Monster

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Cuando te conocí, decidí que serías mío.

Lucías tan hermoso con ese suéter afelpado que apenas cubría tu cintura. Recuerdo cómo caminabas con prisa entre los pasillos, buscando con desespero el número de tu salón.

Me acerqué, dispuesto a burlarme de ti por ser uno de los "chicos nuevos".

Pero el destino tenía otros planes para nosotros.

"Hola" dijiste, sonriendo al verme. "¿Podrías ayudarme? Creo que me he perdido."

Al contemplar esos suaves labios curvándose en una sonrisa tímida y esos ojos azules que destilaban ternura, mi corazón se detuvo. Por primera vez, comprendí el auténtico significado de la expresión: "mariposas en el estómago".

Verte así, tan angelical, tan bonito y frágil, despertó una necesidad en mí.

Debía protegerte.

Quería hacerlo.

Los días transcurrieron en el instituto. Tu belleza cautivó a más de uno y poco a poco comenzaste a destacar entre los demás. Era cuestión de tiempo, sabía perfectamente que sucedería.

Porque eras tú, Park Jimin. Porque naciste para ser hermoso y especial. Todos te adoraban, incluso aquellos que osaban criticarte a tus espaldas.

En el fondo sabían que solo eran envidias.

En cuanto a mí, solo me bastaron unos minutos para percibir tu aprecio por la atención que otros te brindaban. Supe perfectamente que te complacía sentirte adorado, disfrutabas de ser la estrella entre tus compañeros.

Amabas ser un coqueto.

Y eso, ángel mío, me molestaba en demasía.

Odiaba el ver cómo te acercabas a otros chicos con dobles intenciones. Era evidente por la forma en la que inflabas tu pecho que disfrutabas presumirles tu cuerpo, amabas sentir la mirada de esos imbéciles recorriendo cada centímetro de tu anatomía, ninguno de ellos parecía poder ocultar el hecho de que estaban comiéndote con la mirada.

¿Por qué no actuabas así conmigo? Cada que me acercaba a ti, inventabas excusas ridículas para huir de mí. Incluso cuando te invité a salir un fin de semana, solo dijiste: "debo grabar un video para una clase, lo siento".

Todos los días eran lo mismo.

"Lo siento, tengo que estudiar."

"Lo siento, debo terminar una maqueta."

"Lo siento, creo que estaré ocupado."

Lo siento, lo siento, lo siento.

¿Sabes que siento yo, mi amor? Que no te dieras cuenta de mi enorme deseo por querer pasar tiempo contigo y protegerte. Porque, aunque no lo creas, sé que muchas veces tu actitud tan desvergonzada te metió en más de un problema.

Y si te preguntas cómo lo sé, la respuesta es más que obvia. Siempre estuve presente, siguiéndote como una sombra, adorándote en la penumbra mientras tú brillabas bajo la luz del sol.

En todas esas ocasiones en las que pensabas escuchar algo, tenías razón. Era yo, esforzándome por ser lo más silencioso posible para continuar cuidándote. Incluso cuando pasaste la noche en casa de Taemin, aún cuando escuchaba tus suspiros dulces mientras compartías momentos íntimos con él bajo las sábanas de seda.

Incluso en ese entonces, seguía cuidando de ti.

Por eso, decidí encargarme de aquel que osó corromper tu pureza. Espero no te importe, aunque probablemente sí lo hizo.

Lo deduje cuando comenzaste a llorar en plena clase porque "alguien" te mandó un mensaje de texto que redactaba cómo la cabeza de aquel pelirrojo apareció misteriosamente en su refrigerador, en conjunto con una foto de dicha escena. No lo comprendía en ese entonces, ¿por qué llorabas tanto? ¡Debías estar feliz! ¡Era un peligro menos en tu vida! ¡Un obstáculo menos para nosotros!

Después comprendí que eran lágrimas de felicidad.

Los días continuaron transcurriendo, y mi preocupación por tu salud mental crecía. Solías despertarte a mitad de la noche, empapado en sudor y con algunas lágrimas deslizándose por tus mejillas.

¿Cuál era el problema, mi amor? No lo entendía, pero me hubiera encantado que me pidieras que durmiera contigo. Habría sido romántico compartir el calor de nuestros cuerpos en tu cama en lugar de quedarme escondido en tu armario.

Recuerdo un día en el que, de forma inesperada, sufriste un ataque de pánico. Afortunadamente el profesor pudo ayudarte, pero estoy seguro de que yo podría haberlo hecho mejor.

Seguía sin comprender qué estaba mal. ¿Por qué parecías deteriorarte con cada día que transcurría? Se supone que yo estaba cuidando de ti, ¿acaso estaba haciendo algo mal? En ese entonces no lo supe con certeza, pero no me tomó mucho tiempo averiguarlo.

Y después de meditarlo durante unos días, puse mi plan en marcha.

Estarías bien. Yo cuidaría de ti.

Todo estaría bien.

[...]

Abrí la puerta con lentitud, siendo recibido por una fugaz brisa. Las luces de la habitación estaban encendidas, lo que me permitió visualizarte en medio de aquella cama perfectamente hecha para ti.

—Buenas noches, mi amor —te saludé, sonriente—. ¿Cómo estuvo tu día?

Intenté encontrar mi reflejo en tu mirada, pero fracasé. Tus hermosos ojos azules parecían fijarse en algún punto de la habitación, completamente ausentes. Suspiré, sabes perfectamente lo mucho que me molesta cuando haces eso.

Porque solo debías verme a mí.

Porque tu atención debía ser exclusiva para mí.

Me acerqué con pasos lentos hacia ti y enarqué una ceja cuando noté la charola de comida que te serví esta mañana antes de irme al instituto. Se encontraba igual a como la dejé, no habías probado ni un solo bocado. Chasqueé la lengua.

—¿Cuánto tiempo más vas a permanecer en esta absurda huelga, mh? —ladeé la cabeza, tomando tu mentón para obligarte a observarme—. Debes comer y beber tu agua, mi amor. No queremos que tu hermoso rostro quede demacrado, basta de hacer berrinches.

Después de recitar aquello, finalmente obtuve una reacción de tu parte. Frunciste el entrecejo, molesto por algo.

—Debes... estar bromeando —reíste, sin gracia—. ¿Cómo puedes llamarle berrinche a mis intentos por librarme de ti?

Silencio.

—Realmente no te entiendo.

—¿No? Déjame ayudarte —tomaste mi muñeca, tratando de apartar mi mano de tu barbilla—. Quiero que me encuentres horrible, "demacrado". Quiero provocarte náuseas, asquearte al punto de que no quieras volver a aparecerte por aquí.

Mi pecho dolió ante tus palabras.

¿Por qué parecías querer hacerme daño?

Al parecer notaste lo triste de mi semblante, porque tus ojos parecieron reflejar cierto arrepentimiento.

Respiré hondo, «paciencia, Min, paciencia».

—¿Tienes hambre? —cambié de tema, dejándote libre del agarre sobre tu mentón—. Evidentemente no puedes comer nada de esa charola, pero puedo prepararte cualquier otra cosa.

—¿Cualquier cosa?

—Claro, mi amor. Solo pídemelo.

—Haz tu mejor veneno, el más letal que puedas. Luego dámelo para que pueda morir de una maldita vez.

Suspiré, masajeando con insistencia el puente de mi nariz.

¿Por qué tenías que hacerlo todo tan difícil?

—Te prepararé una sopa, ¿de pollo estaría bien?

—¡Quiero que me dejes ir! —gritaste, de forma repentina. Tus puños golpearon el colchón y un río de lágrimas amenazaba por salir de tus ojos—. Detesto estar encerrado... solo quiero volver a casa. Por favor, Yoongi, déjame ir.

El silencio formó una barrera entre nosotros. Tus ojos estaban sobre mí, esperando de forma paciente por una reacción ante tu absurda petición.

Y en cuanto me viste sacudir suavemente mi cabeza en señal de negación, sollozaste.

—¿No te has dado cuenta, Jimin? —dije, inclinando mi cuerpo para quedar a tu altura. Te tomé suavemente de los hombros, evitando cualquier intento tuyo por alejarte—. Esta es tu vida ahora. Las cuatro paredes que te rodean, son tu casa —sonreí con ternura—. Y yo seré tu familia. La única que necesitas.

Volviste a sollozar, aferrándote con fuerza a mis brazos.

—¿Por qué yo? —susurraste, una lágrima escurrió por tu mejilla—. Entre todas las posibles víctimas... ¿por qué tuve que ser precisamente yo?

Tu cuerpo se contrajo cuando decidí acariciarte la mejilla con mis nudillos.

—Porque eres tú —dije, admirando el ligero sonrojo sobre tus pómulos—. No existe una razón lógica, simplemente cedí ante estos impulsos que crecían conforme más te veía sonreír. Decidí que quería conservar todas esas bellas sonrisas para mí, no deseaba compartirlas con nadie. En parte por eso tomé la decisión de asesinar a Taemin.

Tu rostro palideció, y la forma en que tus labios se separaron me dio a entender que comenzabas a sentirte atemorizado.

¿Por qué estarías asustado?

—¿Q-qué quieres decir con eso?

Sonreí. Amaba cuando demostrabas interés por mí.

—¿No lo has deducido ya, mi amor? Fui yo quien te envió aquel mensaje de texto detallando cómo me deshice de ese estorbo —te escuché jadear, parecías sorprendido—. Fue increíblemente fácil, ¿sabes? El tipo no parecía tener fuerza ni dignidad. ¿A quién se le ocurre suplicar por su vida? Incluso resultó cómico que, con mi cuchillo desgarrando su piel, siguiera implorando piedad.

Aproveché tu falta de resistencia por el impacto de mis palabras para acercarme a ti. La punta de mi nariz rozó suavemente la tuya y no pude evitar reír como un tonto enamorado. Sentir tu suave y errática respiración acariciando mi rostro me hizo pensar que podría acostumbrarme a esto.

—Ya no importa de todos modos —susurré, acercándome a tus labios—. Somos solo tú y yo, precioso.

Mi lengua delineó tu belfo inferior, acariciándolo con ternura. Suspiraste, permitiéndome jugar con tus labios a mi antojo. Sin poder contenerme más, decidí unir nuestras bocas en un apasionado beso y cerré los ojos, perdiéndome en la dulzura de este momento.

Volviste a jadear y yo aproveché para introducir mi lengua en tu cavidad bucal. Nuestras lenguas se entrelazaron en una danza ardiente, fundiéndonos en una llama intensa mientras me encargaba de profundizar nuestro ósculo. Los chasquidos provocados por nuestros labios enviaban corrientes eléctricas a través de mi cuerpo y mi corazón latía con euforia al poder finalmente dar rienda suelta a lo que había anhelado durante tanto tiempo.

Tú sabor es exquisito, Jimin.

Pero tenías que arruinarlo.

El sonido de una cachetada resonó en la habitación.

Mi mirada siguió la dirección del golpe y una sensación de escozor se apoderó de mi mejilla afectada.

—¡Déjame! —gritaste, empujándome—. ¡¿Cómo pudiste hacerle algo así a Taemin?! ¿Tienes alguna idea de lo que sentí al ver esas imágenes tan horribles? ¡Era mi pareja! —comenzaste a temblar, tu voz flaqueaba y las lágrimas no se detenían—. Él era... era mi todo... y me lo arrebataste...

No dije nada, preferí dejarte terminar con ese teatro.

—No tienes idea de cuánto te odio, Yoongi —fruncí los labios, tu mirada parecía irradiar enojo—. ¿Sientes siquiera algún tipo de remordimiento? ¡Era una vida humana, imbécil!

Ladeé la cabeza.

—A veces realmente puedes llegar a ser una cosita tan ridícula, mi amor.

—¡Ah!

Con un poco de esfuerzo te empujé hacia la cama y antes de que pudieras defenderte, me coloqué a horcajadas sobre ti. Sujeté tus muñecas, manteniéndolas presas a cada lado de tu cabeza.

Luces tan hermoso cuando te sometes a mí...

—¡Q-quítate de encima! —trataste de patalear, pero recordaste que era un esfuerzo inútil.

—Responderé a tu pregunta, precioso —no sé qué expresión dibujé en mi rostro, pero te estremeciste al verlo—. No me arrepiento de nada. Tu "querido" Taemin se merecía lo que le hice, ¿cómo se atrevió a tocarte? ¿A ser el primero en probar tu cuerpo y escuchar tus hermosos gemidos mientras yo me moría de celos? Fuiste muy malo conmigo, engañándome de esa manera...

—¿C-cómo sabes que yo-?

—Yo estuve ahí, precioso.

Tu rostro pasó de reflejar miedo a náuseas.

—Eres un maldito enfermo.

—Y tú un provocador —sonreí, liberando una de tus muñecas para acariciar con ternura tu rostro—. Lo que le ocurrió a ese chico fue solamente tu culpa, precioso. No debiste jugar con él. No debiste enrollarte con Taemin cuando solamente me perteneces a mí.

Incliné mi cuerpo suavemente, acercando mis labios a tu oído para susurrar: —Yo debí ser el primero en tocarte, Jimin. Ese es un castigo que aún no te he cobrado.

Tu mano libre se aferró a mi hombro, golpeándolo repetidas veces en el proceso.

—¿Cómo puede ser mi culpa, imbécil? ¡Eres el único responsable de esto! —volviste a tratar de patalear, gimiendo en frustración—. ¡Tú eres el idiota que se obsesionó conmigo! ¡El que me acosaba sin parar!

Reí, yo no lo llamaría "acosar".

—Solo trataba de protegerte.

—¡Del único del que me debiste "proteger" es de ti mismo, idiota! —volviste a golpearme, logrando que me tambaleara, solo un poco—. Un maldito acosador y un asesino que no siente remordimiento alguno... eres un jodido monstruo, Yoongi.

Mi sonrisa se desvaneció.

El sudor frío comenzó a escurrir por mi frente.

—N-no me llames así, Jimin —de algún modo te rogué que no lo hicieras. Pero hiciste caso omiso.

—¿Qué? —ahora tú sonreíste, con ironía—. ¿Te duele escuchar tus verdades? ¡Eres un monstruo! ¡Te odio!

Se dice que nunca se sabe con certeza cuánto impacto pueden tener nuestras palabras en los demás. Incluso cuando no pretendemos herir a alguien, alguna palabra en específico que salga de nuestra boca puede desencadenar una serie de recuerdos dolorosos en el prójimo afectado.

Y tú, Jimin, no debiste recitar esa palabra en específico.

«Eres un monstruo, Yoongi.
La viva imagen de tu padre.»

Mi cuerpo comenzó a temblar, el aire escaseaba en mis pulmones y mi respiración se volvió errática. Las voces se intensificaban, haciendo imposible mi intento de ignorarlas. Llevé ambas manos a mi cabeza, golpeando mis sienes en un intento fallido por tranquilizarme.

«Un maldito monstruo es lo que eres.
Siempre será así.»

—¿Qué demonios te pasa? —te escuché decir en medio de aquel enjambre de recuerdos que me atormentaba.

Intenté hablar, pero mi voz falló.

«Monstruo, monstruo, monstruo.
Eres un monstruo, Yoongi.»

—¡No soy un Monstruo! —grité de forma desgarradora,  al punto de que mi garganta dolió. Mi voz retumbó en la habitación de tal forma que incluso pude sentir cómo la vibración recorría nuestros cuerpos.

—O-oye... m-me estás asustando...

Furioso, sujeté tu cuello con mis dos manos. Apreté el agarre, quería darte un escarmiento.

—No vuelvas a llamarme monstruo —te amenacé antes de que pudiera detenerme. Pero tus pupilas se dilataron, ¿acaso este tipo de cosas te gustaban? Tal vez no era el único enfermo—. Por más que te ame, Jimin, y créeme que es demasiado, si vuelves a llamarme de esa forma...

Tus manos se aferraron a mis brazos cuando te diste cuenta de que no estaba bromeando. Escuché tus intentos desesperados por respirar, pero cada uno de ellos resultaba en vano.

¿Qué ocurriría si decidiera, de una vez por todas, arrebatarte la vida? De ese modo, siempre podríamos estar juntos, y no tendría que temer que algún día me dejaras...

¿No sería esa mi mayor felicidad?

Apreté más fuerte, dispuesto a asfixiarte.

Pero entonces, sucedió.

Ah...

Ambos nos quedamos paralizados mientras el tiempo se detenía. Emitiste un gemido con tus últimas fuerzas, pero de alguna forma fue un sonido diferente.

No había rastro de dolor en el.

Deslicé mi mirada por tu cuerpo semidesnudo, deteniéndome en tu ropa interior. Tu miembro estaba más que despierto y el líquido pre seminal se encargó de dejar un muy notorio rastro de excitación.

Tus ojos se expandieron, incluso olvidaste que hace un momento luchabas por mantenerte con vida.

—Creo que no soy el único enfermo, mi amor —me burlé, sonriendo—. ¿Qué te parece si nos divertimos un poco con este descubrimiento que acabamos de hacer, mh?

Una de mis manos se encargó de mantenerte inmóvil por el cuello mientras la otra acariciaba la piel de tu torso.

—¡O-oye! ¡D-déjame! —lloriqueaste, sintiendo cómo mis dedos se cerraban nuevamente en tu cuello—. No me toques... por favor...

Ignorando tus súplicas comencé a jugar con tus pezones. Pellizqué ambos, tomándome todo el tiempo del mundo para mantenerlos erectos y dispuestos a ser devorados por mí.

Incliné mi rostro hacia aquellos botoncitos cafés, reemplazando mis dedos por la lengua. Delineé suavemente la areola, terminando por cerrar mis labios alrededor de tu pezón para succionarlo.

—Ah... —te retorciste bajo mi tacto y no lo notaste, pero tu cuerpo comenzaba a ponerse caliente—. ¡Y-Yoongi!

Gritaste mi nombre cuando mordí sin cuidado alguno, dejando una marca notoria de mis dientes impresa en tu piel.

Continué besando y mordiendo por todo tu cuerpo, llenándote de mis marcas como siempre había querido. Por supuesto, no me olvidé de "asfixiarte" cada cierto tiempo.

Porque cuando lo hacía, gemías como toda una puta.

Mi puta.

—Y-Yoongi... mmh~.

—Mírate —me burlé, terminando de quitarte la ropa interior con un poco de esfuerzo—. Hace unos minutos deseabas que te dejara solo y ahora...

—¡No mires! —sollozaste, estabas tan avergonzado que mi corazón se derritió de ternura.

Parecías ser una colegiala virgen al que su novio acaba de ver desnuda por primera vez. Irónico para un chico que disfrutaba ser todo un coqueto.

Jadeaste cuando finalmente te solté el cuello.

—Quiero que observes lo que haré —dije, acercándome a tu miembro erecto—. Compárame con el imbécil de tu exnovio.

Aunque no lo pareciera, tenía mucha práctica con el sexo oral.

—¡N-no lo hagas, Y-Yoon-! ¡Dios!

Mi lengua acarició la longitud de tu falo, recolectando cada gota de pre semen. Delineé tu glande, saboreándolo cual rico dulce.

Por más que quisieras convencerte de que esto no te gustaba, las reacciones en tu cuerpo me indicaban lo contrario. Tus manos se aferraron a mi cabello, incitándome a poner todo tu miembro en mi boca. Gemiste cuando, en vez de eso, preferí jugar con tus testículos, metiéndome cada uno a la boca para succionarlos y lamerlos a mi gusto.

—Ah... Yoongi...

—¿Sí, mi amor? —sonreí, casi te tenía. Casi ahí...

—P-por favor... duele mucho —sollozaste, mirándome con ojos de cachorrito suplicante.

—Pídemelo amablemente y tal vez te lo de.

Mi sonrisa se ensanchó cuando negaste con la cabeza.

Tan terco...

—S-solo hazlo.

—Si no me lo dices no sabré qué quieres, mi amor.

Mi mano tomó tu desatendida erección. La acaricié suavemente, comenzando a masturbarte con una lentitud tan tortuosa que solo un hombre podría entender lo insufrible que era.

—A-ah... —gemiste, frustrado—. P-por favor...

—No seas orgulloso, mi amor —aumenté la velocidad de mis movimientos—. Sabes lo que tienes que decir, pídemelo y te lo daré.

Negaste, incapaz de ceder.

Pero quería que lo hicieras.

Coloqué mi pulgar en tu uretra cuando preví que estabas a punto de llegar al orgasmo. Tus manos se aferraron con desespero a las sábanas y tu cuerpo comenzó a temblar.

—¡D-duele! Mmh...

—Pídemelo.

—P-púdrete, Yoongi...

—Hazlo.

Volví a apretar tu miembro. Mi pulgar se deslizaba por tu glande, acariciándolo con paciencia.

—Dime lo que quiero escuchar y te daré lo que quieres alcanzar.

Y con un ruidito lamentable, cediste.

—P-por favor, mi amor —una lágrima se deslizó por tu mejilla—. Déjame llegar al orgasmo...

Me incliné hacia ti con una rapidez inexplicable. Mis labios tomaron posesión de los tuyos y mi lengua violó tu boca mientras mis manos se movían con intensidad sobre tu erección. Gemías entre nuestros desordenados besos, y un enorme sollozo escapó desde lo más profundo de tu ser cuando finalmente alcanzaste el clímax. El semen ensució mi mano, desparramándose entre los dedos hasta ensuciar tu estómago.

Dejé un suave beso en tu frente que estaba empapada de sudor. Lucías tan hermoso en ese estado de tranquilidad tras el orgasmo: tu pecho subía y bajaba con desorden, tus labios entreabiertos mientras recuperabas el aliento. El ligero sonrojo que adornaba tus mejillas era la cosa más hermosa del mundo, y aunque parecías estar hecho un desastre, seguías siendo el chico más perfecto que pude haber encontrado.

Te amo, te amo tanto Park Jimin.

Vaya que lo hacía.

—¿A-a dónde vas? —te escuché decir a mis espaldas cuando decidí bajarme de la cama.

—Tengo que dormir, precioso —respondí con una sonrisa complacida en mi rostro—. Mañana hay instituto y tengo que reponer energías si quiero seguir fingiendo que ayudo en tu búsqueda.

—¿C-cómo dices?

—Oh, ¿no te mencioné que desde que llegaste a mi sótano, tus padres han querido mover el cielo y la tierra con tal de encontrarte? —alcé los hombros—. El director decidió unirse en esa búsqueda con tal de evitar alguna demanda. Y yo, por supuesto, fui de los primeros interesados.

Parpadeaste, perplejo.

Lo sé, mi amor, tengo un don para la actuación.

—¡Déjame ir! —aquí vamos de nuevo...—. ¡Yoongi! ¡Por favor! ¡Déjame volver con mis padres!

—Nos vemos en la mañana, mi amor. Espero que descanses.

—¡Yoongi!

Te escuché levantarte de la cama, queriendo correr hacia a mí para detenerme.

Pero solo te caíste antes de siquiera poder tocarme un cabello.

La cadena que se encontraba alrededor de tu tobillo no era precisamente la más larga.

—¡Yoongi! ¡Yoongi por favor!

—Hasta mañana, Jimin.

Tras decir eso, cerré la puerta, aún siendo capaz de escuchar tus gritos desesperados y el sonido metálico de la cadena que arrastrabas.

Y mientras me encontraba en la soledad de mi habitación, los hechos recientes me hicieron cuestionarme unas cuantas cosas.

¿Era realmente un monstruo, o solo un esclavo de mis deseos más profundos? A mis ojos, solo intentaba protegerte. Pero en los tuyos parecía querer hacerte daño.

De todas formas, ya no importa.

Porque tú, amor mío, no puedes escapar.

***

Esta es la primera vez que escribo algo con este estilo de narración (primera persona), así que espero no haberme visto demasiado novata, je.

Y de nuevo, ¡gracias por leer!

— Cherry. 🍒

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro