Odio a los Heroes

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𝐎𝐃𝐈𝐎 𝐀 𝐋𝐎𝐒
𝐇𝐄𝐑𝐎𝐄𝐒 | 𝐀𝐂𝐓 𝐎𝐍𝐄
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❝En medio de un sendero desconocido para muchos, una hermosa casa se inundaba de amor y alegría ante el nacimiento de una infante.

──Mírala, es tan bonita...──adulaba una voz aguda pero amorosa, una que extrañamente provenia de una paloma blanca apoyada en la rama de un árbol de roble que daba hacia la ventana de la habitación de la recién nacida.

──Llevas mucho tiempo admirando a esa niña. ──respondió con recelo una voz gruesa e intimidante, aparentemente proveniente de un águila roja.

──¡No te pongas celoso! ──respondió el ave con burla, casi soltando una carcajada irreal──. Es que le agarré cariño...

──Mientras no te involucres...──respondió el aguila sin darle importancia, alzando sus alas para iniciar el huelo, hasta que notó la mirada de la paloma a su lado──. ¿Oíste lo que te dije? No te involucres.

──¡No lo haré! ──respondió rápidamente, pero la mentira en sus palabras era tan evidente que daba risa──. Solo..., le dejaré un regalo.

──Si mi padre se entera...──las palabras del ave fueron rápidamente interrumpidas por la contraria.

──¡No lo hará, lo prometo! ──aseguro con confianza, dirigiendo su mirada a la recien nacida que dormia plácidamente en una cuna dentro de la casa──. Me gusta el color de sus ojos...

──¿Si sabes que te pueden converitr en piedra, no? ──le recordó el ave, preocupándose por la salud mental de su pareja.

──Son demasiado hermosos para tener un propósito tan cruel...──dijo con pena el ave, hasta que una idea brillante ilumunó su mente──. ¡Eso es!

──¿"Eso es" qué? ──preguntó el contrario, comenzando a arrepentirse de enamorarse.

──¡Mi regalo, ya se cuál darle! ──y sin agregar nada más a sus palabras, el ave blanca voló hacia la recién nacida.

Como por arte de magia la ventana de abrió místicamente, dándole paso al ave de posarse en el borde de la cuna de madera, admirando aún más de cerca a la niña mientras dormía, ignorante ante la presencia de las entidades divinas en la habitación.

Una fuerte ventisca rosada envolvió el lugar y el aroma a rosas y chocolates apareció a la par que el ave blanca se transformaba en una hermosa mujer pelirroja, con manos delicadez y un brillo en su mirada que te haría caer en sus redes sin pensarlo.

──Yo, Afrodita, Diosa del Amor, te concedeto a ti, Python Serafini, con el don de encantar a cualquiera y hacerlo cumplir tus caprichos siempre que el brillo del sol pueda reflejarse en tus ojos. ──habló el ave, siendo sus palabras seguidas por una misteriosa brisa y el desconocido sonido de un arpa tocándose a la distancia.

──¿Enserio? ¿Ese es tu regalo? ──preguntó lo que anteriormente fue el ave roja una vez llegó al lado de la paloma.

Ahora no había rastros de plumas, sino de musculos fuertes con cicatriz. El ave roja se había transformado en una hombre de buen porte, cabello negro, barba y unos ojos que reflejaban el mismísimo fuego de la guerra.

──¿Qué? Es un buen regalo y le da un propósito diferente a sus ojos ──se defendió la mujer, sintiéndose ofendida ante el cuestionamiento de su don. Ella daba increíbles regalos──. ¿Acaso tu podrías hacerlo mejor?

──Solo observame, mi corazón. ──habló con arrogancia el hombre, antes de dirigir su mirada a la pequeña niña──. Yo, Ares, Dios de la Guerra, te concedo a ti, Python Serarini, el don de la agilidad con la espada, donde la podrás usar a tu antojo contra tus enemigos sin problema alguno. Cualquier espada, navaja o daga se doblará y sucumbirá a tus ordenes y deseos siempre que lo ordenes.

El ambiente del lugar cambió de nuevo, el sonido de unos tambores tocando de fondo había sustituido al del delicado cantar del arpa.

──Nada mal, mis felicitaciones ──respondió Afrodita, dando por finalizado su misión en el lugar──. Dulce sueños, Python, duerme tranquila con la bendición de dos dioses sobre tus hombros.

Y así, Python se convirtió en la primera hija de monsutros en recibir dondes no de uno, sino de dos dioses del Olimpo.❞
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Omnisciente's Pov

𝐄𝐍𝐓𝐑𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐋𝐔𝐉𝐎𝐒𝐎𝐒 𝐏𝐀𝐒𝐈𝐋𝐋𝐎𝐒 𝐃𝐄𝐋 𝐈𝐌𝐏𝐎𝐍𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐌𝐎𝐍𝐔𝐌𝐄𝐍𝐓𝐎 𝐄𝐍 𝐋𝐎𝐒 𝐂𝐈𝐄𝐋𝐎𝐒, con las nubes y el cielo de paisaje, dejando a la humanidad y sus hazañas a la distancia y casi en el olvido; se podía escuchar los pasos furiosos y los llamados desesperados de una de las Diosas más reconocidas y renombradas.

──¡Afrodia, Afrodita! ──repetía la pelinegra con desespero, sorprendida de la habilidad de la contraria para caminar tan rápido siendo tan pequeña──. ¡Por todos los cielos, si solo me dejaras explixarte...!

Las palabras de la Diosa se vieron abruptamente interrumpidas por la pelirroja.

──¡¿Explicarme qué, Atenea?! ──exclamó Afrodita, notablemente cansada y harta de las excusas de la Diosa──. ¿Vas a decirme que no fue tu intención? ¿Que todo fue producto de tu estúpido e infantil arrebato?

Las palabras de Afrodita eran crueles y duras, tanto que no parecían propias de la Diosa del Amor.

──No, yo...

──¡¿Tu qué?! ──las palabras de Atenea fueron rápidamente interrumpidas por la cólera de Afrodita──. ¡Te dije que no te le acercaras, informé frente a todos, en este mismo templo, delante del mismísimo Zeus, que Python Serafini se volvía mi pupila! ¿Y qué hiciste? ¡¿Y qué hiciste?!

Un silecio abrumador inundó el pasillo pulcro que presenciaba la habitual escena de enfrentamiento entre aquellas dos diosas. Atenea no se atrevía a admitir en voz alta sus pecados, porque admitirlos solo le aumentaba el peso a su culpa.

──¡Mandaste a tus hijas a matarla! ──gritó Afrodita, con los ojos inundados de la rabia y la decepción ante el recuerdo de la traición de su sobrina──. Ella solo tenía diez años y casi la dejas ciega. ¡Si no fuese por Ares hubieras matado a una niña inocente, una niña que no merece la culpa que le atribuíste!

Las palabras y la situación eran las mismas de aquella vez, la noche después de que Afrodita se enteró de la traición de Atenea. Lo único que cambiaba era el arrepentimiento de la menor, la cual con cada día sentía la culpa carcomiendola por dentro, culpa que solo aumentaba con la fama y popularidad recientes que agarró Python.

──No mereces el título de "Diosa de la Justicia", solo es un insulto para la justicia misma ──dijo Afrodita con firmeza y sin rastros de titubeo en su voz──. Si me disculpas, iré a vigilar a Python, no vaya a ser que otra vez trates de matarla.

Los pasos de Afrodita resonaron como eco por el lugar nuevamente, con la diferencia que esta vez los gritos de Atenea no la acompañaban.

La diosa se había quedado en su sitio, inmóvil ante la declaración de la contraria experimentando una mezcla y explosión de sentimientos. Ira, arrepentimiento, culpa, decepción, tristeza, odio...

Tantos sentimientos distintos y contrarios, y todos iban dirigidos hacia la misma persona.

Python's Pov

𝐒𝐄𝐍𝐓Í𝐀 𝐀 𝐋𝐀 𝐁𝐄𝐒𝐓𝐈𝐀 𝐏𝐈𝐒Á𝐍𝐃𝐎𝐍𝐎𝐒 𝐋𝐎𝐒 𝐓𝐀𝐋𝐎𝐍𝐄𝐒, los pasillos del tren eran ridículamente estrechos, tanto que a penas y podíamos correr decentemente.

Pasamos al lado de una familia con un niño, se veían felices, ignorantemente felices.

Les tenía envidia, ellos estaban ahí, sentados, probablemente en un cálido viaje familiar ajenos a todo el caos que nosotros estábamos sufriendo en ese momento. Ajenos al cómos nosotros nos aferrábamos a sobrevivir con uñas y dientes hasta desgastarse.

En la laguna de mis pensamientos, deshacelere, quedándome inconscientemente atrás.

──¡Python! ──gritó Perseus cuando notó que ya no estaba a su lado, pero antes de que pudiera alzar la mirada el sonido de sus pasos corriendo hacia mi me sobresaltaron.

Sentí cómo jalaba de mi mano, impulsándome hacia delante junto a Grover y Annabeth.

Lo siguiente que escuché fue el grito de Annabeth.

──¡Percy! ──gritó, con tanto miedo y preocupación que se volvió contagioso.

Cuando voltie me encontré con Perseus tirado en el suelo agarrándose el estómago y la bestia que nos perseguía mostrando su cola puntiaguda como el aguijón de un avispa con orgullo.

──Vamos amigo, no te dejaré aquí...──escuché a Grover murmurar mientras usaba todas sus fuerzas para sacar a Perseus de la vista de la bestia.

Se movieron rápido, en un momento estaban al lado mio y al otro junto a Perseus. En cambio, mi mente seguía procesando lo que acababa de pasar, Perseus estaba en el lugar que yo debía ocupar, él me lanzó y se sacridicó..., ¿por mi?

Apreté los puños con rabia ante la posibilidad, empuñando mi espada inconscientemente.

──Tu, maldito estúpido... ──murmuré poniéndome de pie, sintiendo un repetino subitón de energía──. Odio a los Heores.

Tal vez es una declaración tonta e infantil, tal vez debía agradecerle de rodillas a Perseus por su sacrificio, pero eso solo me enfurecía más.

Las personas que se sacrifican por otras, las que estaban demasiado ensimismadas en salvar a todos que no se dan cuenta que estan al borde de la muerte, los que llegan al final de la historia con cicatrices de sus victoriosas batallas e historias de salvación. El cómo no esperaban nada a cambio, era tan estúpidamente suicidas que sacrificaban su vida y alma por completos desconocidos sin esperar nada a cambio.
Los odio, los odio con todo mi ser, a esos llamados "Heores", los odio.

Sin notarlo, mi cuerpo se movió por si solo y ya me encontraba impulsándome cual conejo de las paredes del tren para saltar y cortarle la cola a la bestia.

Lo siguiente que sentí fue a alguien jalarme de la camisa y arrastrarme para que corriera.

──¡No sabía que podías hacer eso! ──gritó Grover una voz emocionada, como la de los niños cuando su mamá acepta comprarles el dulce que quería.

──¡Las felicitaciones después, hay que correr! ──gritó Annabeth y su voz sonó mucho más cerca que la mia. ¿Annabeth fue quien me jaló?

──Grover, estoy bien, puedo correr por mi cuenta! ──escuché la voz de Perseus a mi lado, y no me aguanté las ganas de girar. Valió la pena.

La escena era bastante graciosa, se trataba de Grover cargando a Persues como si de un costal de papas se tratara. Vaya, como quisiera una cámara ahora mismo...

Los gritos lastimeros de la bestia rezonaban por el tren. Estaba molesta, aunque yo también lo estaría si me cortaran una parte del cuerpo.

──Se ve molesta. ──habló el rey de lo obvio, Perseus Jackson.

──¿Por qué crees, aguitas? ──exclamé, buscando la venda de repuesto en el bolsillo de mi pantalón y tratando de ponermela como pudiera.

En una mano tenía la espada y la venda, y la otra estaba siendo jalada por Annabeth con una fuerza extraordinaria. ¿Quería arrancarme la mano o qué?

──¡Debemos salir del tren! ──gritó Annabeth aún sin soltarme la mano, a pesar de que probablemente la estaba torciendo toda en mi intento de colocarme la venda.

Vaya, otra reina de lo obvio, ¿será hermana perdida de Perseus? Nunca lo sabremos.

Esquivamos familias, trabajadores y todo lo que nos encontramos en nuestro camino hasta perder a la bestia. Salimos corriendo del tren como unos fugitivos profesionale, de primera clase.

Al fin estábamos lejos del peligro, pero no lo habíamos librado por completo. La bestia no se iba a rendir tan fácil y eso era un hecho.

Aún así, no podía evitar pensar en dos cosas: Primero, la herida de Perseus, la bestia le clavó algo, como si fuese un aguijón ¿y si era venenosa? No es que me importaba la seguridad del niñito ese, pero si le pasaba algo sería mi culpa ya que él me "salvó" y prefiero masticar vidrio que deberle algo al aguas de alcantatilla.
Segundo, ¡que necesito mi mano de vuelta y Annabeth parece que se apropió de ella! Voy a tener que lavarla con cloro.

── Annabeth, aprecio tu comprensión pero estoy ciega no estúpida. Sueltame la mano. ──le exigié a la de trenzas, era insoportable pero tienen mano pesada.

De inmediato Annabeth soltó mi mano y juro que pude escuchar el canto de los pájaros celestiales.

──¿Estuvieron agarradas de la mano, todo este tiempo? ──preguntó Perseus, ¿ya Grover lo habrá bajado? Espero que no, se veía muy gracioso así.

──Eso no importa ahora. ──respondió Annabeth, evadiendo el tema y comenzando a caminar a sabrá Apolo dónde.

Enrenderá que no desaprovecharía la oportunidad de burlarme.

──¿Eh? ¿Por qué te pones así? ¿Acaso te enamorarste de mi en el trayecto? ──hablé en tono burlón, colocando mis manos tras mi espalda y actuando con soberbia.

──Primero muerta. ──respondió Annabeth de inmediato, y sentí su aliento chocando con mi cara. Alguien regalele una menta.

──Sería un honor cumplir tus deseos. ──respondí sin poder esconder mi sonrisa arrogante. Era tan fácil molestarla.

──¡Chicas, ya! ──interrumpió Perseus, separándonos de un empujón──. Es probable que la cosa esa nos siga buscando, no estamos a salvo aquí.

──Percy tiene razón, lo más importante es pensar qué haremos ahora. ──habló Grover, como siempre siendo la voz de la razón.

──Yo tengo un plan, síganme. ──habló Annabeth, tomando las riendas de la situación.

"ñeñeñe, Yi tingi in plin, siginmi" así se escucha para mi.

Ella estaba explicando su plan, algo relacionado con su madre, dejé de prestarle atención cuando las ganas de vomitar subieron por mi garganta. En eso, sentí que alguien me llamaba.

──¿Python? ──me llamó Perseus y solo limití de formular un "ajá" para que supiera que le estaba prestando atención──. Bueno, es que, encontré esto en el tren y creo que es tuyo...

Vaya, si que es estúpido.

──¿Estas tratando de mostrarle algo a una chica con una jodida venda en los ojos? ──le pregunté, confirmando que carece de neuronas funcionantes.

──Yo...

──¡Chicos, no se queden atrás! ──gritó Grover, pero tampoco es que estaba tan lejos, no entiendo su exageración.

──Estamos aquí mismo, cálmense. ──respondí con fastidio, tomando a Perseus de la camisa y obligándolo a seguirme el paso.

Es tan tono que no vaya a ser que se quede atrás y se lo coma la bestia.

──Ahí esta, el "Arco Gateway"...

Genial, otro monumento de adoración a Atenea, mejor que me lleven al Inframundo.

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HOLAAAA 🩷🩷🩷

¿Qué tal? Les gustó el cap??

Opiniones sobre Atenea???

Qué esperan ver en el próximo cap???

MEMES DEL CAP 🗣️❗──────



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