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—¿Lleváis la cuerda? —Preguntó John B.

—Claro —Respondió JJ.

—¿El gancho?

—No tenemos gancho. Ni que fuéramos Batman.

Avanzábamos metidos en el Twinkie hacia la casa de los Crain. Estaba anocheciendo y yo había conseguido convencer a mi madre de salir aunque no supiera a dónde iba. Y lo cierto es que mi atuendo era algo sospechoso, pues yo solía vestir mucho más alegre y veraniega y en ese momento vestía unas mallas negras y una sudadera negra con el cabello recogido en una trenza.

—¿Polea? —Preguntó nuestro líder en cuanto llegamos frente a la casa de los Crain.

—Sí —Dijo Kie.

—¿Ropa oscura?

—Sí —Respondió Sarah.

Por suerte el "enfado" hacia nosotros no duró más de cinco minutos porque estaban demasiado emocionadas por ir por el oro esa misma noche.

—¿Linternas?

—Sí, mi capitán —dije con mi mano en la frente como un soldado.

—Vale, guay. Pues listos.

—Vamos —Asintió Kiara.

Tenía los nervios a flor de piel. Pero debía desquitarme de esos pensamientos. La señora Crain fue una asesina, sí. Pero ahora era una anciana y dudaba mucho que pudiera hacer mucho contra seis personas en mayor forma que ella. ¿No?

—Venga —Dijo JJ mientras John B abría la puerta de la caravana—. A forrarnos.

—Bien dicho —asintió Kiara.

John B salió y caminó hasta la puerta trasera donde estábamos el resto.

—Venga chicos —intentó animarnos Sarah.

—Y chicas —Puntualizó Kiara.

—Vamos allá —John B deslizó la puerta dejándonos frente a él con expresión seria haciendo que dejáramos de intentar levantarnos.

—Un momento.

Todos lo miramos con confusión.

—Quiero daros las gracias, de verdad —nos miró de manera sincera y profunda a cada uno de nosotros—. Significa mucho que estéis aquí.

No pude evitar sonreír sintiendo mucho cariño repentino hacia él. Una ola de ternura me recorrió.

Kiara puso los ojos en blanco con una pequeña sonrisa.

—Siempre.

—Claro, hombre —Pope lo miró de la misma manera.

—Amigo —John B hizo un saludo de manos con Pope que compartían los Pogues.

Sarah y John B se miraron durante unos segundos, sonriendo.

—Venga, las pajas para luego —JJ rompió la magia del momento—. ¿Vamos al lío?

—Pensé que era la única que lo pensaba —respondí incorporándome—. Son cuatrocientos millones de dólares, John B, no tienes que agradecernos nada. —bromeé.

Los demás rieron por lo bajo y finalmente salimos de la caravana intentando reunir mucha valentía. Más de la que realmente sentíamos.

—Vamos a por el trigo del pozo —Nos animó John B mientras salíamos del vehículo.

—¿Porro? Venga vale —contestó JJ haciéndome reír.

—Pozo, he dicho pozo.

Sarah llegó hasta la valla y Kiara la apuntó con la linterna.

—Después de ti, las señoritas primero. Ale-hop.

Sarah no lo dudó y trepó la valla con más facilidad de la que me había esperado para después llegar al interior de la propiedad. Kiara me señaló la valla con la cabeza y decidí no desobedecerla porque ya la había visto enfadada demasiadas veces.

Subí la valla con más torpeza que Sarah y escuché las risas de los Pogues debajo de mi.

—Que os den por el culo y sin compasión —les dije sacándoles el dedo corazón.

—Ten cuidado —Me dijo John B con diversión—. Utiliza las dos manos o te caerás.

—Sí, no queremos que esa cara de princesita se rompa, ¿no? —Bromeó JJ.

Le miré mal aunque en el fondo sentí una punzada extraña. Las cosas —al menos para mi— habían cambiado un poco después de la escena de la noche anterior.

Intenté alejar esos pensamientos y cuando llegué a la cima de la valla, me tiré al suelo y caí sobre el césped del jardín de los Crain.

Me hice daño en la rodilla ya herida por la caída en el cementerio, pero preferí no quejarme por el bien de mi dignidad. Sarah me vio e intentó no soltar una carcajada.

La siguiente fue Kie y después el resto de chicos. Todos caminamos por el jardín directors a la casa guiados por nuestras linternas.

Cuando llegamos hasta la casa, la miramos algo intimidados. Y entonces una luz se encendió en el porche.

—Joder —maldijo Kiara y todos corrimos a escondernos detrás de un arbusto.

—¡Mierda! —exclamó Pope—. ¡Agáchate!

Me agarró la mano y prácticamente me tiró al suelo porque yo no había sido rápida y me había quedado mirando la luz con sorpresa.

—Linternas —avisó Kiara.

Todos apagamos nuestras linternas.

—¡Parpadea! —le dijo JJ a Pope al ver que una de las linternas no se apagaba. Pero finalmente consiguieron hacerlo.

John B nos hizo callar con un dedo sobre sus labios. Mi corazón galopaba desbocado.

—Tiene luces —comenzó a explicar Pope con nerviosismo— con sensor de movimiento.

—¿Podríamos... movernos muy lentamente? —Propuso JJ.

—¿Qué? —Preguntamos Sarah y yo frunciendo el ceño.

—No funciona así —le dijo Pope.

—¡Oh! —Exclamó John B susurrando—. Venga, tirémosle una piedra.

—Es una buena idea —Respondió Kie sarcásticamente—. Avisar a la asesina del hacha de que estamos aquí.

—¿Tirarle una piedra? No había una idea mejor —le decía Pope.

—Cualquier cosa excepto eso —pedí yo.

—¿Y el interruptor? —Dijo Sarah. Todos la miramos—. En el cuadro de luces del porche.

Yo abrí la boca con sorpresa. Era cierto. Yo había venido aquí antes a jugar con Sarah. ¿Cómo no me había acordado? Nunca asocié esa casa con ninguna historia de los Crain y siempre jugábamos con la electricidad del lugar.

—De pequeñas veníamos a jugar al escondite aquí con Rafe —recordé sonriendo.

—Sí —Asintió Sarah—. Y a veces llegábamos hasta el porche. Lo hemos visto.

—¿Cómo se me había olvidado? —Murmuré sorprendida—. Iré yo.

—No —Respondió JJ rápidamente—. No vas a ir a la casa tú sola.

¿A qué venía eso?

—¿Que no? —Me quedé algo confundida.

Todos miraron incrédulos a JJ. Pero él no se retractó.

—Crain despedaza a la gente —declaró con dramatismo. Puse los ojos en blanco.

—Eso es lo que crees tú. Pero ya tiene unos noventa años.

—Sí, más o menos.

—Seguro que ni se tiene en pie —añadió Sarah—. Voy con Charlie.

—Lottie —le corrigieron todos a la vez. Sarah simplemente chasqueó la lengua.

—Y yo con vosotras —Dijo Kie.

Nos miramos entre las tres y sonreímos sin poder evitarlo. Éramos un grupo inesperado pero casualmente funcionaba.

—Esperad a nuestra señal —Nos pidió John B.

—Entendido —Asintió Sarah mientras las tres nos levantábamos intentando no hacer ruido.

Salimos del arbusto pero John B exclamó en un susurro:

—¡Oye! —Nos giramos las tres pero él miraba a Sarah—. Ten cuidado.

—Sí.

Kie apretó mi mano y cuando la miré mientras andábamos vi que apretaba sus labios con fuerza para no reír. Yo tuve que hacer lo mismo porque si comenzaba reír quizá despertaría no solo a Crain, si no a todo el vecindario.

Sarah iba la primera apuntando con su linterna.

—No me puedo creer que ese recuerdo del escondite se hubiese esfumado de mi memoria —comencé a decir asombrada sin poder evitarlo.

Kiara y Sarah me chistaron a la vez.

—Vale, perdón. Ya me callo.

Pasamos entre unas plantas que eran tan altas como nosotras y llegamos hasta una de las paredes exteriores de la casa.

—Debe de tener un generador conectado al suministro de corriente —comenzó a decir Sarah.

Caminamos pegadas a la pared y a las plantas para no ser detectadas por el sensor de movimiento.

Llegamos a las escaleras del porche y tratando de ser lo más silenciosas que podíamos, subimos peldaño a peldaño sin siquiera respirar demasiado fuerte.

Apuntando con nuestras linternas Sarah y yo, Kiara se acercó al suministro y lo abrió para poder ver su interior. Miré a todas partes esperando encontrarme con esa anciana loca en cualquier momento.

—¿Y los interruptores? —Preguntó Sarah cuando vimos el lío de cables que había metidos en el pequeño cuadrado del suministro.

—¿Esto qué es? —Kiara miró a todas direcciones.

Me dio un vuelco el corazón.

—No, no, no, no.

—Joder —se lamentó Kiara.

Apunté con la linterna por dónde seguían los cables y vi que estaban dentro de una pequeña tubería blanca que entraba en la casa.

—Sigue hasta dentro —apunté con temor.

Kiara no lo dudó dos veces cuando se dirigió hacia la puerta de rejas blanca y la abrió haciendo un chirrido. Después nos miró algo asustada antes de girar el pomo de la puerta que daba al interior de la casa.

Se abrió.

Sarah y yo entramos detrás de ella con nuestras respiraciones agitadas.

El interior estaba oscuro y aparentemente vacío. Sólo se escuchaban nuestros pasos contra la madera del suelo y nuestras respiraciones. Mi frente estaba perlada de sudor.

Y entonces el sonido de un gato rabioso estalló en el silencio y yo tuve que reunir mucha fuerza para no chillar en ese momento.

Seguimos andando en busca del cable hasta que Kiara dijo:

—¡Eh! —señaló un cable del techo.

—Sí —Sarah y yo contestamos al mismo tiempo, asintiendo con la cabeza.

Era el cable de los interruptores. Lo seguimos y cuando giramos una esquina dimos con una pared donde estaba los mandos de control. Kiara sonrió ajustando su gorrino en la cabeza para después posar su mano en el mando de control.

—A ver...

Apagó un interruptor con una mueca en su cara. Y después hizo lo mismo con otro.

Lo habíamos conseguido.

Ahora teníamos que llegar al sótano.

Pero el sonido de algo crujiendo cerca de nosotras nos hizo mirar a ese punto. Rápidamente nos pusimos contra la pared y apagué mi linterna ahogando un grito.

El reloj de pared comenzó a sonar indicando que era en punto o y media.

—Joder —Susurró Sarah.

Me sentía segura en ese momento porque estaba entre ellas dos y odiaba estar a los lados.
Me pregunté qué estarían haciendo los chicos en ese momento. Esperaba que estuviesen en el pozo como mínimo.

Me pregunté también qué estaría haciendo Rafe y cuál sería su reacción si viera dónde estaba yo. Y qué estábamos haciendo.

—Tenemos que movernos —les dije.

Pero entonces se escuchó en las escaleras, arriba, el sonido de unos pasos y de un bastón contra el suelo. Nos miramos con los ojos muy abiertos.

—¿Es quién creo que es? —Dije en un susurro.

Sarah me tapó la boca con la mano rápidamente para evitar que yo dijese algo más.

La anciana comenzó a bajar las escaleras lentamente, el corazón me latía con demasiada rapidez.

—Joder —Repitió Sarah.

Estábamos en tensión pura. No podía más con ese estado de nervios.

Iba a morir a manos de una asesina. Ni siquiera me había dado tiempo a decirle adiós a Rafe o que estaba súper enamorada de él por última vez. Cerré los ojos con fuerza.

Sarah quitó su mano de mi rostro y las tres miramos a todas partes buscando alguna manera de escapar. Pero era muy complicado y si la señora Crain nos veía o escuchaba a los chicos estábamos perdidos.

Entonces el rostro de la señora Crain apareció frente a nosotras, y comenzó a caminar justo a nuestro lado. Tenía los ojos abiertos de par en par y en ellos se veía la mirada nublada.

Estaba ciega.

Kiara tapaba su propia boca con la mano y yo apretaba mis labios con tanta fuerza que pensé que me cansaría. Pero sabía que si emitía cualquier ruido podía acabar muy mal. Aún así era difícil porque estaba aterrorizada.

—Te oigo, Leon —dijo de repente, con voz carrasposa.

¿Leon? ¿Su marido? Esa vieja estaba loca.

—¡Estaba esperándote!

Entonces se giró en redondo hacia nosotras a la vez que la linterna de Sarah se encendía. Su rostro iluminado nos asustó de lleno. Sus ojos se veían horribles y su cara arrugada le daba aspecto de moribunda.

Las tres gritamos a la vez y comenzamos a correr lejos de allí.

Nos gritábamos las unas a las otras que corriésemos y aunque entramos en otro pasillo, realmente no sabíamos a dónde ir. Sarah se fue por otro lado reo yo abrí una puerta de madera y Kiara y yo entramos por ella.

—¡Leon! —Rugía la señora Crain.

Llegamos a otra puerta, pero esta estaba cerrada con cerrojo. Y además, tenía tablas de madera puesta sobre ella, clavadas en la pared, para evitar que ésta se abriese de todos modos.

—¿¡Dónde estás, Leon!?

Kiara intentó abrir el cerrojo, pero no cedía. Yo no paraba de alternar mi mirada entre la puerta y la entrada de la sala.

Kiara consiguió quitar el cerrojo y abrió, pero no podía abrir igualmente por las tablas.

—Vamos, joder —me quejé desesperada dándole un golpe a la puerta.

Pero nos giramos y al hacerlo me dio un vuelco el alma. Teníamos a la señora Crain frente a nosotras.

La loca intentó golpear en nuestra dirección con su bastón y Kiara y yo nos lanzamos a cada lado esquivándola. Crain siguió dando golpes a diestro y siniestro rompiendo cristales y su decoración.

Y cuando Crain —que gritaba como una posesa— iba a golpear en mi dirección, tirada en una esquina, una mano paró el golpe agarrando el bastón.

Sarah.

La señora Crain se echó hacia atrás sorprendida y Sarah nos agarró la mano a ambas para llevarnos lejos de allí.

—¡Vamos, corred! ¡Por aquí!

Yo asentí sin que me salieran las palabras por el susto y la impresión.

—Vale, vale —decía Kiara.

Llegamos a otra sala y no dudamos en cerrar la puerta con fuerza. El cabello se pegaba a nuestros rostros por el sudor. Nos quedamos sujetando la puerta unos minutos cuando el grito de Crain resonó al otro lado y comenzó a golpear la puerta... con el hacha.

Me giré y vi que había una puerta.

—¡Por aquí, chicas! —grité corriendo hacia allí—. ¡Tiene que dar al sótano! ¡Rápido!

Ellas corrieron en mi dirección mientras escuchábamos cómo la madera de la puerta se rompía por los golpes del afilado hacha. Era surrealista.

Abrimos la puerta y entonces dimos con un pasillo donde había otra puerta abierta. El fondo estaba oscuro y había escaleras así que lo bajamos sin mirar atrás.

—¡Chicos! —Gritábamos nosotras.

Llegamos hasta el final y vimos que JJ y Pope sujetaban una cuerda que se perdía por el pozo. Nos miraron con los ojos muy abiertos.

—¿Qué? —Dijo JJ.

—¡Pero bueno! ¿Qué pasa? —Preguntó Pope.

John B debía estar ahí abajo.

—¡La señora Crain está ahí arriba!—Explicó Kiara, alterada.

—Ha intentado matarnos —dije yo con la respiración agitada y cortada mientras Sarah se apoyaba en sus rodillas para coger aire—. Tenemos que salir de aquí echando leches.

—¡Con un atizador! —Decía Kiara—. Hay que salir de aquí.

—La hemos encerrado en el salón, ¡pero hay que irse! —Ordenó Sarah.

JJ abrió mucho los ojos.

—Nos vamos, ¡nos vamos! —se inclinó hacia el pozo—. ¡Eh, John B, tío! ¡Hay que subir!

—¡JJ! —Escuchamos dentro del pozo—. ¡Esperadme, ya voy!

Todos agarramos la cuerda por la que John B se sujetaba y comenzamos a tirar de ella hacia fuera. Hice toda la fuerza que pude y noté cómo las palmas de mis manos y las huellas de mis dedos se quemaban un poco por la fricción de la cuerda y mi piel. Pero sentía tanta adrenalina y tenía tantas ganas de sobrevivir que en el momento me dio igual.

—¡Uno, dos, y tres! —Gritaba Pope—. ¡Tirad!

Solté un gruñido haciendo fuerza y tiré hacia nosotros. La cuerda pesaba mucho por John B, pero entre nosotros podíamos subirlo.

Me equivocaba.

La cuerda se soltó a la vez que nosotros caíamos al suelo de culo.

—¡Joder!

Corrimos hacia el borde del pozo.

—¿Dónde coño está? —Preguntó JJ con preocupación.

—¡John B!

Lo busqué a través de la oscuridad del pozo apretando con fuerza su piedra, esperando encontrar la cabeza de John B o algo parecido. Tenía que estar bien.

Escuchamos una voz dentro y Kiara nos chistó para poder escuchar.

Y John B gritó algo con mucha emoción.

—¡He encontrado el oro!

Nos quedamos paralizados.

—¿Qué ha dicho? —Cuestionó Pope.

—¡JJ! ¡Kie! ¡Lottie! ¡Sarah! ¡Pope! —Escuchábamos su voz con dificultad por la distancia y el agua.

—¡Se está ahogando! —Chilló Sarah—. ¡Hay que sacarlo!

—¡Dios mío, John B! —Exclamó Kiara a la vez que los cinco agarrábamos la cuerda de los dos lados y tirábamos de nuevo hacia el exterior.

—¡John B! —le llamó Pope mirando hacia el pozo—. ¡Agárrate a la cuerda, vamos a subirte! ¿Vale, tío?

—¡Tirad con fuerza! —ordenaba Sarah.

—¡Vale, estoy! —avisó John B.

—¡Vamos!

—¡Venga, tirad!

Todos gritábamos cosas por la desesperación y por la adrenalina pero todos hacíamos todo lo que estaba en nuestra mano para sacar a nuestro amigo de allí. Gruñí y grité mil veces por el esfuerzo que estaba haciendo en ese momento. John B debía salir de allí.

Hasta que escuchamos el disparo.

Todos gritamos a la vez pero no soltamos la cuerda.

—¡Cuidado! —Gritó JJ.

—¡Mierda! —Me lamenté.

—¡La cuerda! —avisó el rubio. Y aunque no habíamos soltado la cuerda, el impacto del disparo había hecho que hiciéramos menos fuerza y ésta había bajado unos centímetros de nuevo.

—¿Qué hacéis? —Gritó John B nervioso abajo.

—¡Aguanta, John B!

Sujetaron la cuerda en un poste para que no bajara y todos se echaron al suelo.

—¡Princesa! —Escuché que me llamaba JJ.

Corrió hacia a mi y literalmente me tiró al suelo a la vez que la señora Crain apuntaba en nuestra dirección con la escopeta que tenía en sus manos.

Me di un golpe en el suelo mientras notaba la mano de JJ en mi espalda.

—¿Estás bien? —me susurró con preocupación.

Asentí sin emitir palabra.

Sarah y Kiara se acababan de esconder debajo de una tuberías.

—Tiene mala puntería —recalcó Kiara.

—No ve —asintió Sarah.

—Es ciega.

Pero la señora Crain desmintió el comentario sobre la puntería cuando disparó hacia esa dirección. Ellas salieron corriendo del lugar. Quizá era ciega, pero tenía un oído de muerte.

Nunca mejor dicho.

La mano de John B asomó en el borde del pozo. Lo estaba escalando.

La señora Crain disparó en nuestra dirección y literalmente rozó mi brazo. Grité y los tres nos levantamos del suelo.

—¡Corred! —Gritó Pope.

Sarah y Kiara ya habían escapado y habían salido del sótano, ahora nos tocaba a nosotros.

JJ y yo nos levantamos con torpeza del suelo mientras el rubio agarraba mi mano con fuerza y me llevaba con él.

—¡Deprisa! —nos decía Pope.

—¡Ya voy, tío!

Salimos por el hueco del día anterior y por fin dimos con el aire libre. Otro disparo se escuchó seguido de un grito como «¡Yu-hu!» por parte de John B.

—¡JJ, no me dejéis aquí!

Llegamos hasta la caravana y la abrimos sin pensarlo dos veces.

JJ entró en el asiento conductor y los demás nos metimos en la parte trasera. Las luces interiores se habían encendido y lo único que hacíamos era gritar cosas a la vez.

La caravana arrancó.

—¡John B!—Grité al verlo saltar la valla lleno de un líquido negro.

—¿Por qué siempre acaban disparándonos? —Se lamentaba Pope.

Sacamos las manos por las puertas y le comenzamos a gritar a John B que se diera prisa. El corría sin mirar atrás hacia nosotros.

—¡Date prisa! —Le decía Kiara.

—¡Sube! —decía Sarah.

—¡Ya voy, ya voy!

John B fue rápido y llegó hasta la puerta mientras corría. Agarró las manos de Kiara y de Pope y entró en la caravana de un impulso.

Estaba lleno de mierda.

Pero sonreía.

—¡John B, cómo estás!—Kiara puso las manos en su cabeza con sorpresa.

—¡JJ, acelera! —Grité.

—¡Dale caña! —Dijo Pope.

JJ, aunque conducía, se dio la vuelta y miró a John B con expresión sorprendida y divertida al ver su estado.

—¡Pero bueno!

John B respiraba con dificultad apoyando su cabeza en el respaldo del asiento copiloto mirándonos de frente.

—¿Estás bien? ¿Te ha dado? —le preguntaba JJ girándose todo el rato para mirarle.

—No—Respondió John B.

Todos soltamos un suspiro de alivio.

—Si me hubiera dado lo sabría, ¿no? —Preguntó Kiara poniendo sus manos en su pecho.

—Hay gente que no se da cuenta cuando está viviendo momentos llenos de adrenalina —respondí con los ojos muy abiertos y entonces comencé a palpar todo mi cuerpo en busca de una herida junto al resto con su cuerpo.

—Estás... hecho un asco —Pope miró a John B con una sonrisa.

—Vaya pestazo hechas —asintió Kiara con cara asqueada.

—¿Qué coño acaba de pasar? —Dijo ahora Sarah.

—Pasará a la historia de los Pogues —JJ echó hacia atrás su cabello con la mano libre.

—Sin duda —Kiara palmeó su espalda—. ¡Esa zorra está poseída!

—¡Y no tiene puntería! —Añadió Sarah.

—Eso díselo a mi herida en el brazo —dije señalando la sangre en mi brazo por la bala que había rozado mi piel.

—¡No!—Todos miraron mi herida con la boca hecha una "o".

—¿Estás herida? —JJ se giró con preocupación.

—¿Cómo... se mueve... tan rápido? —se extrañó Pope hablando con dificultad.

—Está poseída —recalcó Kie.

—No lo sé, ¡y es ciega! —Respondió Sarah.

—Como el maestro Yoda —la comparé con mi personaje favorito de Star Wars.

—Eso no tiene sentido —Me dijo Pope.

—Científicamente hablando —asintió JJ, dándome la razón.

—Hará yoga... o pilates... —Kie dijo haciéndonos reír a Sarah y a mi—. Muy fuerte.

Entonces vimos que John B —el cual había estado en silencio— agarraba un objeto en su mano al cual le estaba quitando la suciedad con el dedo pulgar. Era brillante... y dorado.

—¿Qué es eso? —le dijo Kie.

—No me jodas —dije abriendo mucho los ojos.

No podía ser lo que yo creía que era.

—¡John B lo ha conseguido! —Festejó JJ.

Los ojos de Pope estaban tan abiertos que parecía que se le saldrían.

—¡No me jodas! —Decía Sarah sonriendo muchísimo.

—¡Lo he conseguido! —Gritó por fin John B.

Todos gritamos y vitoreamos al mismo tiempo sin poder creerlo aún. Comencé a aplaudir mientras soltaba gritos de victoria. Era un lío donde todos gritábamos como locos y dábamos golpes a todas partes igual que simios.

Era el oro.

—¡Esperad! —Kiara nos miró a todos—. ¡Vamos a ser ricos! ¡Ricos como kooks!

Yo ya lo era, y Sarah y Kie también, pero comenzamos a gritar lo mismo junto al resto. En ese momento nosotras habíamos descubierto algo nuevo también. Algo que podía darnos dinero que no viniese de nuestros padres.

—¡Seremos kooks! ¡Seremos kooks! ¡Seremos Kooks! —cantábamos a la vez moviendo nuestros brazos al son de la frase. Lo repetimos una y otra vez.

Así avanzamos hacia el arrabal mientras comenzaba amanecer, montados en Twinkie y ahora con más esperanzas de una vida mejor para todos.

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¡Hola! Qué ingenuos, ¿no? No saben todo lo que les espera. Al menos se lo han pasado bien... más o menos.

Nos vemos en el próximo capítulo. Se viene drama. ;)

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