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Estábamos ya por el puente Arthur Ravenel Jr., encima del río Cooper, cuando JJ dijo:

—Me pregunto dónde estarán John B y Sarah ahora mismo.

Ninguno de nosotros supo qué responder a eso. Todos nos lo preguntábamos y queríamos la respuesta, pero lo único que sabíamos era que estaban en las Bahamas. Y se tendrían que quedar allí hasta nuevo aviso.

Recé mentalmente porque la reunión con el señor Limbrey saliera bien y pudiera exonerar a John B. Si eso ocurriese, quizá yo sería feliz para siempre.

Miré el exterior y poco a poco entramos por fin en el centro de la ciudad de Charleston. Lo que sabía de aquella ciudad tan señorial era que fue fundada en 1670. Mi abuelo siempre me hablaba sobre lo bonita que era, y alguna vez que otra la habíamos visitado para comprar ropa de las tiendas más caras.

Me fijé en las calles, eran muy bonitas y estaban perfectamente cuidadas. Eran calles de adoquines y de vez en cuando se podían ver carruajes tirados por caballos. Las casas antebellum de colores pastel llamaban la atención y dejaban a las casas de Outer Banks en mantillas.

Gracias al GPS, llegamos a la dirección que le habían dejado a Pope en la carta. Miramos con curiosidad la casa que teníamos a nuestro lado. Era majestuosa.

—Son una familia de pijos —comentó Kie—. Y de su familia han salido tres gobernadores. Llevan gobernando Charleston trescientos años.

—Estos Kooks hacen que nuestros Kooks parezcan pogues—Añadió JJ, contemplando la casa desde el exterior.

Lo miré con falsa ofensa.

—¿Te parezco yo una Pogue?

JJ me miró de arriba a abajo con esa sonrisa torcida que solía tener en su rostro.

—Llevas un tiempo con nosotros, puedo ver cómo se te está pegando.

Yo reí dándole un leve empujón.

—¿Seguro que es aquí, Pope? —Preguntó después de frotarse el brazo en la zona "herida".

—Segurísimo.

—Pues venga.

JJ no dudó dos segundos en abrir la puerta de la camioneta y Pope abrió la otra. Kie y yo salimos detrás de ellos y yo miré asombrada las verjas negras que protegían la casa. Era de las mas bonitas que había visto, era gigantesca.

—Aquí hay pasta —dijo JJ, como leyendo mis pensamientos.

Pope sacó la carta y la puso delante para leer la dirección de nuevo.

—King Street, 27.

—Han invertido en seguridad —comentaba JJ—. ¿Esos pinchos son para que no entren?

Miré hacia arriba: en las vallas negras, en lo más alto, había una fila de pinchos muy afilados que imponían bastante.

—No —Respondió Kiara.

—Los esclavos vivían allí —explicó Pope—. Los pinchos eran para que no salieran.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo al escuchar eso. Me imaginé a las pobres personas que habían estado encerradas en un sitio tan lujoso, pero viviendo como perros. Y encima sin poder salir, sabiendo que acabarían empalados si lo intentaban.

Abrimos la verja con facilidad, pues el candado no estaba puesto. Cruzamos el pequeño camino que había entre esas verjas que transmitían malas vibras hasta el gran portón que daba al interior de la enorme casa.

Pope llamó a la puerta utilizando la aldaba con la forma de una cabeza de león. Dios tres golpes bastante fuertes. Después se echó hacia atrás mientras nosotros apenas podíamos articular palabra.

—¿Creéis que me he pasado?

—Ha retumbado toda la casa —respondió JJ—, así que fijo que lo han oído.

—A lo mejor no hay nadie. —comentó Kiara.

Entonces Pope alzó el brazo y comenzó a tocar la puerta con la aldaba de nuevo. Pero esta vez fue diferente porque no le dio tiempo a terminar de tocar, fue interrumpido por alguien que en ese momento abría la puerta de una vez por todas. El corazón me dio un vuelco.

Por alguna razón me encontraba en tensión. Mi madre no sabía que estaba a ocho horas de la isla de Kildare, no sabíamos dónde nos estábamos metiendo... era mucha presión.

Así que la cara de mal humor y de odio que teníamos frente a nosotros no ayudó demasiado. Un hombre alto y fornido con cabello color miel nos miró con expresión de pocos amigos, y nos echamos hacia atrás instintivamente. ¿Era ese el señor Limbrey?

Nos miró a cada uno de nosotros. Entonces sonrió ligeramente y pasó su lengua por los labios para después señalar a Pope.

—Tú debes de ser Pope.

—Uhm... ¿Es usted el señor Lim...?

—La señora Limbrey te estuvo esperando ayer —le interrumpió con un tono de voz algo enfadado.

Pope se quedó algo sorprendido por las maneras de aquel hombre.

—Oh. Lo siento. Se me averió el coche de camino.

—El carburador se jodió en mitad de la nada —añadió JJ mirando fijamente al hombre. El hombre se quedó mirándolo sin decir nada, y JJ apretó los labios afablemente—. Lo sentimos.

—Ya, pues —miró de nuevo a Pope, como si fuese el único al que merecía la pena dirigir la palabra— se cabreó cuando no apareciste.

—Intentamos llamar, pero no había ningún número en la invitación—dijo Kie de la manera más amable posible.

El hombre de la puerta carraspeó.

—No hemos podido venir antes, aunque lo hemos intentado por todos los medios —añadí yo.

El hombre siguió mirando solo a Pope, y hablándole a él.

—Y esperaba que vinieras solo.

Eso me dio muy mala espina.

—Bueno, son mis amigos —Pope nos miró, y por la expresión de JJ con ojos entornados supe que él también sospechaba algo—, me ayudaron a encontrar el Royal Merchant.

—Las instrucciones eran explícitas. Esperarán fuera.

Alcé las cejas y las bajé con sorpresa, ese hombre no era nada flexible, al parecer. Pero me daba miedo que Pope entrara solo a esa casa en la que no sabíamos qué pasaría.

—Nosotros vamos en el pack, tío, así que...—Dijo JJ.

—JJ —le cortó Pope rápidamente—, tranqui, no pasa nada. —JJ lo miró en silencio y Pope nos miró a Kie y a mi—. Estaré bien.

—Vale, te esperamos aquí —respondió Kiara, y entonces vi cómo juntaban sus manos, dándose fuerza.

—No tardo nada —Pope no despegó sus ojos de los de Kie.

—Guay.

Se dieron un último apretón de lo más romántico, tras unas miradas que me dieron ganas de reír de la emoción, y después soltaron el agarre. Pope entró en la casa y el hombre siniestro cerró la puerta sin dejarnos apenas ver lo que había en el interior.

—Wow —Murmuró Kiara mientras caminábamos hacia la camioneta.

JJ abrió la puerta del asiento conductor y yo me senté entre ellos dos. Él estaba en silencio, parecía preocupado.

—Qué hombre más simpático —dije—. Me ha caído genial.

—Sí —JJ ajustó su gorra—, muy hospitalario.

—No lo entiendo —Kiara frunció el ceño—. ¿Por qué tenía que entrar solo? todos somos amigos de John B.

—Es extraño —admití—. Es decir, sí, Pope fue el que tuvo la entrevista de la beca. Pero... saben que sabremos lo que han hablado, ¿qué más da si entrábamos también?

—Hay algo más en todo esto —dijo JJ muy convencido—. Si no, ¿por qué tanto dramatismo?

—¿Y por qué esa señora sabe cómo exonerar a John B? —Pregunté yo sin comprenderlo, bastante intranquila—. Hay gato encerrado, por supuesto.

Kiara miró hacia la puerta de la casa con preocupación. Debía estar aterrada por lo que le pudiera pasar a Pope. Es decir, estaba claro que sentía algo por él. Parecía que le costaba admitir sus sentimientos, pero por su mirada se podía deducir. Aunque también era su amigo antes que otra cosa, yo también estaba preocupada por él y no me gustaba.

—Si vemos algo raro, salimos a ayudarlo —JJ puso sus manos y antebrazos apoyados en el volante de la vieja camioneta.

Miré mi teléfono en busca de alguna llamada o mensaje de mi madre, pero no me había dicho nada. Supuse que estaría liada trabajando y que por eso no había estado pendiente.

Pasaron unos minutos y no veíamos nada raro. Pero entonces Kiara habló justo cuando la puerta de la casa se abría y de ella salían tres personas: el hombre siniestro, una mujer rubia que caminaba apoyada en dos muletas, y un Pope que parecía algo asustado. Él nos miró desde dentro de las verjas.

—Oye, si lo de Limbrey es verdad, entonces detendrán a Ward y puede que el oro sea para Sarah.

El hombre siniestro tenía su mano en la camisa de Pope y lo guiaba hacia dentro de lo que parecía el jardín trasero de la casa. Pope se giraba para mirarnos. Me tensé.

—¿Irá voluntariamente? —Preguntó Kiara.

Negué con la cabeza.

—No lo creo.

—Yo diría que no —JJ estuvo de acuerdo conmigo.

—Venga, vamos —Kie fue directa a abrir la puerta para salir de allí, pero JJ le paró con la mano en su hombro.

—Espera, espera, espera.

—¿Qué?

Justo en ese momento, vimos cómo el hombre siniestro se giraba y miraba en nuestra dirección para ver si les veíamos o les seguíamos. Entendí lo que JJ quería decir entonces.

—Van hacia el callejón —habló.

—¿Damos la vuelta? —Pregunté.

—Sí —JJ metió las llaves de la camioneta y lo arrancó—. Los veremos al otro lado.

—Oye, tranqui —le dijo Kiara al ver que la camioneta arrancaba con rapidez.

—Que sí.

Mordí mi labio nerviosamente y JJ comenzó a avanzar por la calle con la camioneta. No los veíamos por ningún lado, por ningún callejón de los que había cerca.

—¿Pero a dónde han ido? —Preguntaba Kiara sin parar de mirar junto a mi.

—¿Y si se han metido bajo tierra? —propuso JJ—. Porque en C.H.U.D., cuando arrastraban a la gente a las cloacas, los humanos se convertían en humanoides por la radiación y de repente los sacaban...

—JJ, cállate —le interrumpí sin dejar de mirar a las calles con el ceño fruncido—, eso no tiene sentido.

—Ya, perdona. ¿Los veis?

—No —Kie no apartó su mirada.

—Encima tengo hambre —me quejé resoplando.

—Podríamos ir después a una tienda y comprar esos bollos tan famosos que venden aquí. —dijo JJ—. He escuchado que...

—Chicos —nos llamó Kiara perdiendo la paciencia—. Centraos.

JJ y yo asentimos y seguimos pendientes de Pope. No los vimos por ningún lado, así que aparcamos en una calle justo en frente de otro callejón y bajamos de la camioneta, dispuestos a encontrar a Pope a pie.

Caminamos buscando por todas partes y entramos en las zonas traseras de más casas. Había árboles y árboles, verjas y vallas, pero no escuchábamos ni veíamos a nadie. Me empecé a preocupar y a pensar en si sería cierto lo que había dicho JJ sobre los humanoides, incluso.

—¿Dónde coño estarán? —pregunté con miedo.

Entonces llegamos al callejón de Limbrey y escuchamos golpes y gritos. Eran voces masculinas.

—¡Para! —oímos cerca. Era Pope.

Kiara abrió mucho los ojos y nos indicó por dónde debíamos correr. Los tres comenzamos a seguir el sonido de las voces y los golpes con preocupación y por fin giramos a una esquina donde vimos dos chicos tirados en el suelo.

JJ fue el primero en llegar a ellos; Pope y el hombre siniestro forcejeaban en el suelo y trataban de llegar a lo que parecía un arma negra en el suelo. JJ fue rápido y alejó el arma de aquel hombre con el pie. Kie la alcanzó.

—¡Deprisa!

Pope, que seguía encima de ese hombre, dispuesto a golpearlo, nos miró.

—¡Pope! ¡Vámonos! —le alentó JJ.

Pasamos por su lado corriendo mientras yo le gritaba a Pope que se levantase. Pero Pope aprovechó para darle un puñetazo en la mandíbula al hombre en el suelo.

—¡Déjalo! ¡Larguémonos!

Entonces llegó la parte difícil para mi desde siempre: trepar un muro. Siempre me costaba y al parecer siempre me costaría.

Resoplé mientras veía cómo los demás saltaban sin esfuerzo alguno. Puse mis manos en la parte de arriba y salté, consiguiendo rasparme un poco la pierna, pero sin herida alguna, pues llevaba vaqueros largos.

—Mierda.

—Princesa, ¡vamos! —me decía JJ.

—¡No puedo!

Entonces saltó de nuevo el muro con mucha agilidad y se quedó frente a mi.

—Luego te preguntas que por qué te llamo así.

Le miré con los ojos entornados, pero al escuchar al hombre siniestro detrás de nosotros levantándose, nos miramos con terror.

—¡Vamos! —chillaba Kiara.

JJ me sujetó de la cintura y me alzó para después ayudarme a sujetarme de la parte superior del muro. Conseguí sentarme ahí y después salté. JJ fue rápido y llegó a mi lado al otro lado del muro en un segundo.

Comenzamos a correr y por fin llegamos hasta la camioneta.

—¡Rápido!—decía JJ.

Abrimos las puertas y entramos de manera torpe en el vehículo. Nos apretujamos y enseguida JJ arrancó tras escuchar nuestros gritos pidiéndoselo.

—¿¡Pero quién es esa gente? —Preguntó Kiara.

—No lo sé, ¡pero vámonos pitando! —respondió Pope.

JJ derrapó y después salió de esa calle con la camioneta. Giramos en algunas otras calles alejándonos de la casa, pero dos minutos después escuchamos un coche con la misma velocidad detrás de nosotros. Me giré y lo vi en la ventana.

—¡Creo que nos está siguiendo!

Intenté fijarme más en el conductor de aquel coche y pude ver a la distancia que era el rostro del hombre que yo había decidido llamar "siniestro". Y vaya si hacía justicia a su apodo, tenía una expresión que me hizo querer chillar como un bebé.

—¡Es él! —Confirmé.

—Esta calle es de sentido único —avisó Pope.

—Ya lo sé —decía JJ, aún sin cambiar de calle cuando claramente íbamos en dirección contraria.

—¿Qué haces, JJ? —Preguntó Kie, asustada.

—¡Es de sentido único!—Gritaba Pope.

—Ya lo sé...

Pero JJ seguía conduciendo recto y sin temor alguno.

—¡Nos está siguiendo! —Chilló Kiara.

—¡Eh! ¡Que viene un coche! —Rugió Pope.

Entonces grité y abracé a Pope con terror puro al ver que, efectivamente, un coche iba justo directo hacia nosotros.

—¡Gira ya! ¡A la derecha! —Le pedía Pope.

Pero JJ reía y miraba con emoción al frente, como si se tratara de un juego como el GTA o algo parecido. Todos le gritamos al mismo tiempo, pero no pareció alterarse. Rió mientras giraba en la próxima esquina y evitaba chocar con ese coche. Solté a Pope mientras soltaba un suspiro de alivio. JJ no redujo la velocidad.

Pero entonces, nada más girar, JJ se saltó un stop y una pareja de un chico y una chica —con bidones para gasolina rojos en sus manos— que en ese momento cruzaban por la carretera tuvieron que correr y se lanzaron al otro lado para no ser atropellados.

—¡JJ, cuidado!

—¡Que los matas!—Chillé desesperado.

—¡Quitad de en medio! —JJ se giró para gritarle eso a la pareja casi asesinada.

—¡Joder! ¡Por el amor de Dios! —Pope levantó las manos con impaciencia—. ¡Vas a matar a gente!

Me giré para ver si el coche nos seguía, y lo seguía haciendo.

—Esto sí es una conducción evasiva, colega —comentaba JJ, que al parecer seguía sintiéndose como en un videojuego.

Entonces vimos que seguía girando entre calles y esquinas con la misma velocidad, sin decir qué tenía pensado. JJ al volante era un peligro enorme. Bueno, al volante y en cualquier otra situación de la vida, realmente.

—¿A dónde vas? —le preguntó Pope.

—¡Espera!

Entonces giró de manera tan fuerte que Kiara tuvo que sujetarse al salpicadero, Pope se cayó sobre Kiara y yo acabé chocándome con JJ.

—¡JJ! —Gritó Kiara.

—¡Tío! —se quejó Pope.

La camioneta había girado hacia un callejón en un lateral de la calle y humo comenzaba a salir del capó como el día anterior.

—¡El carburador! —Se lamentó Pope.

—¡Me dijiste que estaba arreglado! —se quejó el rubio.

—¡No, no, no! —Decía Kiara.

—¡Y lo estaba!—Respondió Pope, sin saber si sentirse furioso o rendido.

JJ aparcó en medio del callejón sabiendo muy bien que no podíamos seguir escapando dentro de esa chatarra.

—¡Quizá si no te hubieras comportado como un maníaco al volante el carburador no habría dado de sí!—le espeté a JJ.

—¡Se nota que no sabes conducir y que no sabes nada de coches, porque...!

—¡Hay que salir, joder! —le interrumpió Pope.

JJ y Kiara abrieron las puertas y salieron con Pope y conmigo detrás de ellos.

—Vale, ¿y ahora qué, Mario?—Dijo Kie, enfadada.

—Primera regla—Exclamó JJ con furia—: no te fíes de un mecánico.

Cogimos nuestras mochilas de la caja de cargas y escuchamos cómo un coche llegaba detrás de nosotros. Era el coche verde caqui del hombre siniestro.

—¡Hay que dar la vuelta! —dijo Pope.

—¡Corred!

—¡Vamos, vamos, vamos!

Los cuatro comenzamos a correr como el viento y yo pensé que jamás me había sentido tan atlética como en ese momento. Las piernas se me movían solas y no pensaba en nada más que huir, temiendo por nuestra vida. Aquel hombre tenía pinta de ser algo psicótico y no tenía ganas de confirmar si mis sospechas eran ciertas.

Tenía la respiración agitada y mis pies tocaban el suelo con tal velocidad que me sorprendía a mi misma. Sin embargo, correr con la mochila del instituto en la espalda se me hacía más pesado.

Kiara se giró en medio de la carrera para vigilar al hombre detrás de nosotros.

—¡Chicos, creo que tiene una pistola!

—¡Agachaos! —Gritó JJ, y entonces se giró para darme la mano y hacerme correr a su altura—. ¡Princesa, no te separes de mi!

—¡No tenía pensado hacerlo!

—¡Vamos, Kie! —Le dijo Pope.

—¡Deprisa, deprisa, corre!

JJ me apretaba la mano con fuerza y quizá fue el momento tenso y que mi cabeza me estaba jugando una mala pasada, pero me pareció escuchar voces conocidas gritando nuestros nombres en alguna parte de la calle que teníamos detrás. Estaba tan decidida a salvar mi pellejo que ni siquiera le di más vueltas y no le di importancia.

—¡Me ha dado un calambre! —anunció Pope sin dejar de correr.

Me giré un milisegundo y vi que el hombre casi nos alcanzaba.

—¡Por aquí, por aquí!—decía JJ girando una esquina sin soltar mi mano.—¡Tenemos que separarnos!

—¿Y a dónde voy? —Preguntó Pope.

—¡Hay que despistarlo!

Entonces chocamos de frente con un pobre hombre de correos. JJ le empujó sin querer y todos los paquetes que tenía en los brazos saltaron hacia arriba en el aire para después caer al suelo.

—¡Joder!

—¡Lo sentimos mucho! —Le grité al hombre girándome sin parar de correr.

—¡Cuidado! —Decía Pope.

—¡Lo siento! —JJ saltó un matorral y después nos hizo correr hacia un callejón—. ¡Lo tenemos encima, corred!

El callejón era largo y parecía que nunca llegábamos a la esquina que daba a la calle abierta de nuevo. Kiara iba la última y temía por si le pasaba algo. El hombre nos pisaba prácticamente los talones.

—¡Yo voy a toda leche! ¡Tenéis que meterle caña! —JJ, sin embargo, no soltó mi mano.

Por fin llegamos a la esquina del final del callejón, pero pasó algo muy inesperado. Tuvimos que parar en seco porque algo o alguien justo pasaba enfrente de nosotros. Eran dos personas montadas en una bicicleta de carga de las que los ciudadanos de Charleston montaban de vez en cuando.

Pero en cuanto vi sus rostros, mi mundo se paralizó. El mío y el de mis amigos a mis lados.

Fue como si de repente saliéramos de aquella escena de persecución tan peligrosa. Mis sentidos se calmaron y mi boca se quedó abierta de la sorpresa. La de ellos también.

Tenían aspecto mugriento, de no haberse lavado en días y de haber pasado por un infierno de cosas horribles, pero estaban allí. Con el cabello despeinado, la ropa sucia y llena de sangre y tierra. Sus rostros rojos y los ojos iluminados en cuanto se posaron sobre los nuestros.

John B Routledge y Sarah Cameron estaban frente a nosotros.

Con la misma ropa que llevaba el día que desaparecieron y aparentemente el mismo aspecto, los veía más diferentes que nunca.

Todos sonreímos al mismo tiempo, sintiendo que todo había merecido la pena.

Parpadeé, como esperando a que aquello fuera una ilusión. Pero no lo era. Sarah me miró y las dos sonreímos, los ojos prácticamente se me llenaron de lágrimas, la tenía frente a mi.

Entonces John B rompió la magia del momento y gritó:

—¡SUBID!

—¡Arriba! —nos ordenó Sarah.

No tardamos ni dos segundos en obedecer, Kiara y yo fuimos directas al interior de la bicicleta de carga. Me senté al lado de Sarah y Kie a mi otro lado. JJ y Pope fueron a la parte trasera de la bicicleta para empujarla y darle más fuerza a John B para pedalear, pues era el que estaba en el manillar.

—¡Empujad! —Gritaba Kiara.

JJ y Pope empujaban e impulsaban a la bicicleta más adelante.

—¡Más rápido!

Llegamos a la carretera con la ayuda de ambos y entonces vimos que detrás de nosotros llegaban corriendo tres hombres: el hombre siniestro y otros dos que yo acababa de ver por primera vez pero que al parecer —por alguna razón— perseguían a John B y a Sarah.

—¡Dale! —les decía a Pope y a JJ.

Los hombres que seguían a nuestros amigos pararon al darse cuenta de que no nos alcanzarían. Pero el hombre siniestro no quería rendirse y no cesó de correr.

Me giré hacia Sarah y nos miramos sonriendo para después gritar de alegría a pesar de la situación que estábamos viviendo y nos abrazamos con fuerza. No me podía creer que Sarah me estuviese abrazando. No lo asimilaba del todo aún.

—¡Empuja, Pope! —Escuché que le decía JJ, ellos seguían detrás, corriendo mientras empujaban.

Kiara también soltó un grito de alegría y a abrazó a Sarah. Las tres nos miramos sin caber en nuestro asomo. Aquello estaba ocurriendo de verdad.

JJ se colocó en un lateral de la bicicleta, de pie, y Pope siguió empujando.

—¡Pedalea, que nos pilla! —le dijo JJ a John B.

—¡Es lo que estoy haciendo!

Entonces Pope se soltó sin querer de la bicicleta y tropezó cayendo al suelo y dando la voltereta de manera dolorosa por el asfalto.

Chillé aterrorizada, pues el hombre siniestro estaba a centímetros de él.

—¡Pope, levanta! —le ordenó JJ, como si no fuese lo que iba a hacer igualmente.

El hombre siniestro intentó llegar a él estirando el brazo en su dirección, pero no lo alcanzó. Pope llegó hasta nosotros con su mochila en la mano y Kiara le tendió la mano para después ayudarlo a impulsarse al interior de la bicicleta, que en realidad era como un carro.

Una vez subido, notamos que el hombre se sujetaba de detrás del carro y Kiara y yo chillamos al mismo tiempo. Sarah y JJ fueron rápidos y le golpearon al mismo tiempo, consiguiendo que se desestabilizase y cayese al suelo.

—¡Quita! —le gritó Sarah, asqueada.

—¡Wuuu! —Dijo JJ sonriendo—. ¡Ahí te quedas!

—¡Adiós, capullo! —Le dijo Pope, sacando el dedo corazón.

Yo grité de la emoción y después comencé a reír como una loca mientras los seis avanzábamos por la carretera montados en el mismo carro. John B pedaleó sin parar y todos empezamos a gritar y a rugir cosas sin sentido de lo emocionados que estábamos.

Alcé los brazos y solté un alarido de victoria mientras Sarah reía y me abrazaba de lado.

—¡Te mando un besito! —Le gritaba JJ aún al hombre siniestro mientras los demás reíamos.

Para cuando llegamos a la playa donde Sarah y John B habían dejado el bote en el que habían llegado, todos estábamos tan contentos que ni siquiera nos sentíamos cansados. Estábamos preparados para volver a nuestro hogar.

Una vez dentro, miré a mis amigos con una gran sonrisa a medida que el bote se alejaba de aquella ciudad en la que habíamos conseguido el reencuentro tan esperado.

Sarah me agarró la mano mientras John B abrazaba a sus amigos y Kiara se tiró encima de nosotras mientras reíamos como locas.

Quizá fue el mejor momento de toda mi vida. El más feliz. Todos estábamos juntos de nuevo y creí no haberme sentido tan completa como ahí.

Todo había merecido la pena.


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¡¡¡AHHHHHHHHHHHHH!!!

Dios me encantó ver el reencuentro en la serie y me ha encantado escribirlo aquí. ¡POR FIN ESTÁN TODOS JUNTOS!

Es una escena increíble. Tenía muchísimas ganas de llegar a este momento, para mi es uno de los mejores de la serie. Ahora que están todos juntos otra vez van a pasar muchas cosas, y la mayoría ya las sabéis, obviamente.

Ahora Rafe, John B y Sarah están otra vez en Outer Banks. Las cosas se ponen aún más interesantes, por si fuera poco.

¿Tenéis ganas del siguiente capítulo? No tardará.

¿Team JJ o Team Rafe?

¿Team Sarah o Team Kiara para Lottie?

¿Qué creéis que va a pasar?

¿Team pizza o Team hamburguesa?

Bueno, ya me callo. Nos vemos en el próximo. ¡Os amo!

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