Capítulo 21. Grey.

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Anastasia Steele.

Un nombre hermoso para una hermosa chica.

Ana.

He dicho su nombre en mi cabeza tantas veces pero no me atrevo a decirlo en voz alta, sobre todo ahora que ella mira por la ventana mientras volvemos a Broadview.

Taylor sigue lanzando miradas discretas por el espejo retrovisor, incapaz de apartar sus ojos de ella igual que yo. Del rebelde chico que conocimos como Andrew.

El auto se detiene a unos metros de la entrada, la puerta abriéndose como si Gail estuviera mirando por la ventana cada minuto hasta nuestro regreso.

Ana apenas se pone de pié cuando ella ya está rodeándola con sus brazos en un gesto cariñoso que hace gruñir a Taylor.

—¡Dios mio, cariño! ¿Estás bien? —se aparta para mirarla—. Ven conmigo, ponte cómoda en la sala.

Mi sala, querrá decir.

Gruño igual que Taylor cuando me doy cuenta que no soy necesario, pero siguiéndolas de todas formas porque quiero saber cuál es la situación actual de Andrew... Es decir, Ana.

La señora Jones, eficiente como de costumbre, ya tiene dos tazas de té sobre la mesita y galletas para nuestra invitada, que mira en todas direcciones con sus enormes ojos azules llenos de lágrimas.

—Ponte cómoda y cuéntame qué pasó —le pide.

Tomo asiento en el otro sofá y espero en silencio a que ella hable.

—Rompí el compromiso con mi novio porque estaba engañándome, —desvia la mirada al piso—. Luego mi madre me echó de la casa.

—¿Por qué? —chilla Gail, ofendida. Me mira por un instante antes de volver su atención a Ana—. ¿Cómo pudo hacer algo así? Qué horrenda mujer.

Ana parpadea con incredulidad a las palabras de Gail y tengo que esforzarme por no reír, igual que Taylor que carraspea desde el fondo de la sala.

—Ella cree que cometo un error al dejar a mi prometido.

—Eso es mierda—. Suelto antes de darme cuenta—. Unir tu vida a ese imbécil solo te hará más infeliz, créeme.

—Mi madre no está de acuerdo con eso, Señor Grey.

—Llámame Christian. Y tu madre también es una estúpida. —mierda, no debería ofender a su madre pero me parece inconcebible que ponga el interés económico por encima de su familia.

Tuve qué preguntar a Grace sobre los Steele y su relación con los Clayton, una de las viejas familias adineradas de Seattle para desenmascarar a mi pequeño Andrew.

—Señor Grey, —ella me mira fijamente—. ¿Puedo tener mi empleo de vuelta?

—¿De asistente?

Una chica en su posición se avergonzaría de serlo, tal vez por eso la ridícula peluca y la ropa holgada. Ella parece leer mis pensamientos cuando responde.

—Terminé la universidad pero mi atención estaba en mi próximo matrimonio, así que dudo tener alguna habilidad que le sea útil. Y ya aprendí a hacer algunas tareas, podría aprender el resto.

Sonrío porque eso me dará oportunidad de conocerla en un contexto diferente.

—No puedes cocinar, —le recuerdo y frunce las cejas—. Pero puedes recuperar tu empleo, solo tengo condición.

Entrecierra los ojos en ese gesto aguerrido de Andrew y espera por mi orden.

—Deshazte de ese uniforme gris y consigue ropa cómoda.

Más femenina, evito decir. En realidad ella no tiene la culpa de las fotografías que se publicaron y cuestionan mi sexualidad.

—¿Y puedo quedarme aquí? Podría dormir en la lavandería si usted...

La interrumpo.

—Pueses ocupar una habitación del piso de arriba —señalo—. Esta casa tiene demasiadas habitaciones.

Gail me dedica una mirada que no termino de descifrar. Me inclino un poco hacia Ana, tendiéndole el sobre amarillo que llevo para ella.

—Aquí está tu paga de esas semanas, además de un pequeño adelanto para cubrir tus necesidades inmediatas.

Otra vez esa jodida mirada.

Ana lo toma, mirando el interior y haciendo un conteo rápido.

—¿3 mil dólares? Estoy segura que eso es más de lo que debería pagarme.

—Ya lo dije, es un... —dejo de hablar cuando el timbre de su móvil comienza a sonar.

Lo saca del bolsillo para mirar la pantalla y yo espero que no sea el jodido ex novio imbécil. Presiona el botón antes de llevarlo a su oreja.

—¿Papá?

—¡Pastelito! ¿En dónde estás?

Ana me mira brevemente cuando le contesta.

—En la casa de una amiga.

—¿Con Kate?

—No, papá.

—No importa, mi niña. Dime dónde estás para ir por ti.

Bueno, al menos el padre parece preocupado.

—Estoy segura que mamá no quiere verme.

—Annie, —el hombre insiste—. No importa lo de Paul, ni lo que dijo tu madre, solo vuelve a casa. Pastelito, ¿Por favor?

—¿Podemos hablar mañana? Estoy bien, papá.

Supongo que el padre desiste porque ella termina la llamada y guarda el móvil.

—Es tarde y debo preparar la cena —Gail se pone de pié y señala las escaleras—. Ven conmigo, te llevo a la habitación para que descanses un poco.

Antes de que pueda decir algo, ambas mujeres suben la escalera hacia el segundo piso. Taylor se acerca hasta aparecer en mi línea de visión.

—¿Señor? La chica será un desastre, ¿Prefiere que le asigne nuevas tareas?

—No es necesario, me encargaré personalmente de ella.

Jason asiente dando por terminada la conversación, pero hay otro asunto que requiere su atención.

—Consigue una fotografía del estúpido chico Clayton y alerta a la seguridad, no lo quiero por aquí cuando comprenda el error que cometió.

—¿Señor? —balbucea.

—Dije que no quiero a Paul Clayton en mi jodida puerta buscando a Anastasia.

Perdió su oportunidad. Es mi turno de conocer a la chica que ha ocupado mi mente y sé que no le soy indiferente. Solo necesito saber si vale la pena.

¿Quién sabe? Podría cumplir el sueño de Grace más pronto de lo que imagina.

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