CAPITULO TRES

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Mike

––Tenga un buen día ––se despidió de los clientes sonriente.

Se dirigió a la parte trasera en donde su amiga preparaba los cafés junto a los demás. Antes de que pudiera reaccionar, Lex se abalanzó hacia él dando vueltas y, causando un pequeño revuelo entre los demás empleados.

––¡Lo hiciste, lo hiciste! ––saltaba la rubia emocionada por la noticia––. Mike no puedes resistirte a un reto.

––No lo hice por el reto ––aclaro Mike, entre risas, siguiéndole la corriente––. En verdad necesito solucionar este problema, Lex.

––Aun así ––volvió a chillar.

Mike los saco a ambos de esa área de trabajo a saltos antes de meterse a ambos en problemas, sabía lo muy chillones que podían llegar a ser.

––Mira el lado bueno, siempre le estás echando un ojo a ese chico, es una buena oportunidad para comenzar a acercarte a él. Dime ¿Ya sabes su nombre? ––no tuvo más remedio que asentir. Sabía que podía volver un poco insoportable si no lo decía.

––Se llama Kun ––comento––. Y solo lo veo porque me parece un poco extraño, su cabello es bonito.

––Uuuy si, como no ––Mike decidió no ser grosero con su amiga y dejó aquel tema allí. No había tenido la confianza de contarle a su amiga de quien era el chico.

Pareció ver la silueta de su jefe pasar por allí, de inmediato, dejo de saltar con la rubia y se puso en posición de trabajo. Su jefe pasó mirándolos con curiosidad y marchándose, Mike suspiro con alivio dirigiéndose hacia la caja. Se daba cuenta de que no le había pedido su número al pelirrojo. Estaba seguro de haberlo hecho, pero estaba totalmente equivocado.

––Que se llame Kun hace que se vea más sexy.

––Aaaah, ¡No hables de eso aquí! ––chillo una vez más––. Ya te lo dije, es solo FIN-GIR, Lex. No te emociones.

––No eres nadie para decirme que hacer y que no ––la rubia miro a su mejor amigo desde abajo con mala cara. Al pelinegro le resultaba adorable ver la estatura, de su mejor amiga. Pensaba que era como un pitufo––. ¿Qué tal si se enamora de ti?

––No empieces.

––Dime ¿Le mostrarías tu verdadero ser?

––Si te refieres a mí, siendo prácticamente un niño, no, no lo haría con nadie. ––respondió, intentando quitársela de encima.

––Aburrido ––se dirigió hacia adentro una vez más sacando el dedo de el medio. 

La clientela llegó a penas tuvo intenciones de desayunar, Mike tendría que esperar para después.

Atendió a los clientes como de costumbre:

Con la actitud positiva que siempre tenía, cargada de energía, y buenas vibras. Los clientes, a menudo, hacían cumplidos sobre el buen servicio que traía al lugar y, sobre cómo tenía un buen aura. El pelinegro apreciaba aquellos comentarios más que a nada. ¿Acaso él buscaba  la aprobación de los demás? Tal vez pensaba que sí, alguien externo a su vida pensaba que no era intenso, más podría creérselo.

«¡Pues yo detesto a las personas intensas como tú! ¡Lárgate!.» Mike bajaba la cabeza cada vez que pensaba en eso. «No quiero que los demás me vean como alguien intenso.» La pequeña rubia no paraba de repetirle que estaba bien como estaba, pero Mike era sordo a palabras ciertas, y, en su mente estaba grabado como alguien intenso e insoportable.

La puerta se abrió y Mike acomodo su gorra, puso la mejor de sus sonrisas y, se quedó estático en cuanto vio al pelirrojo acercarse.

Si era sincero consigo mismo, se veía bien en aquella ocasión. Para su atrevido gusto, se veía muy bien, incluso con el cabello algo largo. En todo el tiempo que Mike lo observo mientras iba nunca había visto que se viera mejor con un corte de cabello.

«Hoy vino temprano.» se imagino a Kun diciéndole acosador por tal pensamiento.

––Bienvenido ¿Puedo ayudarte en tu orden? ––sonrío al tiempo que guiñaba.

––Té negro, un pan y cambia la dona por una tarta de limón ––Kun miro a Mike luego de hablar––. Las preparas tú ¿No es así?

Mike de repente recordó aquella noche en la que había servido un trozo de la tarta y, como lo escucho hablar sobre la receta. Tal vez fue el recordar aquel gesto lo que lo hizo sonrojarse, y querer cubrir su cara.

––Vaya, parece que alguien tiene buen gusto ––resalto las ultimas dos palabras, en cuanto paso uno de los reposteros, sonriendo maliciosamente.

El empleado miro a Kun con curiosidad.

Mike noto la sonrisa que se hizo en su rostro una vez se marchó. Tardó un par de segundos en analizar, termino por sonrojarse. Tomó su botella de agua mirando de nuevo al pelirrojo que, estaba acomodado los mechones de su cabello.

––¿Para llevar? ––pregunto mientras se alejaba.

––¿Tienes una hora libre al mediodía, no? Pensaba esperarte mientras comía.

«Se hace el encantador ¿Se está haciendo el encantador, no?»

––Parece que alguien ya callo rendido ante mis brazos. ––coqueteo.

––Sigues sonando como un acosador. ––a pesar de sus palabras, Kun sonrió levemente mientras ladeaba la cabeza intentando desaparecer está––. Estaré en las mesas de afuera.

El pelinegro lo vio salir, y también sentarse, tal vez lo miro de más y no se había concentrado a la hora de atender, ni iba a ver su pedido. «Él es… completamente distinto.» Mike veía aquel pelirrojo distinto a cualquiera de lo chicos de los cuales, solía fijarse. Despegó la vista de él, fijándose en la hora y yendo a buscar el pedido del chico.

Tomó el té negro antes de que su pequeña amiga pudiese pronunciar alguna. Se encargó de posicionarlo bien en su plato, al igual que la tarta, a la cual, se encargó de darle el mejor trozo. El pan en su usual bolsa.

Y entonces corrió hasta el baño personal para quitarse la bata y arreglar su cabello, se miró en el espejo buscando la sonrisa perfecta, o la pose indicada. Pensó de si mismo como alguien ridículo y comenzó a chillar, tomó agua al salir, tomando el pedido de Kun y saliendo. El pelirrojo se encontraba mirando directo hacia la fuente cuando Mike dejo las cosas en su mesa. Se recostó en la pared a su lado, mirando también hacia la fuente.

––¿Te gustan las fuentes?

––En realidad me parece algo ridículo ––respondió después de unos segundos––. Siempre me he preguntado porqué las personas depositan sus deseos en una fuente.

––Supongo que es lindo creer que se cumplirá. Aún si no pasa. A las personas nos gusta tener algo en que creer. Eso sí lo ves de una manera poética.

El pelirrojo lo miro con curiosidad.

––¿Lo ves de manera poética? ––Mike lo miro con una pequeña sonrisa entre sus labios.

––Tal vez.

––Creeré en tu “Tal vez”. ––un pequeño brillo en sus ojos se formó en cuanto probó la tarta de limón.

––¿De niño nunca lo hiciste? ––había algo de curiosidad en su voz.

––¿Tirar una moneda? La verdad es que no. En Texas no habían de esas.

––¡Texas! Me gustaría ir allí algún día. Dicen que es un lugar bonito.

––En parte, pero no podría decir mucho de las personas, y es algo peligroso. Pero, bonito, en parte. ––repitió. Las caras que el chico hacía con cada pedazo que comían, era simplemente una razón para reír de Mike.

––Vamos, no deberías ver el lado negativo de todo ¡Apuesto a que hay más cosas buenas! Dime ¿Intentas engañarme? ––se inclino hacia él con una sonrisa de punta a punta.

––¿Siempre eres tan sonriente? ––pregunto, manchando su dedo meñique con la crema encima del pastel, mancho la nariz del pelinegro riendo un poco––. Parece que tienes una nube en la nariz.

––Tal vez yo soy la nube.

––Las nubes no tienen cabello negro.

––¿Cómo sabes que no soy una tormenta? ––el pelinegro se sentó a su lado––. De esas nubes que salen cuando está apunto de llover.

––Luces más como… no sé. El sol que sale después de la tormenta.

Mike chillo sin dejar de sonreír.

«Me estoy comportando de una manera ridícula frente a él.»

Su concepto de ridículo era ser esa versión chillona y alegre que siempre era cuando estaba en casa. Estaba claro que su pensamiento podía ser lo ridículo.

––Vaya, tengo a alguien poeta frente a mi ––Mike subió las cejas inclinándose frente a él––. Dime, guapi guapillo…

––¿Y ese apodo qué? ––bebió agua enarcando una ceja.

––Es un apodo artístico, escúchame. Dime guapi guapillo ––Kun miro hacia otro lado––. ¡No me dejas hablar! ––chillo––. Me siento completamente indignado.

––Dale, te escucho.

––Ya no.

––¿Te arrepientes ahora?

––Tal vez.

Kun miro fijamente al pelinegro mientras comía. Mike pudo notar como en aquellos ojos verdes, y tan hermosos, estaban apagados y melancólicos. Se fijó mejor en la situación en la que estaban, el reír mientras comía pero no era una risa feliz, sin cargas. No era una risa libre. Y por, tal vez primera vez en su vida, Mike sintió que alguien tenía el mismo dolor que él encima. Mike sacó una moneda de su bolsillo dejándola en la mesa a la vista del pelirrojo.

––No me diste tu número.

––¿Tenía que hacerlo? ––el pelirrojo miro al joven con algo de sorpresa.

––¡Pues sí! ¿O como crees que plantearíamos todo?

––Yo pensé que era algo espontáneo ––hizo una mueca.

––Aaaah ––el pelinegro llevo las manos hasta su cabello––, no, no, no, no. No. Ten, aquí está mi número ––dejo su teléfono en la maesa––. Anótalo, y luego me escribes ¿Va?

El pelirrojo asintió, sacando un pequeño teléfono que, por instantes, Mike pensó que era un trozo de metal mal cortado. Kun anotó el número del pelinegro en su teléfono con total tranquilidad y mientras anotaba el suyo. Lo miro con curiosidad.

––¿Qué?

––No puedo creer que tengas un vejestorio así.

––No insultes a mi bebé. ––dijo, mirando con mala cara al joven––. Amo estos teléfonos.

––¡Es literalmente el primer teléfono que tuve cuando tenía 7! ¡7!
––No hace falta que grites.

––No grito, solo hazlo la voz ––guardo su teléfono deslizando la moneda hacia él––. Pide un deseó.

––No lo haré, acosador.

––¿¡Qué tengo que hacer para que dejes de decirme así!? ––quejo.

––Dejar de serlo ––el pelirrojo se encogió entre hombros, restándole algo de importancia.

––¿Cómo dejo de ser algo que no soy?

––Créeme, me hago esa pregunta a diario ––tomo la moneda guardándola en su bolsillo––. Tal vez haga el deseo. ––Antes de que Mike pudiese decir algo, Kun habló:––. ¿Me dirás que haremos para “El favor”?

––Bueno, mis padres aún no me llaman, y hoy apenas es viernes. ––tomo el agua del chico bebiendo de a traguitos––. Podríamos reunirnos el domingo en la mañana aquí.

––Estoy ocupado en la mañana ––dijo con rapidez––, pero puedo en la tarde.

––Estaré trabajando en la tarde… ¡Pero podemos ir en la noche a mi casa!

––Acosador. Me largo ––Kun se levanto de la silla mientras que Mike lo tomaba de la camisa.

––¡Lo digo enserio! ––chillo––. Lo siento.

––Solo bromeaba.

Mike sintió la mirada del pelirrojo encima de él, una vez volvieron a sentarse. No sabía si sentirse nervioso o juzgado. Tenia la impresión de que siempre lo estaban juzgando, su personalidad se basa en cumplir las expectativas de las personas para no ser criticado, por su forma de ser. Forma que, de alguna u otra manera, estaba saliendo en ese momento con el pelirrojo en frente. La alarma del teléfono del pelinegro sonó y este sintió un pequeño (y extraño) desánimo, al recordar que no tenia mas de 40 minutos de descanso.

––Me tengo que ir ––anuncio, levantándose del asiento––. Entonces…

––Esperare la dirección ––una sonrisa se fue formando en los labios del joven––, no te emociones, acosador ––mientras lo decía no evito sonreír también. Dejo el dinero en sus manos, guiñando antes de darse la vuelta––. Hasta pronto.

––¿Aún no te enamoras de mí?  ––grito mientras se alejaba.

––¡Eso no va a pasar! ––grito de regreso.

––¡Rompes mi corazón! ––llevo una mano al pecho mientras Kun se alejaba.

Mike entonces pensó en esa frase: «¡Eso no va a pasar!» Recordando cómo se sentido la última vez que quiso a alguien, y su cariño no fue correspondido. Guardo el dinero en su bolsillo, dejando escapar un suspiro para luego sonreír.

«Sí… Eso no va a pasar.»

Dio marcha a su trabajo una vez más.

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