CAPITULO DIECIOCHO

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Kun

El miedo a no poder era lo que le impedía salir de la habitación y afrontar lo que estaba comenzando a sentir. El miedo a no poder era lo que presionaba su cuello con fuerza. Era todo aquello a lo que Kun le temía y que pudiera salir mal. El miedo a no poder era como su propia ley de Murphy, pero si no se arriesgaba ¿Cómo sabría que estaba haciendo lo correcto?

Se encontraba sentado, al lado de su falso suegro, con los brazos cruzados y la vista fija en las chicas de la piscina que nadaban junto a Mike cuando este claramente quería espacio. Ni siquiera entendía por qué estaba sintiendo celos, afrontar lo que sentía era su mayor temor. El señor Mike lo miro de reojo llamando su atención ofreciéndole de su bebida de limón.

Kun aceptó silencioso.

No podía dejar de pensar en sus emociones en aquel preciso instante. ¿Por qué le asustaba tanto admitir que le gustaba aquel chico? Incluso admitir que sentía celos de aquellas chicas pese a saber la orientación de Mike le era complicado.

Si su corazón latía con rapidez cuando lo miraba, si resistía las ganas abrazarlo hasta fusionarse con él, si tenia deseos de tocar su rostro solo porque le parecía adorable, su cabello, incluso su nariz. Sí de alguna manera tenía la necesidad de contarle todo lo que pasaba por su cabeza, porque quería compartir sus deseos y pensamientos con él, si Kun quería dejarle en claro todo lo que sentía hacia él, era un problema que no podía solo decirlo o demostrarlo. Siempre habría algo que lo detendría.

Por eso, elegía sentir ciegamente, si abría sus ojos y veía con claridad estaría mas que perdido, porque seria más que complicado volver a ocultar lo que sentía. Sus palabras se desbordaría como un río con lluvia. Sus ojos se habían entre abierto en el momento en que el que estuvo con Mike en la habitación y este estuvo apunto de besarlo.

«Dos semanas y media, Kun, luego de esto todo acabará ––trataba de decirse siempre.»

¿Pero, cómo ocultabas lo que sentías luego de que una parte de ti lo haya admitido?

––¿Todo bien en tu cabeza chico?

Kun lo miro a duras penas. Hundido en sus pensamientos, negó seguido de un suspiro y otro sorbo de la limonada.

––Creo que estoy celoso. ––admitió más para si mismo que para que el hombre a su lado.

El señor Mike miro hacia donde estaba su hijo, saliendo de la piscina y sentándose junto a su madre y sus amigas a platicar. Cuando mira de nuevo a Kun enarcó una ceja.

––¿Si sabes que es gay no? ––asintió––, entonces no puedo comprenderte.

––Ya no importa ––paso las manos por su rostro, frustrado––. Mike está algo ebrio, bebió dos copas de vino en la habitación sin que yo me diera cuenta, me preocupa que haga alguna locura. ––confeso.

––Mike siempre hace locuras, deberías saberlo mejor que nadie ––expreso dejando a un lado sus audífonos––. A mí también me preocupa cuando bebe de más.

Kun suspiro con pesadez.

––Parece que no puede evitar beber cuando algo pasa por su cabeza, él debería hablarle al respecto ––suspiro––. La última vez… Recuerdo haber ido a buscarlo porque me había llamado borracho. No lucía consiente de sus palabras.

––Sabia que había algo mal ––su tono de voz era de preocupación y cansancio. Realmente le afectaba saber que su hijo bebiera demás.

––No es un alcohólico. Mike solo no sabe que hacer cuando se siente mal y, de alguna manera, solo bebe pero siempre ha intentado ponerse un limite.

––De eso estoy más que seguro chico, no tengo dudas.

––¿Entonces? ––pregunto.

Ladeo la cabeza aún mirando a su hijo.

––No me gustaría amanecer con la noticia de que mi hijo falleció a causa del alcohol.

«Eso es.»

––Eso no sucederá, créame. ––fueron sus palabras finales para acabar aquella conversación.

Lo miro una vez más antes de también mirar al pelinegro al otro lado de la piscina. Él y las demás reían de algo que había dicho, una de las chicas intentó recostarse de su hombro pero su madre lo abrazo por los hombros impidiéndole aquel gesto. «Solo es una fachada.», Su falso novio buscaba engañar a las personas para que no se preocuparan por él y que no supieran lo que pasaba por su cabeza.

«¿Qué está pasando por su cabeza?», quiso saber.

Y allí estaba de nuevo:

Su pecho comenzó a comprimirse hasta casi dejarlo sin respiración, su cabeza comenzó a llenarse de preguntas sin respuestas.

«¿Por qué tiene que suceder esto justo ahora?»

Para Kun el miedo a no poder era aterrador. Se cuestionaba a si mismo sobre si realmente merecía a esa persona o solo era una aventura, su pecho se comprimía por no saber que carajo sentía, era casi como un ataque de pánico que lo atormentaba constantemente.

Su miedo a no poder era su miedo a dar el siguiente paso en su vida, a avanzar sin parar de pensar en qué sería un fracaso. Como él viviendo en un departamento sin trabajar por miedo a volver a salir. La noche en la que Mike lo había llamado borracho había despertado su miedo a no poder una vez más, y eso desató su ataque de pánico, el cual pudo controlar gracias a Mike. Al final había pagado un hotel quedándose con poco dinero y un vacío extraño en su pecho.

Miedo a no poder: quedarse plantado en un mismo lugar hasta oxidarse poco a poco y morir con un soplido. Su miedo a no poder era incluso, la misma muerte, porque estaba dejando en claro que tenían razón con todo lo que decían de él y ni muerto podría dejar de sentir temor y dolor.

Cuando Theon se marchó había acabado con un miedo intenso. Se sentía cada vez más vulnerable pero luego de hacer un trato con Mike, ese sentimiento fue disminuyendo cada vez más. Pero seguía presente, así como la noche en el hotel.

Recordaba haberlo sentido por primera vez cuando salió por última vez de la casa de sus abuelos en Texas. Ese lugar que lo dejo marcado física y mentalmente jamás saldría por completo de su mente, siempre había algo relacionado y acabaría por hacerlo recaer una vez más, recordando las frases de su abuelo diciendo que jamás lograría nada.

Dos de las chicas en aquel lugar no dejaban tranquilo a Mike y hasta él comenzaba a fastidiarse, notaba como el pelinegro intentaba alejarlas, pero los intentos eran en vano, si se acercaba a Mike y les decía a las chicas que era su novio se vería como un desesperado. Y el pelinegro lo tomaría por como un celoso que no sabe controlar sus emociones. ¿Estaba siendo un desesperado? Si demostraba algún signo de celos no le darían la mayor importancia, él solo quería que dejaran al pelinegro tranquilo.

––¿Estas celoso? ––pregunto. Kun miro a su falso suegro, asintió lentamente volviendo la vista hacia adelante, en donde no dejaban al joven en paz––. Entonces ¿Por qué no vas y dices algo?

––Se vería mal, no quiero lucir celoso ––admitió con algo de pena.

––Se vería mal si montaras un acto de celos ––señalo a su hijo con el mentón––, además, te estaba esperando.

––Le dije que bajara primero. ––le dijo––. Ni siquiera debería estar aquí abajo, esta abrió, no esta bien que este en el agua podría generarle algún daño…. O…

Volvió a clavar la mirada en él. El tono de preocupación con el que hablaba ya no le sorprendía, ¿por qué tenia que hablar con alguien más para darse cuenta de lo que tenia que hacer? Era absurdo que no pudiese tomar una decisión por cuenta propia. Hasta aquellos pensamientos le daban ganas de vomitar.

––Me siento ridículo ––confeso––. No puedo tomar una decisión por cuenta propia, siempre terminan siendo otras quienes me dan el empujón para, dar la iniciativa. Debería ser yo quien me de un empujón.

«Pero un empujón hacia un acantilado.»

––¿Eso esta mal? ––pregunto enarcando una ceja––, después de un tiempo serás tu quien comience a hacer las cosas por su cuenta, mientras tanto, deja que te ayuden.

––¿No estaría mal?

––¿Quién dijo que tenia que estar mal? Chico, tienes un serio problema deberías ir a terapia.

––Lo sé.

Kun bajo la mirada. Tenia razón, tenia un problema muy serio llamado: él mismo. Mike no le diría nada, si decidiera acercarse solo a platicar con él, Mike no lo tomaría por un celoso, lo sabía a la perfección.

Pero Kun no podía darse cuenta de aquello, su mente está tan adentrada a lo que podría pasar que a lo que es la realidad, si Mike pensaba que era un celoso entonces podría hablar con él, no evitarlo, simplemente hablarlo.

Si la respuesta era tan sencilla ¿Por qué a él le costaba entenderlo?

Eran las ganas de vomitar, eran los mareos, eran las preocupaciones, el deseo, era todo. Por más simple que fuera explicar lo que eran los celos hasta como se nace de una mujer, el pelirrojo tardaría mucho tiempo en entenderlo porque así funcionaba su mente, jamás fue así. Kun jamás se había sentido así.

Era en ese tipo de momentos en los que recordaba aquel programa de televisión que fue cancelado por tocar el tema de la depresión. Y se preguntaba:

«¿Una persona es capaz de hacerte mierda?»

Sonaba ridículo, para cualquier persona podía sonar ridículo y hasta estúpido. Pero para él era todo el sentido del mundo. Nunca había sentido ese miedo, jamás había sentido aquel pavor hacia decir las cosas o siquiera preguntarlas, todo fue creado.

«Miedo a no poder.» Y con eso se refería a miedo a no poder tener una segunda oportunidad de volver a empezar y no tomarla por tener insertado un temor. Temor a que vuelva a suceder lo anterior.

Sí, le gustaba Mike, esas ganas de besarlo, de abrazarlo y de seguridad en sus brazos no eran solo por pasar el momento. Kun de verdad quería estar apegado a él y no soltarlo. Pasar esas largas y largas horas acariciando su cabello diciéndole lo que sentía.

«Como; te quiero.»

Entonces la pregunta surgió: ¿Querer a Mike?

Una vez más se presentaba miedo a poder. Le daba miedo empezar, admitir que lo quería, eso, eso era su miedo a poder.

Porque si Mike le decía que lo quería, entonces pensaría y le diría que sí, que también lo quería y allí entraría ese sentimiento de: “Miente, juega conmigo, después dirá que soy un dramático e insoportable”.

¿Era ese chico pelinegro tal y como Kun pensaba? Estaba claro que no era así, igual que estaba claro que era una ridiculez que actuará de una manera tan paranoica.

––Iré con Mike ––dijo al final.

Y antes de que el hombre le diera su aprobación, Kun se levantó para acercarse a ese chico pelinegro de la cafetería. Si bien la atención de las chicas fue directamente a él en cuanto llego, solo pudo tener ojos para Mike, que estaba envuelto en un paño en la orilla de la piscina. No se molestó en saludarlas, solo se agachó detrás de él, acercándose a su oreja y susurrando:

––¿Confías en mi?

Rodeando sus brazos por su abdomen, Mike cerró los ojos y respondió:

––Confió en ti.

Entonces Kun los adentro a ambos en la piscina, siendo aquel uno de los momentos más íntimos que tenía con el chico, porque habían un montón de personas en la superficie riendo y compartiendo o, opinando sobre lo que acababa de hacer.

Pero solo eran ellos dos, allí, en una piscina pública. Tal vez cometiera el error de meter a Mike en la piscina estando borracho pero confiaba en él, y con eso era más que suficiente.

Le permitió abrazarlo mientras se hundían, tocar su cabello rojizo si el dejaba acariciar el suyo, tan negro como el carbón. Le hubiese encantado susurrar su nombre en ese momento, era un nombre muy lindo a su propio parecer.

«Mike, Mike, Mike, Mike.»

El nombre de Kun era más extraordinario cuando él lo decía con sus propias palabras. «Dios, joder, solo déjame estar a solas con él es lo único que pido. ––suplico.»

Si un beso era un crimen, lo que Kun tenía en mente era una condena a muerte, valía la pena morir si por lo menos hubiese besado. No podía besarlo bajo el agua porque no sé resistiría y él deseaba todo de Mike, pero «¿Aceptarías tú todo de mí?»

Tener miedo y fracasar eran dos cosas que Kun detestaba pero que aún así, tiene que afrontar. Si bien jamás escogió estar de esa manera tampoco tiene porqué escoger seguir así. Si se tomaba su tiempo podía mejorar e incluso tener una mejor vida.

«Quiero mejorar y poder vivir en paz ––pensó mientras abría los ojos observando al chico entre sus brazos, tan indefenso, se aferraba a él de una manera en la que Kun no quiso salir de allí. Solo eran él y Mike. Eso le encantaba––. Iré a terapia y mejorare, hasta entonces quiero descansar por un par de minutos.»

[“*”“*”]

Ambos de encontraban en la orilla de la piscina comiendo de la parrillada que les había servido su falsa suegra (o al menos Kun). Mike se encontraba recostado de sus piernas mientras que Kun acariciaba su cabello y comía con su mano libre.

«Esto se siente bien.»

––¿Por qué estás tan callado? ––Mike se movió un poco, haciendo un pequeño ruido con sus labios.

––Veo el cielo, y como.

Mike tenia los ojos levemente cerrados, había dejado de comer cuando se recostó de sus piernas con la excusas de que, comer lo agotaba, para luego quedarse ahí.

––¿Qué ves en él? ––Mike tenía los ojos cerrados, estaba disfrutando de las caricias del pelirrojo.

––Mmmh ––se fijó mejor––, un color naranja, nubes, una pequeña parte del sol y más nubes.

––¿Te gustan las nubes?

––No, disfruto más de las estrellas, las nubes solo las cubren de brillar. ––bajo la mirada hasta fijarse en Mike, que estaba recostado de su abdomen.

––A mi me gustan las nubes, creo que son muy bonitas ¡Hacen un muy lindo conjunto con los colores del cielo! ––Kun rio ante su emoción––, ¿crees que si volará pudiera tocarlas?

––Volar es imposible, pero podrías subirte a uno de esos aviones en los que las personas se tiran en paracaídas.

––Buena idea ––abrió los ojos fijándose en el otro extremo de la piscina––, Will y Lucia nos miran con molestia.

––¿Quieres que me aleje? ––enarco una ceja dejando de jugar con su cabello.

––No ––Mike se acomodo para acostarse a su lado. Llevo las manos hasta su cabeza, mirándolo con curiosidad––. ¿Qué hiciste en mi cabeza?

––Un par de colitas ––sonrió de manera inocente llevando algo de comida hasta la boca del pelinegro––, las dejaron en una mesa mientras nadaban contigo, no dejes que las vean o si no se desquitan conmigo. Dime ¿Sigues ebrio?

––No lo sé, pero me duele la cabeza ––clavo la vista en sus labios cuando termino de comer––. Subamos, quiero dormir.

––¿Seguro, seguro? ––asintió––, dale, ve subiendo mientras les aviso.

––Subamos de una vez ––jadeo.

––Luces como un niño pequeño ––Kun se levantó tomando su mano y levantándolo hacia él, hasta quedar frente a frente.

Cuando la madre de Mike preguntó a donde iban respondieron que estarían un rato arriba para luego bajar.

––De acuerdo, no olviden bajar en la noche, iremos a explotar fuegos artificiales y luego volveremos.

––¡Como digas ma! ––respondió con entusiasmo dándole un beso en la mejilla antes de desaparecer con Kun.

«¿Ahora huimos de sus padres ––se pregunto con humor––, pensé que teníamos que estar con ellos todo el tiempo.»

Esperaron en el ascensor hasta subir, Mike abrió la puerta de la habitación dejándose caer en la cama mojándola por completo. A Kun le resultó gracioso ver cómo se retorcía de frío. Quiso abrazarlo por detrás como hace unas horas y darle un beso en el cuello. Inconscientemente, sus mejillas se sonrojaron un poco pero paso de ser apercibido.

Tomo lugar en el suelo viéndolo desde abajo. Se encontraban en silencio hasta que Mike hizo una pregunta que dejó a Kun en un corto shock.

––Cuéntame de tu familia, Kun. Quiero… saber más sobre ti ¿Por qué te afecta tanto? ––pregunto en un tono dulce y relajado.

«¿Mi… Familia?»

Sintió como si una estaca lo hubiese atravesado, pero este aún no reaccionaba. Trago grueso, el silencio entre los dos se hizo denso, y pronto, tomo aire para poder responder con claridad. Mike no quiso presionarlo así que se mantuvo paciente y callado cuando Kun asintió con lentitud.

«¿Cómo podría empezar a contar esto?»

––Yo… Tenía 6 años cuando descubrí que me gustaban los chicos ––comenzó––. Vivía en una pequeña parte de Texas con mis abuelos, jamás conocí a mis padres, ellos me abandonaron cuando yo nací. Jamás me moleste en saber de ellos sin embargo, a veces la duda me invadía e iba con mi abuela a preguntar por ellos. La respuesta siempre era la misma; “Tu mamá quería vivir su vida así que por eso te abandonó, mejor no te molestes en saber de ella.” Creo que hasta ese entonces era buena conmigo, el problema comenzó cuando un día se encontraba con mi abuelo en la cocina viendo revistas de mujeres con poca ropa ––cerro los labios un momento antes de seguir «Yo podía sentir el dolor que ella no sentía.» Mike quiso decir algo pero terminó por retractarse. Kun se tomó un momento antes de seguir––, recuerdo, como me acerque para ver qué hacía.

––¿Cuál de todas estás mujeres te parece más atractiva niño? ––el pequeño Kun tomó la revista entre sus manos, incómodo, sin dejar de ver de reojo a la mujer que estaba de espaldas frente a él.

Clavo la vista en un chico joven y rubio que había a un lado de una foto, era algo parecido a un salvavidas y a duras penas lograba verse. Entrego la revista a su abuelo señalando aquel hombre que le había llamado tanto la atención. Ha día de hoy seguía pensando que fue una mala idea. Recordaba con claridad el golpe que recibió de parte de su abuelo en la mejilla, cayendo al suelo, inmóvil por la sorpresa.

––¿Qué crees qué te pasa niño? ¿Me estás diciendo enserio que te gusta un hombre? ¿Eh? ––escupió en su vaso de agua agachándose a su lado––. ¡Respóndeme! ––pero él no podía hablar ¿Qué podía decir un niño de 6 años al que acaban de golpear? Ni siquiera vio venir el otro golpe. Fue directo hacia su nariz que no tardó en sangrar, si lo pensaba, su puño era más grande que toda su cara muy a pesar de ser un hombre mayor––. No pienso criar un marica en mi casa, ¿me entendiste? Partir de ahora tú te harás cargo de tus propias cosas. Limpiarás, cocinaras, y toda esa mierda.

Miro lentamente hacia la dirección de su abuela. «Por favor voltea.» pero eso no sucedía ¿Qué podía esperar de una mujer que también lo golpeaba? Lo ultimo que recordó fue la mirada de odio de su abuelo antes de volver a golpearlo.

A partir de ese día comenzó a ver programas de cocina en una de las cafeterías antes de volver a casa, de vez en cuando, unos que otros empleados se tomaban la molestia de dejarlo entrar a la zona de cocina para que pudiese observar. No lograba entender nada, pero hacia el mayor esfuerzo posible.

Limpiaba y secaba su ropa en la noche cuando sus abuelos estaban ya acostados, al igual que practicaba cocina con pequeños ingredientes en su closet. Tenía que aprender a cocinar pero hacían todo lo posible para ocultar la comida de su vista. Así que practicaba con lo poco que conseguía.

Había derramado un par de lágrimas mientras se iba a la cama.

Entonces recordó aquella vez en la que lloro por caerse. Se había caído de la bicicleta y no paraba de llorar. Su abuelo entró a la habitación en el momento que un pequeño Kun lo había hecho. Sintió miedo. Estaba desesperado porque el hombre mayor dejará el palo de lado y, dejará de golpearlo con él. Una, y otra, otra vez.

El miedo a llorar había sido tan insertado en su cabeza que, le costaba llorar cuando realmente quería hacerlo.

Un día, cuando se encontraba en clases de costura con sus compañeros creo a Lee una pequeña representación de él. Para aquel entonces solo tenía 9 años y era lo único que tenía cuando volvía a clases, y sus amigos desaparecían por las puertas del colegio.

«Es igual que yo ––pensaba siempre––, se esconde de los demás en un armario.»

Lo ocultaba en una caja de zapatos en su armario, si su abuelo se enteraba lo que había hecho no tardaría en hacerle más daño. A veces se quedaba en el patio de la casa luego de clases, recostado en el pasto con los ojos cerrados deseando que el dolor de su pequeño cuerpo desapareciera.

––¿Por qué te dolía el cuerpo? ––Kun rasco su mejilla inseguro de contarlo.

––Me golpeaba con un palo hasta hacerme sangrar… ––respondió con una voz quebradiza. Cuando Mike dio indicios de acercarse, Kun se alejo con miedo, aún no había terminado la historia pero el solo contarla le hacía sentir temor.

Las mañana estaban cargadas de ánimo en el colegio, se divertía cuando jugaba a esconderse con sus amigos y reía de cualquier tontería. Pero ni siquiera las risas podían calmar el dolor de su pecho y el ardor de su cuerpo. Aún lograba recordar que a sus 12 años comenzó a tener ataques de pánico y en una ocasión, pensó que moriría.

Un día Kun invitaría a su compañera de clases a hacer una tarea mientras sus abuelos no estaban, la niña había sacado su maquillaje frente a Kun, mientras esté hacia la investigación en los libros. Curioso por la habilidad de aquella niña por su maquillaje, quedó encantado con el resultado final.

La niña llamada Melisa no pudo evitar notar su curiosidad y sonreír.

––¿Quieres que te maquille?

––No, mis abuelos dicen que no es para los hombres. ––respondió con educación aunque con un tono chillón.

––Prometo limpiarte después, mira ––le mostró su botella de agua y las toallas––. Di que sí, será rápido.

Entonces, Kun, curioso por como podría llegar a verse acepto con entusiasmo, dejando la tarea de lado Melissa comenzó a maquillarlo.

Al principio cuando se miró en el espejo pensó que se veía horrendo, entonces volvió a hacerle uno más sencillo con solo brillo de labios, rubor en las mejillas y nariz, y sombra naranja en sus ojos. Kun quedo sorprendido por el resultado queriendo verse así siempre.

La pequeña Melissa quedó muy feliz ante el resultado. Los abuelos del pelirrojo entraron en aquel momento en la sala, en donde a un Kun de 12 años se le salía el corazón del pecho.

Porque todo pasó muy rápido. Aquella mujer que se hacía llamar su abuela, tomo a la niña del cabello empujándola fuera de su casa, mientras tiraba su bolso con útiles y maquillaje afuera. Y, mientras todo eso sucedía el abuelo de Kun, quien había sido militar en su pasado, tomó su escopeta armada y la apunto hacia su dirección justamente en la frente…

… Donde una vez existió un niño con miedo a la muerte, existió un solo pensamiento en ese pasillo: «No me mates, no me mates, no me mates. Abuelo, por favor no me mates.»

Todo se había detenido, el tiempo, los gritos, el llanto, todo menos él y su abuelo, que compartían una sola mirada que reflejaba dos cosas distintas: Odio y desprecio. Y miedo y piedad. Y piedad era exactamente lo que su abuelo no tuvo al momento de disparar. Si tan solo hubiese disparado de verdad… A la puerta llamaron varios vecinos quejándose del ruido y el ataque a la menor.

Él seguía sin bajar el arma, solo lo miro una vez más antes de dejarla en el suelo e ir a atender a los vecinos.

Los años pasaron y con eso las edades. Él y su abuelo no se dirigían la palabra desde aquel día en el que le apuntó con el arma. Había tenido la oportunidad de saltarse el último año y entrar a la universidad en donde conoció a Theon, quien estaba terminando sus estudios y pronto volvería a su casa en New York.

Theon fue todo aquel amor que nunca recibió de pequeño. Por eso le fue tan fácil a Kun caer en sus brazos y no dudar en irse cuando tuvo la oportunidad, se atrevió a hacer sus maletas y decirle a su abuelo:

––Me voy. Se que jamás me responderás pero aún así me voy, y quiero que sepas que no te odio, solo que por ti tengo miedo a no ser aceptado.

Mirando la televisión, aquel anciano que una vez fue su abuelo no le respondió nunca y permitió que se marchará. Kun no era masoquista pero una parte de él no quería marcharse, porque no lo odiaba y no entendería nunca por qué era así, pero simplemente no podía odiarlo.

––Recuerdo que, cuando me mudé y empecé mi relación con Theon me llegó una carta diciendo que mi abuelo falleció de un ataque al corazón, días después fue mi abuela debido a la tristeza que sintió. ¿Sabes? A veces pienso que aquel ataque al corazón fue mi culpa. Cuando iba en el avión yo solo pensaba en que, si él moría, quería que me pidiera perdón. Tal vez por ese pensamiento murió y al morir pagué las consecuencias estando con un idiota como lo es Theon. ––guardo silencio mirando el suelo fijamente––. Hay muchas cosas más, Mike, pero es mejor que guarde y no contar nada ––explico––. Mi abuelo hizo cualquier tipo de crimen conmigo mientras estuvo vivo, y nunca me atreví a contarlo. No por miedo sino por decisión propia, no iba a resolver nada si lo hacía…

––¡Claro que sí! ––grito Mike al borde de las lágrimas––. Pudiste haberlo evitado, Kun, ¡casi te mata! ¿¡Como no harías cargos contra él!? T-… Tú abuela tampoco hizo nada nunca, eras un niño no una marioneta con la cual desquitarse.

Los ojos de Kun se llenaron de lágrimas en el momento en el que él Mike comenzó a gritar.

––Eso no iba a parar las cosas…

––¡No lo sabes, mierda, no lo sabes! ¡Debiste intentarlo! ¿Qué hubiera pasado si él… Si él…?

––¿Hubiese disparado? ––cuando Mike lo miró ya se encontraba llorando––. Me hubiera matado, eso hubiese pasado, si los vecinos no hubiesen ido a reclamarle a mi abuela, yo estaría muerto y ellos en prisión. ––limpio sus lágrimas con algo de frustración––. Los hubieran dejado salir luego de unos meses, eso es seguro estaba más que normalizado matar a quien no fuese normal.

––Eres normal, Kun.

––Sí, pero ellos no lo sabían ––comenzó a gimotear con fuerza––, sí sentí miedo ¿Ok? No me creas cuando digo que no tuve miedo. “No por miedo sino por decisión propia”. No creas eso, mierda ––siguió llorando––. Cualquiera hubiese sentido miedo ¡No solo con el arma! Me pegaba esas noches que me encontraba haciéndome de cenar, Mike, él dijo que tenía que aprender a cocinar y cuando lo hice me comenzó a pegar.

El pelinegro tomó su cabeza con ambas manos y lo dejo recostarse de sus piernas.

Kun mordió su labio reprimiendo las fuertes ganas que tenía de llorar, pues hasta ese momento reconocía todo lo que había sucedido, sin poder aguantar más comenzó a llorar con fuerza hundiendo las manos en su cabello, Mike quiso esperar a que terminara de llorar para poder limpiar sus lágrimas.

––¿Te da miedo llorar por esa razón? ––pregunto con una voz tranquila, calmada.

––S-…Sí…––gimoteo––. Casi puedo escucharlo decirme…

––No eres un marica.

––Pero eso significa…

––Sé lo que significa. Se perfectamente lo que significa, pero por favor, no creas eso, eres gay ¿Está bien? ––asintió con más fuerza––, ¿estás bien con eso? ¿Con ser gay? ––al no poder responder por tanto llorar, Mike lo dejo en qué sabía su respuesta.

Al final asintió, limpiando sus lágrimas.

––S-… Sí.

Si pudiera pensar en todos los momentos en los que quiso escapar de casa y ser feliz, pensaría en el momento en el que su abuela le puso una cuchara caliente en el brazo. Cuando lo tomaron del cabello y lo golpearon contra la mesa hasta tener sangre en el cabello. Cuando “Le quitaron lo marica” a un pobre niño.

––Eres un chico grandioso Kun, no dejes que nadie diga lo contrario. ¡Eres un excelente chef! Estoy más que seguro que eras mejor de lo que ya eres, solo, tomate tu tiempo ¿Está bien?

Hasta aquel momento nunca pudo soltar esas lágrimas. Nunca, hasta que Mike hizo la pregunta.

––Gracias ––dijo mientras el pelinegro limpiaba sus lágrimas––, gracias, gracias, gracias.

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¿Y si nacer es comprender que esta vida es una trampa?

Resbalas por una rampa

y te obligan a crecer.

Nunca supe lo que hacer con la herida

ni conmigo, solo digo que está huella

de mi tripa es una estrella a la

que llaman ombligo. 

Después sople cinco velas,

le saque la lengua al Coco

por la cascada de mocos

mientras me crío mi abuela.

Sus manos fueron la escuela más

preciosa que he tenido, aunque a mí madre he querido,

nunca aprenderé a olvidar

cómo pudo encarcelar mi infancia entre sus chillidos.

¡Padres y madres del mundo con rabia en la garganta!

Un hijo no es una planta,

Crecerá en un segundo con un lío nauseabundo

De besarse con cualquiera

que le grité en la escalera (como lo hicieron ustedes)

¿Cómo se cortan las redes cuando el cazador se altera?

Luego vino el instituto

De mas pasiones torcidas.

En la puerta de la salida, me pegué con el más bruto

(No tardaron ni un minuto en gritarme ¡maricón!)

Y yo, que soy contestón,

quiero dedicarles estos versos

para darles la puta razón.

- Chris Pueyo.

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