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—No entiendo cómo se ha podido enterar mi padre —me dijo Sarah al otro lado de la línea de teléfono—. Ni siquiera nombré a John B en algún momento.

Suspiré. Cada vez me dolía más ocultarle cosas a Sarah, pero Topper ya me había pedido que no le dijese que había sido él. Y como mellizos a veces teníamos que ser leales entre nosotros. Me jodía muchísimo.

—¿Pero él no ha querido hablar contigo? —dije—. Quiero decir, ¿no ha querido que te expliques?

—No. Nos hemos encontrado de frente y me ha tirado la bolsa que tenía en los brazos al suelo como un maniaco. Y después se ha puesto a echarme en cara que yo no entiendo lo que es trabajar para poder vivir y cosas así. Es un maleducado, no tenía por qué hablarme así. En especial después de todo lo que ha hecho mi padre por él.

—Sí, ha sido muy bueno con él. —asentí.

Agarré el dobladillo de mi falda con nerviosismo. Estaba sentada en el mármol de la fuente que había en el patio de mi casa para que nadie me escuchase hablar con Sarah. Tanto mi madre como mi abuelo o Topper estarían encantados de escucharme hablar de algún chisme.

—Quizá deberías ir a explicarle que tú no has sido... —le animé. Me sentía mal por John B.

Ella se quedó en silencio unos segundos.

—Me molesta que tenga que ir yo, sinceramente. Lo haré, pero es un idiota. Me gritó y me habló fatal.

Estaba claro que Topper no estuvo allí durante la conversación entre Sarah y John B cuando ella lo descubrió en el barco, porque mi hermano habría salido a partirle la cara a John B sin darle tiempo a decir nada. No tenía sentido. Alguien se lo había contado.

—¿Estás segura de que estabas sola en el Druthers?

—Creo que sí. Eran las cinco de la mañana.

Miré a la verja de mi casa con el entrecejo fruncido, pensando en una buena opción para pensar. La única persona que se me pasaba por la cabeza que hubiese actuado de esa manera —metiendo mierda por lo bajo— era Wheezie. Tenía que haber sido ella. Pero decidí no decirle mis sospechas a Sarah.

Entonces un vehículo pasó junto a mi casa. La caravana de John B, cualquier persona la reconocería. Había visto a muchas personas allí metidas, y a esas horas me extrañó verles pasar por ahí. Eran ya las doce de la noche. Y esa zona no era muy común para ellos.

—Eh... Sarah, tengo que colgar. ¿Te llamo luego?

Ella suspiró.

—Vale, descansa.

—Buenas noches.

Le lancé un beso al móvil y después colgué. Guardé mi bolsillo en un pequeño bolsillo de mi minifalda y después miré detrás de mi. En mi casa mi abuelo estaba en el despacho, Topper seguramente planeando su venganza y mi madre a esas horas ya dormía.

Era arriesgado, pero estaba en verano. Tampoco iba a hacer nada raro.

Corrí hacia mi bicicleta y abrí la verja con el mayor cuidado posible. Solía estar abierta porque la seguridad buena estaba en el interior de la casa.

Me monté en la bicicleta y comencé a pedalear lo más rápido que podía. Vi cómo la caravana giraba por una esquina a muchísimos metros de mi. Debía seguirles.

Lo que me impulsó a seguirles a esas horas de la noche fue que sólo podía haber una razón para que ellos estuviesen por allí a esas horas: la brújula. O al menos algo relacionado con todo ese tema del barco hundido y el padre de John B.

Necesitaba saber qué ocurría.

Una vez yo ya conocía lo que pasaba, necesitaba informarme. Y si ellos no me lo iban a contar, lo descubriría por mi misma.

Avancé siguiéndoles en la oscuridad sin encender las luces de mi propia bicicleta. Fui pedaleando lo más rápido y fuerte que pude hasta que quedé a una distancia considerable donde ellos no me pudiesen ver pero yo a ellos sí.

Para cuando aparcaron, me quedé estática mientras no paraba de avanzar en la bici. Habíamos llegado al cementerio de Outer Banks.

¿Para qué querían ellos ir allí a esas horas? Me preocupé por si debía temer o algo parecido. Pero en ese momento pensé que ya había llegado hasta allí y merecía la pena saber qué estaba pasando.

Ellos entraron en el cementerio trepando la verja y después bajé de la bicicleta dejándola junto a la caravana de John B.

Suspiré mirando la verja y después pasando la mirada hasta mi minifalda.

—Lo que se hace por cotilla —Murmuré para mi misma.

Comencé a subir torpemente, dándome algún golpe que otro en las piernas, y después me tiré desde arriba hasta el suelo. Mis rodillas chocaron con la tierra y noté que en una de ellas probablemente me había hecho una herida.

—¡Mierda! —dije en voz baja.

Agarré mi teléfono y lo encendí para poner la linterna. Apunté a mi rodilla, la cual efectivamente ahora tenía una herida de sangre en ella.

Comencé a andar siguiendo las luces y las voces de los Pogues. Maldije muchas veces para mi misma al chocarme con piedras y zarzas. Ese no era un lugar óptimo para mi. Mi falda se estaba estropeando y yo ahora tenía cardenales y heridas. ¿En qué momento se me había ocurrido ir hasta allí?

Entonces llegué a donde ellos estaban. Yo me escondí detrás de una lápida y puse la luz de la linterna contra mi falda.

Los cuatro estaban frente a un panteón de piedra lleno de zarzas y enredaderas. Era muy, muy viejo.

John B apuntó con su linterna al nombre en grande tallado en piedra: Redfield.

Era mi tatarabuela, Olivia Redfield —les decía John B—. Su apellido de soltera.

La puerta estaba tapada por una piedra enorme.

Entonces vi un bicho enorme cerca de mi. Se acercaba y yo me sentí aterrorizada, así que me moví intentando no gritar y conseguí pisar una rama. El crujido se escuchó a la perfección en el cementerio entero, por lo menos.

Todos apuntaron sus linternas en mi dirección.

—¿Hay alguien ahí? —Preguntó Pope.

Entonces se me ocurrió algo.

Comencé a dar golpes a una piedra de una tumba con el puño.

—Mierda, mierda —comenzó a decir JJ—. ¿Qué coño es eso?

Ahora empecé a gruñir y a soltar palabras ininteligibles poniendo voz grave y ronca, como si se tratara de un fantasma. Los cuatro comenzaron a hablar a la vez. Vi que alguien se acercaba con una linterna mientras el resto soltaba frases asustadas.

Apreté la boca para no reír, y entonces salté en mi sitio al notar que la linterna me iba a apuntar.

—¡Bu!

El salto que John B pegó al verme frente a él —y el que todos pegaron al verme aunque fuese a lo lejos— fue increíble. Literalmente rebotó.

No pude evitar comenzar a reír como una loca, soltando carcajadas mientras los señalaba. Cada vez que recordaba sus caras cuando me había visto me entraban más ganas de reír.

—¡Qué puto susto, joder! —se quejó JJ.

—¿Qué...? —John B no daba crédito.

Apoyé mis manos en las rodillas tratando de calmar mi risa.

—Tendríais... —cogí aire—. Tendríais que haber visto vuestras caras.... Buenísimo. Buenísimo.

—¿Qué demonios haces aquí? —Kiara me miró con ganas de querer matarme.

Apreté los labios para no reír más y los apunté con mi linterna.

—¿De qué habláis? Sólo venia a ver a mi abuela.

Mentira, obviamente.

Y ellos no se lo tragaron.

—¿A las... doce? —Preguntó JJ.

—Puedo preguntaros lo mismo.

Se miraron entre ellos. Parecían algo molestos por esta interrupción.

—Bueno —Kiara señaló el cementerio—, pues ve a ver a tu abuela. Déjanos a nosotros.

Miré a JJ, que en ese momento rascaba su cabeza y me miraba con una expresión que no pude descifrar. Me estaba dando un vistazo de arriba a abajo, y entonces vi que llegaba a mi rodilla. La señaló con la luz.

—¿Y eso? ¿Te lo has hecho trepando?

Bajé mi vista a la herida de sangre. No era enorme, pero era visible.

—Hum... No. Me he caído de la bicicleta.

—Vamos, Charlotte —Pope resopló—. Sabes tan bien como nosotros que el cementerio está cerrado a estas horas. ¿Qué haces aquí?

—¿No está claro? —Replicó Kiara—. Nos estaba siguiendo.

La miré con cara de pocos amigos.

Finalmente miré al resto y suspiré. Ya no tenía nada que perder.

—Sí, os estaba siguiendo. ¿Vale? Es que me ha dado curiosidad que hacíais por aquí a estas horas. Y además, ¿cómo queréis que me quede tan tranquila después de lo que viví el otro día? Ni siquiera puedo hablarlo con nadie.

Al ver sus caras me di cuenta de que había dado en el clavo, eso último les había ablandado ligeramente.

—Después de hoy no tengo ganas de confiar en ningún kook, y menos si es la mejor amiga de Sarah Cameron —me espetó John B con rencor.

—¿Podéis dejar de meterme en el mismo saco que a toda la gente que me rodea? No soy ni Topper, ni Sarah, ni...

—Me han despedido, Charlotte —me interrumpió él—. Y no ha sido por otro Pogue.

—Sarah no fue. —apreté los labios con fuerza.

—¿Fuiste tú? Eres la única otra persona que pudo saber lo del equipo de buceo.

—¡Por supuesto que no! Nadie sabe que estuve con vosotros ni lo que pasó. —Cada vez me estaba enfadando más—. Dejad de acusarme de cosas que no he hecho.

John B simplemente torció la boca y miró a otro lado.

—Sólo quiero saber qué está ocurriendo. —murmuré mirando al suelo—. Vosotros os sentiríais igual.

JJ, Pope y John B se miraron, como considerándolo. Kiara negaba con la cabeza, con los brazos cruzados.

—Prométenos que no le contarás a nadie nada de esto —Me exigió Pope.

—Lo prometo —alcé las manos en señal de inocencia.

Ellos se miraron de nuevo y finalmente asintieron, aunque Kiara seguía sin parecer muy convencida.

—De acuerdo. Ayudadme con la puerta, venga.

—Voy —Pope se acercó junto a John B.

Los dos empezaron a empujar la piedra a un lado con muchísima fuerza mientras nosotros apuntábamos con las linternas.

—¿Estás empujando? —Le preguntó Pope a John B con duda.

—¡Claro que empujo!

—Espera... —JJ se acercó y se posicionó entre ellos para dar más fuerza al empuje.

—Macho, esta puerta pesará como trescientos kilos —Se quejaba Pope.

Miré a Kiara a mi lado, que les apuntaba a ellos con desconcierto. Al darse cuenta de que la miraba, se giró en mi dirección y alzó las cejas con interrogación. Me puse seria y miré al frente.

—No hemos llegado hasta aquí para nada —les animaba JJ.

Y entonces los tres soltaron un grito de dispersa y yo escuché un siseo que me dejó la piel erizada.

Una serpiente larga y gorda salía de un hueco entre la piedra. Bajó al suelo y comenzó a moverse escurridizamente por el suelo.

Yo no lo pude evitar y comencé a gritar.

—¡Hala, pedazo de bicho! —JJ la miró divertido.

—¡Deja de gritar! —me regañó Kiara en un susurro.

Tapé mi boca con la mano temblando tratando de no pensar en aquel animal enorme y asqueroso.

—Nuestra querida boca de algodón —seguía diciendo JJ, rodeando al reptil—. La muerte en la hierba alta.

Y remató el momento comenzando a... ¿ladrarle? Le estaba ladrando a la serpiente.

—¿Qué cojones hace? —Dije con perplejidad.

—JJ, calla, ¡calla! —Le decía Kiara entre los ladridos del rubio.

—Despertarás a los muertos, joder —le dijo Pope con enfado.

—Les dan miedo los perros, todo el mundo lo sabe —remarcó JJ con obviedad. John B se acercó a la puerta y él colocó su mano en el hombro de su amigo—. Esperad, esperad un momento. Si hay una... habrá decenas.

Me dio un escalofrío.

—¿Por qué no te callas? —Kiara lo miró airada—. ¡Me estás asustando!

—Yo creo que me voy a desmayar —añadí.

Pero JJ comenzó a ladrar de nuevo y esta vez se acercó al hueco por donde había salido la otra, no paraba de ladrar.

—¡Deja de ladrar a las serpientes! —Se desesperaba Pope.

—Sólo quiero asegurarme de que está todo despejado.

—¡Calla, calla! ¡Cállate!

—Es unas serpiente...

—Escucha —Pope se puso frente a él—, no podremos entrar, ¿entiendes? No procede. Deberíamos irnos.

Entonces se me ocurrió algo. ¿Qué otra manera de ganarme su respeto, o al menos si confianza, que manchándome las manos?

Me dio asco y miedo pensar en entrar allí. Pero no había otra opción.

—Yo cabría —anuncié.

Todos se giraron en redondo para mirarme con incredulidad. Lamí mis labios y después suspiré. Intenté convencerme a mi misma de que no sería para tanto.

—¿Qué? —Me dijeron John B y Kiara a la vez.

—¿Crees que cabes por el agujero? —Preguntó JJ—. ¿Ese agujero?

—Me he auto invitado aquí —dije con algo de temor, pero seguridad—. Y quiero descubrir cosas. Así que si así confiáis más en mi, lo haré.

Ellos no cabían en su sorpresa al escucharme decir eso.

Miré a John B—: Te mereces saber la verdad. Lo haré.

Me acerqué al agujero y Pope rápidamente me cambió el teléfono por una linterna de verdad.

—Venga —dije—. ¿Me ayudáis con eso? —me referí a las ramas que había frente al agujero.

—La tía los tiene bien puestos —escuché decir a JJ.

Todos me ayudaron a apartar las ramas. Me aparté cuando vi que yo no podía.

—¿Listo?—pregunté.

—Sí, listo —respondió John B, y miró a JJ—. Súbela.

JJ se agachó en el suelo, justo debajo del agujero.

—Sí, yo te aúpo—colocó bien su cabello—. Lo he visto en las pelis mil veces.

Puso sus dos manos juntas y formó una pequeña base plana donde yo me podía apoyar. Tomé aire y me acerqué con mucho miedo a entrar allí.

Miré a los demás y vi que la expresión de Kiara hacia mi ya no era tan dura. Era más de duda, de no saber qué pensar de mi.

—¿Lista? —me decía JJ.

Miré a John B.

—¿Me recuerdas qué buscamos?

—Lo sabrás al verlo.

Traté de no frustrarme, eso no ayudaba mucho.

—Aguantádmela —le tendí la linterna a Pope y me dirigí a JJ.

—A ver, pon las makos ahí —me indicaba JJ.

—Vale.

—El pie derecho...

Puse el pie sobre sus manos.

—El pie —repetí yo mientras subía. Y entonces recordé que llevaba una mini falda—. No mires, eh.

JJ rió en voz baja. Bastardo.

—Y a la de tres... —comenzó a decirme, pero yo me impulsé hacia arriba para evitar que me siguiese viendo la ropa interior si es que estaba mirando—. Bueno, a tu aire. Ni a la de tres ni nada.

Llegué al comienzo del agujero y desde ahí y me tiré al suelo. Esta vez caí de pie y no de rodillas.

—Vale, ¿me pasáis la linterna?

Estaba todo a oscuras. Sentí escalofríos al estar allí dentro y al no poder ver nada. Mi mente estaba en blanco y no podía parar de repetirme a mi misma «¿Por qué demonios me meto en estas mierdas?».

—Sí, toma —escuché decir a Pope. Acerqué mi mano al lugar donde yo había entrado y di con la linterna que me pasaba Pope.

La agarré y después la encendí. Apunté con rapidez al interior del panteón.

—¿Estás viva? —escuché preguntar a John B.

—¿Tienes pulso y todo eso?—Dijo ahora JJ.

Me giré en redondo mirando de arriba a abajo con la linterna apuntada en todas direcciones.

—De momento —respondí.

—Guay, genial.

—Sí, uh... Necesito más luz.

—Sí, sí, aquí. Toma —John B me pasó por el hueco una linterna farol.

La agarré y entonces el lugar fue mucho más iluminado. Ahora podía ver mejor dónde estaba.

Y entonces lo vi. Supe exactamente por que John B me había dicho que lo sabría cuando lo viese. Tenía razón.

—¿Hay algo? ¿Hay oro? —Preguntó JJ.

En un hueco había un sobre. Era un sobre nuevo. Eso no podía estar allí desde hacía mucho tiempo. Llevaba poco.

Y lo mejor era que en el centro tenía escrito: FOR BIRD.

Avancé hacia el agujero y le di el paquete a John B.

—Eso no parece oro —comentó Pope con decepción.

Salí del agujero con la ayuda de JJ, que me miró de una manera que me hizo sentir nerviosa —además se estaba fumando un porro—, y después vi que John B estaba incrédulo.

—Joder, es de mi padre.

Miró a Kiara y ella sonrió, satisfecha con lo que había escuchado.

JJ miró hacia el frente con la linterna de su frente y entonces, mientras soltaba humo por la boca, se quedó mirando hacia un punto exacto.

—Código rojo —dijo—. ¡Código rojo! ¡Narcos! ¡Narcos! ¡Vámonos!

Salimos corriendo y yo entendía qué ocurría.

—Son los que asaltaron tu casa —Decía JJ mientras corríamos a John B.

—¿¡Qué!?—Chillé.

JJ me chistó y después me puso una mano en la boca para hacerme callar, a la vez que me obligaba a ponerme contra una pared en la que los demás se habían agachado para no ser vistos. Me miró de cerca y puso su dedo índice en los labios para indicarme que guardada silencio.

—Las luces —avisó Kiara y todos apagamos las linternas. JJ apagó el porro.

—¿Creéis que son ellos? —Preguntó Kiara.

JJ y yo nos asomamos y miramos el vehículo que había aparcado a unos metros de nosotros.

—¿A quién os referís? ¿A los del pantano?—cuestioné con confusión.

—Sí —respondió John B—. Volvieron a mi casa y tuvimos que escapar. No van a parar hasta encontrar la brújula.

—¿Y la tienes? —Me giré para mirarlo.

Negó con la cabeza.

—La tiene la sheriff Peterkin.

—Lleva una pipa —Comentó JJ mirando a los hombres que habían bajado del pequeño coche en el que habían venido.

Escuché que nos buscaban, nos habían visto. Afirmaban que teníamos que estar por allí.

—A la mierda —declaró Kiara levantándose del suelo y salió corriendo.

Los demás la seguimos y comenzamos a correr hacia la salida como alma lleva el viento.

—¡Saltad! —decía John B—. ¡Rápido!

—¡Daros prisa! —exigía JJ.

Subí por el muro en el que habían subido el resto y caí al suelo con la ayuda de, para mi sorpresa, Kiara.

Pope se quedó arriba, atacado, en la verja. Tenía el pantalón metido sobre una zona puntiaguda.

—¡Tíos, tíos! ¡Me he enganchado! No puedo moverme, joder.

—¡Pope, venga hombre!

Corrimos hacia él de nuevo, sintiendo mucha adrenalina y nerviosismo recorrer nuestro cuerpo. Pope no podía moverse.

Entonces JJ me sorprendió —o quizá no— sacando su pistola de un bolsillo.

—La madre que te parió —dije con los ojos muy abiertos.

La recargó y apuntó con ella al pantalón de Pope.

—¡Yo te cojo! —Gritó Kiara alzando los brazos para que Pope cayese. Dudé mucho que ella pudiese con su peso.

John B y yo nos lanzamos hacia JJ a la vez para evitar que disparase.

—¿Estás mal de la cabeza? —Le grité.

John B apartó la pistola de la dirección de Pope. JJ nos miró enfadado.

—¡Me voy a caer! —Gritaba mientras Pope. Sus pantalones estaban rajándose poco a poco.— ¡Me caigo, me caigo, me caigo!

Entonces los pantalones dieron de sí crearon una abertura que permitió a Pope salir de allí y llegar al suelo con la ayuda de Kiara. ¿Un inconveniente? Que Pope ahora iba sin pantalones.

—¡Larguémonos!

—¡Toma ya! Qué tío —le decía JJ riendo.

Yo también reí, sin poder evitarlo, y todos corrimos hacia donde estaban la caravana y mi bicicleta. Y para mi mayor sorpresa, John B y JJ agarraron mi bicicleta y la metieron en el interior del vehículo para después indicarme que entrara.

—¡Sube!

JJ me tendió la mano y me ayudó a subir. Kiara reía como una loca.

Salimos de allí con rapidez y John B condujo de vuelta al arrabal. Nosotros reíamos por la mezcla de emociones en poco tiempo. Me sorprendí porque de repente me lo estaba pasando bien y me había sentido a gusto, aunque hubiese sido escapando de gente probablemente peligrosa.

—¿Te llevamos a casa ya o... quieres saber más? —Me preguntó John B.

Los miré con las cejas hundidas.

—¿Me dais la opción?

Kiara puso una mueca, pero después me miró con más afabilidad que nunca.

—¿Cómo sabemos que podemos confiar en ti?

Sonreí un poco, sabiendo que se lo estaban pensando.

—Supongo que simplemente tendréis que confiar en mi y ver qué pasa.

Entonces todos comenzaron a reír, como si aquella situación fuese de lo más surrealista. Yo también empecé a reír. Yo también lo pensaba. Era surreal.

—No me puedo creer que vayamos a confiar en la mejor amiga de Sarah Cameron —murmuró Kiara.

—Y novia de Rafe Cameron. —añadió JJ mirándome.

No supe qué decir a eso, porque Rafe y yo no éramos novios. En ningún momento lo habíamos establecido. Era más como... amigos con derecho a roce. Mucho roce.

Llegamos a casa de John B y yo preferí no pensar en si alguien se había percatado de mi ausencia en casa. JJ agarró una bolsa con pan de molde y comenzó a untar una crema sobre ella. Estábamos en el despacho del padre desaparecido de John B, donde trataríamos de darle sentido a lo que estábamos viviendo.

—Ese pan tenía moho hace tres días —le avisó Pope.

—Le quito la parte mala, ¿vale? Además, el moho es algo bueno, es un organismo... natural.

Arrugué la nariz al ver aquel pan y a JJ dispuesto a comérselo.

—Qué asco —dije.

JJ agarró el sándwich que se acababa de hacer y me miró con media sonrisa, dispuesto a burlarse de mi.

—Supongo que no es caviar como el que comerás tú todos los días, ¿no, princesa?

Apreté ligeramente los puños y suspiré, tratando de ganar paciencia.

—Exacto —le sonreí falsamente.

—Chicos —Kiara nos señaló a John B, que nos esperaba para ver el interior de aquel sobre.

—Voy, voy, al lío. —dijo JJ corriendo hacia el lugar.

Yo me acerqué a ellos más tímidamente, sintiéndome aún un poco rara por estar allí. Para mi era abrumador estar con Pogues en una "misión" por así decirlo. Era extraño.

John B rasgó la parte superior del sobre para abrirlo bajo la atenta mirada de los demás. JJ mientras le dio un mordisco al pan lleno de moho para después tener un arcada y escupirlo todo. Puse los ojos en blanco.

En el interior del sobre había un papel doblado que John B fue desplegando hasta ver lo que había en él: un mapa.

—Joder —dijo sorprendido.

Pope señaló una equis que estaba en el mapa. Al lado había unas coordenadas.

—Mira, marcado con una equis.

John B comenzó a señalar más cosas del mapa:

—Longitud, latitud... —metió la mano en el sobre de nuevo—. Quizá contenga algo más.

Y de él, en efecto, sacó un objeto. Era rectangular y grueso. De color gris y granate.

—¿Qué es eso?—preguntó JJ formulando en voz alta la duda que yo también tenía en mi cabeza.

—Una grabadora, imbécil —replicó Kiara.

Di gracias a no haberlo preguntado yo.

John B la encendió y en ella se encendió una lu de color naranja muy pequeña. Una voz sonó de ella. La voz grave de un hombre adulto.

Hola, chaval.

¿Chaval? —Dijo JJ.

—Mi padre me llamaba así.

Odio decir que te lo advertí, pero te lo advertí. Y dudaste de tu viejo. —hubo una pausa. Todos estábamos conmocionados por escuchar a su padre—. Me imagino que ahora mismo te sientes culpable y te odias por nuestra última pelea. Pero... No te suicides de momento. Yo tampoco esperaba encontrar el Merchant.

Nos miramos entre todos, demasiado asombrados. Podía imaginarme la emoción que recorría el cuerpo de John B en ese instante.

Hiciste bien en abroncarme. No fui precisamente un padre ejemplar. Pero qué puedo decir, ya olía el tesoro. —suspiró—. Espero que estemos escuchando esto en nuestra nueva casa en Costa Rica viviendo de inversiones y obteniendo permisos de construcción —se escuchó el sonido de un arma recargándose, una pistola—. Si no es así, y encuentras esto en circunstancias poco agradables... en fin, para eso es el mapa.

»Aquí están los restos del Merchant. Si me ocurriera algo, termina lo que he empezado. Busca el oro, hijo. Te quiero, chaval. Aunque no siempre lo demostrara. —otra pausa donde miré a John B y lo vi conteniendo las lágrimas—. Nos vemos en la otra vida.

La grabación acabó y todos nos quedamos en silencio, analizando lo que acabábamos de escuchar. John B se levantó de golpe y se dirigió a la puerta del despacho mientras comenzaba a sollozar.

A pesar de todo, de todas las rivalidades y demás, me sentí terrible por él y mi corazón dio un vuelco al sentir empatía por su situación. Estaba completamente solo. No tenía familia a parte de sus amigos.

—Ostia, lo consiguió —dijo JJ con asombro, sin darse cuenta del estado de su amigo—. Después de todo...

—JJ —Kiara lo miró con enfado y nerviosismo porque no la cagara—. ¿Te puedes callar?

—Lo siento.

Kiara anduvo hasta John B y lo abrazó por detrás para darle el apoyo que necesitaba en ese momento.

Poco después, todos estábamos en el muelle su casa. Kiara tocaba el ukelele mientras todos estábamos en silencio, apoyados en la madera. JJ jugaba a lazar una pelota y recogerla de nuevo mientras se quedaba pensativo.

—¿Cuánto pasta había?

—Cuatrocientos millones —respondió John B.

Kiara dejó de tocar.

—¿Cómo lo vamos a repartir? —Volvió a preguntar el rubio—. Y antes de que digáis a partes iguales, recordad que soy el único que puede defendernos en condiciones de los matones que nos perseguían —nos enseñó su pistola. Cada vez que la sacaba me entraba pánico.—La protección sale cara.

—Eh, tío. Tienes cero formación —le dijo Pope.

—¡Está en YouTube! Mínimo merezco una extra del cinco por ciento. ¿Alguna objeción? Me lo imaginaba.

Ni siquiera nos había dado tiempo a responder.

Kiara levantó la mano con cara de: «¿Literalmente yo?».

Igualmente, yo en ese momento me sentía rara y pequeña. No era de su grupo y prácticamente había entrado yo sola a la escena del crimen. Ahora estaban hablando de repartir un oro del Royal Merchant y yo estaba escuchando, sabiendo que nunca seria incluida en nada de eso. Y con razón.

—Bueno, pues ya que no hay ninguna...

—¿Qué harás con tus cien millones, Pope? —le preguntó Kiara.

Como sabía, no me había incluido. Y yo no paraba de pensar que no debía sorprenderme.

—Pagar la carrera por adelantado. Y también los libros de texto. Son súper caros.

—¿Y tú, Kie? —JJ la miró.

—Sí —Pope miró a Kiara también—. ¿Qué hace una socialista cuando es rica?

Kiara rió al escuchar eso.

—Sacaría un álbum doble —se encogió de hombros mirando al suelo con una sonrisa—. Sobre Outer Banks, los Pogues... como Catch a Fire hablando de Kingston. Grabarlo en el estudio de Marley con Peter Tosh de productor.

No estaba entendiendo nada de lo que estaba diciendo, pero sonaba bien.

—Peter Tosh... —comenzó a decir Pope, y Kiara se le unió al final de la frase.

—... está muerto. Lo sé. Pero su espíritu nunca morirá jamás —y alzó una cerveza como brindis.

—Yo ya sé lo que haré —habló JJ.— Pillarme una mansión en Figure Eight y unirme a los kooks —al decir eso me miró directamente.

—¿Te vas a unir a los kooks? —se extrañó Pope.

—Sí. Pondré una escultura de mármol de mi y un estanque con carpas. Con un porrón de peces.

Kiara y yo no pudimos evitar reír al escuchar eso.

—No iré a verte —le aseguró Kiara.

Pope miró a John B.

—¿Y tú qué harás, John B?

Todos lo miramos con interés. Él había estado callado todo el rato, mirando al agua bajo nosotros. Se volvió para mirar a sus amigos.

—Por nuestra entrada en los kooks.

Todos me miraron.

—¿Y Charlotte? —dijo Pope—. ¿Recibirá oro?

—Ya tiene suficiente —JJ rió antes de beber un sorbo de cerveza.

—No os preocupéis por mi —les dije e hice una línea con mi boca—. Sólo estoy aquí porque quería saber qué estaba pasando. Pero no tenéis que incluirme en nada. Lo entiendo.

Miré a John B y le dediqué una expresión de lástima.

—Siento lo de tu padre, y... siento que te hayan despedido. Espero que se te haga justicia. —suspiré y me atreví a levantarme para andar hasta él y posar mi mano en su hombro—. Estoy segura de que conseguirás encontrar el oro.

John B me miraba con muchísima sorpresa, estaba totalmente perplejo. Sonrió levemente y asintió.

—Gracias, Charlie.

Me sorprendió que me llamara así. Muchísimo.

—Oh, no —se quejó Kiara—. No Charlie. Así es como le llaman en Figure Eight.

Reí al escuchar eso.

—¿Y cómo la llamamos? —Se preguntó JJ.

Kiara me miró, supuse que aún sin saber qué pensar de mi, pero finalmente me sonrió sin que la sonrisa le llegara a los ojos.

—Algo como... —miró al suelo mientras agarraba una cerveza y me la tendía. La agarré con desconfianza—. Lotte.

—¿Lotte? Suena fatal. —JJ puso una mueca—. Lottie.

Dirigí mi mirada sorprendida a él. De hecho, Lottie sonaba muy bien. Bastante bien.

—Charlie en Figure Eight —comenzó a decir John B alzando su cerveza—, Lottie en el Arrabal.

Yo sonreí y alcé también mi cerveza.

—¡Por nuestra entrada en los kooks! —exclamamos todos antes de darle un sorbo a la bebida merecida de la noche.

Y ahora yo estaba más confundida que nunca. ¿Estaba empezando a ganarme la confianza de los Pogues?

No sabía si eso traería consecuencias.

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¡¡Holaaa!!

Id diciéndome vuestras opiniones y teorías de lo que va a ir pasando más o menos.

Os leo :)

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