Capítulo 9

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—¡Oh, dios! —Río. —No puedo creer que ella te dejara sólo porque no lloraste con titanic.
—Repito, dejando que las carcajadas sigan.
—¡Te lo juro! casi me mata sólo porque le dije que la historia era cursi. —Agarro mi estómago y me dejo caer hacia atrás, estallando de nuevo.

Unos momentos después, siento como sus dedos se encierran en mi brazo y tira de mí, obligando a que me reincorpore.
Sus dos manos se aferran a mis hombros con delicadeza.
Aparta tus manos de mi o te las corto.
Calma, Jane. Calma.
—Para. —Susurra, clavando sus ojos en mí. Son demasiado claros, casi parecen cristalinos.

Humedezco mis labios y los apreto, no quiero reírme de nuevo ni golpearle. Asiento.
Sus manos liberan mis hombros y me siento a su derecha.
—¿Qué hay de ti, Jane? ¿cuando fué la última vez que tuviste una ruptura rara o traumática?
—Entre cierro los ojos mientras cavilo.

—La última vez fué a los diecisiete años y en realidad fué mi culpa. —Confieso.
Veo como alza ambas cejas con sorpresa y asiente, indicándome que prosiga.
—Yo salía con un chico desde hacia algunos meses... pero ya no quería seguir. Realmente no era una relación buena. —Hago una pequeña pausa.

Me siento al estilo indio y tomo aire, humedezco de nuevo mis labios y prosigo.
—...ese día era su graduación, yo debía ir, claro y fuí. Con un chándal y sin peinar.
Me quedé en la puerta porque tampoco deseaba hacerle pasar un mal rato, así que le llamé y recuerdo que gritó con todas sus fuerzas al verme. Me dijo algo así: "creo que esta relación no va a ninguna parte y menos con esas pintas, adiós. " y se fué como todo un divo.

Drew se tapa la boca con ambas manos e intenta aguantar las carcajadas.
—Rebecca también estaba allí y se rió durante media hora.
—Recuerdo con una pequeña sonrisa nostálgica.
—Y yo que pensaba que no se podía cortar peor. —Bromea.
Apreto los labios y asiento.
—Nunca se me dieron bien las relaciones.

—A mi tampoco. Así que supongo que aún soy joven para tanta loca. —Ríe.
Siento como un peso extra -y caliente- aparece en mi cuerpo y miro hacia abajo para confirmar que se trata de Tobi.
El animal comienza a gruñir al castaño, intento no reírme ante los tristes ataques de mi mascota.
Agarro al pequeño entre mis brazos y me fijo en como sus ojos se detienen en los míos y me observa con cautela.

—Le gustas. —Comenta el ojiazul. Muevo mis iris hasta encontrar los suyos y luego los vuelvo a mi perro.
Parece que el pequeño me quiere.
—Tú no. —Suelto. Chasquea la lengua y rueda los ojos.
Y así comienza otra conversación extraña que no sé en que derivará.

—Son las 11:37, a diez segundos de las 11:38. Debería irme
—Sonrío y asiento. Ya estoy acostumbrada a esa manía suya.
—Gracias por no despegarte de mí en estos días. —No miento, el chico no se ha separado de mi desde hace cuatro días.
—Me sacrifico por el bienestar de los clientes de HeladoWorld.
—Pone una mano en su pecho y finge estar "sacrificándose"
—Claro. Y yo soy la reina de Inglaterra. —Bufo.

—¿En serio? ¿qué crema anti edad usas? te funciona muy bien. —No resisto la tentación de palmear mi frente y reír. Maldito bastardo.
—Anda, vete. Que tu presencia incordia a los seres vivos de esta casa. —Cabeceo en dirección al schnauzer, que sigue en su negativa.
—Pues tú no pareces muy incómoda. —Tuerce una sonrisa.

—¿Y quién ha dicho que yo sea un ser vivo? —Bromeo.
—Cierto. Tienes menos movimiento que un arbusto. —Oh no, este imbécil quiere guerra.
En un rápido movimiento, se acerca a mí y deposita un beso en mi frente, se vuelve alejar y me suelta un "hasta luego, Jane" para dejarme con las palabras en la boca.
¿Qué acaba de hacer?

Niego efusivamente y cierro la puerta. Después, emprendo camino a la cocina; mi madre me ha enseñado a manejarme en este área desde pequeña.
No sé que cocinaré, tan sólo estoy intentado amansar este aburrimiento que me consume.
Pongo el horno a precalentar mientras saco algunos elementos.
Pero entonces, el sonido del timbre me saca de mis pensamientos.

Camino a grandes zancadas hasta la puerta y de un golpe de muñeca, la abro.
—¡Sorpresa! —Abro los ojos con desmesura y luego frunzo el ceño. 
—¿Qué hacéis aquí?
—Me estoy helando el culo.
¿Te importaría dejarme pasar? —Ruedo los ojos y me hago a un lado para que la rubia entre.

—Tom, ¿no deberíais estar trabajando? —Cuestiono, poniendo los brazos en jarra.
—HeladoWorld es una familia, y cuando a una familia le falta un miembro, está incompleta.
—Sonrío.
—No sé que dec- Soy interrumpida por el sonido del timbre. Otra vez.
¿Quién es ahora?

—¡Tía! acabo de ver a Drew saliendo, tienes que c-
Becca comienza a hablar en cuanto abro la puerta pero se calla al ver que no estoy sola.
La fulmino con mis ojos y ella me susurra un "perdón".
—Tom, ella es Becca. Becca, ella es Tom. Señalo a ambos con mis manos.
—¿Qué le eres a Jane, Becca? ¿su novia? —¿Qué?

—¿Qué? —Decimos a coro.
El canoso se encoge de hombros.
—No me gustan las mujeres, Tom. —Le aclaro y no recibo más que un asentimiento.
—Vale. —¿Sólo eso?
Espera. ¿Cómo que "vale"? ¿por qué crees que me gustan las mujeres? —Me pongo en postura defensiva y alzo el rostro.
No estoy enfadada ni nada por el estilo, tan sólo sorprendida.

—Porque hace años que no te veo con ningún chico y me pareció curioso. —Específica.
—Eso es porque es inteligente, no lesbiana. —La morena responde por mí.
Apoyo mi brazo en su hombro y asiento.
—Concuerdo con las solteronas de oro. —Nos "apoya" Moira.
—Tú también eres una solterona. —Contraataco.
—Sí, pero no de oro. Ella es de bronce. —Se burla la chica de ojos color miel.
Las jóvenes comparten una mirada y se sacan la lengua mutuamente.

Camino de vuelta a la cocina para apagar el horno y recoger las cosas. No cocinaré en un buen rato.
Cuando regreso al salón, el ambiente parece algo tenso.
—Tom, sé que no quieres que haga esto durante el resto de mi vida pero sé me da bien y me gusta. —Le dice la ojiverde.
El hombre niega.
—Eres inteligente y joven. Tienes lo necesario para hacer lo que quieras y no pasar toda tu vida trabajando para mí.

Me distraigo durante unos segundos, pensando en sus palabras.
—...Eres demasiado valiosa, Moi. Eres una mujer y a diario te enfrentas a un mundo machista. Te mereces llegar lejos y demostrar que, como mujer, puedes conseguir lo que te propongas. —Es lo que alcanzo a escuchar y asiento.

—¿Qué tal te fué con tu esposa? —Seis pares de ojos se giran hacia mí. Sólo intento cambiar de tema, tranquilidad.
—Me fué muy bien. —Dibuja una gran sonrisa. —Hice tu plan. Fuí a su trabajo y la saqué de allí, la llevé a un bonito restaurante y luego a una playa privada que tiene una historia detrás, me pareció romántico. Paseamos toda la tarde.

Mientras oigo como mis amigas suspiran, me doy cuenta de lo diferente que somos.
Toda mujer desea, quiere y merece a un hombre como Tom en su vida.
Podría bajarle una estrella a su esposa si eso la hiciera sonreír.
Pero yo no soy como ella ni como ellas.
Siempre ví el amor como algo desinteresado y raro.

Siempre he sido más de pequeños y para nada insignificantes detalles que otras personas pasarían por alto.
El amor es sencillo, no exagerado ni repetitivo.
Pero como le dije a Drew; Las relaciones nunca se me han dado bien.
Aunque me ahorré el pequeño detalle de que nunca he tenido una relación de más de tres meses.

Y sólo he tenido dos relaciones.
Supongo que hay algo fundamental que cualquier pareja necesita más que ninguna otra cosa; amor.
Si no hay amor, no hay nada.
Siento como una mano se mece en el aire, delante de mi.
Pestañeo varias veces y me alejo para ver mejor mi objetivo.
—¿Jane? ¿Sigues en el planeta Tierra?

Mi cara se calienta de momento a otro. Menudo ridículo.
—Si, si, lo siento. ¿De que habláis? —Moira se cruza de brazos como una niña pequeña enfurruñada.
—¡Tom no nos quiere contar que pasó al final de la cita! —Palmeo mi frente, otra vez y niego.
—¡Es para mayores de dieciocho! —Se defiende como puede, el pobre hombre.

Parece olvidar que todas somos mayores de dieciocho.
—¡Soy mayor! —Le espeta la ojiverde.
Me pierdo de su conversación cuando siento un toque en mi pierna.
—¿Estás bien? —Becca me inspecciona con sus claros ojos.
—Algo distraída, nada por lo que preocuparse. —Paso mi brazo alrededor de sus hombros y reímos.

—¡Uy, una rata! —Vocifera Moi.
—¡Otra! Que no es una rata. —Siso, cogiendo a mi bebé en brazos y dándole un lugar en el sofá.
—¿De dónde a salido ese bicho? —Pongo los ojos en blanco e ignoro el comentario que mi amiga acaba de hacer.
—Pobre animal, vaya familia de desquiciadas mentales le ha tocado... —Me giro hacia el único varón humano que hay en la casa y éste levanta su vista.

Cuando se percata de que lo ha dicho en voz alta, nos regala una sonrisa inocente y rápidamente cambia de tema.
—¿No os apetece helado? El de coco me obsesiona. —Las chicas comienzan a aplaudir su idea reconvertida en pregunta y en unos instantes, veo tres cuerpos de "adultos" correr hacia mi cocina.
Dios mío, como me lo van a dejar todo.

Jane, cada día te pareces más a tu madre.
Sonrío y acomodo el sofá, acaricio el pelaje de mi schnauzer y comienzo a erguir mi anatomía.
—Oye, Jane... —El canoso me llama, me giro hacia él y observo una mezcla de preocupación y sorpresa en su semblante.
—¿Si? —Mira hacia el lado y aclara su garganta.
—¿Dónde está la foto de tu hermana?

El mundo vuelve a caer.
Me recupero de la pregunta lo antes que puedo, aclaro mi garganta -imitándole- y me preparo para mentir. 
—Estos días he estado haciendo limpieza y decidí guardarla. —Muestro mi mejor sonrisa y observo como asiente.
Aún desconfiado, se vuelve con las chicas.
Te conoce desde los dieciséis, Jane. Esa excusa no se la traga ni de broma.

El tiempo pasa volando, creí que estar una semana sin trabajar sería bastante más aburrido de lo que ha sido hasta ahora.
Pero la verdad es que he tenido muy grata compañía; Tom, Moira, Becca y Tobi.
Cuando la tarde se cierne sobre la ciudad, me despido del hombre y la rubia y acabo sola, en compañía de Rebecca.
—Necesito alcohol, mi cerebro empieza a crear pensamientos coherentes.

—Becca cariño, tú cerebro no crearía pensamientos coherentes ni aunque llevaras toda tu vida sobria. —Bromeo. La pelinegra está rebuscando en mis muebles algo de alcohol que anule sus neuronas. 
—¿Ves? La antigua Becca te habría respondido con un insulto. —Dubita. Asiento sonriente.
—¿Y cómo me respondería la nueva Becca? —Indago con diversión.
—Vete a la mierda.

Esa ha sido la respuesta fácil, amiga mía.

Al final, saca una botella de tequila y coge dos vasos.
Tequila...
—Drew odia el tequila. —Comento. Sus ojos color miel se vuelven hacia mi y se achican cuando sonríe.
—Veo que estás cumpliendo con tu función de amiga. —Me felicita. Agarra los vasos y los devuelve a su sitio. —No vamos a necesitarlos.

Caminamos de vuelta al salón y nos dejamos caer sobre el sofá.
—No creas que es tan fácil... —Dejo las palabras en el aire y cojo a Tobi.
—Te veo venir, Jane. Eres como una bomba a punto de explotar. Necesitas sacar toda la frustración que llevas dentro y espero que sea conmigo y no con él. —Asiento, pensativa.

Sé que ese momento tiene que suceder. Una persona no se reencuentra con alguien a quien odia profundamente, finge ser su amigo y se queda tan ancho.
Sé que muy pronto llegará un punto donde tendré que sacar todos mis sentimientos y espero que no destruya nada.
Me giro hacia Becca, está teniendo una sesión de besos calientes con la botella.

—Pareces alguien que bebe agua por primera después de una semana. —Bromeo. Levanta una ceja y puedo ver en su mirada que está buscando algo con lo que contraatacar.
—Pues tú par- El sonido de mi teléfono la interrumpe. —¡Cogelo! —Vocifera cuando lee el nombre en la pantalla.

—Hola, ¿Que hay? —Oigo el sonido de una pequeña risa al otro lado de la línea.
Buenas tardes a ti también, pequeño arbusto. —Ruedo los ojos.
—¿Tú nunca te cansas? —Cuestiono y puedo jurar que está sonriendo justo ahora.
Nunca me cansaré si es de ti. —Acabo de tener un deja .

—Decir eso es muy típico. ¿Sabes? Suena repetitivo. —Paso el peso de mi cuerpo sobre una sola pierna y miro a Becca, ésta tiene un pulgar levantado y sonríe. Me hace un gesto de continuar y le guiño el ojo.
—Tienes razón, cambio mi respuesta; Nunca me cansaré si es de burlarme de ti. —Bufo. Payaso.
—Pues es mi hora de hibernar, te veo el año que viene. —Suelto.
Pero los árboles no hib- no oigo nada más pues corto la llamada.

—Al capullo le gusta reírse de mi. —Murmullo.
—Envíale un mensaje o quedarás como una idiota. —La pelinegra se cruza de brazos y me mira con desafío. Pongo los ojos en blanco y tecleo un rápido "Buenas noches, capullo. Te veo mañana ;)".
Su respuesta son unas simples risas seguidas de un "buenas noches, Jane."

Veo como mi amiga vuelve a coger la botella con desespero y se la lleva a la boca.
Será una tarde larga.

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