CAPITULO TRES

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Mike

––¡Lo hiciste, lo hiciste! ––saltaba la pequeña chica emocionada por la noticia––. Mike no puedes resistirte a un reto.

––No lo hice por el reto ––Mike se encontraba un poco apenado––. En verdad necesito solucionar este problema, Lex.

––Mira el lado bueno, siempre le estás echando un ojo a ese chico, es una buena oportunidad para comenzar a acercarte a él. Dime ¿Ya sabes su nombre? ––no tuvo más remedio que asentir. Sabía que podía volver un poco insoportable si no lo decía.

––Se llama Kun ––comento––. Y solo lo veo porque me parece un poco extraño, su cabello es bonito.

––Uuuy si, como no ––Mike decidió no ser grosero con su amiga y dejó aquel tema allí.

Mike continuó limpiando y guardando las cosas en sus lugares correspondientes, ni siquiera le pidió su número a Kun ¿Debería esperar a que el fuera? ¿Cómo se verían cuando tocará el momento?

El teléfono de Mike comenzó a sonar en ese momento. Una llamada de su mamá, grito un poco del miedo y dejó la caja a cargo de Lexi.

––¿Bueno? ––contesto con nerviosismo. Estaba detrás de la puerta del almacén.

––Hola amor ¿Te encuentras bien? ––la voz de su mamá era muy tranquila y serena.

––Hola mamá, todo bien ––mintió.

––Mmmh no suenas bien dime, ¿Estás nervioso porqué te estoy llamando? ––Mike suspiro, no se le escapaba nada a esa mujer.

––Un poco.

––Nos preocupamos por ti, no queremos que estés en malos pasos, lo sabes ¿No? ––se hizo un pequeño silencio durante la llamada––. Amor, ¿Hay algo que quieras decirme?

Tuvo el impulso de decirle a su madre que todo era una mentira, su hijo no estaba saliendo con nadie, solo quería ahorrarse un sermón que te daría cualquier padre preocupado. Mike odiaba los sermones pero sabía que no lo hacían para mal.

Se sentía como un mal hijo.

––Mamá…

––¿Si, amor? ––la voz de la mujer continuaba siendo dulce, Mike quiso llorar de la frustración, le estaba mintiendo a una mujer que solo se preocupaba por el.

––Esta noche… Llevaré a mi pareja ––«No puedo hacerlo»––. ¿Puedes avisarle a papá? Prometo llegar temprano.

A pesar de estar a metros de distancia, Mike pudo notar el asombro de su madre, tal vez esperaba que confesará que todo era una mentira igual que Mike esperaba hacerlo. Al menos cuando tuviese el valor.

––Estoy emocionada de conocerlo ––sin más que decir, colgó.

Mike recordó el día en que salió del clóset, había llovido demasiado y se había tardado una hora más en llegar a su casa. Tenía apenas 16 años y era muy inmaduro con algunas de sus decisiones, le asustaba decir que era abiertamente gay y que en un par de meses no fuera así.

A pesar de llevar paraguas, había llegado a casa todo empapado de lluvia, su madre lo recibió con una toalla caliente mientras que su padre la ayudaba en la cocina.

«Soy hijo único ––pensó––. Si les confesará ser gay estarían decepcionados de mí. No podría darles nietos o una linda chica a quien halagar».

No tenía contacto con ninguno de sus demás parientes desde que se fueron , por lo que, la única opinión que importaba dentro de aquella decisión, era la de ellos, por eso estaba tan nervioso. Confesarles a las únicas personas que han dado todo por el que no era como lo habían planeado, resultaba aterrador, incluso para él, que lucía inmune al miedo.

Su padre se acercó a él sentándose a su lado. El hombre suspiro dándole unas palmas en la espalda. Se preocupaba pero jamás supo demostrarlo de una manera afectiva.

––¿Y? –Mike lo miro––. ¿Qué tal las clases?

––Todo bien, papá ––respondió mordiéndose el labio, era un poco incómodo entablar una conversación con él––. Saque un diez en química.

––Ese es mi hijo ––por un momento intento dar un aplauso, se arrepintió al instante y bajo las manos con un poco de nerviosismo. El hombre mayor y maduro se sentía nervioso en aquel momento––. ¿Qué hay de esa compañera tuya? La que vino a ayudarte con las tareas.

––Es cierto ––dijo su madre inclinándose para dejar las tazas de té caliente delante de cada uno––. Es una niña muy encantadora ¿No te gusta ni un poco?

––Ella vino a ayudarme con la tarea porque me enferme ––explico con naturalidad, tomando el té con sumo cuidado entre sus manos.

––Pero aún así no puedes negar que es bonita. ––insistió su padre.

Mike bebió un poco de té para calmarse y lo dejo una vez más en la mesa.

––Admito que Frank tiene ciertas características atractivas, capaces de hacer que un hombre se sienta envuelto fácilmente en ellas –a–sintió dándoles las razón––. Aún así… ––bebió otro sorbo––. No me siento atraída por ella, mamá, papá.

––¿Te gusta alguien más? ––pregunto su madre acariciando su hombro con dulzura––. No queremos hacerte sentir presionado. Si no te gusta alguien puedes decírnoslo.

––O si te gusta aún mejor. ––la mujer le dio una mirada de reproche a su esposo––. O no, como sea.

Mike miro el té por un rato antes de responder.

––Si me gusta alguien.

Sus padres disimularon su alegría ante la noticia tan esperada.

––¿Cómo se llama la afortunada, campeón? ––su padre parecía aún más orgulloso que la propia madre.

––Se llama Nate. ––guardo silencio por 8 segundos exactos en donde los rostros de felicidad de sus padres se fueron desvaneciendo––. Mamá. Papá. ––tomo aire––. Soy gay.

El momento de silencio se alargo cada vez más hasta que, el primero en levantarse fue su padre, sin mirarlo, solo puso su mano en su hombro pronunciando esas dos palabras que, sin saberlo tendrían el mayor impacto en la vida de Mike.

––Te quiero, hijo. ––así fue como salió de la sala y camino directo al cuarto, Mike escucho a la perfección como la puerta se cerro. Fue entonces cuando su madre lo acogió en sus brazos abrazándolo con fuerza, repitiendo las mismas dos palabras.

––Te quiero, hijo. ––solo que esta vez, su madre dejó un beso en su cabeza buscando lágrimas que limpiar.

No habían. No habían lágrimas que limpiar, Mike estaba bien, estaba muy bien, su corazón le dolía al punto de preguntarse si se había convertido en un gran pecador. Ni siquiera pudo corresponderle al abrazo.

Le dijeron que le querían, respetaban sus decisión, y estaban allí para él. Pero ya no lo amaban y tal vez no volvería a ser así, el momento en el que su padre cerró la puerta y su madre lo abrazó, significo que se retiraba cerrando cualquier muestra de orgullo que antes pudo sentir hacia él. Siempre tendría unos brazos a los que acudir pero sin esa valentía de estar frente a las demás personas por miedo a lo que dirán.

Mike se preguntaba constantemente sobre que pensaban sus padres de él, hoy en día. Se mudo en cuanto tuvo la oportunidad e iba a visitarlos dos veces a la semana cuando estaba en su tiempo libre, les hacía algunas compras y luego volvía a su hogar. Si es que a un departamento con más gastos que, paz, se podía llamar hogar.

¿Por qué las personas tenían que ser crueles, con quienes eran diferentes? Era una pregunta que Mike se hacía a diario. Su familia jamás fue religiosa aunque si iban de vez en cuando a la iglesia. La relación seguía siendo igual que siempre solo que, con algunos contras por delante.

Mike guardo su teléfono en el bolsillo de la túnica y volvió a la caja en donde, antes de que su pequeña amiga pronunciase alguna palabra, había entrado aquel chico pelirrojo. Mike se fijó en el casi al instante aguantando la respiración, por un par de segundos.

Llevaba una camisa blanca abotonada con un saco largo de color marrón oscuro. Un pantalón oscuro algo ancho y unos zapatos negros bien pulidos. Mantenía su cabello suelto a pesar de no ser mucho el largo, sus ondas le daban mejor volumen, así resaltaba más.

Se acercó a Mike con lo que le pareció ser timidez, sus manos estaban detrás de sí, ocultando algo con pena.

––Hola.

––Hola ––Mike actuó como lo haría cualquier día––. ¿Lo mismo de siempre o algo distinto? ––le sorprendía que estuviera tan temprano en aquel lugar. Normalmente, acostumbraba a ir horas de la tarde.

––Lo mismo de siempre ––había algo de temor en su voz pero su expresión decía: indiferencia––. Aunque me gustaría una tarta de limón ¿La preparas tú, no?

Lex estaba algo sorprendida de que el chico supiera aquello, miro a su amigo quien le ordeno ir preparando el café. Asintió con rapidez, disculpándose por tener que retirarse.

Mientras acomodaba su pedido le echo una pequeña mirada, percatándose de que Kun lo observaba con cautela.

Tomo el café antes de que su amiga pudiera decir algo y le entrego su pedido al pelirrojo tan rápido como pudo.

––Aquí tienes, ¿Para comer aquí o para llevar? ––Kun bajo la mirada un momento, frunciendo levemente el ceño––. ¿Pasa algo? ––a Mike le preocupaba haber hecho algo mal mientras lo atendía.

––Tenia planeado comer mientras terminaba tu horario de trabajo ––dijo casi en un susurro––. Es casi mediodía, eso suponiendo que tienes una hora de descanso.

––¡Si! ––quiso cubrirse la boca––. Bueno, son 20 minutos nada más.

––Con eso me basta ––respondió, también al instante. Mike se percató de que, el chico tenía las mejillas un poco sonrojadas––. Esperaré afuera.

Sin más, Kun salió del lugar y se sentó en las mesas de afuera comiendo su postre, y bebiendo su café. Era un poco extraño para Mike toda esa situación, lo poco que veía del chico era su actitud indiferente y un poco directa.

No tardó nada en terminar sus deberes y dejar al mando otro de los empleados para acompañar al pelirrojo. Cuando salió este tenía la vista fija en la fuente que había al otro lado de la calle, en donde variedad de personas se acercaban a tirar una moneda.

––¿Quieres tirar una moneda? ––pregunto Mike al ver al chico tan interesado. Sin embargo él negó.

––No me gustan las fuentes.

––¿Eso por? ––curioso, se estuvo a su lado mientras mantenían la conversación––. Es lindo depositar tu deseo en una fuente.

––Es por eso. No creo que una fuente con agua te cumpla un deseó, y aún así las personas siguen depositando sus monedas en agua.

Mike se encogió levemente entre hombros.

––Es un poco lindo creer que tu deseo se va a cumplir, si es que lo ves de una manera fantasiosa ¿De niño nunca lo hiciste? ––Kun negó.

––Vivía en un pueblito, allí no había fuentes.

––¿Ni una? ––volvió a negar––. ¿En donde solías vivir?

––Texas.

––¿En que parte exactamente? Siempre he querido ir a Texas. ––se inclino para verlo mejor, el pelirrojo desvío la mirada.

––Ya no lo recuerdo muy bien, me he despegado de cualquier parte de aquel lugar. ––acomodo su cabello––. Texas es muy lindo, si. Pero es un lugar de mucho peligro, debes tener cuidado si quieres ir un día.

Mike sintió un poco de desánimo pero aún así le dio la razón, después de todo era él quien había vivido allí por mucho tiempo ¿No? Sabia más que él. Se fijó en el pequeño tulipán que había en la mesa.

––Es muy lindo ––señalo la flor cuando Kun volteo––. ¿Dónde la conseguiste?

Kun fijo la mirada en la flor.

––¿Te gusta? ––Mike asintió pensando que así le diría en donde la había conseguido––. Ten –se levantó de la silla entregándole la flor–. La compré para ti.

Mike sintió que se le detenía el corazón por un instante muy, muy largo. El chico miraba hacia otra dirección mientras le entregaba la flor. Tomo la flor que, estaba protegida por un envoltorio de plástico y un nudo en medio.

––Gracias ––sonrío.

––No agradezcas ––le devolvió la sonrisa un poco más apagada––. También venía porque dijiste que querías hacer esto por una confusión con tus padres y yo…

––Ah, si. Hoy mamá me llamó, le dije que hoy iríamos ––lo último lo dijo en un murmuró que, Kun pareció escuchar––. Lo siento.

––¿A qué hora? Si es en la noche me daría tiempo de arreglarme.

Mike no había dicho una hora exacta aunque como todas las veces, supuso que sería después de las siete.

––A las 8:30 ––respondió. Kun asintió.

––¿En donde quieres que nos veamos?

––Mmmh ––la casa del chico era un desorden en esos momentos, y no quería sugerir ir a su casa, lo que menos quería era parecer un acosador––. Puede ser aquí mismo.

––Me parece bien, te veré aquí a las 8:30 ––saco algo de su bolsillo un pequeño teléfono, con pinta de ser de abuelita, Mike lo miro confundido––. No te burles. No tengo para otro ––presiono algunas teclas volviendo a entregarlo––. Dame tu número, pero por favor, no hagas nada acosador.

Mike había tomado una buena decisión al no escoger ir a su casa, como sitio para reunirse, tomo el teléfono con sus manos y anoto su número entregándolo de nuevo.

––Te veo en unas horas. ––se despidió guiñándole el ojo y desapareciendo entre las personas.

Quiso que se quedara un rato más, pero tal vez sería mucho pedir, de una u otra manera, lo volvería a ver en un par de horas. Miro la flor y su corazón volvió a latir con fuerza.

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