el Señor Tenebroso está deprimido sería quedarse corto.

El Señor Tenebroso no está deprimido, está totalmente desconsolado, destrozado, destruido, derrumbado, devastado, cabizbajo, melancólico y absolutamente inconsolable. Hay otras palabras en mi vocabulario para describir esto, pero aún así no serían suficientes.

Hace días que no sale de sus aposentos personales, y empieza a parecerse más a Albus Dumbledore que a Lord Voldemort, vistiendo batas de dormir de colores y comiendo dulces todo el día. Sin embargo, a diferencia de Dumbledore, el Señor Tenebroso pasa sus días en silencio y completamente solo. La única compañía que tiene es Nagini y su lechuza, y no tengo ni idea de cómo evita que se maten entre ellas.

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Lord Voldemort se pasa el día escribiendo y destrozando cartas. Las he visto todas, arrugadas en un rincón. Ni siquiera las desvanece, y su varita no aparece por ninguna parte. Es un espectáculo lamentable para el mago más poderoso de todo el Reino Unido.

Sólo podemos estar agradecidos de que esté cuerdo. No sabemos si sobreviviríamos si no lo estuviera.

Entonces, ¿por qué me importa? ¿Por qué esto me afecta de alguna manera? No me afecta. La única razón por la que me importa el estado mental actual del Señor Oscuro es porque también está interrumpiendo mi trabajo.

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Me llama a cualquier hora del día. La mayoría de las veces, está completamente borracho, siseando algunas palabras y arrastrando otras. A veces me llama por el nombre de mi padre (fallecido hace más de una década, por cierto) y otras se olvida de que no soy una serpiente ni un hablante de pársel.

También olvida que es mi deber como subsecretario suyo ponerme al día en el trabajo que le falta por culpa de lo que sea que le haya hecho ponerse así.

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Depresión es una palabra demasiado débil para esto.

Se ha construido un fuerte de mantas.

Un fuerte de mantas.

En el que llora.

Mientras come el chocolate y el helado que me ordena que le traiga.

Maravilloso.

Un día, recibió una caja de cartón etiquetada como "Tus cosas". Llevaba adjunta una carta, que me pidió que le leyera, pues no quería mirarla él mismo, escrita por un tal Harry. Era increíblemente breve, le decía que comprobara las cosas que había dentro de la caja y que le escribiera a Harry si faltaba algo. El Señor Tenebroso empujó la caja a un rincón del desorden que llamaba su habitación y se metió en el fuerte de mantas. A llorar, por supuesto.

Cissa, después, se rió y me dijo que probablemente estaba pasando por la parte mala de una ruptura. Me dijo que, con el tiempo, mejoraría y que solo tenía que tener paciencia.

¿Quién rompería con el Señor Tenebroso? Encuentro toda la idea completamente sin sentido. E incluso si usa Marvolo Gaunt como nombre, ¿qué bruja en su sano juicio abandonaría al lado del Ministro?
Una parte de mí piensa que Narcissa ya está sufriendo las consecuencias de su edad.

Loca o no, en mi opinión, habría sido mejor llamarla, porque mi paciencia se está agotando. Estoy empleando toda la fuerza que llevo dentro para no estallar contra él. Debo seguir siendo paciente. Por la seguridad de mi familia.

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Sé que dije lo mismo de Narcissa, pero creo que la edad del Señor Tenebroso puede estar afectándole. (Recordatorio: investigar si la inmortalidad puede dañar la mente).

El Señor Tenebroso ha estado leyendo la Biblia.

Cuando me convocó, estaba medio despotricando sobre unos versículos en particular, hablando solo y discutiendo consigo mismo sobre ciertos detalles y omisiones y lo poco claro que estaba todo. Luego, como si yo no estuviera en la habitación, siguió hablando solo, completamente enfurecido porque Jesucristo había conseguido engañar a los muggles haciéndoles creer que era su Salvador.

Parecía, sin embargo, que me había convocado simplemente para escucharle. Estaba menos borracho de lo habitual y volvía a hablar como él mismo, aunque fuera completamente delirante.

Al menos no lloró.

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Hablé demasiado pronto. Hoy he entrado en la habitación y estaba tumbado en el suelo, en silencio, con una botella de Firewhiskey a su lado. Tenía los ojos cerrados, pero respiraba entrecortadamente.

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Hoy no me ha dirigido la palabra.

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Creo que empiezo a entender por qué el Señor Tenebroso sigue llamándome a su habitación.

Es la compañía que necesita. El saber que, si abre los ojos, hay alguien en la habitación con él, y que no está solo. A veces me hace preguntas, pero rara vez me habla fuera de esas preguntas.

Eso empeora la situación.

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Hoy, el Señor Tenebroso me convocó para hablar de amor. Estaba borracho, por supuesto, y me daba la espalda. Su voz era temblorosa y débil, y estoy segura de que lloró antes de convocarme, pero de todas formas lo complací.

Me preguntó cómo me había enamorado de Narcissa.

Era la primera vez que alguien me preguntaba eso.

A la mayoría de los sangre pura no les interesa el amor. La mayoría se casó por un arreglo, por razones económicas, por poder. Es una de las muchas razones por las que la mayoría de nosotros despreciamos a los Weasley, mientras secretamente los envidiamos. Molly Weasley ama a Arthur Weasley. Sus hijos se casaron por amor. Permitieron que dos de sus hijos no se casaran y siguieran con su loco sueño de tener una tienda de bromas.

Son los más felices de todos. Por eso tienen más hijos.

Su pregunta me sorprendió. Y había algo en toda la situación. El temblor de su voz, la vulnerabilidad que me ha estado mostrando durante las últimas semanas, la forma en que lo preguntó, la forma en que se acurrucó en sí mismo cuando tardé demasiado en responder. Algo en todo ello me impulsó a contarle cosas que no le he contado a nadie más, ni siquiera a mi propio hijo.

Nunca me enamoré de Narcissa. Los dos somos barbas el uno para el otro. Nuestro matrimonio también fue por acuerdo propio. Mi padre me habría repudiado si no le presentaba un heredero, y Narcissa sería deshonrada como bruja de sangre pura si no se casaba con otra familia. La quiero mucho, es mi mejor amiga y nunca me separaría de ella, pero no estamos enamorados el uno del otro. Es mi compañera, pero nuestro amor no es más que platónico.

Mi respuesta hizo que el Señor Tenebroso me mirara. Luego me preguntó si alguna vez me había enamorado de alguien.

Y le contesté que por supuesto. Le dije que no. Nadie me hace desear que estemos juntos ni me llama la atención. Me gusta estar solo, y la idea de una relación romántica no me resulta realmente agradable.

El Señor Tenebroso, con lágrimas en los ojos y la voz cada vez más débil, me preguntó si tal cosa era posible. Cuando asentí, empezó a llorar, apartándose de mí de nuevo, pero era diferente de las otras veces que había llorado en mi presencia. Había una sensación diferente en la habitación, y me quedé con él hasta que dejó de moquear. Cuando me pidió que me quedara en su habitación mientras dormía, le obedecí.

Fue una interacción extraña.

No se lo conté a Narcissa.

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Parece que el dolor del Señor Tenebroso es contagioso. En cuanto llegué a casa, lloré durante horas, pensando en ello. Cada vez que me viene a la mente, la forma en que me miraba y los crujidos de su voz, se me llenan los ojos de lágrimas. Necesitaba escribirlo, sacármelo de la cabeza.

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No puedo dejar de pensar en ello.

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Hoy, el Señor Tenebroso ha salido por fin de su habitación.